Capítulo 2
El sol comenzaba a iluminar el horizonte cuando el sonido de un motor rompió la tranquilidad matutina frente a la majestuosa casa de los Jeon. Una limusina negra esperaba paciente en la entrada, su chofer revisaba su reloj de vez en cuando mientras tamborileaba los dedos sobre el volante.
—Seokjin, apúrate o llegaremos tarde —llamó Jungkook desde la entrada, ajustándose la corbata del uniforme escolar con un ademán despreocupado.
—Ya voy —contestó Seokjin desde las escaleras, bajando con elegancia. Vestía su uniforme perfectamente arreglado, como si fuese parte de un desfile. Cuando alcanzó a Jungkook, le dio una sonrisa que iluminó todo su rostro.
La rutina siempre comenzaba temprano, especialmente para los estudiantes que asistían a una de las escuelas más prestigiosas de Seúl. Seokjin, con su impecable uniforme y una sonrisa apenas dibujada, salió de la casa acompañado de Jungkook.
El menor caminaba con su característico entusiasmo, ajustándose la mochila sobre un hombro mientras lanzaba comentarios casuales para llenar el silencio matutino.
— ¿Estás emocionado por tu cumpleaños, hyung? —preguntó Jungkook, mirando de reojo a quien ya él consideraba su hermano mayor adoptivo. — Podemos hacer una fiesta enorme y...
Seokjin negó suavemente, observando cómo los primeros rayos del sol iluminaban el césped perfectamente cortado. Su negativa silenciosa había matado el entusiasmo que Jungkook cargaba.
— Sabes que no me gustan las fiestas grandes. Prefiero algo tranquilo, con pocas personas —respondió mientras se subía al auto. ¿Por qué iba a estar feliz por ese día? Después de todo, ni siquiera era su cumpleaños real, solo marcaba la fecha en la cual él llegó al orfanato. Era un aproximado nada más.
Jungkook asintió sin querer presionarlo, aunque no podía evitar sentir cierta desilusión. La familia Jeon había ofrecido organizar una celebración digna de un heredero, pero Seokjin, fiel a su carácter reservado, lo rechazó.
Ambos subieron al auto, donde el interior lujoso y espacioso los esperaba. Aunque Jungkook estaba en un grado inferior, los Jeon siempre se aseguraban de que fueran juntos a la escuela.
El trayecto hasta la escuela transcurrió en una calma relativa. El vehículo recogió a Namjoon y Yoongi por el camino. Aunque pertenecían a grados y aulas distintas, el destino parecía querer que sus vidas permanecieran entrelazadas. Jungkook, siempre alegre, llenaba los momentos con bromas mientras Yoongi respondía con su típico sarcasmo, arrancando sonrisas de Namjoon y Seokjin.
Cuando llegaron a la escuela, la rutina estudiantil tomó el control. Pero ese día no era como cualquier otro. Era el cumpleaños de Seokjin. Aunque no habría una gran celebración, eso no significaba que pasaría desapercibido.
El día transcurrió tranquilo, hasta que Jin llegó a su taquilla entre clases. Algo captó inmediatamente su atención: una pila de regalos cuidadosamente colocados dentro. Sus ojos se iluminaron mientras empezaba a inspeccionarlos uno por uno, había algunas postales, cartas y cajas de regalos. Podía reconocer el origen de cada uno sin necesidad de abrirlos.
El primer regalo era una pequeña caja de madera tallada a mano. Seokjin supo de inmediato que era de Yoongi, quien siempre tenía un gusto exquisito por lo artesanal y significativo. Dentro, encontró un par de auriculares de alta calidad y una nota sencilla: "Para que disfrutes tu música favorita en la mejor calidad posible. Feliz cumpleaños. —Yoongi". Una sonrisa cálida se extendió por su rostro. Junto a ese regalo, su novio le entregó otro más. Le había dejado otra caja pequeña, pero elegante que contenía un delicado reloj de pulsera. La inscripción en el reverso decía: "Siempre a tiempo para ti". Jin acarició el reloj con cariño, conmovido por el gesto. No creía que era prudente colocárselo en ese instante, ya que no quería atraer más miradas de las debidas, por lo que con una sonrisa lo volvió a envolver y guardar cuidadosamente
Los siguientes paquetes, envueltos con colores brillantes y algo de papel arrugado, era claramente obra de Jungkook. Contenía un pequeño peluche de una alpaca y una barra de chocolate suizo. "¡Espero que te guste, Jin hyung! El chocolate es tan dulce como tú." Jin se río suavemente ante la dulzura y la inocencia de su amigo menor.
