⦁ Thunderstorm 💙

Unos pasos lentos se acercaban a ella, el sonido de las pisadas se hacía gradualmente más intenso mientras intentaba descifrar la figura que aquella sombra desconocida revelaba delante de ella.
El silencio sepulcral de los pasillos atronaba sus oídos, y le hacía preguntarse si esos pasos realmente estaban ahí, o si eran producto de su imaginación. Tomó su teléfono móvil y lo encendió para averiguar quién o qué era eso que tenía delante.
En las facciones afiladas y felinas de Tamaki Amajiki, bailaron las sombras y las luces proyectadas desde la linterna azul del aparato. (T/n) podía intuir que incluso había suspirado de alivio.

––¿Qué estás haciendo aquí? ––El joven alzó una ceja, susurrando lo suficiente alto como para que le oyese. Se acercó un poco a él y le contestó.

––Lo mismo que tú. ––Los labios de Tamaki se contorsionaron en algo parecido a una sonrisa de burla y vergüenza a la vez.

––Lo dudo mucho.

El rugido de un relámpago tronó en sus oídos, e iluminó el corredor de pasillos con un destello blanco, fugaz y parpadeante. Tamaki se sobresaltó y palideció a la luz del rayo apretando los puños, la mandíbula y los párpados con pavor mientras trataba de calmar su respiración para relajarse.

––¿Qué haces aquí?

––Desde mi cuarto se oyen demasiado. La tormenta viene desde ahí. ––Señaló con el dedo rápidamente para volver a taparse los oídos. ––No me gustan las tormentas eléctricas... Y no me resulta fácil dormir fuera de casa... Pensé que lo mejor era pasear... Pero no traigas a nadie más. La idea era pasear solo.

(T/n) sonrió de lado. Había personas que nunca cambiarían, independientemente de si iban a hacerlo para mejor o para peor. Y Tamaki era una de ellas.
No era como si le molestara o algo así. ¡En absoluto! (T/n) incluso podía encontrar relativamente dulce aquella ineptitud para socializar.

––¿La tormenta se está alejando o se está acercando? ––Tamaki la miró como si estuviera loca.

––Lo dices como si fuera capaz de hablar con las tormentas. ––(T/n) se rió de él un poco. Tapándose los labios con los dedos. Él se sonrojó furiosamente y ella se aclaró la garganta para intentar dejar de reírse. ––N-no te rías de mi. ––Gimió rascándose la nuca mientras evitaba la mirada de (T/n).

––Lo siento. ––Suspiró con una sonrisa. ––Te explicaré a qué me refiero.

A veces la encontraba agotadora. No entendía cómo (T/n) podía mantener un semblante calmado en cada situación. No entendía cómo no se dejaba llevar por sus sentimientos muchas veces. Como conseguía saber siempre qué decir y qué hacer en cada situación de estrés. Y aunque pudiera ser fría, (T/n) jamás se alteraba, jamás perdía los nervios ni gritaba sin razón, jamás se asustaba, jamás dejaba que alguien la hiciera perder el tiempo. Tenía la sangre fría de los reptiles, y las serpientes de los bosques caucásicos esmeralda corriendo bajo su piel. Que la dotaban de una tranquilidad inamedrentable.

Y ahí estaba. Explicándole cómo funcionaban las tormentas eléctricas como si eso pudiera ayudarle a no tenerles miedo. Pero la escuchaba. La escuchaba porque le encantaba. Porque amaba verla hablar sobre cualquier cosa que le interesara.
A Tamaki no le iba a importar si le explicaba todas las capas de la atmósfera, no le importaba si en vez de darle palabras dulces, ella le daba hechos certeros.
Le fascinaba. Amaba cada segundo de ello. Porque era de (T/n) de quien venía.

––Esto me lo explicaban de pequeña. Ven aquí. ––Tamaki perplejo se preguntó dos veces a sí mismo si seguirla o no era una buena idea. Entrecerró los ojos, se humedeció los labios y se armó de valor para cruzar la puerta hacia el salón, y sentarse en el sofá acolchado.
Tragó saliva, mientras su corazón tiritaba en un vuelco cuando (T/n) empezó a subir las persianas y a apartar las cortinas de las ventanas.
Dejando el inperial cielo tormentoso, libre delante de él. Como un enorme lienzo negro que podía llenarse con pinceladas azuladas eléctricas sueltas. Como un cuadro impresionista y aterrador.

