03: La primera vez que la vi

Años antes

Verano del 2016

¡Chuta, Dez! ¡Chuta!

Chuté el balón y se impactó en la red del arco. Brinqué gritando por el gol que había marcado, mientras recibía felicitaciones por mi grupo de amigos y continué jugando, corriendo por el balón hasta que uno de mis amigos chutó tan fuerte que se salió de la cancha.

—Joder —Dije esa palabrota y se me vino a la mente el regañón de mi madre diciéndome "cuida esa boca, Pablo Martín".

—Ve por el balón, Dez —gritaron.

—¿Por qué yo? —pregunté malhumorado.

Empezaron a fastidiarme y a cabrearme; dije más palabrotas y terminé yendo a por el balón, el cual había rodado hasta las bancas del parque. Alcé la mirada y vi a una niña. El balón estaba a sus pies.

—¡Oye, tía! —grité tan fuerte que estaba seguro que me había escuchado— ¡Me tiras el balón! ¡Por favor!

Ni me miró.

—¡Oye! ¡Tía que me tires el balón! —grité más fuerte. Siguió sin mirarme.

Pensé que tal vez no me hacía caso porque esa no era la forma de tratar a una niña, o bueno, eso era lo que me decía mi hermana mayor. Me decía que no debía de gritarle a las mujeres.

Me acerqué a la niña y yo mismo agarré el balón.

—Perdona por gritar —me disculpé, siguió sin mirarme—¿Estás sorda?

Iba a pasar mis manos a centímetros de su rostro para llamar su atención, pero me fijé en unos audífonos que llevaba en cada oreja. Estaba escuchando música. La música debía de estar tan fuerte para no escucharme.

—Te quedarás sorda.

Ni se percató de mí.

También noté que llevaba un libro entre sus faldas. Estaba leyendo. Leyendo y escuchando música.

Era rara.

—¡Dez! ¡Ya vienes! —gritó uno de mis amigos.

Fui a por ellos; regresé a jugar fútbol, pero de vez en cuando algo me llamaba a ver a esa niña. Seguía leyendo y escuchando música; me fijé que movía su pie como si quisiera bailar; también noté que sonreía de una manera que era contagiosa. Me pregunté qué era lo que estaba leyendo para que la hagan sonreír de tal manera.

Volví al juego y regresé a mirarla. Seguía leyendo. Estuve así hasta que el partido terminó. Miré hacia ella y esta vez había dejado de leer: una joven mujer estaba sentada a su lado, charlaba con ella y ambas se reían. Por su apariencia era fácil deducir de que eran hermanas; mismo color de cabello, misma forma de rostro, se podía decir que eran idénticas; hasta su ropa combinaban. Unos minutos después llegaron dos señores, una mujer más mayor que era igual a la niña y a la mujer joven; sospechaba que era la mamá y el señor mayor era el papá. La niña los abrazó y la mujer joven hizo una mueca para luego agarrar a la niña y cargarla.

Eran una familia.

Recordé a mis padres, a mi hermana y a toda mi familia. Estaban en mi pueblo, muy lejos de donde estaba. Y aunque ayer habían venido a visitarme por mi cumpleaños, esa misma noche tuvieron que irse por sus diferentes trabajos y escuela. Ver a la familia divertirse me hizo desear que mis padres y hermana vinieran a visitarme otra vez, pero eso no se podía; yo había venido a Barcelona para cumplir mis sueños y cuando lo lograra traería a mi familia o tendría el dinero suficiente para ir a visitarlos cada vez que quisiera.

Vi alejarse a la familia y aunque ellos no notaron mi presencia, yo me despedí agitando mi mano. También me fui del parque y con unos amigos fuimos a La cantera; ahí era donde vivía. Había decidido vivir solo ahí, para entrenar, estudiar y así tener una gran carrera como futbolista.

Cada vez que podíamos íbamos a ese parque a jugar fútbol. Seguí viendo a la niña, pero ella seguía perdida en su libro.

¿Qué leerá?

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Otoño del 2017

Venir a jugar al parque y observar a la chica, amantes del libro y la música, se volvió algo de rutina. Ya había pasado un año y ella siempre venía por unas horas a leer.

Pero ese día no había venido.

O solo se atrasó, porque cuando el partido acabó, ella llegaba. Lo raro es que llevaba un rostro lleno de lágrimas; su castaño cabello llevaba un listón blanco y vestía un vestido negro con pequeños puntos blancos. Se sentó en el mismo banco de siempre, sacó un pesado libro de su mochila, se colocó sus audífonos y trató de leer. No lo logró porque empezó a llorar; lloró tanto que se me formó un nudo en la garganta al verla.

Mis amigos ya se habían ido y yo me quedé viendo a la niña.

Caminé tres pasos para acercarme y ofrecerle un pañuelo. Pero no llevaba pañuelos.

Me daba pena acercarme y abrazarla; no sabía lo que le pasaba, pero lloraba y el corazón se me partía al verla así.

Metí las manos en mi bolsillo y se me ocurrió una idea para animarla. La había visto hace más de un año y sabía que ella se ponía a leer; sus padres algunos días venían a recogerla y le compraban un algodón de azúcar en uno de esos carritos cerca a la fuente. Corrí hacia allá y compré un algodón de azúcar. No me alcanzó para una grande, pero sí pude comprarle uno pequeño.

Caminé hacia ella, pero me regresé. Muchas veces lo hice. No comprendía porque me daba vergüenza ir. No tuve la valentía de ir; bueno, sí, pero por detrás. Dejé el algodón de azúcar en la banca, ella estaba de espaldas y no se dio cuenta. Le toqué el hombro y salí corriendo. Di una vuelta y volví a donde antes estaba. La niña estaba tan distraída que ni cuenta se había dado.

Agarré una piedrita y se la lancé. Se fijó en el dulce y lloró más mirando al cielo, pero se lo terminó comiendo y esas lágrimas fueron acompañadas por una sonrisa.

Me quedé con ella manteniendo una distancia. Visualice a la joven mujer, iba de todo negro y cuando la niña la vio salto a abrazarla. Ambas se sentaron y lloraron; lloraron abrazadas.

Lo comprendí. Venían de un funeral.

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Invierno, 2018

La chica seguía viniendo. Se sentaba en la banca. Leía, y luego agarró la manía de caminar alrededor de la cancha mientras leía, escuchaba música y tomaba algo de su termo. Muchas veces me tomé la libertad de salvarla de que le cayera un balón.

Y en todo este tiempo mis amigos ya se habían dado cuenta de todo lo que miraba a esa niña. Bueno, creo que ya era una niña o bueno, sí lo era, pero había cambiado en cierto sentido.

La había observado lo suficiente para notar que su cabello estaba largo, que llevaba pintadas las uñas y que debajo del abrigo le habían crecido los senos y caderas. Me había dado cuenta de ello en verano, cuando la vi en traje de baño en la playa. Me sentí mal por ello y, joder, me seguía sintiendo mal al tener esa imagen de ella en mi mente. Ni siquiera me conocía y mis amigos ya la llamaban "mi novia".

—Está buena —murmuró Balde mirando lo mismo que yo.

