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Aegon y Rhaenya
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10 de agosto de 298Dc
Desembarco del Rey
Rhaenya Targaryen
RHAENYA NO IBA A ENTRAR EN UNA LITERA CON PRECIOSAS CORTINAS DE SEDA CON DRAGONES ROJOS BORDADOS. Se había negado rotundamente, a Robb le había parecido excelente idea y Sansa casi se desmayaba provocando las risas de Loras.
Rhaenya y su intento de guardia; Loras Tyrell y Donnel Arryn, sin duda no era nada comparando con la Guardia Real de su primo: ser Barristan Selmy, lord comandante desde la muerte de Gerold Hightower, el Toro Blanco; la sombra del rey alternando sólo con ser Arthur Dayne, la Espada del Amanecer, ser Oswell Whent, ser Lewyn Martell tío del príncipe, ser Arys Oakheart y por último ser Jaime Lannister, apodado el matarreyes; el más interesante para ella ya que no había matado a Aerys pero se decía que estuvo a punto, la historia de como había escapado, no sin antes matar a la Araña (Esto por orden de Bárbara, ya que presenció cuando Varys le aconsejó a Aerys que mate a Brandon y Rickard Stark sabiendo que eso iniciaría una guerra), con su madre y Brandon Stark previamente liberado por Bárbara era tema de baladas, casi siempre protagonizadas por Bárbara Targaryen y Brandon Stark; el Venado de fuego y el Lobo rojo, apodos ganados en el escape.
A pesar de todo sabía que Jaime Lannister no era confiable y la mataría si su hermana; Cersei, se lo ordenaba, los rumores de ambos eran abundantes.
A fin de cuentas, ellos guiaban la marcha a caballo, la de ojos índigo ansiaba llegar, aunque anhelaba más cambiarse la ropa, llevaba un vestido negro y una capa roja Targaryen con capucha. Debía limpiarse el polvo del cabello rubio que llevaba trenzado como una corona; le llevaba al hecho que debía usar una, regalo de Aegon un delicado aro que le ceñía la frente debajo de los mechones negro azabache.
Al ver una cabellera rubia plateada su corazón salto emocionado.
«Mi príncipe prometido, Aegon vino a recibirme» Se maravillo, olvidando su aspecto, pero volvió a la realidad al ver a su primo pequeño, Daeron.
—¡BARATHEON!—Le gritó él, su cabello plateado ondeaba gracias al viento, llevaba la piel tostada por sus años en Dorne, sus ojos en vez de tener ojos violeta tenía ojos de un gris profundo casi negro. Lo llamaban La Serpiente Alada, había sido educado como quería Doran pero en realidad Oberyn había sido como su padre por lo que su parecido a este último lo hacía parecer una Serpiente de Arena.
—¡TARGARYEN, DE HECHO, PRÍNCIPE DE VERANO!—Le respondió en un grito Rhaenya con un atisbo de sonrisa, su primo era más Martell que Targaryen; siempre sería así.
Rhaenya sabía que no debía gritar, su septa se lo había enseñado, su comportamiento tenía que ser intachable como correspondía a una dama de alcurnia pero ella también había sido criada por Oberyn Martell por lo que si estaba en Desembarco del Rey podía tener ciertas vetas de actitud dorniense, eso sin olvidar que todo el mundo la observará pues esa ciudad era un nido de ratas, víboras y escorpiones. Por lo tanto, por más que hubiera querido llamarse a si misma «Nymeros Martell» era inapropiado, porque no tenía derechos a tal apellido si ella lo decía, sólo un miembro de esa casa le podía llamar así, o eso le dijo su madre y no podía negar que tenía razón.
Pasó por un lado de Daeron, dejándolo atrás con Loras, el que era demasiado educado o demasiado Tyrell como le diría Rhaenya, para ignorar al hijo menor de Rhaegar Targaryen. Ella no iba a entrar a la Fortaleza Roja con la cabeza gacha por poco elegante que estuviera.
O eso creyó hasta que vio el comité de bienvenida que no debía estar allí.
De modo que, Rhaenya Targaryen Baratheon Nymeros Martell cruzó a caballo las imponentes puertas de bronce de la Fortaleza Roja. Estaba magullada, cansada e irritada. Aún no había descabalgado cuando los ojos violeta se clavaron en ella. La sonrisa que le iluminó el rostro a Aegon sólo duró un segundo, parecía que recordó que era el Rey Aegon Targaryen y debía lucir impasible.
Aegon era esbelto y bien formado, algo larguirucho y con una espesa mata de pelo plateado.