Antes de darse cuenta, las lágrimas comenzaron a caer mientras miraba otro de los regalos de Jungkook. Un pequeño álbum de fotos lleno de imágenes que habían tomado juntos en sus momentos más felices e incluso tristes desde que fue acogido por los Jeon. Desde excursiones hasta momentos casuales en casa, días en los que Jin parecía perdido y Jungkook llegaba sin más a sacarle una sonrisa o acompañarlo en su tristeza. Las páginas estaban llenas de recuerdos acompañados por pequeños comentarios escritos con la letra desordenada de Jungkook.
Por el último, llegó a los obsequios que de cierta forma lo dejaron sin aliento. Envueltos con una perfección casi obsesiva, se trataba de dos libros. El primero era un libro de poesía raro que llevaba tiempo buscando y que había mencionado solo una vez en una conversación con Namjoon. El segundo, otro libro que llevaba meses buscando, una edición especial de un autor que admiraba. Era otra cosa que había mencionado una sola vez en una conversación casual. El pequeño marcador que acompañaba el regalo tenía una nota que decía: "Los detalles importan. Espero que disfrutes cada palabra. Feliz cumpleaños, Jin. –Namjoon." Esa nota podría parecer breve, pero era muy significativa para el cumpleañero.
El corazón de Jin latió más rápido. No había esperado que Namjoon recordara algo tan insignificante como sus comentarios sobre esos libros. Mordiéndose el labio para contener la emoción, cerró la taquilla y corrió por el pasillo.
Cuando encontró a Namjoon en la biblioteca, no pudo contenerse.
—¡Namjoon! —Llamó, acercándose rápidamente. Namjoon levantó la vista, sorprendido.
—¿Todo bien? —Preguntó con una sonrisa. Por un momento miró a su alrededor para asegurarse de que no había personas que se pudiesen incomodar por escucharlos hablando en un lugar que estaba supuesto a permanecer en silencio.
—Gracias —dijo Jin, su voz emocionada. Antes de que Namjoon pudiera responder, Jin se inclinó y lo abrazó con fuerza. Namjoon parpadeó, sorprendido pero encantado por el gesto. Sin poderlo evitar, rodeó al mayor por su cintura e inhaló profundamente su aroma. Cuando Seokjin se separó, lo miró fijamente, con una sonrisa que no podía ocultar. —No tenía idea de que recordarías algo así.
— Soy bueno escuchando, supongo —Namjoon se rascó la nuca, ligeramente avergonzado. —Los detalles importan. — Namjoon se encogió de hombros, tratando de disimular su propia emoción.
El momento se alargó cuando ambos se quedaron en silencio, mirándose a los ojos. Ambos rieron, pero algo en el ambiente cambió cuando sus miradas se encontraron de nuevo. El momento parecía alargarse, ahí, justo en ese preciso instante en el cual sus ojos intentaban evaluar qué les estaba ocurriendo. Sin decirlo, entendieron que aquel momento no era como los demás. Seokjin dio un paso más cerca, y Namjoon no retrocedió. Sus respiraciones se mezclaron, y el mundo a su alrededor pareció detenerse. Pero antes de que algo pudiera suceder, una voz conocida rompió la burbuja.
—¿Qué está pasando aquí? —dijo Yoongi, apareciendo de repente con una expresión curiosa. — Perdiéndose entre libros incluso fuera de clases, ustedes sí que aman estudiar.
Ambos dieron un salto hacia atrás, alejándose rápidamente. Jin miró a Namjoon y luego a Yoongi, sin saber qué decir. Namjoon se aclaró la garganta.
—Nada, solo le estaba deseando un feliz cumpleaños a Jin — espetó Namjoon con una sonrisa forzada.
Yoongi arqueó una ceja al verlos tan tensos, pero no dijo nada más, dejando que la llegada de otros estudiantes a la biblioteca sirviera como medida de entretenimiento, guiando el flujo de la conversación a algo más trivial y relajado. Con una sonrisa observó los libros, diciéndole a Namjoon que le parecían geniales y así, ambos caminado de regreso a clases.
