Llegó el momento.

Estaban practicando.

Y tú en serio querías cantar.

Yo lo hice por ti.

Luchamos mentalmente, pero gané yo.

Sentí que te habías quedado del otro lado del espejo, cansado, agotado.

Sonreí.

Por alguna razón, me sentía mal de que estuvieras casi muerto me sentí tan mal que sonreí de manera cínica e hipócrita.

Coquetee con la rubia ¿Chica no?

El chico pelirrojo me lanzó el triángulo pero antes que me cayera cambié contigo y saliste.

Te excusaste y te fuiste.

Discutimos nuevamente.

Me molesté porque creí que me dejarías cantar pero a penas llegó ese rubio, él te robó el puesto.

Mi puesto.

Nuestro puesto.

Lo odio, lo odio.

Lo peor es que usaste tu poco conocimiento de la guitarra para seguir sin pelear por el puesto de vocalista.

Odié eso.

Pero era mi momento.

Muy dentro de ti te encantaria poder cantar frente a todos y que te admiraran.

Que te amaran.

Yo soy la encarnación de esos deseos tuyos.

Son los míos.

Y ahora que tengo el poder del cuerpo...

Vamos a pasear.

~es hora~