1
No era la primera vez que tenía el impulso de salir de la clase sin el miedo a que, me llevarán a dirección. Normalmente puedo concentrarme y continuar enfocado. Pero los últimos tres meses, me he notado mucho más confundido de lo normal
Me imaginaba tomando mi mochila y cruzando la puerta mientras evitaba las protestas del profesor, paseando por los pasillos. Dejando mis cosas en el loquer y caminar por la calle mientras, acomodaba mis audífonos.
–Y con esto la clase concluye. Pueden irse –se dió la vuelta y todos comenzaron a salir.
Quizás fui el último en cruzar la puerta, pero almenos ya había salido del lugar. Aún me costaba adaptarme al lugar, me conformaba con las clases en línea. Ben, mi hermano mayor me había convencido de entrar
Sospechaba que a él también le costaba acostumbrarse, lo hacía debido a que su novia estudiaba allí y aún habían cosas que no entendía como por ejemplo: La mayoría de aquí son familia o sus padres eran muy amigos de jóvenes.
La familia de Diore era un poco extensa:
Su padre tenía un hermano gemelo, el tenía unos cuantos hijos (5 para ser exactos) su ex pareja también tiene otros hijos e hijas, los cuales no termino de entender si son de el o de otra persona. Su tío tiene gemelos, pero no los menciona mucho. En cambio, tenía algunos primos ya por parte de viejos amigos, los cuales también desconozco un poco pero aveces lograba ver.
Nunca entendí a las familias grandes ¿de donde salían tantos parientes? Ok, preferiría no saberlo.
Deje caer la mochila sobre mis pies, y abrí la cerradura del loque
–«Llamame por tu nombre y yo te llamaré a ti por el mío» –pase la punta de mi lengua por mis labios, humedeciendolos un poco –, debería dejar de ver televisión –replique para mis adentros.
Tome el suéter entre mis dientes mientras dejaba los pesados libros adentro. Cerré la portilla con fuerza y segui mi camino por los pasillos.
Me tope con una pareja compartiendo susurros y besos en una esquina
Me apresure en darme la vuelta y salir por la puerta trasera, no recuerdo cuando fue la última vez que tuve pareja, en realidad no recuerdo haberla tenido. Me habían gustado varias chicas a lo largo de mi vida. Pero nunca tuve la oportunidad de salir con ninguna, por el hecho de que nunca fui el "estándar" o no tenía la autoestima necesaria para poder coquetearle, a varias chicas.
No me considero una persona atractiva, me siento normal, ni muy guapo, ni muy feo, ni encantador, ni espantoso. Aunque admito que soy una persona alegre en varios puntos, más al momento de conocer a alguien puedo resultar muy hablador y expresivo, aunque empezaba a notar que podía resultar molesto, para algunas personas. Así que estoy prefieriendo tomar la confianza necesaria para parlotear.
–Tom, hola –delante de mi. La profesora Mary Cawdwell, me observaba con una mirada fugaz y ceja enarcada. –, ¿estás ocupado? Bueno, eso no importa. Necesito que le entregues está carpeta al director.
Dejándome con las palabras en la boca, tendió la carpeta en mis manos, con un poco de brusquedad
–De echo... Iba de salida...
–Esta en el salón de maestros en el 5to pasillo a la izquierda, cruzando el salón de descanso y, marchando al baño de profesores –comenzo a alejarse al tiempo que, pronunciaba cada palabra.
–Pero... –la ví desaparecer escaleras abajo. Deje escapar un suspiro y mire lo que, traía entre manos. – ¿en dónde queda el salón de maestros? –me dije que tendría que apresurarme si quería irme.
«Salon de maestros –recorde mientras subía los escalones –. Salón de maestros»
¿Por qué tenía yo que hacer esto? ¡Solo quería irme a casa! Si no fuera lo suficientemente avergonzado, como para pasar de lado aquella pareja. Estaría tranquilo caminando hasta mi departamento
Deje escapar un suspiro de mis labios y baje la mirada ¿siempre uso el mismo par de zapatos? Hasta hace una semana había lavado toda mi ropa, incluyendo los zapatos. Tenía ya semana y media usandolos, me preguntó en dónde estarán mis converse blancas.