Después de clases, los cuatro decidieron pasar la tarde juntos. Seokjin no quería una gran fiesta, pero sí quería pasar tiempo con ellos, quienes de cierta forma, eran las personas más importantes en su vida. Jungkook era como un hermanito a quien le tomó cariño demasiado rápido, alguien a quien prometió querer y cuidar. Namjoon era un buen amigo y Yoongi era su novio, quien se aseguraba de no dejarlo caer ni solo en ningún momento. Los señores Jeon también eran importante, principalmente, Younghee, ella lo trataba como una madre trata a un hijo y eso nunca se lo podría pagar.
Fueron al parque cercano, donde alquilaron bicicletas para recorrer los senderos. Las risas y las bromas llenaron el aire mientras Jungkook intentaba competir con Yoongi, quien demostraba una sorprendente habilidad para las carreras.
El aire fresco de la tarde llenaba el parque mientras las ruedas de las bicicletas chirriaban sobre el pavimento. Para ser un día de invierno en el último día del año, estaba sorprendentemente soleado y la temperatura, aunque algo fría, pasaba más por un día otoñal que invernal. Los árboles altos arrojaban sombras alargadas que bailaban con la brisa, y las risas de los cuatro amigos rompían el murmullo de las hojas. Seokjin, Namjoon, Yoongi, y Jungkook disfrutaban de su tiempo juntos, dejando atrás el bullicio de la escuela y las tensiones que acechaban bajo la superficie de sus relaciones.
Jungkook iba adelante, su competitividad juvenil empujándolo a acelerar para ganar ventaja. Namjoon pedaleaba con calma detrás, sin prestar atención a la carrera improvisada. Yoongi, siempre observador, mantenía ahora su bicicleta al ritmo de Seokjin, cuya presencia le iluminaba cada momento.
— ¡Hyung! —gritó Jungkook, girando bruscamente hacia un sendero estrecho. — ¡Vamos por aquí, hay menos gente!
Seokjin rio ante el entusiasmo del menor y, sin pensarlo mucho, lo siguió, dejando atrás a Yoongi y Namjoon. La carrera se transformó en un juego de persecución, con Jungkook burlándose de Seokjin y haciendo pequeños trucos con la bicicleta.
— ¡Tienes que admitirlo, hyung, soy más rápido! —dijo Jungkook, riendo mientras pasaba rozando a Seokjin. — Ventajas de ser el más joven frente a un viejo.
— ¡Solo porque me estoy conteniendo, mocoso! —Replicó Seokjin, aunque sabía que no podría alcanzarlo.
Yoongi y Namjoon, al ver la distancia que se formaba, decidieron no apresurarse. Yoongi, siempre astuto, aprovechó la oportunidad para mantenerse cerca de Namjoon.
— Pareces distraído hoy —comentó Yoongi, con la vista fija en el camino frente a ellos.
Namjoon negó lentamente, pero su silencio prolongado traicionaba la verdad.
— No es nada importante —respondió finalmente.
— Sabes que puedes hablar conmigo, ¿verdad? Tienes que tener ese conocimiento tan claro como el de los libros que te lees. Eres mi amigo, Namjoon. Sé que a diferencia de Jungkook quien es siempre efusivo y hace que todos tomemos un ritmo más rápido en ocasiones, tú y yo tenemos una gran amistad con diferentes matices, más calmada y hasta profunda en ciertos aspectos. Quizá es porque nuestra brecha de edad es más corta, pero entendemos mejor nuestros problemas. Si necesitas hablar conmigo, de lo que sea, no dudes en hacerlo. Te escucharé y estaré aquí para ti.
¿Qué le podía decir? No es como si Namjoon pudiese decirle a su mejor amigo que le gustaba su novio.
— Lo sé, hyung.
Yoongi lo miró de reojo, pero no insistió. Sabía que Namjoon tenía una forma particular de procesar sus emociones. A veces las empujaba hacia el fondo, donde podían hervir en silencio.
Después de varios minutos de pedaleo, los cuatro amigos llegaron al final del sendero, donde un pequeño café con vistas al río los esperaba. Dejaron sus bicicletas apoyadas en un costado y se sentaron en una mesa al aire libre. El lugar era tranquilo, con solo el sonido del agua corriendo y las conversaciones de fondo.
Jungkook revisaba el menú con entusiasmo, aunque sus ojos se desviaban constantemente hacia Seokjin, quien reía suavemente con Yoongi. Mientras tanto, Namjoon permanecía callado, fingiendo interés en los árboles al otro lado del río.
— ¿Qué van a pedir? —Preguntó Seokjin, mirando a los demás.
