06: El susurro de una canción

Verano, 2026

Mi día comenzó temprano, como siempre, pero la diferencia era que estaba con una gran sonrisota.

Llegué temprano al comedor del hotel, todos con la misma cara de sueño y esa mezcla de rutina y nerviosismo por los próximos días de partidos importantes.

—Parece que alguien se cayó de la cama —dijo Ferran apenas al verme.

Se hacía extraño que hubiera llegado temprano, cuando siempre era uno de los que iba corriendo para no llegar tarde.

—O tuvo una muy buena noche —añadió Fermin, dándome un codazo y haciendo unas caras raras—. Con alguien que se llama...

—Cállate.

Lo empujé logrando que no la mencionara y, aunque no la mencionó, todos ya sabían por qué estaba así y también por qué estaba acalorado.

Me hablaban de Valeria y mis mejillas ardían.

—¿Qué pasa, Pablito, tienes algo que contar?

—Seguro que es por ella. ¿Ya han follado?

Las mejillas me ardieron y la mesa estalló en risas. No hemos follado, ni siquiera hemos hablado de verdad, pero lo de anoche fue suficiente para confirmarme que había algo entre nosotros y que ninguno de los dos lo podía negar, por más que lo intentáramos.

—¿Qué? No, solo... no sé, es un buen día.

—Un muy buen día.

Intenté disimular, pero la rojez y la sonrisa no se iban de mi cara.

Siguieron vacilándome en todo el desayuno y yo me mantuve al margen, estaba demasiado feliz para amargarme con sus molestas palabras. Además, no era que estuvieran diciendo gilipolleces, todo lo que decían era verdad.

Valeria me dejaba muy mal. Valeria era mi locura.

El desayuno fue rápido, ligero: proteínas, algo de fruta, suficiente para encarar el entrenamiento que nos esperaba.

A las ocho y media ya estábamos en el campo, bajo un cielo despejado, haciendo ejercicios ligeros. No es la parte más intensa de la jornada, pero sí una de las más importantes. Mantenernos en forma, pero sin desgastarnos demasiado. Solo preparándonos para lo que viene. Después, masajes y piscina. El equipo siempre prioriza que nuestros cuerpos estén al cien, incluso si eso significa pasar un par de horas sumergidos en agua fría o aguantando los dedos de los fisios en nuestras espaldas.

El almuerzo llegó rápido, y después de una hora de descanso, tuvimos una charla táctica. La típica reunión en la que el entrenador nos repasa los movimientos clave, las jugadas que deberíamos tener bien claras para el siguiente encuentro.

A las cinco, finalmente tuvimos algo de tiempo para nosotros. Decidí pasar por mi familia; se encontraban en los jardines del hotel, o era lo que me había dicho Aurora. Sabía que era una visita rápida, pero no había nada como ver a mi familia para desconectar un poco del fútbol.

Al ir y verlos, sentí esa calidez de hogar que tanto extraño durante las concentraciones. Aunque habíamos pasado tiempo juntos ayer, extrañaba no estar en momentos familiares y perderme las sonrisas de mis padres y el bullicio habitual.

Entonces la vi. Valeria estaba allí también, sentada en una de las sillas con una taza en las manos, de lo que suponía era café. Nos miramos, y aunque no cruzamos palabras al principio, bastaron esas sonrisas cómplices para saber que todo estaba bien entre nosotros. El silencio no era incómodo, era de esos que entiendes cuando las aguas están calmadas.

Estábamos bien.

Me di cuenta de que también estaba Christopher, el padre de Val. Estaba junto a mis padres, charlando de lo que sea que les haga reír.

—Hola —fue lo primero que se me ocurrió decir.

Todos los presentes me miraron y me saludaron. Mamá me mandó un beso volado, y Aurora me lanzó una mirada como diciendo: "Val está aquí, aprovecha".

Me iba a sentar al lado de mis amigos, Javi, Mario y Ale, pero...

—¡Hijo, mira lo grande que estás! —dijo el papá de Valeria, acercándose con una sonrisa cálida y dándome una fuerte palmada (amigable) en la espalda.

Me detuve un segundo, un poco sorprendido por su saludo. Le devolví la sonrisa mientras los chicos me miraban de reojo, claramente conteniéndose para no empezar a bromear.

—Gracias, Christopher —respondí, algo incómodo por su saludo, pero manteniendo el respeto.

Mientras me sentaba, sentía las miradas de todos sobre mí. Mario no tardó en dar el primer golpe, cuchicheando como si estuviéramos en un salón de clases.

—Bueno, bueno, si hasta el suegro ya te quiere como a un hijo. Solo falta que Valeria te...

Le tiré un patadón para que no continuara; estaba hablando despacio en un cuchicheo que fácilmente Valeria podía entender y no necesitaba que palabras de terceros arruinaran el terreno que estaba haciendo con ella.