Mis amigos más cercanos se acercaron a decirme lo mismo.

—Es linda —Me limité a decir y sentí un calor en mis mejillas que me hizo bajar la mirada y correr para volver a la cancha.

¿Qué me pasaba?

—Meto un gol y me lanzó a hablar con ella —dijo Ansu.

Vi a la chica, luego a mi amigo. Apreté la mandíbula y por todo me encargué de que Ansu no metiera ningún gol.

Días después me dije a mí mismo que debía de hablar con ella. La veía desde hace ya un par de años, sabía todos los libros que había leído y puedo que me haya leído uno que otro. Sentía que debía de conocerla y así saber su nombre. Seguía sin acercarme y si lo hacía quizá ella pensaba que era un acosador.

Me propuse saber su nombre. Y tal vez era Dios que quería ayudarme, porque por primera vez había cerrado el libro y miraba hacia la cancha; fue la primera vez que la vi a los ojos, pero como un cobarde aparte la mirada.

Estaba calentando y sin pensarlo empecé a hacer algunos trucos con el balón. Tal vez quise impresionarla, pero creo que no lo logré porque cuando regresé a mirarla ella seguía con su libro.

La vi a los ojos.

Y después algo cambió.

Seguía queriendo acercarme. Sabe su nombre. Pero un día no fue, al día siguiente sí, siguió yendo, luego ya no, iba unos días, otros no. Hasta que dejó de ir.

No la vi por unas semanas, hasta que la volví a ver. Caminaba por el parque con otras chicas, reían y hablaban. Fue la primera vez que la vi reír sin llevar un libro entre sus manos. Se veía diferente, un poco más mayor.

Y así continuó; ya no la veía todos los días; de vez en cuando la veía. Unas veces por el parque, otras veces por una calle con un ridículo uniforme, leyendo y escuchando música.

Se volvió a perder y creí que nunca más la volvería a ver. Hasta esa noche de verano.

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Verano del 2019

Hace unos días cumplí 15. Acaba de llegar a Barcelona y me apetecía caminar por la ciudad, hacía calor y moría por un refresco y algo de comida. Era más de media noche e ir al comedor de la masía no resultaría. Seguí caminando hasta llegar a una cafetería.

La campana sonó.

Pedí una coca cola con una hamburguesa y papas fritas.

Mi comida llegó, me metí unas papas a la boca y la campana sonó.

No me importó de quién se trataba. Estuve unos minutos así. Hasta que escuché unas voces.

—Joooder, mi mamá me vaaaa a maatar hip.

—Cállate, Valeria, cállate —otra voz se escuchó—. Cállate, madre mía.

Volteé a ver y me encontré con una chica alta, de cabello negro. Llevaba un vestido blanco que resaltaba su cuerpo.

—¡Quiero a mi mamá! —lloriqueó una segunda voz.

Pero no veía a otra chica, hasta que se alzó. Estaba acostada en las sillas y al incorporarse la pude ver.

Era ella.

Llevaba su largo cabello en ambos lados de su torso, estaba maquillada, sus pestañas se veían más largas, sus ojos se veían seductores y sus labios estaban pintados de rojo. El maquillaje no se le había corrido, pero ella se veía en un estado que daba a entender que estaba ebria.

—Quédate aquí, llamaré a Manú para que nos recoja —dijo la otra chica y se fue, pero regresó a mirar a la castaña al fijarse que ella se estaba levantando—. Valeria, tía, quédate quieta. Quédate quieta.

Valeria.

Ese era su nombre.

Valeria.

Valeria.

Que lindo nombre.

Valeria.

—Va-hip-vale.

Quise reírme por su hipo, pero la chica de cabello negro me fulminó con la mirada. Deje de verlas y me enfoque en mi comida. Quise voltear y cuidar a Val para que no hiciera algo, pero no lo hice porque yo era un desconocido para ella, pero para mí ella era la chica que leía y escuchaba música en mis horas de jugar fútbol.

Me metí una papa a la boca y dos toques en mi hombro me hicieron sobresaltar. Volteé y vi unos ojazos marrones.

—¿Me invitas una? —preguntó y la boca se me secó. Tantos años de verla desde lejos, nunca me atreví a hablarle, y ella me ha pedido una patata frita.

Me quedé mudo, nervioso y lo único que pude hacer fue alcanzar el plato. Ella se sentó a mi lado y cogió una de las patatas.

Tragó y, como si fuera uno de sus mejores amigos, apoyó su cabeza en mi hombro.

—A Ester no le gusta que coma papas fritas, dicen que engordan —dejó de apoyarse y me miró a los ojos—. ¿Me guardas el secreto?

Su rostro estaba tan cerca al mío que pude apreciar las motas doradas en sus ojos marrones. Tragué saliva y asentí.

Pensé que ella saldría y se iría, pero se acercó más y más. Podía oler su aliento a menta y a alcohol. Se acercó más hasta que la punta de nuestras narices chocaron.

—Vaaayaaa —Alargó la "a" de una manera que me causó gracia; sus dos faroles me observaban a los ojos. Sentí mis mejillas arder—. Tus ojos.

Uno de sus dedos acarició mis pestañas; inconsciente cerré los ojos; seguí sintiendo su tacto. ¿Era una especie de alucinación? Dejé de sentirla y al abrir los ojos creía que ella ya no estaría, pero seguía igual de cerca.

—Tus ojos son iguales a los míos —susurró, acarició mi mejilla y estas ardieron.

Miré sus ojos, eran marrones igual que los míos y tenía esas motas doradas que mamá decía que yo también tenía.

Estaba tan cerca, su nariz chocaba con la mía, su aliento se mezclaba con el mío; miré sus ojos, bajé a sus labios; los llevaba pintados de un rojo no tan fuerte y brilloso. Volví a verla a sus orbes, pero nuestra mirada no conectó; ella estaba mirando mi boca.

Sus finos y pequeños dedos acariciaron mi mentón, los alzó y susurró "perdón" antes de robarme un beso. Me tomó por sorpresa la suavidad de su boca pegada a la mía; era un simple roce, pero para mí aceleró mi corazón como nunca nadie lo había hecho.

Nunca había besado a nadie, salvo a las mejillas de mi mamá y abuela, pero esos no contaban como besos. Nunca había besado a una chica y una castaña de ojos con motas doradas me había robado un beso. No supe qué hacer, mis labios estaban quietos, los de ella también. Hasta que ella se apartó.

—Perdón...

Y volvió a besarme. Sus labios se movieron, hizo un piquito y copié esa acción. Poco a poco nos fuimos moviendo suavemente. La estaba besando, estaba besando a la chica que siempre miraba y nunca tuve la valentía de acercarme. Ella me besó y se sintió un paraíso.

Pero entre en razón.

Valeria sabía a alcohol, estaba ebria, no estaba en sus cinco sentidos; ella me besaba y quise; solo lo hacía por el alcohol que corría en sus venas. Me estaba aprovechando de ella. No lo merecía.

Me separé.

—¿No te gustó? —preguntó con una vocecita con ganas de llorar.

—No... no... No es eso.

—Pero, me has apartado.