— Un café helado para mí —respondió Yoongi, apoyando un brazo alrededor del respaldo de la silla de Seokjin.
— Un té para mí —dijo Namjoon, sin desviar la mirada del menú.
Jungkook pidió un batido de chocolate, insistiendo en que merecía algo dulce después de tanto ejercicio. Cuando llegó la mesera, hicieron sus pedidos y se quedaron disfrutando del ambiente relajado. Fue entonces cuando Yoongi se inclinó hacia Seokjin con una sonrisa traviesa, sacando una pequeña caja de su bolsillo.
— Antes de que lo olvide... Feliz cumpleaños, hyung.
Seokjin parpadeó, sorprendido, mientras tomaba la caja. Al abrirla, encontró un par de anillos delicados, simples pero elegantes. Una sonrisa amplia iluminó su rostro mientras levantaba la vista hacia Yoongi.
— ¿Qué es esto? ¿Cuántos regalos me vas a dar hoy?
— Son anillos de pareja —respondió Yoongi, con una sonrisa tranquila. — Pensé que sería un buen detalle. Ya sé que te he dado regalos, pero quiero consentirte y llegarte de regalos no solamente en un día como hoy que es el primer cumpleaños que pasamos juntos, sino, siempre.
Seokjin no pudo contener su emoción al escuchar sus palabras, le devolvió la sonrisa a Yoongi y, sin dudarlo, tomó uno de los anillos y lo deslizó en su dedo, para luego ayudar a Yoongi a ponerse el suyo. Fue un gesto íntimo, acompañado por un beso no tan rápido y cariñoso. Estaban al aire libre y no querían causar una escena, por lo que no profundizaron el beso y se limitaron tomarse las manos con una sonrisa perenne en sus labios.
Namjoon miró la escena desde el otro lado de la mesa. Aunque intentaba mantener la compostura, sintió una punzada de molestia que creció rápidamente hasta convertirse en algo más profundo. La conexión entre Yoongi y Seokjin era innegable, y por primera vez en mucho tiempo, Namjoon se sintió completamente fuera de lugar.
Sin decir una palabra, se levantó de la mesa, apartando su silla con un movimiento brusco.
— Necesito un poco de aire —murmuró, sin mirar a nadie en particular, antes de alejarse.
La repentina partida de Namjoon dejó un silencio incómodo. Jungkook, quien también se había sentido un poco fuera de lugar con la muestra pública de afecto, se levantó rápidamente.
— Yo también me voy para dejar a los tortolitos, no estoy para empalagarme con su cursilería. — Bromeó Jungkook poniéndose en pie. — No lleguen demasiado tarde a la casa y, si lo hacen envíenme un SMS para saber si debe darle una excusa a mi mamá o no.
— De mamá Jeon me encargo yo. — Agregó Seokjin viendo como el pelinegro corría hacia su bicicleta. — ¡Ten cuidado!
— ¡Sí, sí! — Esas fueron las últimas palabras de Jungkook mientras se apresuraba a alcanzar a Namjoon. No se había demorado nada, pero por un momento creyó haberlo perdido, pero no fue así, lo vio un poco más adelante.
Namjoon estaba sentado en un banco cerca del río, con los codos apoyados en las rodillas y las manos entrelazadas. Miraba el agua correr, intentando calmar el torbellino de emociones que lo había invadido. Jungkook se acercó en silencio, tomando asiento junto a él sin decir una palabra. La tranquilidad del lugar era reconfortante, pero no lo suficiente para disipar la tensión.
— ¿Estás bien, hyung? —Indagó finalmente Jungkook, rompiendo el silencio.
Namjoon no respondió de inmediato. Su mirada permaneció fija en el río, como si buscara respuestas en su flujo constante.
— Es complicado —admitió, con la voz apenas audible.
— ¿Quieres hablar de ello?
Namjoon suspiró, sacudiendo la cabeza. Era la segunda persona que le pedía hablar de ello. Por edad, Namjoon era un puente entre Yoongi, Seokjin y Jungkook. Era mayor que Jungkook, pero menor que los otros dos. Los tres estaban en el último año de preparatoria porque Seokjin tuvo que retomar la escuela después de perder un año por sus asuntos personales en el orfanato. Recién volvía a retomar la escuela con el apoyo de Jeon Younghee. Yoongi era el único que estaba en el grado que le correspondía, porque Namjoon, gracias a sus conocimientos avanzados, en el pasado le adelantaron el grado escolar.
