05: Unos golpes en el culo
PABLO
Anoche soñé con Valeria y, a diferencia de otros sueños con ella, este fue diferente y muy caliente. Estaba en mi cama, mi cuerpo encendido, y ella estaba ahí conmigo, enredada en mis sábanas, con su risa en mi oído y su piel bajo mis dedos.
Follando como solíamos hacerlo.
No quería despertar, pero cuando las cosas se iban poniendo más calientes y ella me miraba de una manera tan sexy e inocente, me despertaba sobresaltado con la polla a punto de explotar.
Me planteé irla a buscar; sabía dónde estaba su habitación, hasta tenía una llave de acceso. Pero sabía que ir sería sobrepasarme más de lo que me sobrepasé hace unas horas, cuando grité a los cuatro vientos que podía follarla ahora mismo.
Debí pensarlo dos veces antes de decirlo, pero en mi defensa estaba emocionado por la victoria y por tenerla a ella allí.
Me quedé en mi cama, con un gran problema en mi entrepierna y la sensación de aún tenerla entre mis manos. Pero la cama estaba vacía, igual que el lugar que dejó en mi vida.
Mañana saldríamos después del desayuno y yo no lograba cerrar los ojos sin tener la imagen de ella desnuda. No soy de esos que se pierden en rodeos, y menos cuando se trata de Valeria. Así que, cuando el deseo me consumió y su imagen no se iba de mi cabeza, hice lo que cualquier tío haría en mi lugar. No es algo de lo que me enorgullezca, pero tampoco me avergüenza.
Al despertarme, una ducha fría me ayudó a relajarme, pero ella seguía muy metida en mi cabeza. Traté de sacarla mientras metía las últimas cosas en la maleta. El equipo ya debía de estar bajando para ir a desayunar y estar listos para partir al nuevo destino, pero yo seguía atrapado en unos sueños muy calientes.
Al bajar a desayunar, un pajarito o más bien su papá me dijo que Valeria estaba en una de las terrazas desayunando, y antes de poder pensarlo dos veces, mis pies ya me estaban llevando hacia ella. Solo serían unos minutos, luego regresaría con el equipo.
La vi a lo lejos; estaba ahí sentada con su café, el cabello recogido y esa expresión que no conseguí leer desde la distancia. Siento un impulso. Un deseo de hablar con ella, de romper esa barrera invisible que parece haber levantado desde que nos reencontramos. Miré a mi alrededor y el destino me había puesto un florero de rosas como decoración en una de las mesas; me acerqué y saqué una, dirigiéndome a ella con una sonrisa.
La miré, y no pude evitarlo. Incluso después de todo, verla me provoca una mezcla de emociones que no sabía cómo manejar. Me sentía como un adolescente otra vez, con el corazón acelerado y las palabras atascadas en mi garganta, con las manos sudorosas y un calor en mis mejillas.
—bon dia —le digo, con un tono más suave de lo que pretendía—. ¿Qué tal dormiste?
Intenté sonar despreocupado, pero en el fondo, solo pedía una señal de ella, algo que me diga que todo está bien, que todavía hay algo entre nosotros. Me senté en la mesa, sin esperar invitación. Me acerqué más, lo suficiente para que nuestras rodillas rozaran bajo la mesa. Sé que debería mantener la distancia, pero no podía. Necesitaba señales y las estaba buscando. Me incliné un poco hacia ella, buscando su mirada. Quería que me viera, que me sienta cerca, que piense: "Es Pablo, el amor de mi vida".
Ella me miró de reojo, bebiendo de su taza de café, que sospechaba ya era la tercera del día.
—Anoche tuve un sueño... —comencé a decir, en un tono bajo, íntimo—. Y, bueno, digamos que me acordé de ti.
Muy bien de ti. Demasiado bien.
Mis labios se curvaron en una sonrisa traviesa, esperando verla sonreír, aunque sea un poco. Es mi manera de coquetear, de tantear terreno. Pero cuando deja su taza sobre la mesa y sus ojos finalmente se encuentran con los míos de verdad, me topo con una pared. Está seria. Más seria de lo que jamás la había visto.
Me enderezo un poco en la silla, incómodo por el cambio en su expresión. Algo en su mirada me advierte que lo que va a decir no será lo que espero.
—Pablo... —Empezó, y ya sé que viene algo malo—. No volví por ti.
Sus palabras me golpean como un balón en los huevos. La sonrisa se me borra al instante, y siento cómo el mundo se tambalea bajo mis pies. Trago saliva, pero el nudo en mi garganta no desaparece. ¿No volvió por mí? Intenté procesar lo que me acaba de decir, pero todo sonaba a ruido blanco en mi cabeza.
—¿Qué...? —balbuceé, como si las palabras se me escaparan antes de poder darles forma—. Pero tú...
La verdad es que no me había puesto a pensar en ello. ¿En qué hacía Valeria precisamente ahí? Vale, sabía que estaba trabajando con su papá, pero una parte de mí pensaba que solo era una excusa para verme. Que sabía dónde estaría y que era la mejor idea reencontrarnos de esta forma.
Empezar en el mismo punto donde me dejó.
Intento sonreír, restarle importancia, pero el dolor ya está ahí, golpeándome en el fondo de mi pecho. No quería que lo notara, pero mis ojos la recorren, buscando algo que me dé respuestas. La verdad es que siempre pensé que volveríamos a estar juntos. Que lo nuestro, después de tanto tiempo, encontraría la forma de encajar otra vez. Después de todo, ella me prometió que cuando sanara volvería por mí.
