Capítulo V - No soy tu amigo

Había pasado tiempo desde la última vez que Alaska visitó a su familia en San Petersburgo, Soviet no comprendía la razón de esto ya que no le habían dicho. Tampoco había notado la obvia intención de que él y Siberia se hicieran amigos ya que últimamente la jovencita se encontraba muy seguido a Soviet. Sin darle importancia el jovencito ruso se amigó con la siberiana bastante rápido debido al gran carisma que tenía, para él no era difícil hacer amigos. Su relación con la jovencita se fortalecía día a día cada vez más aumentando la confianza y el cariño hacia el otro pero cuando los dos parecían llegar al siguiente nivel siempre había algo en medio, alguien.

- Soviet, estás seguro de esto? No creo que sea una buena idea... - dijo con la voz temblorosa. El joven ruso con una gigantesca sonrisa en su rostro miro hacia arriba donde la jovencita se encontraba.

- Tranquila, no te pasará nada - respondió. La jovencita inspiró profundamente sin mirar hacia abajo y entonces se soltó del borde de aquel tejado.

Por unos momentos sintió como el aire le faltó, su pulso se aceleró y la desesperación incrementó por unos segundos al caer de aquella manera. Antes de que pudiera gritar sintió los brazos del ruso atraparle justo antes de que cayera al suelo. Levantó la mirada encontrándose con el rostro sonriente del castaño quien le miró con aquella cálida mirada amarilla. Esbozó una sonrisa avergonzada al notar que sus manos estaban en la nuca del contrario más parecía no importarle al ruso quien le sostuvo la mirada con cariño.

- Te dije que estarías bien - replicó ayudando a la chica a pararse. La albina rió dulcemente para mirar al ruso dulcemente, su mano se aferró al brazo del ruso como solía hacerlo frecuentemente cuando caminaban juntos.

Cualquiera diría que los dos jovencitos estaban profundamente enamorados el uno del otro y en parte era verdad. El ruso parecía bastante apegado a la chica se sentía feliz de pasar tiempo con ella y parecía que todo iba por aquél camino. Pero entonces, por qué no le había pedido que fuera su enamorada? Soviet no tenía vergüenza de nada, era un jovencito con gran confianza en sí mismo. No había razón para que siguieran siendo sólo amigos, a simple vista al menos, pero en Soviet había alguien que parecía tener más valor emocional que la chica.

- Soviet! Ekaterina! Me alegra que ya hayan llegado! Cómo les fue? - preguntó contento Zarist. Los dos jovencitos sonrieron avergonzados al oír al mayor más no se separaron, éste sonrió feliz.

- Ekaterina, si gustas algo de comer o de tomar puedes pasar y pedirlo, siéntete como en casa - comentó amigable el mayor. La chica hizo una leve reverencia y entró al lugar dejando a los dos rusos a solas.

- Y bien? - inquirió el ruso mayor. El castaño suspiró sintiéndose presionado por la mirada inquisitiva de su padre, ya sabía que esperaba de respuesta.

- No lo sé - respondió rascándose la nuca. El imperio suspiró, no comprendía qué era lo que paraba a su hijo de estar con la jovencita como pareja.

- Hijo, Ekaterina es una chica muy bonita y además se nota que le gustas - replicó el mayor. El castaño sonrió ante lo dicho más tenía un sentimiento en su pecho que le impedía decir que la siberiana le gustaba.

- Ay Soviet, me encantaría verles a ustedes dos juntos listos para heredar esta tierra - comentó el mayor. La mirada del ruso resplandeció levemente, si su padre verdaderamente quería verlos juntos no quería decepcionarlo.

- Señor Zarist, joven Soviet, los invitados llegaron - comentó repentinamente la capital rusa. El ruso mayor suspiró apenado al oír aquello mientras que el jovencito se mantenía pensando en lo dicho por su padre.

- Soviet, sólo quiero que lo pienses - dijo el mayor. El castaño levantó su mirada a su padre sintiendo la mirada reconfortante de éste mientras sostenía uno de sus hombros.

Si era lo que su padre quería... por qué no?

- Es ridículo, odio que insinúen eso de Austria y de mí, si me gustara ya le hubiera dicho que sea mi enamorada, pero para qué? El amor es estúpido! Y lo más gracioso es que ni siquiera importa! La mayoría de parejas casadas se odian! - se quejaba el joven alemán. El ruso le escuchaba mientras miraba el suelo pensativo, los dos se encontraban en un tejado de los tantos edificios que tenía la capital rusa.

El pelinegro volteó a ver al ruso al no oírlo hablar, era bastante común que cuando estaba con él no hablara tanto, esto le extrañaba bastante. Soviet era un jovencito bastante extrovertido que hablaba bastante pero cuando estaba con el alemán rara vez hablaba, se dedicaba más a escucharlo. Frunció el ceño extrañado por el comportamiento del ruso, ladeó la cabeza mientras arqueaba una de sus cejas esperando por que el ruso reaccione más no lo hizo.

- Qué tienes? - preguntó entonces. El ruso se sorprendió en cuanto el alemán se acercó demasiado a su rostro, observó los ojos curiosos del menor expectantes por una respuesta.

- Nada, quita el hocico - respondió con una sonrisa mientras empujaba el rostro del adolescente. Se oyó una risita en respuesta y antes de que se diera cuenta cayó en el tejado de espalda observando el rostro del alemán otra vez.

- Es por la chica esa? - preguntó curioso. El ruso acostado en el tejado observo al alemán sentado arriba de su cabeza observándole, las cejas del chico se arquearon levemente esperando su respuesta.

- Cómo sabes cuando alguien te gusta? - preguntó repentinamente el ruso. El alemán frunció el ceño para luego entornar sus ojos pensativo, arrugó sus labios dejando salir un suspiró nasal.

