~•Capítulo 5•~
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Un lobo blanco y un león
Aclaración: El capítulo es narrado por Jon Nieve en su mayoría pero también hay narración de Rhaenya Targaryen, antes de empezar a narrar se marcan sus nombres. Por ejemplo: Rhaenya Targaryen.
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18 de abril, 298 DC
El Norte, Invernalia
FUERON A EL ANTIGUO BOSQUE DE DIOSES.
Éste se ha mantenido intacto durante diez mil años, con tres acres de tierra vieja y abarrotada y árboles muy juntos que crean un denso dosel. Llegaron al centro de la arboleda se encuentra un antiguo Arciano con una cara tallada, de pie sobre un charco de agua negra.
Robb se sentó con Rhaenya en una roca cubierta de musgo, bajo las ramas del arciano, muchos dirían que el joven lobo era afortunado pues Rhaenya no lo había aparto de si y había apoyado su cabeza en el hombro del joven lobo mientras Jon se sentó en el mantillo del bosque con la espalda apoyada contra el arciano, incómodo ante la cercanía de su medio hermano y la princesa Targaryen.
Los lobos de los chicos les alcanzaron, Viento Gris, al cual Robb le llamó así porque corría muy deprisa se sentó a los pies del Stark y Fantasma, de pelaje blanco con ojos eran tan rojos como la sangre estaba con Jon.
Rhaenya ya había reaccionado, estaba al borde de las lágrimas. Volvía a tener en la boca un sabor conocido, el del miedo, no lo había sentido desde que Doran Martell obligó a Bárbara a enviarla al norte, no lloró cuando se iba de la Fortaleza Roja creía que iría a Altojardín como era costumbre y volvería a Desembarco Rey o visitaría Dorne, pero sí lloró cuando Aegon le dijo que probablemente no se vieran en años, cuando la separaron de su madre y hermanos, cuando no le permitieron ir a Bastión de la Tormentas a despedirse de su tío Renly.
«Oh, esto apenas empieza, Catelyn ha intentado golpearme pero si soy la reina harán más que eso…, me querrán muerta» Reflexionó, sombría.
—Rhaenya no tenías que…
—¡¿Que no tenía qué…?!—Su sollozo fue casi una carcajada—. Tenía que, podía, quería y debía defenderte Jon ¿No viste su cara?—Su carcajada fue casi un sollozo, Robb acercó más a Rhaenya temeroso de que hiciera una estupidez, no sabía si era por defender a su madre o por proteger a Rhaenya de las consecuencias de sus actos, en ese momento estaba dividido.
¿Cómo proteger a su madre de la mujer que amaba? ¿Y como proteger a la mujer que amaba de la mujer que lo había traído al mundo? Su deber era con su familia pero el corazón tiene razones que la razón no entiende.
—Sí pero…—Jon no sabía que decir, estaba avergonzado y ya no lloraba pero se asombraba ante la valentía de Rhaenya.
—¡Me intento golpear!—Exclamó la Targaryen, aireada.
—Rhae, no lo volverá a intentar, los protegeré a ambos—Juró Robb solemne, Jon lo miro conmovido—, está mal lo que hace.
—¡Soy una condenada Targaryen!—Rhaenya pateo el suelo molesta, Robb apretó su agarre mientras Jon se estremecía—. ¡Nadie debe si quiera pensar en mirarme sin autorización! ¡Soy la sangre del dragón!
«Me las pagará, tarde o temprano. Jon tendrá justicia» Hubiera querido agregar Rhaenya pero se limitó, recordando que su madre decía que la indiscreción te llevaba por malos caminos.
Robb la observó, tenía las mejillas llenas de lágrimas, y los ojos oscuros le centelleaban. Hasta al llorar Rhaenya proyectaba fuerza.
—Ahora tendré que ver como silenciar a Loras—Rhaenya sabía que era cuestión de tiempo para que lady Olenna Tyrell, la abuela de Loras; La reina de Las Espinas, se enterase del incidente pero...
