08: About you
VALERIA:
Ya te lo había dicho antes y te lo vuelvo a decir: reencontrarme con Pablo ha sido como abrir uno de mis diarios antiguos, lleno de recuerdos y sentimientos que creía tener controlados.
No sé lo que pasa cada vez que lo veo; creo que es la nostalgia que trae a mi mente esos momentos felices que compartimos, pero también me recuerda los fantasmas que aún no puedo dejar atrás. A pesar de que intentó demostrar que él ya no tiene poder sobre mí, no es completamente cierto. Lo noto cuando me mira, cuando me sonríe. Una parte de mí aún está profundamente ligada a él. Creo que nunca dejaré de amarlo y no es un creo, es un hecho. Y es frustrante.
Lo más difícil de todo esto es que, aunque sé que siempre amaré a Pablo, tengo miedo de volver a sufrir. Ponerme en una posición vulnerable frente a él me asusta. Me he construido un muro para protegerme, pero las conversaciones con él, esa forma en que me hace sentir como si nada hubiera cambiado, como si aún fuéramos esos adolescentes que se enamoraron y se juran un para siempre, me hace pensar que quizá el problema sigo siendo yo.
Siempre supe lo que quería con Pablo, pero a veces lo que quiero y lo que necesito no coinciden. Admitir que aún lo amo con esa intensidad me cuesta.
Y luego está Cayetana... Verla cerca de Pablo me genera una mezcla de emociones. Siento celos, aunque intento mostrarme indiferente. Su presencia me incomoda, no me cae nada bien, y la forma en que se mueve a su alrededor me irrita. Pero trato de no dejar que se note. No quiero que Pablo lo sepa, no quiero que nadie lo sepa. Después de todo, he trabajado mucho para demostrar que soy fuerte e independiente, que no soy la misma niña asustadiza.
A medida que pasé tiempo con él y su familia, no pude evitar sentirme transportada a una época más simple, cuando todo era fácil y me dejaba llevar por el amor que sentía por Pablo. Esas charlas con él, las sonrisas y los momentos compartidos, me hacen recordar lo mucho que lo amaba y lo mucho que aún lo amo. Pero no es fácil.
Así que aquí estoy, debatiéndome entre avanzar y protegerme, o dejarme llevar por lo que siento por él. Al final, sé que siempre amaré a Pablo, pero la verdadera pregunta es si puedo permitirme volver a sentir ese amor sin miedo.
Te escribe Valeria.
Un resumen de lo que ha pasado estos días ♡
💌💌💌
Segunda fecha
del Mundial 2026
De nuevo me encontraba en el palco de mi familia, viendo el partido de España. El ambiente del estadio era digno de dejarme sorda, razón por la que mi abuela, disimuladamente, se había puesto unos tapones en los oídos. Para ella, el estruendo no era para nada placentero, pero ahí estaba, queriendo hacerme sentir en un hogar.
Mi prima Alexa, por otro lado, estaba absorta en el partido, sentada junto a sus compañeros de banda y su novio. La emoción brillaba en sus ojos cada vez que la pelota se acercaba al área rival o al área de España, no entendía mucho de fútbol, por más que yo le había dado una clase intensiva minutos atrás. Sully también había venido, junto a su esposo y sus dos hijos, aunque ellos parecían más interesados en jugar con sus tabletas que en el partido. De todas formas, el ambiente familiar era relajado, compartíamos risas y comentarios ligeros sobre el juego, hasta que todo cambió en un segundo.
Vi cómo Dez se adelantaba con el balón, tan ágil y preciso como siempre. Lo había visto en esta misma posición tantas veces antes, pero esta vez algo fue distinto. Un defensa lo interceptó, y en un instante, la entrada fue dura. Demasiado dura. Vi cómo Dez caía al suelo de golpe y, de inmediato, sentí el pulso acelerarse en mi pecho. Todo mi cuerpo se tensó.
—¡No! —grité, poniéndome de pie sin darme cuenta. Mi voz resonó entre los miembros de mi familia, quienes me miraron con sorpresa. El palco, que hasta hacía unos segundos estaba lleno de risas y charlas, se quedó en silencio. Las miradas se posaron en mí, pero yo solo podía concentrarme en Dez, aún en el césped.
Papá murmuró algo que no entendí; intentaba tranquilizarme. Pero a mí solo me importaba cómo se encontraba Pablo.
Mi respiración estaba acelerada y sentía un nudo en el estómago. Mi mirada seguía fija en él. ¿Estaba bien? ¿Y si había sido algo más que una simple falta? Mi mente no paraba de imaginar lo peor. Verlo en el suelo, aunque solo fueran unos segundos, me descontroló por completo.
—Está bien, Val —agregó Sully, tocándome suavemente el brazo—. Ya lo verás, se levantará en un momento.
Me obligué a respirar profundamente, tratando de calmar los latidos frenéticos de mi corazón. Pero seguía allí, incapaz de despegar los ojos de él. Y entonces, como si el destino supiera que necesitaba un alivio, Pablo comenzó a moverse. Poco a poco, se levantó del suelo, primero apoyándose en las manos y luego de pie, sacudiendo el polvo de su camiseta. El árbitro pitó la falta y los jugadores se reunieron a su alrededor, protestando y pidiendo una tarjeta.
—Ya ves —sonrió mi papá—. Está bien, está bien. Sigue en el juego.
—¡Es tarjeta roja! —grité y recordé cuando no tenía idea de las tarjetas y él me corregía retándome.
Mi familia seguía mirándome como un bicho raro, con curiosidad, como si intentara descifrar por qué había reaccionado así. Me senté lentamente, sintiendo una mezcla de alivio y vergüenza. Mi reacción había sido exagerada, pero no podía evitarlo. El simple pensamiento de que algo malo le pasara me hacía perder la compostura.
Solo Alexa lanzó una risa ligera, dándome un golpecito en el brazo.
—Casi saltas al campo —bromeó Alexa, dándome un golpecito en el brazo—. ¿Segura de que ya no sientes nada por él?
Intenté sonreír, pero mi mente aún estaba con Dez, ahora de vuelta en el juego. Lo conocía para saber que por su equipo daría todo hasta terminar en el hospital y eso me aterraba.
