02: Apasionado
PABLO
Darle comida a un pequeño ser humano era un caos. Pero era mi caos.
Martina Belén me miraba con unos ojazos que me mataban de la ternura; la comisura de sus labios se curvó y mostró sus pequeños dientecillos. Su rostro estaba lleno de un puré de calabazas; todo su cuerpecito estaba embarrado de puré, a decir verdad.
—Tu madre nos va a matar —Con una servilleta traté de limpiar el desastre—. Me corrijo, me va a matar.
—¿A quién voy a matar? —La voz de Val me hizo sobresaltar, miré a mi esposa y sonreí como un angelito—¡Pablo Martín Valdez!
Que tu mujer te llamara por tu nombre completo era sinónimo de problemas. Parecía que sus ojazos iban a lanzar rayos láser y como escudo agarré a nuestra hija para protegerme de la furia de mi esposa.
—Una cosa te pedí, solo una —Me apuntó con su dedo y eso me daba miedo, pero también gracia—. Solo le debías de darle de comer, bien, sin mancharla y ahora debo de ducharla, cambiarla, peinarla y arreglar todo.
Su voz fue bajando e hizo una mueca de querer llorar. Mi Val estaba sensible. Lloraba por todo.
—Mi amor —La abracé, teniendo a nuestra Mar entre los dos—. Yo la bañaré.
Se separó lo suficiente para ver su rostro; estaba llorando.
—No, porque si tú la bañas, te harás un caos y luego yo tendré que bañarlos a dos, par de revoltosos.
Limpié sus lágrimas y maldije al ver que Mar había manchado el vestido blanco de Val.
—Lo haré bien y saldremos a tiempo.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo.
La besé y acaricié su vientre. Hace un mes nos enteramos que estábamos esperando otro bebé; era la principal razón por la que las hormonas de Val estaban siempre llorando.
Valeria notó que Mar la había ensuciado, sonrió por ello y besó a nuestra hija, quien le dio los brazos y se le colgó del cuello.
—Mami, mami ti amo.
Era el típico papá que grababa todo y esa fue la excepción. Escuché a Mar y saqué el móvil para grabar a mis dos soles, les tomé miles de fotos y después de todo Valeria fue la que la baño porque nuestra niña no quería soltarla.
Nos volvimos a alistar y fui dejando nuestras maletas en el coche. Ya era verano y pasaremos unos días en Sevilla con mi familia.
No tomaríamos un avión; Val y yo decidimos ir en coche hasta mi pueblo. Optamos por esa opción para tener más tiempo juntos en familia y tener un viaje en carretera lleno de anécdotas. Nos quedaríamos en mi pueblo unos días y luego Val y yo nos iríamos a Cádiz un fin de semana; mi madre se encargaría de cuidar a su nieta y así mi esposa y yo tendríamos unos días solos para nosotros dos. Se suponía que ese finde era para engendrar un hermanito para Mar, pero ya nos encargamos de ello una noche en la cual Mar se quedó con su tía.
—Se quedó dormida —Volteé para ver a Mar dormida en el asiento para bebés del coche.
Sonreí.
Mar era una princesita.
Cumpliría 3 años y ya mismo iniciaría el jardín de niños. Estaba un poco triste por ello; ya empezaba el colegio, luego me pediría que no le coja la mano en público; tendría amigos, novios, se iría y ya no sería mi princesa.
Sonreí por mi familia y estiré mi brazo hacia la panza de Val.
—¿Debemos de pensar en un nombre?
—Ni siquiera sabemos si es niña o niño —murmuró Val, comiendo sus chuches.
Se le ocurrían unas combinaciones extrañas que me daban náuseas.
Conduje con cuidado; no miré a mi esposa para mirar la carretera.
—Será niño —afirmé con mi mano aun en su vientre.
—Decías lo mismo con Mar —Valeria habló con la boca llena; parecía una cría entusiasmada con su comida.
—Necesitamos un niño para que le de hostias a los tíos que miran de más a su hermana.
—Joder, eres un caos, Dez.
Sentí mis labios torcerse en una mueca, incapaz de ocultar mi desagrado; no me gustaba para nada que me llamara Dez. Así me llamaban todos y ella no formaba parte de ese "todos". Ella era mi mitad.
—Me das gracia —murmuró, estirándose para dejar un beso en mi mejilla. Dejó empalagoso mi cachete y ella misma lo limpió con su lengua.
Joder.
—Val, estamos en medio de la carretera —dije, no era que no me gustaba lo que hacía, pero no era el lugar.
