I need you (3)



            El grave claxon de un camión con un enorme acoplado lo hizo despertar. Dio dos saltos hacia atrás para salir de la carretera y paseó su mirada por su entorno. Traía puesta su ropa y un suéter negro, pero en su muñeca todavía estaba la pulsera de identificación que lo encasillaba como paciente del hospital psiquiátrico de Newark. Parpadeó varias veces y llevó las manos a su rostro para frotar sus ojos. Recordaba correr por los pasillos de la institución y golpear a alguien, recordaba también haber saltado la verja y haberse escondido entre los arbustos hasta que sus músculos se entumieron y el sol comenzó a salir. Y ahora estaba ahí, quién sabe dónde. Se rebuscó en los bolsillos pero no tenía nada salvo un papel con un número telefónico en él y un par de monedas. ¿De quién era ese número? No tenía a donde ir así que solo siguió caminando hasta que un pequeño poblado se abrió ante él y encontró un teléfono público. Sus manos temblaban mientras marcaba el número, y luego simplemente esperó.

— ¿Hola? ¿Hola quién habla? No conozco este número, ¿Hola?

Mikey inspiró fuertemente, no sabía qué decir y sabía que su tartamudeo nervioso podía atacar en cualquier momento pero sólo tenía un minuto y medio, no podía desperdiciarlo. Aclaró su garganta y luego habló.

— ¿Con quién hablo? —preguntó.

El tipo bufó.

— ¿Cómo que con quién hablo? ¡Tú estás llamando, imbécil! ¿Con quién hablo yo? ¿Es una puta broma? Voy a colgar.

— No... por favor —se apresuró Mikey—. S-soy Michael Way, el hermano de Gerard y...

— Oh... mierda.

— ¿Qué pasa?

— ¿Dónde estás?

— No lo sé —dijo Mikey—, te llamo porque tenía tu número anotado en un papel y... uh, necesito un favor.

— ¿Qué favor?

— La dirección personal de Grant Morrison. Algo me dice que tú puedes ayudarme con eso.

Hubo un largo silencio.

— No... no... —lo escuchó susurrar— Mikey no, no... dime dónde estás y yo iré por ti. Ven a casa, tu madre ha pegado carteles con tu cara por todos lados. Sé que escapaste del hospital... estás en la televisión también. No seas idiota, Mikey. Regresa a casa... así no lograrás nada.

— Necesito encontrar a Gee, es todo lo que sé. Y mira, me queda poco tiempo así que agradecería mucho si dejas de sermonearme y me das su dirección. ¿Por favor?

— ¿Tienes donde anotar? —suspiró Bert.

* * * 

— Caminas dos calles hacia el sur y encontrarás la calle que buscas. Hasta pronto —dijo el hombre cuando Mikey abandonó su vehículo. Mikey asintió y sonrió.

— Gracias —dijo simplemente antes de cerrar la puerta y vio el auto marcharse por la carretera.

Era un barrio residencial totalmente verde y lindo. Estaba perdido mirando las casas mientras avanzaba buscando la de Morrison, y supo de antemano cual era la de él al llegar hasta a ella. Estaba comenzando a bajar el sol y todas las casas comenzaban a encender sus luces, pero esa casa en particular estaba todo apagado y no había ni un auto estacionado fuera de ella. Luego de cerciorarse de que era la casa indicada se metió por un costado hasta el jardín y comenzó a forcejear la puerta trasera. Rompió el vidrio de la misma y metió la mano para abrir la manija y dos seguros que tenía aparte. Y logró entrar a la propiedad de Grant Morrison. Todo lucía metódicamente ordenado y la decoración era totalmente como, suponía, Gerard adornaría su hogar cuando fuera un adulto. Avanzó hasta que se encontró con la cocina y se empujó dentro, desde la encimera tomó uno de los cuchillos de carnicería que había a modo de exposición y volvió al pasillo. Su corazón latía a mil por hora y no estaba seguro de poder usarlo perfectamente, pero necesitaba protegerse de algún modo. Se encontró con un comedor, un baño y una sala de estar con grandes ventanales, pero no había nadie ahí y tampoco había rastros de Gerard así que decidió subir a la segunda planta. La primera puerta daba a una habitación que había sido desocupada en algún momento del día porque la cama seguía sin hacer, pero no había nada interesante ahí. La segunda era otra habitación pero esta estaba ordenada y vacía. Luego encontró un baño, un estudio y una habitación con guitarras y cómics y cosas que le recordaron a su hermano. La siguiente puerta daba a una habitación vacía. Gerard no estaba ahí. Grant no estaba ahí.