...¿Qué tanto había escuchado Loras? No debía ser mucho pero, con el intento de golpe había sido suficiente. Rhaenya esperaba algún consejo de su tío, por eso había enviado a Loras con él, tenía una idea.
—¿Para que enviaste a la rosita con tu tío?
—Porque Renly Baratheon es discreto y necesito su ayuda para servir la justicia, lobezno—Rhaenya se apartó de Robb un poco para verlo a los ojos azul Tully, se preguntó cómo Catelyn había traído al mundo a ese chico tan dulce.
«Es el hijo de Brandon Stark» Se recordó, nerviosa por lo que era capaz de hacer el Joven Lobo.
Ellos no debían estar en el Bosque de Dioses juntos, como otras mil veces. Rhaenya se estremeció nerviosa sabiendo que eso debía acabar antes que terminara mal, Robb lo noto y le ofreció su capa.
—No puedo entrar con los colores de Invernalia—Negó la Targaryen parcialmente sonrojada ante el ofrecimiento.
—Eres mi prometida—Jon le sonrió a Robb como diciendo «Yo no diría eso» pero el lobo ya lo había dicho.
—¡Y dale con lo de la prometida! Doran Martell no va lograr que me casé con quien disponga, punto y fin—La expresión avergonzada de la peli-plata cambio por una rabiosa.
—Volvamos con lo de la justicia, para que no me golpes y gracias—Recapituló el lobo, se interesaba en saber los planes de la dragona coronada, Brandon Stark le había enseñado a su hijo que la información era poder.
—Voy a sacar a Arya, Sansa y Jon de Invernalia con toda la autorización que me pueda dar Brandon Stark—Sonrió orgullosa de su idea.
—Papá nunca…, Sansa tiene los segundos derechos a Invernalia, Arya los cuartos y...
—¿Crees que acepten un bastardo en la corte?—Interrumpió Jon a su hermanastro—. Tu primo no ha permitido que entre ningún bastardo a la corte, a pesar de tus primas las serpientes de arena.
—Lord Brandon Stark hará lo correspondiente para evitar un Valle Oscuro. Catelyn Tully Stark atacó a un miembro de la familia real, no se puede negar a nada, y no me estoy llevando al heredero Stark.
—Bueno pero, dijiste que...
—Robb no le haré daño a tu familia, lo juro, pero no permitiré que crean que pueden hacer lo que se les dé la gana conmigo—Rhaenya se alejó del lobo y agregó:—, tranquilizante, Arya y Sansa serán mis damas de compañía en cuanto vaya a Desembarco del Rey, sólo seran unos tres años como mucho.
—Como quieras—Aceptó Robb de mala gana— ¿Y Jon?
—Ni Orys ni Renly tienen escudero si no quieres tomar a Jon como tú escudero; dale su lugar, lo harán ellos. Da igual que sea bastardo—«Y Doran Martell es el que no permite salir de Dorne a las serpientes de Arena».
—Rhaenya no tienes porque preocuparte por mí.
—¡Pero quiero!—Afirmó haciendo un puchero—, debemos ir al banquete, si no vas Jon haré que Oberyn te traiga por los negros cabellos. Espero una respuesta de ti, Stark.
Y sin esperar respuesta Rhaenya salió del Bosque de Dioses dejando a los lobos impactados.
Fue a sus habitaciones para buscar algo que había olvidado, al salir Loras la tomó por la mano para llamar su atención, y le informó que debían ir al Gran Salón.
—Hablaremos mañana—Prometió mientras se acercaba al Tyrell, y le quitaba el broche de la rosa dorada de Altojardín.
—¿Rhaenya que…?