Regresó a su asiento.
—Perdón, son las hormonas.
La miré de reojo; estaba apretando las piernas.
Con mi mano libre, acaricié su muslo. Ella me miró, se mordió el labio.
—Cuando lleguemos, Mar tendrá una pijamada con sus primos y nosotros dos tendremos una noche para nosotros solos, ¿vale?
—¿Quieres ver una película? —preguntó coqueta.
—Todas las que quieras, amor —Me estiré para besarla—. Te amo.
—Te...
Un fuerte golpe la hizo callarse. Todo se volvió negro y silencioso, se escuchó un pitido y la espantosa alarma, me volvió a la realidad, arrancandome de ese hogar que nunca llegué a tener.
Abrí los ojos y a mi alrededor vi la decoración del hotel.
Todo fue un sueño, un maldito y puñetero sueño que se sintió tan real. Podía aún escuchar sus voces, sus risas y la calidez de ese momento que solo existía en mis sueños.
Me quedé aún en la cama y abracé una almohada, cerrando los ojos y deseando volver a quedarme dormido y volver a tener lo que quise y aun seguía queriendo. Pero a medida que los minutos pasaban y no volvía a quedarme dormido, me di cuenta de que era solo eso, un sueño. No tenía a Val, ni mucho menos una hija juntos. La realidad era que Valeria se fue, que pasaron ya casi 4 años y la había vuelto a ver ayer.
¿Por eso había soñado con ella y nuestro para siempre?
Desde que ella se fue, no había pensado en formar una familia con otra; a decir verdad, nunca se me pasó por la mente estando con otras tías. En cambio, Valeria aparece y tengo ese sueño tan real y esa necesidad de que se haga realidad.
Suspiré hundiendo mi rostro en la almohada.
Esto debía saberlo mi psicólogo.
También mi amiga más confidente.
Busqué mi móvil y lo encontré entre las sábanas. Me había quedado dormido con el móvil entre mis manos, esperando el mensaje de Valeria.
La pantalla se iluminó y salté de la cama al ver que tenía un mensaje de Val.
Val mi Val:
Siempre has tenido
buen gusto por la música.
Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro, pero al mismo tiempo sentí una punzada de incertidumbre. ¿A qué se refería? ¿Decía algo entre líneas?
"Siempre has tenido buen gusto por la música", nos conocíamos desde los 16 y mayormente siempre hablábamos de música, compartíamos canciones y nos quedamos bailando los dos en nuestra habitación. ¿Había recordado nuestro noviazgo?
Suspiré y le escribí algo rápido, pero lo borré a la misma rapidez en la que lo escribí.
Necesitaba un punto de vista femenino.
Le tomé captura al chat de Valeria y se lo mandé a mi hermana. Necesitaba que me contestara ya y, a vista que ni siquiera estaba en línea, la llamé un par de veces hasta que contestó.
—¡Son las 6 de mañana, Dez! —contestó malhumorada.
—Recuerdas que me dijiste que querías ser tía, pues...
—Ni te atrevas a decirme que has embarazado a una de tus amiguitas —bufó—. Es muy temprano para esas noticias.
—Lee tu WhatsApp por favor.
—Lo haré.
Uno, dos, tres.
Alejé el móvil de mi oído a la vez que se escuchaba el gran grito de Aurora. Estaba seguro que todo el hotel la escuchó.
—¿Cómo así? ¿Qué pasó? Cuéntamelo todo, hermanito.
Sonriente le di un rápido resumen de lo que había pasado.
—¿Entonces qué le digo? —pregunté y escuché un suspiro al otro lado de la línea, y por un momento, hubo un silencio que me desesperó. Sabía que estaba pensando, buscando las palabras adecuadas para ayudarme, pero lo necesitaba ya—¿Qué le digo?
—Vale, hermanito, escucha bien —dijo finalmente, con un tono más serio—. Responde algo que sea directo pero que también le dé espacio para que ella se abra más. Algo como: Sabes muy bien que siempre he sido de buen gusto, pero lo que realmente quiero saber es... ¿Qué piensas tú de lo que dice la letra?
Me quedé en silencio, sobrepensando sus palabras. Era un mensaje sencillo, pero con una pregunta que me daría muchas respuestas.
—Mmm, no está mal —dije, todavía inseguro.
—Pablo, si no le preguntas directamente, vas a seguir dándole vueltas toda la semana. Sé honesto, pero no presiones. Dale la oportunidad de decir lo que siente, no vayas a ser intenso, por favor.
