━ trois: golpe bajo
TAKE ME HOME ━ CAPÍTULO III
❛ golpe bajo ❜
5 DE NOVIEMBRE, 1994
UN COMPLETO CAOS.
Esa era la única manera de definir la primera semana de clases.
En primer lugar, después de haber conocido a aquel chico en la enfermería, pasó gran parte del día con Madame Pomfrey para que le diera algunos consejos tras ver que ningún alumno más había intentado hacer trampas para entrar en el Torneo de los Tres Magos. La mujer también la había felicitado tras contarle todo lo sucedido con George y su golpe. Le dijo que había sido muy rápida con el diagnóstico, y que había hecho un buen trabajo eligiendo los antídotos para curarlo. Chloé se sintió nuevamente sorprendida por los halagos que le hicieron ese día, ya que no estaba acostumbrada a recibirlos. Sin embargo, le sorprendió todavía más saber que aquel pelirrojo al que atendió era una pesadilla para los profesores.
En segundo lugar, cuando volvió al carruaje un par de horas antes de la cena, se encontró con una Marie aterrorizada, al borde de un ataque de ansiedad debido a que su nombre ya estaba dentro del cáliz de fuego. La rubia no supo cómo calmar sus nervios y miedos en ese momento, pues al fin y al cabo, se dio cuenta de que no sabía para nada cómo se sentía su amiga ya que ella no tuvo que meter su nombre. Lo único que pudo hacer fue tumbarse a su lado en la cama, abrazándola por la espalda diciéndole que todo iría bien —aún sin estar completamente segura de ello— hasta que la pelirroja se durmió.
En último lugar, lo que finalmente ocurrió aquella noche fue completamente inesperado para todos los estudiantes y profesores de todos los colegios. El primer campeón, representante de Durmstrang, fue Viktor Krum; para la felicidad y el alivio de Chloé, y sobre todo de Marie, la segunda campeona, representante de Beauxbatons, fue Fleur Delacour; el tercer y supuestamente último campeón, representante de Hogwarts, fue Cedric Diggory. No obstante, cuando todos pensaron que el cáliz ya había concluido su trabajo, expulsó un cuarto nombre que dejó a todo el mundo completamente desconcertado: Harry Potter.
Los siguientes días fueron bastante normales, dentro de lo que podía caber. Chloé pensó que se le haría mucho más difícil hacerse a la nueva rutina, pero se equivocó. Dar las clases en el carruaje no era mucho más diferente que darlas en el palacio, incluso le resultaba más cómodo ya que tenían todas las aulas mucho más cerca. Por otro lado, el castillo de Hogwarts parecía más bien un laberinto. A la rubia le encantaba todo de él, pero la Gran Escalera la irritaba. ¿Por qué tenía que moverse? Si ya le costó encontrar la biblioteca la primera vez que fue, la segunda le resultó todavía más difícil puesto que le llevó a un pasillo diferente, haciendo que recorriera casi el castillo entero.
Ya te acostumbrarás, te queda todo un curso entero por delante.
La mañana del miércoles pasó de una manera tan lenta que parecía no acabar. Historia de la Magia era interesante, pero no era precisamente la asignatura más dinámica y entretenida de todas, y el hecho de tener clase doble no ayudaba en absoluto. Chloé pasó las dos horas tomando nota de todo lo que el profesor decía, tratando de no dejar ningún detalle sin apuntar. Había empezado un tema que desconocía por completo: La huelga de las Gárgolas de 1911.
Al final de la clase, apenas podía mover su muñeca y sus dedos por toda la tensión acumulada en ellos. Se lo comentó a Marie mientras entraban en su habitación para dejar su material antes de ir a comer.
—¿Acaso te extraña? No has parado de escribir en un solo momento. ¡Seguro que has escrito todo lo que el profesor ha dicho palabra por palabra! —dijo la pelirroja entre risas.
—Eso no es verdad.
—Casi todo —se corrigió, sin recibir ninguna respuesta por parte de la rubia. Abrió la boca después de tomar su silencio como un «sí». Sabía que no le gustaba dejarse ni un detalle sin apuntar, pero aquello era demasiado, teniendo en cuenta que ella apenas había prestado atención por lo aburrida que le resultaba—. ¿En serio? ¿Me dejas los apuntes?