Ella lo prometió.
Pero no lo hizo.
Y ahora me dice que no soy la razón por la que está aquí.
Y una polla.
—Pensé que... —comienzo, intentando recuperar la compostura—. Bueno, pensé que las cosas iban bien entre nosotros. Digo, el partido, los mensajes, las canciones... Incluso el gol de ayer fue para ti y tú fuiste a verme... Yo pensé...
Yo pensé que volvió por mí.
Mi voz se quiebra al final, y la sensación de vulnerabilidad me invade por completo. ¿Por qué no puede ver lo que siento? Intento mantener mi fachada de seguridad, pero por dentro me estoy desmoronando. No quiero parecer débil, no frente a ella. Pero ¿a quién le miento? Valeria se llevaba todas mis facetas.
Ella suspiró, desviando la mirada hacia la vista del jardín. Por un segundo, pareció dudar y yo estaba dispuesto a besarla para que entendiera que ella y yo tenemos algo. Pero, levantó una barrera entre los dos, más alta de lo que podía saltar.
—No quiero que esto sea más de lo que es, Pablo —respondió, fría, pero con una firmeza que me atraviesa como un cuchillo—. No volví para ti... No quiero que pienses que tienes poder sobre mí.
Sus palabras me hirieron. ¿Poder sobre ella? Jamás quise eso. Solo quería... estar a su lado. Recordar lo que una vez tuvimos, recuperar lo que dejamos atrás. Pero es evidente que ella no siente lo mismo. En un intento desesperado, quiero decirle lo que siento, abrirme, pero me detengo. ¿De qué serviría?
No sabía nada de ella en todos estos años.
Además llevaba un anillo y lo seguía llevando, lo comprobé al ver su mano. ¿Y si por eso me lo decía? Porque estaba con alguien más, porque le había prometido a alguien más un para siempre y a mí me estaba matando las ilusiones de un futuro juntos como lo prometió.
Mis pensamientos me golpean, cada uno más doloroso que el anterior. ¿Todo lo que vivimos juntos no significó nada? ¿Y todas las promesas? Me juró que volvería cuando estuviera lista, cuando hubiera sanado, pero eso nunca pasó. En su lugar, me dejó esperando, con la esperanza de que algún día volvería. Y luego aparece como si nunca se hubiera ido.
Y ahora... ahora me dice que no volvió por mí.
Siento que mi pecho se cierra, como si el aire me faltara, y todo lo que quiero hacer es levantarme de esa mesa y alejarme. Pero no puedo. Estoy paralizado, atrapado entre el deseo de quedarme y la necesidad de protegerme. Al final, solo soy capaz de murmurar:
—Vale...
Ella me miró, pero no dijo nada. Solo me observaba, como si ya no hubiera nada más que agregar. Como si hubiera pasado página y yo me hubiera quedado atrás. Me levanto, intentando mantener la dignidad que me queda, pero por dentro me siento vacío.
Duele. Más de lo que esperaba.
Duele más que lo dijera.
Estaba caminando por los pasillos del hotel, sin rumbo, tratando de despejar mi mente después de lo que Valeria me había dicho. No volví por ti. ¿Qué esperaba escuchar? ¿Que lo había hecho? Fui un iluso. Pensar que, después de tanto tiempo, todavía había algo entre nosotros. Casi cuatro años, y aún seguía atrapado en esa sensación de que todo podría ser como antes. Pero no. Había sido un estúpido, esperando algo que nunca iba a pasar.
Las ganas de comer se me quitaron, quería irme lo más rápido de aquí.
—Pero mira quién está aquí —Alcé la mirada al escuchar esa voz y en mi mente maldije al pensar que se trataría de un fanático, no tenía cabeza para sonreír en ese momento. Pero al ver de quienes se trataban, me tranquilicé un poco.
—Ah, hola...
Eran Sira y Cayetana. Se habían vuelto amigas en este tiempo y, por lo visto, se estaban quedando en este mismo hotel.
—Dez, cuánto tiempo —Sira me saludó con un beso en la mejilla, éramos amigos y aunque últimamente ya no nos frecuentábamos como antes, seguía teniéndole cariño.
Por otro lado estaba Cayetana...
—Caye, Sira... —Miré hacia el pasillo, queriéndoles decir que no tenía el tiempo ni las ganas de quedarme a charlar.
—Felicidades por la victoria —dijo Cayetana y miró a Sira, quien se disculpó diciendo que tenía que hacer algo.
Me dejó a solas con ella, quien me sonreía amigable.
—Qué casualidad verte aquí —dije para no ser para nada maleducado.
—Sira me invitó y no podía decirle que no, además vendría a apoyarte y... —Ella se acercó más con confianza, como siempre. Su perfume me envolvió antes de que llegara del todo, y aunque había algo incómodo en la situación, no podía negar que necesitaba distraerme y Cayetana siempre me escuchaba; siempre había sido alguien fácil con quien hablar, sin complicaciones. Sin esa tensión que ahora sentía con Valeria.
—¿Y tú qué? ¿Te has estado escondiendo o qué? —bromeó ella, dándole un leve empujón en el hombro—. No has estado respondiendo mis mensajes.
Me encogí de hombros intentando parecer relajado, aunque su mente seguía en otro lado.
—No, solo... ocupado con el equipo y todo eso. Ya sabes cómo va.