—No soy intenso, soy apasionado —me defendí y le agradecí a Aurora por sus palabras.
Colgué el móvil después de despedirme y me senté en la cama, con el móvil en la mano. Volví a mirar el mensaje de Valeria. ¿Estará durmiendo? ¿Habrá soñado lo mismo que yo? ¿Seguirá amándome?
Mis dedos temblaban al escribir el mensaje que me sugirió mi hermana. Respiré hondo antes de presionar el "enviar", deseando que, esta vez, tener una clara respuesta que nos lleve a una conversación para acercarnos más.
Dejé el móvil sobre la almohada y me levanté. Sabía que si me quedaba mirándolo, me consumiría la ansiedad y la llenaría de miles de mensajes, esperando a que Valeria leyera y respondiera. Así que, en lugar de eso, decidí concentrarme en lo que sí podía controlar: prepararme para el entrenamiento.
Me dirigí al baño y dejé que el agua caliente de la ducha relajara mis músculos tensos. Mientras me bañaba, traté de enfocarme en el partido que se avecinaba, en los movimientos que necesitaba perfeccionar, pero la imagen de Valeria, con su mensaje sin leer, seguía rondando en mi mente. ¿Estaba ocupada? ¿No quería responderme? Las preguntas se acumulaban, pero sabía que no tenía sentido darles vueltas ahora. Eso no funcionaba y me dije a mí mismo que estaba durmiendo.
Terminé de ducharme, me vestí rápidamente con el uniforme de entrenamiento y recogí mis cosas. Justo antes de salir, eché un último vistazo al móvil. La pantalla seguía sin cambios. Ninguna notificación nueva, ningún mensaje de Valeria. Seguía durmiendo, estaba durmiendo. Apagué la pantalla y guardé el teléfono en mi mochila.
Ya no había vuelta atrás; lo que fuera a pasar, pasaría. Ahora, tenía que concentrarme en el campo.
Pero...
Podía darle un pequeño empujoncito.
Bajé a la recepción y me encontré con Flor. Le di los buenos días y una sonrisa que derretía a todas las mujeres. Juraría que hasta la oí suspirar.
—Podrías hacerme otro favor...
Me encargué de que a las 8 de la mañana Valeria recibiera un gran ramo de rosas y un café de buenos días.
Flor me miró con curiosidad, levantando una ceja mientras sacaba un pequeño bloc de notas.
—¿Rosas y café, eh? —preguntó, con una sonrisa cómplice.
Asentí, sintiendo una mezcla de nervios y emoción al imaginar la reacción de Valeria. Flor tomó nota con rapidez.
—¿Algún mensaje para acompañar las flores? —me tendió sus posits y un bolígrafo.
Me quedé pensativo por un momento. No quería parecer desesperado, pero tampoco indiferente, ni mucho menos intenso. Opté por algo simple.
"Para que empieces el día con una sonrisa".
Me despedí de ella y salí hacia el campo de entrenamiento, sintiendo un ligero alivio. Quizá no había leído mi mensaje aún, pero cuando se despertara, al menos sabría que estaba en mis pensamientos. Ahora solo quedaba esperar. Y, mientras tanto, dejarlo todo en el campo.
Llegué con las justas al entrenamiento. No recibí ni un regañó por parte del míster, pero mi sonrisa era muy notoria y no pasó desapercibida por las burlas de mis amigos.
Después de entrenar me invadieron las preguntas de mis mejores amigos, Fermín y Mau. No dude en contarles lo mucho que había pasado en unas horas y de que seguramente ya tenían varios mensajes de Valeria, los cuales estaban en mi móvil, el cual estaba en lo más profundo de mi locker.
—Fuiste un poco intenso, hermano —dijo Mau, refiriéndose a lo de las rosas y el café.
Pero no era algo intenso, solo era un pequeño detalle.
Si quisiera ser intenso, le hubiese mandado miles de rosas y un carro de café que la estuviera persiguiendo.
Me encogí de hombros, sin tomarle mucha importancia a las palabras de Mau, y seguimos el camino para ir al comedor. Hablamos un poco de fútbol, analizando los entrenamientos y hablando acerca de los próximos partidos, dejando atrás el tema de Valeria. Pero, a decir verdad, mi boca podría estar hablando de fútbol y una parte de mi mente seguía preguntándose si Valeria ya había visto mi mensaje, o si las flores y el café habían causado alguna reacción en ella, si había sonreído y suspirado al leer mi nota.
