ೋ Capítulo 21: ೋ
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"¿Oxígeno? No, yo no pienso ser tu oxígeno.
Yo anhelo quitártelo, robarte respiros, arrancarte suspiros, romperle el ritmo a tu respiración, entrecortarla, acelerarla y durante muchos instantes detenerla...
Yo no pienso darte vida, yo quiero acompañarte a comprobar que estés vivo..."
~Créditos a quien corresponda.
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Capítulo 21: Ajuste.
Connor Schneider:
Una respiración profunda y serena se escuchaba a mi izquierda, abrí los ojos en busca de algún rastro de luz en la habitación, pero las cortinas lo impedían. Busqué con mis manos su silueta bajo las sábanas para acariciarle el brazo izquierdo, de arriba abajo. Aproveché que seguía desnuda y le pasé una mano por las costillas sin lograr que se inmutara. Acerqué mi nariz a su cuello y respiré su olor.
Por lo menos conseguí que con eso se removiera, pero se negaba a abrir los ojos. Opté por arriesgarme, así que bajé mi mano entre sus piernas por un corto segundo, seguí por anchos muslos y subí hasta sus preciosas caderas, tomando un desvío para proporcionar un ligero apretón a sus glúteos.
—Deja mi culo en paz, Connor —me exigió somnolienta.
—Bueno. —Accedí, ascendiendo hasta sus pechos y tocando la cima de su busto derecho, la cual no tardó en endurecerse—. ¿Aquí no te molesta?
Bostezó en respuesta.
—¿Siempre despiertas así?
—¿Cómo? —Le susurré al oído, tirando suavemente de su pezón.
— Supuse que eras del tipo que finge que nada pasó—jadeó.
—Contigo no tengo nada que fingir.
—¿Este es el típico "tú eres la excepción"?
Le besé el cuello, sin dejar de acariciarla y enseguida sus piernas se estiraron, confirmándome que otra parte de ella también se había despertado. Enganché nuestras piernas para que dejara de moverse.
—¿Me darás un beso de buenos días? —le pedí.
—No.
—¿Por qué?
—Porque me despertaste.
—Me rompes el corazón.
Se rio en voz baja y negó con la cabeza, colocándose al costado contrario para unir sus pechos con el mío. Casi de forma automática la tomé por la cintura.
—¿De verdad quieres un beso? —me susurró moviendo los labios sobre mi barbilla.
—Eso me suena a condición—farfullé, sabiendo que ella no haría las cosas solo porque sí.
Sonrió maliciosamente y me pasó una mano por el pecho.
—Si me dejas dormir un poco más... quizá te dé uno.
Tras decir eso retrocedió, pero solo un poco porque no la solté de las piernas.
—¿Enserio? —puse mala cara—. ¿Qué más quieres? ¿Qué te haga desayuno...?
—Por ejemplo—me interrumpió.
—.... no creo poder esperar tres horas más, Jayden.
Ella puso los ojos en blanco y avanzó lo poco que había retrocedido. Colocó su mano en mi frente y quitó los mechones de pelo que me molestaban. Sin embargo, yo estaba interesando en algo más. La calidez de su piel contra la mía era un buen ejemplo. Tomé su muñeca y la llevé hacia mí boca, deslizando mis labios por el dorso de su mano. La mirada que le dediqué fue suficiente para advertirle lo que pretendía. Jayden sonrió cuando llegué a su antebrazo y colocó su otra mano en mi cuello, aplicando un poco de fuerza; quería que me recostara de nuevo, entonces lo hice.
Casi de forma automática me besó el cuello. Atacó, como yo lo había hecho con ella con anterioridad; lamió, besó, mordisqueó y chupó la zona. Me encantaba esa nueva versión de ella; la que había dejado la vergüenza en la noche anterior y ahora tomaba la iniciativa.
Mientras seguía encendiéndome, no perdí el tiempo, le acaricié el cuerpo entero, haciendo pausas en los sitios que sabía que le enloquecían. Estaba a punto de perder el autocontrol cuando ella me mordió el lóbulo de la oreja y se dejó caer a mi lado.
—Mierda, ¿me vas a dejar así?
—¿Por qué te esfuerzas tanto en mencionarlo como pregunta cuando tú mismo si sabes que es un sí?