—Es... es —No supe qué decirle y solo volví a besarla, un beso demasiado torpe. Ella pasó sus brazos por mi cuello y yo acaricié sus mejillas; sentía que sonreía.

—¡¿Pero qué mierda haces?!

Un grito nos hizo separarnos. Miré de quien se trataba; era la chica de antes, la pelinegra.

—Dijiste que tenía que practicar a besar —susurró Valeria, aun con los brazos alrededor de mi cuello.

—¡Pero no de un niñato!

La pelinegra jaló a Valeria.

Me quedé mudo y vi como la de vestido blanco jalaba a Val para llevársela fuera de la cafetería. La campana sonó y la vi irse.

Miré mi comida y sentí un hueco en el estómago. A lo lejos escuché como la campana sonó; no le tomé importancia porque pensé que se trataría de una persona equis que venía a comer. Debí mirar, debí ver cómo ella corría, me apretaba más mejillas y volvía a besarme. Cerré los ojos al sentir su boca en la mía. Fueron segundos, se sintió una eternidad.

—Te daré mi número —Me quedé embobado al ya no sentir su boca en la mía, vi su perfil, sus pobladas cejas y largas pestañas; se inclinó hacia la mesa, cogió una servilleta y buscó por todo el mueble algo con que escribir. Se dio por vencida y corriendo fue hacia la barra a por un lapicero del mesero. Regresó y escribió su número—. Me llamas, ¿vale?

Se veía demasiado eufórica, producto del alcohol. Estaba borracha y quizá por eso me besaba y se lanzaba a darme su número telefónico.

—Nos vemos, primer beso.

Movió su mano, y apartó su mirada de mí nerviosa. Retrocedió y los gritos de su amiga la hicieron sobresaltar.

—¡Valeria, tía! ¡Por favor!

Se la llevaron a rastras y antes de que las dos chicas salieran, Val me dio una dulce mirada y la otra chica me miró de forma despectiva.

Miré por el ventanal como se subieron a un coche lujoso y se fue como estrella fugaz.

Val apareció sin esperarla; la vi como una estrella fugaz que alumbró una oscura noche. Las estrellas fugaces sólo pasaban una vez, pero yo volvería a ver a mi estrella.

—Hola, Valeria. Soy Pablo, nos conocimos ayer, bueno hace unas horas... me diste tu número y también me besaste... —Pase mis manos por mi cabeza, desesperado—. Joder, eso suena mal.

Pateé un balón invisible en mi habitación y bufé. Volví a practicar de nuevo, una y otra vez hasta que la puerta de mi habitación se abrió.

—Hermano, ¿estás hablando con una chica?

Las mejillas se me pusieron rojas al oír a Fermin. Guardé mi móvil, que tenía escrito el número de Val, pero no le daba a llamar. No sabía qué decirle.

Abrí mi boca para negar, pero mi amigo me lo impidió.

—No lo niegues, te he escuchado decir "Hola, Valentina. Soy Pablo..." —Me miró burlón—. ¿Pablo?

—Es mi nombre.

—Pero a todo el mundo le dices que te llamas Dez.

Era verdad. ¿Por qué le iba a decir que me llamara Pablo?

—¿Sigue en línea?

—No... estaba practicando —dije avergonzado—. Se trata de la chica del parque.

—¿La chica linda por la que babeas? —Balde se metió en mi habitación—. Perdón; estaba escuchando.

Los dos me miraron con ganas de querer burlarse, pero ninguno dijo nada. Quizá porque sabían que me quedaba embobado mirando a Valeria cada vez que tenía la oportunidad.

—Llámala —Está vez habló Ansu.

—¿Alguien más está escuchando detrás de la puerta? —dije al ver que mis amigos me habían estado espiando y por último entró Cristo—. Vale, ¿nadie más?

Se quedaron callados y se excusaron con que venían a verme para jugar un partido, pero se quedaron a escuchar cuando oyeron mi patética práctica.

—Y que esperas. Llama a Valentina.

—Se llama Valeria, aprendete su nombre —recalque.

—Ya sabe todo y el nombre —se burló Fermin; recibió una colleja de mi parte.

—Llámala.

—¿Y qué le digo? ¿Que la conocí ayer en la noche y me besó?

—¡¿Te besó?!

Eran un grupo de viejas chismosas.

—Sí, pero estaba ebria...

—¿Y le devolviste el beso?

Sentí el rubor en mis mejillas.

—Todo un crack fuera y dentro de la cancha.

—Vale. Entonces la llamo, ¿y qué le digo?

—Depende a lo que quieras con ella —dijo Ansu—. Si quieres follar con ella, hazle conversación y alábala, tirándole indirectas bien directas.

La sangre se me subió a la cara.

Lo que decía Ansu era algo que no haría; ni siquiera me atrevía a llamarla y decirle hola. En toda mi vida no me había relacionado con una chica, salvo por mi hermana y sus amigas de toda la vida, que para mí eran también como mi hermanas mayores. Nunca me había juntado con una chica de manera amistosa o de algo más emocional; me parecían guapas y divertidas, pero mi enfoque era el fútbol y, a decir verdad, no tenía mucho tiempo para niñas. La única que llamaba mi atención era esa chica castaña. Debía de entender cómo era capaz de leer, caminar y escuchar música a la vez.

Suponía que la quería como amiga.

Y si algo más de daba, sería de a poco a poco, porque como dije, lo primordial en mi vida era mi carrera como futbolista.

—¿Por qué no empiezas escribiéndole un mensaje? Así no te arderán las mejillas ni tartamudearás —aconsejó Fermin y él mismo me quitó el móvil para empezar a escribir un mensaje. Marco el número; lo agrego a mi lista de contactos. Estaba nervioso y más me puse nervioso cuando vi su cara.

—¿Qué pasa?

—Tío, tu chica estaba muy ebria porque le falta un dígito.

Quizá ya no la volvería a ver.

—Que no cunda el pánico —habló Ansu y fue a sentarse a mi escritorio para abrir el portátil—. La podemos buscar en Instagram.

—No sé su apellido.

—Pero sabemos su nombre; ¿cuántas Valerias hay en Barcelona?

La buscamos en Instagram. Pusimos a Valeria y salió una gran lista. La mayoría tenía fotos y pude ver que no se trataba de ella.

—Y si pruebas con Val.

La reconocí por su foto de perfil. Era ella sacando la lengua y bizqueando los ojos.

Se llamaba Valeria Rosón.

Es del 2004. Tenía mi misma edad.

Cumplía un día después que yo.

Por sus fotos supe que amaba leer, la música y viajar.

—Está muy guapa.

—Muchos tíos la siguen.

—La sigo y le envío un mensaje.

Le iba a dar a seguir; Ansu me detuvo de un manotazo.

—Sí lo haces, sabrás que las has buscado y son las tías las que nos buscan, no nosotros.

No quería quedar como un acosador. Es por eso que no le di a seguir, ni le envié los mensajes. Solo seguimos viendo sus fotos.

—Creo que está soltera. No presume a ningún chico por redes y algunos le comentan y ella no les contesta. Solo le contesta a una tal Carla que también es muy buena.