Al llegar al comedor, el aroma a comida recién hecha me hizo recordar lo hambriento que estaba. El estómago me rugió y no tardé en sentarme en mi lugar correspondiente, listo para devorar el gran plato de pasta que tenía delante. La bulla de mis compañeros estaba presente mientras enredaba el tenedor en la pasta. Estaba a punto de tomar el primer bocado cuando noté un cambio en la atmósfera. La bulla de mis compañeros se desvaneció de repente, como si alguien les hubiera puesto mute. Alcé la mirada, desconcertado, y me di cuenta de que todos estaban mirándome a mí. ¿Tenía algo en la cara? ¿Había dicho algo sin darme cuenta? ¿Por qué me miraban como si quisieran gritarme algo?
Entre tantas preguntas sentí un golpe en la espinilla.
—¿Qué te pasa, bro? Me dolió.
Sobre mi pierna, mirando con molestia a Fermin, ¿por qué me pateó?
—Mírala —dijo en voz baja Fermin, señalando discretamente hacia la entrada del comedor.
Siguiendo su mirada, me giré y la vi. Todo pasó en cámara lenta. Valeria estaba ahí, de pie junto a un hombre que reconocí de inmediato como mi suegro, digo su padre. ¿Qué hacían aquí?
Mi corazón dio un vuelco al verla. Estaba impresionante, como siempre, con una elegancia natural que me dejaba sin palabras. Aun desde la distancia, podía notar lo bien que le quedaba la ropa que llevaba. No podía apartar los ojos de ella.
Estaban hablando con el míster y algunos miembros del staff, y de repente, Christopher miró hacia la mesa donde me encontraba. Sus ojos celestes me miraron y me dio un saludo como si fuera el capitán de un barco.
Su presencia me hizo acordar cuando tuvimos una charla en la fiesta de cumpleaños de su hija, cómo intentaba hablar español y cómo me hizo prometer que cuidaría a su hija... ¿Cumplí aquella promesa?
Mi mente no tardó en hacer miles de preguntas y la más importante: ¿Ellos se habían reconciliado? Estaban juntos y Valeria lo miraba como si fuera su superhéroe. Para nada tenía esa mirada que tuvo a los 17 cuando lloraba por él, ni mucho menos esa mirada que tuvo a los 18 cuando quería matarlo.
Me había perdido esa parte de su vida y quería que me contara todo.
Salí de mis pensamientos cuando Cristopher alzó la voz, interrumpiendo mis pensamientos.
—Buenas tardes a todos. Quisiera presentarles a mi hija, Valeria Blair. Ella y yo seremos los encargados de asegurar que tengan una estancia agradable en nuestro hotel. Les pido disculpas por no haber podido hacerlo ayer debido a unos pequeños contratiempos. Si tienen alguna duda o necesitan algo, no duden en hablar conmigo o con Valeria.
Ya tenía bastantes excusas para llamarla. Joder; se me ocurrían tantas mentiras.
Mi corazón latía con fuerza mientras escuchaba cada palabra que Christopher seguía diciendo, pero lo único en lo que podía concentrarme era en Valeria. Había algo en su mirada, una mezcla de profesionalismo y calidez, que me dejaba hipnotizado. No podía dejar de pensar en lo hermosa que era, en cómo cada gesto suyo parecía calculado para hacerme perder el aliento. Mientras el resto asentía ante las palabras de mi suegro, yo solo podía seguir mirándola a ella, deseando que también estuviera pensando en mí. Deseando que me viera.
Y entonces, como si un genio hubiese cumplido mi deseo, sus ojos se encontraron con los míos. Por un breve instante, el mundo se detuvo. No importaban los demás, ni el entrenamiento, ni siquiera el hambre que sentía. Solo existía ella, mirándome con esa intensidad que solo Valeria podía tener. Dejándome sin palabras, dejándome pensando en ese para siempre que me prometió.
Me sonrió, saludándome. Quería gritar y saltar de la silla, pero mantuve la compostura y le devolví el saludo. Seguí mirándola, hasta que se despidieron de nosotros.
Apenas salieron del comedor, la bulla de mis colegas se hizo presente. Empezaron a vacilarme, coreando el "chaval se nos casa". La mayoría conocía a Valeria, la mayoría sabía que era la chica que me había robado el corazón desde que era niño y el hecho de que todos vieran como nos sonreímos era una invitación a nuestra boda.
—Has creado un lago de toda la baba que has dejado caer —se burló Ferran.
Le di una mala mirada y le enseñé mi dedo de enmedio. Ni siquiera me esforcé en defenderme. Era obvio que me había quedado como un tonto mirándola y todos se habían dado cuenta.
