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¿Robb o Jon?

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Año 298
Desembarco del Rey
Daenerys Targaryen

SE QUEDÓ SOLA. Sabía que Rhaenya tenía intención de ir en busca de Willas y Margaery Tyrell por lo que después de saludar al príncipe Aegon salió hacia la Bóveda de las Doncellas, a su vez el príncipe al igual que lady Bárbara, y los príncipes Lucerys y Oberyn debían ir a una reunión del Consejo.

Mientras que Orys iba a cumplir sus funciones como capa dorada y Viserys le había dado una escusa, por lo que decidió vagar por la Fortaleza Roja. Pensó en que antes estaba emocionada por poder pasar más tiempo con Rhaenya, por varios motivos.

El principal era que Enya le había salvado de tener que casarse con su primo, muchos nobles a excepción de Jon Connington decían que él tenía que estar con Dany para conservar la pureza de sangre. Sin embargo Daenerys de la Tormenta no quería ser reina, ella creía que si era coronada Desembarco del Rey terminaría quemado.

El otro motivo era que su sobrino parecía distinto al estar con Rhaenya; iba cambiando, sus ojos brillaban mientras sonreía y las orbes violetas seguían a la Targayen Baratheon Nymeros Martell a donde fuera.

Se encontró con un lobo blanco que caminaba silenciosamente por un pasillo. «Es de alguno de los Strak» Pensó, los había visto el día de su llegada. Tras él iba un chico de rizos negros y oscuros ojos grises, era Jon Nieve, el único hijo de lord Brandon Stark que no parecía un Tully como lady Catelyn.

«Y hay más del norte en el que en sus hermanos».

—Alteza—Reverencia el Lobo Blanco.

—¿No deberías estar con vuestros hermanos?

—Sí…, princesa—Asintió, desviando la mirada—. Pero Robb está con Arya, Sansa está en clases con la septa Mordane y mi tío Ned tenía algo que hacer, salió a la ciudad.

—Creí que erais el hermano favorito de Lady Arya y que ella tenía un profesor, Syrio Forel. Vuestro hermano…

—Robb no me quiere cerca ultimamente—Suspiró con tristeza—, no es su culpa...—«No debí enamorarme de Enya» Pensó Jon «Sansa se enteró y al decirlo a Robb él se enfureció».

—No sabes nada, Jon Nieve—Dany lo observó—. Me he dado cuenta como miras a Rhaenya pero ella jamás traicionaría a su casa, y eso es casarse con un bastardo; traición. Sin dominios, sin ejercicio... La única forma de que tengas todo aquello es que tu hermano muera ¿Tú te encargarías de la muerte de Robb Stark? A diferencia se mi prima yo soy libre, sólo soy la otra princesa, no tengo importancia, Viserys me lo ha dicho.

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Arianne Martell

En la mañana en que dejó los Jardines del Agua, su padre le besó en ambas mejillas. “El destino de Dorne va contigo, hija” dijo, mientras apretaba el pergamino contra su mano. “Viaja rápida, viaja segura, sé mis ojos, mis oídos y mi voz…pero sobretodo, ten cuidado”.

“Lo tendré, padre.”

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El Joven Lobo era una obra de arte, un regalo de los Dioses, era guapísimo y parecía estar enamorado de Rhaenya Targaryen Baratheon; sí, porque ella no la consideraba familia ni una “Nymeros Martell”.

—Lo quiero—Soltó Arianne a la nada mientras observaba a Robb practicar con un chico de rubios cabellos a las espadas.

—¿Un Stark?—Inquirió su prima Tyene al oírlo.

Su vestido era verde y crema, con mangas largas de encaje, tan discreto e inocente que cualquiera pensaría que no había doncella más casta. Arianne no se dejaba engañar. Sus manos blancas y suaves eran tan mortíferas como las manos encallecidas de su hermana Obara, o quizá más.

Le sonrió, Tyene siempre había sido su prima favorita, la hermana que nunca había tenido. La princesa tampoco había estado próxima a sus hermanos varones. Quentyn vivía lejos, en Palosanto, y Trystane era demasiado joven además luego se había ido a Desembarco del Rey.

Arianne siempre había estado con Tyene, su prima y ella habían aprendido juntas a leer, a cabalgar, a bailar.