«Lo más probable es que esté en manos de Emma»
Me detuve a preguntar. Caminé. Me estrese. Volví a preguntar hasta llegar al salón de maestros. El lugar era sencillo; paredes amarillas con una larga mesa ocupando la mitad del espacio, una cafetera que compartía lugar con un microondas, y un aire acondicionado junto a la ventana.
«Y nosotros apenas tenemos una cortina. –pense.»
El director McquaNe'e hablaba con la subdirectora Jones. Se rumoraba de que los dos mantenían una relación a escondidas. Pues el director estaba casado y la señorita Jones está abiertamente soltera (o no.)
Carraspeo para hacerme notar. McquaNe'e no tardo en volverse sombrío en cuanto a mi presencia.
–Beredick, ¿que se te ofrece por aquí? –se llevo el puño a la boca mientras se acercaba con rapidez. Arrebato la carpeta de mis manos antes de poder pronunciar una palabra –, ¿esto es...?
–No lo sé. –me apresure en aclarar–. Me pidió que se lo entregará, nada más.
Incline la cabeza para fijarme en la subdirectora Jones; la mujer me regaló una sonrisa coqueta, una mueca se formó en mis labios. Volví a poner mi atención en el profesor quien ya hacía hojeando la carpeta.
–¿Puedo irme?
El hombro tardo unos segundos en responder. Volvió a caer en cuenta de mi presencia y asintió.
–Si. Y por favor, cierra la puerta al salir.
Sin más que decir salí de aquel lugar sin mediar palabra alguna.
No tarde en llegar a casa. Deposite mis zapatos en la alfombra y di un brinco por el sillón, sin detenerme. Deje el bolso en este; Las calcetas me permitieron deslizarme con mayor facilidad sobre el suelo recién pulido.
«Emma por fin pulio. O tal vez contrato a alguien para que lo hiciera»
Aferre mis deseos a la pared que me interponia entrar a la cocina, pero eso era lo de menos. Habían Domplin's en la mesa. Y ella se encontraba a un lado de ellos.
Mirala, con esa cabellera arena mientras se chupa los dedos.
Como si no hubiera intentado quitarle las llantas a mi bicicleta de pequeños. Había sido lo más sigiloso posible para que no me notará. Sin embargo, la chica resultaba ser muy astuta.
–No entraras a mi cocina con esas sucias manos, Tomas Beredick –corri hasta el baño y lave mis manos con rapidez.
Cuando volví a la cocina tome uno de los Domplin's y me lo llevé a la boca. Me llevé un golpe de cuchara en la nuca, pero había conseguido mi objetivo.
–¿Y Ben? –cubri mi boca al hablar –, dijo que saldría de clases temprano, pero no lo vi a la salida.
–Tu y yo sabemos muy bien en donde está –tomo un segundo antes de que los dos, sonrieramos y dijéramos los obvio;
–Diore. –la pronunciación del nombre salió más aguda que las otras veces.
–Pero tampoco me engañas –enarque una ceja.– ¿Tienes planes para esta noche?
–A decir verdad... Si, tengo una cita. Pero creo que no iré –. El dolor de mi cabeza al sentir la cuchara contra mi, fue indescriptible –. Pero... ¡Emma!
La chica jalaba de mi oreja al punto de pensar que la arrancaría.
–¿Dejar a una chica plantada? ¿De veras Tom? No te eduque así.
–¡Pero si compartíamos vientre! ¡Auch! –me libere de su agarre y acaricie mi oreja. Al mirarme en el espejo note que se estaba enrojeciendo. –¿Por qué? –alargue la última letra mientras jadeaba.
–No se deja a una chica plantada. –reprocho.
–¡Ni siquiera sé si irá! –chille–. Tal vez solo me esté gastando una broma. Será una cita a ciegas, lo más probable es que ni siquiera vallá.
La vi dar una pequeña voltereta y cayendo recostada de la pared, era mi melliza pero también era la viva imagen de mamá;
Ojos negros, cabello corto y brillante, mejillas sonrojadas y una sonrisa poco habitual que podía llegar a caracterizar.
–Solo hay una forma de saberlo –sonrío.
–Esta bien.
[.....]
El clima era helado, la noche era estrellada y las personas no paraban de caminar.
Traía una camisa negra con un buzo marrón y pantalones caqui. Ni siquiera me moleste en arreglar mi pelo, solo pace mis dedos mojados de agua y lo revolví.
