Una mirada de bondad

—Ya estarás contenta —reprochó Starfire jalando la pieza de metal que ahora rodeaba su cuello.

—Yo no te pedí que me siguieras —respondió Tatsumaki gesticulando con las manos, intentando activar sus poderes contra la puerta, inútilmente.

—¿Qué parte de la palabra "inhibidores" no entiendes, niña? —lanzó la pelirroja, clavando sus intensos ojos verdes en la esper.

—¿A quién le dices niña? Tú... tú... ¡garrocha!

—Al menos yo ya pasé la pubertad —se burló Starfire, irguiéndose para hacer que sus pechos sobresalieran lo más posible, y viendo con sorna las pequeñas tetas de Tatsumaki.

—¡¡Tengo 28 años!! Y aleja de mí esos... —exigió Tatsumaki, apuntando a los grandes senos de su compañera de celda.

—¿Envidia? —reviró la tamaraneana, dando una vuelta, presumiendo su cuerpo de supermodelo.

—¡Hm! —protestó una airada Tatsumaki, al tiempo que daba media vuelta y arqueba un poco la espalda para hacer sobresalir su pequeña, pero bien formada retaguardia.

—¡Vaya, vaya! —dijo una voz sibilina que venía de la puerta —Pero que es lo que ocurre aquí.

Con los ojos inyectados por la lujuria, Desaad terminó de entrar a la celda. El Dios de la Tortura, quien muy apropiadamente era el carcelero de Darkseid, estiró la mano y dio un pellizco en una de las desnudas nalgas de la esper.

Con la velocidad de un rayo, Tatsumaki cruzó la cara del libidinoso con una bofetada. Furioso, Desaad estaba a punto de devolver el golpe, cuando Kori lo detuvo, le aplicó una llave y lo derribó al piso. Los parademonios en la puerta estaban a punto de intervenir, pero Starfire apretó la llave, haciendo a Desaad gritar de dolor.

—¡Quietos! —gritó Starfire —¿Qué creen que dirán Granny Goodness o Darkseid si ven a sus trofeos con un solo rasguño o, peor aún, con un moretón?

Desaad se retorció de dolor y ordenó a los parademonios que se alejaran.

—Tú ganas esta vez, princesa —dijo el esquelético hombrecillo, haciendo otra seña a los guardias, quienes arrojaron un par de bultos de ropa a los pies de las chicas —Vístanse, Granny Goodness las espera.

***

—¿Princesa? —preguntó Tatsumaki, intrigada, mientras ambas avanzaban a través de un oscuro pasillo metálico hacia un rectángulo luminoso que se recortaba más adelante.

—No eres de por aquí, ¿verdad? —especuló Kori volteando a ver a su compañera, quien simplemente se encogió de hombros —Como ya te había dicho, soy Koriand'r, princesa de un planeta llamado Tamaran.

—Nunca había escuchado de él —admitió la diminuta chica.

—Me imagino. Tú, ¿de dónde vienes? —inquirió Starfire.

—De Ciudad Z.

—¿Ciudad Z? —caviló Kori —supongo que ni siquiera está en este universo.

—¿A qué te refieres con "este universo"? —preguntó Tatsumaki, sintiendo que su estómago se hacía un nudo.

No obstante, su compañera no tuvo tiempo de contestar. Empujadas por los parademonios, las dos jóvenes salieron a un gigantesco espacio abierto, cubierto por un domo transparente a través del cual se alcanzaba a ver un distante agujero negro, tan grande, que ocasionalmente devoraba sin mayor problema a alguna de las miles de estrellas que lo orbitaban.

—¡Bienvenidas, hijas mías! —la voz, casi masculina, de Granny Goodness reverberó en el enorme espacio —Es un placer para mí recibirlas.

Starfire y Tatsumaki no pudieron contener su asombro al ver el gigantesco espacio cubierto por una auténtica multitud de mujeres, todas ellas con el mismo collar inhibidor de poderes en el cuello.

Tatsumaki intentó gritar algo, pero de inmediato se dio cuenta de que su voz había desaparecido. A su alrededor, muchas de las chicas intentaban alzar la voz, pero ningún sonido escapaba de su garganta y cuando alguna de ellas intentaba acercarse al elevado palco donde Granny Goodness se encontraba, un parademonio la obligaba a volver al grupo con un golpe que a casi cualquiera le quitaba las ganas de seguir luchando.

