ೋ Capítulo 24: ೋ

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"—Cada persona que dejamos entrar a nuestra vida tiene el poder de hacernos daño. A veces lo harán, a veces no, pero eso no nos refleja, ni a nuestra fortaleza. Amar a alguien que te lastima no te hace débil.

—Pero quedarte con alguien que te lastima, sí".

~Krystal Sutherland/Una lista casi definitiva de mis peores pesadillas.

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Capítulo 24: Un San Valentín inusual.

Connor Schneider:

Día tras día sucede lo inesperado y jode el nunca saber si será bueno o malo.

... O peor.

Si bien, existen tres estados de ánimo que sí o sí sientes al culminar San Valentín —el éxtasis de que todo haya salido como creíste, lo que se traduce a que el destino te haya sorprendido de una buena manera; o la decepción absoluta la cual hace alusión a que soportaste un día triste o aburrido y el destino te cagó encima; el neutral: un día medio aburrido, aunque no se considera lo suficiente detestable—, durante años había sido el neutral, así que ese día no me esperaba algo diferente.

De hecho, mi única preocupación era entregar un portafolio cuya fecha límite se vencía. Y debido a mis entrenamientos, la competencia y todo el maldito lío, no había tenido tiempo de realizar. Pero eso ya estaba resuelto, no había dormido hasta terminarlo. Así que en cuanto vi al profesor por el rabillo del ojo, troté hasta alcanzarlo en el pasillo que transitaba al estacionamiento.

—¡Señor Anderson! —Exclamé detrás de él.

Se detuvo despreocupadamente y giró en mi dirección musitando un cordial "¿qué tal, Schneider?" No estaba acostumbrado a tratarlo con tanta formalidad, sobre todo porque quizá apenas era un par de años mayor que yo.

Rebusqué en mi mochila y le extendí el portafolio. Él asintió, satisfecho. Era bastante comprensible. Aunque, le parecía una completa falta de responsabilidad no entregar las evidencias a tiempo.

—Creí que no entregarías, ya estaba por irme.

—Le dije que lo haría—le recordé.

—Muchos de tus compañeros lo dicen— murmuró, ojeando el contenido y asintiendo en aceptación.

—...Y yo espero que comprenda que tuve un inconveniente. No me quedó más remedio que hacerlo a última hora.

Sentí el apretón en mi antebrazo antes de darme cuenta quién me estaba llamando.

—¿Has visto a Bruce? ¿Sabes donde está? —me preguntó June, mirándome fijamente.

—Ni idea—le respondí, desviando mi atención hacia mi profesor, creía que estaba a punto de decir algo. Sin embargo, él miraba a June con el entrecejo fruncido.

Ella se puso las manos en la cadera, frustrada, dirigiendo la mirada detrás de mí.

—Enserio que no podrías ser más paciente, mujer—se quejó, dando zancadas hasta jalar de la muñeca a Jayden.

—Y tú no podrías estar más desesperada—refunfuñó.

Como el idiota que era, sonreí al escucharla. En cambio, ella no me miró, en lo absoluto. Estaba tan concentrada enfurruñándose que ni siquiera advirtió mi presencia.

—¡Quedamos para salir! ¿Cómo es que desapareció de la nada?

—¿Dijiste que se te perdió algo, Grinch? —la incité.

Jayden volteó a verme, un poco desconcertada, pero un momento después se le iluminó la cara.

—Dime que lo encontraste—sonó esperanzada.

Con toda la intención, le mostré la mano derecha. Allí estaba el anillo del que nos había comentado a todos desde el almuerzo.

—¿Me dejaste preocuparme todo este tiempo siendo que lo tenías tú? —hizo ademán de acercarse a mí. Y a juzgar por su mirada, tenía el propósito de arrebatármelo.

—Ay, Jayden...—gimoteó June, alargando la "n"—, puedes partirle la cara a Connor y él intentar ligar contigo, pero en otro momento. ¡Ya vámonos!

Y de nuevo, la tomó de la mano, esta vez tirando más fuerte de ella.

—¿Jayden Wright? —pronunció Anderson, dejándome atónito— ¿Mi Jayden?

De los tres, June fue la primera en reaccionar.

—¡Oh, por Dios! — Exclamó, y acto seguido se impulsó hasta tenerlo rodeado por los brazos y preguntarle como estaba.