—Está bien, pero necesito que vayamos a la biblioteca.
—¡¿Otra vez?! —exclamó.
—Por favor —le pidió poniendo ojos de cachorrito—. Te prometo que no volveremos en lo que queda de semana. Tengo que acabar los deberes que no pude terminar ayer.
—Vale —accedió la pelirroja—, que sepas que lo hago porque me importa tu futuro y porque soy una muy buena amiga.
Pocos minutos después, entraron en el Gran Comedor. No se dieron demasiada prisa en pasar ya que de lejos podían ver que los alumnos se aglomeraban en la entrada, aunque el montón de gente no tardó mucho en desaparecer. La mesa de Ravenclaw estaba casi llena y supieron inmediatamente que les costaría encontrar un hueco donde sentarse juntas, pero siguieron caminando hacia delante para probar suerte.
Mientras cruzaban el pasillo formado por la mesa de las águilas y de los leones, la rubia pudo divisar una mirada en su dirección desde la otra punta de la mesa. Según se fue acercando, pudo distinguir tres cabezas de cabellos pelirrojos. Dos de ellas estaban giradas hacia el otro lado, por lo que no le pudo ver la cara a esa persona; sin embargo, la otra no apartaba la vista de ella.
Finalmente, pudo ver los ojos azules que provenían de un chico de la mesa de Gryffindor. Realmente no sabía por qué la miraba de esa forma, hasta que en el momento que se produjo el contacto visual y supo de quién se trataba. Era aquel chico que conoció unos días atrás en la enfermería, George Weasley.
No lo había vuelto a ver desde entonces. No habían coincidido a la hora del desayuno, donde normalmente había menos gente, ni tampoco se había acordado de ver si él se encontraba en la mesa de Gryffindor durante la comida o la cena.
El chico puso su espalda recta al verla pasar por delante de él. Ella sonrió a modo de saludo y él se lo devolvió con un movimiento de cabeza.
Marie no se dio cuenta de lo que había pasado ya que seguía buscando un sitio para sentarse, y finalmente encontró uno justo en frente de donde George estaba comiendo, sin embargo, no llegaría a verlo porque se daban la espalda mutuamente.
Se sentaron frente a varios de sus compañeros de Beauxbatons. Le alegraba no escuchar tantas quejas sobre absolutamente todo, por lo que empezó a estar mucho más cómoda con ellos a la hora de comer, cuando todos los estudiantes de todos los colegios se reunían; aunque ellos no entendiesen lo que murmuraban pues hablaban en francés, Chloé no podía aguantar el hecho de que los criticaran delante de sus narices sin que ellos lo supieran.
Tras llenar su plato con un trozo de costilla y un poco de ensalada, se dispuso a comer.
Mientras tanto, a escasos cuatro metros detrás de ella, George apartaba los guisantes de su comida como distracción. Sentía que sus orejas ardían, y no por el hecho de haber visto a la rubia, sino porque no les había dado ningún detalle de lo que pasó en la enfermería a Fred o Lee. Por no añadir que ahora cabía la posibilidad de que este último y Ron, que estaba sentado frente a ellos y al lado de su amigo, se hubieran percatado de lo que acababa de ocurrir; rezaba a Merlín para que no dijeran una sola palabra. Fred miraba justo al otro lado cuando ella pasó, por lo que dio por hecho que no había visto nada.
—¿Qué acaba de pasar? —soltó Lee. George intentaba evitar su mirada.
Genial.
—¿De qué hablas? —preguntó Fred algo confuso.
—Eso —dijo Ron—. Yo no he visto nada.
—¿Es que alguna vez te enteras de algo? —atacó el mayor de los gemelos. Ron resopló y dejó de prestar atención a la conversación para hablar con Dean Thomas y Seamus Finnigan.
—De que una chica de Beauxbatons acaba de saludar a tu hermano, y él a ella —explicó Lee en un tono algo elevado por su sorpresa.
—¿Quieres hacer el favor de bajar la voz? —pidió George casi susurrando, aunque podían notar su irritación—. ¡Puede oírte!
—¿Qué chica? —dijo el menor, recibiendo como respuesta un movimiento de cabeza de Lee, que le indicaba que estaba sentada tras los gemelos. Fred no dudó en girar su cabeza sin disimulo alguno para verla. Se encontró con la imagen de una rubia y una pelirroja hablando, sin embargo, no supo a cuál de las dos se refería. George sacudió su brazo para hacerlo girar de nuevo—. Veo a dos chicas muy guapas. ¿Cuál de las dos le ha saludado?
