ೋ Capítulo 17: ೋ
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"El proceso más grande es cuando chocamos con nuestros defectos y decidimos mejorar".
~Alejandro Saquera/ Mi viaje sin ti: lo que queríamos ser y no fuimos.
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Capítulo 17: Cierre.
Connor Schneider:
Hasta la fecha, no sé con certeza si utilizar al fin su número me emocionaba o me preocupaba. Era un misterio cómo reaccionaría, pero, me recordé a mí mismo que nos dimos una oportunidad como amigos y eso implicaba ser amistoso. Así que cogí mi celular una vez que estuve dentro del coche y tecleé los dígitos que se encontraban en la fotografía de su informe.
Admito que me había propuesto a añadirla a mis contactos, pero no lo hice sabiendo que caería en la tentación y terminaría enviándole un mensaje. Mientras esperaba tuve el impulso de fumar por segunda vez en la semana, solo para abandonar el estrés. Sin embargo, que ella respondiera al quinto tono me distrajo.
—Si buscas a una tal Iliana, ¿adivina qué? Te equivocaste de número. Así que dile a todos los de tu compañía que dejen de joderme. No soy ella ni la conozco, ¿entiendes? —se exaltó. Podía imaginármela con el celular en el oído, el ceño fruncido, una mueca de disgusto y un falso intento de calmarse.
—¿Así le respondes a todos?
Supe de inmediato que reconoció mi voz porque hubo un corto silencio y volvió a hablare más calmada:
—Solo a los números desconocidos y a quienes osan de interrumpirme.
—Entonces, señorita ocupada, ¿dónde se encuentra usted? Te busqué por todo Flippers—me quedé mirando la cajetilla de cigarrillos en la guantera abierta.
—No salí de la ciudad si es lo que preguntas.
Giré los ojos con obviedad mientras me la imaginaba sonriendo con malicia.
—Eso ya lo sé—farfullé. Me resultaba gracioso, pero también fastídiate tener que aclarar cada aspecto o situación para evitar un comentario sarcástico—. Me refiero a en qué sitio estás.
—En la residencia, Connor.
Arrugué el ceño confundido ante su simpleza al decir esas palabras.
¿Ya? ¿Por qué? Estábamos bien el día anterior, incluso cenamos mirando una película ¿Por qué ella querría irse? ¿Hice algo malo?
—¿Estas ocupado? —inquirió interrumpiendo mis cavilaciones.
—No, ¿por qué? —consulté, más que confundido.
Ella carraspeó y hubo un ruido que me hizo sospechar que se había cambiado el celular de oreja.
—¿Crees que puedas acompañarme? Estoy aquí porque necesito trasladar algunas cosas al departamento... y yo...
—¿Le temes a tu compañera de habitación? —sugerí.
—... necesito que alguien me ayude—finalizó, tajante.
—Estaré allí en diez minutos—le dije antes de colgar.
Me encontré a mí mismo aliviado de que fuera eso y no irse del apartamento. Porque Jayden creía que estaba estorbando, aunque estaba equivocada.
Sí, me disgustaba que quisiera pasar los fines de semana dentro de su cama, pero no tardé en llegar a la conclusión que se debía a que me aburría estando solo; también detestaba que me reprochara lo incompetente que era en la cocina, sin embargo, aquello valía la pena si terminaría comiendo algún platillo suyo. No me encantaba recibir quejas de los vecinos debido al volumen de la música, pero al encontrarla bailando o cantando, incluso me olvidaba de ello. En conclusión, Jayden podría ser un desastre, pero nunca estorbar.
Y ahora me percato de que, sin darse cuenta, ella remediaba una acción con otra.
Al llegar al edificio de la residencia; lo primero que hice fue verla en los escalones frontales con el celular en la mano, un gesto indiferente y la mochila en sus muslos. Reconoció el sonido del motor apagándose y provocó que mirara en mi dirección, casi de forma automática se puso de pie y colocó su mochila en su espalda.
No la perdí de vista al caminar hacia ella: portaba unos jeans rotos y una blusa roja que dejaba a la vista su ombligo y se moldeaba a las curvas de sus perfectos pechos. Definitivamente, tenía preferencia por sus prendas escotadas, tanto que, —si me lo permitiera—, le llenaría el closet con ropa de ese estilo.
—A tus ordenes—bromeé en saludo.
Ella señaló la puerta, decidida a entrar, yo la seguí. Subimos un piso por las escaleras cuando ella preguntó:
—Tengo hambre, dime que compraste algo de cenar.