Jadeó pesadamente y regresó a las escaleras, ¿Cómo era posible que su hermano no estuviera ahí? Estaba tan ocupado con los ruidos al interior de su cabeza y las miles de interrogantes que él mismo se formulaba por segundo que no escuchó cuando un vehículo estacionó fuera, ni mucho menos escuchó cuando la puerta principal se abrió. Con el cuchillo empuñado bajó los escalones de a dos en dos, de seguro había olvidado mirar algo abajo. Había una puerta que no había abierto, quizás daba a una habitación y en esa habitación...

— ¿Tus padres no te enseñaron que no debes correr con cuchillos? Bueno, la frase nombra tijeras pero supongo que igual rige en torno a los cuchillos.

Mikey alzó la mirada. Le quedaba un escalón para llegar a la primera planta y a Grant Morrison le faltaban siete pasos para llegar hacia él. Sus pupilas se dilataron y comenzó a sudar frío, tuvo que sostener el cuchillo con ambas manos porque de otro modo sus estrepitosos temblores harían que lo perdiera. Grant ni siquiera había intentado lanzarse sobre él.

— Le dije a tu hermano que era cuestión de tiempo... —dijo Grant mientras se quitaba el saco, lentamente comenzó a doblar las mangas de su camisa— Eres un buen hermano, Michael Way. O Kobra Kid... como prefieras que te llame ¿por qué me miras así? Es obvio que sé tu nombre en clave, después de todo fui yo quién te lanzó el auto encima para que fueras a reunirte con tu hermano, y fui yo quien vació el frasco en tu colgante cuando decidí que ya no eras necesario. ¿Es deprimente? Supongo que lo es... incluso en un mundo de fantasía no eres más que el personaje de apoyo para que la historia de tu hermano continúe... qué patética existencia. Siento lástima por ti, pequeño Mikey Way.

Mikey lo vio acercarse un paso y decidió que si no se movía entonces estaba acabado. Se lanzó contra él moviendo el cuchillo y se alegró al ver que los reflejos de Grant lo hicieron apartarse de él, con este espacio de más se giró para correr de regreso al pasillo que daba a la puerta del jardín, pero en lugar de salir abrió la del costado y se sorprendió al encontrarse con unas escaleras y una tenue luz abajo. Su corazón estaba en su garganta mientras bajaba. Había algo así como un imán llamándolo desde abajo. En primera instancia no vio más que un sótano común y corriente, pero tras unas cajas había una puerta y luego de abrirla se encontró con una habitación que lucía mucho como una habitación de hospital. Y estaba habitada. Su corazón dio un vuelco cuando vio a su hermano mayor ahí.

Su rostro lucía pálido y huesudo, su negro cabello era largo ahora y había rastro de vello facial en su labio superior y barbilla, había una mascarilla sobre su rostro y una sonda que entraba por su nariz. Sus brazos estaban escondidos bajo las mantas y desde uno de ellos salía una conexión a una bolsa de suero con un goteo contabilizado por una máquina. El monitor cardiaco era el único ruido ahí.

— Gerard... —clamó corriendo a su lado, pero Gerard no se movió. Estaba frío, pero al menos su corazón latía— Gee... soy Mikey, vine para llevarte a casa. Vas a estar bien, Gee. Ya verás...

— Eso es adorable —escuchó una voz a sus espaldas, era Morrison de nuevo. Pero no le importó. Sabía que todo tenía que acabar de un modo u otro—. Pero Gerard no irá a casa... Gerard no despertará nunca porque me aseguré de eso. Está encerrado dentro de su cerebro, según dicen ellos aún pueden escuchar así que grita todo lo que quieras, pero tu hermano no está en condiciones de ayudarte, ni lo estará mañana.

Mikey se giró para encararlo y descubrió que Grant lo estaba apuntando con un revolver directamente a la cara. Tragó saliva pesadamente y volvió a darle la espalda, no iba a darse por vencido. Pero no importaba cuanto moviera a Gee, él no respondía. Y quizás Grant tenía razón después de todo, quizás era verdad que Gerard no iba a despertar, que Gerard ya no estaba ahí.