Habían distintas variedades de puestos callejeros, algunos con decoraciones sencillas al igual que bonitas, otros más abultados de personas me hubiera gustado ir a uno de ellos y pedir cualquier cosa. Lo más probable es que a la chica con la que salga, no le guste este tipo de cosas. O al menos, la mayoría que había conocido, no le gustaba.
Mi destino estaba en la calle de frente; Un restaurante con luz neón titulado: La noche misteriosa.
Tal vez era por el hecho de que era una cita a ciegas y no sabíamos con quién estaríamos, o que pasaría. El auto que pasó a toda velocidad al frente me regaló una gran ola de aire. Di media vuelta para fijarme una vez más en los puestos de comida.
«Es solo una cita –me dije–. Si todo sale bien, puede que se vean, y tal vez salir a diario»
Cuando la calle estuvo segura cruce y abri la puerta a mi paso, una vez cerrada todo a mi alrededor era total y absoluta oscuridad, me quedé estático en...donde sea que estuviera.
–Bienvenido sea usted a La noche misteriosa –era baja, y tenía consigo una gorra neón que dejaba ver partes de su cara. –, su nombre porfavor
–Ee..e..em...–«Parezco idiota»–Tom.
La chica dejó escapar una risa un tanto baja.
–Su nombre y apellido, había olvidado la aclaración.
–Ah –me permití reír con ella–, Tomas Beredick.
–Tomas...Tomas...–ojeo su lista–ah, si mira. Aquí estás. Ven te llevaré a tu mesa.
Salió caminando de una manera veloz, que, si no fuera por aquella gorra neón la había perdido.
Tropecé torpemente con algunas de las mesas y susurré un par de disculpas, no se porque sentía que ya me había avergonzado, la pequeña chica me dejó en la mesa obligándome a sentarme.
–Tu pareja no tardará en llegar –sin más que decir se marchó, dejándome con las palabras en la boca.
Forme una pequeña mueca de disgusto aunque eran más los nervios, si estaba mal arreglado al menos no lo notaría. Note como un par de personas dejaban cosas sobre la mesa. Yo me limité a encogerme, no quería causar un desastre.
Cuando la chica volvió me costó ver a la persona que dejó en la mesa, ya que. Las personas que dejaban cubiertos y comida en la mesa se atravesaron.
«Me pregunto si ella me vio.»
Fue puro instinto el arreglarme en cuanto las personas se fueron, aunque resultaba ridículo arreglarme para alguien que no me veía.
Todo era murmullos alrededor.
Hagas lo que hagas. No. Te. Desates.
Me había dicho todo el camino que no podía hablar de más hasta asegurarme de que no se fuera a, espantar.
«Creo que debería hablar –pense– pero sin pasarme.»
–Hola. –silencio. «Tranquilo, tal vez es tímida» de alguna forma eso me hizo sentir mejor. –, ¿eres tímida? –silencio otra vez– debe ser tu primera vez, a decir verdad también es la primera vez que hago esto y...
–Hola.
Un momento. Abri los ojos de par en par. Oh no. Ella... ella no...
–¿Eres chico? –las palabras salieron de mis labios sin siquiera pensarlas. Y el tono fue agudo, tanto para que las personas hicieran «sh» al mismo tiempo. –Lo siento –susurre.
El chico no volvió a decir nada, seguramente también estaba incómodo. Un momento¿Deberia sentirme incómodo? ¿Por qué no me siento incómodo? ¡Estoy en una cita a ciegas con un chico!
–Estas incómodo. –dijo.
–¿Ah? –no se que intentaba al acercarme, no conseguía verlo.
–Que estás incómodo.
–¿Es una pregunta o una afirmación?
–¿Tu qué crees? –por su tono supuse que estaba serio. Tal vez.
–¿Tu lo estás? –arrugue el entrecejo.
–¿Crees que debería estarlo?
–No lo sé, tal vez. ¿Eres homofóbico?
–¿Eres gay?
–¡No! –dije casi al instante. Mi voz salía cada vez más chillona, empezaba a sentir mis mejillas arder por todas las personas, callandome. –¿Eres homofóbico? –insisti.
–No. –silencio rotundo. No había podido evitar morder mi labio.
«¿Que hago con mi vida? Debí quedarme viendo ese reality show de la familia Kardashian.»
