Día 7: Enigma
Día 7: Secreto
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Nejire se sentía realmente confundida e inquieta.
Cuando había pensado que podría haberse hecho una idea de cómo era el príncipe del imperio, que podría ser una persona tratable una vez lo conocías y que hasta podría ser amable y cordial. Por un instante pensó que quizá su situación podría no ser tan mala y que podría encontrar una compañía decente a su lado.
Consideró que finalmente lo había comprendido y que fuera de ser un hombre que creía que nadie era suficiente para él o que fuera un hombre con una sed sexual constante, en realidad era alguien amable y lo suficiente decente para querer conocer a la mujer que había nombrado su concubina antes de intimar. Que al hablar lo suficiente esa noche, podrían llevarse mejor.
No obstante, esa ideología fue desechada con facilidad, cuando después de esa noche, el príncipe no volvió al pabellón de cristal y Nejire no fue requerida en la villa del príncipe desde entonces. De eso habían pasado diez días, lo cual de forma normal no tendría problema, las obligaciones y responsabilidades de los miembros de los gobernantes debía ser una tarea pesada, no obstante, no hacía más que confundir a Nejire.
No dejaba de darle vueltas a la idea de ¿por qué ella estaba ahí? ¿Por qué había sido elegida como una concubina de alto rango? Se suponía que ese sitio era para las acompañantes favoritas de los gobernantes y ella... no conocía ni la cara del príncipe. De alguna forma se sentía aliviada de que no sucediera, pero la ansiedad e incertidumbre de no entender que significaba, la estaba matando.
Nejire no era el tipo de mujer que se quedaría quieta esperando una resolución, ella iría y la tomaría. Solo quería que él le dijera que es lo que pretendía con ella, eso sería suficiente para poder silenciar su inquieto interior.
¿Su ausencia significaba que al fin se había cansado de ella? ¿Había conseguido a alguien más e iban a pedirle que se mudara? ¡No le importaba, solo quería estar enterada, quería una simple respuesta! Nejire sentía que no pertenecía ahí, cada mañana se quedaba quieta en su cama pensando que esa vez si despertaría, pero seguía ahí, como cada día.
Cada día era arreglada con cuidado, en espera de la visita del príncipe, algo que no sucedía. No quería esperar, no quería estar ahí y menos con un hombre tan confuso como el príncipe, cada vez su desagrado por el monarca aumentaba.
Dejó salir un suspiro y caminó por la hierba del gran jardín que rodeaba el palacio de cristal, con sus damas siguiendo cada uno de sus pasos desde el pabellón. Nejire les había pedido que esperaran ahí, algo inadecuado, ellas siempre debían estar a su lado, pero no es como que fuera huir o alejarse, solo estaba disfrutando de una caminata en las cercanías.
Levantó su mirada al cielo ¿sería inadecuado acostarse en el jardín y quedarse ahí? Estar ahí la tranquilizaba y la hacía olvidar lo que perturbaba su mente, acostarse en la colina de su aldea era algo que solía hacer o jugar con sus hermanos. ¿Cómo estarían en ese momento? Los extrañaba tanto pero ¿sería posible el verlos en su actual estatus?
Unas risas a la distancia llamaron su atención, giró sobre sí misma y vio a Kinoko acercarse con una sonrisa y un pergamino en sus manos, comprendiendo al instante de que se trataba sin tener que leer lo que decía. Se sintió inquieta y determinante, estaba cansada de esa incertidumbre, no sabía de qué forma, pero esa noche averigua que se tramaba el príncipe.
El resto de la tarde sus damas de compañía se encargaron de asearla, la arreglaron lo mejor posible antes de que un eunuco fuera por ella al pabellón de cristal y fuera dirigida en una carroza a la villa del príncipe. De camino ahí, ella jugueteó con sus manos nerviosa.
Una vez ahí, la guiaron por el largo pasillo que ella había memorizado de sus veces que había estado ahí. Contempló las imponentes decoraciones, las cortinas dándole una apariencia mística entre cada entrada y una gran privacidad. Pronto el lugar se dividió en pasillos y Nejire caminó por inercia hacia aquel comedor donde solían compartir sus alimentos y momentos en silencio.
—Señorita, está por aquí.
Nejire se quedó quieta y confundida porque el eunuco que la guiaba estaba señalando a otro sitio donde antes no había estado. Sin intenciones de discutir, no es como que fuera a hacerlo, lo guió por la villa, hasta que una gran puerta de madera de caoba con detalles en dorado se alzó sobre ella. El eunuco abrió la puerta y con una reverencia se hizo a un lado.
Nejire dudó un instante en la puerta ¿porque el cambio de panorama? ¿Qué estaba tramando en ese punto? Tragó saliva e ingresó al lugar con lentitud, la puerta a su espalda resonó y giró con cierta inquietud ¿de que se trataba todo eso? Contrario a lo que sus sentidos querían, huir, ella se adelantó unos pasos y observó maravillada el sitio.
Tenía la misma elegancia que el resto de la villa, pero los detalles eran más opulentos. Una amplia habitación con unos muebles en el lado derecho de madera delicada, una alfombra en la zona central, debajo de la pequeña mesa; un escritorio en el lado izquierdo junto a la pared con una vela encendida, alfombras exuberantes y al fondo podía apreciarse una amplia cama con sábanas oscuras, Nejire no debía acercarse para asegurar que serían la mejor tela que pudiera sentir en su vida.
Sus ojos se encontraron con los ojos la figura sentada en la pequeña sala de estar de la habitación y él le indicó con la mano que podría hacerle compañía. De nuevo aquella máscara cubre su enigmático rostro y la luz tenue de las velas creaba un ambiente privado entre ambos.