—Creo que lo de las rosas y el café sí funcionó —me susurró Mau para que solo yo escuchara.
—¿Tú crees?
—Con la mirada que te lanzó, ya tienes el pase VIP a su suite —dijo Ferran con una sonrisa amplia.
Solté una risa nerviosa mientras intentaba no dejarme llevar por la emoción y me obligué a no sonrojarme al pensar en Valeria y yo solos en una habitación de hotel. La verdad es que me sentía más ansioso que confiado.
Mau me dio una palmadita en la espalda.
Me concentré en comer, aunque la inquietud seguía en mi mente. Mientras el grupo seguía hablando y bromeando, no podía evitar pensar en cómo había ido todo y qué pasaría a continuación.
Al terminar de comer, y el hecho de que dijeran que ya tenía un pase vip para ir a su habitación me dio una gran idea.
En vez de ir a descansar, fui a la recepción, donde apenas Flor me vio, se cruzó de brazos y dijo:
—¿Y ahora que quieres?
—¿Cómo va todo? —pregunté intentando sonar desinteresado.
—¿Qué quieres, escuincle?
Vale, el sonar desinteresado no había funcionado.
—Solo quería preguntarte si podrías hacerme un pequeño favor —dije, inclinándome ligeramente hacia el mostrador. Mi tono era amigable y encantador—. Necesito el número de habitación de Valeria Rosón. Es algo urgente, y te puedo dar una generosa recompensa.
—Me has metido en problemas con mis jefes y no pienso que por tu culpa me corran.
¿Sus jefes? ¿Christopher?
—Por favor...
—Date la vuelta si no quieres que todo este teatrito lo sepa la prensa.
Joder. Di media vuelta y regresé por donde vine. Me dirigí a la sala de juegos donde estaban mis amigos y pensé en qué hacer para que Flor pudiera ceder.
¿Seducirla? Sospechaba que no le agradaba, pero sí la seducía uno de mis amigos. Eso podría funcionar.
Mire a cada uno de mis amigos, buscando a quien sería adecuado para esta misión. Fermín tenía novia, Ferrán uno que otro ligue, y la mayoría tenía un ligue o novia o esposa, lo que era muchísimo peor porque no me ayudaban en lo absoluto y yo no iba a ser el culpable de romper un matrimonio. Pensé en pedirles ayuda a mis amigos del pueblo, de toda la vida, pero ellos también tenían novia, así que mi única opción era Mau Gonzales.
¿Quién no se resistía a sus encantos?
Me volví hacia Mau, que estaba mirando algo en su móvil.
—Tío, necesito un favor —le dije, tratando de no parecer demasiado ansioso.
—Dime, ¿qué pasa? —respondió él, mirando con curiosidad.
—Quiero intentar averiguar el número de la habitación de Valeria. Sé que puede sonar un poco loco, pero realmente necesito saberlo para... —Empecé a explicar y no pude formular las siguientes palabras. ¿Para qué quería ir a su habitación?
Mau levantó una ceja y sonrió.
—No quiero saber los detalles, chaval.
No era lo que su mente guarra pensaba. Yo no quería ir a su habitación solo para follar, solo quería hablar y bueno, si la oportunidad nace, no me negaría a...
No era solo por la atracción física, aunque eso era una gran parte. Había algo en ella que me atrapaba, algo que me hacía querer estar cerca, querer explorar esa conexión que tuvimos y que seguíamos teniendo. Quería hablar con ella, que me contará de su vida, no solo saber de ella por lo que colgaba en redes. Necesitaba escuchar su voz, que me diga cómo le ha ido en estos años, que me cuente sobre sus nuevas lecturas, que me cuente de las novelas que está escribiendo; quería saber de ella, escucharlo de ella.
Y sí, si la situación se prestaba para algo más, no iba a negarme. No iba a mentir y decir que no había pensado en cómo sería tenerla entre mis brazos, sentir su piel contra la mía, perderme en su mirada mientras la follaba y ella me follaba. Pero no se trataba solo de eso. Quería que ella lo quisiera tanto como yo, que se diera cuenta de que lo que sentíamos no era simplemente un capricho adolescente.
Por eso necesitaba encontrarla, hablar con ella, estar seguro de que estábamos en la misma sintonía. Pero primero, tenía que conseguir ese maldito número de habitación.
—¿Y qué piensas hacer? ¿Seducir a la recepcionista? —bromeó.
