ೋ Capítulo: 4 ೋ

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"No hay belleza perfecta que no tenga alguna rareza en sus proporciones".

~Sir Francis Bacon.

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Capítulo 4: La propuesta del jacuzzi.

Jayden Wright:

Reconocí esa la mirada de soslayo que June me dedicó. Se trataba de ese tipo de mirar que las amigas se dirigían al pretender preguntar algo. Pero yo no tenía tiempo para sus niñerías. Trataba de enfocarme en algo mucho más importante que el cotilleo.

—Bueno, ¿me vas a decir o no quién es ese papucho que te trajo hoy?

Le dirigí una mirada apremiante y señalé por cuarta vez consecutiva mi portátil, en donde la búsqueda "empleos de medio tiempo, Portland", le decía por mí que estaba ocupada.

Ella entornó los ojos y cerró mi portátil antes de que pudiera evitar que la tocara.

—Pero, ¿qué haces?

—No encontrarás un empleo de medio tiempo así. Ya te lo he dicho: tienes que salir a buscarlo. Internet no siempre es confiable.—Arrugué la frente y suspiré ruidosamente al darme cuenta de lo insistente y persuasiva que puede llegar a ser—. Ahora, dejando ese tema atrás. ¡Respóndeme!

—¿Por qué te interesa saberlo?

—Porque sí.—Masculló abriendo los ojos exageradamente.

Observé su perfil y sentí un poco de envidia por lo bien que se había maquillado, a pesar de que obviamente, se había despertado tarde. Pero June era así: muy femenina. Cuando nos veían por separado ni siquiera asimilaban que podríamos ser amigas, ni mucho menos amigas cercanas. Por un lado, estaba yo: con cara de culo la mayoría del tiempo, ropa muy ancha o muy ajustada de colores neutros y oscuros, sarcástica, asocial; un desastre, pero con buenas notas y a pese a ello, irónicamente, contaba una no tan larga lista de pretendientes inútiles, fastidiosos e insistentes. Y por otra parte ella: simpática día y noche, risueña, sociable, coqueta, siempre vestía prendas coloridas, la mayoría del tiempo suspendía y no buscaba compromisos. Daba la impresión de que sudaba inocencia, pero de las dos; ella conservaba mucho más activa su vida sexual.

Se acomodó disimuladamente—o eso era lo que ella consideraba— el cabello rubio cuando distinguió a una chica pasar cerca de nosotras.

—No hagas eso. Creerán que estás desesperada.

—¡Es que sí estoy desesperada! —exclamó, luego se dio cuenta de que nos habíamos desviado de tema—. Sabes que me pondré más insistente si no me dices la razón por la que el chico pelinegro te trajo en su auto de lujo. Lo único que me contaste ayer fue que Renata te echó de la residencia.

En ese tipo de ocasiones me preguntaba por qué después de tanto tiempo seguía siendo amiga de June.

—No me echó, me fui—declaré—. Y justamente por eso estoy viviendo con Connor.

—¡¿Qué vives con él?!

—¿Pretendes dejarme sorda? —me quejé.

—¿Y tú pretendes evadir mis preguntas con otra pregunta?

Siempre había sido un caso perdido; tenía toda una adolescencia conociéndola y desde un principio lo supe. No ganaría nada evadiéndola.

—¿Qué quieres saber? —le pregunté de mala gana, ignorando su mirada emocionada y los saltitos de alegría que daba sobre su silla. Me di cuenta de que los demás alumnos la miraban con rareza.

—¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde...? Dame detalles, nena.

—¿Por qué lo dices como algo sexual?

—¡Porque es algo sexual! —insistió.

—No sucedió nada entre nosotros—repliqué, dándole un sorbo a mi bebida—. Lo que pasa es que eres muy intensa.

Ella se ruborizó inmediatamente al recordar algo, atrajo su silla y me hizo un ademán para que me acercara un poco más, mientras echaba miradas furtivas sobre su hombro para asegurarse de que nadie estuviera lo suficientemente cerca para escucharnos.

—Eso me han dicho...—susurró, ganándose un manotazo de mi parte.

—Tu no censuras nada, ¿verdad, June?

—La vida hizo a las amigas para el comadreo y un chisme no es un chisme sin detalles, Jayden—movió de arriba abajo sus cejas.

Maldecí al escuchar el sonido del timbre. Miré a los chicos a mi alrededor, los cuales comenzaron a abandonar la cafetería con prisa.

