Día 4: Sed carmesí
Día 4: Supernatural
El agua descendía desde la tubería que se encontraba afuera de su casa, observó como el agua comenzó a llenar la cubeta de madera, hasta que alcanzó el borde y dejó de bajar la palanca para que el agua se detuviera. Observó el cielo gris, lo cual no era una novedad en aquel pueblo, donde siempre estaban sumidos en aquel ambiente.
Tomó la cubeta y la cargó caminando lentamente para que no derramar el liquido, saludó a un pequeño niño que agitó la mano al verla, abrió la puerta de hierro con madera que limitaba su hogar y la cerró detrás de ella. Una vez dentro dejó la cubeta de agua a un lado y giró para cerrar las tres cerraduras que tenía en la puerta, siempre asegurándose que estuviera segura.
Todas las casas en esa aldea tenían el mismo numero de cerraduras, en un intento en vano de mantenerse seguro, impidiendo que entraran. O en el caso de Nejire, impidiendo que saliera.
Con una cazuela más pequeña vertió el agua en el fuego que tenía encendido, calentando el agua y una vez que se aseguró que estaba tibia, preparó un pequeño tazón con un trapo. Giró observando la puerta al final de su vivienda, o mejor dicho, la única habitación.
Su casa era suficiente modesta, al ingresar podías ver una mesa de madera, a su lado izquierdo estaba la cocina, con un fogón donde cocinaba sus alimentos; en el lado izquierdo había una pequeña sala con un sillón y enfrente una chimenea. Y al final estaba la habitación.
Se dirigió hacía ahí, abriendo lentamente la puerta y asomando el rostro al interior, sintiendo un hueco en su estomago mientras abría la puerta e ingresaba, en silencio y con la mirada fija en la cama del fondo, o mejor dicho, en la persona durmiendo encima.
Sonrió acercándose hacía ahí, colocó el tazón en la mesa junto a la cama y exprimió el agua del trapo, lo pasó por el rostro del hombre, limpiando cuando rastro de tierra, suciedad o sudor que podría tener. Pronto el paño en su mano se enfrió y tuvo que volver a sumergirlo en el agua. Realizó esa acción varias veces, antes de dejarlo atrás.
Colocó su palma en su mejilla sintiendo el contacto frio y contempló la piel pálida y sin vida. Ella tragó saliva, intentando recordar cuantos días tenía inconsciente ¿cinco? ¿siete? Eso sin contar el tiempo antes de que llegara ahí.
—Te gusta mucho dormir ¿cierto? —Nejire mencionó sin dejar de contemplarlo, sus dedos se deslizaron hacia su cabello y lo acarició con suavidad. —Aún cuando solías dormir aquí, siempre eras el último en despertar. —Sonrió con cierta nostalgia.
Nejire no pudo evitar recordar las noches cálidas que habían pasado juntos en esa misma camas, meses atrás, con las caricias de sus manos, de sus labios contra los suyos y las palabras dulces que Tamaki solía repetir una y otra vez, sin cansancio, sucumbiendo al deseo de sus cuerpos y del amor desbordante.
Y como había dicho, después de aquellas noches, Tamaki solía despertar cuando ella le traía el desayuno a la cama, con esa sonrisa torcida adormecida. Nejire sintió su pecho estremecerse ante esa imagen, de forma dolorosa.
—Necesito que despiertes, por favor. —Susurró mientras acariciaba su cabello. —No puedo perderte, no de nuevo, no cuando todo esto es culpa mía.
Una culpa que no dejaba a Nejire dormir desde hace semanas, que no la dejaba respirar ni vivir y la mantenía atada a esa cama, esperando que él abriera sus ojos. Porque que estuviera en esa condición era todo culpa suya.
Todo por haber nacido en esa época, en ese pueblo putrefacto condenado a la extinción.
Un pueblo donde cada noche tenías huir si no querías convertirte en la presa de la criatura más letal, los vampiros. Un peligro inminente que acechaba a los pueblos de alrededor y durante un largo tiempo, la gente vivió aterrorizada de aquellos seres, hasta que decidieron defenderse.