Era algo que lo caracterizaba, me di cuenta de ello hace unos años cuando me invitó a sus entrenamientos y luego a su primer partido. Dez metía la cabeza y el corazón, sin importar si el rival le sacaba 2 cabezas; él siempre luchaba por su equipo y, mientras él estaba con toda la adrenalina en el campo, yo rezaba desde las gradas para que no le pasara nada y no me consideraba religiosa.
Lo mismo pasó ese día. Dez había vuelto al juego; no podía evitar sentirme tensa cada vez que el balón estaba cerca de él. Pero entonces vi lo que me daba siempre un poco de tranquilidad: Dez y Mau conectando; aunque no era la mayor fan de Mau, conocía a esos dos y había visto todos sus partidos para saber que se entendían sin necesidad de palabras, como si estuvieran sincronizados en cada jugada.
Mau recibió el balón en el medio del campo y, como siempre, empezó a distribuir el juego con calma y precisión. Los defensas no podían decidir si presionar o mantenerse atrás. En un movimiento rápido, Mau levantó la cabeza y encontró a Dez en el borde del área. Sin dudarlo, le envió un pase entre líneas, uno de esos que parecía imposible de detener. Dez lo recibió con un control impecable.
La defensa intentó cerrar, pero Dez ya había girado, buscando el espacio perfecto. En lugar de disparar inmediatamente, le devolvió el balón a Mau con un toque sutil, que ya se había metido en el área rival. La pared entre ellos fue perfecta, y May, justo antes de ser presionado, se la devolvió a Dez con precisión de infarto.
Y ahí estaba, en el lugar adecuado, con el balón a sus pies y el portero adelantado. Dez no lo pensó dos veces. Con un disparo rápido y colocado, envió el balón al fondo de la red.
¡¡¡GOOOLLLL!!!
El estadio explotó en gritos y aplausos, pero lo único que vi fue a Dez y Mau chocando las manos, celebrando esa jugada que solo ellos podían crear. Dez, entre risas, levantó la cabeza hacia el palco y me dedicó una sonrisa que hizo que mi corazón diera un vuelco. Volvió a formar un corazón y esa “V” que decía mi nombre.
Otro gol para mí y otra razón para no poder sacarlo de mi mente.
Todos en el palco me miraron como diciendo “Uhhhh, Blair tiene un nuevo galán”, todos menos mi abuela, que no sabía el contexto y esperaba que siguiera así.
Al terminar el partido, recibí una invitación de Aurora para felicitar a los chicos en los vestidores. Pero la verdad es que no podía ver a Pablo, no después de aquella charla y de que volviera a dedicarme otro gol, no después de no saber qué hacer con respecto a lo que sentía y a lo difícil que sería si volviéramos a intentarlo.
Joder, él también quería volver a intentarlo, ¿verdad?
No sé cómo es que me libré de no ser arrastrada por mis primas a una fiesta. Quizá porque le dije a Sully que si su marido necesitaba ayuda con los niños, yo estaría disponible a correr por ellos.
Acostada en mi cama, pensé que había sido un error quedarme en la soledad de mi habitación, pensando y pensando en la estúpida sonrisa de Pablo. Quizá si hubiese ido a esa fiesta, estaría disfrutando bailando, sin pensamientos en mi cabeza, solo una pegajosa música.
Me removí en mi cama y empecé a revisar mi cuenta de Instagram donde en la primera plana de mi feed me salía una nueva publicación de Pablo.
Pablovaldez un pasito más en este mundial. Vamos equipo 💪 🇪🇸
La foto era simple: él en la cancha, con el gesto serio y enfocado que lo caracterizaba.
Leí los comentarios que iban apareciendo y, sin siquiera pensarlo de más, ya me encontraba escribiendo:
Valroson orgullosa de ti ♥️
Dejé mi móvil a un lado de la cama, sin darle muchas vueltas. Cerré los ojos, escuchando las notificaciones que empezaban a llegarme. Me quedé mirando el techo mientras el sonido familiar de los “me gusta” y las respuestas al comentario llenaban el silencio de la habitación.
La curiosidad me ganó y empecé a leer las respuestas a mi comentario. En otro tiempo, cuando aún estábamos juntos, esos comentarios me afectaban más de lo que me gustaba admitir. Cada vez que comentaba algo en sus fotos, las reacciones eran inmediatas. Había quienes apoyaban, claro, pero también estaba ese grupo ruidoso que me señalaba, que me juzgaba por cada cosa que decía o hacía. Me dolían esos mensajes. Los leía una y otra vez, como si con cada palabra estuvieran buscando una manera de hacerme sentir que no pertenecía a su mundo. El peso de esos juicios me ahogaba, y aunque intentaba ignorarlo, siempre quedaba ese eco dentro de mí.
Pero ahora... ahora las cosas eran diferentes. No es que los comentarios hayan cambiado mucho; algunos seguían siendo igual de crueles, otros con esa curiosidad morbosa de saber si estábamos juntos de nuevo. Pero la diferencia era que a mí ya no me importaba. Quizá porque ya no sentía la necesidad de demostrarle a nadie nada. Cuando estuve con Dez, me afectaba porque, de alguna manera, intentaba encajar en el molde que todos habían creado para mí, para él. Sentía que si fallaba en eso, estaba fallando en nuestra relación.
Ahora me daba igual. Ya no estaba pendiente de lo que otros pensaran de nosotros, porque finalmente entendí que esa presión venía más de fuera que de dentro. ¿Qué sabían ellos, en realidad? Nadie más que nosotros conocía nuestra historia. Sabía lo que habíamos vivido, lo bueno y lo malo. Y si alguien quería opinar, que lo hiciera; me daba igual. Dejé de darle poder a esos comentarios, a esas críticas vacías de usuarios anónimos, personas que ni siquiera me conocían. Y solo eran usuarios ANÓNIMOS.
Quizás fue un proceso de madurez. O tal vez, simplemente, aprendí que mi vida no podía girar alrededor de la validación de los demás. No se trataba de que me hicieran sentir bienvenida o aprobada. Se trataba de lo que yo sentía, de cómo decidía vivir mi vida y a quién elegía amar.