Rhaenya lo examino de pies a cabeza. Él llevaba espada y puñal, botas negras relucientes y una capa negra con ribetes rojo sangre. Lucía al cuello tres grandes rubíes de talla cuadrada engarzados en una cadena de hierro negro que ella le había regalado para su día del nombre.
«Rojo y negro los colores del dragón» No pudo evitar pensarlo «Es perfecto, es la apariencia que un príncipe debe tener, lástima que sea hijo de Rhaegar».
En condiciones normales hubiera hecho una larga lista mental de porque Rhaegar era una vergüenza de su estirpe, traidor…, pero detalló al consejo privado del futuro rey y olvido insultar a Lyanna y a Rhaegar.
Estaban los suyos, los que eran fieles a la casa Baratheon o a su madre Bárbara, el que más destacaba era su hermano, el príncipe Lucerys, de veinte años; apodado El Dragón De Las Tormentas, consejero de la moneda. Su hermano era un Targaryen perfecto, eso lo resumía todo, ágil y ligero, con ojos índigo y cabello rubio plata.
El prototipo del perfecto príncipe: muy atractivo y galante, aunque con un espíritu melancólico y en ocasiones frío, que recordaba tanto a Daeron como a Rhaegar Targaryen. Era brillante y dominaba todo aquello que se proponía, siendo un habilidoso caballero. Desde niño era un buen músico, virtuoso con el piano y sus canciones hacían que Bárbara llorara al escucharlas, lo que era bastante pues Bárbara Baratheon era un ejemplo de fortaleza. Era sumamente popular entre el pueblo llano y era objeto de deseo de las mujeres, entre ellas Margaery Tyrell, la cual estaba enamorada del apuesto príncipe y hermano de Rhaenya.
—Mi dulce princesa de verano, espero que hayas tenido un buen viaje—Saludó Lucerys mientras la ayudaba a descabalgar.
—Sí, gracias por tus buenos deseos—Lucerys siempre tenía una palabra de consuelo para todos, y él sabía que Rhaenya era un caso especial pues no era otra de las damas de la corte—, aunque con tanto tiempo en el norte hemos de cambiar mi apodo a la Princesa del Invierno.
—Qué no te escuche Oberyn—Murmuró su hermano entre dientes, con una casi sonrisa, él era el único Baratheon que milagrosamente se llevaba con su tío Stannis además de Bárbara, cuando Renly y Robert no lo soportaban.
Y luego se encontraban los señores recusadores; apodados así por Orys, Jon Connington, señor del Nido del Grifo y mano del rey. Su rostro afeitado parecía de cuero, con marcadas líneas a los lados de los ojos. Tenía el pelo plateado, pero con las raíces rojizas y las cejas más rojas todavía. Se sintió incómoda ante su presencia, él era el amigo más querido del príncipe Rhaegar, uno de los principales detractores de su madre porque la corte estaba infestada de Baratheon.
No le gustaban lo ojos de Jon Connington, unos ojos azules como el hielo, claros y fríos. Rhaenya desconfiaba de los ojos claros. Los de lord Tywin Lannister eran verde claro con motas doradas, eso le había dicho su madre, ya que tanto Bárbara conoció Viejo León.
Y la Guardia Real se podía dividir en aliados, neutros y enemigos por su puesto, ser Barristan Selmy, lord comandante de la Guardia Real; fiel seguidor de Aegon y leal a los Targaryen, ser Arthur Dayne, la Espada del Amanecer, amigo cercano de Rhaegar y consejero del príncipe heredero, ser Lewyn Martell tío del príncipe, ser Oswell Whent; hasta aquí todos aliados, ser Arys Oakheart del que Rhaenya dudaba y ser Jaime Lannister, la Targaryen no sabía cómo su madre no se había deshecho de el aún.
—Mis señores es un placer verlos después de tantos años—Anunció Rhaenya del brazo de su hermano, no dio oportunidad cuando le contestarán para cuando vio a su madre.
La Princesa Bárbara Targaryen; antes Baratheon, regente y consejera de los rumores. Debía admitir que la belleza de su madre en pleno apogeo tanto como ahora quizás tenía como rival solamente a la de Cersei Lannister. Los cabellos negros como la media noche, los ojos como un mar azul oscuro. Era alta y de mirada hechicera, desprendía delicadeza y dulzura pero su apariencia engañaba ya que era apodada La Princesa de Hierro. El vivo ejemplo era que, en realidad, su hermano Lucerys debía ser el regente de la casa Targaryen por su mayoría de edad pero Bárbara era la encargada de liderar las decisiones de la casa Targaryen.
