🦋 Capítulo 23

Kenai.

Hacía un buen rato que había perdido la noción del tiempo y el paradero de mis ojos me resultaba desconocido, ya no tenía ni la menor idea de dónde estaban mirando. Se me habían acabado desenfocando y veía borroso, ni siquiera le estaba prestando atención a mis córneas ya algo resecas; me daba igual. Mi mente solo podía pensar en una persona:

Eris.

Y en que me tenía terriblemente acojonado.

Me sentía como si fuese directo a un muro de hormigón a 200 kilómetros por hora, con el corazón a punto de estallarme en el pecho y la sangre corriendo por mis venas a la misma velocidad. Yo era un adicto de la adrenalina y eso era lo que me provocaba Eris.

Me había vuelto adicto a ella.

Me iba a estrellar.

Y no iba a frenar.

El timbre de casa sonó, lo que me sacó de las profundidades de mi cabeza casi en el acto. Al volver a pestañear se me escaparon un par de lágrimas que mis ojos agradecieron, aunque esa rehidratación acabó por descender por mis mejillas y tuve que quitarme la humedad con una pasada de mis dedos. Respiré hondo, me levanté de la cama y me dirigí hacia la entrada con la respiración aún atropellada en mi garganta.

Eris me había dejado con las emociones a flor de piel y me estaba costando bastante mantenerlas a raya, era tal el descontrol que tenía en mi interior, que era incapaz de regresar a la normalidad. Si había logrado causar tanto en mí con solo una frase, ¿qué sería capaz de crear con el roce de sus labios sobre los míos? Estaba seguro de que haría honor a su nombre y crearía el mismísimo caos.

Cuando abrí la puerta pude distinguir una cabellera morena y trenzada al otro lado del umbral. Se trataba de Sabrina y no parecía estar muy contenta, pues mantuvo los brazos cruzados sobre su pecho y el cejo fruncido mientras me miraba con reprensión. No sabía si asustarme por su semblante serio o alegrarme de tenerla delante.

—Te dije que no la cagases.

«Juan», pensé.

—Él empezó primero —me defendí.

—Oli..., esto no funciona así. —Se pasó las manos por la cara, cansada—. Tienes que poner un poco de tu parte.

—Pondré de mi parte cuando él también lo haga.

—Vino a invitarte a su boda, Oliver —recordó.

—Vino porque tú se lo pediste.

Abrió la boca para rebatir mis palabras, pero acabó por cerrarla y mantenerse en silencio. Sus ojos oscuros se quedaron sobre los míos en todo momento, sus pupilas se movían entre las mías de manera alterna y su cabeza se meneaba con lentitud de un lado a otro. Era como si supiera algo que yo no.

—No te das cuenta de lo que pasa, ¿verdad?

—¿De qué me tengo que dar cuenta? —interrogué.

—Llama a tu padre.

—No pienso llamarle —sentencié.

—Oli...

—No quiero seguir hablando de esto.

Sabrina me mostró sus escleróticas blanquecinas como un gesto de exasperación y miró hacia otro lado a la vez que daba pequeños golpecitos con la punta de su zapatilla en el suelo; estaba enfurruñada, pero ella no era la única. Me había fastidiado bastante que se metiera en la tensa relación que tenía con mi padre, había forzado una reconciliación que no salió como esperaba. Juan no quería verme, mucho menos invitarme a su boda.

Al cabo de unos segundos, me relajé. Vacié al completo mis pulmones, deshinchándome como un globo, y me recosté en el marco de la puerta a la espera de que la chica que tenía enfrente decidiese hablar o marcharse; no hizo ninguna de las dos cosas. Seguía con la vista perdida a saber dónde y el gesto torcido.

Humedecí mis labios y tragué saliva; había estado intentando contactar con ella para pedirle disculpas, la tenía delante, era el momento de hacerlo, solo tenía que armarme de valor. Pedir perdón después de una cagada me costaba un triunfo, me moría de la vergüenza y del terror por lo que pudiera responder la otra persona.

—Oye... —murmuré y tomé uno de sus brazos con delicadeza para que los descruzara; puso su atención en mí—. Lo del otro día...

—Ah, da igual. —Se encogió de hombros—. Habíamos roto, tenías todo el derecho del mundo a hacer lo que se te pusiera en las pelotas.

Mi contacto la tenía en tensión y algo incómoda, así que la solté. Aún seguía dolida y era entendible, se pensaba que la había reemplazado muy rápido, que no la quería, pero nada de eso era cierto.