—Es familia de Lyanna Stark, sí, pero solo es su sobrino. No me voy a casar con él.

Arianne sólo habia querido casarse con alguien: Willas Tyrell. Se negó a todos los pretendientes, y pidió viajar a Altojardín, para conocerlo. Cuando su padre; Doran, se negó, Arianne y Tyene intentaron ir por su cuenta, pero fueron interceptadas por el príncipe Oberyn. Su mejor opción fue Renly Baratheon aunque con él nada habia logrado, recordó que se rumoreaba que él tenía una relación con Loras Tyrell.

—Tu padre no te envío para conquistar a Robb Stark.

No, la envío a casarse con Aegon Targaryen.

«Has de traernos lo que más desea nuestro corazón.

—¿Qué es lo que más desea nuestro corazón?—preguntó Arianne, entrecerrando
los ojos.

—Venganza.—Hablaba en voz baja, como si temiera que pudieran oírlo—.  Justicia. —El príncipe Doran apretó el dragón de ónice con los dedos hinchados y gotosos, y susurró—: Fuego y sangre».

Bárbara Baratheon había de pagar sus deudas.

—¿Y tu que harás Ellaria, buscar a mi tío?—Arianne lleno su copa: Era vino fuerte de Dorne, oscuro como la sangre y dulce como la venganza.

—La Usurpadora Baratheon no dejará que me acerqué.

—Lo sé—La antigua señora de Bastión de Tormentas estaba al pendiente de todo, incluso de ellos, más de Ellaria. No era un secreto para Arianne que el príncipe Oberyn y Bárbara tenían una relación secreta.

Arianne se dirigió a la puerta de su habitación y empezó a caminar atrayendo las miradas de todos. Era la mujer más hermosa de los Siete Reinos y lo sabía. Llegó a uno de los patios donde vio a sus primos. Aegon llevaba los colores de la casa Targaryen mientras que de Rhaenya destacaba su la corona astada de oro, una corona Baratheon.

«Estúpida».

Ambos se sonreían, Arianne avanzó por las jardineras para escuchar mejor a los príncipes.

—…gracias por buscar a el “profesor de baile” de Arya, eso le mejorará el ánimo.

—Lamento lo de la loba—Arianne entendió las palabras de Aegon, habían confinado a una de las lobas de las niñas Strak al bosque de dioses después de que Nymeria mordiera a Joffrey Lannister.

—Por lo menos Robb, Jon y Sansa se quedaron con los suyos.

La loba huargo seguía aullando. Los sabuesos de las perreras ladraban furiosos, los
caballos corcoveaban en los establos, los dornienses se estremecían y hasta el maestre Cressen se quejaba de noches en vela. A los único que no le importaban era a los que estaban lo suficientemente lejos para no escucharla.

Oberyn Martell la había confinado, pero las piedras jugaban malas pasadas con los sonidos, y a veces parecía como si se encontraran en el patio, al pie de la ventana de Arianne. En otras ocasiones habría jurado que se encontraba en la cima de las murallas, recorriéndolas como centinela. Habría dado cualquier cosa por verla. Y la vio en ese instante.

Jaime Lannister sujetaba a la loba entre sus brazos, el gris resaltaba contra la armadura blanca del León.

—¡Princesa Rhaenya, creo que encontré algo que es vuestro!—Anunció, sonriendo.

—Hola primo—Soltó Arianne, dándole una mirada furiosa a Jaime Lannister ya que por él la habían descubierto.

—Princesa Arianne—Saludó él, mientras Rhaenya caminaba hacia el hijo de lord Tywin para tomar la loba en sus brazos—¿Cómo es que está aquí?—Miró unos segundos a Nymeria.

—Esa criatura es tan salvaje como el animal piojoso que la obedece—Repitió Arianne las palabras de Cersei Lannister.

—Voy a buscar a las Stark, habíamos quedado en ir con lady Margaery Tyrell a la ciudad—Informó Rhaenya a punto de irse, con cortesía gélida. La princesa dorniense sabía que ella la odiaba.

«Cada momento parece más Stark».

—¿Vas con el Joven Lobo?

—¿A ti que te importa que haga Robb, Arianne?—Gruñó la Baratheon, la Martell sonrió burlona.

—No sé, ¿a ti si te importa, verdad?

