ೋ Capítulo 7: ೋ
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"La esperanza es algo con plumas
que se posa en el alma
y canta su canción sin palabras
y jamás se calla".
~Emily Dickinson.
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Capítulo 7: Presión.
Connor Schneider:
Sin duda era la semana más extraña que había vivido. Mi padre seguía llamándome luego de mis entrenamientos y tenía que ir a su oficina para organizar lo que él llamaba "nuestros negocios". Al llegar a casa no veía a Jayden, sabía que estaba allí debido a que podía escuchar la música proveniente de su habitación. Siempre me dejaba la cena en el horno. El piso nunca había estado tan impecable, era bastante obvio que eso también era producto suyo.
En una de las pocas veces que coincidíamos era en las mañanas, era cuando me ofrecía a llevarla a la fraternidad.
—Jayden—toqué su puerta y me impresionó la rapidez con la que me atendió.
Allí estaba ella, con sus pantalones cortos de mezclilla y sus medias negras de red. Joder, y cada que se ponía las medias de ese estilo no podía dejar de fijarme en sus piernas.
—Tu conocimiento geográfico está mal; no sé si lo sabías, pero la cara de las personas se encuentra al norte del cuerpo humano.
Volví mi mirada a sus ojos y le dediqué una sonrisa ladina.
—Sé perfectamente lo que quiero observar de ti—mascullé.
Por supuesto que me fulminó con la mirada de inmediato. Cogió la mochila sin mucho entusiasmo y se la colocó en la espalda mientras se dirigía a la puerta principal, la seguí jugando con las llaves.
—¿Te doy un consejo? —me tomó desprevenido su pregunta, por lo que quité la vista del espejo del elevador y me encogí de hombros, observándola—. Evita estar de mal humor, la gente solo se acerca a ti cuando eres gracioso.
—Ah, ¿sí? ¿Y qué es lo que tienes tú? Ni siquiera eres graciosa y te la pasas todo el día con esa cara de Grinch.
Me manoteó las manos en cuanto la tomé de las mejillas.
—Tengo encanto, ¿okay? —se defendió.
Curiosamente, esta era nuestra conversación más larga en toda la semana.
—No. Tienes belleza—la corregí.
Volvió a ponerme mala cara. Deseé poder tener un efecto en ella, al menos provocar que se ruborizara, pero no podía.
—¿Lo ves? La gente se fija en ti porque eres bonita, pero se alejan cuando se percatan de que eres la reencarnación del Grinch.
—Y tú la de un imbécil—masculló.
Tuvo suerte de que el elevador se abriera en ese momento; entonces ella se adelantó a salir con la suficiente agilidad evitando a que yo le respondiera. En el momento en el que conseguí alcanzarla, la encontré hablando con una rubia en la calle.
—Bueno, Grinch, ¿nos vamos?
La chica desconocida me examinó mucho más de lo necesario y al término, alzó una ceja, satisfecha.
—Te dije que no estaba nada mal.
—June...—la regaño Jayden, como si hubiese dicho una imprudencia.
—June Grand—se presentó, haciendo caso omiso a la advertencia de ella y tendiéndome una mano.
—Connor Schneider—le dije al estrechársela.
June se ruborizó en menos de un segundo y Jayden suspiró en rendición, como si hubiera vivido esto mucho más tiempo de lo que le gustaría.
—No hace falta que lo digas, sé perfectamente quién eres—me aseguró enseguida.
No pasé por alto que ellas compartieron una mirada.
—¿Qué? Existen las redes sociales... ¡No me mires así, Jayden! ¡Tú te la pasabas stalkeando a mi hermano en el instituto!
Jayden abrió la boca para decir algo, ofendida. No obstante, esta vez fui mucho más ágil que ella para interrumpirla.
—¿No dijiste que no tenías amigas?
June abrió la boca, indignada.
—No me lo pudo creer...
—June es diferente—se limitó a decir Jayden.
—¿Diferente en qué sentido? —proseguí.
Ella se quedó pensativa un segundo para luego explicar:
—A las chicas no les suelo agradar mucho a simple vista. A menos que haya un estímulo externo para que esto suceda; un amigo en común...
Asentí de inmediato.
—Entonces ustedes tenían un amigo en común—deduje.
June negó con la cabeza y le pasó un brazo a Jayden por encima de los hombros.
—Ella me gustaba en el instituto—aclaró.
Alcé una ceja, sorprendido.
—¿Te gustaba? —casi me quedé boquiabierto. Sabía que había lesbianas muy femeninas, pero no pensé que ella lo fuera, no lo parecía.
—Ajá—asintió—. Luego, nos hicimos amigas, cuando me di cuenta de que desgraciadamente a Jayden le gustan los...