Jungkook, aunque tres años mayor que ellos y todavía cursando su último año de secundaria, era lo suficientemente maduro para algunos temas, pero para otros era como un verdadero niño. Bueno, todos lo eran de cierto modo, no eran adultos y los adolescentes seguían siendo considerados como niños por muchas personas. Gracioso, porque era una edad donde no encajaban con muchas cosas. Por esas cosas a veces podía conversar con Jungkook de sus problemas, pero en ocasiones como esa, no estaba muy seguro de que el menor lo pudiese comprender.
— No estoy seguro de que hablar lo haga más fácil.
Jungkook asintió, respetando el espacio del mayor. Pero su preocupación era evidente. Aunque no conocía los detalles, podía sentir que Namjoon cargaba con algo que le estaba afectando mucho.
— Hyung —dijo finalmente, con un tono más serio. — Sea lo que sea, no tienes que enfrentarlo solo. Estoy aquí para ti, ¿sabes?
Namjoon giró la cabeza para mirar a Jungkook, y por primera vez en toda la tarde, permitió que una pequeña sonrisa se asomara.
— Lo sé, Jungkookie. Gracias.
El momento de sinceridad fue interrumpido cuando Yoongi y Seokjin llegaron al lugar, caminando juntos, cada uno sosteniendo su propia bicicleta. Ellos tenían pensado seguir su tarde juntos, ya se habían despedido, pero al verlos sentados a la orilla del Río, no pudieron evitar acercarse. El ambiente se relajó un poco cuando Yoongi, con su habitual sarcasmo, preguntó:
— ¿Qué pasa? ¿Namjoon no puede soportar tanto amor en el aire? — Namjoon bufó, intentando mantener la calma.
— Solo necesitaba un poco de espacio.
Seokjin, sintiendo que algo andaba mal, se inclinó hacia él.
— ¿Seguro que estás bien, Joon?
Namjoon asintió, aunque evitó su mirada. Sabía que Seokjin significaba demasiado para él, pero también que lo que sentía era algo que no debía explorar.
— Estoy bien, Jin. Solo... un poco cansado.
La respuesta pareció suficiente para Seokjin, quien no insistió más. El grupo decidió volver a dispersarse para que cada cual siguiera con sus respectivas actividades. La pareja se fue por un lado, Namjoon y Jungkook se fueron por otro.
Aunque en la siguiente hora quiso seguirle la corriente a Jungkook, Namjoon no podía dejar de pensar en el momento en la biblioteca, cuando casi besó a Seokjin. Sus emociones eran una mezcla de culpa, deseo y confusión. Sabía que lo que sentía no era algo que pudiera ignorar, pero también que no podía actuar sobre ello sin arriesgar todo lo que tenían. Valoraba demasiado la amistad que los unía a todos, principalmente Yoongi en este caso. Además, no quería poner a Jin en conflicto, el mayor seguramente solo se había dejado llevar por la emoción, aquello no significó ni tenía un porqué significar nada.
+++
Ya el aire nocturno comenzaba a enfriarse cuando Yoongi y Seokjin caminaron por las calles iluminadas del distrito más tranquilo de la ciudad. Min, siempre discreto pero atento, había planeado la velada con cuidado. Sabía que Jin no era de grandes espectáculos, pero también que apreciaba los pequeños detalles. Se detuvieron frente a un café con una terraza en la azotea, iluminado por guirnaldas de luces cálidas que colgaban sobre las mesas. Desde allí, la vista de la ciudad era impresionante.
— ¿Cómo sabías que me gustaría este lugar? —preguntó Jin, mirando alrededor con una sonrisa genuina.
Yoongi se encogió de hombros, pero la leve curvatura de sus labios delató su satisfacción.
— Me dijiste que este tipo de lugares y momentos te parecían románticos. Te gustaban las terrazas, los tonos a media luz y estar acompañado de mí, tomando mi mano. — Seokjin debía admitir que, aunque Yoongi por momentos pareciera despistado o carente de ciertos afectos a ojos de todos, con él era muy diferente. Cada cosa que le comentaba o pedía, Yoongi se lo daba, desde que se conocieron, así había sido. — Además, necesitábamos un lugar donde no nos interrumpan. — Hizo un gesto hacia una mesa apartada en la esquina más tranquila.
