La nueva misión

Una suave brisa mecía el follaje muy por encima de su cabeza. El zumbido de los insectos llenaba el aire en perfecta armonía con el aroma a tierra húmeda y hojas verdes. Arriba, la enorme silueta de un gigante gaseoso cubría gran parte del cielo, rebotando intensamente la pálida luz azul de una estrella que parecía pequeña comparada con la imagen del sol que ambas conocían.

Bajo ellas, una mullida alfombra de musgo... o algo parecido, había amortiguado la caída y les había permitido reposar unas horas, víctimas del agotamiento tras la reciente batalla.

—Ho-hola... —saludó torpemente Tatsumaki.

El rostro de la pequeña psíquica enrojeció como un tomate al despertarse estrechamente abrazada con Starfire. No obstante, tras meditarlo un segundo, decidió que no era para nada desagradable y se limitó a esperar a que la otra joven despertara.

—¡Hey! —saludó también la princesa —Me preguntaba cuándo ibas a despertar.

—¿Ya estabas despierta? —preguntó Tatsumaki.

—Desde hace un rato —admitió Kori —pero no quise despertarte. Te veías muy tierna... y muy hermosa así dormida.

Si hubiera podido sonrojarse más, lo habría hecho. En cambio, se limitó a esconder la cara en el cuello de la chica. El aroma de su cabello, ahora cubierto de ramitas, y de su piel encendieron algo en la joven esper, pero no estaba muy segura de qué hacer.

—Por un momento pensé que te había perdido —confesó Starfire, apretando un poco más a la chica.

—¿Per-perdido? —preguntó Tatsumaki dejando que su mano acariciara el firme abdomen de la tamaraneana.

—Sí —admitió la princesa, dibujando con un dedo la silueta de la esper —Cuando salí al coliseo y te vi en el puño de Darkseid...

—Me salvaste —agradeció Tatsumaki envolviendo con una de sus esbeltas piernas las piernas de la princesa —yo... me dolió que no me reconocieras... ya sabes... cuando Granny...

—Lo lamento —se disculpó Starfire —Sé que será difícil que me creas, pero hubo un momento donde sí sentí que había algo diferente.

—¿En verdad? —preguntó la psíquica, deteniendo su mano a un milímetro de los hermosos pechos de Koriand'r.

—En serio —aseguró la princesa, volteando a ver a la chica a los ojos —Hay algo en ti que es inconfundible.

El ansiado beso floreció en la tibia atmósfera de aquella luna alienígena como una efímera rosa en el ojo del huracán.

Con un suave movimiento, Starfire giró hasta quedar de espaldas, colocando a Tatsumaki sobre ella. Las lenguas de ambas recorrían cada rincón de su bocas y las manos de Kori exploraron cada rincón de la espalda de la esper.

La psíquica, por su parte, podía percibir con deleite los grandes pechos de Starfire amortiguar su pequeño cuerpo, mientras sus propias manos se apoderaban del rostro de su hermosa amante, como si no quisieran perderla jamás.

Con suavidad, Kori jaló los muslos de Tatsumaki, acomodándose en medio del casi diminuto cuerpo. Enseguida, sus manos subieron por entre las aberturas del vestido, hasta alcanzar las pequeñas pero perfectas nalgas de la joven.

Un gemido inundó el ambiente cuando Tornado sintió por primera vez una caricia en aquel lugar tan íntimo y fue incapaz de impedir que sus manos alcanzaran los hermosos senos de su princesa.

Starfire gimió en medio del beso al sentir las pequeñas manos de la esper masajear sus tetas con tímida torpeza, todavía por encima de su uniforme.

Con cuidado, la princesa levantó poco a poco el vestido de la esper, dejando al descubierto su delicioso cuerpo.

—¡Eres hermosa! —suspiró Starfire, colocando sus manos en los pequeños, pero respingados pechos de Tatsumaki.

La joven suspiró al sentir las calidas manos cubrir sus tetas y dejó escapar un delcioso gemido al sentir el suave pellizco de Kori en sus pezones.

Con cuidado, Starfire volvió a girar, dejando a Tatsumaki de espaldas sobre la mullida alfombra. La chica se estremeció por partida doble al sentir el húmedo musgo en su espalda desnuda y al ver cómo la princesa bajaba la parte superior de su traje, para dejar al descubierto sus magníficas tetas.

Todavía se sentía tímida, pero la urgencia de la pasión hacía a la esper más atrevida a cada momento. Sin dudarlo más de un parpadeo, se apoderó de los pechos de la tamaraneana, tratando de imitar las deliciosas caricias que ella le había prodigado un instante antes.

Un largo beso hizo que sus cuerpos se amoldaran por completo, piel a piel. Enseguida, Kori comenzó a bajar trazando un camino de besos y lamidas por el cuello de Tornado. El gemido sacudió el bosque entero cuando la boca de Starfire comenzó a juguetear con los pezones de la otra joven.

