━ treize: no estás solo

TAKE ME HOME ━ CAPÍTULO XIII
no estás solo 


24 DE FEBRERO, 1995


DOS DE TRES.

Todos los alumnos y alumnas de Hogwarts, Beauxbatons y Durmstrang madrugaron aquella mañana. Estaban eufóricos por la segunda prueba del Torneo de los Tres Magos que se celebraría en menos de dos horas en el Lago Negro. Nadie podía creer que el tiempo hubiese pasado tan rápido, pues parecía que había sido ayer cuando habían visto a los cuatro jóvenes enfrentándose a aquellos dragones.

Cierta pelirroja se movía entre las cálidas sábanas de su cama tras haber sido despertada por su mejor amiga varios minutos atrás. Marie sabía que si Chloé no la presionaba para levantarse, no sería capaz de hacerlo hasta mucho más tarde. Sin embargo, era demasiado temprano y estaba demasiado cansada.

—¡Levántate, Marie! —exclamó la rubia, con el pelo húmedo y una toalla cubriendo su cuerpo, entre risas mientras le destapaba—. A mí tampoco me apetece salir tan temprano, pero tenemos que irnos.

La chica resopló, malhumorada. Le costó un par de minutos más salir de la cama y levantarse para empezar a prepararse. Mientras Chloé se vestía en la habitación, ella fue al baño y se metió en la ducha para despejarse un poco, después se puso su uniforme para salir a la calle; ni siquiera se molestó en arreglarse —claro está, dentro de lo que cabía en no ir arreglada para Marie—. No estaba de humor para ello.

Se miró en el espejo mientras recogía su pelo y cuando consiguió que estuviera bien sujeto, apoyó sus manos en el lavabo, sin apartar la vista de su reflejo.

No quería ir a ver aquella prueba en la que cuatro personas se jugarían la vida una vez más por nada del mundo. Aquel torneo la aterraba a niveles que no había experimentado nunca, y a pesar de no participar en él, tan solo con pensar cómo debían de sentirse los campeones en ese momento se ponía enferma. La incertidumbre la devoraba por dentro, el no saber a qué clase de criaturas llegarían a enfrentarse aquel día en las profundidades del lago. Si los dragones fueron tan solo el inicio, no quería ni imaginarse qué pasaría en cuestión de minutos para la segunda prueba.

Con tan solo recordar la agonía que sintió después de echar su nombre al cáliz de fuego le entraban ganas de llorar. Por primera vez, temió por su vida. Se sentía demasiado afortunada de no haber salido elegida, pues estando en el lugar de Fleur, no hubiese sido capaz de vivir tranquila ni un solo día durante ese curso. Sin embargo, ver a los cuatro elegidos jugándose la vida tampoco le resultaba plato de buen gusto. Simplemente no podía entender la razón por la que alguien daría la opción a una persona tan joven de enfrentarse a algo tan horrible por dinero y gloria eterna. Le parecía de locos.

Se calmó al pensar en todo lo bueno que había sacado de todo aquello. Si Madame Maxime no hubiese confiado en ella para ser una de las posibles participantes, jamás hubiera tenido la oportunidad de viajar hasta Hogwarts durante un curso entero, de conocer a aquellas personas tan increíbles con las que había creado unos lazos tan especiales, o de haber sido invitada al baile por Jérémy, aunque eso no hubiera acabado especialmente bien.

Con eso en mente, salió del baño y volvió a la habitación, donde Chloé la estaba esperando tras haber hecho su propia cama e incluso la de ella también. Le dio las gracias al verlo, y la rubia le contestó diciendo que así perderían menos tiempo ya que se moría de hambre y quería desayunar lo antes posible.

Acto seguido, salieron de su habitación después de asegurarse de que llevaban todo lo que necesitaban y fueron directas al Gran Comedor. Desayunaron con los chicos en la mesa de Gryffindor, algo que por fin había vuelto a ser una rutina para ellas durante aquel mes después de que Chloé y George hicieran las paces. Era maravilloso volver a verlos juntos, más unidos que nunca. Sabía que su mejor amiga seguía intentando dejar de lado sus sentimientos por el pelirrojo, pero solo viendo la forma en la que se miraban y lo felices que se les veía juntos, le quedaba claro que él también sentía algo por la rubia y que ella estaba fallando completamente en su misión. Los únicos que no se daban cuenta de eso eran ellos mismos.