Rhaenya chasqueo la lengua antes de aferrarse a la loba e irse, furiosa no sin antes despedirse de Aegon. Jaime Lannister echó una mirada al camino que tomo.

—¿La acompañó?—Preguntó Donnel Arryn.

—No, busca a Syrio Forel e informale que tiene clase de baile con lady Arya.

—¿Yo tengo que ir con la princesa Rhaenya?—Cuestionó Jaime cuando el Arryn se iba—. Van a estar una Stark, y no creo que Eddard este feliz de…

—Ser, por favor—Aegon lo despidió.

—Entonces, ¿así quieres que sea tu esposa, primo?—La dorniense señaló a la Targayen mientras se sentaba en una silla observando a Aegon.

El muchacho era más bajo que Pato; con quién Aegon tenía práctica de espada, pero su porte desgarbado indicaba que aún no había terminado de crecer.

«Con pelo o sin él, este chaval lampiño podría tener a la doncella que se le antojara de entre todas las de los Siete Reinos. Lo mirarían a los ojos y se derretirían». Aegon tenía los ojos azules muy oscuros. A la luz de las velas se volvían negros, y durante el ocaso parecían violeta. Además tenía las pestañas tan largas como una mujer.

—¿Y?—Insistió, su padre le había dicho que tenía que vigilar todo de cerca.

Casi todas las ladys tenían ventaja al intentar conquistar a Aegon excepto las Stark por su puesto. Margaery Tyrell siempre estaba del brazo de lady Olenna siendo “instruida” para obtener la corona; claro que Arianne no sabía que ella estaba comprometida con Lucerys. No se sabía nada de las relaciones de Aegon; él era un hombre discreto, por lo que Arianne estaba ciega.

No había mucha información además de nadie, los hombres Tyrell hablaban sobre torneos, las mujeres de joyas, vestidos y príncipes. Los Arryn al igual que los Stark eran demasiado reservados por lo que Arianne solo pudo hablar con Daella y ver de lejos al bastardo—muy, muy guapo como dijo Tyene— de lord Brandon Strak. Y ni hablar de los Lannister, todo mundo decía que Myrcella era la mismísima Doncella.

—No tengo porque darte explicaciones, Arianne. Sé que quieres un poco de sangre de león—«Eso y lo que me corresponde por derecho de nacimiento. Quiero Lanza del Sol, y el trono de mi padre. Quiero Dorne».

Ella rodó los ojos, su primo era un completo desconocido pero parecía que Bárbara Baratheon lo informaba bien.

—Quiero justicia—Espetó.

—El príncipe Daeron mato a Tywin Lannister hace años y el príncipe Oberyn acabo con la Montaña ¿Qué más quieres?

—A la amante de tu padre.

—Lyanna Stark está muerta.

—A la otra amante de tu padre.

Arianne se fue corriendo en cuanto dijo eso.

«El hijo de Elia… lloraría de gozo si alguna parte de mi hermana hubiera sobrevivido» Le había dicho su padre pero se equivocaba, Aegon parecía más hijo de Bárbara que hijo de Elia.

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—Tu sobrina estaba molestando a mis hijos, primero a Rhaenya, y luego obligo a Orys que le diera un paseo por la ciudad.

—Supongo que por eso huyo por ahí con las lobas y la rosa—Sonrió Oberyn, venenoso. El asunto no le importa—. Ya se entero que tu niña ama a Robb—Añadió para prevenir que la Baratheon se enfureciera al enterarse luego.

—Muy divertido, Oberyn—Gruñó Bárbara apoyándose en el borde de la mesa. Mientras que a el dorniense le brillaban los ojos, siempre le había gustado como Ara pronunciaba su nombre—. Si no llevará tu sangre haría que la asesinasen, ¿sabes a quién trajo consigo? A tu…—Frunció el seño—, querida Ellaria Arena y a una de tus hijas.

—Si Robert no fuera tu hermano sabes también que estaría muerto desde hace mucho—Le recordó tranquilamente, como si hablarán del clima aunque era sincero, el Baratheon era casi tan culpable de la muerte de Elia como Tywin—. Además, ¿cómo pretendes prohibir al príncipe heredero invitar a su torneo a quien quiera?

Bárbara lo miro fríamente, se sirvió una copa de vino y luego de tomar un sorbo cambio el tema:

—Hay otro asunto, se dice que los Lannister estan planeando algo.