Se sentaron, dejando que el ambiente hiciera su magia. La conversación fluyó fácilmente, como siempre lo hacía entre ellos. Hablaron de sus sueños, Seokjin quería manejar un hotel y Yoongi desmantelar la empresa de su padre para crear algo más. No quería pasar toda su vida detrás de escritorios, entre juntas y viajes de negocios. Bromearon sobre las pequeñas manías de sus amigos y recordaron anécdotas que los hicieron reír hasta que sus estómagos dolieron. Yoongi, quien no era conocido por mostrar abiertamente sus emociones, encontró en Jin la única persona con la que podía dejar caer sus barreras.
Cuando la noche comenzó a profundizarse, Yoongi deslizó una pequeña caja sobre la mesa. Jin la miró sorprendido. Ya no le iba a preguntar cuántos regalos más pensaba darle, porque suponía que ese era el modo en el cual el menor mostraba su afecto, le gustaba darle presentes y, en un día como ese en el que se encontraba cumpliendo años, suponía que estaba llevando eso a otro nivel.
— ¿Qué es esto? — Preguntó, aunque sus ojos ya brillaban con curiosidad.
— Algo que vi y pensé que te gustaría —respondió Yoongi, mirando hacia otro lado como si restara importancia al gesto.
Jin abrió la caja para encontrar un colgante sencillo de oro rosa, con un diseño minimalista que parecía hecho a su medida. Llevaba un pequeño que unían la Clave del Sol — una clave musical que representaba melodía, alegría y armonía, simbolizando el lado romántico y fluido del amor— y la nota musical Do. Según lo que Yoongi le explicaba, esta nota por sí sola no tenía algún significado fijo, pero en el contexto de unión o amor, representaba el comienzo de la escala, simbolizando un nuevo inicio, armonía y conexión.
— En muchas culturas musicales, el "Do" se asocia con la base, el origen y una sensación de hogar o estabilidad. — Jin lo observó sintiendo un pequeño nudo en su pecho. — Yo quiero ser eso para ti, hyung. Sé que no existe el para siempre, pero me gustaría ser eternamente la persona a la que recurras cuando tienes un problema, quien puede hacerte olvidar el mundo. Quiero ser tu hogar. No importa si en un futuro no deseas estar conmigo románticamente, quiero seguir siendo tu amigo y familia.
Para alguien que había crecido en un orfanato y que ahora vivía con personas que lo acogieron en su familia, eso estaba connotado de un gran significado. No es que no quisiera a los Jeon, siempre se lo repetía cuando sentía que su comportamiento hacia ellos no era suficiente. El problema radicaba en que siempre vio a Jeon Younghee como alguien de muy alto nivel, inalcanzable, algo que le repitieron mucho cuando ella iba a jugar con ellos y él se encontraba recibiendo de ella el calor de una madre. Entonces, se vio obligado a controlar su sentir y verla como la benefactora que era. Habían intentado darle todo desde el momento que llegó a su casa, pero seguía sintiendo esa brecha que los separaba, solo on Jungkook era diferente. De verdad lo consideraba como un hermano menor, algo diferente de lo que ocurría con Mamá Jeon y el señor Jeon.
Que Yoongi se ofreciera a ser su familia, suyo... Hacía que su corazón rebosara de alegría y que sus ojos se humedecieran por la sensación tan cálida que lo recorría.
— Una familia... — Seokjin repitió esas últimas palabras mientras Yoongi le colocaba el fino collar, acariciando él las pequeñas representaciones musicales. Era una pieza que reflejaba la elegancia tranquila que siempre había admirado en Yoongi. — Es perfecto — agregó, inclinándose hacia él con una sonrisa que iluminó toda la terraza. — Gracias. — Se inclinó hacia adelante un poco más para unir sus labios velozmente, no quería ser visto. — Es precioso.
Yoongi se aclaró la garganta, claramente incómodo con tanto reconocimiento, pero no se movió cuando Jin tomó su mano desde el otro lado de la mesa una vez más.
La caminata de vuelta a la mansión Jeon fue tranquila, el silencio y sus manos tomadas, algo sudorosas, no podían ocultar esa leve tensión que los consumía desde que se besaron horas antes. Ambos sabían lo que sentían, y aunque ninguno lo decía en palabras, la cercanía entre sus cuerpos hablaba por ellos. Cuando llegaron, la mansión estaba silenciosa, todos parecían estar dormidos a excepción del personal de seguridad en el exterior.