—La rubia. ¿Por qué te ha saludado la rubia? —Lee seguía buscando respuestas, y Fred aprovechó que se había girado hacia un lado para mirarla de nuevo de reojo.
George resopló.
—¿Recordáis que os dije que la ayudante de Pomfrey fue la que me atendió en la enfermería? —todos los chicos asintieron—. Bueno, es ella.
—¡¿Qué?! —gritó Fred, ganándose un codazo por parte de su hermano. Repitió la misma expresión susurrando.
—¿Por qué no nos habías dicho nada?
—Porque te conozco lo suficientemente bien como para saber que irías a molestarla en cuanto te lo dijera.
—Es cierto, lo haría, pero solo para que me presente a su amiga —coincidió el mayor de los gemelos. Una sonrisa ladina se dibujó en su rostro mientras escuchaba hablar a las dos chicas—. O sea que la francesita es la ayudante de Pomfrey.
George asintió. Por algún motivo, le sorprendió que la llamase así. Imitó a Fred y las escuchó conversar con un marcado acento francés sin entender una sola palabra de lo que decían. Sabía que era extranjera, de lo contrario iría a clase con él, pero mientras estuvo con ella no llegó a pensar en que lo era, pues su manera de hablar era tan convincente que podía hacerse pasar por una persona británica sin problema alguno.
—¡¿Nos vas a dejar así?! —exclamó Lee—. ¡Queremos detalles!
—No hay nada más que contar, en serio.
Fred puso los ojos en blanco y miró a su gemelo con decepción.
—Sinceramente, no me lo creo —dijo Fred—. ¿Te acaba de saludar y pretendes que piense que no hablasteis? Ni de coña.
—¡Cierra el pico! —bufó George.
Todos se callaron y el pelirrojo pudo volver a comer tranquilamente, con su vista clavada en su plato para evitar que volvieran a sacar el tema. No obstante, la tranquilidad no duró demasiado ya que su gemelo y su amigo lo presionaban tanto con la mirada que creyó que sus ojos empezarían a hablar en cualquier momento.
—Estáis haciendo una montaña de un grano de arena —expresó, pero nada parecía convencer a los dos chicos—. Ya os dije que estuve más rato en la enfermería porque me hice una lesión al caer y ella me tuvo que curar. ¿No es suficiente para vosotros?
—No —respondió su gemelo—. ¿Por qué no te curó Pomfrey? Ella es la encargada, y que yo sepa, no había nadie más a parte de nosotros y ellas cuando fuimos a la enfermería.
—Porque no estaba —contestó entre dientes—. Sprout la llamó para que fuera al invernadero y...
—¡Estaban solos! —celebró Fred elevando una mano para chocar los cinco con Lee—. Sabía que te estabas dejando algo importante.
—Es que no es importante. No pasó nada, solamente hablamos.
—¡Vaya, con que sí hablaste con ella!
George apretó los dientes.
—Dime que al menos no fuiste un idiota y que usaste tus encantos Weasley —le rogó Fred.
—¡Fred, por Merlín, no la conozco de nada! —se excusó, mas nada hacía que el mencionado cambiara de idea—. No voy a utilizarlos con alguien que acabo de conocer y con la que seguramente no volveré a hablar. Solo fui agradable con ella e intenté mantener una conversación para no hacer el ambiente incómodo, ya sabes lo poco que me gustan —explicó—. Déjalo estar, ¿vale?
Su gemelo entrecerró los ojos.
—Vale, como sigo sin creerte del todo, te haré una última pregunta —insistió—. ¿Ni siquiera lo intentaste?
—¿Presentarme y hacerle alguna que otra pregunta cordial cuenta como usar mis encantos Weasley para ti? —inquirió con desgana, remarcando la palabra «cordial».
—Más o menos.
—Entonces sí lo hice, pero para tu información ella no me dijo su nombre de vuelta y me mandó callar cuando le hice preguntas.
Lee se llevó su mano cerrada a la boca.
—Golpe bajo, amigo mío —dijo entre risas—. Golpe bajo.