—Luego habré de conseguir algo para Willas, Garlan y Margaery—Guardó la rosa dorada y la cambio por un dragón Targaryen al rededor de una rosa—, siempre me haz respaldado más allá de tu deber como mi espada juramentada quiero que sepas los mucho que lo valoro y no está mal mostrar la unidad de ambas casas. Eres como de la familia.
—Gracias—Loras sonrió. El caballero caballero de la flores no podía creer que Rhaenya fuera tan..., Rhaenya.
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Jon Nieve
El salón principal de Invernalia estaba llena de humo, y el aire, cargado del olor a carne asada y a pan recién hecho. Los estandartes cubrían los muros de piedra gris. Blanco, oro y negro: el huargo de los Stark, el venado coronado de los Baratheon y el dragón Targaryen. Un trovador tocaba el arpa al tiempo que recitaba una balada, pero en aquel rincón de la sala apenas se lo oía por encima del crepitar de las llamas, el estrépito de los platos y las copas, y el murmullo de cientos de conversaciones ebrias.
El salón, en su interior podía albergar ocho largas filas de mesas de caballete, cuatro a cada lado del pasillo central, y puede acomodar a 500 personas. Hay una plataforma elevada para invitados nobles, y el trono de los Reyes del Invierno, un enorme asiento de piedra blanca con los brazos tallados en forma de cabezas de huargos con la boca abierta.
A la cabeza del cortejo entró Brandon Stark. Luego lo siguió el príncipe Oberyn Martell magníficamente vestido con una larga túnica a rayas naranja, amarillas y escarlata, con Lady Catelyn Stark del brazo; Jon noto como la situación divirtió a Rhaenya, Catelyn se veía asustada e inquieta.
Tras ellos llegaron los niños. El pequeño Rickon iba el primero, con toda la dignidad que era posible en un chiquillo. Justo detrás iba Robb, vestido con ropas de lana gris con ribetes blancos, los colores de los Stark. Llevaba del brazo a la princesa Rhaenya; ella se había negado, suficiente con que Robb la ofendiese llamándola prometida pero era eso o entrar con Loras Tyrell que llevaba un prendedor con un dragón, lo que no era anormal (ya que los partidarios Targaryen usaban sus colores o portaban sus emblemas) pero el era hermano de Willas, cualquier gesto a los Tyrell se transformaría en una afirmación del matrimonio con el heredero de Altojardín.
«Si Rhaenya se casa con Willas Tyrell jamás la volveré a ver, ella será Lady Tyrell y yo seguiré siendo el bastardo de Brandon Stark» No pudo evitar pensar Jon.
Jon advirtió que Robb le sonreía como un bobo a la Targaryen y sintió celos, pero al recordar que su hermano algún día heredaría Invernalia; como Guardián del Norte, tendría el mando de grandes ejércitos. Bran y Rickon serían vasallos de Robb y gobernarían territorios en su nombre y hasta sus hermanas Arya y Sansa se casarían con herederos de otras grandes casas, y se irían hacia el sur para ser las señoras de sus castillos. Mientras que él era un simple bastardo con suerte de tener como amiga a Rhaenya Targaryen princesa de los ándalos, los rhoynar y los primeros hombres, se le pasó.
Sus medio hermanas les siguieron. A Arya le había tocado ir sola, mientras que Sansa, dos años mayor, iba con ser Loras Tyrell, que había sido obligado a acompañarla. Sansa, a su lado, parecía radiante de felicidad, pero a Jon no le gusto la indiferencia del ser, pues él veía más allá de las sonrisas y cortesías del Tyrell.
Vio sin mucho esfuerzo como pasó Renly Baratheon y el príncipe Orys. Le interesó mucho más quién iba detrás de ellos: un Lannister de Roca Casterly. Tyrion Lannister era el más joven de los hijos del difunto traidor lord Tywin, y con mucho, el más feo. Los dioses habían negado a Tyrion todas las gracias que derramaron sobre Cersei y Jaime. Era enano y resaltaba un ojo verde y otro negro lo escudriñaban todo bajo una mata de pelo lacio tan rubio que parecía blanco. Jon lo observó, fascinado.