Ansu entró al perfil de Carla y encontramos fotos de ella con Val. Habían viajado a Sevilla hace unos días, también habían ido a Mallorca.

—Son demasiado pijas, Hermano.

—Todo un reto.

Ella era demasiado para mí. ¿Me haría caso?

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Primavera del 2020

Meses sin acercarme a ella, la veía de lejos. En ese parque, por las calles y en esa misma mesa de la cafetería. La vida me hacía topármela; cuando me olvidaba de su existencia, volvía a aparecer y me quedaba como un bobo viéndola.

—Acércate —dijo Fermin.

Me negué.

—Está ocupada...

Estaba leyendo; parecía tan concentrada que cualquier intento de acercarme sería inútil. Pero no podía dejar de mirarla, su expresión seria, su sonrisa, en cómo bebía su café sin dejar de leer; estaba pendiente de ella. Había algo en ella que me llamaba.

—No pierdes nada —insistió Fermín—. Tómalo como algo del destino: encontrarla justo hoy.

—Iré, iré al baño —dije, buscando una excusa para no enfrentar las insistencias de Fermín.

—Vale, yo la vigilo por ti —dijo con tono burlón.

—Imbécil.

Me dirigí al baño, queriendo estar lo más lejos de ella y de ese nerviosismo que me causaba. El nerviosismo seguía presente y no tenía sentido. ¿Cómo podía sentirme así por alguien que ni conocía? Solo sabía su nombre, sabía que sus labios eran suaves y sus ojos eran iguales que los míos.

¿Por qué me ponía nervioso?

No podía estar enamorado. Más bien era un crush como lo era Taylor Swift, pero ¿por qué me ponía tan nervioso?

Tal vez la quería como una amiga, que me dijera cómo podía hacerle para leer y escuchar música a la vez. Jugar un partido de fútbol ¿Le gustará? Me llamaba la atención, tenía algo que no sabía que era y tal vez eso me hacía sentirme atraído hacia ella. Necesitaba saber quién era y para eso necesitaba ser su amigo.

Solo amigos.

Después de todo, solo era una niña más, ¿no?

No podía estar enamorado, no cuando apenas sabía quién era realmente. Solo quería ser su amigo. Nada más.

Y para ser su amigo, debía primero ir a saludarla.

Respiré hondo, convencido de que debía ir a saludarla. Que tal vez si la saludaba ya se acabaría ese nerviosismo. Me detuve frente al espejo del baño, tratando de calmar los latidos acelerados de mi corazón. Cuando salí, Fermín me hacía unas señas desde nuestra mesa, pero no logré entender lo que quería decirme. Fruncí el ceño y busqué a Valeria con la mirada.

Y ahí estaba ella, pero no estaba sola. Mis pasos se detuvieron de golpe cuando la vi inclinarse hacia otro tipo, y antes de que pudiera procesarlo, estaban besándose.

Todo en mí se congeló. Mis pies no pudieron moverse; mis manos temblaron ligeramente. ¿Tenía novio? ¿Desde cuándo?

No debía de importarme, no la conocía, solo me llamaba la atención y solo quería ser su amigo, pero ¿porque mi pecho dolía? ¿Por qué quería ser ese tío al que estaba besando?

Una mezcla de celos e incredulidad se formó en mi pecho. Todo esto no tenía sentido. ¿Por qué me sentía así?

Deje de mirar cómo se estaban besando. Apretando los dientes, me giré y fingí indiferencia, como si nada de lo que acababa de ver me importara.

—Te dije que no miraras —dijo Fermin apenas me senté en la silla donde minutos antes estaba.

—Tiene novio ¿y?

—Pensé que tú querías ser su novio.

—No la conozco.

—Pero te parece linda.

Me encogí de hombros y bebí mi coca cola. No iba a hablar más de Valeria, es más, ni siquiera voltearía a ver si ya habían dejado de besarse y no era porque tenía ganas de llorar; era porque me daba igual.

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Verano 2020

Me daba asco el amor y todas esas cursilerias.

No sé en qué momento todos a mi alrededor empezaron a tener novia. Mi hermana y uno de mis amigos se habían liado y habían empezado a salir, lo que me daba total asco. Mis mejores amigos del pueblo también habían empezado a salir con unas tías, y eso tampoco había quedado atrás. En La cantera, los chavales con los que más frecuentaban habían empezado a tener novia.

Y yo era mayormente la tercera rueda de todas las parejas.

Me parecía tonto. Todo ese lío de corazones, promesas y miradas intensas no era más que una distracción. No podía entender cómo algo tan estúpido como una relación podía ocupar tanto espacio en la vida de las personas. En vez de centrarse en cosas importantes, como el fútbol, los estudios, o cualquier otra cosa que realmente valiera la pena, la gente se perdía en asquerosos besos y en la necesidad constante de hablar a cada rato con su pareja.

Y no era estar resentido porque no había encontrado a una chica. En realidad lo había intentado con una tía que mi amigo Mario me presentó; fue cuando estuve unos días en mi pueblo y dijo que debía de conocer a alguien. Su nombre era algo como Caye... Cayetana y la tía era la más pesada. No dejaba de hablar de fiestas, de ella, y cosas sin importancia. Me hacía sentir incómodo cuando trataba de besarme y cuando me besó, no sentí nada especial. Ni siquiera cuando quiso follar conmigo y yo salí huyendo.

Esa supuesta "persona especial" de la que todos hablaban como si fuera la última pieza de un rompecabezas. Pero, ¿y si ese pedazo faltante simplemente no era necesario para completar el cuadro? O tal vez, y solo tal vez, mi cuadro estaba mejor así.

Cada vez que veía a mi hermana reírse tontamente de los chistes malos de su novio, o a mis amigos hacerse idiotas con sus respectivas parejas, no podía evitar pensar que todo eso era una gran pérdida de tiempo. Pero entonces, cuando todos se iban de la mano y yo me quedaba solo, una pequeña, minúscula parte de mí se preguntaba si quizás, solo quizás, me estaba perdiendo de algo más grande. Algo que todavía no lograba entender.

Y un sentimiento agrio aparecía cada vez que veía a Valeria agarrada de la mano de ese tío que era un completo hijo de puta.

No quería verlos, quería pasar de ellos, pero me era casi imposible no verlos al frecuentar la misma cafetería. Lo fácil hubiese sido ya no ir más, pero quedaba cerca de las instalaciones de la cantera; además hacían una de las mejores malteadas de toda Barcelona. Además, si alguien tendría que irse eran ellos; yo había descubierto este lugar primero y estaba seguro que no era el único que le incomodaba ver cómo dos adolescentes se liaban en la mesa del fondo.

La mayoría de las veces, Valeria lo esperaba pacientemente mientras él llegaba tarde, como si fuera algo que ella debía soportar. Se la pasaba leyendo y al notar que él venía, escondía su libro en su bolso. Como si fuera un cuchillo o una especie de arma. La había visto lo suficiente para saber que la verdadera Valeria nunca dejaría su libro y solo lo hacía porque él le había dicho que era patético, o fue lo que escuché de casualidad cuando me senté en una mesa delante de ellos. Se notaba que no la valoraba como merecía. Era evidente en la manera en que la trataba, con esa actitud despreocupada y egoísta, creyendo que todo giraba alrededor de él, como si ella estuviera ahí solo para cumplir sus caprichos.

