Epílogo
— ¡Vi a Gerard!
Eso fue lo primero que dijo Michael cuando abrió los ojos. Después de tres meses en coma inducido su cuerpo lucía mucho más frágil, pero todas sus heridas estaban curadas. Estaba listo para regresar a casa. Su madre le observó con una lacónica sonrisa en los labios y dio un corto asentimiento. Un par de enfermeras entraron a revisar sus signos vitales, pero todo estaba en orden. Michael había regresado. El muchacho no se resistió cuando una de las enfermas le quitó el colgante vacío del cuello y lo lanzó al cuenco de la basura. Para él no tenía ningún significado en lo absoluto.
— Es en serio, mamá —repitió—. Estaba en mis sueños... lucía el cabello súper rojo y era un súper héroe. Tengo que contárselo. ¿Todavía está enojado conmigo? ¿Por qué no está aquí?
Su madre estiró los labios intentando sonreír una vez más, pero no pudo lograrlo y tal como había sucedido en las últimas semanas, rompió en llanto. Gerard había desaparecido un día y nadie sabía a donde había ido. El amigo de su hijo, Robert, le había dicho que iría a visitar a su héroe: Grant Morrison. Pero no quiso darle detalles... dijo que eso era algo que sólo Gerard debía contarle. Que no podía traicionar la confianza de su amigo. Y ella lo entendió.
Pero la policía se había añadido a la búsqueda, pero después de un mes sin ningún resultado parecían haberse rendido y ahora sólo quedaba esperar que Gerard regresara a casa algún día... pero no parecía tener intensiones de hacerlo.
— Tu hermano... tu hermano desapareció —comenzó, no valía la pena mentirle. Los ojos de Michael se cristalizaron, pero con atención escuchó el relato de su madre. En cierto modo lo sabía... era obvio que Gerard iba a estar esperándolo porque no era rencoroso, y si no estaba ahí entonces era porque había algo mal. Para cuando su madre terminó de hablar, Michael se empujó sobre la camilla y la abrazó fuertemente. Ahora eran sólo ellos dos contra el mundo.
— ¡Así es, Ralph! ¡Ya están lanzando la tercera edición y sólo han pasado dos semanas desde que el primer volumen salió al mercado! ¡Un éxito rotundo! —Exclamó Grant, bebiendo un corto trago de su Martini mientras su amigo le hablaba acerca de los beneficios monetarios de su última creación— El segundo, tercer y cuarto tomo ya están listos para salir. Pretendo publicar hasta el tomo número ocho, pero como te dije antes, ¡Esta historia se escribe sola!
Después de cortar la llamada bebió el último trago de su vaso antes de ponerse de pie. Todo parecía estar yendo increíblemente bien desde el lanzamiento del cómic. Desde que irrumpió en la propiedad de los Way para rescatar los cuadernos supo que iba a ser así, aprovechó también pasar a amenazar al vendedor de la tienda de cómics para que mantuviera la boca cerrada y luego había hecho una visita al hospital en donde el menor de los Way yacía. Había vaciado el líquido del frasco y con eso aseguraba el regreso del muchacho. Después de todo no había sido un personaje muy carismático; no necesitaba a ambos Way.
Pero habían pasado semanas desde eso y ahora estaba en su casa. Gracias al ventanal roto había podido fingir bastante bien que se trató de un robo que había salido mal. Sus heridas de bala ya estaban casi curadas y todo parecía haber vuelto a la normalidad.
Atravesó el pasillo y bajó lentamente las escaleras principales, se dirigió entonces a la parte posterior de la casa y detrás de una puerta descubrió unas escaleras que daban al sótano. Encendió la luz y bajó al mismo.
Ahí en medio, sobre una camilla, yacía inconsciente el pobre muchacho que había pensado que podía ganarle a él. Un respirador artificial lo mantenía con vida y un monitor cardiaco daba cuenta de eso. Había una sonda conectada directamente a su estómago para alimentarlo. Gerard Way estaba ahí, en su propia cárcel. El castigo para quien había intentado hacerle frente.
Cuando se aburriera de él podía desconectar las máquinas para dejarlo escabullirse completamente a ése mundo inventado, en donde él y sus amigos eran felices peleando eternamente contra unos villanos que jamás podrían vencer. Pero mientras tanto era agradable bajar al sótano, tomar asiento junto a su cama y hablarle de cualquier cosa.
— Tu hermano despertó, acaban de informármelo. ¿Quieres apostar? Yo doy diez dólares a que dentro de unos meses dará con nosotros. Quizás intente desafiarme así como lo hiciste tú. Sería poético, ¿No crees? Le daré un lugar de honor aquí a tu lado si eso llega a pasar. O quizás acabe con tu vida frente a sus ojos, eso sería mucho más emocionante. Desde que no presentas ninguna amenaza para mí ya no es tan divertido todo esto. ¿Te gusta tu mundo de fantasía? ¿Es esa tu realidad ahora?
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