Los últimos grandes señores en entrar fueron sus tíos, Eddard y Benjen Stark, de la Guardia de la Noche, Lord Beric Dondarrion, y el escudero de Oberyn Martell ser Daemon Arena, también conocido como el Bastardo de Bondadivina que había recibido su título de caballero de la mismísima Víbora Roja. Y él entró al final, sin saber cómo sentirse, Rhaenya lo había obligado a asistir y ahora no lo miraba, ella parecía mas interesada en hablar con Renly pero era con ser Loras con quien él compartía la mayor parte de las bromas y las confidencias mientras la princesa hablaba con Arya.
Algo se le frotó contra la pierna por debajo de la mesa. Jon vio los ojos rojos que se alzaban para mirarlo.
—¿Otra vez tienes hambre? —preguntó en susurro.
Todavía quedaba medio pollo a la miel en la mesa. Jon fue a arrancarle un muslo, pero se le ocurrió una idea mejor. Pinchó la pieza entera y la dejó caer al
suelo, entre las piernas. Fantasma la devoró en un silencio salvaje. A sus hermanos no les habían dejado asistir al banquete con los lobos, pero de alguna forma se habían olvidado de prohibirle la ida a Fantasma.
Le escocían los ojos. Se los frotó con energía, maldiciendo el humo. Bebió otro trago de vino y se dedicó a mirar cómo su huargo devoraba el pollo.
—¿Este es uno de los huargos de los que tanto se habla?—preguntó una voz conocida, muy cerca de él.
—Sí —dijo Jon, no sabía cómo responder ante el interés de la Víbora Roja, su reputación le precedía—. Se llama Fantasma.
El príncipe Oberyn le quitó la copa a Jon de entre los dedos con elegancia.
—Vino veraniego—dijo tras beber un trago.
—Tío—Le llamó Rahenya cantarina luego de interrumpir la conversación con su hermano.
—¿Rhaenya, crees que le haría algo al chico?—El príncipe Oberyn arqueó una fina ceja negra—. No contestes, tienes la misma expresión que tu madre al querer que me calle, sólo que tu no lo dices nunca, mejor así. Aún me respetas y no haz entrado en esa etapa de rebeldía como todos mis hijas y sobrinos, por eso eres mi favorita, en fin... Preguntale al bastardo si necesita ayuda.
Rhaenya intento responder pero al no lograrlo Oberyn le sonrió y la envió a conversar con Loras Tyrell, con La rosita de Renly.
—Un lobo muy tranquilo—señaló el Martell, como si nunca hubiesen sido interrumpidos, Jon decidió seguirle la corriente.
—No se parece a los otros —asintió Jon—. Nunca hace ruido. Por eso le he puesto el nombre de Fantasma. Bueno, por eso y porque es blanco. Los otros son todos oscuros, grises o negros.
—Todavía hay huargos más allá del muro. A veces los oímos cuando salimos de expedición. —Benjen Stark que se acercó a donde estaban—. No quería interrumpirlos, alteza.
—No interrumpís nada, vuestro sobrino y yo hablamos cuando mi bien amada sobrina no nos interrumpe.
Benjen clavó los ojos en Jon durante un largo momento.
—¿No comes en la misma mesa que tus hermanos?
—Casi siempre—respondió Jon con tono monocorde—. Pero lady Stark ha pensado que esta noche sería un insulto para los miembros de la familia real
sentar a un bastardo entre ellos.
—Ya entiendo.
—Pero mi sobrina querida chantajeó a vuestra cuñada; a la que ninguno de ustedes tiene el valor de decirle nada y defender a vuestro sobrino, sí, vos y Eddard, Ned o como le llaméis. Y el bastardo está sentado junto a los grandes señores y claro, los príncipes.