Y por último estaba Daenerys de la Tormenta, su tía y en ese momento deseo estar escondida detrás de Lucerys.
«Siempre he dicho que me siento Visenya, fuerte y guerrera» Se dijo nerviosa, forzándose a mantener la compostura «Pero hubo quien dijo que Aegon I se había casado con Visenya por deber y con Rhaenys por que quería y Daenerys es Rhaenys y yo…, espero equivocarme».
—Hola, sobrina—Estaba vestida con prendas etéreas; un vestido largo, de oscura seda color ciruela para que le resaltara el violeta de los ojos. Con una diadema en el pelo y pulseras de oro con incrustaciones de amatistas en las muñecas.
—Dany—Saludó, apretó el brazo de su hermano entre los pliegues de la capa roja que tenía, el entrelazo sus dedos en gesto de apoyo.
Su tía la abrazo y ella correspondió forzadamente. No era que no quisiera a Daenerys, pero la incomodaba. Su madre la salvo de la situación.
—Han recorrido un largo
camino lleno de polvo; supongo que les agradaría mucho descansar y asearse—Ara separó a Dany de Rhaenya, hizo un gesto a Lucerys para que la sacara de ahí que pasó desapercibido.
—Yo te llevo a tus habitaciones—Ofreció el príncipe Targaryen.
—Viserys lamenta profundamente no haberte podido venir a recibir—Apuntó Daenerys, Rhaenya resistió hacer una mueca.
Para ella Viserys era un demente, no estaba muy equivocada de hecho, el incidente que lo confirmaba era el mismo motivo por el que Viserys no había venido: Lucerys.
—¿Y mi tío Stannis?—Preguntó después de un rato, aunque las palabras le supieron amargas, recordaba perfectamente la quema de los Siete.
Su tío, lord Stannis Baratheon, consejero naval, de hombros anchos y miembros nervudos, y carnes y rostro tan tensos que parecían de cuero secado al sol hasta endurecerse como el acero. La palabra que más se utilizaba para definir a Stannis era duro, y duro era, ciertamente. Aún no había cumplido treinta y cinco años, pero solo le quedaba una franja estrecha de fino pelo negro que le pasaba por detrás de las orejas, como la sombra de una corona. Su boca habría sido la desesperación del más gracioso de los bufones; era una boca creada para los bufidos, las reprimendas y las órdenes cortantes, de labios finos y músculos tensos, una boca que había olvidado cómo sonreír y nunca había sabido abrirse en una carcajada.
—En Rocadragón, lamento decir que no vendrá pronto—Dijo Lucerys.
Rhaenya quiso decirle a su madre lo que había pasado con los Siete pero supo que no era el momento.
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No se había dejado ver por nadie después de eso ni si quiera por Dany. Seguía molesta con Robb y solo quería salir a cazar. «Me parezco a Robert», ahora entendía mejor a su tío Baratheon.
Así que pidió a Donnel Arryn que la acompañara al Bosque Real sin avisar a nadie, él la veía de lejos mientras ella fallaba con cada flecha, se alegro que cuando la atacaron en los Gemelos no se equivoco de blanco. Terminó lanzando piedras al río, supuestamente iba a haber un baile de bienvenida para ella pero no iba a ir.
Arianne Martell había llegado a Desembarco del Rey lo que era igual a empezar un espectáculo. Ambas era muy distintas.
«Seguro Arya también se escapa».
—¿Qué haces?—El futuro Rey apareció ante ella con ropas mas discretas que antes.
—¡Aegon Targaryen!—Chilló asustada, apretando la roca en su mano, un poco más y hubiera golpeado al futuro rey—. ¿Y ser Arryn?—Preguntó, ofendida.
—Esta bien, sígueme Enya.
Él se interno en la oscuridad para luego desaparecer en algún pasadizo. Rhaenya fruncio el seño, no le gustaba recibir ordenes de alguien que siempre la había tratado como igual.
«Ya, ahora es el futuro rey, no Egg».
Camino tras su desconocido hermano en silencio, aferrándose más a su capa roja con bordes blancos, era tan cálida como la piel de un lobo. Y solo pudo pensar en Viento Gris y por su puesto en Robb. Tuvo una idea.
Empezó a silbar, Aegon la observó de reojo. Una sombra gris apareció a sus pies y ella sonrió para indicarle al lobo que la siguiera discretamente, se sentía mejor así.
—Me enteré de tus escapadas con los Stark para ir al pueblo.