Lo peor era ver cómo, incluso cuando estaba con ella, Manú no podía evitar distraerse mirando el culo de otras chicas que pasaban. No entendía cómo Valeria no lo notaba, o si lo hacía, cómo podía seguir a su lado. No la merecía. Eso era lo único que tenía claro. Ella se merecía algo mejor, mucho mejor.

Toda chica merecía ser tratada con respeto.

Manú no se merecía ni la compañía de Valeria, ni la malteada que estaba bebiendo, ni siquiera el aire que respiraba.

No podía dejar de preguntarme qué demonios hacía Valeria con un tipo como él, y por qué no veía lo que todos los demás podían ver. Pero también sabía que, por mucho que me frustrara, no había nada que pudiera hacer. Al final del día, era su decisión, y si no quería ver lo que tenía frente a sus ojos, no sería yo quien se lo señalara. Al menos, no todavía.

Así que el amor era completamente estúpido, te cegaba y te hacía ver idiota.

Mi hermana era idiota.

Todos mis amigos eran idiotas.

Y Valeria era la más idiota al no darse cuenta de que su novio no la merecía.

Y no estaba celoso. Era la verdad.

Estaba mejor solo, sin ataduras, sin dramas. O al menos, eso era lo que me decía a mí mismo cada vez que el silencio me recordaba que estaba solo.

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Otoño 2020

Pasaron unos meses, y seguía sin entender los líos de mis amigos. Pero eso no importaba cuando éramos nosotros celebrando después de una victoria en un partido de la juvenil. El ambiente estaba animado, las risas resonaban en el aire mientras hablábamos de las jugadas y de los planes para la noche y el fin de semana. De repente, el sonido de la campana de la puerta llamó mi atención, y, de reojo, vi que se trataba de Valeria. No le di mayor importancia; preferí concentrarme en la conversación con mis amigos.

Sin embargo, de vez en cuando, me encontraba mirándola de reojo; estaba leyendo un libro y supuse que estaba esperando al cabrón de su novio. El simple hecho de verla ahí, tan cerca, y saber que su novio la iba a dejar esperando, me incitaba a ir por ella y decirle que se buscara a alguien mejor.

Alguien que no la haga esperar.

Alguien que le de un dulce beso.

Alguien que solo tuviera ojos para ella.

Alguien que la escuchara hablar de sus libros y no dijera lo patético que era leer.

Merecía a alguien más.

Sentí un empujón ligeramente con el codo.

—Vamos, Dez —dijo Cristo—. ¿Por qué no vas a hablarle?

—Mira, llevas pilladísimo de ella desde que medias 1.50, deberías hablarle —siguió Fermín.

Y Ansu, que era el que más ligaba de todos nosotros, me dio una especie de consejo.

—Mira, si quieres su atención, tienes que jugar el juego. Las chicas aman eso de 'enemies to lovers', así que si realmente quieres hablar con ella y estar en su mente, ve y quítale el libro.

¿Quitarle el libro?

Lo poco que sabía de ella es que amaba los libros. Quitarle el libro significaba ganarme su odio.

Pero...

Ansu tenía razón; las tías amaban eso de enemigos y amantes. Pasar tiempo con mi hermana me lo había hecho saber, ver películas con ella y saber que el protagonista no salía de la cabeza de la chica cuando está juraba odiarlo.

¿Yo quería eso?

¿Y si le decía Fea?

Las niñas amaban a Ache de a tres metros sobre el cielo. Podía quitarle el libro, hacerle saltar por él, llamarla fea y tener su atención. Podía lograr no salir de su mente.

La idea no le parecía tan descabellada.

—Solo sé tú mismo, hermanito —dijo Fermin, siendo más sensato—. Ahora, vé y conquistala.

—Conquistala, folletí. Vamos.

—Vamos, campeón.

Mis amigos me animaron y me levanté, acercándome a Valeria, quien seguía sola en la mesa, leyendo un libro mientras esperaba. Estaba tan concentrada que no notó mi presencia; me armé de valor y estaba dispuesto a quitarle el libro para llamar su atención e iniciar una conversación. Pero justo cuando estaba a punto de hacerlo, Valeria levantó la vista y me miró directamente a los ojos.

Su mirada me congeló en el acto. Era como si todo el aire se hubiera escapado de mis pulmones.

Madre mía, qué ojazos.

—Hola, bona tarda. Estoy esperando a alguien, luego vienes a tomarme el pedido, ¿vale? —Su voz era igual de dulce a como lo recordaba.

Me quedé ahí parado, sintiendo un calor en mi rostro.

¿Por qué me estaba sonrojando?

—Eh... no... yo no trabajo aquí —dije intentando no tartamudear del todo.

Escuché unas risas, y sin siquiera mirar atrás supe que se trataba de mis amigos. Malditos.

—Escucha...

Empecé a ordenar las palabras en mi mente, pero sus ojazos me desconcentraban, y me tomé la libertad de sentarme a su lado. El roce de su brazo con el mío hizo que mi mente explotara, y gracias a Dios que ella se arrimó, alejándose.

—A ver si adivino... ¿Te han mandado a ligar conmigo?

"Me han animado a acercarme a ti; hace un tiempo que te veo y me pareces interesante" quise decirle, pero dije otra cosa al mirarla a los ojos.

¿Ya dije que tiene unos ojazos?

—No —Me miró como diciendome "en serio"—. Bueno sí, es que me pareces... linda y pensé... tal vez... tal vez...

Mi boca y mi mente no procesaban las palabras.

—Entiendo... —susurró.

Me quedé callado pensando en qué decir. Limpié el sudor de mis manos en mis vaqueros y miré su libro.

El plan de quitárselo se había ido por la borda.

—¿Qué lees? —pregunté.

—Orgullo y prejuicio —contestó —¿Lo has leído? —preguntó y negué. No me había leído ese libro, pero sí me había visto la película.

También me había leído los juegos del hambre porque una vez vi que ella los estaba leyendo. Hubiese tenido suerte si hubiese estado leyendo uno de sus libros, así tendríamos algo de qué hablar.

—No, pero te veías muy interesada leyendo —dije sin pensarlo.

—¿Me has estado observando?

Mierda.

Empecé a titubear buscando una respuesta que no me dejara ver como un acosador. Ella me seguía mirando de una manera que me ponía más nervioso y no me quedó de otra que decirle.

—No soy un acosador.

—No tienes pintas de serlo —dijo.

—¿Así? ¿Y de qué tengo pintas? —No titubeé y soné confiado, como solía ser, pero al estar al lado de Valeria no pude evitar acalorarme más y bajar un poco la mirada para que no viera que me sonroje.

Era mi primera vez hablando con una chica que realmente me interesaba.

Me interesaba como amiga.

—Pues... —Me dio una ojeada y agradecí haberme afeitado el bigote que me salía. Mi hermana decía que era un bigote de 4 pelos.

—De niño bueno —dijo.

¿Tenía pintas de niño bueno?

—¿Niño bueno?