—No lo hice porque estuviese harto de ti o no te quisiese, Sabri —expliqué—. Lo hice porque no quería pensarte esa noche. ¿Qué no fue la forma más acertada? Pues no, no lo fue. La cagué y..., Joder, que...

—Oli —me interrumpió—. No me debes nada, no estábamos juntos.

—Pero tú...

—No pasa nada. —Negó con la cabeza—. Cuando me lo dijiste me pilló de sopetón y..., pasó tan poco tiempo que... dolió. Imaginarlo dolió.

—Lo siento —susurré—. ¿Todo bien?

No dijo nada, solo me observó con un detenimiento que me inquietó. No sabía si aquello era una respuesta positiva o negativa y ya tenía el estómago hecho un gurruño. Había estado tanto tiempo alejándome de la gente que me quería por unas razones u otras, que ahora que había logrado recuperar a una amiga que estuvo para mí siempre sin importar qué, que se metió en todos los líos en los que yo andaba para no dejarme solo y que me ayudó cuando no tenía por qué hacerlo, no quería perderla. Sabrina había sido muchas cosas para mí, algunas salieron mejor que otras, pero me acompañó incluso no estando de acuerdo con mi toma de decisiones. Y eso significó mucho para mí.

Antes de que me derrumbase por sacar conclusiones precipitadas, ella extendió su puño cerrado hacia a mí. Una tierna sonrisa se fue abriendo paso en su boca y enseguida supe que volvíamos a estar como antes, así que no tardé en encajar mis nudillos entre los suyos con suavidad para sellarlo.

Pensar en todas las cosas que habíamos vivido me puso sensible y no pude evitar agarrarla de la muñeca y acercarla a mí para darle un fuerte abrazo. Sabrina me correspondió y me apretujó hasta arrebatarme un quejido causado por mi falta momentánea de aire. Me reí y, en cuanto aflojó el agarre, no me quedé atrás, le apreté tanto que su pie aterrizó sobre el mío para que la dejase respirar.

No logró su propósito y yo solté una sonora carcajada al escuchar el sonido agudo que salía de sus adentros como llamado de auxilio, parecía una ratilla instantes antes de que una boa la devorase. Dejé un par de besos en su sien y me separé de ella, quien no tardó en coger una gran bocanada de aire.

—Esta te la devuelvo —amenazó medio asfixiada—. Que voy al gimnasio, eh. Me estoy poniendo tocha. —Hizo fuerza con el brazo para lucir su bíceps—. Te metes conmigo y te tumbo de un puñetazo.

—A ver.

Apreté el músculo hasta que perdió su fuerza, Sabrina se retorció entre risas.

—Llevo una semana, no me lo tengas en cuenta —carraspeó un tanto avergonzada y yo sonreí—. Bueno, tengo que irme.

—¿No te quedas un rato?

—No, he quedado con Miguel para hacernos un maratón de «El señor de los anillos».

Aquello me sorprendió.

—A ti no te gustan esas películas —recordé.

—Pero era porque no las había visto.

—Ya, pero porque te parecían aburridas.

Sabrina fue a decir algo más, pero se quedó en silencio al no saber de qué forma justificarse. Alcé las cejas y no le quité los ojos de encima, lo que parecía ponerla más nerviosa. Sus pómulos iban adquiriendo un ligero tono rojizo que iba aumentando su intensidad muy rápido; había algo en el tema de conversación que la volvía especialmente tímida.

—Bueno, mira, adiós.

Se dio media vuelta y caminó lejos de mí.

—Tiene un Gollum de cartón a tamaño real en su habitación, no te vayas a asustar cuando entres —avisé con diversión.

—¡No te pienses cosas raras! —gritó a la par que bajaba las escaleras.

—¿Cosas raras? ¿Qué narices estás pensando tú?

—¡Cállate la boca!

Ella desapareció de mi vista y mi sonrisa se ensanchó.

«Ahora entiendo el condón friki».

🦋

No mentía cuando le dije a Eris que me comía los yogures caducados, era una realidad. Más de una vez se me había olvidado que aún quedaba alguno en la nevera y, justo en ese preciso momento, estaba sucediéndome de nuevo.

Ahí estaba mi querido yogur de fresa, en el fondo de la balda del medio, tiritando de frío y soledad desde hacía varios días. Lo tomé con los ojos cerrados, suplicando que aún fuese comestible y, en cuanto me lo acerqué, abrí un ojo y le eché un vistazo a la fecha grabada en la tapa.

«Mierda, lleva caducado dos días».