—Bien. No me esperaba encontrarlas aquí... ¿cómo están ustedes? —Aunque lo dijo en plural, depositó la mirada en Jayden al culminar.

—Muy bien—le contestó June, apartándose.

—Sí, puedo verlo—dijo Anderson, sin embargo—: Nunca creí que tu belleza podría ser superable, pero aquí estás. Y más guapa que nunca, Jayden.

—Preciosa—corregí, sin saber bien la razón.

Jayden arrugó más el semblante al escucharme y levantó una ceja al percibir el tono que había utilizado.

—Gracias, Ryan—terminó por responder.

—Estoy casi seguro de que te miré hace algunas semanas...—vaciló.

«No. Me. Jodas».

Tragué saliva con dificultad e inconscientemente apreté la mandíbula. Era una putada... Y, es que irónicamente ni siquiera necesité escuchar la historia para conocerla; yo mismo me había ocupado de encajar los hechos hasta comprenderlos.

Era él. El maldito del que Jayden parloteaba aquella noche que había bebido.

"No entiendo por qué atormentan. Los fantasmas deberían de morir y quedarse en el pasado", había dicho mirando el techo mientras me ocupaba de sacarle los zapatos. Sabía que hablaba del sujeto al que atribuí que era su ex en la discoteca, pero nunca, ni en la más retorcida de mis pesadillas, supuse que sería nada más ni nada menos que mi profesor de Contabilidad Financiera.

—No lo creo, tal vez me estás confundiendo—mintió ella. Pero sí que acordaba.

—Insisto... —persistió, repiqueteando los dedos en mi carpeta—. Te tropezaste contra un compañero en la discoteca y te ayudé a incorporarte.

—Apuesto que no lo recuerda. Esa noche se pasó de copas siguiéndole el ritmo a un amigo—señaló June.

—Oh, bueno, pues si fue así eso explicaría por qué me mandaste a la mierda cuando te pregunté tu nombre.

—O tal vez lo hizo con toda la intención—me encogí de hombros—. A Jayden le gusta mandar a la mierda a todos. Es como su frase favorita.

—Sí, yo creo que hasta lo dice inconscientemente—se burló su amiga.

—Veo que sigues estando a la defensiva—comentó Ryan. Después, hubo un sonido proveniente de la notificación de su celular y se excusó—. Tengo que irme, pero quisiera seguir en contacto contigo. ¿Crees que podríamos juntarnos a ver una película o algo así?

En el momento en que ella abrió la boca para responder, June ya le estaba dictando su número de teléfono. Lo próximo que Ryan hizo fue agradecerle a la susodicha, decirme que me vería pronto y despedirse de Jayden con un beso en la mejilla.

—¿Lo puedes creer? ¿Ryan Anderson interesado en ti después de tanto tiempo? ¡Si yo fuera tú ahora mismo estaría brincando de la emoción! ¡Cuando te llame tienes que contestarle, nena! ¡Y tienes que contarme todo!

—¿Por qué tanta intensidad? Es solo un tipo común y corriente—mascullé cruzándome de brazos.

—Te equivocas—añadió June.

—¿Le ves algo de extraordinario? Ni siquiera tiene el culo firme.

—Pues no—respondió tras echarle una ojeada nada disimulada—. Pero es guapo. Y alto.

—Si ese es el caso; estoy de su tamaño. Y no hace mucho insinuabas que era guapo.

—Sí, pero basándome a las preferencias de Jayden, él es, o fue, más su tipo—tanto ella como yo volteamos a verla, estando al tanto de que escuchaba la conversación. Pero, de cierta manera, estaba como ida. O nos estaba ignorando—. Me entiendes, ¿no?

Me encogí de hombros. ¿Qué podía tener Ryan Anderson que yo no? ¿Un helicóptero miliar? ¿Un circo? ¿Una colección inmensa de CD's? ¿Un tigre? ¿Un perro de tres cabezas? ¿Qué maldita cosa tenía ese imbécil de importante? ¿Por qué tanto halago?

—Yo no le veo nada de interesante y dudo que tú también.

—Bueno, a mí las chicas me van más, pero admito que tiene buenos labios, y, ¿viste sus pestañas?

—Eso no es interesante.

June puso una mueca, haciéndome saber de esa manera que la había sacado de quicio.

—Si fue su primera vez, es evidente que algo le gustó de él, ¿vale? ¿Ya te cabe en la cabeza? ¿Tienes alguna otra duda? —farfulló enfadada.