— ¿Tienes hambre? — Preguntó Jin en voz baja mientras cruzaban el vestíbulo. Habían estado en el café, picaron algunas cosas durante el día, pero lo cierto era que no comieron nada realmente sostenible.
— Depende de lo que tengas en mente —respondió Yoongi, su tono más grave de lo usual.
Jin lo miró por un momento antes de tirar de su mano y llevarlo a la cocina. La luz tenue del refrigerador iluminó la habitación mientras Jin sacaba un par de cosas para preparar algo rápido. Yoongi se recargó contra la encimera, observándolo en silencio, con una pequeña sonrisa jugando en sus labios.
— ¿Qué? —preguntó el mayor, girándose para mirarlo.
— Nada —respondió, aunque sus ojos decían lo contrario. — Solo me gusta verte así.
Jin se acercó, dejando los ingredientes a un lado. Antes de que pudiera decir algo, Yoongi lo tomó suavemente del rostro y lo besó. Fue un beso lento, lleno de todo lo que no solían decir en voz alta porque a veces no era el mejor con las palabras y temía estropearlo todo. Todo lo que sabía en ese momento es que quería transmitirle al mayor todo lo que sentía, compartirle en ese beso su sinceridad. Jin correspondió, dejando que sus manos recorrieran los costados de Yoongi, acercándolo más.
Quizás debían ser consientes de que se encontraban en un área pública de la casa que los dejaba al descubierto, si los señores de la casa se enteraban estarían en un gran problema, pero a decir verdad, el resto del mundo dejó de importar. Sus movimientos se volvieron más urgentes mientras los besos se profundizaban. Jin terminó sentado en la encimera, con Yoongi entre sus piernas. La cocina, fría y vacía minutos antes, se llenó del calor de sus cuerpos y del sonido de sus respiraciones entrecortadas.
Cuando finalmente se detuvieron, ambos estaban ligeramente sonrojados, con el cabello desordenado y los labios hinchados. Sin decir una palabra, Yoongi tomó la mano de Jin y lo guio hacia las escaleras, pero el mayor lo detuvo.
— Aquí está bien —murmuró, tirando de Yoongi de vuelta hacia la encimera.
Fue entonces cuando la madrugada se convirtió en su aliada. En la soledad de la cocina, hicieron el amor por primera vez de una manera que fue tan íntima como apasionada. Podría no ser el lugar más convencional, tal vez llevarlo a la habitación hubiese sido lo más sensato. No estaban preparados, no había condones o lubricantes, eran dos jóvenes inexpertos que todo lo que tenían como guía eran algunas revistas pornográficas que no detallaban muy bien lo que ellos estaban a punto de hacer porque esas revistas, en su mayoría, todo lo que tenían era un sinfín de mujeres desnudas.
También habían visto algunos DVDs que Namjoon de algún modo encontró, pero fue un momento que mezcló la incomodidad con la curiosidad, pero, una vez más, el contenido en su mayoría fue heterosexual y lésbico, solo en un video en el que dos hombres estaban con una mujer, hubo algo con lo que pudieron identificarse un poco. Las miradas de los sujetos, sus manos masturbándose y un único beso compartido fue más excitante para ellos dos que el resto de aquella película. A diferencia de Namjoon y Jungkook que parecieron disfrutar un poco más de todo.
Fueron sus instintos y deseos quienes guiaron el camino. Todo lo que habían callado durante tanto tiempo se expresó en la manera en que se tocaron, en los suspiros y en las miradas que intercambiaron. Hubo dolor, joder si hubiesen tenido experiencia se hubiesen evitado muchas cosas, pero, a su torpe manera, ellos se disfrutaron.
La pareja jamás se imaginó que, en medio del placer, Namjoon y Jungkook fuesen también a llegar a la mansión. Los dos adolescentes habían probado un poco de alcohol gracias a otras chicas que tenían un poco de soju camuflado en una botella de refresco. Ahora, estaban buscando algo para comer y que mitigara un poco los efectos de su primera ingesta de alcohol. Habían estado hablando durante el camino, pero ambos se quedaron en silencio al escuchar los sonidos provenientes de la cocina. Sus pasos se detuvieron justo antes de girar hacia el pasillo, y ambos se quedaron congelados al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.