Además, sabía lo que quería Cayetana, una relación seria, y yo no quería eso. O al menos no con ella.
—Pues espero que no estés demasiado ocupado para llevarme a cenar uno de tus días libres, ¿no? —dijo ella, guiñando un ojo con su habitual descaro—. La última vez la pasamos muy bien.
Después de Valeria había tenido sexo con otras mujeres, una de ellas a veces era Cayetana. Compartimos el mismo grupo de amigos, y cuando nos encontrábamos en Sevilla o Barcelona, teníamos nuestros encuentros casuales, sin complicaciones. Ella lo entendía... o al menos eso pensaba.
—¿Todo bien? —pregunta, ladeando la cabeza con esa sonrisa que siempre parece conocer mis secretos.
Quiero decirle que no, que nada está bien, que tengo un nudo en el pecho desde Valeria. Pero no lo hago. En lugar de eso, solo asiento. Porque es más fácil. Porque no quiero admitir lo mucho que me duele. No quiero quedar como el iluso niño que sigue enamorado de la misma chica.
—¿Podemos hablar? Sabes que escucho bien, si te pasa algo, Dez —Sus manos acariciaron las mías y me sonrió—¿Subimos?
Sé lo que está buscando. Y por un segundo, pienso en decirle que no, que no quiero. Pero el dolor sigue ahí, latente, y lo único que quiero es dejar de sentirlo, aunque sea por un momento. Así que simplemente asiento de nuevo, y nos dirigimos al ascensor en silencio.
Pero Valeria seguía muy presente y era patético como podía seguir pensando en ella cuando me lo había dejado más que claro. Lo nuestro se había acabado. Ella lo tenía muy claro y yo tenía que grabarlo en mi cabeza.
Llegamos a mi habitación y, apenas cerré la puerta detrás de mí, Cayetana ya me estaba besando. Su boca se movió contra la mía, sus manos recorriendo mi cuerpo, pero todo se sentía vacío. Estoy respondiendo porque es lo que se supone que debo hacer, pero mi mente sigue atrapada en Valeria. En esas palabras que me dijo fueron como una daga clavada en el pecho. No volví por ti.
Entonces vete de mi cabeza, Valeria. Desaparece de mi vida y de este deseo absurdo de que seas tú, en lugar de Cayetana.
Caigo en la cama por un empujón de Cayetana, quien me quita la camiseta con rapidez, como si todo fuera un juego que ya hemos jugado antes. Y lo es. Pero esta vez es diferente. Esta vez, no puedo perderme en el momento como antes.
Me muevo por inercia. Sus gemidos llenan la habitación, pero mi mente está en otro lado. Cierro los ojos, intentando desconectar, pero lo único que consigo es verla a ella, a Valeria. Es su piel la que siento bajo mis manos, es su respiración la que escucho. Me imagino su cabello desparramado sobre las almohadas, sus ojos entreabiertos mirándome como solía hacerlo, como si fuera el único en el mundo que importara. Todo se distorsiona a mi alrededor, y Cayetana se desvanece por completo, dejándole espacio a Valeria, aunque no está aquí.
La beso, queriendo sentir más a mi Val, a la mentira que mi mente ha creado para soportar este momento. Veo a Valeria retorciéndose bajo mí, mordiendo su labio como hacía cuando sabía que tenía control sobre mí, y por un segundo, me engaño pensando que realmente es ella. Que todo esto tiene sentido. Que no terminó con lo nuestro.
Y entonces, sin poder contenerlo, lo dejo salir.
—Valeria...
Valeria dejó de moverse y, al abrir los ojos, vuelvo a la realidad. Cayetana me miró sin entender. Pero sigue, como si no hubiera escuchado, o como si eligiera ignorarlo. Pero yo no puedo ignorarlo. Está ahí, en mi cabeza, en mi corazón, en cada maldito rincón de mi ser.
Sus manos se clavan en mis hombros y, con una fuerza inesperada, toma el control, bajándome el boxer y pasando su mano por mi polla para excitarme.
—Olvídate de ella —susurró.
Olvidarme de ella, como si fuera así de fácil.
La aparté de mí, dejándola al otro lado de la cama. Me sentía como un completo idiota por haber pensado que podía olvidar a Valeria de esta manera. No dejo de ser el mismo idiota de siempre.
—Puedo hacerte olvidarla —dice, acercándose a mí mientras intenta volverme a besar. El tono de su voz es seductor, casi una promesa, como si sus palabras fueran verdad. Como si fuera así de fácil—. Si lo tomamos en serio, si somos algo de verdad, te olvidarás de ella. Te lo juro, Dez. Inténtalo conmigo, pero de verdad, y vas a ver que la vas a olvidar.
—No, Cayetana —respondí, sin siquiera mirarla—. Lo siento... pero es mejor que te vayas.
Ella se queda en silencio; el ambiente se vuelve denso. Sabe que no puede competir con los fantasmas que llevo dentro. Se levanta lentamente, recoge su ropa y se viste en silencio. Cuando la puerta se cierra tras ella, el vacío en mi pecho se hace aún más grande.
Me tumbo en la cama, mirando al techo, y su nombre vuelve a mi mente, más fuerte que antes.
—Tengo que olvidarte, Valeria —susurré sabiendo que es mentira. Porque por más que lo intente, por más que lo desee, nunca voy a poder dejarla atrás.
💌💌💌
Había estado contando los minutos para llegar a Dallas y al hotel, y así dejar atrás a Valeria, pero cuando vi el nombre del hotel donde nos quedaríamos, supe que la familia de Valeria estaba detrás de este también.