Giró su cabeza hacia la mesa de Ravenclaw, donde el resto de sus compañeros de Beauxbatons estaban sentados, incluido Jérémy. Estaba más pálido que de costumbre y apenas tocaba su plato. Sus piernas se movían rápidamente bajo la mesa, con cierto nerviosismo. Marie pensó que quizás a él tampoco le gustaba demasiado la idea de ir a ver la prueba, ya que sabía de primera mano que él, al igual que ella, le aterraba el torneo y no quería salir elegido de ninguna forma, pero no sabía con certeza qué le podía ocurrir. Recordó que cuando él la recogió para ir al baile, parecía igual de nervioso o más.

Intentó no darle demasiada importancia, aunque eso era algo muy difícil para ella ya que era una persona muy empática y no le gustaba ver a gente por la que se preocupaba de esa manera. No fue hasta que Fred la distrajo que consiguió sacar al chico de sus pensamientos.

De todas formas, estos no tardarían mucho más en volver a su cabeza.



—Bien, todos los campeones están listos para la segunda prueba, que comenzará cuando suene el silbato —anunció Bagman para todo el público que estaba sentado en las gradas—. Disponen exactamente de una hora para recuperar lo que se les ha quitado. Así que, cuando cuente tres: uno... dos... ¡tres!

Al terminar de contar, los cuatro campeones saltaron al agua entre aplausos y vítores del resto de alumnos y alumnas que los observaban. El corazón de Marie dio un vuelco al ver que todos se habían sumergido, pero disimuló su malestar aplaudiendo al igual que los demás, aunque lo hizo con cierta desgana.

Miró a su alrededor: los estudiantes de Beauxbatons hablaban entre ellos sobre Fleur, y sus amigas estaban cogidas de la mano mientras miraban al lago esperando a que todo le fuese bien; vio a Erik reunido con sus compañeros y compañeras de Durmstrang, todavía animando a Viktor Krum, con quien al parecer mantenía una buena relación; los de Hogwarts animaban tanto a Cedric como a Harry, pues después de la primera prueba se habían dado cuenta de que el último debía estar muy loco como para haber querido inscribirse en aquel maldito torneo. Al acordarse del azabache, buscó a Ron y Hermione entre la gente, ya que debían de estar muy preocupados por él, pero no consiguió encontrarlos por ninguna parte. No estaban allí.

Giró su cabeza para preguntarle a Fred si sabía dónde se encontraban su hermano y su amiga esa mañana, dado que no recordaba haberlos visto a ellos o a Harry durante el desayuno. Sin embargo, antes de que pudiera decir nada, vio a cierto chico francés levantándose de su asiento un par de gradas más arriba por el rabillo del ojo. Cuando fijó su vista en él, vio como este seguía tan pálido como hacía un rato. Pedía permiso para que le dejaran paso y se disculpaba con las personas que se cruzaba por el camino en su misma grada mientras intentaba salir de allí, tirando del cuello de su camisa con un dedo.

Algo no iba bien y sentía la necesidad de ayudarlo de alguna forma, pero a su vez no quería molestarlo.

Sus impulsos le impidieron hacer lo último. Quería asegurarse de que estaba bien.

—Chicos, enseguida vengo —dijo Marie mientras se levantaba.

—¿Va todo bien? —preguntó Chloé. El brazo que George tenía rodeando sus hombros se cayó cuando se incorporó para hablar con ella.

—Sí, no te preocupes. Voy a dar un paseo, aquí no hay mucho que hacer mientras están ahí abajo.

La rubia asintió.

—¿Quieres que vaya contigo?

—No hace falta, gracias —respondió sonriendo. Si iba a hablar con Jérémy, necesitaba hacerlo a solas—. No tardaré mucho en volver. Luego nos vemos.

Dicho eso, giró sobre sus talones y salió de las gradas tan rápido como pudo.

Cuando se quedó sola, se sintió desorientada. El chico podía haber ido a cualquier lado, pero no podía estar muy lejos. No estaba segura de a dónde estaba yendo exactamente. Rodeó las gradas por detrás y caminó hasta llegar a un amplio campo de hierba, bastante rocoso. Echó un vistazo por todo aquel lugar, y de primeras le pareció que estaba completamente vacío, sin ninguna persona rondando por allí. Sin embargo, pudo divisar una silueta a lo lejos.