—No es una mala idea —dije, y lo miré como un niño—. ¿Podrías seducirla tú? Eres tan guapete y, mira, si quieres, te llevas un polvo. Se ve buena chica y esta como te gustan.
Mau soltó una carcajada, negando.
—Tío eres tan gilipollas.
—¿Eso significa que lo vas a hacer? —pregunté con una pizca de esperanza.
—Eso significa que si quieres el número de esa puta habitación, follate tú a la recepcionista.
—Pero...
Era un claro no.
No podía follarme a otra sabiendo que Val y yo habíamos vuelto a coincidir y que tal vez...
—Sí no quieres, pideselo a otro. Pero a mí no me mires.
—Eres el que está soltero.
—Puede que tenga a alguien...
—¿Quién?
Pasábamos la mayor parte del tiempo juntos y nunca lo había visto ir con una mujer buscando algo serio. La única que había pasado esa armadura era Carla y ella...
¿Acaso también...?
—¿Quieres contarme algo? —le pregunté dispuesto a escucharlo; él me había ayudado tanto que yo le debía el favor.
—Que te follen, Dez.
Me dejó con las palabras en la boca y se fue, claramente fastidiado. No supe si reírme o seguir intentando convencerlo, pero su reacción dejó claro que había alcanzado su límite conmigo por hoy.
Estaba a punto de darme la vuelta y seguir insistiendole a Flor, cuando noté una figura familiar acercándose. Levanté la vista y me encontré cara a cara con el padre de Valeria. Sentí una ola de nervios recorrerme, sabiendo que probablemente había escuchado algo de nuestra conversación. Sin embargo, su expresión era neutral, casi sería.
Se veía diferente, como más maduro.
—Dez, cuanto tiempo —dijo con voz amigable, como lo recordaba.
—Sí, señor —respondí, tratando de sonar lo más respetuoso posible.
—Christopher, hombre. Nada de señor. Tenemos confianza ¿verdad?
Sonreí. Le agradaba a Christopher y eso significaba que no tendría ningún problema si volvía con su hija.
—Claro que sí, Christopher —Iba a preguntarle por su vida, pero exactamente no sabía qué punto tocar.
Y él me ganó; para mi sorpresa y alivio, sacó una tarjeta de su bolsillo. La extendió hacia mí, y por un segundo, no supe qué pensar.
—He escuchado que tienes mucho interés en hablar con mi hija —comentó, con una ligera sonrisa en los labios—. Aquí tienes la llave de su suite. No te preocupes, no me molesta. Sé que solo quieres hablar con ella.
Hablar y otras cosas.
Me quedé congelado por un momento, sin saber cómo reaccionar. Tomé la tarjeta con cuidado, aún asimilando lo que acababa de suceder.
—Gracias, señor... No sé qué decir.
Él asintió.
—Solo te pediré que seas respetuoso, Dez. Confío en que no me darás razones para arrepentirme de esto.
Asentí rápidamente.
—Lo prometo, Christopher. Solo quiero aclarar algunas cosas con Valeria.
—Bien. Entonces te dejaré. Buena suerte, hombrecito.
Con eso, se dio la vuelta y se marchó, dejándome ahí, con la llave de la suite de Valeria en la mano. Mi corazón latía con fuerza mientras trataba de procesar lo que acababa de pasar. No podía creer que su propio padre me hubiera dado acceso a su habitación. Tenía una oportunidad de oro frente a mí y no pensaba desaprovecharla.
Aún tenía tiempo antes de mis deberes profesionales, así que me dirigí a la recepción y fui hacia Flor.
Le sonreí victorioso y le enseñé la tarjeta.
—¿Cómo la conseguiste? —preguntó.
—Tengo mis encantos.
Mi suegro me ama.
Fui al ascensor e inserté la tarjeta en el lector, lo cual me llevó al piso donde se encontraba Val. Era el último.
Pensé en tanto, ¿en qué le diría? ¿Cómo sería su rostro al verme?
Las puertas de la suite se abrieron sacándome de mis preguntas y, sin pensarlo demasiado, atraído por una mezcla de curiosidad y una inquietante necesidad de hablar con ella, entré.
El aire estaba cargado con el aroma a café. A medida que avanzaba noté lo pulcro que estaba todo; no me sorprendía; a diferencia de mí, Val doblaba hasta sus calcetines antes de irse a dormir.
En la mesa había un montón de tazas de café, algo habitual en ella. El café era su batería del día a día.