Me pregunté si ya había huido. No me sorprendería si no volvía a saber de ella, por un mensaje deseándome feliz Navidad o tal vez, si ganaba este mundial, recibiría un mensaje diciendo lo orgullosa que estaba de mí.
Era una idiota.
Nos habían dado el día libre, pero yo aproveché para ejercitarme en el gimnasio. Necesitaba pensar y concentrarme en el mundial. Debía de ganarlo; esta era mi segunda oportunidad.
Los músculos me dolían y me di una ducha con agua tibia para relajarme. Al salir de la ducha, estuve revisando mis mensajes y en uno de ellos Cayetana me decía que no quería perder lo que teníamos y que si quería salir a cenar.
No quise darle más esperanzas y no le contesté. Además, ya había quedado en cenar con mi familia; necesitaba un abrazo de mamá, muchos abrazos de mamá.
Claro que no contaba que, al llegar al restaurante, la vería abrazando a la mujer que esa misma mañana había acabado con todas mis esperanzas.
Valeria estaba en la mesa con mi familia; le decía algo mi madre y ambas se reían, mientras se abrazaban. Cuando me vio acercarme, su rostro cambió y eso fue otro balonazo más a mis huevos. Era evidente en su rostro que no esperaba verme, al igual que yo no esperaba verla.
Al ya estar en la mesa, mi madre y hermana me dedicaron una mirada y sonrisa cómplice; sabía de qué se trataba esto. Sabía lo que estaban haciendo y papá junto a Javi me lo confirmaron al encogerse de hombros e iniciar una rápida conversación para que la incomodidad entre Valeria y yo acabara.
—Pensé que habías tomado un vuelo al otro lado del mundo —dije esbozando una sonrisa desafiante, una careta que ocultaba el daño que ella había hecho.
Sentí el patadón de Aurora debajo de la mesa, un aviso silencioso para que no perdiera la compostura, pero tener a Valeria enfrente hacía que todo dentro de mí se tensara. Me acomodé en la silla, fingiendo que estaba tranquilo, aunque por dentro estaba temblando.
Valeria me sostuvo la mirada por un segundo, quizás más de lo que hubiera querido. Luego, sus labios se curvaron en una sonrisa educada, pero había veneno en esa dulzura.
—Eso hubiera sido lo ideal, ¿no? —respondió, con una voz suave, pero cada palabra cortaba como una navaja—. Pero resulta que hay cosas que no puedes dejar atrás, por más que lo intentes. Me alegra verte, Dez.
Escuchar mi apodo salir de su boca fue otro golpe. Intenté mantenerme relajado, pero sabía perfectamente que me había dado justo en el centro. Es como si cada palabra que soltaba estuviera hecha para recordarme lo que una vez fuimos... y lo que ya nunca volveríamos a ser.
—No esperaba encontrarte aquí. Pensé que era una cena familiar —dije y recibí otro patadón por parte de Aurora.
—Valeria es de la familia —dijo mi madre, sosteniendo de la mano a Valeria, quien bajó la mirada por unos segundos.
—Gracias, Belén. Pero no quiero causar problemas, fue bonito pasar el día juntos... —dijo Valeria, mirando a mi madre y luego a cada uno de los presentes, agradeciéndoles por el día—. Si deciden pasar por Manhattan, las puertas de mi casa están abiertas para ustedes.
Miró a cada uno menos a mí, me evitaba la mirada y eso me dejó una sensación extraña, como si ella estuviera demasiado lejos de mí y no a tan solo unos metros.
—No seas boba, Val. Quédate —Aurora la miró con ese gesto comprensible y amigable que la caracterizaba—. Eres de la familia.
Valeria me miró, como desafiándome, pero solo por unos segundos. Luego sonrió, esa sonrisa educada que daba a las personas que no le agradaban. ¿Yo era esa persona?
—Está bien, si no es una molestia... —dijo, pero había un subtítulo en su rostro, como si estuviera poniendo a prueba la situación, o quizás a mí.
—No me molesta —respondí con una sonrisa forzante, desafiándola y lo peor es que no sabía si me estaba gustando o irritando.
Nunca habíamos llegado a este tipo de conversaciones o al menos no de una manera seria; siempre nos desafiábamos y terminábamos besándonos, jugando a quién se quitaba la ropa más rápido. Pero esa vez era diferente, porque detrás de cada palabra había algo más, algo que estuve evitando todo este tiempo y el cual Valeria me gritó hace unas horas.
Ella no volvió por mí.
La cena fue servida y me concentré en comer, mientras la conversación fluía como si el tiempo no hubiese pasado. Como si fuera una cena familiar y Valeria nunca se hubiese ido.
—Entonces, ¿pronto sacarás un nuevo libro? —le preguntó mi padre.
Valeria sonrió, pero era una sonrisa pequeña, medida, como si no quisiera decir demasiado.
—Estoy trabajando en eso —respondió, con ese tono educado que siempre usaba cuando quería mantener las distancias. Algo iba mal, lo presentí y más al ver cómo no miraba a los ojos a mi padre y jugaba con la comida.
Mis padres, hermana y Javi estaban interesados en que Valeria les contara sobre su nuevo libro y no me sorprendía; Valeria se había ganado el cariño de cada uno de mi familia y no era una sorpresa que ellos estuvieran interesados en saber más sobre ella y lo que apasionaba.