Me permití sonreír ligeramente. Había aprendido a no dejarme arruinar por otras personas; hasta subí unas historias de fotos mías y otras con mi familia en el palco.
Podían decir que estaba dando de qué hablar, pero solo estaba subiendo un cachito de mi vida. DE MI VIDA.
Apenas terminé de subir las fotos, el sonido de una llamada entrante me hizo sobresaltar. Ver el nombre de Pablo en la pantalla me mandó directo al pánico que desvíe la llamada. Dejé caer el móvil en la cama, sintiendo el ritmo acelerado de mi respiración.
¿Por qué había reaccionado así? Sabía que eventualmente hablaríamos, que habría momentos como este, pero no estaba preparada para lidiar con eso en ese momento. Sin embargo, mientras me quedaba sentada en la cama, con los latidos del corazón aún desbocados, algo dentro de mí cambió. No podía seguir evitando esto, no podía seguir huyendo de lo que sentía, de lo que teníamos pendiente.
Fui al mini bar que tenía y tomé un shot del primer licor que encontré. A la mierda aquel miedo.
Decidí ir a verlo.
Sabía que si lo pensaba demasiado, me llenaría de dudas otra vez, así que me obligué a no darle muchas vueltas al asunto. Me puse algo cómodo, lo suficientemente informal para no dar la impresión de que iba a una confrontación, pero tampoco tan despreocupado como para parecer que no me importaba. Al salir de la habitación, el pasillo del hotel me pareció más largo de lo que recordaba. Cada paso hacia su puerta me hacía sentir un nudo en el estómago, pero algo me decía que no podía seguir posponiéndolo.
Era hora de enfrentar lo que había dentro de mí, y también lo que seguía habiendo entre nosotros.
Tome el ascensor y presione el botón del piso en donde se quedaba. No fue muy difícil llegar a su habitación; lo que fue difícil fue querer tocar la puerta y la verdad es que no me atreví a tocarla; él mismo la abrió.
—Val —pronunció mi nombre, como si no esperaba verme afuera de su habitación.
—¿Vas a salir? —pregunté.
—Iba a ir a verte, pero me has leído el pensamiento.
Y ahí estaba otra vez, esa sonrisa que me mataba y me decía que tenía poder sobre mí. Porque por más que lo negaba, Pablo seguía teniendo un poder sobre mí.
—De hecho, venía a saber…
—¿Cómo está la habitación? Es tu trabajo, cierto —Sonrió angelical y abrió más la puerta, haciéndome un ademán para que entrara—. Venga, compruébalo por ti misma.
No pude evitar sonreír de lado mientras pasaba por la puerta. La habitación estaba en orden, aunque noté la ligera prisa en cómo había acomodado las cosas. Pude imaginarlo recogiendo a último minuto, nervioso porque yo podría aparecer. Ese pensamiento me dio una pequeña victoria interna, aunque no lo mostraría.
—No está tan mal —dije mientras recorría el espacio con la mirada—. Al menos no me vas a causar "cáncer al ojo" esta vez.
Pablo se rió entre dientes, cerrando la puerta detrás de mí. Sentí el aire cambiar entre nosotros cuando nos quedamos a solas. Un silencio se instaló por unos segundos, pero no era incómodo. Era el tipo de silencio que estaba cargado de todo lo que no habíamos dicho.
—¿Quieres sentarte? —preguntó, señalando la cama. Me quedé quieta por un momento, dudando, pero finalmente me senté en el borde, mirando cómo él se apoyaba contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados y esa mirada intensa que siempre lograba desarmarme.
—Solo vine porque... —Empecé a decir, intentando encontrar una excusa que no sonara demasiado obvia, pero él me interrumpió.
—Porque me echabas de menos, claro —bromeó, aunque su tono tenía ese engreimiento que me encantaba.
—No seas idiota —respondí, entrecerrando los ojos, pero una parte de mí sabía que había algo de verdad en lo que dijo.
Pablo se acercó, sentándose a mi lado, tan cerca que casi podía sentir el calor de su cuerpo. El aire entre nosotros era denso, cargado de preguntas sin respuesta, de momentos que aún no habíamos cerrado. Sabía que no sería fácil, pero necesitaba hablar. Necesitaba saber si alguna vez podríamos ser algo más que solo recuerdos. O si era mejor dejar todo atrás.
—Val... —Su voz bajó de tono, y al escuchar mi nombre de nuevo de sus labios, sentí cómo mi corazón latía más fuerte. Me giré para mirarlo, y en ese momento, supe que esta charla sería distinta a todas las anteriores.
—Dime —susurré, pérdida en el café de su mirada.
—Te mentí.
Fruncí mi ceño sin saber a qué se refería. ¿Me había mentido? ¿En qué?
—Me leí tu libro y lloré, joder, me quedé dormido llorando.
—Pues no tiene un final triste…
—Lloré porque los personajes éramos tú y yo en otro universo, pero ellos tuvieron su final feliz y nosotros no…
—No somos tú y yo…
—No me mientas, que por más que cambiaste varias cosas, yo leí el primer borrador y sé que…
—No eres tú —me apresuré a decir—. No lo eres.
Vale, estaba mintiendo. Sí era él, no era nuestra historia de amor, era algo diferente de lo que cree, era él en otro universo, éramos nosotros en el momento correcto. Todos mis libros tenían algo de él.
Seguí el consejo de mamá y cada uno de mis protagonistas masculinos tenía algo de él. Porque la verdad es que Pablo era mi expectativa de novio perfectamente imperfecto y dio resultado, porque enamoró a varias lectoras.
—Finjamos que te creo.
Me encogí de hombros, como diciéndole “Es tu problema”. Ambos nos quedamos mirándonos, esas miradas que decían todo y nada a la vez.
La garganta me secaba y el silencio me causaba estrés, así que no me quedó de otra que cambiar el tema.
—Felicidades por la victoria.
Pablo sonrió bajando la mirada y la volvió a subir, mirándome con un brillo especial en los ojos.
—Gracias. Me sentí muy animado por alguien…
—¿Quién? ¿Mau?
—Claro que no, hablo de una persona especial en las gradas…
—Jo, ¿has quedado flechado?