—¿Y por qué no dejas que interrogue a el casi Matarreyes?

—No le vas a hacer daño a Jaime mientras yo viva—Barbara se levantó furiosa, de golpe, haciendo que el vino se esparciese por el suelo.

Oberyn alzó una ceja.

—¿Qué pasa con Jaime Lannister?—Se levantó para quedar a unos centímetros del rostro de Bárbara.

—No, no es eso. Simplemente tengo una deuda con él—Ara se estremeció nerviosa sabiendo que a él no le gustaría la respuesta—. Hace años me salvo de Lyanna Stark, me intento asesinar… Nadie lo supo, ni si quiera Rhaegar.

Ara había tenido una conversación con el hijo mayor de Tywin Lannister sobre aquello hace unos días la cuál Oberyn desconocía.

—Debí acabar con ella antes—Fue lo único que pudo decir, tembloroso por la furia. De solo pensar que Bárbara pudo haber muerto desangrada en uno de los pasillos de la Fortaleza Roja…

—Murió a manos nuestras—espetó Bárbara pasándole los brazos por los hombros para acercarlo a ella—. ¿Qué más puedes querer?

—Que hubiera muerto a mis manos—Oberyn se sentó de golpe, alejándose de Ara. Curvó en una sonrisa los labios rojos como el vino—. Así no habría tenido una muerte tan fácil.

—Se desangro, eso me dijiste.

Sí, pero no le había dicho porque. Lyanna estaba embarazada y había tenido un hijo, Eddard Stark se habia llevado al niño, él había llegado después de la matanza en la Torre de la Alegría.

Ned se aferraba al niño con fuerza y a su vez Oberyn busco la daga entre los plices de su túnica, dispuesto a actuar. Dio unos pasos dudoso y luego extendió ambos brazos.

—Deja que lo cargue, por favor.

Eddard le entregó el niño y el dorniense pudo entender que no era de Rhaegar. Los ojos grises eran Stark y los rizos eran Baratheon.

—¿Es de Robert, no? Deberías decirle a Bárbara, si es su sobrino va a querer que este en Bastión de Tormentas—Oberyn empezó a mecer al niño, tranquilamente.

Después dejaría que el niño creciera en Invernalia como bastardo de Brandon, aunque no tenía idea si era o no de Rhaegar.

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Rhaenya Targaryen

Recién regresaba de su paseo con los Tyrell y Sansa; había salido todo bien a excepción de un encuentro con la princesa Martell, sonrió al ver a Dany con Jon.

—¿Crees que se casen?—Le pregunto a Jaime Lannister, que estaba a su lado.

—Él es bastardo.

—Si pero si lo quiere…—Siguió caminando—. ¡El Jonerys es real!—Saludó al llegar frente a la feliz pareja.

—No, no es así prima—Espetó Daenerys haciendo muecas extrañas, incómoda.

Se quedaron en silencio tenso y luego Jaime habló:

—¿No deberías estar con vuestra septa, princesa?

—Lo olvide.

Dany salió casi que corriendo y Jaime sonrió burlón.

—¿Entonces te gusta?—Preguntó a Jon luego de asegurar que el Lannister no los oyera.

—No... A mi me gustas tú Rhaenya.

—¿Yo?—Siguió caminando y no se fijo que había frente un pilar, sollozo al golpearse la nariz—Oh, Jon.

—¡Rhaenya!—Gritó alguien más allá— ¿estas bien?

—No—Le contestó a Orys, él la rodeo con sus brazos—. Suelta, suéltame—Por su culpa ahora tenía a Donnel Arryn siguendo sus pasos.

«Eso me impide ver a Robb». Ya no estaba molesta con el Joven La, nunca pasaban tiempo lejos. No pudo decirle nada y lo extrañaba, no podía odiarlo.

—Eres mi hermana Enya, de todas formas, Willas me pidió que te buscará, ambos hablamos y creo que te interesará. Renly y Loras también nos esperan.

—¿Willas qué?—Se confundió.

—Vamos, ¡adiós Jon!

Él la tomo de la mano y la arrastró hacía alguna parte de la Bóveda de las Doncellas dejando atrás al casi Matarreyes. Los Tyrell y el Baratheon estaban en una habitación con vista al Aguasnegras.