Lo sabía de primera mano; ellos hacían lo mismo conmigo.
Escuché la respuesta de Valeria a cada pregunta y supe que algo iba mal, que lo que estaba diciendo, solo era para ser educada, pero podía notar en su cara que no quería hablar al respecto.
—Debe de estar increíble —dije, mirándola de reojo. Ella levantó una ceja, como si dudara de mi sinceridad—. Digo, siempre has sido buena con las palabras.
—Gracias, Pablo —respondió, y algo en mí se encendió al escucharla decir mi nombre.
Me quedé en silencio, intentando no sonreír, pero sentí cómo mi pecho se llenaba con una emoción absurda, como si esa pequeña palabra fuera una victoria. No había pasado nada entre nosotros y, al mismo tiempo, esa pequeña mención lo significaba todo.
—De nada —respondí, haciendo un esfuerzo por sonar casual, aunque mi cabeza iba a mil por hora.
—Mi hermanito es tu fan número uno —dijo Aurora con una sonrisa traviesa, claramente disfrutando de lo que estaba haciendo.
Valeria me miró, claramente sorprendida, y me lanzó una mirada curiosa.
—¿Ah, sí? —respondió, intentando ocultar una pequeña sonrisa que se asomaba en sus labios—. No sabía que te gustaban mis libros.
Intenté no reaccionar, pero Aurora no me iba a dejar escapar tan fácilmente, era el poder de mi hermana mayor.
—Oh, no solo le gustan —continuó mi hermana, sin ningún reparo—. ¡Se los ha leído todos! Y Pablo no es de los que leen porque sí, pero contigo es otra cosa. Ha leído cada uno de tus libros, ediciones especiales y ha llorado como todos con el final de...
—Aurora —pronuncié su nombre para que dejara de avergonzarme. Sentí cómo el calor me subía al rostro, mientras Valeria me observaba, claramente disfrutando de mi incomodidad.
—¿En serio, Pablo? —preguntó, con una mezcla de sorpresa y diversión en su voz—. ¿Te los has leído todos?
Tragué saliva, buscando la manera de salir de esa situación sin perder mi dignidad.
—Bueno... Aurora está exagerando. No es para tanto.
—Mentiroso.
Era verdad que había leído cada uno de sus libros, y que también había llorado al leerlos, pero Valeria no debía de saberlo y mi hermana parecía estar encaprichada en decirle que me había pasado horas y horas con su libro.
Y aunque era verdad, lo negué y lo negué.
Aurora soltó una risa burlona mientras Valeria me seguía observando con esos ojos que parecían atravesarme. Sabía que había leído cada uno de sus libros, y por la forma en que me miraba, estoy seguro de que también lo sabía.
—Claro, Pablo —dijo, con una sonrisa burlona—. Te creo.
No dije nada más. Había perdido esa batalla antes de empezarla. Pero no lo iba a demostrar.
La conversación seguía en un tono ligero, riéndonos como una familia. Pero de un momento a otro, Aurora, con una sonrisa nerviosa, decidió intervenir. Se aclaró la garganta y levantó la mano, llamando la atención de todos en la mesa.
—Tengo una noticia que quiero compartir con todos. Bueno, en realidad solo con Pablo, porque es el único que falta de enterarse —dijo, y su tono de voz atrajo inmediatamente la curiosidad de todos, en especial a mí.
¿Qué quería decirme?
Mi madre y hermana se miraron con complicidad; también Valeria se giró hacia Aurora con una expresión alegre.
—¿Qué pasa, Aurora? —pregunté, viendo que todos sabían menos yo.
Aurora se tomó un momento para reunir sus pensamientos antes de seguir.
—Bueno, antes que nada, me alegra ver a Valeria aquí. —Hizo una pausa, su mirada se volvió hacia mí, y luego se dirigió a todos los presentes—. Quería decirte que serás tío.
¿Tío?
—¿Estás... embarazada? —pregunté, intentando entender lo que acababa de escuchar. No podía creer que no me hubiera enterado antes.
Aurora asintió con una sonrisa radiante, sus ojos llenos de emoción.
—Sí, Pablo. Estoy embarazada. No quise decírtelo hasta que estuviéramos todos juntos, pero supongo que ya es momento de compartirlo.
Miré a mi madre y a mi hermana, que estaban abrazándose y riendo de felicidad. Mi padre también sonreía.
—No puedo creerlo —dije, con un tono mezcla de asombro y alegría—. Me alegra mucho por ti, Aurora, y por ti, hermano —Le di un abrazo a mi hermana y luego a Javi, quien se mantenía sonriente mirando a Aurora.
Los conocía a ambos muy bien, desde que empezaron a salir, y aunque al principio no me agradaba la idea. Con el pasar del tiempo, me di cuenta de que ellos dos tenían eso que tanto quise para mí y para Val.
Ellos sí tenían ese para siempre.
La conversación siguió con una serie de bromas entre familia. De repente, un fan se acercó a la mesa. Me preparé para posar para la foto, pensando que era para mí. Pero la chica se dirigió directamente a Valeria, sus ojos brillando de admiración.
—¿Puedo pedirte una foto? —preguntó con un entusiasmo evidente.
Valeria asintió con una sonrisa cálida, y observé cómo el fan posaba a su lado. Aunque no me lo esperaba, no pude evitar sentirme orgulloso.