—Mi corazón está flechado desde hace mucho tiempo…
—Si piensas que con tus palabras bonitas me llevarás a la cama, es…
—¿Estás pensando en que te llevaré a la cama?
—Eres insoportable.
Pablo seguía con una sonrisota y se me fue acercando; entonces lo comprendí. Comprendí lo que había dicho y comprendí lo que había escrito, lo que él había leído y cómo acababa aquella escena de mis dos protagonistas.
—¡Ni se te ocurra!
Pablo alzó sus manos en son de paz, mordiéndose el labio para no reírse de la situación.
—Vi tu comentario en Instagram —dijo Pablo de repente, cambiando de tema.
Lo miré.
—¿Te molesta?
Pablo sonrió de lado, ese gesto que conocía demasiado bien, y negó lentamente con la cabeza.
—Me da risa cómo has hecho rabiar a mis fans —dijo, con una chispa divertida en los ojos.
Contuve las ganas de reírme, pero no pude evitar que una pequeña sonrisa se asomara en mis labios. Sabía perfectamente el efecto que mis comentarios causaban en las redes, pero no me importaba. Ya no. Lo que sí me importaba era que, por alguna razón, a él tampoco le molestaba. En otro tiempo, hubiera sido motivo de mantenerme distante con él.
—Pues no era mi intención —dije con una ligera ironía, cruzándome de brazos, sabiendo que él no me creería.
—No, claro que no —respondió él, inclinándose un poco más hacia mí, con esa mirada juguetona que hacía que me costara mantenerme seria—. Pero parece que las cosas no han cambiado tanto, ¿no crees? Siguen pendientes de nosotros.
—Internet se las sabe todas —contesté, mirándolo directamente a los ojos, sintiendo cómo el aire entre nosotros se volvía más denso.
—Me la pela, la verdad.
—Pues a mí también.
Nos miramos, cómplices, y en ese instante supimos que de las tantas brechas que nos separaban, ahora esa nos unía de una forma distinta. Estábamos finalmente en la misma sintonía.
Nos quedamos hablando de cosas sin sentido, riendo como si el tiempo nunca hubiera pasado. Él estaba girado hacia mí, con su cabeza apoyada en su mano, mirándome con esa intensidad que siempre lograba ponerme nerviosa. Fue entonces cuando, entre bromas y temas aparentemente aleatorios, decidí confesarle algo.
—¿Sabes qué canción deberíamos agregar a nuestra playlist? —dije, rompiendo el hilo de la conversación anterior y captando su atención.
—Sorpréndeme —respondió con una sonrisa curiosa.
—"About You", de The 1975.
Pablo frunció el ceño ligeramente, como si estuviera intentando recordar si la había escuchado antes.
—¿Por qué esa? —preguntó, su tono curioso pero suave, sin rastro de burla.
—Porque... —Tomé aire, debatiéndome si decirle o no lo que realmente pensaba—. Me recuerda a ti. O mejor dicho, a nosotros.
Él no respondió de inmediato. Sus ojos buscaban los míos, intentando descifrar lo que realmente quería decir con eso. Finalmente, una sonrisa se dibujó en su rostro.
—¿Nosotros? ¿Es una canción de despecho? —bromeó, aunque su tono llevaba una pizca de seriedad.
Negué con la cabeza, rodando los ojos.
—No, idiota. Escúchala. Es... complicada, como nosotros. Pero también tiene algo que me hace pensar en lo bueno que fue... y lo que todavía podría ser.
El silencio que siguió no fue incómodo. Era de esos momentos donde las palabras sobraban. Pablo, finalmente, asintió y cambió de tema.
—Entonces, ¿qué hay de tu nuevo proyecto? —preguntó, su tono curioso pero suave, queriendo saber sobre mis historias, algo que siempre me gustó de él.
Creyó en mí, me escuchó.
Quería sonreír por los recuerdos de nosotros dos hace unos años, cuando hablábamos de mis historias hasta muy tarde. Pero la sonrisa no salió, por la mera razón de que mis proyectos ya no eran míos.
La presión de un nudo en mi garganta no tardó en formarse. No sabía qué contestarle, si la verdad o una mentira como le había dicho a sus padres hace unos días, pero la mirada de Pablo me hacía dudar. Era Pablo, mi Pablo.
—Es complicado... —Empecé, girando mi cuerpo hacia él para poder verlo de frente. Inspiré profundamente antes de continuar—. Promete que se quedará entre nosotros.
—Joder, debe de ser algo inmenso. —Se le escuchaba tan orgulloso de mí—. Prometo que seré una tumba, Valeria.
—Eso espero, porque solo lo sabe Carla, mi abuela, mi padre y todo un bufete de abogados.
—¿Bufete de abogados?
—Estaba trabajando en algo nuevo, algo grande. Sabía que podía ser un éxito, estaba segura de ello, pero... las cosas no salieron como esperaba.
—¿Qué pasó? —Pablo frunció el ceño, claramente preocupado.
—Hace poco, la editorial para la que trabajaba… me despidió —dije, y antes de que pudiera responder, añadí rápidamente—. Y no fue un despido normal, fue algo totalmente injusto. El problema es que, mientras estaba bajo contrato, todo lo que escribí... les pertenece. Mis libros, mis personajes, mis ideas... —Mi voz se quebró un poco al decirlo en voz alta—. Me di cuenta de que, legalmente, no tengo control sobre mi trabajo; ni siquiera puedo publicar con otra editorial por un tiempo.
Pablo se quedó en silencio, asimilando lo que acababa de decirle. Sabía que no esperaba una respuesta tan pesada, pero ahora que había empezado, no podía detenerme.
—Y, para empeorarlo todo... la razón por la que me despidieron no tiene ni pies ni cabeza. Mi jefa... bueno, estaba pillada por un tipo que es… que es un amigo... No sabía que ella estaba interesada en él, y... las cosas se complicaron cuando... cuando terminé acostándome con él.
Pablo me miró fijamente, sus ojos serios pero sin rastro de juicio. Me relajé un poco al ver que no había cambiado su postura hacia mí.
—Y ella se lo tomó como una traición —continué—. Básicamente, me echó porque estaba celosa. Pero eso no es lo peor. Lo peor fue cuando me amenazaron con acusarme de plagio si intentaba luchar por mis derechos. Es como si quisieran hacerme desaparecer del mapa, borrar todo lo que construí.