Se había formado un grupo de voluntarios preparados para combatirlos noche con noche, asegurando y manteniendo a salvo al pueblo de cualquier ataque. Pese a ser enemigos con una gran ventajas, los cazadores se habían vuelvo realmente buenos en destruirlos, el fuego era la mejor forma de matarlos, una vez que los capturaban y desmembraban sus cuerpos.
Debido a su sentimiento de deber y sin intenciones de quedarse quietos ante el peligro, se habían unido a la causa y solían monitorear algunas noches en la semana, ellos siempre estaban juntos y en realidad, Tamaki era realmente bueno destruyéndolos, había terminado con media docena de ellos desde que se unió al grupo, algo sorprendente considerando su personalidad tímida.
Nejire misma había presenciado la forma en que él enfrentaba a esas criaturas y... Nejire había quedado aún más cautivada por lo varonil que se veía. Aunque desde antes, cuando apenas eran unos niños, Nejire se había interesado en él. No fue hasta que eran unos adolescentes cuando entendió que ese "interés" siempre había sido algo más. Y lo comprobó la primera vez que salieron a monitorear la aldea y él logró salvarla antes de que un vampiro la mordiera.
Y aquello remarcó la seguridad de Nejire de querer estar con él, la vida era demasiado arriesgada y corta para perder el tiempo. Ella simplemente lo besó cuando la acompañó a casa y tiró de él, hacia esa habitación. Él tímido e inseguro, intentó refrenarla, pero ella no menguó en sus deseos, por lo que terminaron en la cama. Cualquiera podrían pensar que fue demasiado rápido, pero ellos habían estado juntos desde niños.
Ella lo quiso desde siempre pero su relación se formalizó un año atrás.
Nejire no podría estar más feliz de la vida que tenía, con Tamaki a su lado despertando cada mañana e intentando hacer algo bueno por el lugar donde vivían. Todo era perfecto, por eso Nejire no sabía cuando todo...se acabó.
Fue en una noche de guardia donde ambos estaban juntos, caminando por la aldea, mirando al cielo, en cada rincón oscuro, con sus antorchas, que sucedió. Una alarma resonó a la distancia y la conmoción se hizo sonar, pero al mismo tiempo un grito se escuchó a las afueras de la aldea. Y ante eso, ambos decidieron separarse, él iría al origen del grito y Nejire iría a calmar la horda de gente en el centro de la aldea.
Tamaki lo sugirió porque la idea de que ella fuera sola al bosque en la noche no era algo que fuera a permitir y Nejire no se opuso. No había considerado las implicaciones, solo aceptó la idea, porque Tamaki podría controlar cualquier situación. Eso es lo que había pensado con tanta ingenuidad.
Nejire se encontró con una riña entre algunos hombres que tomaban en casa de otro y ella, junto con otros habitantes, lograron detenerlos. No pasó a mayores, pero una vez controlado, Nejire aguardó ahí, donde Tamaki le dijo, esperando su regreso.
Sin embargo, él jamás regresó.
Lo esperó durante un largo tiempo, antes de regresar sobre sus pasos e intentar recordar desde que zona del bosque habían escuchado aquel grito. Recorrió todos los alrededores del bosque sin encontrar ni señas de vida ¿acaso habían escuchado mal? Quizá nadie había gritado, quizá él había regresado a casa. Fue hacia su domicilio, pero no había nadie ahí.
Y fue cuando Nejire se desesperó, se adentró aún más al bosque, buscando desesperada alguna señal de Tamaki o de lo que fuera que sucedió ahí, hasta que lo encontró. Un cadáver con la garganta abierta, era una mujer de la aldea. Ese era el grito que habían escuchado. Pero si esa mujer estaba ahí, muerta ¿Dónde estaba Tamaki? ¿Él jamás había llegado a ayudarla?
Lo cual tenía una sola explicación; algo realmente malo le había sucedido.
Nejire entró en pánico ante esa idea y dedicó el resto de la noche en su búsqueda. Sabía que era incorrecto estar ahí, sola, pero el miedo latente en su interior le impidió detenerse. Aún cuando la mañana llegó, convocó a un escuadrón de búsqueda en el bosque y durante horas se enfocaron en la búsqueda de Tamaki, o al menos de alguna pista o su en el peor de los casos, su cuerpo.