💌💌💌
La cena terminó en un ambiente festivo, con todos contentos por la noticia de Aurora, aunque ya todos lo sabían menos yo. Para continuar con la celebración, Aurora sugirió que fuéramos a seguir celebrando. Acepté de buen grado, sin pensar que pasaría la noche en el reservado de una discoteca con mis padres bailando como si se tratara de una fiesta de los 80.
Yo era el tipo aburrido, de pie en una esquina, viendo cómo los demás se movían al ritmo de la música mientras bebía de mi botella de agua. La música retumbaba en las paredes de la discoteca, pero a mí me daba igual. Agradecía haber traído gafas de sol; al menos con ellas podía mantenerme un poco más al margen, ocultando mis verdaderas intenciones de simplemente observar sin que nadie se diera cuenta de que estaba ahí.
Por momentos, mis ojos se desviaban hacia la pista de baile, donde Aurora y Javi seguían riendo y disfrutando, al igual que mis padres, que parecían dos adolescentes más. Y en medio de todos ellos, estaba Valeria. Cada vez que la veía moverse, algo se encendía en mí. Pero me mantenía quieto, recordando sus palabras.
Estuve perdido en esa charla que tuvimos, repitiendo una y otra vez sus palabras que ni cuenta me di de que Valeria había dejado de estar en la pista de baile. Miré a mi alrededor en busca de ella y me detuve al encontrarla. Sin pedir permiso, ya me encontraba caminando hacia ella, a la vez que empezaba a sonar una canción que iba muy bien con nuestra historia.
Save Your Tears de The Weeknd
—¿No te diviertes? —pregunté sentándome a su lado, tomándola desprevenida.
—¿Y tú? ¿Tan misterioso con esas gafas de sol?
Me encogí de hombros.
—No quiero salir en titulares.
—Sabes moverte por estas zonas, Dez, no saldrá nada que no quieras que salga.
Y volvía a llamarme como todo el mundo lo hacía. Dez era mi apodo, pero sonaba tan raro viniendo de ella y más cuando me encantaba como mi nombre salía de su boca.
Me incliné hacia Valeria, mis movimientos deliberadamente lentos para no asustarla. El ruido de la discoteca se desvanecía en el fondo mientras me acercaba a ella. Al llegar a su lado, me incliné para susurrarle al oído, el calor de mi aliento apenas rozando su piel.
—¿Sabes, Valeria? —mi voz era un susurro bajo, cargado de una mezcla de dolor y deseo—. ¿No crees que deberíamos agregar esta canción a nuestra playlist?
—¿A qué estás jugando, Pablo?
Sonreí al escuchar mi nombre salir de su boca.
—¿A qué estás jugando tú? —le respondí con una misma pregunta, desafiándola—. Venir a cenar con mi familia.
—Ellos me invitaron.
—Y tú aceptaste. Como si no supieras que tendría el día libre y quisiera pasar una cena tranquila con mi familia. Intentas llamar mi atención, como si en la mañana no hubieses dejado todo claro.
Valeria alzó una ceja, su mirada fija en mí, escuchando lo que decía y preparando sus siguientes palabras.
—¿Te estás escuchando? —me disparó, casi como si no pudiera creer lo que acababa de decir.
—Admite que mueres por llamar mi atención —repliqué, acercándome un poco más, desafiándola con la mirada.
Moría por llamar mi atención, era eso o qué cosa más. ¿Por qué no lo entendía? Porque pasaba de mí y luego aceptaba esa cena familiar y me miraba de una forma.
—Eres un engreído. El mundo no gira alrededor de ti —dijo, pero vi cómo sus manos temblaban ligeramente al sostener su copa. Por mucho que quisiera hacerme creer que no le importaba, había algo en sus ojos que me decía lo contrario. Lo notaba, la conocía y, por más que intentaba ocultarlo, sabía que lo nuestro no se podía olvidar fácilmente.
No aceptaba sus palabras de la mañana.
No sabía lo que significaba el anillo que llevaba.
Pero sí sabía que lo nuestro no podía acabarse así nomás.
—No, pero sé que giró alrededor del tuyo —murmuré con una sonrisa ladeada, dejando que el silencio entre nosotros hablara más que cualquier palabra.
Ella apretó los labios, claramente frustrada, y en ese momento pude sentir la tensión entre nosotros crecer, como si estuviéramos a punto de cruzar una línea que ambos habíamos trazado para protegernos. Pero a pesar de todo, ninguno de los dos daba un paso atrás.
Ella se aferraba a su copa como si fuera su única defensa, pero sus manos temblaban ligeramente. No importaba cuánto lo intentara, no podía borrar lo que habíamos tenido, ni el peso de lo que aún éramos.
—Yo no te he hecho nada, Valeria. Fuiste tú quien se fue —le dije, con el tono más controlado que pude, aunque por dentro algo en mí se removía. Sus ojos me observaban, duros, pero había algo detrás, algo que me recordaba que ella aún no había cerrado esa puerta.
No había vuelto por mí, lo entendía. Pero eso no quería decir que no sentía nada por mí.
—Debía hacerlo —respondió, mirándome fijamente, esa mirada que me hacía tartamudear y tuve que controlarme—. Si era verdad lo mucho que decías que me amabas, lo deberías entender.
Sus palabras fueron como un golpe. Sentía la necesidad de gritar que lo entendía, que comprendía sus razones, pero había una parte de mí que no podía aceptar cómo las cosas terminaron. Mi mente viajaba a todos los momentos en que me prometió que regresaría, cuando las heridas sanaran.
