3; Añoranza
Sus respiraciones ya se sentían pesadas al correr durante tanto tiempo, ¡habían rodeado la isla al menos! No lo admitirían en voz alta, pero estaban completamente perdidos. O eso pensaron antes de ver un destello de luz que llamó su atención.
—¡Por allí! —exclamó emocionado el moreno.
Al ir acercándose se percataron que aquel destello fue el reflejo del sol en la gran campana que decoraba en lo alto de la iglesia pintada en blanco, habían encontrado el pueblo al fin.
—Venga, debemos ir e interrogar a los habitantes —comentó el peliverde cuando vio detenerse el menor.
—Sí —estuvo de acuerdo. No obstante, no movió no un pelo mientras miraba un punto cualquiera.
El espadachín, dubitativo, se acercó y apoyó una de sus manos callosas en el hombro de su capitán.
—No te preocupes, los encontraremos.
El moreno tardó varios segundos en clavar su vista en el mayor, y cuando lo hizo su rostro se pintó en la sorpresa. Alzó una de sus manos y haciendo el amago varias veces, la apoyó en el hombro de su segundo al mando. Ambos sonrieron en la acción.
—Sin duda.
Retomaron el paso con la decisión de llegar al pueblo destelleando en sus ojos. Si querían respuestas era seguro de que estarían en aquel pueblo -al parecer- encantado.
No tardaron mucho en llegar al lugar destinado. Ambos miraron hacia ambos lados y, como por arte de magia, ya no había ni una sola persona rondando por el lugar. Nadie; nada. Las casa, antes nuevas y pulcras, ahora estaban derruidas como si un gran huracán hubiese pasado por ellas.
—¿Qué demonios a pasado aquí? —maldijo el mayor.
—Al parecer.... —el moreno se acercó a uno de los bancos destrozados y posó una de sus manos en el-. Estaban borrando pruebas.
—Sí, estoy de acuerdo.
El espadachín escuchó suspirar a su capitán mientras alzaba su cabeza y miraba a su alrededor, probablemente en busca de que hacer a continuación. Siendo sincero, el mayor tampoco tenía idea de que hacer en esos momentos.
Con alientos silenciosos dejaron en su paso el lugar abandonado, tomando por camino un pequeño sendero de ramajes despeinados y terrenos abultados. Siguieron ciegamente sus instintos buscando con esperanza lo quitado.
—¡Allí, mira! —bramó el mayor mientras señalaba en algún punto de la plantas monstruosos que se alzaban frente a ellos.
—Solo puedo ver hoja, Zoro.
El moreno vio confuso la expresión horrorizada del contrario, sin entender muy bien la situación se acercó sigilosamente y apoyó una de sus manos en el hombro del mayor. Este no pareció reaccionar en lo más mínimo con su interacción corporal, no fue hasta segundos después que giró su cuello y le penetró con sus ojos brillando caos.
—¿Zoro...? —murmuró.
Gracias a los reflejos que poseía y su habilidades con el haki, pudo ver venir el rápido movimiento de la katana del peliverde contra su cuello, eso no hizo que el shock inicial del chico con el sombrero de paja desapareciese. No perdió el ritmo en lo más mínimo mientras esquivaba el vaivén incontable de los ataques feroces del mayor. El moreno vio en la mirada de su segundo al mano esa sed de sangre que lo caracterizaba, en aquél instante supo que este no entraría en razón y que, probablemente, el espadachín fue controlado para llevar a cabo esas acciones tan temerarias hacia él.
—¡Zoro! —aullo mientras esquivaba otro de los ataques del contrario. Este jamas se detuvo; ataques rápidos y precisos.
No es muy consciente del tiempo que transcurrió mientras batallan entre ellos, solo se vio deteniéndose cuándo un grito rompió la atmósfera en la que, ambos, se habían sumergidos –zoro de situaba en su propio mundo–.
Por otra parte, Luffy evitó hábilmente los ataques mientras a su vez que escuchaba el alarido, dándose cuenta tiempo después de quién se trataba aquella voz femenina; Nami. En ese momento, dió una veloz media vuelta para después saltar y huir por el momento del mayor, con el deseo incesante por ayuda a su compañera en apuros.
—¡Nami! —gritó—. ¿¡Nami, dónde estás!?
Saltando entre los árboles terminó llegando a una pequeña explanada adornada por los suaves rayos de sol y alguna que otra hoja caída por la brisa. Nada peculiar había en aquél lugar, nada.
—¿Qué...? —empezó diciendo, sin embargo un fuerte estruendo apagó su voz.
Y, sin si quiera parpadear, vio como el mundo cambiaba a su alrededor. Aquél ameno paisaje con plantas y atmósfera tranquilizadora se fue cambiando lentamente hasta volverse un terreno rocoso hasta formar una pequeña colina con dos árboles en su punta.
《¿Qué demonios...? 》, pensó desconcertado por lo sucedido.
El moreno se planteó si seguía durmiendo o si, después de todo lo vivido, había perdido la cordura.
Se vio completamente solo una vez más. Ni Nami; ni zoro; nadie. No estaba muy seguro de si podría afrontar aquella situación, no obstante se decidió a buscar a sus compañeros, mas no veía otro motivo para seguir adelante. Sin ellos no era nada después de todo.
Tal fue así que, sin titubear, partió hacia algún lugar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top