Ya mis mejores amigos de toda la vida habían hecho un circuito entre nosotros, mientras los demás hablaban de otras cosas. Javi fue el primero en soltar una carcajada y Alejandro se inclinó hacia mí con una sonrisa burlona.

—Oye, Dezcito, ¿qué tal esa sonrisa? Seguro que no es por los duros entrenamientos, ¿no?

—Déjenlo tranquilo —dijo Aurora metiéndose en el grupito, aunque su tono era más de broma que de defensa real.

Me encogí de hombros, tratando de mantener la calma, aunque sentía el calor subir por mi cuello.

—Solo es un buen día, no empiecen —respondí, sabiendo que eso no los detendría.

—¡Ah claro! Un buen día... —Mario miró hacia un lado y sin mirar supo que estaba mirando a Val—. Oye, Valeria, tía, ¿a que es un bonito día?

La miré; seguía con su taza de café entre las manos y, al mirarnos, sonrió encantadora.

—Lo es.

—Guay, porque a Dez le apetece dar una vuelta por el...

Le tiré un discreto codazo y Mario cerró la boca, aguantando el dolor.

—Que también me ha parecido un lindo día —dije para que Valeria dejara de mirarnos con rareza.

Intenté no mirar en su dirección, pero era imposible no sentir la tensión. Valeria estaba allí, y aunque parecía que no había escuchado nada, seguro que había escuchado todo.

Valeria me sonrió y empezó a servirse más café; seguía adicta a la cafeína por lo que veía.

—Eh, jovencita, ya vas por tu quinta taza. Después no puedes dormir por la noche —la regañó su padre, señalándola con el dedo.

Valeria puso los ojos en blanco, aunque con una sonrisa divertida en los labios.

—Papá, soy adulta, puedo manejar mi cafeína —respondió, intentando sonar seria, pero su tono era juguetón.

La escena me hizo gracia. Valeria siempre tenía una respuesta ingeniosa, y ver cómo su padre trataba de mantener su autoridad me sacó una sonrisa. Quise reírme por la expresión de Valeria, pero me quedé callado cuando sentí el calor subirme por el cuello al escuchar las palabras que Alejandro me susurró.

—Igual, si no duerme, ya sabemos en qué va a estar ocupada toda la noche, ¿no? —dijo Alejandro, con una sonrisa maliciosa.

Me quedé sin palabras por un segundo, sintiendo cómo la sangre me subía al rostro, mientras intentaba no reaccionar demasiado. Quise responder algo ingenioso, pero lo único que hice fue dar una pequeña risa nerviosa, sin atreverme a mirar a Valeria.

—Cállate, tío —murmuré por lo bajo, tratando de no hacer mucho ruido, pero Alejandro solo se rió más, dándome un ligero codazo.

No sabía si lo habían escuchado o decidieron fingir no haber oído para no avergonzarme más. Los que obviamente sí lo habían oído eran mis amigos; Ale, Mario y Javi no evitaban reírse de mí y de mis mejillas, que por la calentura que sentía, suponía que debía de estar rojo.

Tenía mi propia superheroína y esa vez también me salvó de la bochornosa situación.

—¿Y cómo va el trabajo? —le preguntó Aurora a Valeria, quien se encogió de hombros y bebió un sorbo de café antes de responder.

—En realidad el puesto es inventado —dijo Valeria con una sonrisa irónica—. Pero trato de supervisar las actividades.

—Y es muy importante su puesto —habló su padre, mirándola con una pizca de diversión y una gran cantidad de orgullo.

—Sí, muy muy muy importante —ironizó Valeria, con una mirada juguetona hacia su padre, quien le siguió el juego con complicidad.

Los miré a ambos y me sorprendió ver la calma entre ellos, después de todo lo que había pasado. Y la opinión que tenía Valeria acerca de él hace unos años era la de una hija resentida que odiaba a su padre y a la vida. Observarlos desde mi lugar me daba una cierta satisfacción; saber que ahora tenían un vínculo y habían podido arreglarse me hacía saber que ni Val había sanado uno de sus cortes.

La estaba mirando mientras todos hablaban. Yo me quedé en silencio, viéndola y admirando su belleza mientras ella hablaba con Aurora, su padre y mis padres. Mis ojos se toparon con ese anillo, un pequeño detalle que me inquietaba desde que lo vi.

¿Se lo habría dado alguien más? El simple pensamiento hizo que mi estómago se apretara. No quería preguntar, pero esa duda estaba presente, como una espina en el costado.

Justo en ese momento, su padre se levantó de la mesa y con un tono animado dijo:

—Bueno, ¿qué les parece si damos un pequeño tour por el hotel? Está tan renovado que casi parece un lugar nuevo.

Miré a Valeria por el rabillo del ojo, buscando alguna señal, pero antes de que pudiera decir algo, su padre añadió:

—Pero no se preocupen, ustedes hablen cosas de jóvenes y nosotros iremos a conocer el lugar —dijo mirando a mis padres, quienes asintieron encantados, levantándose y acompañando a Christopher.