—Sí.

—Ja, ja vale —susurré sin saber qué decir—, eh, por cierto soy Pablo, pero todos me dicen Dez.

—¿Dez? ¿Por Dennis?

—Por mi apellido, Valdez.

—Un gusto, Dez —Estrechó su mano con la mía y me la quedé mirando, sin soltar su mano.

—¿Cómo te llamas? —pregunté aunque ya me sabía su nombre.

Me soltó la mano y dijo lo que ya sabía.

—Oh mi nombre... pues, es Valeria —contesté—. No tengo apodos, es solo Valeria.

Valeria.

—Lindo nombre.

—¿Sigues queriendo ligar? —preguntó y el calor aumentó en mí, era como si empezara a tener fiebre.

—No... yo...

Valeria soltó una risa clara y despreocupada. Se estaba riendo de mí en mi cara. Solía cabrearme cuando alguien se reía de mí, especialmente si era algo contra mi dignidad. Pero fue diferente.

No me sentí molesto, es más, me sorprendió descubrir que su risa no me molestaba, más bien me gustaba. Era como si el tiempo se detuviera y me encontraba atrapado en su risa.

—No te preocupes, Pablo Valdez —Aun seguía sintiendo calor en mis mejillas, con su mirada curiosa encima de mí—. Deberías regresar —dijo en un tono ligero, señalando disimuladamente la mesa de mis amigos.

—Oh, claro —Tuve las intenciones de ponerme de pie, pero vi las servilletas y recordé que me dio mal su número estando borracha. Me armé de valor y sin nada de perder le pregunté: —¿Podrías darme tu número?

Susurró un "claro" y agarró una servilleta, el corazón se me aceleró al pensar que ya tendría al fin su número. Que seríamos amigos y...

Me entregó la servilleta y sentí cómo la sonrisa se me desvaneció al leer lo que me había puesto.

Eres lindo, pero tengo novio.

Perdón

:(

La vi inclinarse hacia mí y susurrar: "Disimula, tus amiguitos pensarán que tienes mi número."

El calor en mis mejillas volvió a apoderarse, cuando Valeria plantó un beso en mi mejilla. Se separó de mí a la vez que escuchaba los murmullos para nada discretos de mis amigos. La servilleta, su sonrisa y el beso eran parte del plan para hacer creer a mis amigos que había logrado lo que en realidad no había sucedido. La verdad era que no había logrado nada; solo había sido un momento de sonrojo y una pequeña victoria en forma que no tenía mucho valor. Aunque fue el inicio de todo.

—Ahora vete, viene mi novio y no es por asustarte, pero te saca dos cabezas de altura —dijo mirando de reojo el ventanal. Vi lo mismo que miraba y era el idiota de su novio.

Me la pelaba.

Pero me levanté y fui hacia la mesa de mis amigos. No necesitaba problemas. Además tenía una corazonada. Ese tipo podía ser perfecto de rostro, pero por lo que veía, se notaba que era un cretino y estaba seguro que la iba a cagar con Valeria. Ya lo hacía, solo faltaba que ella se diera cuenta.

Me senté de vuelta con mis amigos y la celebración comenzó casi de inmediato, con gritos de euforia y bromas sobre lo que había pasado.

—¡Eres todo un folleti!

Recibí varios cumplidos y palmadas en la espalda, cuando en realidad solo me había dicho su nombre.

—Ha regresado el novio —susurraron mis amigos como un grupo de tías chismosas.

—Hombre, pero Dez ya lo va a atrasar con todo.

Miré cómo la besaba y como Valeria dejaba su sonrisa para verse incómoda. Manú le había metido la mano debajo de la falda.

No tenía ni un poco de respeto, y no es que esté celoso, es que lo hacía de una forma para que todos sepan que ella era su novia.

Ambos se pusieron de pie y antes de salir por la puerta Valeria volteó a mirarme de una linda forma.

Le devolví la sonrisa. Estaba en una especie de trance con ella. Pero los ojos de Manú dispararon hacia mí al notarme. Estaban en la calle. Podía verlos por el ventanal. Ella lo abrazaba y él me miraba, como si estuviera retandome. Claramente me estaba retando.

Le susurró algo al oído a Val y sin dejar de mirarme volvió a meter su mano por debajo de su falda. Su mano seguía ahí; no dejaba de verme y leí cómo sus labios me decían:

"Voy a follarmela, chaval"

El comentario me golpeó como un puñetazo en el estómago. Sentí cómo la rabia empezaba a burbujear dentro de mí, pero al mismo tiempo, algo más profundo, algo que no quería admitir, se mezclaba con esa ira. No era solo el desprecio de tío lo que me enfurecía, sino el hecho de que Valeria estaba con alguien que la trataba de esa manera, alguien que no la merecía.

💌💌💌

Invierno 2021

Mi hermana me decía que ella y Javi habían sido unidos por el destino; que cada vez que se encontraban antes de ser novios, era una señal del destino diciéndoles que debían de conocerse. Era lo que me decía cada vez que hablábamos y me contaba su historia con una voz completamente cursi que a veces hasta ganas de vomitar me daba.

Pero... ¿Sería verdad? Que el destino te hacía encontrarte con esa persona varias veces por alguna razón.

Volví a ver a Valeria. Se presentaba en mi vida como señales del destino, como sucedió con mi hermana y su novio, pero a diferencia de ellos dos, Valeria y yo no habíamos compartido más de 10 minutos de palabras.

Ese día se veía diferente; llevaba su misma ropa que la hacía ver pija y, a decir verdad, me daba unos aires de la misma Blair Waldorf (Mi hermana me obligó a ver gossip girl con ella). Se veía triste y dramatismo en su rostro, el cual estaba rojo a causa de llorar.

¿A qué se debían esas lágrimas?

Su amiga rubia la abrazaba y sobaba de su espalda, mientras la consolaba y le decía algo que no lograba entender. Dejé de mirar al escuchar el sonido de una campana, miré hacia la entrada y vi a la misma pelinegra que me miró fatal aquella noche en la que Valeria me besó. Iba acompañada de su otra amiga y ambas se dirigían a la mesa donde se encontraba Valeria y la rubia.

Dejé de mirarlas y me concentré en lo mío.

Me reía con mis amigos, pero cada tanto miraba a Valeria. Se la veía incómoda, como si no encajara en la conversación de su mesa, a pesar de estar rodeada de amigas. Algo en su expresión me tenía inquieto.

Tenía curiosidad de saber qué era lo que pasaba por su mente, que le estaba pasando. La miraba, y me dio vergüenza cuando nuestras miradas chocaron y tuve que apartar la mirada rápido. Ya no la iba a mirar más.

Mis colegas seguían hablando de fútbol hasta que Ansu, uno de mis mejores amigos, dijo:

—Voy a invitar a las tías de la otra mesa a que se unan.

Mi corazón dio un vuelco. Miré hacia la mesa de Valeria. ¿Invitarlas? No estaba seguro si quería eso, pero antes de que pudiera decir algo, Ansu ya se había levantado. Y claro que sabía lo que hacía y, a diferencia de Fermin, Ansu no tenía las mejores ideas de cómo tratar a las tías (aunque su manera de ligar le funcionaba para líos de una sola noche), extrañé a Fermin y a sus palabras. Mi amigo había ido a visitar a su familia.