En ese momento el corazón de Nejire se agitó ¿acaso esa noche pasaría...aquello? La idea la hizo sentir nerviosa, porque no esperaba que su visita llevaría a aquel evento.
Se sentó a su lado en el mueble y lo observó, en un intento de descifrar sus pensamientos, pero él simplemente veía un punto en la mesa, sin prestarle un mínimo de atención. Un malestar se agitó en la boca de su estómago ¿de verdad dejaría que eso sucediera con un hombre tan... indiferente e incapaz de fingir el mínimo interés?
Él no parecía dispuesto a decir nada, como si la última vez no hubiera sucedido y no hubieran hablado, aquella idea la irritó aún más y la acidez en su estómago aumentó.
—Me ha sorprendido su solicitud de verme esta noche, majestad. —Nejire habló atrayendo la atención del príncipe.
—Ha pasado un tiempo —La respuesta fue corta e indiferente, él la observó un instante y después bajó su mirada hacia la mesa.
En ese momento las puertas se abrieron, una empleada se acercó con tazas de té y demás bocadillos humeantes, las dejó en la mesa con una reverencia y salió de ahí, dejándolos solos.
—Si y debido a eso me ha confundido su solicitud, ante su ausencia prolongada.
El príncipe observó la comida en la mesa con aire pensativo durante unos segundos. Las respuestas afiladas de Nejire hubieran ocasionado que su cabeza corriera, aunque ella ignoraba aquel hecho, su molestia le nublaba su buen juicio. Aunque muy en el fondo lo sabía, que podría estar condenándose.
—He tenido algunos asuntos que resolver.
Nejire lo observó a su lado, él tomó un bollo al vapor y se lo llevó a la boca, debajo de aquella máscara y ella no pudo apreciar ni un ápice de su rostro. Se lo devoró con rapidez, ella esperó a que terminara antes de seguir hablando.
—Siento mis respuestas desacertadas, pero me incomoda con una situación.
Eso pareció llamar su atención, porque la observó fijamente con cierta inquietud presente en su cuerpo, que se tensó de pronto.
—¿Ha sucedido algo malo en el pabellón?
—No, ahí todo es perfecto con mis damas de compañía.
Esa respuesta pareció relajarlo, como si aquello fuera lo único que estuviera saliendo mal. Nejire sabía que no debería hacer eso, que no debería dirigir las cosas así, pero si ese día no salía con una respuesta de ahí, sabía que terminaría explotando.
Él se concentró de nuevo en la comida, tomando una uva y llevándosela a la boca.
—Mi inquietud es sobre... esto.
Él le dedicó una mirada confusa.
—¿Esto?
Nejire se movió ligeramente de su lugar, todo lo que conocía del príncipe, lo cual era casi nulo, le hacían confiar, sin sentido, en que él no la mandaría a ejecutar por su impertinencia ¿cómo podía estar segura? En realidad no lo estaba, estaba arriesgándome mucho.
Colocó su mano encima de la mano del príncipe, aquella que descansaba en el sofá, y lo observó al rostro. Él rápidamente apartó la mano, todo él se apartó, levantándose y tomando una distancia considerable. Aquella reacción violenta sorprendió a Nejire ¿acaso ella era desagradable para él? Si eso era así ¿porque estaba en ese lugar, como su concubina? Eso solo agitó aún más la acidez en su estómago.
—Puedes retirarte. —Él susurró ligeramente, dándole la espalda y acercándose a la puerta.
Nejire actuó por inercia, acortó la distancia de pronto, y lo tomó de la mano, haciendo que se detuviera.
—¡Solo quiero una respuesta! —Nejire dejó salir aquel enojo contenido que la carcomía desde hace semanas. —Necesito saber ¿qué es lo que estoy haciendo aquí? ¿Qué es lo que realmente esperas de mí? —Su enojo iba escalando cada vez más. —¡Usted me confunde cada día! he sido traída aquí para un labor y en cambio ¡Ni siquiera he podido ver su rostro!
La idea de no saber cómo era la tenía furiosa, él intentó soltarse, pero Nejire no estaba dispuesto a permitirlo. Él retrocedió hasta que chocó con la pared y Nejire, con la adrenalina corriendo por sus venas impulsada por su enojo, levantó su mano libre, tomó el borde de la máscara y tiró de ella.
La máscara cayó al suelo y Nejire se quedó quieta, observando el rostro enfrente de ella. Era más joven de lo que había pensado, quizá un par de años mayor que ella, su cabello azul oscuro, similares a sus ojos que estaban dilatados por la sorpresa, su nariz delgada, largas pestañas iluminadas por la velas cercanas y.... sus labios temblorosos. Y ver aquello hizo más evidente el prominente sonrojo en sus mejillas.
Él levantó su mano y se cubrió los ojos, en un gesto desesperado.
—N-no v-veas. —Tartamudeó.
Escuchar aquellas palabras fue el detonante para que todas las piezas comenzaran a unirse en su cabeza; desde el uso de aquella máscara que cubría todo su rostro, su nula intención de hablar al inicio, como no podía hacer contacto visual durante más de unos segundos, y la forma en que se mantenía en anonimato del resto del mundo a pesar de ser hijo del antiguo emperador.
Nejire descifró el secreto que el príncipe del imperio resguardaba con recelo, él era tímido, realmente tímido.
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¡Y con esto terminamos la Tamajire week! Un poco más tarde de lo que hubiera querido, pero mis obligaciones fuera estan consumiendome... aún asi, me esforcé para poder terminar la week.
Pronto estaré publicando Designo imperial aparte para seguir escribiendo de ello, que me tiene muy emocionada!
¡Muchas gracias a todos los que me acompañaron en esta actividad!
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