Mi mente seguía dándole vueltas al maldito anillo. «¿Y si hay algo más?», me pregunté en silencio, aunque sabía que la única forma de saberlo sería hablar con ella directamente. Pero yo no podía preguntárselo, no ahora y a la vez quería saber las respuestas ya.

Decidí actuar.

Me:

Pregúntale a Val acerca del anillo

🥺

Aurora:

¿Por qué haría eso?

Me:

Porque las tías se preguntan acerca de eso.

No lo sé

Dile

Que hermoso!!!! Donde lo compraste

Quien te lo regalo???

Aurora:

Eres un intenso.

🙄

Me:

¿Lo harás?

Aurora me lanzó una mirada rápida, dándome una respuesta.

Nos mantuvimos conversando entre todos, poniéndonos al día y bromeando. Yo le lanzaba miradas a Aurora para que ya le preguntara lo que debía de preguntarle, pero ella ni me miraba y eso me dejaba pensar que quizá no lo iba a hacer, pero la conversación cambió y me mantuve atento cuando al final preguntó:

—Oye, Val, ¿y el anillo? Está muy lindo. ¿Dónde lo compraste?

Valeria miró a mi hermana, con esa sonrisa tan encantadora. Era algo que normalmente se preguntaban las tías, pero en ese caso Valeria me miró como si supiera que yo había mandado a Aurora a preguntarle acerca del anillo.

Tragué saliva por su desafiante mirada y más cuando regresó toda su atención a Aurora y sus palabras me dejaron con más intriga.

—Me lo regalaron —«¿Quién cojones se lo regaló?» me pregunté apenas la escuché—. Es una bonita historia, luego te la cuento.

Yo dejé de mirarla, sabiendo que me estaba retando de alguna forma. Había algo en esa sonrisa que me desconcertaba.

Justo en ese momento, me topé con Cayetana y Sira, que caminaban juntas, charlando animadamente. Mi cuerpo se tensó de inmediato, y sin pensarlo mucho, giré mi rostro, poniendo una mano sobre mi frente como si me estuviera protegiendo del sol. La verdad era que lo único que quería era esconderme para evitar que me vieran. Pero fue inútil.

—¿Mario? ¡Qué sorpresa verte por aquí! —dijo Cayetana, sonriendo con ese aire de confianza que siempre tenía y no dudó en acercarse.

Mario me lanzó una mirada rápida, como diciendo "ups", sabiendo que la situación se ponía incómoda. La verdad es que todos los que estaban aquí lo sabían, sabían de mis líos con Cayetana y más sabían lo pilladísimo que estaba por Valeria.

La miré y esa expresión de desagrado y a la vez amable que puso al ver a Cayetana.

Quería irme de ahí.

Javi y Alejandro también se miraron entre ellos, con sonrisas nerviosas, que intentaban decirme "tío, estás en problemas".

—Hola —dije, intentando sonar relajado mientras las dos se unían a nuestra mesa para saludarnos.

El ambiente se tensó aún más, pero Aurora, como siempre, trató de ayudarme.

—Sí, sí, qué bueno verlas por aquí —respondió, dándoles una sonrisa amable, como si eso pudiera aliviar la situación.

Miré a Valeria y luego a Cayetana. Cada una siendo tan diferente.

Por un lado, Cayetana la conocía desde los 17 por amigos en común y una especie de lío que inició por querer olvidarme de Valeria y siguió así. No había nada de amor, nada de compromiso, solo encuentros de vez en cuando, pero eso no le quitaba el hecho de que la situación se volviera incómoda, porque sabía que ella realmente quería buscar algo serio conmigo y yo solo quería algo serio con Valeria. Después de casi cuatro años, mis sentimientos no habían cambiado.

Intenté mantenerme relajado, pero cualquiera que me conociera lo suficiente podría notar el nerviosismo en mis gestos. Sabía que debía comportarme de forma neutral, pero me sentía expuesto, como si Valeria pudiera leerme y descubrir la verdad de todo lo que había pasado en su ausencia.

—¿Les importa? —preguntó Cayetana, pidiendo permiso para unirse a nosotros.

Ni siquiera le di una respuesta verbal; en cambio, Aurora y Mario sí lo hicieron. Cayetana se sentó a mi lado y yo intenté separarme lo más que podía de ella, viendo de reojo a Valeria, quien no me miraba al estar saludando a Sira.

La conversación fluyó y yo quería escapar. Cayetana, en su estilo amigable, siempre había sido así, risueña y, aunque trató de mantener las distancias, a veces no lo logró del todo. En una de esas, mientras hablábamos, se acercó y se apoyó en mi brazo. Fue un segundo, pero suficiente para que me sintiera culpable.

¿Por qué siempre le daba alas sin querer? Me incomodaba la situación.

Valeria se levantó de su asiento, rompiendo la conversación que apenas empezaba a relajarse.

—Perdón, pero tengo que irme. Me olvidé que tengo una reunión virtual con mi editora y se me hace tarde —dijo, mirando a todos con una leve sonrisa—. Nos vemos más tarde.