Pablo no tardó en reaccionar. Se incorporó ligeramente, su rostro lleno de incredulidad.
—¿Y no puedes hacer nada? —preguntó y yo negué—. ¡Eso es una puta mierda!
—Lo sé —suspiré, agotada—. Ya tengo abogados trabajando en el caso, pero es un proceso lento, y mientras tanto, me siento... atrapada. Como si no pudiera avanzar con mi carrera ni con mi vida. Me quitaron todo lo que era mío. Mis historias, las que más significan para mí... no son mías.
Pablo me miraba, pero no con lástima, sino con una determinación que me sorprendió.
—Val, no tienes que pasar por esto sola —dijo finalmente, su voz firme—. Lo que te hicieron es injusto, y sé que vas a recuperar lo que es tuyo. No importa cuánto tiempo tome; al final, la verdad siempre sale. Y mientras tanto... estoy aquí para lo que necesites.
Sus palabras me tocaron más de lo que esperaba. Me recordaron por qué siempre había confiado en él, por qué, a pesar de todo, él seguía siendo la persona con la que podía contar. Sentí mis ojos llenarse de lágrimas, pero me las tragué antes de que cayeran.
—Gracias, Pablo —susurré, permitiéndome sentir ese pequeño consuelo—. No sabía si contártelo, pero necesitaba decirlo en voz alta... y me alegra haberlo hecho contigo.
Nos quedamos en silencio por un rato. Me sentía más ligera después de haberle contado todo, pero al mismo tiempo, la sensación de estar tan cerca de él me traía recuerdos, sensaciones que había intentado enterrar. Me acomodé un poco en la cama, estirando las piernas, y sin darme cuenta, mis hombros se rozaron con los suyos.
—No es justo lo que te hicieron —dijo finalmente Pablo, rompiendo el silencio, pero su tono ya no era tan serio. Sentí cómo su energía había cambiado, más relajada—. Pero si alguien puede salir de esto, eres tú, Val. Siempre has sido fuerte. Joder, eres como una de esas protagonistas que lees y admiras.
Lo miré de reojo, y esa cercanía hizo que mi corazón empezara a latir más rápido. No lo había planeado, pero cada minuto que pasaba me hacía sentir más conectada a él, como si el tiempo no hubiera pasado.
—Tampoco es que me quede otra opción —respondí con una sonrisa ligera—. Tengo que seguir adelante.
Pablo se inclinó un poco más cerca, apoyando su brazo en la cama mientras me miraba con una expresión que mezclaba diversión y nostalgia. Estábamos tan cerca que podía contar sus pestañas, esa cercanía que me invitaba a contar los lunares de su rostro y perderme en sus labios.
Le estaba mirando su boca rosadita, preguntándome hace cuánto tiempo no beso a alguien de verdad.
He dado muchos besos, me he follado varios tíos, pero ninguna boca, ningún cuerpo me había hecho desear ese para siempre que solo él lograba.
—Sabes, hay algo que he estado pensando... —empezó a decir, su voz bajando un poco de tono, lo suficiente como para hacerme sentir ese cosquilleo en el estómago y para empezar a dibujar corazones en el aire.
—¿Qué cosa? —pregunté; dejé de mirar su boca para mirarlo a los ojos, más curiosa de lo que quería admitir.
—He olvidado cómo es besarte —soltó con esa sonrisa que hacía que mi respiración se detuviera por un segundo.
Mi cuerpo se tensó, pero no de incomodidad, sino por la mezcla de nervios y deseo que sentía al estar tan cerca de él. Mis labios se entreabrieron, pero no dije nada. No podía. Su mirada me tenía atrapada, y las palabras no salían.
—¿En serio? —logré decir finalmente, en un susurro casi inaudible.
Estábamos tan cerca, pero quería más porque, al igual que él, yo también había olvidado cómo era besarlo.
Pablo asintió, sin apartar su mirada de la mía. Se inclinó un poco más, sus ojos ahora fijos en mis labios, como si estuviera esperando mi reacción. El calor de su cuerpo tan cerca del mío era inconfundible, y la atmósfera se llenaba de una tensión que conocía demasiado bien.
—Sí... y creo que es algo que deberíamos arreglar —dijo, su voz baja y suave, con ese toque travieso que siempre lograba desarmarme.
Antes de que pudiera pensar demasiado en lo que estaba pasando, Pablo se acercó aún más. Sentí su mano rozar la mía, un toque ligero pero suficiente para hacerme estremecer. Y entonces, sin que ninguno de los dos dijera otra palabra, su boca encontró la mía.
Volví a sentir ese para siempre más real que nunca.
El beso fue suave al principio, como si ambos estuviéramos redescubriendo algo que habíamos olvidado. Pero en cuanto sus labios presionaron los míos con más intensidad, todo lo que habíamos guardado durante tanto tiempo salió a la superficie. La familiaridad de su beso, el calor de su cuerpo junto al mío, me hicieron olvidar todo lo demás por un instante.
Era como si el tiempo no hubiera pasado, como si ese beso pudiera devolvernos a lo que éramos antes.
Pablo me besaba como si estuviera recuperando algo que había perdido y encontrado como el mejor tesoro, y yo le respondí sin dudar, dejándome llevar por esa familiaridad que aún permanecía entre nosotros.
Sus manos, firmes pero cuidadosas, se deslizaron hasta mi cintura mientras me atraía más hacia él. No había espacio entre nosotros, solo el calor de su cuerpo y la presión de sus labios sobre los míos. El beso se hizo más profundo, más urgente. Mis dedos se enredaron en su cabello, y lo sentí suspirar contra mi boca, lo que solo hizo que el deseo creciera aún más.
Pablo se apartó un segundo para mirarme, pero antes de que pudiera decir algo, volví a besarlo. Esta vez, con más intensidad, con más ganas. Lo necesitaba tanto como él. Nuestros labios chocaban una y otra vez, como si estuviéramos intentando recuperar todo el tiempo perdido. Sentía cómo su respiración se aceleraba, al igual que la mía, mientras nuestras bocas seguían buscándose, encontrándose una y otra vez.