—Su alteza no debió molestarse—«No debió molestar a Lady Catelyn» pensó Jon. Oberyn inquirió animándolo a hablar—. Lady Stark no está contenta.
—Te fijas en todo, ¿eh?—Benjen miraba a Jon con ojos atentos—. Un hombre como tú nos sería muy útil en el Muro.
—Robb me supera con la lanza —dijo Jon henchido de orgullo—, pero yo soy mejor con la espada, y dice Hullen que cabalgo tan bien como cualquiera del castillo.
—No está nada mal.
—Llévame contigo cuando vuelvas al Muro —le pidió Jon en un impulso repentino—. Mi padre me dejará ir si se lo pides tú, estoy seguro.
—El Muro es un lugar duro para un chico, Jon—Benjen estudió su rostro detenidamente.
—Ya casi soy un hombre —protestó él—. Mi próximo día del nombre cumpliré quince años, y dice el maestre Luwin que los bastardos crecemos más deprisa que los otros niños.
—Eso es cierto—coincidió Oberyn. Cogió la copa de Jon, la llenó de la jarra más próxima y bebió un largo trago—. Aún así yo no iría al Muro, ni siquiera quiera que con el veneno de cincuenta mordidas de víbora.
—Daeron Targaryen solo tenía catorce años cuando conquistó Dorne —continuó Jon. El Joven Dragón era uno de sus héroes.
—Una conquista que duró un verano —señaló su tío—. Ese niño rey que tanto admiras perdió diez mil hombres en la conquista de Dorne, y cincuenta mil más intentando defenderlo. Nadie le había explicado que la guerra no es un juego.
—Además (Tío no me envíes de vuelta con Loras)—Interrumpió Rhaenya chasqueando la lengua—, Daeron Targaryen solo tenía dieciocho años cuando murió. ¿O esa parte se te había olvidado, Jon?
—Nunca olvido nada—se jactó Jon. El vino lo estaba volviendo osado. Trató de erguirse en el banco para parecer más alto al volverse a su tío—. Quiero servir en la Guardia de la Noche, tío.
—No sabes lo que pides, Jon. La Guardia de la Noche es una hermandad juramentada. No tenemos familia. Ninguno de nosotros será nunca padre.
Estamos casados con el deber. No tenemos más amante que el honor.
—Los bastardos también tenemos honor—dijo Jon—. Estoy dispuesto aprestar vuestro juramento.
—¡Es un juramento ridículo!—Le reprendió la Targaryen—. Allí, los muros son fríos, y las personas más frías aún. Es una guardia compuesta por vulgares ladrones y cosas peores.
—Solo tienes diecisiete años —dijo Benjen—. Todavía no eres un hombre. Mientras no conozcas a una mujer no entenderás a qué estarías renunciando.
—¡No me importa!—insistió Jon, exaltado, claro que sabía a qué renunciaba.
—Quizá te importaría si lo entendieras. Si supieras qué te puede costar ese juramento no tendrías tantas ganas de pagar el precio, hijo.
—¡No soy tu hijo!—Jon sintió que la rabia crecía en su pecho.
—Y es una pena—Benjen se levantó y le puso una mano en el hombro—.Vuelve a hablar conmigo cuando hayas tenido unos cuantos bastardos, y veremos si has cambiado de opinión.
—Esa es una buena idea, aunque mejor es no prestar juramento nunca.
—Jamás engendraré un bastardo —dijo Jon interrumpiendo al príncipe dorniense, masticando las palabras y temblando de ira—. ¡Jamás! —escupió, como si fuera un veneno. De pronto se dio cuenta de que la mesa había quedado en silencio y todo el mundo lo estaba mirando. Se le acumularon las lágrimas tras los párpados. Consiguió ponerse de pie—. Dispensadme —añadió con sus últimos restos de dignidad.