¿Por qué no volvió por mí? Sí, ella lo prometió.
—Lo entendí —mi voz salió con más dureza de la que pretendía—. Te dejé ir, pero dijiste que volverías cuando sanaras. Lo único que supe de ti después fue que estabas haciendo una nueva vida. Sin mí.
Ella apartó la mirada por un segundo, como si mis palabras la hubieran atravesado, pero no lo suficiente para desarmarla. No, esta nueva Valeria siempre sabía cómo mantenerse firme. Lo noté en su postura, en la firmeza de su voz y en su mirada.
—No lo entiendes —murmuró, casi para sí misma, pero la escuché.
—Lo hubiese hecho —repliqué, intentando mantener la calma—. Si al menos me hubieses dado la oportunidad de hablar. De hablar de verdad.
No migajas en forma de mensajes.
El silencio entre nosotros se hizo más pesado. La música seguía sonando, las personas seguían bailando, pero solo éramos ella y yo tratando de unir nuestros puntos. Estábamos demasiado cerca, un perfecto trace, pero nos estábamos haciendo un caos.
—No te hagas el pobrecito, Dez —espetó, con una frialdad que no esperaba—. No me hagas quedar como la mala, porque no lo soy. Si me quedaba, me hubiera ahogado. Eras lo único que me hacía feliz, ¿qué pasaba si de nuevo terminabas conmigo sin razón alguna?
Sus palabras me golpearon como un martillo. El peso de mi mala decisión en el pasado aún seguía presente y la culpa que seguía sintiendo era un miedo latente.
A veces pensaba que todo fue mi culpa, que tal vez si hubiese actuado de otra manera, todo hubiese sido diferente, Valeria no hubiese pasado por todo lo que pasó y yo, yo la seguiría teniendo a ella.
Pero no.
Yo lo arruiné.
Yo terminé con ella.
Yo acabé con el momento.
Yo no la apoyé.
Yo tuve miedo.
Yo estaba perdidamente enamorado.
Yo nos convertí en un tal vez.
Y cuando quise arreglarlo, todo se había ido de mis manos.
—Nunca lo hubiese hecho —le respondí, acercándome un poco más—. Quería casarme contigo, quería un hijo contigo, quería una familia contigo, joder.
Mi voz temblaba con la verdad de esas palabras. Había soñado con todo eso, con un futuro junto a ella, y el hecho de que lo hubiese tirado todo me destrozaba por dentro.
Valeria desvió la mirada, un acto que me decía que estaba a punto de mentirme o evadirme.
—Meses después salieron fotos tuyas —su voz se volvió más baja, más cargada—. Decían que tenías algo con Cayetana, y por lo visto sigues haciendo lo mismo con ella.
Sentí cómo un nudo se formaba en mi estómago. ¿Había estado pendiente de mí todo ese tiempo?
Todos sabían del chisme con Cayetana, las teorías locas de los fans que necesitaban saber cada punto de mi vida y se ponían a investigar como detectives del FBI.
Decían que tenía una relación con ella, pero no era verdad.
—¿Has estado pendiente de mí? —le pregunté, suavizando mi tono.
Sus ojos se encontraron con los míos por un instante, pero no respondió. La verdad estaba ahí, flotando entre nosotros, sin necesidad de palabras. Sabía que, por más que lo negara, por más que intentara aparentar indiferencia, aún existía algo entre los dos. Algo que no podía ser enterrado tan fácilmente.
—Eres un imbécil —me soltó, su voz cargada de rabia y frustración. Y sobre todo con un brillo en su mirada que me daba esperanza.
—Y has estado pendiente de mí, de este imbécil —respondí, dejando que mis palabras calaran hondo.
Valeria apretó la mandíbula, claramente molesta por mi respuesta, pero no lo negó. Es más, podía jurar que escuché una risita y luego vino el silencio; fue suficiente para saber que había dado en el blanco. Mis ojos permanecieron en los suyos, tratando de desarmarla.
—¿Por qué sigues haciendo esto, Pablo? —susurró finalmente, su voz sonando más cansada que molesta. Como si todo este tiempo hubiese estado luchando contra algo más grande que su propia ira.
—Porque sé lo que fuimos —murmuré, inclinándome un poco más cerca—. Y sé que, aunque lo niegues, aún lo sientes.
Mis ojos descendieron inevitablemente hacia su boca, como si estuviera siendo atraído por una fuerza invisible que no podía controlar. Luego, subí la mirada hasta sus ojos y, para mi sorpresa, ella estaba haciendo lo mismo. Valeria observaba mis labios, como si cada palabra no dicha estuviera grabada en ellos. El ambiente se volvía cada vez más denso, pesado, cargado de esa tensión que habíamos intentado ignorar toda la noche.
Quería besarla.
Moría por besarla.
La vi humedecer sus labios con la punta de su lengua, un gesto pequeño pero devastador, y mi respiración se aceleró. Todo mi cuerpo reaccionó ante ese simple movimiento, como si hubiera sido una señal, una invitación que no estaba seguro de poder rechazar.
Mi mente gritaba que no lo hiciera, que no cruzara esa línea, pero mis instintos tomaron el control. Estaba tan cerca de ella que podía sentir el calor de su cuerpo, y el impulso de besarla se hizo incontrolable. Mis ojos volvieron a bajar a sus labios, que parecían llamarme, y todo lo demás se desvaneció.
Iba a besarla. No había marcha atrás.