Me quedé mirándola y mi celular sonó avisándome de un mensaje, era Aurora.

"Habla con ella, tonto".

—¿Te acompaño? —pregunté apenas leí el mensaje.

—No te preocupes, Pablo. Estoy bien —respondió con una sonrisa educada, pero fría, dejándome claro que prefería ir sola.

Me quedé sentado, mirándola mientras se alejaba. Valeria se movía con una calma que me ponía nervioso, como si estuviera en completo control de la situación, mientras yo seguía sumido en mi propia confusión.

—Iré por algo de beber —dije sin apartar la mirada de Valeria; me había dicho que no quería que la acompañara. Pero podríamos encontrarnos por casualidad.

Me puse de pie y, para mi mala suerte, escuché a Cayetana a mi lado.

—Te acompaño.

Arruinó el plan que tenía y no me quedó de otra que ir con ella, dejando que Val se fuera.

Nos acercamos a la mesa de buffet, y Cayetana aprovechó el momento para acercarse un poco más, con esa sonrisa ladeada que siempre llevaba cuando quería jugar con mis nervios.

—Parece que alguien está un poco... distraído últimamente —dijo, su tono cargado de intención mientras fingía ajustar su cabello.

Me forcé a mantener la compostura, pero sentí cómo el comentario iba con segundas intenciones.

—¿A qué te refieres? —respondí con desinterés, tratando de desviar la conversación, aunque sabía perfectamente lo que quería insinuar.

—Oh, ya sabes... Valeria reaparece y de repente te veo más... pensativo. Es solo una observación —dijo, alzando una ceja mientras me miraba de reojo—. Aunque no sé por qué tanto misterio, ¿no? Dicen que las segundas partes nunca son buenas y mucho menos las terceras, o ya sería la ¿cuarta?

Su sonrisa se ensanchó, y aunque lo disfrazaba con un tono ligero, sabía que estaba lanzando más que solo palabras.

—Cayetana... —comencé, suspirando, pero ella me interrumpió antes de que pudiera seguir.

—Tranquilo, solo bromeo —dijo, alzando las manos en un gesto inocente—. Solo que me pregunto... ¿Qué tendrá Valeria que la haga tan irresistible? Porque hasta donde recuerdo, no te quejabas conmigo la última vez en Sevilla.

💌💌💌

Ya en mi habitación, después de todo el ajetreo del día, me dejé caer en la cama, exhausto. Apenas cerré los ojos, tratando de desconectar por un momento, cuando mi móvil vibró sobre la mesita de noche.

Lo miré sin mucha prisa, pensando que sería alguno de los chicos o algún mensaje sin importancia. Pero cuando vi el nombre en la pantalla, mi corazón dio un vuelco: Val, mi Val

¿Por qué me estaba llamando? No es que no quisiera hablar con ella, pero era extraño. No solía llamarme, ni siquiera cuando volvíamos a vernos. ¿Qué era tan importante para que rompiera esa costumbre? Me quedé mirando el teléfono, dudando. Mi dedo rozaba el botón para contestar, pero algo dentro de mí me mantenía congelado por unos segundos.

Finalmente, me decidí y deslicé para contestar.

—¿Hola? —mi voz salió más suave de lo que pretendía.

—Hola —respondió ella, su tono tranquilo, aunque algo cargado de significado.

Me incorporé un poco en la cama, sintiendo que cualquier atisbo de sueño que tenía se evaporaba al instante.

—¿Todo bien? —le pregunté, intentando mantener el tono casual, aunque mi mente ya estaba dando vueltas, preguntándome qué quería decirme.

—Sí, todo bien —hubo una pausa antes de continuar—. Solo... quería saber si podíamos hablar un rato.

—¿Hablar? Hablar, hablar de hablar o hablar de... de hablar...

Escuché su suave risita y me reprimí mentalmente por lo tonto que era al darle esa respuesta.

—Hablar. Recuerda que tengo un puesto muy importante y me gustaría saber... ¿Si te gusta...

—Tú me gustas...

—¿Qué?

—Que me gusta el hotel, está guay y... No sabía que tu papá se dedicaba a esto.

—Yo tampoco —dijo y se mantuvo en silencio, mientras me acomodaba las almohadas y me sentaba—. Pero tienen un imperio.

—Resultaste ser toda una princesa.

Escuché su risa a través del móvil y sonreí al imaginármelo, con su pijama, su pelo revuelto y con el móvil pegado a la oreja.

—No soy una princesa —dijo bajito.

—Verdad que le das más a los héroes de tus libros —respondí, con una sonrisa—. Ya sabes, esos tíos como Harry Potter, Percy Jackson, Katniss Everdeen, Clary Fray, ¿no? Siempre andabas leyendo sobre ellos, siempre pegada a un libro.

—Tal vez... —respondió en tono juguetón—. Aunque ellos no eran precisamente príncipes o princesas. Eran más bien chicos normales con vidas complicadas.