—No, pero podemos preparar algo en casa—le recordé.
Creo que negó, no estoy seguro, yo estaba ocupado mirándole el culo. Maldecí cuando se dio la vuelta, así que bajé la mirada al suelo y disimulé agachándome para atar el cordón de mi zapato.
—Sí, grillo—murmuró, quejosa—, sé perfectamente que tienes comida en tu casa, pero es prácticamente una falta de respeto que no lleves algo contigo.
Negué con la cabeza terminando de hacer el nudo e incorporándome.
—Tú tienes más posibilidad que yo de llevar dulces contigo—le señalé el pecho—. De hecho, estarían muy cómodos allí.
Me sacó el dedo corazón y se dio la vuelta para seguir subiendo.
—Aquí es—me advirtió al llegar a la tercera planta, avanzamos hasta la mitad del pasillo y ella sacó unas llaves del bolsillo trasero de su pantalón, confirmándome que era ese objeto lo que hacía sus bolsillos se vieran disparejos—. ¿Crees que si abro la puerta la encontraré desnuda con un sujeto?
—Probablemente.
—Entonces hazlo tú—me tendió las llaves.
Retrocedí un paso.
—Créeme, el cuerpo de Renata desnudo es el último que querría ver—discrepé, negándome a abrir la puerta.
—Pero lo consideras como opción.
—Claro, si fuera la última persona en el mundo—objeté.
Se dio cuenta que yo era un caso perdido y que las chicas que transitaban el corredor nos juzgaban con la mirada, así que insertó la llave y giró la manija de la puerta para después abrirla. Al principio parecía que no había nadie, sin embargo, al adentrarnos presencié a nada más y nada menos que August Harris—a quien conocía porque compartíamos una clase y era amigo de Jordan—poniéndose la camisa entre medio de las ambas camas.
La sorpresa se vio reflejada en su rostro, pero no dijo nada debido a que, en ese momento, Renata salió de lo que parecía el baño. No sabía cuál gesto se veía más cómico, pero tenían cara de culpables, como si los hubiésemos pillado haciendo indebido. De todas formas, el primero en hablar fue él:
—¿Qué tal, Connor? —Me dijo en lo que parecía un saludo cordial—... y supongo que tú eres la compañera de habitación de Renata—agregó al ver a Jayden a mi lado.
Ella observó un segundo el aspecto de August. Supongo que le pareció guapo. No atribuí fuera de lo usual que ambos se dieran un repaso con la mirada. Me molestó, lo admito; tanto que agradecí que mi ex interrumpiera cualquier atisbo de conversación entre ellos:
—Él ya se va, pero seguramente tu no, ¿verdad, Jayden?
Ella la ignoró categóricamente que no le quedó más remedio que despedirse de su invitado. Jayden ingresó por completo al cuarto, mientras rodaba los ojos abrió un pequeño armario y acudió a el rincón para alcanzar una maleta gris y tirarla sobre la cama pegada en la pared izquierda.
—¡Oh, Connor! —Me saludó Renata como si hasta ese momento se hubiese dado cuenta de mi presencia—. Hacía ya mucho tiempo que no te veía. O al menos que no había tenido la oportunidad de hablarte..., desde que...
—Desde que rompiste conmigo, sí.
Ella me dedicó una sonrisa llena de pena. Fue como si de repente se hubiese arrepentido de eso. Después de siete años. Por mi parte le había perdido importancia, ni siquiera recordaba cómo o cuáles habían sido mis razones para pedirle salir. Sin embargo, sí que recordaba el por qué había terminado conmigo.
—¿Sabes? —Murmuré, con un tono suave, para luego adquirir indiferencia—: Creo que el motivo por el cual no te atreviste a hablarme se debe a que el remordimiento de lo que hiciste vive en tu cabeza.
Estuvo a punto de decir algo, quizá disculparse, pero reconstruyó su gesto enseguida.
—Necesito que sepas que si ella está contigo es porque necesita dinero—me dijo en un murmullo lo suficientemente alto para que Jayden escuchara—. Me enteré de que no pudo pagar esta mensualidad.
La susodicha casi de forma automática dejó la prenda que tenía entre manos en el borde de la maleta, suspiró pesadamente y con cansancio observó a Renata.
—Creo que te estás confundiendo, ¿no es eso lo que haces tú?
Trató de enmascararlo, pero cada palabra fue un bombardeo directo a su ego. ¿Debía de intervenir? ¿O prefería estar al margen desde el marco de la puerta para que ellas resolvieran su conflicto o si bien, se toman del pelo mutuamente? Ninguna se encontraba en problemas serios y si así se diera la situación, metería las manos para que no se dañaran.