—Ni para qué insisto—mascullé, intentando salir de la cama.
En caso de que notara que estaba enfadado no se molestó en demostrar interés; me dio la espalda y se cubrió el cuerpo entero con la sábana. No se levantaría de allí hasta pasado de mediodía.
Me puse de pie pasándome las manos por la cara en frustración y caminé en la oscuridad hasta la puerta, pisando el sostén de Jayden en el proceso. Lo peor de todo fue que me pinché con el pie con los broches.
«Joder, las cosas se defienden tanto como su dueña. Lo repito».
No me quedó más remedio que ir directo al cuarto de baño en mi habitación y darme una ducha fría. Eso ayudó un poco, pero no en el ámbito emocional. La frustración me nublaba la puta mente.
Finalmente, terminé sacando un pantalón de mezclilla y una camisa negra del armario —con ganas de tirar todo al suelo— y me vestí de inmediato. En la cocina puse la sartén sobre la estufa encendida y rebusqué en la nevera algo que pudiera ser comestible, pero solo había huevos. Dudé un momento, considerando mis opciones: comer huevo justo ahora o ir a comprar comida y ampliar mis opciones. Después de tener la conclusión de que al ir de compras probablemente desayunaría dentro de una hora o dos, me decidí por los huevos.
Justo cuando lo deposité en la sartén, mi celular sonó. Me llevé las manos a las bolsas de mi pantalón, pero al encontrarlas vacías recordé que lo había dejado en la sala al poner música la noche anterior.
—¿Qué sucede? —pregunté al descolgarle a mamá.
Estaba muy intrigado y preocupado al mismo tiempo. ¿Desde cuándo no tenía contacto con ella? Probablemente desde las fiestas de diciembre. Igual no pude hablar mucho con ella en esas fechas.
—Hola, cielo. ¿Cómo estás?
Me tranquilizó escuchar su voz: melodiosa, tranquila y maternal.
—Estoy bien, madre, ¿lo estás tú? —cuestioné enseguida.
—Sí, solo estoy extrañándote. He tratado de comunicarme contigo por medio de tu padre, pero él me dijo que estabas ocupado con lo de las prácticas de natación y la competencia.
—Lo estaba.
Hubo una pequeña pausa en la que me quedé mirando la ciudad a través de la ventana, con una mueca de descontento en el rostro.
—¿Por qué no vienes esta tarde a pasar un momento conmigo?
—Sarò lì senza fallo, madre—le dije antes de colgar.
Mi mente se quedó en blanco un momento. Acababa de aceptar la invitación de mi madre y no solo eso; le dije que iría sin falta, cuando eso me traía muchos recuerdos de las noches en las que ella se recargaba al alfeizar de la ventana, con la cara empapada de lágrimas y botellas vacías de licor a su alrededor. El murmuro constante que ahogaba en sus labios al balancearse de atrás hacia delante, para después dejar de reprimir lo que sentía y darse por vencida.
Intenté olvidarlo durante catorce años, pero al parecer "non posso, tesoro, questo è al di là di me" fue la frase más dolorosa que mi mente reproducía.
No sé cuánto tiempo me quedé allí, con el móvil en la mano, los pies en el suelo y la cabeza en el pasado. Solo sé que el olor a quemado me hizo volver a la realidad y correr hacia la cocina maldiciéndome.
La sartén estaba cubierta de llamas cuando llegué, tanto que temí acercarme a apagar el incendio. Jayden apareció corriendo, portando solamente una braga de algodón; había traído consigo el extintor que estaba en el pasillo.
Me aparté para que ella lo hiciera. Me quedé quieto al ver que la nube de humo se sustituía por una de color blanco. Jayden dejó caer el extintor al suelo provocando un sonido metálico y luego de asegurarse de que la llama había desaparecido apagó el quemador y se volvió a mí con mala cara.
—¡¿Te das cuenta lo que pudiste provocar, Connor?!
—Es mi culpa, estaba atendiendo una llamada.
—¡¿Por qué siempre le das más importancia a tu maldito celular que a lo que cocinas?!
—Era algo importante—mascullé, recargándome al mesón.
No pude evitar que el sentimiento de culpa me invadiera. Me sentía inútil y estúpido. Creo que ella supo que estaba pensando eso porque se acercó hasta recargarse a mi lado.