––¿Vas a abrir la ventana también? ––Ella rodó los ojos y suspiró clamando paciencia.

––No. Ven aquí. Te voy a enseñar a saber si un tormenta se aleja o se acerca. Así, si se aleja, podrás saber que terminará pronto, y podrás dormir tranquilo. Y nos dejarás dormir a los demás. ¿Eh? ––Tamaki apretó la mandíbula mientras dejaba que sus labios temblasen. De impotencia o de miedo. Mientras bebía de los labios de (T/n) aquella sonrisa socarrona y suficiente que le regalaba entrecerrando los ojos y enarcando la ceja izquierda.

––¿Y si la tormenta se está acercando?

––Pues lo habrás predecido. No puedes tener miedo de algo que conoces y sabes que va a pasar. ¿Verdad? ––Tamaki maldijo la hora en la que se le ocurrió salir de su cama. A veces (T/n) le daba miedo. ––Ven aquí.

Los ojos de (T/n) brillaron cuando le agarró de las manos y le acurrucó a su lado. Tamaki solo se dejó hacer. Aceptó todos y cada uno de sus contactos, y comenzó a temer, que la tensión en sus hombros ya no estaba provocada por el miedo a la tormenta...
Su aliento se volvía más y más cálido contra el cuello de (T/n). Se mordió los labios y cerró los ojos fuertemente volviendo de nuevo a abrirlos para tratar de calmarse.
Entonces ella sonrió, su sonrisa centelleó cuando observó las mejillas de Tamaki brillar con luces incandescentes debajo de su pálida piel.

(T/n) se preguntó cuánto podría hacer que ese sonrojo se extendiese.

Le tomó el rostro entre las manos y comenzó a acariciar su cabello, enviando escalofríos a la médula de Tamaki. Sus ojos se enjuagaron en lágrimas por haberlos tenido tanto tiempo abiertos como platos, renegados a perderse un solo movimiento de (T/n).
Contuvo un suspiro cuando ella juntó su frente y su nariz con la de él.

––¿Qué es lo que te da miedo? El ruido o la luz.

––El ruido...

Ella sonrió genuina y cerró los ojos.

––Los rayos no dejan de ser bonitos. ¿No? ––Él suspiró y asintió. Tomando las muñecas de (T/n) entre sus manos. Ella bajó las suyas al cuello del joven y comenzó a acariciar muy suavemente con movimientos rítmicos. Tamaki comenzó a intuir lo que (T/n) pretendía y se dejó llevar.
La lluvia se hizo cada vez más intensa. Más frecuente. Más feroz contra el cristal de las ventanas. Su respiración comenzaba a acompasarse con la de ella. Y podía jurar que sus latidos habían dejado de ser irregulares...

Sentía la incesante necesidad de esconder su rostro en su cuello. Y aquella necesidad se volvería mucho más que eso si ella seguía susurrando con aquella suavidad.

––La velocidad del sonido es menor a la de la luz. Lo sabías, ¿Verdad? Por eso primero vemos el rayo o el relámpago y luego escuchamos el trueno... Y con esto puedes predecir si la tormenta se aleja o se acerca. ¿Te cuento cómo?

Tamaki asintió con sumisión y cerró los ojos. Su pulso era cada vez más y más lento...

––Acércate. ––Pidió. Él lo pidió. En un hilo de voz rota y temblorosa, tímida y susurrante, ronca y suave, le pidió que se acercara a él y ella obedeció.
Sintió la respiración de Tamaki en sus clavículas, y cómo luchaba por formular correctamente lo siguiente que fuera a salir de su boca.
––Más... ––Ahora era el corazón de (T/n) el que estaba desbordado. Ahora era ella quien comenzaba a sentir su calma parpadear. Cerró la boca entreabierta y se acercó más a Tamaki, hasta que no quedase espacio entre ambos cuerpos... Y entonces con infinita suavidad, ambos comenzaron a decaer hacia un lado del cómodo y cálido sofá.

Tamaki aceptó una posición vulnerable, y se hizo camino entre las piernas de (T/n), que se cerraron alrededor de su cintura. Amajiki sintió su temperatura corporal fundirse con la de ella cuando ambos exhalaron un suspiro de comodidad, alivio, y sobretodo, anhelo.