—Eso de usar mis insultos en mi contra ¿no te parece muy trillado?
—Me parece trillado que estés metiéndote en lo que no te incumbe. Largo.
—Está es mi habitación—enfatizó, dando un paso hacia ella, con los brazos cruzados y la cabeza ladeada—. Tu perdiste el derecho de estar aquí cuando dejaste de pagar, ¿recuerdas?
—No te daré la satisfacción de hacerme perder el tiempo, Renata, porque eso estás haciendo: quitándome el tiempo—farfulló con hastío y siguió con su tarea, sacando otra cantidad de ropa de su armario.
—No sabía que las zorras apreciaban cada segundo de su tiempo.
—A ver...—comenzó su Jayden cerrando de mala gana la puerta del armario y recargándose en ella—, plantéate esto: ¿Soy yo quien traía a chicos a dormir cada maldita noche? ¿Soy yo, carajo, la que se besa con la mitad de chicos de la facultad? ¿Soy la chica a la que juzgan por circular fotos de ella misma desnuda? ¿Lo soy? Ahora; elabora una hipótesis, luego investiga. En caso de que quieras una respuesta inmediata para tu planteamiento; la respuesta es Renata Baker. Eres tú, felicidades.
Expandí una sonrisa que delataba orgullo.
Nunca dudé que podría defenderse, pero me encantó estar allí para comprobarlo.
La ayudé a terminar de hacer la maleta e incluso a empacar sus demás pertenencias antes de que hubiera un hueso roto. Renata intentó provocarla un par de veces más, al darse cuenta de que Jayden seguiría pasando de ella se quedó sentada en su cama revisando su celular con mala cara.
Jayden me dedicó una mirada suave cuando estuve cerrando la cremallera de la maleta.
—Si tanto deseas tener "privacidad" consíguete una habitación individual para que no sigas jodiendo a tus compañeras—le dijo en voz baja, dejando caer sus llaves a los muslos de Renata—. Y deja de ser tan egoísta.
—¿No me vas a mandar a la mierda?
—Ya has estado allí mucho tiempo.
Sin decir más esperó a que yo saliera para cerrar la puerta.
—¿Qué fue eso? —Pregunté, intrigado.
Ella se encogió de hombros.
—Fue el cierre que necesitaba—suspiró, quitando su maleta de mi mano—. Me siento como si me hubiera quitando un gran peso de encima—comentó.
—Déjame llevarla abajo.
Asintió, por algún motivo un tanto insegura.
—Hablando de sensaciones yo...—se interrumpió a sí misma.
—Dime—la animé, pero ella se quedó inmóvil—. No puede ser tan malo, Grinch.
—Yo...—carraspeó, indecisa—. Siento que te debo algo; por todo lo que has hecho. Por alojarme, por llevarme a casa de mis padres aquella vez, por darme aventones de vez en cuando y por esto...
—Jayden...
—... y no sé cómo pagarte, enserio...
Algo había aprendido durante todo este tiempo, algo que podría echarle en cara a Bruce: independientemente de la atracción que sentía hacia ella, me impulsaba más la necesidad de saber que le estaba ayudando, sin otras intenciones de por medio.
—No tienes por qué hacerlo—susurré en tono suave pero tajante. Le eché un vistazo con suspicacia, lo que provocó que ella entrecerrara los ojos, confundida—. ¿Te sientes bien?
Se dio cuenta de que pretendía analizarla a fondo, por lo que asintió iniciando a caminar hacia las escaleras.
—Estoy un poco sensible porque te irás a competir y me dejarás sola durante tres días—ironizó.
—Oh, sí—sonreí, siguiéndole el juego—. Admite que me echarás de menos.
—Yo no adulo a las personas, no es lo mío—me respondió. Sin embargo, ella no se reía. En lo absoluto.
Dejé que decidiera si quería compartir sus pensamientos conmigo sin insistirle. Se mantuvo extrañamente callada e inexpresiva los siguientes diez minutos y mientras colocaba su equipaje en el maletero —completamente desprevenido—, ella soltó esa pregunta:
—¿Qué se siente, Connor?
—¿Qué cosa?
—No decepcionar a tu familia.
No encontré las palabras adecuadas para responderle en ese momento, porque una parte de mí, una diminuta parte, pero lo suficientemente grande para tomarse en cuenta..., se preguntó lo mismo.
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