Pero fue como si él hubiera desaparecido, se había esfumado sin dejar rastros. Y la idea de haberlo perdido fue demoledora para Nejire, que se sumergió en aquella oscuridad y repudio por la vida que tenía, maldiciendo una y otra vez a esos asquerosos chupasangre. Le habían arrebatado lo que más le importaba.
Y ella había tenido parte de la culpa, ella debió ir con él al bosque aquel día, no debió separarse de él en ningún momento. Si tan solo ella hubiera ido, si se hubieran quedado juntos en el pueblo o si ella lo hubiera besado por última vez...
La culpa impidió que pudiera seguir con su vida normal y la agonía de su ausencia. Así fuera durante un mes...hasta que, dejando de lado aquella oscuridad, o mejor dicho, decidió concentrar toda su mente y fuerzas en una sola cosa: venganza.
Ella quería vengarse, quería destruir a cada uno de los vampiros que había en el área, ella quería pagar su perdida con la misma sangre que le fue arrebatada. Salía noche tras noche en búsqueda de aquellas criaturas y logró erradicar a una de ellas. Pero no era suficiente, uno solo no compensaría lo que había perdido. Y por eso se adentró al bosque una noche.
No habían visto señales de vampiros en la ultima semana, ellos no solían alimentarse a diario, pero muchas veces estaban en los alrededores y ella tenía la esperanza de poder cazar uno si se adentraba lo más profundo que pudiera.
Nadie iba a detenerla, lo habían intentado y habían fracasado, la venganza es lo que motivaba su día con día. Y su personalidad alegre fue remplazada por la ira y la frialdad. Sin ningún ápice de miedo recorrió el bosque, adentrándose tanto como pudo, hasta que lo vio, un cuerpo en el suelo. Al inicio pensó que podría ser un viajero que no había logrado salir a tiempo del bosque, sin embargo, cuando se acercó sus piernas temblaron y su corazón se detuvo.
Cuando llegó a su lado se derrumbó, era Tamaki, inerte y frio en el suelo.
Aquel dolor aplastante la consumió de ver su cuerpo, cayó de rodillas al suelo y su respiración se cortó, agónica, delirante. No obstante, él había desaparecido semanas atrás ¿No debería estar su cuerpo en descomposición? Cuando lo observó estaba pálido y era justo como lo recordaba. Pero ¿él estaba...vivo? La idea de aceptar lo contrario le quitó el aliento e intentó pensar que si lo fuera, su cuerpo no estaría tan intacto.
Para su sorpresa y esperanza vio el cuerpo de Tamaki moverse y eso fue todo lo que Nejire necesitaba. Se levantó como pudo y arrastró el cuerpo hacia su casa, lo cual no fue una tarea fácil ya que su corpulencia era mayor, pero al final logró recostarlo en la cama de su habitación.
Y desde ese momento se aseguró de mantenerlo vivo... o al menos de tenerlo cómodo. Él apenas y se movía, pero Nejire siempre se acercaba para escucharlo respirar o sentir su aliento. Nejire se aferró a ello, porque si Tamaki no estuviera vivo, no estaría respirando. Él estaba vivo y Nejire estaría dispuesto a esperarlo.
Por ello estaba ahí, como cada día, asegurándose de pasar un paño en su rostro y cuello, limpiaba su cuerpo diligentemente, lo que menos quería es que su cuerpo se atrofiara. Es lo único que se le había ocurrido hacer por él, porque en realidad no sabía que es lo que había sucedido esa noche y porque él estaba en ese estado de letargo. Solo era consciente de su respiración débil y ligera.
Cuidó de él, aferrada a la idea que despertaría, que la vería con esos oscuros cálidos, mirándola y con su voz diciendo que la quería. No estaba dispuesta a renunciar a ello. Estaba de más decir que nadie sabía de la presencia de Tamaki en su casa, por eso ella se aseguraba, con extremo cuidado, que nadie ingresara o de cerrar las puertas.