—Sí, pero tíos normales que terminan salvando el mundo —añadí, acomodándome mejor en la cama—. Así que, de alguna manera, sigue siendo una historia de princesas y héroes.

—Nunca pensé en ellos así —murmuró, y pude notar un tono más reflexivo en su voz—. Supongo que lo que me gustaba era que no se rendían, siempre luchaban, aunque estuvieran completamente perdidos.

—Y tú te identificas con eso, ¿no? —pregunté, conociéndola lo suficiente como para saber la respuesta.

—Tal vez... —respondió bajito.

Ella y sus tal vez.

—¿Y qué estás leyendo ahora? —le pregunté, curioso por saber si seguía con sus sagas de fantasía y romance o había cambiado de género—. ¿Sigues en la fantasía o el romance que te hacía apretar las piernas?

Hubo una breve pausa al otro lado de la línea antes de que respondiera con una risita.

—Sigues siendo un guarro.

—Oye, tú eras la que leías esos libros.

—Y tú me los regalabas —señaló.

Vale, se los regalaba, pero eran libros de romance y no era mi culpa que viniera con esos detalles. Yo solo quería que volviera a creer en el amor, que volviera a creer en mí.

—Contestando a tu pregunta... he estado leyendo mi propio libro —dijo con una risa suave.

Me quedé en silencio por un momento, sorprendido. Sabía que le encantaba escribir, pero no me había imaginado que estuviera tan metida en su propio proyecto.

—¿En serio? —pregunté, sonriendo—. ¿Y qué tal? ¿Es bueno?

Claro que era bueno, era magnífico. Cada uno de sus libros.

—Bueno... —se rió otra vez, un poco nerviosa—. No sé si es bueno, pero es mío, ¿sabes? Me gusta volver a leer lo que he escrito, como si tratara de entender mejor a los personajes. A veces me sorprendo a mí misma y me quedo leyendo como una lectora más.

—Eso es increíble, Val —dije sinceramente—. Además, déjame decirte que son buenos, muy buenos.

—Entonces es verdad lo que dijo Aurora.

—¿Qué dijo Aurora? —pregunté, curioso aunque ya sabía lo que había dicho y también la respuesta que dije esa vez.

Valeria soltó una risa ligera antes de responder.

—Dijo que te habías leído todos mis libros y hasta que habías llorado.

Me quedé callado por un segundo, sintiendo el calor subir a mi rostro. No lo iba a negar, Aurora tenía razón.

—Bueno... —empecé, rascándome la nuca aunque ella no pudiera verme—. Es que, sí, son buenos. ¿Qué querías que hiciera? Una vez que empecé, no pude parar.

Escuché cómo soltaba una pequeña carcajada.

—No sabía que te habías vuelto fan de mis historias.

—No soy fan, solo... aprecio el buen trabajo —respondí, fingiendo seriedad, aunque ambos sabíamos que era una excusa.

—Claro, claro —dijo en tono burlón, pero con cariño—. Acepta que eres mi fan.

—No lo haré, Valeria Martina...

Me quedé callado al escuchar cómo la había llamado. Hubo silencio entre los dos y pensé que de nuevo había metido la pata, así que ni tardé en disculparme.

—Lo siento... yo...

—No te preocupes. Hace tiempo nadie me llamaba así, ni siquiera Carla... Solo es lindo, Martina es un nombre muy hermoso.

—Lo es.

Después de un silencio entre los dos, un silencio que no era para nada incómodo, ella con una voz suave me preguntó:

—¿Puedo ir a verte?

Su pregunta me tomó por sorpresa. Me quedé en silencio un momento, asimilando lo que acababa de decir. ¿Quería venir a verme? ¿Por qué?

Mi mente empezó a trabajar rápido, pensando en lo que eso significaba.

—Claro —respondí al final, intentando sonar tranquilo—. Si quieres, puedes venir.

—¿Me mandas el número de tu habitación?

—Claro... es el 506.

—Perfecto. No tardó. —Su voz sonaba un poco más alegre, y colgó antes de que pudiera añadir algo más.

Me quedé mirando el móvil, sintiendo una mezcla de nervios y anticipación. La idea de tenerla aquí, en mi habitación, después de todo lo que habíamos hablado, era... intimidante, pero también emocionante, que mi corazón no demoró en saltar, al igual que yo de la cama, apenas lo entendí. Valeria vendría a verme y todo esto estaba un desastre.

No llevaba un día y ya mi ropa estaba tirada por toda mi habitación y era porque en la mañana no encontraba mis tenis y rebusqué por todo el lugar.

Traté de acomodar todo, pero me quedé a medias. Valeria ya estaba por venir y debía de estar guapo, más guapo de lo que ya estaba. Fui directo al baño, mirándome en el espejo. Mi cabello estaba despeinado, y lo despeiné un poco más y luego lo volví a peinar. Me pasé el peine un par de veces, intentando que pareciera natural, como si no me hubiera esforzado en absoluto. Luego, agarré el cepillo de dientes y me lavé la boca rápido; aunque ya lo había hecho antes de acostarme, lo hacía por si acaso.