Se aproximó hasta donde estaba aquel individuo, y en efecto, según la imagen de la persona se fue haciendo más nítida, reconoció a Jérémy sentado encima de una de las rocas. A pesar de estar de espaldas a ella, su ondulado cabello negro era muy fácil de distinguir, además de que el uniforme que llevaba puesto era del mismo colegio que el suyo.

Hola —lo saludó cuando estaba a suficiente distancia para no asustarlo. Él giró su cabeza para ver quién era, y después su cuerpo para verla llegar. Frunció el ceño, lleno de confusión.

¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás viendo la prueba? —le preguntó cuando la chica se acercó a la roca en la que estaba sentado y se puso a su lado, abrazando sus propias rodillas.

Lo mismo digo —contestó Marie, observando el paisaje montañoso que rodeaba los terrenos de Hogwarts. A pesar de haber dejado de nevar hacía semanas, los picos seguían cubiertos de nieve—. Te he visto salir entre la gente y he venido a ver si estabas bien. Sé que a ti tampoco te gusta demasiado ver ese espectáculo, pero no tienes muy buena cara.

—Estoy bien, no te preocupes —dijo mirándola. Los finos mechones rojizos que caían por su frente, contrastando con su pálida piel, se movían ligeramente con el viento. Sintió los ojos de él clavados en su rostro.

El silencio inundó aquel terreno. Solo se escuchaba el sonido del agua del lago en movimiento y murmullos de los jóvenes a lo lejos. Jérémy seguía con su vista fijada en ella, analizando su perfil. No entraba en su cabeza ni una sola razón por la que ella podría mostrar algo de interés por él. No tenía sentido.

—¿Por qué lo haces?

La pregunta la pilló por sorpresa, y giró su cabeza hacia el chico para mirarlo a los ojos.

¿De qué hablas?

Te portas muy bien conmigo, incluso después de aquel día en Hogsmeade —al mencionar lo último, Marie pudo confirmar los pensamientos que tuvo sobre el comportamiento del chico aquel día. Sabía que le estaba ocultando algo, que no había sido del todo sincero con ella o que algo le ocurría—. Lo estropeé todo, lo sé, y lo siento. Creo que las cosas están mejor así y que tú también lo estarás sin mí a tu alrededor. No mereces tener a alguien como yo cerca.

Deja de decir eso. No sé quién te crees que soy, pero desde luego no soy del tipo de personas que deja de hablar con alguien sin dejar las cosas claras. Y tampoco me gusta callarme mis pensamientos, por lo que no voy a negarte que me hiciste sentir muy mal después de ese día. Sin embargo, quiero creer que tenías una razón para comportarte así de repente, y no quiero juzgarte sin saber lo que sucedió.

Lo siento —repitió—. Supe que había hecho algo mal cuando Chloé vino a preguntarme por ti durante la cena. Yo... no pude ser sincero contigo cuando empezamos a preguntar sobre la vida del otro.

Lo sé, mientes bastante mal —bromeó para liberar la tensión, y consiguió que él sonriera por unos segundos, pero rápidamente se desvaneció cuando ella continuó hablando—. Pero sí que es verdad que por un momento creí que había dicho o hecho algo que te hizo incomodar. Si es así, quiero que sepas que lo siento y que no fue mi intención.

¡No! Soy yo quien debe disculparse contigo. Fui yo quien no fue sincero desde un principio y quien empezó a sentirse mal consigo mismo por intentar hacerte creer algo que en realidad no existe —Jérémy corroboró las sospechas de la pelirroja, y sorprendentemente, haber escuchado la verdad dolió más de lo que pensaba—. Por primera vez, creí sentirme preparado para contarle algo de mi vida a alguien, pero a la hora de la verdad no pude. Me asusté por lo que pensarías de mí después de oírlo, y fui tan idiota que en vez de cambiar de tema tal y como me pediste al verme incómodo, decidí seguir adelante con algo que improvisé en el momento.

—¿Y por qué mentirías?