Desde donde estaban, podían ver a Yoongi y Jin, completamente absortos el uno en el otro. Yoongi de puntillas penetraba al castaño mientras Seokjin lo abrazaba y gemía bajo. Namjoon se detuvo en seco, sintiendo una mezcla de emociones que no podía explicar: celos, incomodidad y algo que no quería admitir. Jungkook, por su parte, estaba sorprendido y ligeramente avergonzado, pero no podía apartar la mirada.
— Deberíamos irnos — susurró Namjoon, tirando del brazo de Jungkook.
Pero en lugar de moverse, ambos se quedaron allí, incapaces de apartarse. Había algo en la intimidad del momento que los atrapaba, como si estuvieran viendo algo que no deberían, pero que era imposible ignorar. Fue solo cuando escucharon los suspiros finales de Jin que se apresuraron a subir las escaleras en silencio, con los corazones latiendo con fuerza.
Cuando llegaron a la habitación de Jungkook, cerraron la puerta detrás de ellos sin decir una palabra. La atmósfera estaba cargada de una tensión que ninguno de los dos sabía cómo manejar.
— No puedo creer que los hayamos visto... así — finalmente Jungkook rompió el silencio, sentándose en el borde de la cama.
Namjoon no respondió de inmediato. Estaba de pie junto a la ventana, mirando hacia la oscuridad, pero su mente estaba llena de las imágenes que acababan de presenciar. Era como si cada respiración que tomaba le recordara lo que había sentido al verlos.
— ¿Crees que se dieron cuenta? — Preguntó, pero en el fondo sabía la respuesta, él en su lugar no los hubiese notado. Él no hubiese tenido fuerza para centrarse en algo más que no fuese Seokjin si hubiese estado en el lugar de Yoongi.
Todavía podía ver en su menta la forma en la que el pene de su mejor amigo se perdía en el interior del chico que le gustaba. Ese Yoongi era diferente del que siempre veía, no sabía qué con exactitud, pero tampoco pudo borrarlo de su mente inmediatamente, por lo que podía comprender que Seokjin también hubiese estado perdido en el momento, en su acompañante.
— No creo... — Jungkook negó con la cabeza, mirando sus manos. Había un rubor en sus mejillas que no podía ocultar, y aunque trataba de parecer tranquilo, era evidente que no lo estaba. — Esto es raro...
— Sí —respondió Namjoon, aunque no dijo más.
El silencio entre ellos se volvió insoportable. Ambos estaban demasiado conscientes de lo que sentían, pero ninguno quería ser el primero en admitirlo. Fue Jungkook quien rompió la barrera, su voz apenas un susurro.
— No puedo... No puedo dejar de pensar en eso.
Namjoon se giró hacia él, sus ojos encontrándose por un momento antes de apartarlos. Ambos sabían lo que estaba pasando, pero ninguno quería ponerlo en palabras. Fue Jungkook quien se movió primero, acercándose a Namjoon con una expresión que mezclaba nerviosismo y curiosidad.
Sin decir nada, Jungkook deslizó una mano sobre el brazo del mayor y este no se apartó. Fue un toque inseguro al principio, pero se convirtió en algo más cuando ambos dejaron de pensar en lo que era correcto o no.
Sus respiraciones se volvieron más pesadas mientras las manos de uno encontraban el camino hacia el otro. Lo que comenzó como un gesto tímido dentro de sus pantalones se transformó en algo urgente, pronto ambos estaban enredados en un acto que era tanto una liberación como una confesión silenciosa de todo lo que no podían decir. Ahí, los amigos notaron que al parecer, no eran Seokjin, Namjoon y Yoongi los únicos atraídos por el mismo sexo. Sí, Namjoon y Jungkook también encontraban a las chicas atractivas, esa misma noche ellos habían besado algunas, pero esa otra parte, la sexual, se veía reaccionar con mayor intensidad cuando se trataba de los chicos,
— Hyung, más rápido... — Pidió Jungkook apoyando su cabeza en el hombro contrario.
— Tú hazlo más fuerte.
Los dos tomaron en cuenta la solicitud hecha, pasando a darse justamente eso que pedían y necesitaba. Los dedos de Jungkook que rodeaban la erección del más alto comenzaron a apretarse y moverse con mayor fuerza. Por su parte, Namjoon agitó a mayor velocidad su mano por toda la extensión del menor. Cuando finalmente se detuvieron, ambos se recostaron en la cama, tratando de recuperar el aliento. No se miraron, pero el silencio entre ellos ya no era incómodo. Habían cruzado una línea, y aunque no sabían qué significaba, en ese momento, ninguno se arrepentía.
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