Regresé a la habitación y me quedé mirando mi pijama. Un pantalón de algodón y una camiseta simple. «Todo fácil de quitar» pensé y me regañé por lo idiota que sonaba en mis pensamientos. Pero lo idiota seguía en mí, levanté mi camiseta y miré mi torso. Me veía bastante bien, demasiado bien, y me pregunté si debía de esperarla sin camiseta. Descarté la idea no quería que pensara que la quería seducir o que quería follar.

Aunque si la situación lo ameritaba no me iba a negar; es más, necesitaba estar preparado por si...

Comencé a caminar de un lado a otro. Entonces, mi mirada cayó sobre la maleta en el rincón.

«¿Y si...?»

« No, no, no.»

Pero igual, me acerqué y comencé a buscar entre mis cosas, sacando la caja de condones que tenía guardada. Me quedé mirando la caja por un momento y los guardé en el primer cajón de la mesita de noche, con la excusa de que debía de mantenerme responsable si llegábamos a más.

Di un par de pasos hacia la cama, pero me detuve. Volví a sacar los condones y los iba a guardar en la maleta, pensando en no hacerme ilusiones y que quizá ella solo quería venir a hablar. Pero, di media vuelta y pensé en que tal vez la conversación nos lleve a otra cosa, que podía haber algo y era mejor estar protegido. Así que volví a por los condones y los metí otra vez en el primero. Una parte de mí se reía de lo absurdo de la situación, pero otra estaba completamente nerviosa. Como el Pablo de 16, queriendo que su primera vez sea con la tía de sus sueños y esa era mi Val. Seguía siendo la mujer de mis sueños.

Estuve así un buen rato, moviendo la caja de un cajón a otro, sin saber si prepararme para algo o simplemente relajarme y dejar que las cosas fluyeran.

De pronto, escuché los golpes en la puerta. Me quedé congelado por un segundo, sintiendo cómo mi corazón se disparaba. Me eché un poco de perfume, quizás demasiado, y respiré hondo. Mis manos temblaban un poco, pero sonreí, intentando calmarme. Di unos pasos hacia la puerta, la abrí lentamente y allí estaba ella.

Lucía radiante, esperándome a que le abriera la puerta. Llevaba un pijama que solo ella podía hacer ver tan perfecta. Parecía algo sacado de un sueño, algo delicado y elegante, como todo lo que la rodea siempre que está cerca.

Mi corazón dio un vuelco. No sé cuántas veces he pensado en lo hermosa que es, pero en ese momento, con la luz suave del pasillo iluminándola, su piel parecía brillar. La tela caía sobre su cuerpo, delineando sus curvas, pero con una gracia sutil, sin esfuerzo. La conocía lo suficiente como para saber que, aunque lucía impecable, había una mujer vulnerable, la misma que lograba desarmarme con solo una mirada.

Ella me miró, como si hubiera estado esperando que la invitara a pasar. Sus ojos, esos malditos ojos que podían leerme como si estuviera hecho de cristal, me buscaron con una tranquilidad que me dejó sin palabras.

—¿No me dejarás pasar? —preguntó, su voz suave, pero segura.

Y ahí estaba yo, parado frente a ella, con la certeza de que ya no había marcha atrás. Era imposible no perderse en Valeria. En su manera de ser, de estar. En lo dulce y sexy que podía llegar a ser.

Tal vez era mala idea estar juntos en una habitación, con nuestro expediente tan caliente y hormonal, pero a la vez me conformaba con solo charlar con ella.

—¿Pablo?

—Claro, pasa. —La dejé pasar, preguntándome: "¿Qué se sentiría volver a besarla?

Pasó por mi lado y pude reconocer su perfume; ya no era el mismo que usaba antes, pero tenía su esencia. Valeria olía a su perfume dulce y sofisticado, a libros y a café.

—Sigues siendo un desastre —dijo al mirar mi habitación—. Me dará...

—Cáncer al ojo —dijimos a la vez—. Y eso que ordené un poco.

—Déjame ayudarte.

—No es necesario... —Mis palabras no le impidieron que empezara a recoger cada una de las prendas; empezó a doblar y no me quedó de otra que ayudarla a recoger mi desastre.

—No puedo creer que vivas así —comentó mientras levantaba una mochila llena de papeles y objetos que ni siquiera sabía que tenía.

—En mi defensa, no es siempre así —dije, pero en realidad, sabía que no había excusas. A veces me dejaba llevar por la rutina y el desorden se acumulaba sin que me diera cuenta.

Valeria se rió suavemente. —Claro, seguro que no. Me imagino que pasa un huracán por tu cuarto solo para las visitas.

—¡Eh! —protesté, aunque sabía que tenía razón. Comenzamos a trabajar en silencio, y mientras lo hacíamos, no pude evitar recordar lo bien que nos llevábamos en el pasado. Era como si el tiempo no hubiera pasado, aunque nuestras vidas habían tomado rumbos diferentes.