—Hola—Saludó limpiándose la nariz con la manga del vestido rojo Targaryen—¿Para que estamos aquí?—Se quejo Enya en dirección a su hermano mayor.

—¿Recuerdas cuando saliste con Margaery y Arianne apareció?—Ella no contesto—. Bien, luego te fuiste y me di cuenta de algo, bueno de alguien. Entonces le dije a Renly, él a Loras y él a Willas.

No dijo nada, sólo miro a su tío y a los Tyrell.

—Bien, resulta que descubrí algo del tío Robert.

Orys salió de la habitación. Rhaenya siguió a su familia y al Tyrell menor, dudosa. Reconoció el sitio donde iban, era la calle del Acero siguió su tortuoso recorrido por una larga colina.

Cuanto más ascendían, más
grandes eran los edificios. Entraron en la cima de la colina a una gran casa de madera. La doble puerta de la entrada era de ébano y arciano, y tenía tallada una escena de caza. Una pareja de caballeros de piedra montaba guardia en la entrada; sus armaduras eran unas hermosas obras de brillante acero rojo que los transformaban en un grifo y un unicornio. Loras se quedó afuera, vigilando.

La joven criada se fijó al instante en el aspecto de los presentes, y el maestro armero salió de inmediato, todo sonrisas y reverencias.

—Trae vino para los príncipes y mi Lord—dijo a la criada, al tiempo que les señalaba el sillón más cómodo—. Soy Tobho Mott, altezas, poneos cómodo, os lo ruego.

—El lobo huargo es el emblema de la casa Stark, ¿Hiciste un yelmo de huargo para lord Eddard?—preguntó Renly con una sonrisa.

—Mi señor vino a visitarme como antes lo hizo lord Stannis—contestó Tobho Mott después de una larga pausa y de dejar a un lado la copa de vino—. Por desgracia, ninguno de los dos me hizo el honor de encargarme armas ni armaduras.

Enya se quedó mirándolo sin decir palabra, a la espera.

—Querían ver al chico—añadió al final el armero—. Así que los llevé a la fragua.

—El chico—repitió Orysm Rhaenya no tenía ni la menor idea de a quién se refería—. A mí también me gustaría ver al chico.

—Como deseéis, mi señor —dijo Tobho Mott dirigiéndole una mirada fría, desconfiada, sin rastro de su anterior amabilidad.

Guio a los tres a una puerta trasera y por un patio estrecho, hasta la oscura construcción de piedra donde estaba la fragua. Cuando el armero abrió la puerta, la ráfaga de aire caliente hizo que Enya se sintiera como si entrara en la boca de un dragón. En el interior refulgía una forja en cada esquina.

El maestro llamó a un muchacho alto, más o menos de la edad de Robb pero muy musculoso.

—Son los príncipes hijos de la princesa Bárbara, y su hermano menor—dijo al chico de ojos azules y hoscos, que se retiraba de la frente el pelo empapado de sudor. Tenía el cabello negro como la tinta, espeso e indómito. La sombra de una barba incipiente le oscurecía la mandíbula—. Este es Gendry. Es muy fuerte para su edad, y trabaja duro. Enséñale a la mano el y elmo que has hecho, chico.

El muchacho los guió hacia su mesa de trabajo y, casi con timidez, tendió a Orys un yelmo de acero con forma de cabeza de toro y dos enormes cuernos curvos.

Enya se los arrebato y dio vueltas al yelmo entre sus manos. Era de acero basto, sin pulir, pero denotaba una mano experta.

—Un trabajo excelente. Sería un placer que me permitieras comprarlo.

—No está en venta—dijo el chico arrebatándoselo de las manos a la Targaryen, Renly sonrió burlón.

—Estás hablando con la princesa, chico—Tobho Mott lo miraba horrorizado—. Si su señoría quiere este yelmo, regálaselo. Te ha hecho el honor de pedírtelo.

—Lo he forjado para mí—replicó el muchacho con testarudez.

—Os pido mil perdones, mi señor—dijo el maestro a Orys—. El chico es todavía basto como el acero sin trabajar; le sentarán bien unos cuantos golpes. De todas maneras, ese yelmo es un trabajo de aprendiz. Perdonadlo y prometo que os haré otro como nadie ha visto jamás.

—El muchacho no ha hecho nada que deba perdonarle. Gendry, cuando lord Strak vino a verte, ¿de qué hablasteis?

