Capítulo 2: Adolescencia.
Oscar esquiva y bloquea, una y otra vez, evitando el bastón de madera que busca derribarlo. Se mueve con elegancia y precisión, casi parece que está danzando. No tiene intenciones de responder a la agresión; su único objetivo es mantenerse de pie.
Teresa gruñe y hace una mueca al ver que no obtiene resultados con nada de lo que intenta. Con un suspiro, vuelve a levantar su arma, probando con una serie de estocadas. No obstante, sus ataques son bloqueados por la espada de madera de su hermanastro. Es hábil, muy hábil; capaz de igualar la diferencia de edad con destreza.
El segundo hijo de Dragonia sonríe, moviéndose de un lado a otro, haciendo gala de sus buenos reflejos. Al menos hasta que finalmente comete una imprecisión lo suficiente grande para que su oponente encuentre una pequeña brecha en su defensa, y con un movimiento certero, logre desarmar al joven Oscar de ahora quince años.
—¡Impresionante hermana! —exclama Oscar con el bastón de madera cerca de su garganta.
—No seas tan condescendiente, Oscar —dice ella, bajando el arma—. Puedo ver que te contienes.
—N-no estoy haciendo eso —asegura, negando con la cabeza y envainando su espada.
—Oh, ¿en verdad?
—Si, yo...
Teresa lo interrumpe, acercándose lo suficiente para colocar sus dedos en las costillas de su hermanastro, haciéndole cosquillas. Oscar llora ante el contacto, cayendo los dos al suelo. Ella continua con su dulce tortura, obligándolo a que acepte la verdad. Él se retuerce, manteniendo su boca sellada; al menos esa es su intención.
—Está bien, está bien —dice el segundo hijo de Dragonia finalmente—. Yo... Tú, tienes razón.
Ella al escuchar su confesión, se detiene. Oscar aprovecha el momento para tomar un poco de aire, manteniéndose en el suelo, intentando recuperar poco a poco la compostura. Su hermana al poco tiempo se pone a su lado, acostándose en la yerba. Ambos se voltean a ver, sus mejillas están sonrojadas por el esfuerzo y el calor del verano, y están tan cerca, que casi sienten el aliento del otro tocar su rostro.
—Eso fue malo, hermana.
—Mis disculpas, Oscar —responde Teresa con una sonrisa, fingiendo pena—. ¿Puedes perdonarme?
Oscar hace una mueca: En realidad duda que alguna vez en su vida pueda no hacerlo.
—Bien, solo porque es tu cumpleaños —declara—. Por cierto, creo que es hora de que tengas tu presente.
Oscar se levanta, sorprendiendo a su hermanastra. Antes de que ella pueda cuestionarlo, él ya se encuentra caminando hacia un roble que está a unos pocos pasos. Al llegar, se agacha, tomando una que esta escondida entre las raíces. De inmediato, una pequeña sonrisa aparece en sus labios: Este está destinado a ser el mejor regalo que le ha dado a Teresa.
Cuando vuelve con ella, se lo entrega. De su boca sale "un feliz cumpleaños" al mismo tiempo que nota como su hermanastra le devuelve la sonrisa y una de sus manos se mueve para alcanzar la cinta del pequeño paquete que sostiene. Oscar la mira, impaciente, queriendo saber lo antes posible cuál es su reacción por el obsequio.
En el instante que la decorada caja se abre, la joven Linares de ahora veintiún años no puede evitar sorprenderse al ver el contenido: Encima de un blanco algodón, reposan . Son sumamente elegantes y posiblemente demasiado costosos para que los porte una doncella.
—Oscar...
—Cuando recibí estos pendientes de mis padres pensé que se verían perfectos en ti.
Teresa al escuchar a su hermanastro, se tensa. De repente, los pendientes comienzan a parecerle sumamente conocidos: Son las mismas joyas de compromiso de la familia Dragonia que estuvo limpiando con tanto esmero hace años por órdenes de la jefa de las doncellas. Una sensación de preocupación invade su cuerpo.
—¿No te gustan...? —cuestiona Oscar con total inocencia, al notar la vacilación de su hermanastra.
Teresa se obliga a olvidar su nube de pensamientos y levantar la mirada. Se encuentra con los ojos esmeralda de su hermanastro, que de repente, parecen tristes.
—S-son preciosos, Oscar —asegura—. Pero no puedo aceptarlos; no me pertenecen. Debes dárselo a... la mujer que este destinada a ser la más importante en tu vida.
Oscar sonríe; sus ojos brillan y su expresión es radiante. Se acerca, tomando la mano de Teresa.
—Entonces tú debes tenerlos —declara el segundo hijo de Dragonia—. Tu eres esa mujer, hermana.
Teresa Linares de repente tiene los ojos húmedos. Oscar es demasiado inocente, demasiado dulce, demasiado bueno para este mundo. No puede imaginar que sería de ella sin él.