—¿No compartes habitación? —preguntó sacándome de mis pensamientos.

—¿Perdona?

—¿Que si duermes solo?

—Aaa, pues es que dijeron que querían descansar bien y que mis ronquidos no los dejarían dormir —contesté, restándole importancia—. Son unos exagerados.

—No los culpo —respondió Valeria con una sonrisa pícara.

—¿Perdona? —pregunté, levantando una ceja.

—He dormido lo suficiente contigo para saber que eres como el motor de una motocicleta —dijo, riéndose.

Sentí cómo el calor subía por mi cuello. La imagen de las noches en las que habíamos estado juntos me cruzó por la mente, y no pude evitar recordar la cercanía de sus brazos y su risa suave en la penumbra.

—Oye, eso no es justo —protestó, intentando mantener una actitud despreocupada. —Podría ser peor. Hay gente que ronca como un tren.

—Claro, pero tú eres más bien un motor de carreras —dijo, burlándose de mí mientras recogía otra prenda del suelo.

—No es para tanto —respondí, aunque no podía evitar sentirme un poco avergonzado. La forma en que me miraba, con esos ojos brillantes y divertidos, hacía que fuera difícil mantener la compostura. —Prometo que intentaré mejorar.

—Eso espero. No quiero arriesgarme a quedarme dormida y terminar atrapada en un rally nocturno. —Se rió nuevamente, y yo no pude evitar sonreír con ella, pero mi sonrisa fue una pícara.

—¿Piensas dormir conmigo?

Valeria rió negando y no tardó en tirarme una de mis camisetas que logré atrapar con facilidad.

—¿Es lo que quieres? —preguntó, siguiéndome el juego desafiante con una sonrisa traviesa en su rostro.

Me quedé un momento en silencio, contemplando lo que había dicho. Esa chispa en sus ojos me hizo sentir que, tal vez, había más detrás de esa broma.

—Bueno, no estaría mal tener compañía —respondí, con dobles intenciones. Se lo dejaba todo a su imaginación.

—¿Así que soy tu última opción, eh? —dijo, cruzándose de brazos, claramente disfrutando de la conversación.

—Nunca he dicho eso —repliqué, levantando las manos en un gesto de defensa. —Además, ¿quién más tendría el honor de aguantar mis ronquidos?

Valeria se rió de nuevo, y el sonido me hizo sentir como si el tiempo se detuviera un instante.

—Lo consideraré... —dijo, acercándose un poco más mientras miraba la camiseta que le había tirado—. Pero sólo si prometes que no harás ruidos extraños.

—Pensé que te encantaban mis sonidos extraños —sonreí ladeado ante nuestro juego de palabras con segundas intenciones.

—Hostias. Hablaba de tus ronquidos de camionero, no de tus gemidos. ¿No le molesta a tu novia? —preguntó con una mirada que quería respuestas.

Ahí supe a qué había venido y no podía evitar sentirme contento. Eso significaba que le interesaba.

—No tengo novia —respondí, mirándola y esperando su reacción.

Valeria levantó una ceja, como si no estuviera convencida.

—¿En serio? Pues leí por ahí sobre Cayetana y tú, y pues por lo de hoy, creí...

—Solo fue un lío... nada serio —me encogí de hombros, tratando de desviar la conversación. Pero mi mente seguía en sus palabras; había leído sobre mí, estaba interesada en mí.

—¿Un lío? Pues no pareciera que ella...

—No busco nada serio, o al menos no con ella ni con nadie.

Salvo contigo, Valeria.

—¿Concentrado en el fútbol?

—Pues España merece una segunda estrella.

Ella se rió, pero su mirada se volvió más seria por un instante.

—Pues me alegra.

—¿De qué no esté con Cayetana?

—Me alegra que no haya una chica que tenga que soportar tus ronquidos.

—Eres una hija de puta, Val —dije haciendo una mueca de desagrado. —Si supieras cuántas horas me he pasado perfeccionando mi técnica.

—¿Técnica? —dijo, riendo—. ¿Y cuál es esa? ¿Roncar en diferentes tonalidades?

—Exacto. Soy un artista, ¿sabes? En todos los sentidos.

Ambos reímos, y el ambiente se llenó de una ligereza que me hizo sentir como si estuviéramos compartiendo algo especial, lejos de las complicaciones de afuera.

Valeria estiró su mano hacia mí; pensé que acariciaría mi rostro, pero lo único que hizo fue despeinar mi cabello.

—No te has sonrojado.

Si me besas, te aseguro que me sonrojo, quise decirle. Pero las palabras quedaron en mi garganta.

Valeria miró la hora en el reloj que llevaba en su muñeca y, al alzar la mirada, supe que ya se iría.

—Te dejo descansar.

Tenía entrenamiento a primera hora de mañana, pero quería seguir hablando con ella, seguir riéndonos y siendo nosotros mismos.