La noche llegó más rápido de lo que esperaba y Nejire a regañadientes, como cada día desde que encontró a Tamaki, se separó de él y salió a las calles, a dar sus recorridos nocturnos, con antorcha en mano y en la otra una ballesta con flechas bañadas en agua bendita. Adicional se enfundó algunos cuchillos en la parte interior de sus botas y en su cinturón.
Caminó por las calles oscuras, observando con cuidado en cada dirección, cada sombra, cada movimiento. Había un par más de personas haciendo guardia, se dividían la aldea y hacían el trabajo de forma más eficiente. Nejire sintió un escalofríos en la espalda y giró rápidamente, en búsqueda de algún indicio, pero no vio nada. Suspiró y siguió caminando, hasta que una rama quebrándose a la distancia llamó su atención.
Se dirigió a esa dirección, levantando la ballesta al acercarse a los limites de la aldea. Se adentró en la periferia del bosque, dando pasos silenciosos y lentos, mirando alrededor y por encima de los arboles. Era realmente extraño que no hubieran visto vampiros en más de una semana. Torció la boca y meneó la cabeza, pronto su turno terminaría y solo quería regresar a casa.
Bajó su arma, dio media vuelta lista para regresar pero se paralizó al ver una cara tan cerca de ella. Antes de que pudiera reaccionar, una mano se estrelló con su mejilla, lanzándola en el aire y estrellándose contra un tronco. Tosió en un intento de recuperar el aliento, pero la cabeza le daba vueltas, levantó la mirada y justo logró hacer a un lado su cabeza, evitando otro golpe en el rostro.
Sus ojos viajaron por el área, intentando saber donde había quedado su ballesta, la había soltado en algún momento. El vampiro se acercó hacía ella con lentitud, como un depredador acercándose con sigilo a su presa, era un hombre con cabellera rubia, y los ojos descolocados, junto con una sonrisa. Enseñó lo dientes, dejando ver sus colmillos salientes y se abalanzó sobre ella.
Nejire logró frenarlo con sus piernas y en un rápido movimiento sacó un cuchillo y se lo clavó directo en el pecho. El vampiro gritó de dolor, el filo de la navaja estaba bañado en agua bendita y eso era como un veneno para ellos.
El vampiro se alejó bramando y se quitó el cuchillo, la observó con un gesto iracundo.
Nejire aprovechó ese momento para correr, aunque ella sabía que no tenía posibilidades de ganar una carrera contra un vampiro. Eran increíblemente fuertes y veloces, además de su gran resistencia. Necesitaba recuperar su ballesta, ella necesitaba... estiró la mano en un intento de tomarla, pero una mano sujetó su pierna y tiró de ella, arrastrándola por el suelo.
Ella giró sobre su cuerpo y logró clavar con gran fuerza su pie en el rostro de aquella criatura, logrando que la soltara. Esa era su única oportunidad, corrió de nuevo con su ballesta, pero escuchó el bramido del vampiro y lo supo sin verlo, que estaba yendo por ella. Su corazón latía con la más fuerte y pura adrenalina ¿iba a morir? Ella no les daría esa satisfacción, corrió tan fuerte y estiró la mano hacia su ballesta y cuando logró alcanzarla, giró en el suelo hasta quedar boca arriba y apuntó hacia el cielo.
El vampiro saltó hacia ella y cuando Nejire intentó detonar su ballesta, esta no sirvió. El miedo la paralizó y vio al vampiro aproximarse hacia ella, en el suelo. De forma sorpresiva algo, una mancha oscura, logró taclear al vampiro y alejarlo de Nejire.
Ella observó ambas figuras forcejear en una impresionante peleas, similar a dos depredadores en búsqueda de rebanar la garganta de su contrincante. Nejire observó aquello conmocionada y con el pulso aún acelerado, hasta que una de esas figuras logró tomar al otro de la mano y lo lanzó contra un árbol.