—Seguramente se preguntarán —continuó la villana —¿Para que las hemos invitado? —la indignación en todas ellas fue casi palpable al escuchar aquello —Todas ustedes tendrán el honor de participar en el Torneo Oscuro, una competencia donde podrán medir sus habilidades contra las mejores guerreras del multiverso.

Todas intentaron gritar de ira, indignación o miedo... pero les fue imposible.

—Sé que están ansiosas por participar —dijo la maldita arpía con una cruel sonrisa en sus arrugados labios —Sobre todo cuando sepan qué es lo que está en juego. Las reglas son simples, porque solo hay una regla, la pelea es a muerte. La que gane, avanza a la siguiente ronda, la que pierda... bueno, estará muerta y no solo ella, todo su planeta hogar será destruido.

» No, no hay forma de evitarlo —continuó Granny Goodness clavando sus ojos en la pequeña multitud —Si alguien se niega a competir, si tratan de escapar, si se niegan a matar a su oponente, todo ello resultará en su muerte y la de su mundo.

Hasta el frente, una chica de larga cabellera y piel amarillas, ambas con prominentes motas negras, vestida con un body anaranjado, evadió a los guardias e intentó echar a correr hacia Granny Goodness. No llegó muy lejos, el collar lanzó un pulso de energía que hizo sacudirse a la chica, arrojándola inmediatamente a la arena.

Los parademonios recogieron a la joven felina, pero la mantuvieron en la arena, mientras Granny Goodness la veía con sorna. Junto a Starfire, una chica vestida con un traje blanco y negro, con un diseño de telaraña en el pecho y las piernas, hizo ademán de tratar de pelear; sin embargo, a su derecha, otra joven, morena, de cabello negro, blusa azul con blanco, que no tenía la apariencia de superheroína, la detuvo y negó discretamente con la cabeza.

—Pueden retirarse, mis niñas —dijo Granny Goodness con voz melosa —Descansen, pero estén preparadas, porque más tarde deberán volver aquí para que podamos evaluar sus capacidades.

***

—¿Quién es el tal Darkseid? —preguntó Tatsumaki mientras ambas chicas volvían a atravesar el túnel hacia la arena.

—Es el gobernante de un planeta llamado Apokolips y una de las mayores amenazas en mi universo —respondió Starfire acomodando el maldito collar para que no la incomodara demasiado.

—Entonces, ¿en verdad puede hacer eso? ¿Destruir todo un planeta?

—Es uno de los Nuevos Dioses. El Dios de la Maldad, de hecho, así que sí, tiene el poder para destruir un mundo. Tal vez más.

Las dos mujeres salieron a la arena del Coliseo Interestelar, donde Granny Goodness ya las esperaba.

—Starfire, querida, es un gusto volver a verte —saludó la arpía caminando alrededor de la chica.

—Es un asco verte otra vez, Granny —respondió la princesa —Veo que la vida de maldad te ha sentado bien.

—No soy la Granny Goodness que recuerdas, Koriand'r —aclaró la villana

—Mi contraparte de tu universo cayó en desgracia y yo tomé su lugar al lado de nuestro señor oscuro.

El cuerpo de amazona de la mujer, alto, musculoso y curvilíneo, de largo y ondulado cabello blanco era muy distinto de la gruesa matrona —más parecida a un tanque— que Starfire había combatido incontables ocasiones.

—Y, ¿a quién tenemos aquí? —murmuró Granny viendo a la esper junto a Starfire —Tatsumaki, sé que no nos conocemos, niña querida, pero me aseguraré de cambiar eso muy pronto.

La mano de Granny Goodness se posó delicadamente en un hombro de la psíquica.

—¡No soy una niña! —reclamó Tatsumaki —¡Tengo 28 años!

La vieja arpía se le quedó viendo, extrañada, a la pequeña mujer de cabello verde. Sabía que no era posible, pero creyó sentir un empujón telequinético, a pesar de que el collar inhibidor estaba activado.

—¡Oh, bueno! —exclamó Granny Goodness con falsa alegría —En ese caso, creo que nos podemos saltar la evaluación de su nivel de poder y pasar directamente a sus habilidades de combate.

A una señal de la mujer, un enjambre de parademonios entró a la arena y rodeó a ambas chicas. Sin prisa, viendo crecer el ansia de Tatsumaki y la fiera resolución en Starfire, Granny desactivó el collar inhibidor...

¡Una oleada telequinética barrió por completo la arena! Starfire apenas logró levantar el vuelo para dejar pasar la embestida de la esper, que derribó a los horrores biomecánicos de Darkseid cual si hubieran sido soldaditos de juguete.