—Claro... ya es tarde...

—Bueno... ehm

Ambos nos miramos sin saber cómo despedirnos, nos dimos miradas nerviosas y, luego de unas risitas torpes, Valeria me envolvió con sus brazos.

—Buenas noches, Pablo.

—Buenas noches, Val.

Quería pedirle que se quedara más tiempo, que siguiéramos charlando, que llegáramos a más. Me conformaba con un pequeño roce de sus labios, quería volver a tenerla, pero me quedé callado, perdido en la calidez de su abrazo.

—¿Nos vemos mañana?

—Te veo mañana.

Fui a abrirle la puerta y, al verla salir por el umbral, una canción vino a mi mente. Pensé en mandarla por mensaje como veníamos haciendo, pero tenerla cerca me daba ganas de susurrarle cosas al oído. Y ya me había quedado con las ganas de besarla; no me quedaría otra vez con las ganas.

—Oye, Val —La llamé y ella volteo de inmediato.

—Dime...

Decidido, eliminé la distancia que nos separaba, la miré a sus cálidos ojos y me tomé la libertad de acomodar sus mechones antes de acercarme lo suficiente a su oído.

—La canción de hoy es Night Changes de One Direction —susurré a un milímetro de mis labios en su oído. Sonreí al estar tan cerca y me atreví a acariciar su mejilla con mis labios en un suave beso.

—Buena elección —susurró apenas me separé lo suficiente de ella para verla a los ojos.

Ella rompió con el contacto visual y volvió a desearme buenas noches antes de dar media vuelta e irse. Cerré la puerta y me giré hacia la cama, dejándome caer sobre ella, intentando sacudirme los pensamientos de lo que pudo haber sido. En ese instante, el eco de su risa seguía resonando en mi mente, y cada recuerdo me recordaba que a veces la vida no era tan sencilla como un abrazo. Esa noche, un simple "buenas noches" se sintió como un suspiro de lo que podría haber sido, y en mi pecho llevaba la esperanza de que, tal vez, no sería la última vez que tendríamos un momento así.

xoxo

¡Hola mis pequeños champiñones! ☀️
Espero que hayan disfrutado este capítulo cargado de emociones, miradas cómplices, y un caos hormonal que solo Pablo puede manejar (o más bien, no manejar 😏). 🌹 Este capítulo nos lleva de la rutina futbolística al torbellino emocional que Valeria genera cada vez que está cerca. ¿Alguien más se sintió identificado con los nervios de Pablo al acomodar todo en su habitación como si fuera una entrevista de trabajo? 😂

Ahora, vamos con las preguntas importantes: ¿qué opinan del "anillo misterioso"? 💍 ¿Creen que Valeria estaba siendo retadora de forma intencional o simplemente le gusta mantener a Pablo en jaque? Personalmente, amo cómo cada interacción entre ellos está llena de tensión, pequeñas provocaciones, y esa conexión innegable que nunca desaparece. ✨

Además, hablemos de Cayetana... ¿Es solo un obstáculo en el camino de Pablo o creen que aún guarda algo de importancia en la historia? Sé que muchos de ustedes quieren entrar a la historua y darle unas buenas bofetadas😅. Necesitamos a Carla para que la ponga en su  lugar

Por otro lado, ¿no les encanta ver cómo Pablo evoluciona emocionalmente? Su vulnerabilidad, su torpeza adorable y sus intentos de acercarse a Valeria son simplemente chef's kiss. Pero díganme ustedes: ¿debería seguir luchando por ella o tal vez tomarse un descanso para ordenar sus sentimientos? 🔥

Y la relacion de Valeria con su papá y los pensamientos de Pablo hacia ellos. El verdadero "se alegra por mi aunque ya no estemos juntos" y es que Pablo y Val, siempre, siempre seran asi. 

La canción de este capítulo es "Night Changes" de One Direction 🎵 porque resume perfectamente el ambiente nostálgico, romántico y lleno de posibilidades que envuelve a estos dos. Pero si tienen otra canción que encaje mejor, ¡déjenmela en los comentarios! Me encanta escuchar sus playlists para esta historia. ❤️

Y por último, ¿qué les pareció el final? 🙊 Ese abrazo lleno de emociones contenidas y la manera en que Pablo intenta recuperar la conexión con Valeria me dejó con ganas de gritarles: ¡Ya bésense de una vez! 🤭

No olviden dejarme sus comentarios, sus estrellas y todo su amor si disfrutaron este capítulo. ¡Cada palabra de ustedes es una motivación gigante para seguir escribiendo! 💫 Ah, y recuerden seguirme en mis redes para contenido exclusivo de la historia y muchas sorpresas más.

Nos vemos en el próximo capítulo, mis champiñones. Los adoro. 🌈❤️

Recuerden que la playlist de Pablo y Val esta en mi spoty

Xoxo,
Anto 🌻

Ig: ancovi12
Tiktok: ancovi12

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