Al final, ambos gemelos acabaron riendo. George acabó encontrando la situación graciosa, ya que no se había parado a pensar en que había sido indirectamente rechazado por una desconocida, pese a que no tuviera ninguna intención de usar sus encantos Weasley con ella, tal y como Fred había dicho. Fue todavía más divertido imaginar qué hubiese pasado si fuese su gemelo quien hubiera estado en su lugar y lo embarazoso que habría sido todo, pues se tomaba el ligar con las chicas mucho más en serio que él y afectaría a su orgullo de manera exagerada.
Por suerte, y para el alivio de George, dejaron el tema de lado y los tres olvidaron por completo a la francesa que tanto revuelo había causado en esa mesa sin siquiera darse cuenta.
Ganar una apuesta jamás había perjudicado tanto a Fred y George Weasley.
Llevaban más de dos meses sin poder dormir tranquilos por el suceso de los Mundiales de quidditch. Habían sido estúpidos al apostar todo sus ahorros con Ludo Bagman por ver quién ganaba el partido de Irlanda contra Bulgaria, pero habían sido los justos ganadores y debían tener su dinero de vuelta, y harían todo lo que estaba en sus manos para conseguirlo.
Pasaban gran parte de sus horas escribiendo y mandando cartas para informar a Bagman de lo que había ocurrido, pues todo el dinero que el adulto les había pagado por ganar era nada más y nada menos que oro Leprechaun, es decir, oro de duendes, el cual desapareció poco después de obtenerlo principio creían que se trataba de un error, pero empezaron a sospechar de que eso no había sido una coincidencia.
Habían sido estafados.
No podían perder lo único que podía abrirles las puertas a aquello con lo que llevaban soñando tanto tiempo.
Mantenían las consecuencias de la apuesta como un secreto. Solamente se lo habían contado a Lee, a quien no tenían pensado decirle nada, ya que después de la presentación del Torneo de los Tres Magos de Bagman y Barty Crouch, les contó que el primero de ellos le debía dinero a su padre. Además de saber que no podrían ocultarle algo así a su mejor amigo, pensaron que el señor Jordan podría serles de ayuda para encontrar una solución, pero el chico insistió en que su padre todavía no había conseguido nada a pesar de haber insistido mucho.
Desde entonces, se encontraban más ausentes de lo normal y tenían miedo de ser pillados debido a que su familia desconocía por completo todo lo que había pasado. Sin embargo, nadie descartó que estuvieran tramando alguna broma nuevamente, pues muchas veces se encontraban apartados de la gente, susurrando para que nadie escuchase nada o actuando extraño. Tan extraño que incluso Ron se había percatado de que algo no iba bien. A los dos les desquiciaba tener un hermano tan entrometido.
George miró el reloj de la pared.
—Fred, tengo que irme. Mi clase de Transformaciones empieza en cinco minutos —anunció.
Los gemelos solo habían sacado tres TIMOs cada uno. Ambos habían aprobado Encantamientos y Defensa Contra las Artes Oscuras, pero George había conseguido aprobar Transformaciones, al contrario de Fred, que en su lugar había aprobado Herbología. Aquellas horas que pasaban por separado las dedicaban a escribir diferentes versiones de cartas para Bagman, las cuales corregían —o más bien, George corregía— una vez se juntaban de nuevo. El mayor podía llegar a sonar muy agresivo, casi amenazante, cuando escribía las cartas por su cuenta, y el menor se ocupaba de modificarlas para no meterse en ningún lío en caso de que algún día los pillasen.
—Nos vemos luego.
—En la biblioteca —añadió George—. Dile a Lee que venga también
—¡Venga ya! ¿Es que quieres morir? Vamos a levantar más sospechas si nos ven allí, no hemos pasado más de cinco minutos en ese sitio en seis años.
—La sala común siempre está llena cuando terminan las clases. Pasé el otro día por allí mientras estabais en Herbología y apenas había gente —explicó—. Además, Ron no estará allí porque seguramente Hermione esté con Harry, y ya sabes como se pone cada vez que nos ve escribiendo las cartas.
Fred resopló.
—Bueno, está bien. Todo sea por no soportar sus preguntas —accedió.
George asintió y salió de la sala común.