—Oscar... —dice en un suspiro—. No, no, yo no puedo tomarlos. Estas reliquias son de compromiso. Debes entregárselas a la mujer noble con la que quieras casarte.
El segundo hijo de Dragonia se sorprende al oírla, parpadea una vez, luego otra, y finalmente todo el asunto hace clic en su mente. Teresa casi escucha que un pequeño 'oh' sale de sus labios antes de que sus mejillas comiencen a sonrojarse furiosamente.
—No te preocupes, Oscar —comenta Teresa rápidamente—. Fue solo un mal entendido. Lo que importa al final es que estamos juntos. Nada podría compararse con tu compañía.
Teresa intenta mostrar una sonrisa reconfórtate, al tiempo que cierra la decorada caja. Estira ambos brazos, pretendiendo devolverle el regalo, pero su hermanastro se niega.
—No, son tuyos —declara Oscar aun con las mejillas bañadas en un tono escarlata—. No importa que estén hechas para otro fin, yo quiero que los tengas. Además, en un par de días marcharemos a la Abadía; nadie sabrá para que eran en verdad.
Ella quiere negarse, no puede aceptarlo por el bien de ambos. Le aterra pensar lo que pasaría si el señor, la señora, los tutores de Oscar o cualquier doncella la viera en posesión de los pendientes de compromiso de la familia Dragonia: Correrían rumores lascivos y degradantes sobre ambos, los despreciarían por su "unión" de sangre, los castigarían brutalmente, y lo más importante, la separarían para siempre de Oscar.
—Oscar...
—Por favor...
Teresa suspira, nunca ha podido negarle algo a su hermanastro y esta no es la excepción.
—Bien. Como desees.
Los días acontecen, Oscar y Teresa redoblan su entrenamiento en el bosque. Esta noche inician su viaje a la Abadía. El siguiente paso para el segundo hijo de la familia Dragonia, su forma de contribuir a su linaje, creando poderosos lazos como exorcista. Aunque, no ira solo, su hermanastra está dispuesta a seguirlo hasta el final del mundo; después de todo, dentro de esa mansión fría y oscura no hay nada para ella.
Cuando se marchan al atardecer, Oscar tiene una sensación agridulce. Se va a cumplir un sueño, a ser parte de algo más grande, no obstante, sus padres no están presentes para verlo partir a este nuevo comienzo. El señor y la señora se encuentran en un asunto que consideran más importante con su hermano mayor: el heredero.
Los dos inician como simples aprendices que aspiran a un rango dentro de la Abadía. Al lugar al que llegan se encuentran con muchas personas de diferentes edades y sitios que pretenden los mismos objetivos. El uso de armas y el manejo de artes es lo primero que se les exige para poder llegar a tener un puesto de exorcista.
Oscar, un mes después, es puesto a prueba. Es asignado a un combate con armas contra otro aspirante que casi le dobla la edad y la musculatura. A los ojos de casi todos los presentes parece un combate muy desigual, pero su hermanastra no está preocupada. Tan pronto inicial el duelo, el segundo hijo de Dragonia desarma a su oponente en tan solo cuatro movimientos, y en un par más, lo hace caer al suelo, derrotado.
Teresa, días después, obtiene su oportunidad. Este duelo de exhibición significa mucho para ella. La casa Dragonia ya no tiene poder sobre su persona aquí; nadie la conoce y tampoco espera que lo hagan, ahora su único objetivo es forjar una reputación lo suficientemente fuerte para protegerlos a los dos de cualquier peligro. Cuando la batalla comienza, no tiene ningún reparo en usar su mejor arte para mandar a la enfermería al sujeto que creyó conveniente decirle que era "una cara bonita".
En pocas semanas, los dos se hacen de un prestigio considerable entre los recién llegados.
Oscar es un espadachín excelente, el arquetipo perfecto de caballero: Posee un extenso linaje, tiene modales y habla educado, sin mencionar un carisma único. Todo esto repercute en quienes lo conocen, ya sea que les agrade, lo respeten o lo envidien, no pasa desapercibido. No obstante, sigue siendo bastante inocente e ingenuo; más de una vez intentan engañarlo, aunque siempre es salvado por su hermana.
Teresa, por otra parte, es la mejor hechicera de todos los aspirantes, comparte algunas de las características de su hermanastro, pero a diferencia de él, ella es fría y directa. Casi nadie intenta acercarse, y los que se atreven, reciben una gélida bienvenida. Sin embargo, lo que les queda claro a todos en ese lugar, es que está dispuesta a hacer sufrir a cualquiera que intente abusar de la buena voluntad de su hermanastro.
Una tarde, cuando el sol comienza a desaparecer por el horizonte y el grupo de aspirantes se reúnen entre las distintas fogatas, luego de un entrenamiento de campo; Teresa nota algo por primera vez: Su hermanastro y ella están solos, son los únicos en esa situación. Los demás ríen y conversan frente al fuego de lo ocurrido durante el día, mientras que ellos, se encuentran en silencio y sin nadie cerca.