Me acerqué más, tan despacio que podía escuchar cada uno de mis latidos resonar en mis oídos. Sus ojos se cerraron, su respiración se volvió más profunda, y en ese momento supe que estábamos al borde de cruzar esa línea que habíamos dibujado.
Mi nariz rozó la suya y no pude evitar sonreír como un idiota. El calor que irradiaba, el leve susurro de su aliento mezclado con el mío, todo me hacía recordar lo fácil que era perderme en ella. Me pregunté si sus labios seguirían sabiendo igual, si ese sabor que tanto me volvía loco aún estaba ahí, esperándome.
Entonces, justo cuando estaba a punto de averiguarlo, escuché su voz, baja pero cargada de amenaza.
—Si me besas, te juro que te doy un puñetazo.
Me congelé en el acto, aún con mi frente pegada a la suya. Por un segundo, pensé que bromeaba, pero la tensión en su cuerpo me hizo darme cuenta de que lo decía en serio. Tragué saliva, intentando contener la risa que amenazaba con escaparse. Sabía que no debía, pero la situación me parecía irónica y tan malditamente típica de nosotros.
—¿Un puñetazo, eh? —murmuré, sin apartarme, como si sus palabras fueran una invitación más que una advertencia.
—¿O un patadón en los huevos? —dijo, con los ojos entrecerrados y esa chispa desafiante que siempre me volvía loco.
—La verdad es que prefiero unos golpes en el culo —respondí, con una sonrisa que sabía que la haría enfadar aún más.
—¡Gilipollas! —exclamó, empujándome con fuerza.
Me hice hacia atrás y tuve que sujetarme para no caerme del taburete. Me le quedé mirando y no pude evitar reírme. Mi risa resonaba entre nosotros, y aunque ella intentaba mantener su semblante serio, no pudo evitar reírse junto a mí.
—Sabes que me quieres —dije, todavía sonriendo como un idiota.
Ella me lanzó una mirada asesina, pero yo sabía que, debajo de toda esa rabia contenida, también estaba ese algo que nunca había desaparecido entre nosotros.
—Lo sé y tú también lo sabes, Dez.
—Pablo, dime Pablo —corregí, inclinándome hacia ella al pronunciar mi nombre.
Ella siempre tendría ese poder.
Ante todos podía ser Dez la estrella del fútbol, pero para ella, siempre sería su Pablo.
—Sabes que siempre serás especial para mí, Pablo —susurró y juro que en ese momento me sentí como el niño más especial de todo el mundo.
—Lo mismo digo, Val. Siempre, siempre serás especial para mí.
—Eso no cambia nada.
—Lo cambia todo.
—¿Qué todo?
Miré sus labios una vez más, esa maldita atracción que siempre tiraba de mí hacia ella. Comencé a acercarme, buscando la excusa perfecta para besarla, para volver a sentir lo que me hacía falta desde que se fue.
—Te daré unas hostias, estás advertido.
Sonreí.
—Entonces vamos a bailar, mi Val.
¡Hola mis pequeños champiñones! ☀️ Espero que hayan disfrutado este capítulo lleno de emociones intensas, sueños calientes, y una dosis de drama que solo Pablo y Valeria saben dar. 🌹 Este momento en la vida de Pablo nos muestra lo difícil que puede ser amar a alguien que parece haberse ido, pero que nunca deja de ocupar un espacio enorme en tu corazón.
Me pregunto: ¿qué piensan ustedes? ¿Creen que Valeria realmente ha cerrado esa puerta o simplemente tiene miedo de volver a abrirla? 🔑 Yo, honestamente, creo que Pablo y Valeria tienen esa conexión que es imposible de apagar, aunque se sigan lanzando balonazos emocionales una y otra vez ⚽❤️.
Además, ¿qué les pareció la evolución de Pablo? Su lucha interna por tratar de olvidarla (spoiler: no puede) me parece tan real y humana. ¿Ustedes creen que debería rendirse o luchar por lo que siente? 🙊
Por cierto, la canción de este capitulo es "Save Your Tears" de The Weeknd, porque es melancólica pero también tiene ese punto de querer recuperar algo que ya parece perdido. Pero díganme, ¿tienen otra canción en mente que se ajuste mejor? ¡Me encanta leer sus sugerencias musicales! 🎵💔
¿Cuál fue su parte favorita? ¿El momento en el que Pablo se esfuerza por disimular sus sentimientos en la cena o cuando intenta coquetear torpemente con Valeria en la discoteca? Porque honestamente, amo la química que tienen, incluso en las peleas. 😌 ya queria entrar a la historia y gritarles ¡ya bésense!
No olviden dejarme sus comentarios y una estrella si disfrutaron este capítulo. ¡Cada palabra de apoyo hace que mi corazoncito de escritora siga latiendo fuerte! 💫 Y si aún no me siguen en mis redes, ¿qué están esperando? En Wattpad, Instagram y TikTok les comparto contenido exclusivo de la historia y hasta canciones que inspiran estos capítulos.
Les mando abrazos gigantes, y recuerden: si tienen un Pablo o una Valeria en su vida, ¡no se queden con las ganas de decirles lo que sienten! 💌
¡Muchos besos a todos mis lovers and haters! 😘💕 y como diría Carla yTaylor Swift en Shake It Off: "Haters gonna hate, hate, hate, hate, hate..." 🎶✨ Así que, mis lovers, sigamos brillando, y a los haters... ¡a sacudirse y seguir adelante! 💃🌟
Xoxo,
Anto 🌻
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