—Me asustaste—susurró, mirándose las uñas de los pies.
Suspiré y la abrace por el costado. Ella recargó la cabeza en mi hombro y cerró los ojos. Fue... tan automático que se sintió normal, como si lo hubiésemos hecho con frecuencia. Supe que no era más que un abrazo de amigos—porque, de no haberlo sido, ella no sentiría esa confianza—, sin embargo, mi sistema se vino abajo cuando ella se puso de puntillas para darme un beso en los labios y no fue precisamente un beso corto.
—Sigo enojada contigo—me informó, accediendo más a mi boca.
—¿Y cuándo no lo estás?
La acerqué más a mí, tomándola de la cintura con una mano y acariciando su espalda baja con la otra. Ella cruzó sus brazos por mi nuca para tomarme del pelo mientras me seducía con sus apenas audibles gemidos. Recorría mis labios por su clavícula y cuello cuando me empujó abruptamente.
Me quedé desconcertado en un principio ante su rechazo, hasta que escuché que la puerta principal se abría y todos mis sentidos buscaban una posible manera de cubrir los senos de Jayden. También sus bragas que daban muy poca imaginación.
Me saqué la camisa por la cabeza y se la ofrecí.
—¿Qué...? —Comenzó.
—Ponte esto.
—¿Connor? ¿Jayden?
Sin poder evitarlo le eché una ojeada al marco de la puerta para comprobar que Bruce todavía no estaba cerca. Me giré en seco hacia ella y se quedó helada, sin hacer o decir nada, solo tenía el ceño fruncido.
—¡Hazlo antes de que Bruce te vea casi desnuda! —murmuré atropelladamente, entregándosela.
—No hace falta. ¿No dijiste que te gustaba experimentar? ¿Y si él se nos une?
Me crucé de brazos y la fulminé con la mirada. Ella enseguida tradujo lo que le quería decir: que me refería a experimentar con ella y no incluyendo a un tercero. Giró los ojos, soltando una carcajada y se colocó la camisa, la cual —gracias a Dios— le llegaba a mitad de los muslos.
—¿Contento? Luego dices que yo soy la amargada que no le gustan las bromas—se cruzó de brazos.
La miré a los ojos por un largo momento y ella hizo lo mismo. Sus labios se lucían igual de deleitables como sabían, el ligero sonrojo de sus mejillas en contraste con su piel suave y su desafiante mirada —que en ese momento adquiría más florescencias azules que verdes—, me dejaba anonado. Cada vez que ella me sostenía la mirada de esa forma tan precisa, estaba a medio paso de perder la sensatez.
—Ah, ahí están, chicos—Bruce soltó un suspiro en duda.
Jayden se recargó a la barra como si no hubiera sucedido nada y se ocupó de quitar un nudo pequeño de su cabello, mirando a Bruce con una ceja enarcada.
—¿Por qué huele a humo?
—Bruce—lo interrumpí—. ¿Cómo es que siempre entras a mi casa sin antes tocar?
Él hizo una mueca de culpabilidad.
—Eh... mmm... yo... ¿no lo sabes...?
—Adoro esto—se rio Jayden—; cuando la gente se humilla. Me fascina el drama. Mucho más cuando no me implica.
—¿Algo más? —ironicé.
—Sí, tengo hambre—ella me miró como si yo fuera el origen de su desgracia.
—Yo les traje desayuno—Bruce levantó las tres bolsas que traía en las manos.
Jayden fue a quitarle una bolsa y comenzó a sacar una caja que contenía unos waffles con queso, algún pastelillo y café. La observé mientras iba a la bajilla por un plato para poner su comida allí y observarnos a los dos en silencio mientras se llevaba un trozo a la boca. Al percatarse que ninguno dejaba de verla, cogió su plato de la mesa y el extintor del suelo
—Esto es tenso e incómodo... Me largo a mi cuarto.
—Bonita camisa—le dijo Bruce con un tono burlón antes de que pretendiera ir hacia el pasillo.
Jayden se detuvo abruptamente, abrazando el extintor para que no se le refalara y sonrió.
—¿Y sabes qué es lo mejor de todo? —preguntó con una mirada inocente—, que es mía.