Después de comer, Chloé y Marie volvieron al carruaje para seguir con sus clases, aunque esta vez tuvieron que separarse tras su clase de Alquimia ya que la rubia tenía clase de Herbología y la pelirroja de Aritmancia.
Tal y como habían quedado, una vez terminaron las clases se dirigieron a la biblioteca a hacer los deberes que tenían pendientes. Por suerte, a Chloé no le mandaron deberes de Herbología aquel día, pero tenía que escribir una redacción de treinta centímetros de pergamino sobre elixires eternos que había dejado a medias el día anterior. Al final, Marie no creyó que sería mala idea pasar toda la tarde en la biblioteca teniendo en cuenta que, en su caso, sí la habían llenado hasta arriba de deberes en clase de Aritmancia, de los cuales venía quejándose en el camino.
—¡No entiendo por qué nos manda tantos deberes! ¡Está loca!
—Bueno, se optimista —dijo Chloé—. Al menos tienes una semana para entregarlos. Además, es tu culpa por haber elegido esa asignatura. ¡Podrías haber elegido una más ligera!
—Ya sabes que estaba confusa entre tres optativas.
—Y qué casualidad, elegiste la misma que LeBlanc —bromeó la rubia, ganándose un golpe en el brazo por parte de su amiga.
—No es verdad.
—Ya, seguro —siguió bromeando en un tono más bajo, pues justo en aquel momento habían entrado en la biblioteca.
Marie rodó los ojos, mas no cambió de tema.
—¿Te he dicho ya que se sentó conmigo el primer día?
—Como unas siete veces, pero me alegro por ti —le dijo Chloé con sinceridad—. Creo que va siendo hora de que hables con él, ¿no crees?
—De eso nada.
Fueron directas a una mesa que estaba ocupada por un par de chicos. Dejaron sus bolsas encima de la mesa y sacaron sus pergaminos, libros, plumas y botes de tinta para poder escribir, y sin más dilación empezaron a hacer sus tareas para poder acabar cuanto antes.
Los dos chicos no tardaron en darse cuenta de la presencia de las chicas, las cuales ni siquiera les habían mirado a la cara al llegar. Fred y Lee se miraron al darse cuenta de quienes eran. Al principio sólo les había sorprendido el hecho de que dos chicas de Beauxbatons se hubieran sentado en una mesa con ellos, pero si no fuese porque el pelirrojo se había fijado muy bien en la cara de la pelirroja, jamás se hubiese percatado de que era la misma chica de la que habían estado hablando a la hora de comer.
Fred cogió uno de los pergaminos que había usado y le dio la vuelta para escribir en la parte que estaba en blanco.
«Voy a hablar con ellas»
Los ojos de Lee se abrieron de par en par al leer la nota que su amigo le había pasado y lo paró antes de que pudiera hacer nada.
—¿Estás loco? ¡Nos va a matar!
—¿Y qué? —contestó Fred—. Tarde o temprano lo haremos, y es mejor hacerlo ahora que él no está. Además, su amiga es muy guapa y me gustaría hablar con ella. Aquí él no está involucrado, ¿verdad? Las tenemos aquí mismo, es ahora o nunca.
Lee se encogió de hombros y rodó los ojos. Sabía que no había nada que hacer cuando a Fred se le metía algo en la cabeza.
No era su intención hacerlo, pero lo que los chicos no sabían era que Chloé estaba escuchando toda la conversación, o más bien, que entendía todo lo que estaban diciendo.
¿Es que acaso estaban hablando de ellas? No había ninguna chica más cerca de los dos chicos y le intrigaba saber a quién se refería con su amiga.
Cuando levantó la vista para ver quiénes estaban hablando, no pudo evitar asombrarse. George estaba sentado allí. Se le hizo raro que no le hubiese saludado al llegar, teniendo en cuenta que estaban hablando de ellas y que la había visto llegar sin ninguna duda.
—¿Estás escuchando lo que dicen? —le preguntó a Marie en francés. Siempre hablaban en su idioma materno cada vez que querían tener una conversación privada delante de sus compañeros de clase, los cuales no entendían nada de lo que decían; en este caso hicieron justo lo contrario. Hablaron en francés para que los chicos no supieran de qué hablaban. La pelirroja negó con la cabeza, estaba muy concentrada en sus deberes—. Creo que el pelirrojo quiere acercarse a hablar contigo.
—¿Conmigo? ¿Por qué?
