Noche Buena
Cuando llegue al cuarto luego de despedir a nuestros amigos, Diana estaba en el piso riéndose y balbuceando palabras que la ebriedad no me dejaba entender, la ayude a levantarse haciendo que se apoye en mí, una vez de pie, ella me puso contra la pared rodeando mi cuello con sus brazos.
Ambos mirándonos y sonriendo, nos decíamos que eramos feos el uno al otro, chocamos nuestras frentes, ella fue dándome besitos en el cachete para ir bajando poco a poco y chupetearme el cuello, la detuve, pero solo para poder besarla en los labios, ella siguió el beso muy apasionada, alzo un poco la pierna para que pudiese cogerla y cargarla, mientras sus brazos me rodeaban el cuello y nuestros labios no se separaban.
Con el poco equilibrio y fuerza que tenía la cargue hasta la cama, ella parecía querer estar encima mía, no me opuse, como traía falda, metí mis manos por debajo para ir tocando sus redonditas nalgas, ella comenzó a mover lentamente sus caderas en circulo, ya no podía contenerme. Diana me ayudo quitándome el polo que traía, bajo besándome el abdomen y me quito la correa del pantalón, hice lo mismo con la blusa que ella llevaba puesta.
Pasado un minuto de mañoseadas y besos, ella ya estaba excitada, pude darme cuenta al quitarle el brasier, sus pezones estaban duros. Ambos nos separamos un momento para terminar de desvestirnos.
El placer y el deseo se había apoderado de nosotros, sentir nuestros cuerpos desnudos aumento el libido, Diana toda roja y caliente, dijo que me amaba más que a nadie y que de chiquitos siempre estuvo enamorada de mí, solo que nunca lo admitió, también le respondí que la amaba y que nunca la dejaría.
Esa día, tuvimos el sexo más salvaje y apasionado que no cualquiera podría tener.
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