Miré a todos lados y mi atención se centró en Valeria, que estaba en el sofá, sumida en su escritura. Llevaba unas gafas y el pelo revuelto y sujeto en un moño mal hecho. Mi mirada fue bajando y llevaba una playera blanca que dejaba al descubierto su ombligo. Seguí bajando y tragué saliva al ver que estaba solo en bragas.
Volví a mirar a mi alrededor, para quitar de mi mente las miles de maneras de quitar esas braguitas negras. Todo estaba en orden y me sentí como un intruso en su santuario creativo.
—Hola —dije, tratando de sonar casual, pero mi voz sonó más fuerte de lo que había esperado.
En el instante en que Valeria escuchó mi saludo, su reacción fue instantánea. Se sobresaltó y gritó del susto, levantándose del sofá con una velocidad que me sorprendió. La expresión de su rostro, entre la sorpresa y la vergüenza, hizo que me sintiera aún más fuera de lugar.
—¡¿Qué haces aquí?! —exclamó, tratando de cubrirse con una manta que había cerca, mientras su rostro se enrojecía visiblemente.
—Quería verte.
—Joder, podrías haber llamado —dijo roja de la vergüenza o de la furia o una mezcla de las dos.
La podría haber llamado, pero tenía la sospecha de que no iba a contestarme.
—¡Estás loco! —gritó y me tiró lo primero que encontró. Un cojín.
Me dio una última mirada enojona (también extrañaba esa mirada) y a grandes zancadas se fue alejando. Lo más sensato era darle un poco de espacio, pero ya me encontraba siguiéndola y entrando a su habitación, que al igual del resto de la suite estaba en perfecto orden.
Vi las rosas que compré para ella en un jarrón junto a su mesita de noche. Sonreí por ello, al menos sabía que vería las rosas al despertar y se acordaría de mí.
—¿Por qué me sigues? —preguntó poniéndose unos shorts de lino—. Joder, Pablo, eres tan...
—¿Tan irresistible? —pregunté y dejé de verla para inspeccionar su habitación. Le estaba dando la espalda y estaba 100% seguro de que había rodado los ojos.
Me fijé en que tenía una pila de libros, y unas fotos en donde podía reconocer a Carla.
¿Qué habrá sido de ella?
Si Valeria me daba migajas, Carla me dejó en ayunas.
—Pablo, estás invadiendo mi espacio personal —Escuché su voz detrás de mí y dejé de ver las fotos para voltear a verla—. Por favor, vete.
No podía estar diciéndolo en serio. La conocía y sabía el jueguito que quería.
—Vine a por ti.
—¿Por mí?
—Una cita, tú y yo. Esta noche.
—Me vuelves loca.
Loca de amor.
—Vete —dijo, pasando sus manos por su cabello—. Vete.
Esta vez me señaló con su mano y luego señaló la salida. Lo suficiente para ver el brillo en su dedo; llevaba un anillo. Un puto anillo.
¿Era un anillo de compromiso?
¿Ella se iba a casar?
¿Ella formaría una familia con otro hombre?
Fue un golpe que me dejó sin aliento; la miré, miré su anillo y escuché cómo pedía que me fuera.
—¡Vete, Dez! ¡Lo digo en serio!
Un almohadazo me hizo reaccionar.
—Valeria...
¿Dime que no estás con otro?
—¡Lárgate! ¡No puedes venir y entrar como Juan en su casa! ¡Vete!
Me tiró más almohadas y cojines, todo lo que encontraba a su alrededor, gritando que me fuera y que estaba loco. Me echo hasta sacarme por una puerta y cerrármela en la cara, dejándome en solitario pasadizo y una gran pregunta.
¿Se va a casar?
Esa pregunta no abandonó mi mente y tuve que ir rápidamente por mi móvil y encerrarme en mi habitación. Valeria ni siquiera había leído mi mensaje. Eso me daba más sospechas de que estaba comprometida con otro hombre.
Rápidamente llamé a mi hermana y apenas me contestó, le conté todo.
—¡Te dije que no la presionaras!
—No la presione, yo solo...
—Te metiste a su habitación, ¿qué esperabas? ¿Qué te recibiría con besos y tambores?
Pues un beso no se lo iba a negar.
—Eres intenso.
—Apasional.
—No tienes cura.
—¿Qué hago, Aurora? Se puso furiosa.
—Pedirle disculpas.
—¿Y por lo otro? ¿En verdad se va a casar?
Sabía que mi hermana se seguía hablando con ella; nunca dejaron de hacerlo. Pero Aurora no lo mencionaba para no hacerme daño; pero estaba seguro que si Valeria se iba a casar, Aurora lo debía de saber.
—Dímelo por favor —pedí.