—¿Recuerdas que te conté que tuve que curar a un chico cuando Madame Pomfrey me dejó a cargo de la enfermería? —su amiga asintió como respuesta—. Pues es él.
Marie lo miró. Justo en aquel momento el chico también lo hizo y ella le sonrió.
—Es mono, pero no es mi tipo.
Quiso reírse, pero en aquel momento llegó alguien más a la biblioteca en su dirección. Pestañeó un par de veces.
Era George de nuevo.
Eso no era posible.
Miró una vez más al chico que estaba sentado cerca de ella: misma cara cubierta de pecas, mismo cabello pelirrojo, mismos ojos azules. ¿Es que se estaba volviendo loca?
—¡Gemelos! —exclamó Marie susurrando.
La realidad le dio un golpe inesperado. Claro que eran gemelos. ¿En qué demonios estaba pensando?
El joven llegó tan rápido que ni siquiera vio que su hermano y su amigo no estaban solos en aquella mesa. Dejó caer todos sus libros de golpe en la mesa, causando bastante ruido en el acto. La señora Pince, la bibliotecaria, no tardó en llamarle la atención. Tomó asiento justo en frente de Chloé, quien seguía algo impactada. Los miró disimuladamente, y llegó a la conclusión de que aún estando juntos, era difícil distinguirlos. Ahora no estaba completamente segura de quién de los dos era George, aunque todo apuntaba a que se trataba del gemelo que acababa de llegar.
—¿Has escrito algo? —le preguntó George a su hermano.
—Más o menos —contestó—. Iba a hacerlo pero nos hemos distraído.
Lee sacudió la cabeza al oír que Fred lo había incluído. Él se había distraído solo.
—¿Con qué?
—Mira quién está en frente de ti.
El menor de los gemelos quiso que la tierra lo tragara en ese mismo instante. Palideció al ver a la rubia allí con ellos. Ella los miraba de forma divertida, aunque supo disimularlo bastante bien. Saludó a George con un movimiento de cabeza y este cerró los ojos y apretó los labios.
—Íbamos a hablar con ellas más tarde —dijo Fred.
Lee volvió a sacudir la cabeza.
—Le he dicho que es mala idea.
George los miró con expresión seria, casi fulminante.
—¿Fred, podrías disimular un poco por una vez en la vida?
—¿De qué hablas? No nos entienden —miró a la pelirroja una vez más y le guiñó un ojo.
George llevó sus manos a la cara, tratando de ocultarla debido a la situación tan embarazosa que estaba viviendo. No podía creer lo que estaba pasando y lo único que quería era salir corriendo.
—Para tu información, si podemos entender lo que decís —dijo Chloé.
La rubia encontró la imagen que vio a continuación bastante graciosa, pero se mantuvo seria ante ellos: George masajeaba su sien tratando de calmarse, su hermano se quedó boquiabierto y su amigo empezó a reír a carcajadas, ganándose otro toque de atención de la bibliotecaria.
No pasó más de un minuto cuando por fin Fred recapacitó y George recuperó la compostura. La rubia admiraba la falta del sentido del ridículo del primero. Acababa de verse en una situación en la que ella se vería incapaz de salir.
—¿Habéis entendido todo? —preguntó Fred.
—Absolutamente todo —respondieron las dos a la vez.
Mientras George cerraba los ojos deseando que la Tierra le tragara, los otros dos abrían los suyos como platos.
—George, me parece que se te ha olvidado decirnos que era fluida en nuestro idioma —murmuró su amigo tratando de no ser escuchado, aunque las dos chicas pudieron oírle sin problema.
—¡¿Es que acaso te pensabas que le había hablado en francés o algo así?! —musitó.
—Da igual, supongo que así vamos directos al grano. Soy Fred Weasley —se presentó, después señaló a su amigo—, este es Lee Jordan —miró a su gemelo—, y él es mi hermano, George, aunque creo que ya os conocéis.
Después, Fred la miró con una ceja arqueada.
—Sí —respondió ella.
—No —respondió George al mismo tiempo, haciendo que la rubia lo mirase de forma extrañada—. Tú me conoces pero yo a ti no.
—¿Qué quieres decir con eso? Estuvimos hablando.