—Bueno, nena, es una verdadera pena que no te hayas tirado a ese papucho—June se puso de pie, colocándose la mochila en la espalda y a su vez, haciendo un ruido estruendoso con la silla—. En fin, me voy—hizo una reverencia—. Tengo que viajar al mundo penal del Cálculo, una tierra que se encuentra al cruzar el pasillo de las cajas grises; nombrados casilleros por los mortales, soportar una hora al elfo gruñón de lentes y hacer apuntes en un cuaderno de plata —recitó en voz alta, como toda una dramática—. Genial, muero de emoción—ironizó.

Y como te diste cuenta, June no solo era una fanática obsesiva de las historias de fantasía —aunque de seguro solo se había leído unos tres libros—, sino que también me abandonó en medio de la sucia y solitaria cafetería universitaria. Lo bueno de ello era que no tenía que soportar sus indicios de conversaciones de adultos por el resto del día.

Me puse de pie sin muchos ánimos, cogí mi computadora para colocarla dentro de su bolso y corrí a toda velocidad para llegar temprano a mi clase de Geometría del Espacio.

° 。° 。♬ ° 。° 。° 。

De nuevo, había mal tiempo. Llovía a cantaros, el cielo estaba cubierto de una densa capa de nubes grises y la lluvia se desbordó de ellas durante las últimas dos horas de clases. No tenía idea de cuándo cesaría.

June se despidió de mí con un beso en la mejilla derecha y una estruendosa nalgada —que me produjo un calambre—, diciendo que tendría una noche pasional con no sé quién y que yo hiciera lo mismo. Siempre siendo tan ella.

Me apresuré a salir a la acera y corrí hasta la estación de metro. Aunque tenía la respiración agitada y el cabello echo un lío, sonreí al llegar allí. Entre la masa de gente reconociendo un par de rostros, cuyos nombres no sabía, pero sin falta cada día aparecían para abordar el mismo metro que yo al término de sus jornadas del día a día.

Connor me había dado una copia de la llave de su piso esa mañana, tras decir que tendría cosas que hacer y que podía sentirme como en casa cuando él estuviera ausente. Así que, eso mismo hice al pasar el umbral.

Me desnudé poco a poco mientras caminaba a mi habitación, dejé mis cosas allí y a continuación llené la tina del baño. Puse una canción cualesquiera mientras admiraba el cómo las burbujas se adherían a mi cuerpo desnudo. En casa jamás podría haberme dado un lujo así: un momento para mí misma.

Desde la enorme ventana a mi lado podía observar la calle, los edificios y los coches transitando. Por primera vez en el día me olvidé de todo lo que no pude en el metro: de mis errores, los sacrificios, la escuela, buscar un trabajo, mi familia... y me sentí bien... Sentí paz.

Reconocí que ese momento era eso: un momento. Con límites y no dudaría para siempre.

Al terminar me coloqué una toalla alrededor y me dirigí a la cocina para tomar un poco de jugo del refrigerador. En ese momento, Connor apareció; tenía el cabello despeinado y la vista perdida en su celular, parecía molesto. Soltó una palabrota y dejó las llaves en la encimera. Entonces se percató de mi presencia: me dedicó una sonrisa perversa y me hojeó de arriba abajo, su sonrisa se expandió más al notar la pequeña toalla que me cubría.

—¿Acabas de salir del jacuzzi, Jayden?

Llámenme loca, pero esperaba un comentario más pervertido de su parte. Quizá fue por la forma en la que me observó. O porque la última persona con la que hablé, lo hizo y me estaba afectando escuchar a June.

—No. Ni siquiera sabía que tenías uno—respondí.

—Bueno ahora ya lo sabes por si quieres entrar conmigo, pero antes te tendrás que deshacer de eso—señaló la toalla, con una sonrisa jocosa—, las prendas no son bienvenidas. Sabes que te verás mucho más guapa, ¿no?

Entrecerré los ojos y terminé mi bebida de un solo trago. Percibía el peso de su mirada sobre mí. No me gustaba Connor, su aura de despreocupación, la forma en la que me estudiaba; como si pretendiera meterse en mi piel. No me daba buena espina.

—¿Estás de broma?

—¿Crees que era una broma? —arqueó una ceja.

Trataba de comportarme pacífica y no sacar a relucir mis argumentos para mandarlo a la mierda, así que solo lo observé deseando desaparecer de allí.