Sus manos comenzaron a explorar, recorriendo mi espalda con lentitud, hasta que sentí cómo sus labios abandonaban los míos para bajar a mi cuello. Un escalofrío me recorrió cuando comenzó a besarme allí, primero suave, luego más decidido. Cada beso que dejaba en mi piel me hacía cerrar los ojos, intentando controlar la mezcla de sensaciones que me invadían.
—Pablo... —murmuré, pero él no se detuvo. Sus labios seguían en mi cuello, y una de sus manos se deslizó bajo mi camiseta, apenas rozando mi piel, pero lo suficiente para hacer que mi cuerpo respondiera.
Lo dejé acariciarme por un momento, disfrutando del contacto, de la familiaridad de todo aquello, pero cuando sentí que sus dedos comenzaban a subir más la tela de mi camiseta, algo en mí hizo que reaccionara. Mis manos, que antes lo habían estado atrayendo hacia mí, lo detuvieron suavemente, pero firmes.
—Espera... —dije, separándome un poco de él.
Pablo levantó la cabeza, sus ojos aún encendidos por el momento. Respiraba rápido, al igual que yo, pero en cuanto notó que me había detenido, su expresión cambió. No estaba molesto, solo sorprendido.
—¿Estás bien? —preguntó, su voz más baja de lo habitual, como si no quisiera romper completamente el momento.
Asentí, aunque todavía sentía el pulso acelerado.
—Sí, solo... no quiero follar ahora mismo —admití, mi voz algo temblorosa—. No es que no me guste… es que…
Él me miró durante unos segundos, como si estuviera procesando lo que acababa de decir, y luego se echó hacia atrás, dándome espacio.
—Lo siento —dijo con una mirada de disculpas que me desarmaba—. No quería sobrepasarme.
—No lo has hecho —dije rápido—. Me ha gustado, pero en este momento… mhm, creo que aún no estamos listos.
—Entiendo.
Me acerqué a dejarle un costo beso en la frente y él aprovechó para besar mis manos, un gesto que calmó el caos en mi interior. H
—Será mejor que me vaya —susurré, separándome y bajándome de la cama—. Descansa, gruñón.
—Descansa, algodón de azúcar.
Nos dimos una última mirada y, antes de que me arrepintiera de mi decisión racional, salí apresurada del dormitorio y a la misma velocidad me dirigí a la mía.
Me dejé caer en mi cama, con el corazón a mil por hora mientras acariciaba mis labios con las yemas de mis dedos. Pablo me había besado, yo lo había besado y, joder, qué bien se sentía. Aún podía sentir el calor de su boca sobre la mía, la forma en que sus manos me habían tocado como si nunca hubiéramos dejado de conocernos.
Cerré los ojos y dejé que los recuerdos del momento me invadieran. Sus palabras, sus labios, cada roce, cada suspiro entre nosotros había sido tan... real y perfecto, tan cargado de todo lo que habíamos compartido en el pasado y lo que aún parecía no haberse desvanecido. No podía negar lo bien que me había hecho sentir estar cerca de él, como si durante esos minutos todo lo complicado en mi vida hubiera desaparecido.
Pero al estar sola, la culpa me invadió, y no podía evitar pensar en Marc y en aquella respuesta que él esperaba y que yo no había considerado. Era como si Pablo lo hubiera echado de un patadón de mi mente, y ahora, esa falta de claridad me dejaba más confundida que cuando me dijo que tal vez ya era hora de volver a intentar en el amor.
La culpa se multiplicó, y con ella, empecé a extrañar lo que teníamos. Esa amistad que había crecido entre Marc y yo, esa conexión, ese entendimiento mutuo... Todo parecía tan fácil con él. Era un gran amigo, guapo, divertido, siempre sabía cómo hacerme reír y sentirme bien. Pero, por más que intentara convencerme de que había algo más allí, había una verdad innegable que me golpeaba con fuerza: no era Pablo.
Recordé las risas que compartimos, las largas charlas sobre libros, sueños y esas noches en las que nos quedamos hablando hasta el amanecer. Era un tipo genial, sin duda, pero no podía compararse con la intensidad que había experimentado con Pablo. Cada momento con él era como un torrente de emociones, una conexión que me dejaba sin aliento y que, a pesar de lo complicado, siempre me había hecho sentir viva.
Me dejé caer de nuevo en la cama, cubriendo mi rostro con las manos. La lucha interna me consumía. Sabía que amaba a Pablo, también amaba a Marc, como un amigo, y no se merecía aquel distanciamiento que le di con la excusa de que pensaría lo de nosotros, pero no había nada que pensar. Yo no podía ofrecerle amor más allá de la amistad y él no se merecía un amor a medias.
Decidí acabar con ello.
Me:
Hola
Deberíamos hablar.
Tenía que ser honesta conmigo misma y sobre todo con él.
Miré ansiosa el móvil, sabiendo que probablemente obtenga una respuesta en unas horas. Pero aun así, lo miraba, a la espera de aquel mensaje que no sabía cómo seguir.
Suspiré profundamente, intentando calmar mi mente. "Descansa, algodón de azúcar", había dicho antes de que me fuera. Esa frase, tan tonta y cariñosa a la vez, me hacía sonreír. Quizás, él también estaba lidiando con lo que había pasado.
El móvil empezó a sonar y el corazón se me detuvo al pensar que era Marc. Que había leído mi mensaje y estaba dispuesto a una charla conmigo. Despacio miré el móvil y pude respirar tranquila al ver el nombre de Carla en la pantalla.
No dude en aceptar.
—Hola a la mujer de mi vida —escuché su voz divertida en cuanto contesté. Siempre lograba sacarme una sonrisa, incluso en los momentos más complicados.
Suspiré profundamente antes de responder.
—Te necesito, Carla. —Mi voz salió más angustiada de lo que había planeado, pero no podía evitarlo. Estaba al borde del colapso—. ¿Estás segura de que no puedes venir?
—No me darán permiso —dijo y sospechaba que ni siquiera lo intentaba—. Cuéntame, tía. Sabes que soy toda oídos.
—Pablo me besó. Yo lo besé —solté de golpe, sin rodeos. No tenía caso suavizarlo.
Además, seguro que ya se lo había planteado. Carla siempre iba un paso adelante.