—Por favor, June no seas vulgar.
—Inicia con P y los chicos lo tienen entre las... —se señaló las piernas.
—¡Oh, por Dios! ¡Hay niños transitando la calle! ¡¿Podrías dejar de ser una depravada?! —le espetó en un susurró y presidió a hablarme—: Connor, no iré contigo, June me llevará. Nos vemos.
No me quedó más remedio que limitarme a ver como se alejaban discutiendo en voz baja hasta que ambas se subieron a un coche blanco y desaparecieron por la calle.
Unos días después, en natación; me quedé observando el extraño comportamiento de Jordan y las risas burlescas de Bruce en su dirección.
—¿Qué sucede? —les pregunté, aunque estaba prestando más atención abrocharme la camisa.
Definitivamente le sucedía algo. Habíamos acordado que me esperarían en el estacionamiento y no pasaron ni siquiera tres minutos cuando ya estaban de regreso en los vestidores.
—Sucede que tu inquilina está en el mostrador de la entrada y Jordan, siendo el cobarde que es, tiene miedo cruzar por allí.
—¡¿Tu como sabes lo que pasó, si estabas dormido?! —le reprochó Jordan, con una pizca de hastío.
—Me lo contó Diana—respondió Bruce sin mucho interés en compañía de un encogimiento de hombros.
¿Qué demonios estaba haciendo Jayden en Flippers?
No esperé a que dijeran algo más. Al llegar a recepción —que consistía en una sala con mostrador, fotografías y trofeos de los finalistas de las últimas competencias— la contemplé de inmediato. Tenía la misma ropa con la que la había distinguido esa mañana la universidad, y el cabello algo despeinado, con un gesto que en definitivamente te mataría del horror. Supe entonces que era estrés debido a que continuamente se pasaba las manos por él y se sostenía el codo derecho con la mano izquierda.
Sostuve a Bruce del dobladillo de la camisa cuando hizo ademán de ir a saludarla.
—No quiero que nos vea—le expliqué.
Para mi suerte o desgracia, Bruce se colocó a mi lado, para que la pared nos cubriera a ambos. Bueno..., a los tres, pero Jordan estaba muy ocupado temiendo a acercarse, desde la otra esquina.
—¿Por qué no quieres que nos vea? —se quejó Bruce en voz baja. Me pellizcó en insistencia en el momento en que se percató que lo estaba ignorando a propósito—. ¿Connor?
—Cállate, ¿no ves que estoy intentando escuchar algo? —Susurré, para volver a agudizar el oído.
Martha, la recepcionista, una señora de algunos veintiséis años, dos hijos y un matrimonio fracasado—o eso suponía por su mal carácter— le dijo algo que yo no pude escuchar.
—¿Experiencia con los niños? ¿Es un empleo que consiste en cuidar niños? —Inquirió Jayden, un poco desconcertada.
La mujer la observó con gesto aburrido a través de sus anteojos, tras posar sus codos en el mostrador.
—El puesto es para un guardavidas para la sección de niños, querida. Y uno de los requisitos además de saber nadar es tener buena convivencia con ellos. ¿Tienes la experiencia o no? —parecía que le estaba haciendo una especie de reto o subestimación.
—Sí. Solía cuidar a un familiar antes de venir a la universidad.
—Así que eres estudiante... —Martha ahora parecía sorprendida. Su aludida asintió por lo que ella prosiguió—. ¿Y qué estudias?
—Diseño de interiores.
Asintió con desinterés mientras le entregaba un formulario.
—Rellénalo: nombre, dirección y número telefónico.
Jayden obedeció, aunque por la cara que puso en el descuido de la mujer, fue bastante obvio que prefería tirarle el café en la ropa.
Martha recibió de vuelta el formulario y lo posó en una pila en una de las esquinas del mostrador.
—Bueno esto ha sido todo, querida. Te contactaremos en caso de que decidamos contratarte.
—Ya se va a ir—masculló Bruce sacudiéndome del brazo—. Ve con ella.
Lo ignoré.
Ella asintió, sin más y no sin antes agradecerle a la mujer se despidió y salió del establecimiento con June detrás. Esta última había permanecido en el sillón con su celular en la mano y ni siquiera me había dado cuenta.
—¿Estás pensando lo que yo estoy pensando? —Bruce me sacó de mi ensimismamiento.
—¿Ayudar a Jayden a conseguir el empleo de salvavidas? —pregunté, más como una sugerencia que como una pregunta.
Él arrugó el ceño enseguida.
—No. —Enarcó una ceja en dirección a la puerta—. Obviamente estaba pensando en que la amiga de Jayden está buenísima...