—Me da miedo que la imagen que tuvieras sobre mí cambiase —confesó—. Marie, si me conocieras realmente a mí o a mi familia, no me querrías como amigo.

—Dudo que tu familia me haga cambiar la opinión que tengo sobre ti, te lo digo por experiencia.

—¡No, tú no sabes nada! —espetó el azabache. Apretó sus puños con fuerza y golpeó la piedra sobre la que estaban sentados con el dorso de la mano. Cerró sus ojos e intentó tranquilizarse, pero la pelirroja vio cómo su pulso temblaba—. ¡Todo lo que me rodea es una mierda, y te aseguro que cuando lo sepas no pensarás lo mismo!

Ella abrió la boca para contestar, pero antes de que pudiera decir algo, Jérémy se bajó de la roca de un salto y se alejó no más de tres metros de allí.

Se sentía paralizada. Durante un par de minutos, no pudo levantarse de ahí. No le hacía falta saber la verdad para saber que aquel chico había pasado por algo que lo atormentaba a diario. Desde atrás, ella pudo ver cómo él sacaba las manos de sus bolsillos para frotar su cara y después llevarlas hacia su pelo, y finalmente, abrazarse a sí mismo. Fue entonces cuando Marie se armó de fuerza y se levantó para acercarse al chico de nuevo.

Cuando quedó al lado de él, vio cómo sus ojos verdes brillaban más de lo normal debido a las lágrimas que se empezaban a acumular. Intentó aguantarlas todo lo posible, pero una rebelde se escapó, bajando por toda su mejilla hasta que cayó al suelo. Sabía que estaba intentando no mirarla porque se sentía avergonzado.

Mi madre murió la primavera antes de empezar nuestro primer curso.

—Lo siento, no lo sabía.

—Nadie lo sabe —otra lágrima estaba a punto de caer, pero la limpió rápidamente—. Su pérdida fue un golpe muy duro para todos, especialmente para mi padre. Estaba muy unido a ella y fue, sin duda, la persona que más afectada salió después de aquello. Al menos, lo fue durante los primeros meses.

Su voz empezaba a quebrarse.

—Mi padre empezó a beber todas las noches mientras mi hermana y yo dormíamos, ya sabes, para olvidarse un poco de todo lo que estábamos viviendo —explicó—. Todo se volvió fuera de control con el paso del tiempo, y mi hermana y yo descubrimos lo que le pasaba una de esas noches. Nos quedamos viendo lo que hacía por el hueco de la puerta. Fue la peor decisión que pudimos tomar.

Su voz y manos empezaron a temblar de nuevo, esta vez con más intensidad. Su respiración se volvió más pesada y rápida y sus ojos se cerraron con fuerza.

Marie no sabía qué decir, pero viendo lo vulnerable que parecía en aquel momento, sentía la necesidad de hacer algo. Estiró su brazo y agarró su mano, en la cual notó una profunda cicatriz que no se había fijado que tenía. Cuando la sintió, los ojos de Jérémy se abrieron y se dirigieron directamente a ella, quien sonreía débilmente intentando reconfortarlo.

Pero él estaba a punto de romperse en mil pedazos.

No sigas si no puedes.

Él negó.

—Te debo una explicación y quiero dártela —respondió con una sorprendente firmeza. Marie asintió y esperó unos segundos a que él estuviera preparado para continuar—. A partir de ese momento, dejó de beber tan sólo por las noches. Empezó a hacerlo también por el día y con nosotros delante. Yo no entendía qué le pasaba o por qué se comportaba así porque era demasiado joven, pero mi hermana sí.

» Un día ella intentó quitarle el alcohol a escondidas, y por desgracia, él la vio. Recuerdo escuchar golpes y gritos desde mi habitación; todavía los escucho en mi cabeza a diario —sacudió su cabeza ligeramente, intentando alejar aquellos sonidos que habían vuelto a su cabeza tras mencionarlos—. Bajé las escaleras corriendo y lo primero que vi fue a mi hermana retorciéndose de dolor en el suelo y a mi padre con una de las botellas que ella le había quitado en la mano, dispuesto a golpearla. Le supliqué que parase antes de que le hiciera algo, pero entonces centró toda su ira en mí y, bueno, ya sabes qué pudo haber pasado. ¿Recuerdas el primer día en Beauxbatons? Llevaba una venda en el brazo y alguna que otra herida en la cara.