—Me hizo preguntas, mi señor, nada más.

—¿Qué preguntas?—Añadió Renly, inquieto.

—Que cómo estaba—contestó el chico encogiéndose de hombros—, que si me trataban bien, que si me gustaba el trabajo, y cosas sobre mi madre. Que quién era, qué aspecto tenía y todo eso.

—¿Qué le respondiste?—insistió Rhaenya.

—Murió cuando yo era muy pequeño—Gendry se apartó de la frente un mechón de pelo negro—. Sé que era rubia y que a veces me cantaba canciones, de eso sí me acuerdo. Trabajaba en una taberna.

—¿Lord Stannis también te hizo preguntas?

—¿El calvo? No, ese no dijo ni palabra; solo me miraba como si…

—Cuidado con lo que dices, malhablado—intervino el maestro—. Estás ante nobles. —El chico bajó los ojos—. Es un muchacho listo, pero muy terco. Ese yelmo es así porque los demás dicen que es obstinado como un toro, hasta lo llaman Cabeza de Toro. Y a él le gusta restregárselo por las narices.

Enya apartó el espeso pelo negro de la frente del chico.

—Mírame, Gendry.—El aprendiz alzó la vista. Ella estudió la forma de la mandíbula, los ojos como hielo azul. «Claro. Ya lo entiendo», pensó.

—Continúa trabajando, muchacho. Siento haberte molestado—Se disculpo su hermano antes de irse, o intentarlo ya que Rhaenya lo detuvo.

—¿Quién pagó la tasa para el aprendizaje del chico?—preguntó ella a la ligera ante la mirada de Gendry.

«Tengo que saber, es mi familia ¿No?».

—Vos misma habéis visto que es muy fuerte—Mott parecía alarmado—. Tiene buenas manos, parecen hechas para sostener el martillo. Promete mucho. Lo acepté como aprendiz sin que me pagaran.

—Dime la verdad—replicó Renly—. Las calles están a rebosar de chicos fuertes. El día que aceptes a un aprendiz gratis será el día en que el Muro se derrumbe. ¿Quién pagó su cuota?

—Un señor importante—confesó el maestro de mala gana—. No me dijo su nombre y no lucía ningún emblema. Me pagó en oro el doble de la tarifa habitual, y me dijo que me pagaba una vez por el chico y otra por mi silencio.

—Descríbemelo.

—Era recio, fuerte, no tan alto como vos. De barba castaña, pero con hebras rojas, o eso me pareció. Llevaba una capa de buen tejido, terciopelo morado muy grueso con bordados de plata. Se había echado la capucha sobre la cara y no lo vi bien.—Titubeó un instante—. No quiero meterme en problemas, mi señor.

—Ninguno de nosotros quiere, pero vivimos en tiempos problemáticos, maestro Mott—dijo Enya, mirando de reojo a Gendry añadió:—. Ya sabes quién es el chico.

—Solo soy un armero, mi señor. Solo sé lo que me dicen.

—Ya sabes quién es el chico—repitió ella con paciencia—. No te hago ninguna pregunta.

—Es mi aprendiz—replicó el hombre. Miró a los tres Baratheon cara a cara, con ojos duros como el hierro forjado—. No me importa quién fuera antes de llegar aquí.

Rhaenya asintió. Tobho Mott, maestro armero, le caía bien.

—Nos vamos—Anunció—. Delen a mi primo una capa, madre querrá verlo. Gendry, eres un Baratheon, Nuestra es la furia.

Una vez en los jardines de la Fortaleza Roja, los cinco estaban silenciosos, el par de hermanos guiaba la marcha.

—¿Por qué me avisaste?

—Pensé que te interesaría.

—Sí pero yo...—Miró a su hermano, físicamente igual a Gendry a excepción por los ojos de un violeta intenso—, yo debí comportarme, eres mi hermano mayor y…

—Esta bien—Él le dio un abrazo de oso, ella se rió, extraño a su familia aunque tuviera a los Stark con ella.

—¿Quién es él, primos?—Cuestionó un joven de cabello rubio Targaryen con ojos oscuros, venenoso.

—Vayanse, los vemos luego—Loras, Renly y Gendry se fueron para evitar que alguien descubriese al bastardo de su tío Robert Baratheon.