Puse los ojos en blanco. Sería toda una causa perdida decirle lo contrario, porque después de todo; me lo merecía.
No pude quitarle la vista al borde de mi antigua camisa cuando ella nos dio la espalda.
Bruce, quién parecía confundido, me sonrió:
—¿Desayuno de la paz? —añadió luego de darse cuenta que no estaba entre mis intenciones romper el silencio.
Tomé la bolsa que me ofrecía después de considerarlo dos veces y le señalé uno de los taburetes. Durante tres minutos ninguno dijo nada, solo nos centramos en comer en silencio.
—Creí que nuestro acuerdo implicaba en no pelearse por chicas y es justo lo que hemos hecho...—comentó, dudoso.
—Tú sabes bien que si se tratara de alguna otra persona no me hubiera involucrado. Pero se trata de tu novia y June. Y, por lo tanto, también de Jayden. Prácticamente son parte de nuestro grupo, Bruce. Con eso no se juega.
Se tomó en puente de la nariz y suspiró:
—Sé que tú tienes ese cariño fraternal por nosotros, Connor, sé que ese fue uno de los motivos por los que pusiste una pausa en lo que tenían Laia y tú...
—Y una mierda. Lo que sucedió no es comparable.
—... lo que en mi caso sucede no es remotamente lo mismo—accedió—. Te lo dije desde un principio. Te dije que ella me gustaba. ¿Qué pasaría si Jayden te da una mínima oportunidad de estar con ella? Lo aceptarías sin siquiera procesarlo. Es como si fuera automático. Cualquiera aceptaría la posibilidad de estar con la persona que desea, ¿sabes por qué? Porque es una probabilidad. Y eso es mejor que nada. Tú eres como yo: no desperdiciamos una sola oportunidad. La gran diferencia es que te está costando reconocerlo.
Hasta ese momento sus palabras me eran razonables, sabias incluso. No estaba muy equivocado porque eso justamente había hecho la noche anterior: tomar la mínima oportunidad con Jayden. Pero toda la idea que Bruce había construido se derrumbó con esa última frase.
—Te equivocas, amigo, no hay gran diferencia—sentencié arqueando una ceja—. A ti también te cuesta reconocer las cosas; que una relación es de dos, por ejemplo.
Le di un trago a mi café tranquilamente mientras él era todo un cuadro con diferentes expresiones, texturas y colores.
«Ella estaría orgullosa de lo profundo que eres».
—No estoy aquí para hablar de mi estado actual—concluyó—. Estoy aquí para hacer las paces. Para aceptar que la cagué en grande.
Honestamente, ni siquiera sabía por qué estaba diciéndome esto, cualquier otra persona se hubiera ahorrado el tiempo y las palabras. A excepción de él. Si alguna vez alguna chica enamoraba de Bruce quisiera que lo hiciera por la facilidad con la que reconoce sus errores cuando algo le importa.
—Por mí es como si esto nunca hubiera pasado, cabrón. Pero necesitas resolver la situación con quién sí tienes problemas—le aconsejé, dándole una palmada en la espalda para ir hacia mi habitación con el teléfono en la mano, comprobando que se me hacía tarde para la reunión con mamá.
Me vestí con algo más adecuado tomándome tiempo en hacerlo. En caso de que Bruce quisiera algo como beber agua, usar el televisor o ir al baño, ya tenía la confianza para ello luego de que prácticamente viviera aquí antes de la llegada de Jayden.
Escuché el sonido de mi puerta mientras me las mangas de la camisa. Era ella, porque Bruce nunca había tenido la decencia de tocar.
—Voy a echar una carga a la lavadora—me informó en cuanto abrí—, ¿tienes ropa sucia?
—Sucia tengo la conciencia después de anoche, Grinch.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Qué te quite el cerebro y lo ponga en la lavadora? —chistó, arrugando el semblante.
—Igual podría conformarme con un be...
—La ropa, Connor. —Insistió.
—¿Qué dices? ¿Qué te la quite?
Puso los ojos en blanco y a travesó el umbral para entrar por completo a mí habitación, al ser su primera vez en ella observó el color gris de las paredes, mi edredón azul marino, la lampara de cristal sobre la mesita de noche, el piso de madrera oscura y enorme ventana sin cortinas —por la cual entraba sin contemplación la luz solar—. Puso un gesto de asco al atisbar el desorden proveniente del armario y fue hacia el cuarto de baño a tomar el cesto.