—¡Eh, tías! ¿Por qué no se unen a nuestra mesa? ¡Aquí hay sitio de sobra! —gritó Ansu con su típica confianza, haciendo que las dos amigas de Valeria levantaran la cabeza y sonrieran. Las vi hablar entre ellas un momento antes de responderle con un gesto.

Pero Valeria... Ella no reaccionó. Seguía mirando hacia la ventana, como si quisiera irse.

Mi corazón dio un salto. Por un segundo, pensé que era Valeria la que venía hacia mí, pero no, solo eran sus amigas. La pelinegra que me había mirado fatal aquella vez y la otra caminaban hacia nuestra mesa con una sonrisa de encanto. Eran guapas, no lo negaría.

Iniciaron las presentaciones y la pelinegra no me reconoció de aquella noche; tampoco era que me importaba. Pero vaya que le importaba a mis otros amigos, que no dudaron en hacerle conversación. No quería parecer fuera de lugar y fingí prestar atención, mirando de reojo como la rubia y Valeria se despedían.

Era guapa y sonreía de una linda forma que me dio buenas sensaciones. No la conocía, o bueno, sabía que de las tres amigas, ella era la más cercana a Valeria.

—Soy Carla, un gusto —Me dio una mirada que no supe interpretar, pero que me puso nervioso y más cuando besó mis dos mejillas.

—Dez.

—Lindo nombre.

Empezó a hablarme con esa confianza que sólo algunas personas tienen, y antes de que pudiera procesar lo que ocurría. Me sentía un poco nervioso al notar las miradas que me lanzaban mis amigos, como si me dijeran que aprovechará de esa atención.

En general, me ponía algo nervioso hablar con tías, pero no tanto cuando agarraba confianza y terminaba en algunos besos. Pero tener a una parlanchina, extrovertida, bonita, con ese aire despreocupado y seguro, me desconcertaba y me daba un poco de timidez.

Hablaba tan rápido que apenas si le entendía.

Mientras hablaba, mis ojos volvían a buscar a Valeria, que en ese momento estaba de pie, a punto de salir por la puerta.

Carla, la rubia, notó mi distracción y dejó escapar una pequeña risa.

—¿Te gusta mi amiga? —preguntó, sin rodeos, al ver cómo seguía mirando hacia Valeria.

El calor subió rápidamente a mi cara. No supe qué decir. Empecé a balbucear cosas sin sentido, claro que no me gustaba, solo me llamaba la atención y... solo era eso.

Carla se rió, pero no parecía burlarse. Su risa era ligera, casi dulce. Se inclinó un poco más cerca y me susurró:

—Te diré un secreto —Se mantuvo en silencio—. Se llama Valeria y acaba de cortar con su novio... Si quieres, puedes ir a consolarla.

Sus palabras me tomaron por sorpresa. Y no pude evitar sonreír al escuchar sus palabras. Al fin había terminado con su novio. Al fin se había dado cuenta de lo capullo que era.

Sin pensarlo y disculpándome, me puse de pie y empecé a caminar hacia ella. El pecho me latía con fuerza, al verla voltearse justo cuando salí del local.

Me miró y me congelé. No me quedó más remedio que decir lo primero que se me cruzó por la mente.

—Oye... Perdona. Se te ha olvidado... —dije, nervioso pensando en qué más inventarle, no se le había olvidado nada que yo sepa.

—No se me ha olvidado nada —dijo.

Los nervios me habían dado calentura, y sin saber que decir ya me encontraba sonriendo y negando.

—Nada, es que... Era mi excusa para venir a verte.

Sonreí nervioso, intentando que su mirada no me pusiera los nervios en punta. Miré mis manos sin saber qué hacer y alcé la vista, encontrándome con sus ojos que se veían miel. Mi cabeza solo daba vueltas.

—Menuda excusa —dijo, y no pude evitar meter las manos en los bolsillos de mi buzo. La presión de sus ojos sobre mí era intensa. Su mirada tenía algo.

—No fue la mejor... ¿No te acuerdas de mí? —Solté, aunque en el fondo ya sabía la respuesta por la expresión de su cara. Su frente se frunció ligeramente y su mirada se volvió más distante, como si tratara de buscar en su memoria, pero no encontrará nada. Sus ojos se entornaron un poco, un gesto casi imperceptible, como si intentara descifrarme.

Sus labios se curvaron apenas en una sonrisa cortés, de esas que das cuando no quieres ser grosera, pero tampoco puedes disimular que estás perdida. Mantuvo el silencio un par de segundos, y en esos momentos supe que no se acordaba del todo de mí—. Nos conocimos hace unas semanas, Valeria.

No sabía cómo lo iba a tomar, pero cuando vi su cara de reconocimiento, respiré más tranquilo.

—¿David? —dijo, y mi corazón se aceleró un poco.

David, Dez. Era parecido, no podía echarle en cara nada.

—Dez —aclaré.

Parecía recordar más detalles, y eso me alivió, pero no estaba seguro de si era suficiente para que quisiera hablar conmigo más de dos minutos.

—¿Eres de Sevilla? —preguntó y sonreí al notar que reconocía mi acento.

—Sí, de Los Palacios y Villafranca —respondí, con un leve orgullo, aunque era difícil concentrarse cuando ella me miraba con esa mezcla de curiosidad y...

Ella miró hacia la carretera, y yo también. Estaba esperando a alguien, probablemente. Me sentí un poco intruso, pero no podía dejar que este momento se fuera. Su mirada volvió a mí, y algo en su tono cambió cuando preguntó:

—¿Te han mandado a ligar conmigo?

Mi corazón se aceleró.

—No, es que te vi y pensé...

—¿Qué pensaste? —preguntó con una sonrisa que me desarmaba.

Valeria siempre tuvo y tendría ese poder en mí.

—Tu amiga me dijo que tu novio terminó contigo, y pensé que...

—¿Qué esta vez sí te daría mi número?

Me congelé. No esperaba que fuera tan directa. Era obvio que estaba nervioso y me costaba articular una frase decente.

—Sí... bueno no... o sí... yo... —me escuchaba y me quería desaparecer.

Ella me miró con esa mezcla de dulzura y lástima que me hacía sentir aún más torpe.

—¿Quieres mi número? —preguntó, y no podía mentir.

—Sí —respondí rascándome la nuca, sintiendo cómo mi cara se calentaba.

Entonces lo soltó, lo que más temía escuchar, o bueno, no lo admitía en ese momento.

—Acabo de salir de una relación —confesó—. Y estoy segura de que no quieres mi número para ser amigos.

Sus ojos me miraban directo, desarmándome por completo. Tenía algo de verdad, o bueno, en ese tiempo no sabía con exactitud qué era lo que quería de ella. Ser amigos o algo más, no lo sabía, pero sí sabía que quería conocerla.

Pero ¿cómo le decía eso sin sonar como un idiota? Me quedé callado, escuchando su confesión. Estaba claro que no estaba buscando nada, y yo no quería presionarla.