—Detesto bajarte de esa nube—en realidad no—, pero es lesbiana y tú tienes novia. Ahora, pasemos a lo importante—concluí.
—No. Es un no rotundo—añadió Jordan justo en el momento que distinguió las intenciones en mis ojos.
—Le estaríamos haciendo un favor—protesté con desgana.
Él se enfurruñó y negó deliberadamente.
—¿Quieres que te recuerde lo que ella me hizo?
—Todos sabemos la razón por la que Jayden te atacó, Jordan. Deja de ser un maldito egoísta por una jodida vez en tu vida—solté. Sin saber si lo había hecho cambiar de opinión o no, caminé hasta que me recargué en el mostrador—. Hola, Martha.
—Schneider...—pronunció, dando por olvidado el terminar de teclear lo que sea que estuviera haciendo antes en el ordenador.
Le dediqué una sonrisa ladina. Comenzaba a preguntarme por qué siempre conseguía ese tipo de atención de mujeres mayores.
—¿Qué te pareció?
—¿El qué? —preguntó ella, poniendo su mejor cara de seducción.
—La chica que se acaba de ir—expandí mi sonrisa y ella enrojeció de inmediato—. Sucede que nosotros la conocemos.
No parecía muy conforme con la dirección que había tomado la situación, pero supo cómo disimularlo.
—No creo que tenga el perfil indicado para el empleo—se limitó a decir.
Volví hacia Jordan, y luego de insistirle con la mirada, no le quedó más remedio que acudir a la pequeña reunión.
—Diré esto porque Connor se molestará más conmigo—comenzó, dudoso—. Pero ella será quien ocupe el puesto.
—Que sea el hijo del jefe, no quiere decir que sus decisiones sean correctas, señor Moore—objetó Martha.
Mientras ellos discutían aproveché el momento para sacarle una foto al formulario de Jayden, más específicamente, en el sitio en el que estaba anotado su número telefónico.
No entendí la razón de tanta insistencia por parte de la mujer, de todos modos, sabría que terminaría perdiendo la discusión, a favor de Jordan estaba ser hijo del dueño, por lo que, finalmente, nos dijo que le llamaría a Jayden en unas horas para confirmarle.
Al llegar al edificio, me sorprendió que el portero me detuviera.
—Creo que tiene una admiradora, señor Schneider—comentó él, con una enorme sonrisa que provocaban que sus mejillas se arrugaran.
Seguí la dirección de sus ojos y no me sorprendió encontrar a Alba con los ojos puestos en mí, al percatarse de que yo también la observé, bajo su mirada a su celular. Ella era una de la vecinas del piso de abajo. No sabía mucho sobre Alba, solo su nombre, que tenía un año más que yo, que no hacía mucho vivía con su novio taxista. Y, por último, pero no menos importante; desde que había terminado con su novio, comenzó a aparecer en cada fiesta a la que yo asistía. Nunca me sentí acosado ni nada extraño, sin embargo, Laia me dijo que Alba me observaba con más intensidad de lo que debería.
Me despedí del portero deseándole una buena noche y crucé el lobby. No me quedó más remedio que esperar el ascensor con la morena, aunque sinceramente, hubiese preferido utilizar las escaleras toda mi vida que estar en la misma habitación que ella, sobre todo, en una muy reducida.
Alba sonrió al verme y por lo que vi, sintió la necesidad de combatir contra el silencio.
—Hola, Connor.
—Hola—respondí.
Justo en ese instante el elevador se abrió, entré tras ella, peguntándome si Jayden estaría en casa; después de todo, ya habían transcurrido una hora y media desde su partida de Flippers.
—Y... ¿cómo estás?
¿Por qué siente la necesidad de llenar el silencio? Si por mí fuera estaría en silencio la mayor parte del día.
—Bien. ¿Y tú? —deseé entonces ser como Jayden y tener un poco más de indiferencia para evadir a todo aquel que no soporte, sin resentimiento. Pero yo sí siento el maldito resentimiento, fue eso lo que me llevo a preguntar: —. No te había visto en... ¿un mes?
Un mes muy bello.
—Oh, sí—bajo la cabeza a sus pies y los miró un segundo antes de subir la mirada a mi cara. Y con ese pequeño gesto supe que estaba nerviosa—. Fui a visitar a mi familia antes de las fiestas y me quedé allá el resto de diciembre.
Asentí, a la espera de que nos detuviéramos en el noveno piso para que ella bajara, no obstante, siguió avanzando al último.
La miré extrañado cuando salió del ascensor.
—¿No me invitarás a pasar? —Dijo, señalando la puerta de mi departamento. Su mirada era seductora, al igual que su sonrisa.
Y yo, por supuesto, no pude negarme.
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