Teresa se gira hacia Oscar, queriendo saber si lo nota, pero está demasiado entretenido en sus estudios para darse cuenta. Ella sonríe con pesar, bajando la mirada, notoriamente afligida. «Oscar debería tener amigos...» Piensa con preocupación.
A la mañana siguiente, Teresa continúa pensando en el asunto. Apenas nota los duelos de entrenamiento frente a ella. Al menos, hasta que su instructor llama a su hermanastro.
—Oscar Dragonia, Eleanor Hume al frente —dice el exorcista a cargo, señalando la zona a su espalda.
Los dos obedecen, caminando al área designada. Teresa, como es habitual, observa con detenimiento al oponente de Oscar. Eleanor Hume no destaca mucho: Es de complexión pequeña y delgada, su mirada refleja nerviosismo y su postura flaquea en momentos. Casi tiene la certeza que será otro rival sencillo para su hermanastro.
Tras el saludo inicial, el duelo no tarda en empezar. Oscar se pone a la defensiva como siempre; prefiriendo esperar a que el enemigo cometa sus propios errores antes que buscar una brecha por la cual atacar. Eleanor al notar su pasividad, acorta la distancia. Ella intenta golpearlo con su lanza, pero falla en todas las ocasiones; el segundo hijo de Dragonia se mueve con rapidez, bloqueando y esquivando con facilidad.
Oscar no ataca, es paciente. Sus tutores lo enseñaron a esperar el momento idóneo. Algunos aprendices les desespera su forma de luchar, pero no se atreven a decir nada. No por el posible regaño del instructor, sino por lo que sería capaz de hacerles Teresa Linares.
Finalmente, Eleanor descuida su defensa al lanzar una estocada que la deja muy vulnerable. Oscar esquiva el movimiento, aprovechando la oportunidad para colocarse a un costado, listo para desarmarla. No obstante, ella se recupera a tiempo y lo evita. El segundo hijo de Dragonia no le queda más que seguir presionando.
El chirrido continuo que produce la espada y la lanza al chocar, mantiene en constante atención a los demás aspirantes. Todos esta impresionados; esta es la primera vez que alguien soporta tanto contra el segundo hijo de Dragonia. Teresa para sus adentros, se ve obligada a admitir que es hábil, quizá la mejor que ha visto hasta ahora.
De todas formas, Eleanor esta abrumada. Aprieta los dientes ante la dificultad de seguir bloqueando a su adversario. Oscar, usando su excelente velocidad, se desplaza a su espalda, desatando un arte eléctrico que es imposible de esquivar. Ella solo puede intentar protegerse con ambas manos antes de que todo se vuelva negro.
Cuando Eleanor abre los ojos, se encuentra acostada en una cama, dentro de una carpa, con el cuerpo adolorido y un vendaje que se extiende por parte de su brazo izquierdo.
—Gracias a dios despiertas —dice una voz a su lado—. Comenzaba a preocuparme.
Ella gira su cabeza, descubriendo a dos figuras paradas a su lado. Cuando su vista se aclara, no puede evitar sorprenderse al notar que son Oscar Dragonia y Teresa Linares.
—Lamento haberte atacado así —comenta Oscar de inmediato—. Mis acciones son imperdonables. Por favor, acepta mis más sinceras disculpas; no era mi intención herirte.
Ella no responde, sigue impresionada y un tanto confundida. Apenas recuerda lo sucedido.
—Eleanor, te pido aceptes las disculpas de mi hermano —habla Teresa poco después—. Doy buena fe de que sus acciones nunca fueron con la intención de herirte.
La aludida se reincorpora lo suficiente para quedar sentada, haciendo una mueca de dolor en el proceso. Su atención se dirige al segundo hijo de Dragonia que parece apenado.
—Yo...No te preocupes, Oscar —dice finalmente Eleanor—. Entiendo que en los combates pueden ocurrir estas cosas. No estoy molesta ni te guardo rencor, en verdad.
—Gracias, Eleanor. Aprecio mucho que seas tan compresiva conmigo —responde el chico, inclinando la cabeza—. Como compensación nos gustaría que me nos acompañes a mi hermana y a mí a comer quiche tan pronto te permitan salir de aquí.
Eleanor vuelve a quedarse en silencio por un momento, sin saber muy bien que decir. Observa a Teresa, notando que sus ojos esmeraldas le devuelven una gélida mirada, que de inmediato entiende: Negarse a la petición de Oscar no es una opción.
—Hm, sí, claro...
Oscar sonríe ligeramente al escuchar su resolución. Y así, Eleanor Hume se convierte en lo más similar a una amiga que Teresa Linares encuentra para Oscar Dragonia.
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