—¡Oye! —reclamó la tamaraneana, viendo con rencor a su compañera de celda —¡Se supone que estamos del mismo lado!

—¡Trabajo sola! —advirtió Tatsumaki, también levantando el vuelo —Si no puedes seguir el paso, ¡hazte a un lado!

Starfire gruñó de fastidio, sin entender, realmente, el porqué si el torneo era individual, tenía que trabajar en conjunto con la odiosa enana, aunque debía admitir que su poder era impresionante. Su primera oleada barrió por completo a la tropa enemiga. No obstante, la mayoría estaban solo inconscientes y ya comenzaban a levantarse. No le gustaba trabajar así, pero tampoco podía desaprovechar la ocasión. Uno por uno, conforme se iban levantando, la tamaraneana remataba a los que habían quedado vivos.

—¡Por qué demonios no hay nada que arrojar aquí! —se quejó Tatsumaki, al ver que una nueva oleada de enemigos entraba por las puertas de la arena.

—¡Qué! —gritó Starfire —¿¡No me digas que sólo sabes pelear arrojando cosas!?

—¡¿De qué otra forma puede pelear una esper?! —gruño la otra chica.

—¡Golpéalos directamente! —gritó Kori, incinerando a uno que se acercaba a la espalda de su compañera —¡O arrójalos unos contra otros!

—¡Soy un Héroe de Clase S! ¡No necesito que nadie me enseñe a usar mi poder! —reclamó Tatsumaki, alzando a uno de los parademonios que había derribado al principio y arrojándolo con tal fuerza contra otro que se acercaba por la espalda de Starfire, que un tétrico crujido de metal y huesos rotos cubrió por completo la arena.

La pelea se prolongaba. El suelo del coliseo ya estaba tapizado de cadáveres y los enemigos seguían llegando tan pronto como ellas los aniquilaban. Ambas heroínas respiraban con agitación. Pese a que apenas habían tenido contacto físico con sus oponentes, la interminable marejada de enemigos les estaba cobrando un alto precio.

Ambas estaban cubiertas de heridas. Rasguños, moretones, golpes. Un parademonio embistió a Starfire por la espalda, arrojándola contra otro que le clavó sus afilados colmillos en una pierna. Otros dos lograron penetrar los escudos de Tatsumaki con sus garras, destrozando su vestido. Finalmente, ambas se vieron otras vez rodeadas, espalda con espalda, justo en el centro del gran volumen del coliseo.

—Si seguimos así, estamos perdidas —declaró Koriand'r.

Con todo el dolor de su corazón, Tatsumaki se limitó a asentir. Agradecía que el maldito calvo no la viera en aquella situación.

—Tengo una idea —dijo Starfire —¿Puedes lanzar otra oleada telquinética, igual que la anterior? Pero que abarque el espacio en tres dimensiones.

—¡Hm! —se indignó Tatsumaki —¡¿Dudas de mi poder?! ¡Sólo observa!

—¡No! ¡Espera! —la detuvo la princesa, dando media vuelta y abrazándola apretadamente —Hace rato casi me noqueas a mí también ¡Ahora!

Desconcertada por el abrazo, Tatsumaki tardó un poco en entender. Sin embargo, justo cuando un parademonio estaba a punto de morder el cuello expuesto de Kori, Tornado desató una oleada de poder crudo que barrió el coliseo de arriba a abajo y de extremo a extremo, arrojando a los parademonios. Muchos de ellos murieron aplastados contra el piso o el domo del gigantesco estadio. Los restantes estaban a punto de volver a embestirlas cuando...

—¡¡Sube tu escudo!! —gritó Starfire, liberando inmediatamente una llamarada estelar que terminó de incinerar a los que todavía quedaban vivos.

Ambas se derrumbaron en el suelo, absolutamente exhaustas, deseando en secreto que la maldita arpía ya hubiera terminado con sus juegos de poder.

—¡Bien, bien! —dijo Granny Goodness, aplaudiendo lentamente tras activar el inhibidor otra vez —Pelearon excelentemente. Especialmente tú, mi pequeña —dijo, levantando la barbilla de Tatsumaki.

—No... me digas... pequeña... —reclamó la esper, jalando aire.

—Darkseid no confiaba en mi sugerencia de traerte —reveló la arpía —especialmente no después de que te capturó tan fácilmente. Pero con esta prueba, estoy segura de que quedará más que satisfecho ¡Llévenlas a su celda! 

***

Granny Goodness en mi universo:

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top