–¿Quieres irte? –la pregunta me tomo desprevenido. ¿Quería irme? Realmente no lo sabía, tal vez debería quedarme a conversar.
–No lo sé. –dije en cambio –¿Tu quieres irte?
El chico no respondió al instante. En realidad se tomó su largo tiempo para pensar. Al fin y al cabo pensé que no respondería.
–Tal vez un rato. No se, no haría nada malo.
Dime, ¿que te gusta?
–En realidad no sabría decirte, –me encogí entre hombros–, pues me gusta mucho el piano, ahorro para comprarme uno y poder empezar con mis ensayos.
–¿Sabes que para eso existen clases en donde te dejan tocar un piano, sin necesidad de comprarlo?
–Si, pero a mí me gustaría practicar también por mi cuenta. No sólo depender de una clase.
–Entiendo ¿que más? –tal vez eran ilusiones mías, pero su voz empezaba a sonar más tranquila.
–Pues me gusta ver telenovelas turcas, pero es algo que agarre de costumbre cuando, tenía clases virtuales y seguía viviendo con mamá. También, las comedias románticas, ah sí. Y los libros de guerra.
Por un momento pensé que me estaba volviendo loco, pero el chico estaba riendo, o eso creo. Era un poco bajo. No sabría distinguirlo pero era una risa.
–¿Que pasa?
–Nada, solo me causa un poco de risa que, te gusten los libros de guerra y ames las telenovelas turcas.
–Nunca dije que las amara solo que me gustaban. –la comisura de mi labio se fue levantando poco a poco.
–¿No es lo mismo?
–Necesitas una seria clase de amores, chico.
La chica que anteriormente nos había atendido paso por detrás. Su gorra me hizo ver un pequeño reflejo de aquel chico, y de cómo se encogió entre hombros.
Luego. Caí en cuenta de que teníamos platos servidos en la mesa, ¿solía estar tan distraído? No le tome mucha importancia a mi pregunta, y en cambio. Traté de adivinar que era lo que tenía al frente.
Mi mano se encontró con lo que esperaba que fuera un tenedor. Lo que fuera que estuviera en el plato era tan suave, que me facilito llevármelo a la boca.
–¿Pastel de fresa? –la pregunta era más para mí que para el chico. Pero pareció tomársela personal, no tardé en escuchar el metal contra la cerámica de su lado.
–Pure de papas –comento. Los dos dimos (por lo que suponía) cuatro bocados más antes de concordar. E intercambiar platos, nuestras manos se rozaron por un leve momento. Pero fue suficiente para ocasionar un escalofrío por todo mi cuerpo. Normalmente pasaba cuando estaba nervioso.
El resto de la noche transcurrió en una plática ligera y algunos cuántos intercambios, descubrí que no le gustaban muchas cosas. Pero a las pocas le gustaba dedicarle una mínima parte de el;
–No me gusta mucho la música, pero hay momentos en los que simplemente me atrapa y no dejo de escuchar hasta que acaba.
–¿Alguna otra cosa? –recuerdo haber preguntado.
–Soy un chico de familia. Un poco introvertido, aunque disfruto de la compañía de algunas pocas personas.
–¿Y tienes algún hermano?
–Solo uno –parecío que volvía a comer –, mi hermano Alex. Somos casi iguales, pero el estaba ocupado en algunas cosas y con su novia.
Al recordar eso me percate de que no había hecho cierta pregunta;
–¿Por qué haces una cita a ciegas?
El chico se mantuvo en silencio. Ok, puede que eso me desesperara un poco ¡Soy un chico muy impaciente! Aún así espere a su respuesta.
–Queria hacer algo para distraerme y pensé que esto serviría.
¿Que quería decir con eso? ¿Será que yo confundí la amabilidad con la amistad? No sería la primera vez que lo hago. De alguna manera me encontré desanimado, pensando en que debía aprender a vivir sin ilusiones.
–Resulta que me la paso mejor de lo que esperaba –lo sabía. Sabía que no podía verme, pero aún así alce la vista y forme una pequeña sonrisa.
–No creas que soy tu amigo –Intentaba hacer una broma, y esperaba a que no se lo tomara en serio. –, soy un chico difícil de convencer
–¿Quieres decir que el haber compartido comida con un extraño, es tu lado rudo?
–Aja. Exactamente –se lo estaba tomando de la misma manera que yo.