Esta posición le permitió enterrar por fin su rostro en el suave cuello de (T/n), sentir el olor de su cabello, su ardiente calor, su delicioso aroma, los latidos de de corazón, su tez delicada contra la suya, su voz escapándose en suaves sollozos de su garganta al suspirar... Era perfecta. Simplemente perfecta. Y se sentía suyo. Y ella se sentía suya.
Quizá esa sensación terminase al día siguiente por la mañana, tan pronto como el sol brillase de nuevo.
Pero en presencia de la luna, las nubes tormentosas y los relámpagos, Tamaki era suyo y de nadie más. Y (T/n) era suya y de nadie más... Al menos hasta mañana por la mañana.

––Cuando veas un relámpago... ––Ambos abrieron los ojos cuando (T/n) comenzó a contar. La luz eléctrica blanca les iluminó los ojos y pudieron darse cuenta de lo verdaderamente cerca que estaban ambos pares de labios. ––Cuenta hasta que escuches el trueno... En voz alta.

––Uno... ––Tamaki cerró los ojos y acomodó su cabeza al lado de la de (T/n). Cada vez más próximas a estar a la misma altura. Quizá... Si se acercaba lo suficiente... Sus labios llegarían a rozarse... ––Dos... ––Ahora ella los había cerrado. Suspiraba rendida a las caricias invisibles que el aliento de Tamaki había arrancado de su cuello, haciendo que sintiera esas mismas caricias en su oído. Solo necesitaba girar su rostro para que su nariz acariciase la de él. ––Tres... ––El aliento de ambos se volvió caliente y pesado. Casi jadeante. Alientos húmedos y candentes que venían de bocas cada vez más secas. Ambos hubieron despegados sus labios, dejando entrever una brizna de placer tras el susurro de sus voces. ––Cuatro... ––Un incesante calor se firmó en su pecho y en su abdomen. Las manos de Tamaki subieron suavemente por sus brazos provocado escalofríos de los que no era consciente. (T/n) tomó aire repentinamente ahogando un suspiro cuando sintió las yemas de los dedos de Tamaki acariciar la piel suave, tierna y sensible del interior de sus brazos. Necesitaba saber cómo se sentirían esas caricias contra su cuello, contra sus labios, contra su espalda, su abdomen, sus piernas... ––Cinco... ––Tamaki se aferraba a aquellos números como si su vida dependiera de ello. No podía más. Un impulso primitivo de besarla gritaba dentro de su mente. Cualquier pensamiento lejos de un beso se había desvanecido de su mente. Un beso. Solo necesitaba un beso. De aquellos labios entreabiertos que dejaban escapar jadeos pausados de humo blanco. ––Seis... ––Gimió, su voz se rompió. Tornando su tono agudo involuntariamente, delatando todos y cada uno de sus impuestos en aquel momento. Sus labios se rozaron y Tamaki se paralizó.

Ni siquiera se inmutó cuando el trueno retumbó en la habitación.

Sus labios abiertos se unieron con los de ella, mientras ambos corazones se aceleraban en sincronía.
El placer que comenzaba a sentir a causa de ese beso se sentía prohibido. Se sentía en contra de su naturaleza... Y sin embargo lo único que deseaba era tomar aire de nuevo para profundizar el beso.
No hubo mordiscos, pero hubo lentitud, hubo vehemencia, casi pasión. Ambos asegurándose de memorizar las grietas exactas de los labios del otro en todos y cada uno de sus sentidos. El chasqueo de sus bocas al cerrarse alrededor de la del otro. Sus lenguas demasiado inseguras para explorar un aliento distinto, la forma en que (T/n) arqueó su espalda acercando su cuerpo más al de Tamaki...

Cuando rompieron el beso, el aire comenzó a faltar aún más. Una necesidad efervescente bubujeaba y cosquilleaba en sus labios ahora que habían probado los del otro.

Quizá la intención de (T/n) había sido la de bajar su ritmo cardíaco cuando un trueno sonase, tratando de dormirle.
Y quizá después de aquello, su corazón no hubiera hecho más que acelerarse más, haciéndole recordar que tan hermoso podía sonar un trueno cuando las piernas de (T/n) rodeaban su cintura.

Quizá aquello pudiera hacerle sentir que todo su cuerpo explotaba, que su corazón iba a estallar, que aquel deseo iba a matarle...
Pero cielos.
Vaya una forma dulce de hacerlo.

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