Hay verdades que no necesitan confirmarse, pues buscar un trasfondo a las cosas es sinónimo de negación. Y no dudarlo fue precisamente el problema.

—¿Tienen algo más que decir o les doy los detalles? —riñó Jayden.

° 。° 。♬ ° 。° 。° 。

—¿Qué carajo fue ese tiempo? —increpó Jordan, malhumorado. Arrugué la frente y retrocedí un paso al percibir sus intenciones, sin embargo, no se detuvo hasta empujarme—. ¿En qué piensas, idiota? —Me preguntó.

—¡Eh, chicos! ¿Qué les pasa?

—¿Viste su tiempo, West? ¡Le gané yo!—se señaló a sí mismo, y luego me señaló a mí con un gesto molesto—. ¿Por qué no estás concentrado, Schneider?

—¿Schneider? —tentó West.

Aparté a Jordan por el hombro —con más fuerza de la necesaria— y caminé a toda prisa, encontrándome a Bruce en el pasillo, antes de llegar a las duchas.

—¿Connor? ¿Qué...?

—No jodas tú también.

No le importó una mierda el tono nada amistoso que utilicé. Me siguió, y aunque hubiera preferido lo contrario, sabía que lo haría. Ya parecía mi maldita sombra.

Lancé las gafas al suelo y me quité a toda prisa la gorra de silicón. En ese momento, hizo un nuevo intento de saciar su curiosidad.

—¡Ve a joder a otra persona! —le reñí, arrojándole el objeto.

No esperé respuesta ni me molesté en ver su expresión. Me despojé del nadador y al entrar a la regadera, cerrando los ojos, tratando de concentrarme en el sonido del agua contra el piso. Estuve así ocho segundos: inspirando y expulsando oxígeno, tratando de liberar la tensión que sentían mis músculos, pretendiendo dejar atrás el punzante dolor de cabeza que había cogido.

—Es por ella, ¿no?

—Bruce, no me...

—No. Sabes perfectamente que eres tú el jodido, no yo quien está jodiendo.

Suspiré en resignación.

—No sabes ocultar cuando te pasa algo—prosiguió—. Eres bastante trasparente, incluso June se dio cuenta.

Evidentemente June lo había informado, por lo que le respondí sin preocuparme de que no conociera la situación.

—¿Y cómo quieres que reaccione? —Tomé la toalla y me envolví las caderas en ella sin importarme que hubiera visto algo más que mi trasero—. ¿Cómo quieres que no me importe si me ha gustado desde el inicio?

—Es solo su ex—añadió.

—No. Es solo con quien perdió la virginidad, es solo a quien le confió su cuerpo, es solo el tipo del que creyó estar enamorada, es solo que la quiere de nuevo. —Cerré la regadera, apretando los labios, pero no pude evitar soltar—: ¿Y yo qué? Yo solo soy quien la escuchó, quien le secó las lágrimas y le dedicó canciones. Seguro que suena lindo, ¿pero sabes qué más soy? Soy el bastardo que le insistió tanto hasta que terminó cediendo en abrirme las piernas. Si con él todo fue diferente..., si se da cuenta de que en realidad lo quería..., si...

Ni siquiera me importó haberle confesado lo que Jayden me pidió ocultar. Estaba tan cegado, frustrado, molesto y... celoso.

—Connor, de suposiciones no vas a...

—¡Fue su primera vez! ¿Sabes cuánta importancia le dan las chicas a eso? ¡Si mi posibilidad era mínima, ahora con él en comparación es nula!

Lo próximo que supe fue que me dolía la mejilla y me escocía tanto que inclusive olvidé que un segundo antes, me punzaba la cabeza.

—Te gusta. Y te gusta más de lo que pensaba. Pero no por eso vas a morirte de celos, imbécil.

—¿Y qué quieres que haga, precisamente? ¿Qué pudo hacer para dejar de pensar en alguien ni siquiera me considera como posibilidad? ¿O siquiera evitar todo esto?

Me miró fijamente, con más seriedad de la que estaba acostumbrado a verlo actuar y me colocó una mano en el pómulo, deslizando los dedos en donde, probablemente, quedaría una marca violeta del tamaño de su puño.

—Estás tan cerca de superarte profesionalmente y, ¿en verdad vas a pausar toda tu vida ahora mismo?

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