¿Será posible que también este sonriendo? Era posible que no, pero era interesante pensar que tal vez podría ser así había puesto mi teléfono en modo vibrador, a veces llegaban unas notificaciones pero me negaba a verlas, por dos claras razones:
1: Estaba contra las reglas de mirar el celular en este lugar.
2: la estaba pasando tan bien que ni siquiera me moleste en preguntarme quien era, o de que se trataban aquellos mensajes.
La pregunta no tardo en invadirme; «¿Volveré a hablarle?» se formó un nudo alrededor de mi garganta y estómago. Oh no, ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Idiota, era aún idiota ¿De veras tenía que surgir esa pregunta en aquel momento? No se ¿Mañana quizás? Cuando ya se hubiera alejado y tal vez olvidado de su existencia ¿¡Pero porque ahora?!
–¿Te encuentras bien?
–Perfectamente. –Asenti.
No puede verte.
Lo sé
–¿Puedo hacerte una pregunta?
–Claro. –al menos respondío rápido y no tuvo que pensarlo. «Ya me estoy desesperando»
Sin embargo fui yo. Quien se tomó el tiempo para meditar sus palabras esta vez.
«¿Cuál es tu nombre? –repetí internamente –. ¿Cuál es tu nombre ?»
Es una pregunta sencilla. Nada del otro mundo, tampoco cambiará el rumbo de los universos ni hará que quede como un ridículo frente, a alguien que conocí hace unas hora...
–Su tiempo se acabó –anuncio la chica bajita, inclinándose hacia un lado con una sonrisa en cara y cubriéndolo a el. –Espero que la hayan pasado de maravilla, si me disculpan. Los guiare uno por uno a la salida.
Sin más que decir tomó a el chico del brazo y se lo llevó a sus pasos apresurados hacia la salida.
«Mierda» se iban alejando cada vez más.
¡Ve tras ellos!
Estaba estático en mi lugar. Sin la menor idea de que hacer
Ve. Tras. ¡¡Ellos!!
Abri camino para llegar hasta la gorra de neón azul que estaba a lo lejos, hubieron quejidos, maldiciones, empujones a propósito que solo me retrasaron de llegar. Tropecé tantas veces que no había perdido la cuenta pero al menos, cuando estuvo apunto de abrir la puerta tome lo que (estaba más que seguro) era su muñeca y dejé escapar el aire:
–¿Chico extraño?
Tardo un momento en responder: como me desesperaba joder
–¿Chico de las telenovelas turcas?
Sentí que el aire volvía a mi sistema y solté su muñeca
Apesar de estar junto a la puerta no había alcanzado a verlo con claridad, seguíamos estando en total oscuridad convertidos en dos extraños sin nombre, o identidad definida.
–¿Como te llamás? Por favor no te tomes el tiempo de pensar en tú nombre, de verdad. Me desespera.
Esta vez sí me pareció ver un poco de su sonrisa o el intento de una:
–Adrian –confeso–, me llamo Adrián.
Sin más pareció dejar algo en la mano de la chica bajita y salió por la puerta
Su espalda es lo único que veo con claridad de el.
«Si paso por esa puerta podré verlo con claridad» observé cómo está ya se encontraba cerrada y volvía la oscuridad, «Solo tengo que abrirla y decir su nombre» fruncí el ceño y aferre mi mano al hierro de aquella puerta de cristal negro
«Solo tengo...» No. La solté y espere un par de minutos, cuando estuve seguro dejé el dinero en la mano de la chica que me había guiado a Adrián. Salí del lugar, la luz me cegó por un momento y cuando recupere la vista en su totalidad respire profundo.
«¿Izquierda o derecha?»
Mire a mi alrededor decidiendome.
Derecha.
Hundi las manos en mis bolsillos y comencé a caminar. Alce la vista al cielo, habían más estrellas que cuando había entrado, saque mi teléfono y había un mensaje de Emma y Ben.
Emma:
¿Todo bien Tomi?
09:17
Perfecto.
Márcame si todo salió bien.
09:56
No hace falta.
Ben:
Emma dice que fuiste a una cita a ciegas ¿Que tal?
10:10
Quien sabe.
¿llámame en cuanto pueda, vale?
No hará falta.
Deje el teléfono de nuevo en mi bolsillo y detuve el paso: gire mirando hacia atrás.
«–Adrian –confeso–, me llamo Adrián».
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top