Dio la vuelta y se alejó para que no le vieran llorar. Debía de haber bebido más de lo que creía. Mientras intentaba alejarse, trastabilló y se tambaleó. Chocó contra una camarera y provocó que se le cayera la jarra de vino especiado, que fue a estrellarse contra el suelo. Las carcajadas estallaron a su alrededor, y Jon sintió como las lágrimas ardientes le quemaban las mejillas por segunda vez en el día. Alguien intentó ayudarlo a mantenerse en pie. Se sacudió las manos que lo sostenían y corrió, sin apenas ver, hacia la puerta. Fantasma lo siguió cuando salió a la noche.
El patio estaba silencioso y desierto. El único centinela se arrebujaba en su capa para protegerse del frío en lo alto de las almenas de la muralla interior. Parecía aburrido, sin duda lamentaba tener que estar allí solo, pero Jon se hubiera cambiado por él sin pensarlo dos veces. Por lo demás, el castillo estaba oscuro y no se veía a nadie. En una ocasión, Jon había estado en una fortaleza deshabitada, era un lugar temible donde lo único que se movía era el viento, y las piedras
guardaban silencio acerca de los que habían habitado allí. Aquella noche, Invernalia le recordaba a aquel lugar.
El sonido de la música y las canciones salía por las ventanas abiertas, a su espalda. Jon no tenía el menor deseo de escuchar aquello. Se secó las lágrimas con la manga, enfadado por haberlas derramado, y dio media vuelta para irse.
—Chico—lo llamó una voz. Jon se volvió. Tyrion Lannister estaba sentado en la cornisa, sobre la puerta de la gran sala. Parecía una gárgola. El enano le sonrió desde donde estaba—. ¿Ese animal es un lobo?
—Es un huargo—dijo Jon—. Se llama Fantasma. —Miró al hombrecillo y, durante un momento, olvidó su tristeza—. ¿Qué haces ahí arriba? ¿Por qué no estás en el banquete?
—Hace demasiado calor, hay demasiado ruido y he bebido demasiado vino—replicó el enano—. Hace tiempo descubrí que se considera de mala educación vomitar encima de los grandes señores. ¿Puedo ver más de cerca tu lobo?
Jon titubeó un instante, luego asintió.
—¿Puedes bajar solo o te traigo una escalera?
El hombrecillo se dio impulso y saltó de la cornisa. Jon dejó escapar una exclamación al ver como Tyrion Lannister giraba en el aire, caía sobre las manos y, de un salto hacia atrás, se ponía en pie. Fantasma retrocedió, inseguro. El enano se sacudió el polvo y soltó una carcajada.
—Lo siento. Me parece que he asustado a tu lobo.
—No tiene miedo—dijo Jon. Se arrodilló y llamó al animal—. Ven aquí,Fantasma. Ven. Eso es.
El cachorro de lobo se acercó y hociqueó la mejilla de Jon, pero sin dejar de vigilar a Tyrion Lannister. Cuando el enano hizo ademán de ir a acariciarlo,
retrocedió y le mostró los colmillos en un gruñido silencioso.
—Vaya, qué tímido —observó Lannister.
—Siéntate, Fantasma —ordenó Jon—. Eso es. Quieto. —Alzó la vista hacia el enano—. Ahora ya puedes tocarlo. No se moverá hasta que yo se lo diga. Le he enseñado.
—Ya lo veo —asintió Lannister. Acarició el pelaje níveo, entre las orejas de Fantasma—. Qué lobo tan obediente —añadió.
—Si yo no estuviera aquí, te haría pedazos —dijo Jon. No era verdad, pero algún día lo sería.
—Entonces será mejor que no te alejes —dijo el enano. Inclinó la enorme cabeza a un lado y examinó a Jon con sus ojos desemparejados—. Soy Tyrion Lannister.
—Lo sé—Jon se levantó. De pie, era más alto que el enano. Se sintió algo incómodo.