Pero el vampiro se recuperó y se lanzó hacia quien había salvado a Nejire, logró someterlo y ella vio la sangre derramarse y manchar la tierra. El vampiro lo sometió contra el suelo y se inclinó para rebanarle el cuello con sus colmillos, un sonido estridente y el vampiro gritó de dolor, cuando bajó la mirada vio una flecha perforando su pecho. Un grito lastimero llenó todo el área y el vampiro retrocedió y finalmente cayó al suelo, muerto.
Nejire dejó la ballesta de lado y corrió hacia quien aún estaba en el suelo, el miedo golpeaba su pecho y el nudo en su garganta le impedía respirar. Ahí, desangrándose estaba Tamaki, con un gesto de dolor y... los ojos completamente rojos. Por supuesto que su falta de ingesta y la perdida de sangre no eran dos cosas que deberían ir de la mano, él estaba lo suficiente débil.
Ella sintió su pecho estremecerse, a pesar de que estaba bastante segura, el verlo era...impresionante. Algo en lo que no quiso pensar demasiado o se concentró en dejar de lado con tanta voluntad.
Nejire tenía un inmenso odio y repulsión a los vampiros, por eso había decidido dedicar toda su vida a erradicarlos. No obstante, cuando encontró a Tamaki en el bosque... inconscientemente comenzó a considerar las posibilidades de que, después de esas semanas, él apareciera de nuevo ahí, vivo, complemente pálido y... sin poder escuchar sus latidos.
Ella se negó a pensar en eso, pero una pequeña voz en su cabeza se lo decía, él era un vampiro.
Lo había ignorado tanto tiempo, pero el verlo ahí con los ojos rojos y los colmillos sobresaliendo de sus labios, fue un fuerte recordatorio de que lo que se temía, fuera real. Se preguntó porque jamás le había dicho a nadie que encontró a Tamaki en el bosque, pero en realidad lo sabía, si alguien del pueblo se enteraba, lo ejecutarían ante la deducción de como había sobrevivido hasta ese momento.
Y a pesar de que él ahora era un vampiro, aquellos seres que tanto odiaba... ella no podía odiar a Tamaki de ninguna forma.
—Vete —Gruñó él. —Puede volver.
—No me iré sin ti, regresaremos a casa.
Él convirtió sus labios en una lineal, como solía hacer en el pasado y la observó con tanto dolor. Porque podía verlo en sus ojos, que ella sabía lo que era, en lo que se había convertido y... no parecía dispuesta a retroceder.
Tamaki no recordaba que fue lo que ocurrió aquel día con claridad, solo sintió un fuerte dolor en el cuello, tan agonizante que se retorció en el suelo en lo que le pareció una eternidad. La sangre en sus venas ardió y sintió como su corazón explotó en su pecho. No sabía en que momento se desmayó, pero cuando regresó en si, la sed de sangre fue realmente abrumadora.
Y Tamaki supo en lo que se había convertido... no estaba dispuesto a hacerlo, a ser uno de esos monstruos que su aldea buscaba erradicar. Por eso se recluyó en las montañas, esperando su muerte, sea por inanición o lo que sea que mataba a una criatura resistente. Hasta que en algún momento, mientras caminaba por el bosque, las fuerzas lo abandonaron y cayó al suelo.
Se sintió tan emocionado, porque al fin había llegado su hora e iba a recibirla encantado. No obstante, escuchó una voz que jamás pensó escuchar. Pero sus ojos no pudieron abrirse para verla una ultima vez, pero se concentró en esa dulce voz que antes había amado tanto, antes de subirse en la oscuridad. Una oscuridad en la que estuvo durante tanto tiempo.
En esa penumbra donde podía escucharla hablar y hablar, llamando y pidiéndole que se quedara con ella. Hasta que sus ojos se abrieron, sus sentidos se dispararon y lo escuchó, aquel corazón con el que estaba tan familiarizado por sus latidos, sucumbiendo al miedo. Y fue hacia ella, con la única idea de mantenerla con vida.
En el suelo la observó a la luz de la luna, sus mejillas sonrojadas y esa sonrisa cordial, se odió tanto por la sed de sangre y las ganas que tenía de comer. Era absolutamente insoportable que respirar era realmente doloroso, podía sentir el dulce aroma de su sangre y su boca se deshacía.