En ese momento, escuché el claxon. Miró hacia su madre, que ya la estaba esperando, y yo supe que el tiempo se me había acabado.

—Igual me interesaría... ser... ser... tu amigo —solté con torpeza, intentando salvar algo de dignidad.

Ella me miró, y juro que por un momento pensé que iba a darme su número. Estaba a punto de sonreírle, pero su mirada cambió. Algo en su cara me hizo darme cuenta de que no iba a pasar.

—Si vienes en un mes, te lo doy —dijo, dándome una palmadita en el hombro. Me sonrió, pero era una despedida.

Me quedé parado, viéndola irse. Sabía que la volvería a ver.

Y era obvio que me acercaría a ella en un mes.

💌💌💌

Invierno 2021
Un mes después...

Ya había pasado un mes. Un maldito mes desde aquella vez en la cafetería. Casi podía sentir el peso de los días mientras caminaba hacia donde creía que podría encontrarla. No estaba seguro de que ella lo recordara, ni siquiera estaba seguro de que me diera su número, pero había algo en su mirada, en su manera de hablarme aquella vez, que me hizo regresar y más sabiendo que se seguía cruzando en mi camino.

Había tenido muchas oportunidades para volverme a acercar, pero decidí respetar su decisión y esperar un mes.

No sé si esperaba que me tomara en serio. No sé si esperaba que realmente apareciera después de un mes, pero aquí estaba, nervioso como nunca, con las manos sudadas dentro de los bolsillos y repasando lo que iba a decir una y otra vez en mi cabeza.

De repente, ahí estaba, caminando con sus amigas. Mi corazón empezó a latir más rápido, y antes de darme cuenta, la llamé por su nombre.

—Valeria —la primera vez fue apenas un susurro tímido.

—Valeria —la segunda vez fue más firme. La vi buscarme con la mirada, algo confundida al principio. Mi pecho se tensó cuando sus ojos finalmente se encontraron con los míos. Al principio parecía que no me reconocía, y por un segundo me sentí como un completo idiota. Pero entonces, vi un destello en su rostro. Ella se acordó de mí.

¡Y Dios me sonrió de una forma!

Se deslizó del agarre de su amiga y caminó hacia mí. Cada paso que daba parecía más largo que el anterior, como si el tiempo se estuviera riendo de mí. Finalmente, nos quedamos cara a cara.

—Hola, ¿Dez? —preguntó, con una mezcla de duda y firmeza.

Mi corazón dio un vuelco al escuchar mi nombre salir de sus labios. Asentí, intentando no parecer más nervioso de lo que ya estaba.

—Ese es mi nombre, Valeria.

Ella me miró como si esperara que dijera algo más, pero mi mente se quedó en blanco. Mis palabras no salían, y solo logré sonreírle de manera torpe, maldiciéndome por dentro. ¿Por qué no podía ser directo con ella? ¿Por qué las palabras se congelaban en la punta de mi lengua cada vez que estaba con ella?

Finalmente, tras unos segundos de silencio incómodo, me animé a recordar lo que me había traído hasta aquí.

—Dijiste que si venía en un mes, me darías tu número.

Su rostro cambió, una sonrisa verdadera apareció, y no pude evitar sentir un pequeño triunfo. ¿Lo había recordado? ¡Lo había recordado!

—¿En serio viniste por eso? —su sonrisa se ensanchó, y su risa ligera me desarmó. Bajó la mirada, como si no sé lo esperaba.

¿Cómo no se lo iba a esperar, si era demasiado hermosa para que cualquier tío espere años por ella?

—Sí —respondí, mientras me pasaba una mano por el pelo, intentando calmarme—. Ya ves que no me lo has dejado fácil.

Ella levantó una ceja, claramente confundida. Así que lo solté todo de golpe, mi pequeña confesión.

—La mayoría de lunes a viernes ibas a esa cafetería; te sentabas en la misma mesa de siempre a leer. Siempre te veías tan concentrada... No me atreví a acercarme, no quería incomodarte.

Valeria rió suavemente, y algo en su mirada cambió. El momento era perfecto, y cuando ella me pidió mi móvil para apuntar su número, fue como si el aire alrededor de mí se volviera más ligero. Observé cómo sus dedos teclearon en la pantalla. No podía creerlo. Finalmente, me devolvió el móvil con su nombre y su número.

Valeria :)

#########

—Nos vemos pronto —dijo, sonriendo y agitando la mano mientras regresaba hacia sus amigas.

Y ahí me quedé, con su número en mi móvil y una sensación de alivio que nunca antes había sentido. Lo había conseguido; tenía el número de Valeria. ¡Tenía su número!

El coche donde iba Valeria comenzó a alejarse, y apenas se fue, la euforia me invadió. Grité de pura alegría, levantando los brazos en el aire como si hubiera marcado el gol de mi vida. No podía contenerme, había esperado todo un mes por esto, y valió la pena. Celebré ahí mismo, solo, sin importarme si alguien me miraba.

Había logrado lo que parecía imposible. Había vuelto y conseguido su número. ¿Quién hubiera dicho que un tío podría estar tan feliz por algo tan simple?

¿Quién iba a decir que esa tía de sonrisa dulce era el amor de mi vida? 













































xoxo. ¡Hola pequeños champiñones! 🌻 Espero que hayan disfrutado este viaje al pasado con Pablo y Valeria. Este capítulo nos permite ver cómo empezó todo, incluso esos primeros momentos de interés y timidez que a veces resultan difíciles de olvidar. 

Ya sabemos que el primer libro lo narra Valeria y en esta continuación tenemos la versión de Pablo que termino siendo el verdadero "you belong with me"

¿Dirían que siempre estuvo enamorado de ella o siempre fue su Crush?

Les pregunto: ¿alguna vez les ha pasado algo así? ¿Ese "casi" con alguien especial, o ese primer "crush" que nunca se olvidó? No les pasa que van por la calle y tienen ese flechazo hacia alguien, a mi me pasa muchas veces jsjsjs y a Pablo le paso con Valeria, pero el tuvo la suerte de conocerla :)

¿Les gustó ver a Pablo en esta etapa de su vida? ¿Qué les parece su evolución hasta el presente?

¿Creen que Pablo debería haber sido más valiente y haberse acercado a Valeria antes? ¿O el hecho de que haya sido un "amor silencioso" hace que sea más especial?

¿Cuál fue su parte favorita del capítulo? ¿Les pareció romántico, gracioso, o algo más?

¿Qué canción creen que le quedaría bien a este capítulo? Yo pensé en "You Belong with Me" de Taylor Swift, ¿tienen alguna otra en mente?

Creo que estamos todxs de acuerdo a que si Pablo hubiese seguido el concejo de Ansu, Valeria lo hubiese odiado sjsjsjsjsj 

Si les ha gustado el capítulo, no olviden dejar su estrella ✨. Es una forma súper importante de apoyarme y me motiva a seguir escribiendo. ¡Gracias por estar aquí y por todo su apoyo!

Recuerden que si les gustó como escribo y quieren estar pendientes de la historia. Siganme en wattpad, instagram y tiktok (He subido un video muy bonito sobre este capítulo)

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