La seguí hasta la lavandería observando cada uno de sus previos movimientos antes de encender la lavadora.
—¿Qué es lo que quieres decirme? —me atreví a preguntar, cruzándome de brazos.
—Nada.
Bufé y le tomé el mentón, sosteniendo nuestras miradas.
—Cuando planeas lavar me avisas con un día de anticipación, todo el tiempo. Lo que me lleva a suponer que no hacerlo antes solo fue una excusa para pretender decirme algo.
Abrió la boca para protestar y la cerró en cuanto supo que no tenía argumentos.
—Dime—presioné.
Me puso mala cara antes de responder:
—No malinterpretes lo que sucedió anoche. Ni tampoco se lo cuentes a nadie.
—No planeaba hacerlo—admití, arrugando el ceño.
Ella negó y retrocedió un paso, absorta en sus pensamientos.
—Yo..., yo—Bufó—... Necesito que me digas que solo fue un polvo—se mordió el labio, insegura—. No quiero que las cosas se pongan tensas, ni que haya malentendidos por tu parte... o por la mía.
—No lo se pondrán—le aseguré. Pero ella no estaba conforme con eso, por lo que solté—: Soy un hombre simple, tu misma lo has dicho, así que dime: ¿no crees que si me interesara tener algo más contigo ya te lo habría dicho?
° 。° 。♬ ° 。° 。° 。
Detuve el coche en la dirección exacta en la que Laia me había enviado en un mensaje de texto y la observé entrar con una sonrisa fingida. Se balanceó para colocarme un beso en la mejilla y enseguida el olor a su perfume me invadió las fosas nasales.
—¿Qué? —me extrañé—. ¿Por qué esa cara triste?
—Arthur.
No necesitó más palabras para que yo dedujera que habían peleado, otra vez. Puse los ojos en blanco y lo insulté en voz alta. Laia suspiró abrazándose a sí misma y me miró con curiosidad.
—No creo que te apetezca escuchar este drama, así que, ¿me llevas a casa con Larry Daniel para que tú puedas irte a donde sea que vayas?
—Te llevaré conmigo a cenar en casa de mis padres—la interrumpí.
—¿Hablas enserio? —Se le iluminó la mirada.
—A mi madre le encantará verte otra vez.
—¿Por qué no te molesta ir con ellos? —Inquirió cuando puse en marcha el auto—. Sinceramente te veo más relajado, creí que te pasarías el día amargado cuando Bruce me llamó para preguntarme si sería buena idea presentarse en tu casa.
—Pues te equivocaste.
—Ya me imagino porque estás de buen humor. Y también me imagino a dónde y por qué te fuiste tan temprano de la fiesta.
Desvié la vista a su rostro, noté que una sonrisa irónica alzaba la comisura de sus labios y me atreví a responder:
—¿No te parece que el método funciona? A mí me quitó todo el estrés que tenía.
—¿Fue con Zara? —consultó, interesada.
—No.
Aguardó unos segundos para procesarlo y buscar otra opción.
—¿Alguna desconocida?
Negué con la cabeza.
—Eso quiere decir que la conozco.
Me quedé callado, recordando la discreción que Jayden me pidió.
—Fue un polvo sin importancia.
Al menos eso logró que desviara el tema y se tranquilizara un poco.
Uno de los defectos más grandes de Laia era que podía ser capaz de advertir la más mínima reacción distinta en mí o algún ser querido, pero nunca en sus parejas. Con ellos se colocaba una venda gruesa en los ojos que le impedía ver, por supuesto que la sentía; solo que nunca se atrevía a quitársela ella misma.
—Me quedé preocupada por Jayden ayer...—Comentó, intrigada—. ¿Sabes?, creo que no le agrado; parece que construyó murallas para evitar integrarse con nosotros. June no es así, ella es mucho más amable.
—Le dijeron algo que la molestó—adiviné—. Aunque no lo creas, Jayden actúa como lo hace porque tiene razones.
—Igual podría ser más fácil si nos dijera qué le molesta—farfulló, muy cerca del hastío.
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