—No me dijiste tu nombre —dijo con la vista fija en ella y una ligera sonrisa dibujada en su rostro—. Parece que los de Beauxbatons solo tenéis modales con vuestra directora.
—¿Tenía obligación de hacerlo?
George negó con la cabeza.
—No, supongo que no, pero no hubiese estado de más saberlo.
—El hecho de que no te presentaras de vuelta le molesta más de lo que piensa —comentó Lee, ganándose una mirada fulminante de su amigo.
—¿Te quedarás más tranquilo si te lo digo? —inquirió la rubia. George asintió—. Bien, me llamo Chloé, y ella es Marie.
—Vaya, vaya. Nombres bonitos para chicas bonitas —respondió Fred con una arrogante sonrisa en la cara.
Ninguna de las dos contestó.
—¿Por qué todos los chicos son así? —le preguntó Marie en bajo.
—Para serte sincera, creo que estoy bien sin saber la respuesta.
Marie sonrió de manera incómoda mientras que Chloé volvió a concentrarse en sus apuntes para no seguir escuchando como un chico que no conocía les tiraba los tejos muy directamente. Nunca antes había sabido cómo lidiar con ese tipo de situaciones, y ese caso no iba a ser diferente, por lo que hizo lo que siempre hacía: ignorarlo.
—Oye, Marie —la llamó Fred—. ¿Chloe también te ocultó su pequeño encuentro con mi hermano en la enfermería?
—Es Chloé —le corrigió la rubia antes de que su amiga pudiera contestar.
—No, no me lo ocultó —respondió Marie—, pero tampoco me dio ninguna clase de detalles de lo que pasó cuando estuvieron solos. Supuse que no ocurrió nada y que tu hermano era un paciente más.
—Exacto —coincidió su amiga—. ¿Qué tendría que ocultar? Solo hice mi trabajo y ya.
—Gracias —dijo George, aliviado—. ¿Ves como no estaba mintiendo, idiota?
Se sentían presionados.
Sentían que todos los ojos los miraban esperando una explicación que en realidad no existía. No obstante, Marie no le dio demasiada importancia, al contrario que Fred, quien parecía bastante obcecado en sacarles información inexistente con el único resultado de volver el ambiente incómodo.
—¿Qué más da? —le dijo la pelirroja al mayor de los gemelos—. Si dicen que no ha pasado nada significa justo eso: nada.
Chloé y George la miraron y por sus expresiones pudo notar que agradecían sus palabras.
—Está bien, está bien —Fred levantó las manos de forma dramática—. Vosotros ganáis.
Chloé todavía miraba al chico con desconfianza
—Solo por curiosidad, ¿crear situaciones incómodas con desconocidos es algo que haces habitualmente?
—No te haces una idea —masculló George.
—Siempre que tiene la oportunidad —agregó Lee.
—Pues deberías saber que no es una buena manera de acercarse a las personas —criticó Chloé. Marie asentía su cabeza, de acuerdo con lo que decía—. Es más, las acabas repeliendo.
Fred entrecerró sus ojos. Su arrogante sonrisa no desapareció en ningún momento. Decidió no seguir insistiendo, ya que claramente se trataba de una persona que hacía lo que quería y que no hacía caso a los demás.
Miró a George. Su expresión era totalmente diferente a la de su gemelo. Parecía tan incómodo como ella y de acuerdo con lo que le había dicho, pero por alguna razón no fue capaz de llevarle la contraria a su hermano o de darle la razón a ella. No obstante, su mirada lo decía todo.
El pelirrojo murmuró un «lo siento», y ella aceptó sus disculpas apretando sus labios ligeramente, simulando una sonrisa.
Tras aquello, se formó un silencio que duró aproximadamente un par de horas.
Las dos chicas lo aprovecharon para continuar y terminar con sus deberes, mientras que los tres chicos seguían pensando en formas de convencer a Bagman de que les devolviese su dinero sin decir su nombre en alto. Además de eso, Fred no paró de pensar en formas de llegar a juntarse con las francesas, dejando que George hiciese casi todo el trabajo duro y haciendo que les llevase mucho más tiempo del que creían; pero el pelirrojo tenía todo bajo control.