—No sé qué decir —dijo finalmente, riendo con sorpresa—. Ehm, ¿estás bien?
La escuché rara, como si se estuviera conteniendose de decir algo.
—Confundida —admití.
Carla dejó un silencio entre las dos, como si estuviera preparando sus palabras.
—¿Cómo pasó? —preguntó.
Tomé aire antes de empezar a narrarle lo sucedido: cómo me había dedicado el gol (ella aseguró que ya lo había visto por todo internet) , cómo la charla se tornó más íntima y cómo, sin planearlo, terminamos besándonos. A medida que le contaba, volví a revivir cada sensación: el calor de sus labios, sus manos, el conflicto interno que sentía cuando decidí detenerlo justo cuando las cosas empezaban a ir más allá.
Si un beso me había dejado así, no imaginaba cuando volviéramos a hacer el amor.
—Y ahí me di cuenta de lo confusa que estoy, Carla. —Le expliqué mientras me removía en la cama—. Fue como si, en ese momento, todo lo demás dejara de importar. Pero ahora que estoy aquí, sola, la culpa me está matando. Pienso en Marc, en lo que pasó con él, en cómo estoy esperando darle una respuesta y... —Suspiré profundamente, frustrada—. No sé si estoy haciendo mal.
Carla se quedó en silencio un momento, procesando todo lo que le acababa de decir.
—Vale... primero, sobre Pablo —empezó, su tono más serio—. Tía, no te sientas culpable por eso. Sabes lo que significa para ti; es normal que sigas sintiendo algo por él. A veces, uno necesita revivir algo para darse cuenta si aún queda algo más o si es mejor dejarlo atrás. Pero no te castigues por ello.
Me mordí el labio, asimilando sus palabras. Carla siempre había sido buena para darme perspectiva cuando yo no podía ver más allá de mis propios pensamientos.
—¿Y Marc? —preguntó suavemente—. ¿Qué sientes por él?
Cerré los ojos y me dejé caer hacia atrás en la cama, mirando al techo.
—Es que no lo sé, Carla. —confesé con mi voz un poco más débil—. Es mi mejor amigo, es guapo, divertido, lo entiendo muy bien y lo quiero, pero... no es lo mismo. No es Pablo.
—¿Te atrae Marc? —insistió ella—. Han follado.
—Sí, claro, fue caliente y ostras que folla bien… y la verdad es que pensé en que tal vez podríamos ser algo, porque es mi mejor amigo y nos entendimos tan bien en la cama que yo pensé… Pero luego llegó la editorial, este viaje y volver a ver a Pablo y me di cuenta de que quiero a Marc, pero no con la misma intensidad. No sé si eso significa que nunca podría ser algo más... o si estoy comparándolo demasiado con lo que tuve con Pablo.
Carla suspiró al otro lado del teléfono.
—Lo que tuviste con Pablo fue intenso, ya lo sabemos. Pero también te hizo sufrir mucho. Quizás con Marc no haya esa misma locura, pero eso no significa que no sea algo válido. A veces, las relaciones que crecen de la amistad son las que más estabilidad te pueden dar. Pero si no sientes ese clic con Marc, tienes que ser honesta contigo misma y con él. No lo mantengas en la sombra esperando que algo cambie si sabes que no va a pasar.
Me quedé callada, digiriendo todo lo que me decía. Sabía que tenía razón, pero eso no hacía que todo fuera más fácil.
—Solo date un poco de tiempo para pensar, pero tampoco demasiado —añadió Carla con una risa ligera—. Y sé clara con ambos, aunque duela.
Suspiré de nuevo, agradecida por su consejo.
Justo cuando pensaba que la conversación había terminado, Carla cambió de tema abruptamente.
—Ah, y antes de que me olvide... —Su tono se volvió más serio—. No ignores los correos de Bruno. Me mencionó lo de los mails y es importante que hables con él. Tiene que ver con la empresa de Martina, y según lo que me dijo, hay algo que deberías saber.
Me quedé en silencio un segundo, sorprendida. ¿Bruno? Con todo lo que había estado ocurriendo con Pablo y Marc, lo había dejado completamente de lado. No recordaba haber leído sus correos sobre el tema. Y la verdad es que no quería saberlo; muy en el fondo quería dejar todo atrás. Después de todo había conseguido mi propio dinero; no era un imperio, pero era mío. Muchas veces pensé en vender las acciones y dejar de estar involucrada, pero mamá y mis yayos se esforzaron tanto en su trabajo, que no podía simplemente deshacerme de ella.
Es por eso que dejé a cargo a Bruno, le di toda la libertad de lo que me correspondía a mí. Y él era mi informante, pero últimamente lo ignoraba y eso lo estaba cabreando.
—¿Qué pasa con la empresa de mi mamá? —pregunté, preocupada de repente.
—No sé los detalles —admitió Carla—. Pero me dijo que es importante y que tiene que ver con unos cambios que no sé qué. Así que no lo dejes pasar, ¿vale?
—Lo revisaré —aseguré, sintiendo cómo otra preocupación se sumaba a mi lista.
—Confío en ti, Val. Lo resolverás todo. —La calidez en su voz me reconfortó—. Y si necesitas más charlas, ya sabes dónde encontrarme.
—Gracias, Carla. Eres lo mejor.
—Ya lo sé. —Rió antes de despedirse—. Te amo.
—Y yo a ti, amor.
Colgué el teléfono, sintiéndome un poco más tranquila, pero sabiendo que aún quedaba mucho por resolver. Marc, Pablo, la empresa de mi mamá... El caos no se detenía, pero con el consejo de Carla en mi mente, sentí que podía afrontarlo, paso a paso.
Lo primero que hice fue borrar los mensajes que le mandé a Marc; era mejor verlo en persona y mañana por la mañana lo llamaría para cuadrar nuestras agendas.
Fui por mi portátil para revisar los correos de Bruno; no entendía por qué la formalidad. Podía simplemente explicarme todo por un audio. Pero no, él quería tener todo en orden y ser profesional.
Abrí mi correo y me dio dolor de cabeza todo lo que tenía pendiente y como un recordatorio cruel de la vida real: un correo de mis abogados con una actualización sobre el caso contra la editorial.