Rhaenya miró seriamente a Aegon, deseando saber quien la delato.
—Yo…
—Y quise organizar una donde pudieras acompañarme—Le sonrió tímidamente—, debo decir que yo hago lo mismo.
—¿Por qué? Madre nunca nos prohibió salir mientras estuviéramos con capas blancas, incluso salimos con el tío Oberyn a Rocadragón—Enya alzó una ceja, curiosa.
—Una vez Lord Tyrion hablaba de mi con mi tío. “Es el príncipe perfecto, pero sigue siendo un muchacho sin experiencia que
lo ignora todo sobre el mundo y sus peligros” le dijo—Ambos subieron a sus monturas que los esperaban en un risco escarpado desde el que se dominaba el río—. Luego antes de irse me recomendó que no confiara en nadie.
—Está nuestra familia—Rhaenya sonrió intentando disimular el disgusto por lo que le había dicho Tyrion Lannister a Aegon, no lo logró.
Ella fue tras el príncipe por el sendero y luego por la ciudad.
—Me gusta cómo suena eso. Nuestra familia—La sonrisa que le iluminó el rostro duró solo un instante—. Pero Tyrion me advirtió de que no confiara en nadie. Y tiene razón, no confío en nadie, ni en mis amigos, ni en mis consejos, ni en mi familia.
—Es un consejo inteligente—reconoció Rhaenya mientras empezaba a llover—. No todo el mundo es lo que aparenta,y los príncipes tienen más motivo que nadie para desconfiar, pero si te
extra limitas, la desconfianza te envenenará, te amargará y te hará tener miedo de todo.—« Eso le pasó al rey Aerys. Hacia el final fue obvio hasta para
Rhaegar» O eso le dijo su madre—. Lo mejor es un término medio. Que los hombres se ganen tu confianza con servicios leales, sí, pero cuando lo hagan, sé generoso y abre tu corazón.
—Es más difícil que eso pero lo recordaré—El muchacho asintió.
—Nuestra familia debe ser de confianza…—Insistió aunque Aegon se veía cansado y resignado.
«Viserys no» Hizo una mueca.
—¿En tu familia Baratheon o en la familia materna Martell y dorniense?—Rió, divertido—. Robert y Stannis me odian.
—Madre…
—Le confío mi vida; ya me salvó una vez, pero no mi reino.
Rhaenya asintió mientras avanzaban a algún sitio.
—¿Por qué te escapas tú?
—Por Jon—Ni si quiera titubeó—. Es un Nieve, bastado hijo de Lord Brandon Strak. Lady Catelyn no lo quiere y siempre intenta separar a sus hijos de él. Era la única forma que pasará tiempo con Robb y a veces con Arya.
—Hablame de los Stark…
Contó el día de la nevada veraniega en Invernalia, cuando ella, Arya y Bran le habían tendido una emboscada a Sansa una mañana al salir del torreón. Aegon se mostró melancólico lo que entristeció a Enya.
—¿Y los mayores, Jon, Robb?—La lluvia le empezaba a caer en el cabello rubio.
—Olvidas a Rickon—Desvió el tema—. Él se parece a Robb, se molestan igual; Sansa hace lo mismo, siempre es lo mismo.
—Umm… Tengo que decirte algo importante—Aegon detuvo el caballo—. Necesito una reina fuerte, alguien que inspiré a la gente. Una reina que no se asuste, Enya. No quiero a Rhaenys, quiero a Visenya y tu eres esta última: te pareces a ella. Te necesito a ti, no a Arianne, no Asha Greyjoy, no a Margaery Tyrell.
Asintió, ya había hablado con Oberyn, tenía que aceptar.
«Aegon me ayuda a proteger a los Stark y a mi familia, y yo le dio estabilidad a su reinado de esa forma ambos salimos ganando» Reflexiono «El trato es justo».
—Me casaré contigo.
Aegon sonrió, complacido. Pensando en que haría Dany al ver que él tenía razón.
—Lo anunciaremos luego del torneo cuando seas la reina del Amor y la Belleza.
Unos pasos se escucharon a sus espadas: Viento Gris los seguía, aún.
—Robb—Susurró.
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¿Algún comentario? Por cierto, si quieren que algo pase en la historia me pueden decir y lo tomaré en cuenta.
Para los que leen mi otra historia de Got, Lannister Targaryen pronto va a haber nuevo capítulo y también de Baratheon: Nuestra Es La Furia
¿Alguien sabe quién puede realizar una portada para esta historia?
~Isabel~
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