—No puedo decírtelo. Prometí no decir nada de ni uno de los dos y lo cumplo.
—Aurora...
—No lo sé, Dez y si lo supiera, tampoco te lo diría —Un silencio se escuchó al otro lado de la línea—. Habla con ella, pídele perdón. Y métete a su habitación, solo si ella te lo pide.
—Lo haré —dije—. Gracias —Corte la llamada y me aliste para ir al entrenamiento.
Cabe recalcar que mi mente fue un caos, me esforcé más y me quedé un tiempo extra entrenando en solitario para dejar de pensar en Valeria. Pero era imposible.
Una vez duchado, me encontré con el equipo en la cena. No estaba de humor para estar metido en las burlas y conversaciones, así que me mantuve al margen.
Tuve un momento libre después de la cena, pero no tuve el valor para mandarle un mensaje a Valeria. Tuvimos una reunión con el equipo y al terminar nos fuimos a nuestras habitaciones.
Me eche en la cama, pensando en la metida de pata de hace rato.
Sé que me pase de la raya y lo mejor era llamar antes de entrar a su habitación, pero tenía miedo de que no me contestara y actué sin pensar, siempre lo hacía con Valeria y esa vez no fue la excepción. Solo quería recuperar lo que teníamos.
Y con el móvil en la mano decidí enviarle un mensaje a Valeria.
Me:
Perdón
No era mi intención
pasarme de la raya.
Val mi Val:
Escribiendo
Yo no actué de la mejor manera.
Que digamos...
Solo que me tomaste por sorpresa.
Lo siento
Y por lo de la canción...
Pues si.
Se siente como un tiroteo.
Me:
¿Quieres un café
de reconciliación?
🥺
Val mi val:
No dormiré si lo tomo
Pero te lo acepto para mañana:)
Por cierto, suerte en el partido.
Me:
¿Iras?☺️
Val mi Val:
Mi familia tiene un palco
Y sí, iré.
A apoyar al país
Y a mi jugador favorito
Mensaje borrado
Me:
Leí tu mensaje 🫣
Soy tu jugador favorito ¿verdad?
Val mi Val:
Puede, pero también
puede que sea uno de
los chavales de La Masía.
Jugábamos
al fútbol cuando...
Me:
Cuando
éramos novios.
Val mi val:
Exacto.
Fue hace tanto.
Me:
Hablas como
si tuviéramos 50 🥲.
Val mi Val:
El tiempo ha pasado Pablo.
Me:
Y tú sigues igual de hermosa.
Mensaje borrado.
Val mi Val:
Leí tu mensaje 🤭
Me:
No quiero ser intenso 🫠.
Val mi Val:
Me gustaba eso de ti.
Me:
😳😼
Supongo que
te veré mañana
Val mi Val:
Supones bien.
Me:
Te dedicaré un gol.
Y por cierto,
te ves hermosa 😍
https://open.spotify.com/track/1mlGScrDQqHqmhdIqE8MmA?si=P-PFFWIXSIi1-s1tbyihZw&context=spotify%3Atrack%3A1mlGScrDQqHqmhdIqE8MmA
Fíjate en la letra
Xoxo.
¡Hola pequeños champiñones! 💫
¿Cómo vivieron este capítulo? Quería que sintieran la intensidad de Pablo, su amor y su desesperación, especialmente en esos momentos en que actúa sin pensar, dejándose llevar por sus emociones. Sé que para algunos puede parecer demasiado impulsivo, ¡pero así es él! Su relación con Valeria lo consume, y en su cabeza todo vale si eso lo acerca a ella, incluso aunque meta la pata 😅.
¿Qué piensan ustedes?
¿Creen que Pablo hace bien al intentar recuperar lo que tenían, o se está pasando de la raya?
¿Alguna vez han sentido esa necesidad de hacer todo por alguien, incluso arriesgando lo que sea? 🙈
Y cual es la necesidad de Pablo de vender a Mau 🙃🫠😂
¿Cuál fue la parte que más les gusto?
Sé que vamos dos capítulos, pero que opinan de la narración de Pablo?
Si les ha gustado el capítulo, no olviden dejar su estrella ✨. Es una forma súper importante de apoyarme y me motiva a seguir escribiendo. ¡Gracias por estar aquí y por todo su apoyo!
Recuerden que si les gustó como escribo y quieren estar pendientes de la historia. Siganme en wattpad, instagram y tiktok (He subido un video muy bonito sobre este capítulo)
Ig: ancovi12
Tiktok: ancovi12
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