"Tienes que liberarme." Había dicho Gerard, ¿pero cómo? El brillo del cuchillo respondió a su pregunta. Tenía que hacerlo, no tenía otra opción. Tenía que matarlo para hacerlo libre. Tenía que matarlo. Tenía que matar a su hermano mayor. Puso el cuchillo a la altura de su cuello y cerró los ojos. Cortó. La sangre comenzó a saltar en todas las direcciones, el monitor cardiaco se volvió loco y el cuerpo de su hermano se contrajo. Su vista se nubló y creyó que era por las lágrimas, pero un dolor punzante en el hombro le hizo mirar hacia abajo y descubrió que había sangre mojando su ropa. ¿Era su sangre o era la de Gerard?

El rostro de Grant estaba plasmado por la sorpresa cuando se giró a encararlo. Se acercó lentamente hacia él y no le importó seguir siendo apuntado, ¿qué más daba morir si su hermano igual iba a morir? No tenía sentido alguno. Llegó hasta Grant pero él no disparó. Y luego se encontró teniendo una especie de forcejeo por el arma porque Grant tenía miedo y él quería pedirle que le disparara para terminar de una vez con todo eso pero las palabras no salían de su boca. Nada salía de su boca. Un estruendoso ruido lo hizo regresar a la escena y vio como los ojos de Grant se abrían enormemente, el arma había sido disparada pero no era él quien estaba herido. Cuando se apartó Grant cayó al suelo sosteniéndose la herida del abdomen con ambas manos.

Había tanta sangre...

Para cuando se sentó contra la pared el monitor cardiaco de Gerard estaba en un constante pitido que avisaba que su corazón ya no latía. La sangre de su hermano caía a gotas por los costados de la camilla, haciendo posas rojas debajo. Y la de Grant se extendía por el suelo, más oscura y más espesa. Mikey pensó que si alguno de esos artistas estuviera vivo, usarían la sangre para hacer dibujos en el suelo. Pero él no era un artista. Él no era nadie... solo era el hermano menor de un hermano mayor que estaba muerto. Quiso revivirlo para preguntarle qué haría Robin si es que Batman moría. Quiso revivir a Grant para preguntarle qué debía hacer para encontrarse con Gerard en ese mundo de sueños. Pero no podía revivir a ninguno de los dos. No podía hacer nada porque solo era un extra.

Y se quedó en silencio esperando, mirando ambos cuerpos en busca de respuestas que nunca encontraría. Pero eventualmente la puerta se abrió y tuvo que mirar rostros nuevos a la fuerza. No supo cuántas horas había pasado pero ellos traían trajes que protegían también sus narices. ¿Olía a muerte? No podía decirlo... él había estado oliéndolo continuamente. Olía mejor que el hospital. Le hicieron preguntas, una y otra vez, muchas personas al mismo tiempo y en solitario. Todos querían saber qué había pasado... todos querían respuestas, pero él no podía dárselas porque ya no tenía voz. O quizás sí tenía pero no quería ocuparla, ¿para qué hacerlo si ya nada tenía sentido de todos modos?

"Díganme cómo puedo reunirme con Gee." Escribió cuando le entregaron un trozo de papel. Si se lo decían él iba a cooperar, era obvio. Solo necesitaba un poco de esperanzas para poder hablar. ¿Pero es que acaso de hacerlo le creerían?

Y como sucede con las personas que no pueden comunicarse, fue declarado culpable de la muerte de dos personas, y quizás era culpable de sus muertes pero tal vez no... son los antagonistas los culpables de ese tipo de cosas, no los personajes de relleno. Su destino sí fue digno de un personaje de relleno. Su madre lloró cuando lo vio, pero después de eso no la volvió a ver en un largo tiempo, ¿o habían sido minutos? Fue ingresado a un hospital mucho más restrictivo que el último, custodiado día y noche para que no volviera a escapar, ¿pero para qué hacerlo si ya no había nada para él allá afuera? Quiso decírselos, pero había pasado tanto tiempo sin decir nada que su voz ya no funcionaba.

Se dedicó a hacer nuevos dibujos y nuevos bosquejos, se dedicó a estudiar los pocos libros a los que tenía acceso para buscar algo que le hablara de la dinámica de los sueños pero no había nada útil. Se encontró durmiendo veinte horas al día en cortos intervalos, intentando que el siguiente sueño fuera el que lo llevara de regreso a donde su hermano... él sabría cómo hacer para que se quedara ahí para siempre. Ansiaba desesperadamente esa irrealidad que tanto había odiado cuando su hermano estaba con vida, porque ahora era su única esperanza... el único lugar en donde podría reunirse para siempre con Party Poison.

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