—Sí —respondió Marie de forma casi inaudible—. Me acuerdo.

Tenía un nudo en la garganta. Había imaginado que aquellos golpes que siempre le habían llamado la atención al principio de cada curso serían por cualquier cosa, pero desde luego no por algo así. Jamás le hubiese entrado en la cabeza la idea de que algún adulto podía haberle hecho todo aquello, especialmente alguien tan cercano a él como su padre.

Eran por eso. Intenté frenar el golpe, pero obviamente no lo conseguí. El impacto rompió mi brazo y la botella; pasé varios días en el hospital ya que el cristal se clavó en varias zonas de mi cuerpo, y también estuve inconsciente durante un par de días porque no paró de golpearme después —llevó su vista rápidamente hacia la mano que Marie tenía sujeta, fijándose de nuevo en la cicatriz que previamente había notado—. Cuando me desperté mi padre estaba allí. Lloraba y me pedía disculpas sin parar cuando estábamos solos. Yo no entendía muy bien por qué lo hacía, pero le creí y lo perdoné. ¿Cómo no iba a hacerlo?

Jérémy soltó una risa sarcástica, lo que le dio a entender que ese no era el fin de la historia. Miró al paisaje que los rodeaba una vez más. Mirarla a la cara mientras le contaba todo le estaba resultando de lo más difícil.

Supongo que ahora pensarás que fui un idiota por haberlo hecho, pero tenía doce años. No era consciente de lo que estaba pasando, y desde luego tampoco era consciente de que él volvería a repetirlo durante los siguientes veranos tras volver a casa —continuó—. Lo único bueno que saqué de todo aquello fue que no volvió a tocar a mi hermana.

—¿El Ministerio no hizo nada con él?

El chico negó con la cabeza.

No han hecho nada hasta este año. Mi padre siempre mintió al servicio médico para que no sospecharan de él en ningún momento. Era verdad que se arrepentía de lo que hacía, pero no hacía nada por cambiar su conducta y entraba en un bucle en el que yo era su método de desahogo. Nunca me atreví a hablar en su contra hasta este verano —Marie sintió un gran alivio en su interior al escuchar eso—. Sabía que tenía que ponerle fin a esto, y solo me quedaban unas semanas para cumplir la mayoría de edad. Mandé una carta al Ministerio contándoles todo lo que había ocurrido durante los últimos años y empezaron a investigar mi caso rápidamente.

—¿Y qué pasó?

—Lo encerraron. Me siento increíblemente mal conmigo mismo por haber mandado a mi propio padre a prisión, pero creo es lo mejor que pude hacer. A saber con quién más pagaba su furia mientras yo no estaba. Aún así, me alegra saber que no hará más daño.

—Eso es algo bueno. Supongo que será duro para ti de todos modos —él asintió a modo de respuesta—. ¿Y tu hermana? ¿Está bien?

—Eso creo, no lo sé. Se fue en cuanto tuvo oportunidad de huir y me dejó solo. Hace un par de veranos vino a visitarme y me dijo que vivía en Canadá y que había conseguido trabajo allí —mordió su labio inferior con fuerza y negó con la cabeza. Marie podía ver la decepción en sus ojos—. Empezó una nueva vida sin tenerme en cuenta, y ser consciente de ello fue demasiado para mí. Ella fue quien me animó a jugar a quidditch, que era una de las pocas cosas que me ayudaban a distraerme de todo, pero después de aquello me vi incapaz de continuar.

Marie no sabía qué decir. Estaba completamente impactada con todo aquello. Había tenido que pasar por todo eso él solo, sin nadie que lo ayudara. Según lo que había dicho, todo se había calmado hacía relativamente poco, pero él seguía sin tener a ninguna persona que lo apoyara. Ni siquiera había tenido el apoyo de su hermana, la cual había preferido huir de todo, dejando atrás a su familia. Ella jamás podría entender todo lo que había tenido que pasar, mas el hecho de que abandonara a su hermano sabiendo cuál era la situación en su casa le pareció algo bastante egoísta. Siempre pensó que los hermanos LeBlanc tenían una relación estrecha, pero al parecer estaba muy equivocada.