—Y tú eres el bastardo de Ned Stark, ¿no? —El muchacho sintió un frío que lo atravesaba. Apretó los labios y no respondió—. ¿Te he ofendido? —continuó Lannister—. Lo siento. Los enanos no necesitamos tener tacto. Generaciones de bufones con trajes de colorines me dan derecho a vestir mal y a decir todo lo que se me pase por la cabeza—Sonrió—. Pero eres el bastardo, el bastardo amigo de la princesa pero sí, bastardo.
—Lord Stark es mi padre—admitió Jon, tenso.
—Sí —dijo al final Lannister después de examinar su rostro—. Se nota. Hay más del norte en ti que en tus hermanos.
—Medio hermanos —lo corrigió Jon. El comentario del enano le había gustado, pero intentó que no se le notara.
—No me haz respondido ¿Cómo un bastardo se hizo amigo de la princesita? Anda te he visto hablar con ella, le hubiese preguntado pero me dicen que tiene el carácter del príncipe Oberyn combinado con el de su señora madre. La princesa regente, o Reina de hierro dependiendo quien pregunte. Además salió corriendo hace un rato del salón, luego salió su tío y tú medio hermano, Robb.
—No me corresponde a mi hablar de su alteza—Jon no quería saber qué hacían Robb y Rhaenya juntos.
—Eres leal, sin dudas. Entonces la princesita te inspira lealtad aún así mi señor padre inspiraba lealtad pero no amor. Decía «El amor no da de comer, ni sirve para comprar caballos, ni para calentar las habitaciones una noche fría» ¿Cómo es su alteza? ¿Amas a la Targaryen?
—No—Jon titubeó, el enano le había descubierto. Luego ideo una mejor respuesta:—. Vuestro padre era un traidor, un asesino de niños, mato a la princesa Rhaenys, intento matar al príncipe Aegon y por su culpa mataron al príncipe Daeron.
—Sin dudas, lástima que no le pude dar las gracias al príncipe Daeron por aquel favor, con un poco mas de tiempo yo mismo hubiese asesinado a mi señor padre con una ballesta. Espero que la princesa Rhaenya no tenga fanatismo por asesinar a los Lannister por lo menos no a mí.
—Su alteza no es una asesina—Espetó Jon, furioso.
—Permite que te dé un consejo, bastardo —siguió Lannister—. Nunca olvides qué eres, porque, desde luego, el mundo no lo va a olvidar. Conviértelo en tu mejor arma, así nunca será tu punto débil. Úsalo como armadura y nadie podrá utilizarlo para herirte.
—Qué sabrás tú lo que significa ser un bastardo.—Jon no estaba de humor para aceptar consejos de nadie.
—Todos los enanos son bastardos a ojos de sus padres.
—Eres hijo legítimo; tu madre era la esposa del señor de Lannister.
—¿De verdad? —Sonrió el enano, sarcástico—. Pues él no se enteró nunca, al parecer. Mi madre murió al darme a luz, y nunca estuvo muy seguro.
—Yo ni siquiera sé quién era mi madre—dijo Jon.
—Sin duda, una mujer. Como la mayoría de las madres—Dedicó a Jon una sonrisa pesarosa—. Recuerda bien lo que te digo, chico. Todos los enanos pueden ser bastardos, pero no todos los bastardos son necesariamente enanos.
Sin decir más, dio media vuelta y renqueó hacia el banquete, silbando una melodía. Cuando abrió la puerta, la luz se derramó por el patio y proyectó su sombra contra el suelo. Y allí, durante un instante, Tyrion Lannister pareció alto como un rey.
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¿Qué creís que vino a hacer Tyron Lannister en Invernalia? ¿Por qué pregunta tanto por Rhaenya? ¿Qué creís que hagan Renly, Rhaenya y Robb juntos?
En el próximo capítulo mostraré que estaban haciendo y en el siguiente mostraré como Bran cae de la Torre rota ¿Quién lo empujara?
~Isabel~
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