Orys miro fijamente a su primo Daeron el Joven y se dió cuenta que estaba molesto.

—¿Qué pasa?

—No sé que le pasa a Rhaenya, va al Norte y regresa como una Stark de Invernalia.

—Sigo siendo una Targaryen, primo, solo eso—Señaló, nerviosa.

Mentira, se había vuelto una Loba Strak aunque seguía teniendo Sangre y Fuego.

—Lo dudo, defendiste a los norteños.

—Daeron, Cersei Lannister quería asesinar a los lobos—Espetó Orys, protegiendo a su hermana.

—¿Y qué? Ella no es familia de Lyanna Strak.

—Los hijos de lord Strak ni si quiera habían nacido cuando paso eso—Eso, igual a, engañar a tu madre.

—Además, Cersei es hija de lord Tywin Lannister el asesino de Rhaenys, el de tu madre y el que casi mata a Aegon—Añadió Orys con cortesía gélida.

—¡El asesino de mi madre es Robert Baratheon y también Lyanna Strak!—Soltó la Serpiente Alada antes de irse no sin darle un empujón a Orys.

—¿Qué?—Rhaenya no entendía porque el príncipe estaba furioso.

—Arianne, es ella, tuvo que haber sido ella—Explicó su hermano mayor. Se quejó:—. Hablaré con madre, vete a tu habitación.

Fue con Willas, hablaron por un rato sobre libros; del libro que Rhaenya le regaló, Vida de Cuatro Reyes, y varias cosas, luego quedaron en silencio.

—Enya—La llamó el Tyrell.

—¿Umm?

—¿Notaste que Gendry se parece a Jon?

—¿A qué Jon? ¿Jon Nieve?—Lo miro inquieta.

—Sí, tiene cabello oscuro y ojos Stark pero si piensas en eso, si es hijo de Lyanna y tú tío Robert es entendible.

—No puede ser, Willas.

—Loras, Renly y tú hermano también creen eso—Añadió, paciente.

—¡Dioses!—Si era así, tenía que hablar con Robb y con Jon, y por su puesto, con Ned Stark. Salió del sitio sin despedirse, casi tropezando con su propio vestido.

Iba a donde estaban los lobos cuando recordó la conversación de ese día con el Lobo Blanco. Vio al joven bastardo frente a ella, parecía que llevaba buscándola mucho tiempo.

—No, no—Negó antes de detenerse—. ¡Te irás al muro, no me quieres! ¡Eres un Stark, uno honorable! Me dijiste… te irás ¿y dices que me quieres?

—Te quiero, Rhaenya, más de lo que Robb podría hacerlo—Espetó Jon, mirándola con los oscuros ojos.

—¡Dijiste que irás al Muro!—Repitió, temblorosa.

No quería perder a Jon pero si hacía algo por evitarlo Robb podría hacer una tontería de la magnitud de Rhaegar y Lyanna. El Joven Lobo era capaz de ir a la guerra por ella.

Jon miró alrededor; y echó a andar, y al llegar a su lado le rodeó el cuello con los brazos. Y sin preocuparle que pudiera haber alguna personas observándolo, la besó.

—No está bien—Le dijo, alejándose de él—. Serás un hombre de la Guardia de la Noche, recuerda el juramento: La noche se avecina, ahora empieza mi guardia. No terminará hasta el día de mi muerte.

»¡No tomaré esposa, no poseeré tierras, no engendraré hijos. No llevaré corona, no alcanzaré la gloria! ¡NO TOMARÉ ESPOSA, NO POSEERÉ TIERRAS, NO ENGENDRARÉ HIJOS. NO LLEVARÉ CORONA, NO ALCANZARÉ LA GLORIA!…

Sin más Rhaenya salió corriendo en busca de su hermano mayor dejando solo al bastardo que podía ser su primo y una vez que consiguió a Orys empezó a llorar.

Él a penas logró que emitiera unas palabras, “Jon me beso” sollozo Enya.

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El especial de 2K será de Robb Strak y Jon Nieve.

Cualquier duda sobre la cronología del capítulo pueden preguntar aquí.

Capítulo dedicado a Anni573 y Angela-Victoria. Por cierto Angela-Victoria tome en cuenta tu observación y Orys tiene más diálogos con Rhaenya, si tienes otro comentario te leo.

~Isabel~

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