Resoplé y apreté los labios a la vez que buscaba alguna otra cosa que poder comerme de postre, pero nada me apetecía más que ese yogurt vegano con tropezones de fresas, así que lo medio destapé y lo olfateé; no olía mal.

«Para adentro».

Cogí una cucharilla y me dirigí a mi dormitorio. Con un poco de suerte, Eris estaría por allí y podría volver a hablar con ella, aunque fuese durante unos segundos. No me importaba el tiempo que durasen nuestras conversaciones, me conformaba con que las hubiera. Tenía la sensación de que me iría dejando conocerla poco a poco y eso me hacía mucha ilusión. Me ponía nervioso de solo pensarlo.

El humo que se elevaba hacia el cielo oscurecido por la noche al otro lado del cristal de mi ventana, alteró las pulsaciones de mi corazón. Ella estaba allí, a tan solo una pared de distancia. Di una respiración profunda, me aproximé a nuestra única vía de comunicación y la abrí, captando de inmediato su atención.

Tenía los codos apoyados en el alféizar y el cigarrillo a medio terminar entre dos de sus dedos. Su cabello estaba recogido en una pequeña coleta, aunque los mechones más cercanos a sus mejillas andaban sueltos al no haber llegado al agarre de la goma; tenía la gran tentación de colocárselos tras las orejas, pero la separación que había entre nosotros no me lo permitía. Le sonreí a modo de saludo, pero no me lo devolvió. Estaba seria y se la veía decaída; algo le había pasado.

—¿Estás bien? —me preocupé.

Se encogió de hombros.

—¿Quieres hablar de ello?

Negó con la cabeza y apartó la mirada de mí.

—¿Te molesto si me quedo aquí?

—Quédate —pidió.

Le dio una calada al cigarrillo y expulsó el humo hacia arriba. Acto seguido apoyó la cabeza en el marco izquierdo de su ventana y cerró los ojos, dándole un aspecto relajado y confiado que no había visto en ella hasta ahora; se la notaba a gusto, había bajado la guardia ante mí. Me perdí contemplándola, verla era todo un placer.

Mi pulso se aceleró sin previo aviso cuando Eris abrió los ojos y me pilló mirándola como un bobo; me puse rígido y sentí mis mejillas arder. Pensé en que quizás me soltaría alguno de sus ácidos comentarios para que dejase de fastidiarla, pero no lo hizo. Me observó con una paz que no creía posible, su parpadeo era lento y, no muy tarde, volvió a cerrarlos.

Se me secó la boca y la respiración se me atropelló en la garganta. Tragué saliva y puse mi atención en mi postre, probando la primera cucharada; tuve suerte de que no estuviera malo. Intentaba estar concentrado en lo mío y no mirar mucho a la chica que tenía al lado, no obstante, la mirada se me acababa desviando hacia a ella de nuevo; continuaba fumando sin inmutarse siquiera.

Necesitaba saberlo. Necesitaba saber su nombre.

—¿Cómo te llamas? —pregunté.

Eris separó los párpados y se incorporó de golpe, como si le hubiesen pegado un pellizco. Apagó el cigarro en el vano y lo tiró en lo que supuse que sería un cenicero que tuviese por su habitación. Me lanzó una mirada en la que tenía el ceño un poco fruncido, y entonces comprendí que la había vuelto a cagar, me había apresurado. No dijo nada, solo se fue.

—Espera, espera —dije de carrerilla—. Dame un segundo, solo uno.

Mi vecina volvió a asomarse, así que limpié la capa de yogurt que se había adherido a la tapa con la cuchara y la terminé de arrancar. Hecho aquello, me incliné y se la entregué con la intención de que leyera la fecha de caducidad que tenía.

—Para que veas que lo decía en serio —agregué.

Eris la tomó con confusión y, tras echarle un rápido vistazo a los dígitos que tenía escritos, un ronquido a modo de risa se le escapó de sus adentros. Se llevó el dorso de la mano a la boca para que no viera la sonrisa que tenía plantada en ella, pero pude verla. Y se me quedó grabada en la mente durante toda la noche.

¡Holi! ¿Cómo estáis? Espero que bien. 🥰

¿Cómo ha estado el capítulo? ¿Os ha gustado? ¿Alguien por aquí shippea a Sabrina y a Miguel? ¿U os mantenéis fieles al #TeamMoliver (Oli y la calabacita)? Ya puestos, dejadme por aquí vuestros shipps. 🌚

Como adelanto del próximo capítulo os digo que tendremos de vuelta a Donette y una conversación entre Oli y Diego que os dejará un poco descolocados, jejeje 🤓

Besooos.

Kiwii.

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