Y cuando menos lo esperaba, comenzó a sacarse la camisa por la cabeza. En ese momento, mi cerebro comenzó a protestar un "¡sal de allí, corre!", no obstante, me quedé en la misma posición, pasmada. Pude ver su abdomen definido y sus bíceps cuando se la quitó por completo y la lanzó en dirección a una esquina de la habitación sin mucho cuidado.

Mis nervios estaban a flor de piel, mis emociones iban a estallar; ya hacía muchísimo tiempo que dejé de sentir atracción hacia alguien porque así me lo propuse. Y es momento de admitirlo: Connor sí era guapo, muy guapo, June no exageró esa mañana, el problema fui yo. No quería admitirlo por miedo a sentirme cautivada.

Pero eso no se puede evitar cuando un tipo al que haces referencia se está desnudando frente a ti, ¿verdad?

Y ahora que estoy siendo sincera admitiré que mi mirada se detuvo por su dorso desnudo por un segundo, luego la subí a su pecho. Marcado a lo largo de su clavícula derecha se encontraba un tatuaje; la forma de una serpiente relucía allí, resaltando el contraste de su piel blanquecina con la tinta, como si de una rama se tratara; se aferraba a su hueso, descendiendo a su pecho. Sin suda era sexy.

Quité mi vista de inmediato e hice lo que mejor se me daba: ponerme a la defensiva.

—No... ¿Qué mierda haces? —me obligué a recuperar mis cuerdas vocales—. Connor, vístete.

Él se llevó la lengua a los dientes frontales y comenzó a expandir su sonrisa de idiota.

—Mi casa, mis reglas—me señaló en advertencia—. ¿Quedó claro?

—Eres idiota.

—Ya me lo has dicho—masculló, sin prestarme atención realmente. Me dio la espalda para correr la puerta de cristal de la cocina y salir a la terraza; ni siquiera sabía que había una terraza. Me dejó allí, con un millón de ofensas por decirle.

Me apresuré a vestirme y literalmente me puse lo primero que saqué de mi maleta —que aún estaba sin deshacer porque estaba convencida que duraría más tiempo instalándola en el armario que quedándome en su casa—, me pasé el cepillo por el cabello menos tiempo del que admitiría y salí hacia la terraza.

Necesitaba decirle que no se comportara como un imbécil conmigo, que me ponía de los nervios.

El clima seguía nublado, pero la lluvia había cesado. Estaba segura que desde ese lugar se podía percibir muy buenos atardeceres. La barandilla era de cristal —como la de la ducha—, se podía ver la calle y las tenues luces de los edificios que comenzaban a distinguirse debido a que ya estaba oscureciendo.

Connor estaba en la otra esquina de la terraza, dentro del jacuzzi, con la vista perdida en cielo cubierto de nubes y los brazos en los bordes.

Decidida, me acerqué a él mientras temblaba por el frío y contemplaba mis pies descalzos sobre el piso de madera clara. De repente, éste desapareció y fue sustituido por escalones. Después de subirlos, me senté en el borde del jacuzzi sin meter los pies en el agua.

—Connor...—comencé, con suavidad.

—¿Uhm? —musitó, sin quitar la vista del cielo.

—Quiero hablarte sobre mi estancia aquí— ¿Por qué de pronto me parecía tan complicado explicárselo? Al notar mi pausa el dirigió la mirada a mi rostro—. Eh... justo ahora estoy pasando por un mal momento—en realidad de ello ya hacía dos pares de años—. Sé que te pareció infantil que yo haya actuado así con tu... ex, pero en realidad omití algunas cosas y...

—No me pareció infantil, Jayden. Solo me estaba burlando de ti—explicó, al notar mi obvia incomodidad.

—En fin, no tengo a donde ir. Mis padres viven al otro lado de la ciudad...

A veces es muy difícil decir las cosas.

—Puedes quedarte aquí—zanjó.

Y yo que creí que la fría era yo.

—Sí, lo haré. Temporalmente. Durante unos meses y luego me iré y no seré una molestia, lo prometo.

Asintió, y me dio la sensación de que estaba aburriéndolo.

Abrí la boca para decir otra cosa, la verdadera razón por la que estaba allí y no en casa de mis padres, pero realmente me encontraba muy incómoda para seguir con una conversación tan privada y personal, por lo que nuevamente omití los problemas de mi vida y me quedé en silencio.

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