No tenía cabeza para verlo, tampoco tenía cabeza para leer los correos de Bruno, así que, confiando plenamente en él, le mandé un mensaje:
Me: Haz todo lo que creas necesario. 🩶
Dejé el portátil a un lado, cerrando los ojos nuevamente. Aún podía sentir sus besos, pero ahora, junto a ese recuerdo, estaba la carga de todo lo demás. Mi vida estaba lejos de ser simple, y lo último que necesitaba era enredarme aún más en una relación con Pablo... aunque una parte de mí lo deseara más que nada.
Una parte de mí quería volver corriendo a su habitación, dejar que todo fluyera sin pensar en las consecuencias. Pero la otra parte, la más racional, sabía que no podía dejarme llevar tan fácilmente. Habíamos pasado tanto... y aunque seguía sintiendo algo por él, no estaba segura de estar lista para volver a ese lugar donde todo parecía tan incierto.
Estuve dando miles de vueltas en la cama, no sé por cuánto tiempo, pero me quedé quieta al escuchar el típico sonido de mi móvil. Avisándome de la llegada de un mensaje.
Pablo mi Pablo:
¿Sigues despierta?
Me:
No puedo dormir.
Pablo mi Pablo:
Yo tampoco.
No dejo de pensar en ti.
Leí su último mensaje y sonreí poniéndome de pie y, aunque tenía varias dudas en mi cabeza, quizá era necesario haberme puesto cadenas para no salir de mi cama, porque ya estaba yendo hacia la habitación de Pablo.
Toqué la puerta y a los segundos él la abrió.
—¿Puedo quedarme a dormir?
—¿Podrás aguantar mis ronquidos?
—Es un don que tengo —Sonreí y, sin pensarlo mucho, salté a besarlo—. Te he extrañado —susurré entre sus labios.
Pablo sonrió en cuanto nuestras bocas se separaron, pero no dijo nada. No hacía falta. Sus manos me rodearon la cintura, atrayéndome hacia él, mientras mi corazón latía desbocado. Su olor, su presencia, todo en él me resultaba tan familiar y a la vez tan abrumador.
—Yo también te he extrañado —murmuró, apoyando su frente contra la mía.
No dije nada más. Nos quedamos así, por un momento, simplemente disfrutando de estar cerca el uno del otro, como si el resto del mundo se hubiera desvanecido. Y en ese instante, toda la confusión, el miedo, las dudas que me habían mantenido despierta se disiparon. Aquí, en sus brazos, todo parecía más simple.
—Ven, vamos a la cama —dijo Pablo suavemente, guiándome hacia dentro de la habitación. Sus manos no se alejaban de mí, como si temiera que me desvaneciera si me soltaba.
Nos metimos en la cama, sin prisas, acomodándonos entre las sábanas. Su brazo me rodeó con naturalidad, y yo me apoyé en su pecho, escuchando el ritmo tranquilo de su corazón, que contrastaba con la agitación del mío. Sentía su calidez envolviéndome, y por primera vez en lo que parecían semanas, me sentí realmente en paz.
—¿Seguro que no te molestan mis ronquidos? —preguntó, rompiendo el silencio con una sonrisa en su voz.
—Tienes suerte de que sean casi entrañables —bromeé, pero al mirarlo, vi algo más en sus ojos. No era solo una broma. Era como si estuviera buscando asegurarse de que esto estaba bien, de que no había un "después" incómodo.
Levanté la cabeza lo suficiente para mirarlo a los ojos y le di un beso suave en los labios, uno que fue breve pero lleno de significado.
—Todo está bien —susurré, como si quisiera tranquilizarlo tanto a él como a mí misma.
Nos quedamos en silencio después de eso, simplemente abrazados, sintiendo el calor del otro. Pero eso no nos duró mucho tiempo, porque al darnos una mirada supimos la urgencia que teníamos de besarnos.
El primer contacto fue como la caricia de una pluma, pero rápidamente se volvió más intenso, cargado de todo lo que habíamos reprimido. Pablo respondió con la misma desesperación, como si el tiempo que habíamos estado separados hubiera alimentado este momento. Sus manos bajaron por mi espalda, y me atrajo más cerca de él, eliminando cualquier espacio entre nosotros. Nuestros cuerpos se amoldaban perfectamente, como si nunca hubiéramos dejado de pertenecer el uno al otro.
Nuestros labios chocaban una y otra vez, besándonos con una urgencia que no recordaba haber sentido antes. Sentía su respiración entrecortada contra mi piel, mientras una de sus manos se enredaba en mi cabello, y la otra se aferraba a mi cintura, como si no quisiera dejarme ir. Yo correspondía, igual de desesperada, acariciando su cuello, sus hombros, queriendo sentir más de él.
—Te he extrañado tanto —susurré entre besos, sin poder contenerlo.
—Y yo a ti —respondió él, apenas apartándose lo suficiente para hablar antes de volver a besarme con más fuerza.
Xoxo
¡Hola, champiñones!
¿Qué les pareció este capítulo? 😏 ¿Los dejó suspirando, confundidos o con ganas de más? Porque, seamos honestos, ¡este par es una bomba emocional!
Tengo varias preguntas para ustedes:
¿Se esperaban el beso? El BESOTE, porque esos se comieron la boca 🤭
¿Qué opinan de la escena del beso?
¿Creen que fue el momento adecuado o todavía necesitan hablar más?
¿Qué piensan de como se siente Valeria?
Y, por último, ¿"About You" es la canción perfecta para ellos, o tienen otra en mente que podría encajar mejor?
¡No olviden dejarme sus teorías y opiniones en los comentarios! Saber lo que piensan me motiva muchísimo y ayuda a darle forma a esta historia.
Por cierto, si disfrutaron del capítulo, no se olviden de votar 🌟. Cada voto y comentario hace que esta historia crezca y que yo siga emocionada por escribir más para ustedes.
Nos leemos pronto, y recuerden: siempre hay más emociones y secretos por descubrir entre Valeria y Pablo.
Con cariño, ancovi12 💌💘
Ig: ancovi12
Tiktok: ancovi12
║▌│█║▌│ █║▌│█│║▌║
© a n c o v i 1 2
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top