—No puedes hacer nada, tienes que irte.
Nejire lo sabía, que él simplemente estaba esperando su muerte. Podía intuir que desde que se había convertido no había probado sangre. Tragó saliva y retiró su cabello de su cuello, dejándolo expuesto. Pudo ver como él cerraba los ojos, como si aquello fuera agonizante.
—Hazlo.
—¿Qué?
—Puedes tomar todo lo que quieras. —Nejire habló con seguridad.
—Tú no puedes.... —Tamaki desvió la mirada, era completamente visible la sangre corriendo por sus venas y las ganas era aún más insoportables.
Intentó levantarse, correr hacia el lado contrario, pero Nejire lo detuvo, tirando de él, exponiendo aún más su cuelo.
—¡Y tú no te atrevas a dejarme! —Su voz se rompió pero ninguna lagrima corrió de sus ojos. —Tienes que beber y quedarte conmigo, porque yo no estoy dispuesta a dejarte ir. —Nejire frunció el ceño. —Y si te vas, te seguiré a donde sea.
Tamaki intentó pensar con claridad, pero el hambre era tal que apenas podía controlarse, sus manos temblaban y su raciocinio iba y venia, perdiéndose en esa agónica sed. Sabía que eso no tenía sentido, sabía que debía salir corriendo y jamás voltear a ver... ¿pero si ella realmente lo seguía? Cualquier vampiro podría hacerle daño y él estaba lo suficiente débil que apenas había podido hacer algo para protegerla.
Tamaki cometió el grave error de respirar profundamente, algo que había evitado todo ese tiempo, el dulce aroma de su sangre se adentró a su cuerpo y su poca voluntad se rompió. Se abalanzó sobre ella, tomándola de la cintura, acercándola por completo a su cuerpo y sus colmillos se clavaron en la blanca piel.
Su sangre...era delirante, tanto que perdió la cabeza y se concentró en la dulzura y deleite que el liquido ocasionaba en su interior, que estaba a punto de estallar. Se regocijó enloquecido, succionando, saboreando y sintiendo como iba perdiéndose poco a poco. Hasta que la escuchó gemir, un pequeño sonido ensordecedor.
Nejire sintió el dolor punzante en su cuello, al menos al inicio, pero después, la sensación fue algo extraña, no desagradable, pero única. Se quedó quieta esperando, pero su propio cuerpo se sintió caliente de pronto, quizá por la cercanía de ambos cuerpos, por la forma en que él tomaba su sangre o quizá porque él parecía tan desesperado, acariciado su cuerpo, que Nejire se dejó llevar mientras sentía el cansancio abriéndose paso.
Lo había esperado todo ese tiempo, lo había necesitado y ahora él estaba ahí, ella estaba dispuesta a hacer eso una y otra vez, solo quería que él se quedar a su lado, como antes. El calor de su cuerpo, ocasionado por el rápido bombeo de su corazón, agitó su interior y un sonido salió de sus labios.
Tamaki pestañeó y sus ojos enloquecidos se disiparon y pronto la razón se abrió paso. La soltó de pronto, la tomó del rostro para asegurar que estuviera bien. Ella sonrió con un gesto adormilado, de pronto había perdido parte de su fuerza. El odio lo alcanzó, al darse cuenta que si no se hubiera detenido, la hubiera matado y el repudio lo llenó por completo.
Él la sentó en el suelo, retrocedió e intentó irse, pero una mano lo sujetó, al girar vio a Nejire tomándolo con fuerza.
—Por favor, no te vayas.
—Esto no funcionara, yo tengo que...
—No te atrevas a morir y dejarme aquí sola, —Ella tragó saliva. — Yo te necesito y tú me necesitas aún más, podemos hacer que esto funcione.
Él se inclinó hacia ella, la observó con gran dolor y la poca convicción que tenía, se derrumbó. Dejó salir un suspiro, se inclinó y besó su frente, una y otra vez.
—¿Estas segura de esto?
—Totalmente.
Tamaki no sabía como o de que forma, pero estaba dispuesto a intentarlo.
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