Ya había anochecido y se aproximaba la hora de la cena. Chloé y Marie comenzaron a recoger sus cosas cuando terminaron con su trabajo y se prepararon para ir al carruaje a dejar las cosas antes de dirigirse al Gran Comedor. Cuando empezaron a caminar rumbo a la puerta, se escuchó el sonido de las patas de unas sillas arrastrándose por el suelo. Muchas personas habían empezado a salir de la biblioteca también antes que ellas.
De pronto, cuando esperaban a que las escaleras de piedra se moviesen para poder avanzar, vieron llegar al grupo de chicos con los que habían compartido mesa durante toda la tarde. Uno de los gemelos iba justo por detrás del otro y Lee. Chloé imaginó que era George, ya que le daba la impresión de que seguía algo cohibido y avergonzado después de la pequeña charla. Después de haber interactuado con ambos gemelos, ya no le parecían tan iguales, pero seguían pareciéndole demasiado similares físicamente.
—Hola de nuevo, señoritas —saludó el que iba por delante. Se giraron para no darles la espalda. El que iba por atrás resopló y después se puso al lado de su hermano—. ¿Pasáis todas las tardes en la biblioteca?
—Normalmente sí, ¿por qué? —inquirió la rubia.
—Queríamos proponeros algo —las chicas se miraron confusas, y lo miraron de vuelta para dejarle continuar—. ¿Os gustaría divertiros aunque sea un poco este curso?
—¿Nos estás llamando aburridas? —Marie estaba ofendida.
—Algo así —soltó el pelirrojo sin tapujos—, pero creemos que en el fondo no lo sois tanto.
—No lo estás arreglando —murmuró Chloé.
—Lo que Fred quiere decir es que nos gustaría conoceros más, y que si queréis podríamos olvidarnos de lo que ha pasado hoy y empezar de cero —se adelantó George antes de que el mencionado pudiese decir algo. Chloé celebró internamente haber sabido quién era quién.
Chloé y Marie volvieron a mirarse.
—No estoy segura —confesó la rubia.
—Sí, la verdad es que no habéis empezado con muy buen pie —coincidió la pelirroja—. Además, nosotras seremos aburridas pero al menos estamos centradas y no hacemos un drama con asuntos ajenos.
—Que estemos centrados de una forma diferente a la vuestra no significa que no lo estemos —se defendió.
Chloé fue a contestar, pero justo en ese momento la escalera llegó a donde estaban, y decidió darse la vuelta y empezar a bajarlas sin intención de seguir con aquella conversación.
Sin embargo, los chicos no se dieron por vencidos y bajaron rápidamente para adelantarlas y quedar a tan solo tres escalones de diferencia.
No había escapatoria.
—Con nosotros aprenderíais lo que es la diversión. ¿Conocéis esa palabra? —preguntó Fred con intención de hacerlas rabiar—. Es lo que hacen las personas que no se pasan el día en la biblioteca, y especialmente, es lo que hacen las personas que pasan tiempo con nosotros.
—No creo que sea para tanto.
—Te sorprenderías —le aseguró George.
—Está bien —dijo Marie, ganándose la atención de todos—. Si realmente conseguís sorprendernos a alguna de las dos, aceptaremos vuestra propuesta.
Chloé la miró sorprendida al oírla decir eso. ¿De verdad iba a ceder? ¿De verdad quería juntarse con alguien que era prácticamente todo lo contrario a ellas?
De todas formas, dudaba que los chicos consiguieran sorprenderlas con algo. Tal y como Pomfrey le había dicho unos días atrás, George se dedicaba a hacer bromas a cada alumno que podía y a sacar de quicio a sus profesores. Ahora no dudaba en que su hermano también fuera parte de eso, y tenía la certeza de que él era el cabecilla de todos los planes.
Veía muy difícil que fueran capaces de hacerle cambiar sus prejuicios hacia ellos.
—Trato hecho, señoritas.
—Buena suerte, entonces —dijo Chloé, internamente deseando que no lo consiguieran.
—No la necesitaremos —contestó George—. Creo que deberías guardarla para vosotras.
Los dos se miraron de forma competitiva. Para sorpresa de Chloé, era ahora él quien tenía una molesta sonrisa arrogante plasmada en su cara, dándole a entender que quizás los gemelos no tenían tantas diferencias como ella pensaba y que aquello no sería divertido en absoluto.
Merde.
He aquí un cambio de la trama anterior 👀
¡No olvidéis ⭐+💬 si os ha gustado!
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