- Es complicado, la literatura romántica lo describe como éste excesivo deseo de poseer a alguien, la necesidad de hacer a esa mujer tuya... - describió el alemán. El ruso frunció el ceño pensando en lo dicho por el europeo, él no era de leer tanto como el contrario que le fascinaba leer.

- Para explicarlo en términos simples, se podría decir que cuando la ves te sientes atraído hacia ella y necesitas darle todo lo que tengas, la necesitas a ella, la quieres, la deseas con locura - describió expresándose físicamente mientras observaba el paisaje. El ruso arqueó sus cejas observando al alemán expresarse con aquella emoción, le pareció fascinante escucharle hablar con aquella pasión.

- Por eso no me quiero casar, quiero sentir eso por alguien, quiero sentir ese deseo, esa necesidad, sabes? - explicó el alemán. El ruso le observó mientras pensaba en lo dicho por el alemán, suspiró, no sabía si sentía así por la chica siberiana.

- Cómo sabes qué es lo que sientes? - preguntó el ruso. El alemán frunció el ceño confundido ante lo dicho por el ruso y se reincorporó en su sitió pensando en qué decirle a éste.

- Cómo no vas a a saber qué es lo que sientes? - preguntó en respuesta. El ruso se reincorporó en su sitio dándole la espalda al europeo quien esperaba una respuesta del castaño más éste se mantuvo callado.

- Voy a pedirle a Siberia que sea mi enamorada - respondió. El alemán frunció el ceño aún más confundido al oír las palabras del contrario, vaya que era una noticia repentina.

- Estás seguro? Porque no pareces estar seguro de eso, ten en cuenta que es una decisión bastante seria más que nada sabiendo que si decides tener una enamorada hay una alta probabilidad de que terminen casándose - explicó el menor ladeando la cabeza. El ruso frunció el ceño ante lo dicho por el menor, tenía perfectamente claro aquello pero tarde o temprano debería casarse y prefería que fuera con alguien que al menos conocía.

- Ya sé, qué tiene de malo? - replicó sonando algo irritado. El alemán frunció el ceño extrañado por la repentina agresividad que se oyó en la voz del contrario, por qué se molestó de la nada?

- Nada, sólo me parece raro que decidas esto cuando hace unos segundos dijiste que no sabías que sentías! - respondió algo histérico. El ruso frunció el ceño molesto, volteó a ver el rostro del alemán viendo su confusión, le molestaba que tuviera la razón.

- Ni siquiera sé porqué te pedí opinión si al fin y al cabo tan sólo eres una maric - se calló al instante. El silencio se volvió pesado en los hombros del ruso quien se arrepintió al instante de haber dicho aquello.

- Dritte... - llamó al instante intentando alcanzar la mano del europeo. El chico le dió la espalda antes de que pudiera alcanzarlo, el silencio sepulcral fue tortuoso para el mayor.

El castaño frunció el ceño consternado y se acercó rápidamente al menor dudando si tocarlo o no, su mano dubitativa si extenderse hacia él o no. El cuerpo más pequeño se encogió ocultando su rostro, no se oyó sonido provenir de él. El ruso se mordió el labio ansioso, no sabía que hacer para disculparse, sabía lo mucho que le molestaba al alemán que le dijeran así y él lo acababa de hacer.

- Perdón... - se disculpó al fin. Su mano posándose en el hombro del contrario, sus ojos amarillos reflejando el arrepentimiento que lo carcomía.

- No fue tu culpa... - dijo el menor. Instantáneamente el ruso se sintió desconcertado por las palabras del contrario, su rostro mostrando la clara confusión.

- Fue mi culpa por confiar en ti - concluyó. El ruso observó al menor pararse de su sitio aún dándole la espalda, su voz se oía oscura, profunda, lastimada.

- Pensé que serías diferente a todos, a Weimar, a mi... padre... a Prusia, pero eres la misma basura... - explicó molesto mientras volteaba a verlo. El ruso observó el rostro del menor, serio, oscuro, su mirada profunda y algo tenebrosa, se veía como alguien completamente diferente.

- Oye... perdón, escúchame, no debí decir eso, perdóname por favor, somos amigos - replicó el mayor levantándose de su lugar. Jaló el brazo del menor intentando que le mirara más el menor mantuvo su mirada al suelo.

Tomó su mano con delicadeza.

- Por favor Dritte... somos amigos... - suplico el más alto. Se acercó al menor aún sosteniendo su mano, observó impaciente el rostro del menor quien mantenía su mirada agachada. Desesperación lo invadió esperando una respuesta del menor.

- No soy tu amigo - respondió. Se zafó del agarre del ruso y sin decir otra palabra le dió la espalda para dejar al ruso sólo en aquél tejado.

Soviet no pudo describir el sentimiento que se apoderó de él, su pecho ardió con fuerza volviéndose insoportable, inspiró profundamente. Sentía que había tomado la peor decisión de su vida, como si se fuera arrepentir por el resto de sus días, como si no estuviera tan sólo perdiendo a un amigo.

- Qué hice...? -

Una patata XD se ha conectado

Pendejo no dura nada-

Como no! Cagandola desde chikito, éste chico tendrá un gran futuro lleno de aventuras...

Un sólo capítulo le duró el amigo, woao- anyways, nos vamos acercando al trágico evento de principios del siglo XX, prepárense chat. Dritte es fanático de los libros pero más que nada del romanticismo debido a que él nació juntamente con la era del romanticismo en Europa, el pequeño alemán adora el romance, aunque parezca sorprendente sabiendo en quién se convertirá JU-

Pero yo me callo y ya saben, sigo escribiendo a-

Una patata XD se ha desconectado

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