Fue una eternidad y al mismo tiempo un segundo para Tatsumaki. Cuando Starfire decidió seguir su camino hacia abajo, la joven esper quería seguir sintiendo aquella maravillosa sensación, pero su cuerpo empezó a tensarse al darse cuenta de que la princesa la estaba despojando de su única prenda interior.

El bosque mismo pareció contener la respiración ante la vista de la diminuta chica completamente desnuda. Kori volteó a ver a Tornado con una sonrisa traviesa, antes de sumergirse entre los muslos de la joven. Un nuevo gemido, pero ahora más profundo, primordial, escapó de la garganta de la esper al sentir la lengua de la princesa apenas tocando su intimidad.

Nunca había experimentado algo así. La pequeña psíquica sentía que enloquecía con cada roce de la indecente lengua de Starfire. La princesa, a su vez, se sentía ebría por el delicioso sabor de la esper. Con espíritu travieso, Kori insertó un dedo en Tornado, mientras su lengua se concentraba en el clítoris.

El gemido de Tatsumaki estremeció el bosque entero. La combinación del indecente dedo y la traviesa lengua era enloquecedora. Era su primera vez, pero no habría podido desear una mejor amante que Starfire. No solo era hermosa, era paciente, atrevida y deliciosamente sensual.

Poco a poco, la incomprensible tensión del orgasmo se fue acumulando en su bajo vientre, hasta que, con un solo roce de la lengua húmeda y caliente de Kori, Tornado tuvo el primer orgasmo de su vida.

Esta vez no hubo grito ni gemido, solo una indescriptible oleada de placer que recorrió su cuerpo entero en un segundo. Sus muslos se cerraron involuntariamente, encerrando el delicado rostro de su amante en una prisión de carne y lujuria.

Kori se liberó de los deliciosos muslos de Tornado y fue trepando por el delicado cuerpo, trazando con sus labios el camino de ida y vuelta a la cueva del tesoro.

Finalmente, sus labios volvieron a unirse en un beso ligero, delicado, lleno de una ternura que presagiaba la tormenta por venir.

Kori envolvió a Tornado en sus brazos y la joven esper se dejó hundir entre los perfectos pechos de la princesa.

La tibia brisa acariciaba los cuerpos desnudos, mientras Tatsumaki todavía trataba de descifrar qué acababa de pasar.

—¿Te gustó? —preguntó Koriand'r dejando que una de sus manos descendiera hasta el perfecto trasero de la esper.

—Yo... ¿está bien decir que me encantó? —quiso saber Tornado.

—Por supuesto —respondió Starfire evitando una risilla ante lo inocente de la pregunta.

—Jamás había sentido algo así —admitió Tatsumaki, jugueteando con uno de los pezones de la tamaraneana.

—Si sigues haciendo eso, muy pronto lo volverás a sentir —ronroneó Kori, arqueando la espalda, para realzar sus pechos.

—Suena bien —suspiró Tornado, estirándose un poco para darle un beso a la princesa.

Lo que empezó con un ligero roce de labios, muy pronto se convirtió en una danza de lenguas. Los cuerpos fueron incapaces de quedarse quietos, Tatsumaki se trepó en Starfire, y la princesa abrió las piernas para recibir la delicada figura de la esper.

Fue el turno de Tatsumaki de descender hasta las tetas de Starfire, donde su instinto la guió para darles placer con su lengua y sus labios, jugueteando con los pezones y masajeando suavemente con las manos.

La comparación fue inevitable: sus senos pequeños de pezones sonrosados, contra las grandes tetas de Kori y sus grandes areolas rojas. Por alguna razón, el contraste la hizo sentirse más excitada todavía y tuvo que ceder al repentino deseo de probar la intimidad de la hermosa extraterrestre.

—¡Mmmmhhh! Aprendes rápido —gimió Starfire al sentir la flexible lengua de Tatsumaki explorar cada pliegue y cada rincón de su vulva.

Las manos de Tornado tampoco se quedaron quietas, recorriendo de arriba a abajo las bien torneadas piernas de Koriand'r. La sedosa piel de la princesa causaba una electrizante sensación en la pequeña psíquica, quien cedió a otra de esas urgencias repentinas que se volvían cada vez más frecuentes cuando estaba cerca de la tamaraneana.

Sin prisa, deseando sentir cada milímetro de aquella piel que la volvía loca, Tatsumaki comenzó a ascender, acariciando con su cuerpo entero el de Starfire. Sus pechos rozaron deliciosamente los firmes muslos, el vientre plano, los senos grandes y redondondos, hasta que sus rostros volvieron a quedar al mismo nivel.

Como dos imanes, los labios de las chicas se atrajeron irremediablemente para compartir otro beso lleno de amor, ternura y pasión.

—¿Puedo... puedo intentar algo? —avisó Tornado, viendo a Kori a los ojos con una chispa de lujuria.

—Claro —accedió la princesa —no seas timidaaahh...

La esper no pudo contener una sonrisa de satisfacción al escuchar el gemido y ver el gesto de placer de la princesa.

—No... no sabía que podías hacer eso —tartamudeó Starfire, sintiendo cómo Tatsumaki usaba su telequinesis para entrar en su intimidad... como un invisible falo psíquico.

—Yo tampoco —admitió la esper con gesto travieso —¿Te gusta?

—Más rápido —pidió la princesa por toda respuesta.

—Creo que puedo hacerlo mejor —respondió Tatsumaki, instalándose entre las piernas de Starfire.

Con cuidado, temiendo lastimarla, Tornado entró poco a poco en la intimidad de Kori. La princesa gimió de placer cuando sintió el pubis de la esper chocar contra su cuerpo. Un nuevo beso selló aquella unión única en su tipo y enseguida, la chica comenzó a moverse, sincronizando su delicado empujón telequinético con el movimiento de su cadera.

Lento al principio, Tatsumaki fue incrementando la velocidad poco a poco, haciendo que los apasionados quejidos de Starfire llenaran el bosque a su alrededor. Con sorpresa, la esper pudo darse cuenta de que el falo psíquico le transmitía una serie de sensaciones, no a su cuerpo, sino directo a su cerebro. Era una forma de placer totalmente nueva, igual de delicioso que cuando Starfire exploró su intimidad con la lengua minutos antes.

Sin que se dieran cuenta, conforme su placer aumentaba, las chicas comenzaron a levitar. Poco a poco se fueron elevando, hasta quedar por encima del dosel arbóreo de aquella luna extraterrestre, bañadas por el resplandor del planeta gigante a miles de kilómetros de distancia.

En unos minutos, las embestidas de Tornado lograron su objetivo. Kori comenzó a sentir la deliciosa presión del orgasmo acumulándose en su interior como un resorte que se tensa lentamente. Tatsumaki no era indiferente a sus propios movimientos. Aquellas sensaciones que su propio poder transmitía directo a su mente causaban un efecto igual de poderoso que el contacto físico.

No tardaron mucho más. Con un último impulso de la hermosa esper, el resorte se liberó incontrolable, casi violento. El efecto fue tan poderoso que, involuntariamente, ambas liberaron una oleada de poder que habría arrasado el bosque, de no haber sido porque estaban al menos cien metros por encima de la copa de los árboles.

Poco a poco, mientras los espasmos de la pasión se iban calmando, ambas volvieron gentilmente al suelo. La cama de musgo volvió a recibirlas y ambas se durmieron en brazos de la otra.

***

—Y, ¿ahora? —preguntó Tatsumaki, todavía acunada en los brazos de Starfire.

—Ahora, encontramos algo de agua para asearnos —dijo Starfire sin soltar a la joven —me siento pegajosa y seguro estamos llenas de hojitas de musgo.

—¡No! Bueno... sí —respondió Tornado frunciendo el ceño —Pero me refería a lo otro. No podemos dejar que Darkseid y su ejército sometan al Multiverso.

—Lo sé —dijo Kori soltándola con cuidado e incorporándose —lo primero será averiguar cómo salir de esta luna. Yo puedo viajar por el espacio profundo y, ¿tú? —la psíquica negó con la cabeza —Eso puede ser un problema. No creo que el portal de Darkseid simplemente apuntara a mundos deshabitados al azar, debe haber gente por aquí.

—¿Crees que tengan una nave espacial?

—Espero que sí —respondió la tamaraneana, tendiéndole su ropa a la esper —Al menos espero que tengan un sistema de comunicación lo bastante poderoso como para alcanzar Tamaran, la Tierra o Nuevo Génesis.

—Somos las únicas que conocemos los planes de Darkseid —recordó la joven esper, empezando a vestirse —Tenemos que advertirle al Multiverso que las Furias van en camino.

—Tranquila, Tatsumaki —dijo Starfire abrazando a la esper por la espalda —lo lograremos... juntas.

—Juntas —repitió Tatsumaki en un susurro. Por alguna razón, aquella palabra ya no sonaba tan aterradora —Te amo —por fin se atrevió a decir.

—Te amo —respondió la princesa sin sorprenderse. El sentimiento era tan natural como la brisa que las refrescaba y tan poderoso como la explosión que habían liberado hacía un rato.

Pese a todo lo que ya habían sobrevivido, ambas sabían que la batalla apenas comenzaba. Sin embargo, ahora que se tenían una a la otra, sentían que nada podría detenerlas. 

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