—Lo siento mucho. Jamás pensé que hubieras pasado por algo así. Me alegra que la situación haya mejorado aunque sea un poco —le dijo la pelirroja—. Ahora lo verdaderamente importante es, ¿cómo estás tú?

—Mis problemas todavía están por tratar. Durante las últimas semanas de verano me llevaron a terapia en el Hospital Mágico de Francia, y la persona que me atendía era un squib con estudios muggles. Todavía están desarrollando este lado de la salud mental en el mundo mágico —le informó—. Me diagnosticó algo llamado depresión y ansiedad social, aunque no entiendo muy bien lo que significa. Lo único que sé es que desde que el primer incidente sucedió, no he vuelto a estar cómodo rodeado de gente; siento que no puedo confiar en nadie, que todos me juzgarán o que todos van a tratar de hacerme daño y no sé cómo reaccionar. Esa es la razón por la que estoy aquí y no viendo la prueba.

» Tú has sido la única persona durante todos estos años en Beauxbatons que ha mostrado interés en mí más allá de mis heridas, y no me he dado cuenta hasta este curso. Siempre has sido amable conmigo, y me alegró mucho que nos pusieran juntos en clase ya que normalmente no me sentía cómodo con el resto.

—¿Te ayudó esa terapia?

—Estoy hablando contigo, ¿verdad? —Marie asintió—. Entonces supongo que sí. Todavía queda mucho por hacer, no es un proceso fácil. No es que pueda tomarme una poción y curarme; nuestra cabeza es algo más complicada de lo que pensamos.

—¿Y gracias a eso me invitaste al baile?

—Sí, no tenía pensado ir hasta que anunciaron que podíamos llevar parejas. Quería probarme a mí mismo que podía ser capaz de volver a llevar una vida como la de las personas de mi edad, y creo que valió la pena. No digo que estar contigo me hiciera olvidar todo, pero sí me ayudó a llevarlo con más facilidad. —Marie sonrió, halagada y satisfecha de haberlo ayudado aunque fuera un poco—. Entonces supe que quería mantenerte cerca, hacerme tú amigo, o... No importa. —El corazón de la pelirroja dio un vuelco. ¿Qué quería decir con eso?—. Por alguna razón tú parecías feliz de estar conmigo y eso me hizo feliz a mí, pero también me asustó. Siempre pareces estar contenta, sin ningún tipo de preocupación a tu alrededor, y yo soy todo lo contrario. Todos te quieren, tus amigos, y tu familia seguro que también; todos. Alguien con tantos problemas y defectos como yo no te conviene, y no quiero que sientas pena por mí. Quiero tenerte en mi vida y, al mismo tiempo, no puedo permitirme entrar en la tuya. ¿Ahora entiendes por qué debería alejarme antes de que sea demasiado tarde?

—No, ahora me das más razones por las que debería quedarme a tu lado. Alguien como tú no merece vivir en soledad, Jérémy. No has tenido suerte en el ámbito familiar, eso es todo. Conozco a una persona que tampoco tuvo esa suerte y se sentía igual que tú, y gracias a la ayuda y compañía de otras personas consiguió salir adelante. No eres ningún monstruo, tan solo eres la víctima de las atrocidades de otra persona —el chico seguía sin atreverse a mirarle a la cara, por lo que decidió moverse y ponerse justo delante de él para que lo hiciera, sin soltar la mano que tenía sujeta. Se armó de valor y continuó: Me gustas.

—Tú a mí también me gustas. Es agradable tener a alguien a quien poder llamar mi amigo.

—No me refiero a eso. Esas cualidades tuyas a las que tú llamas defectos siempre me han llamado la atención. Me parecía sorprendente como alguien tan callado y tímido como tú fuera capaz de agradar a todo el mundo. No conozco una sola persona que haya hablado mal de ti alguna vez y menos aún que crean que seas una mala persona —le dijo, haciéndolo sonreír un poco—. No te voy a mentir, siempre me has parecido un chico precioso por fuera y tenías a mi yo de doce años enamorada hasta las trancas de ti por alguna razón —consiguió hacer reír al chico, causando su propia risa también, pero se puso seria enseguida—. Pero ahora que te conozco mejor y que sé lo valiente y fuerte que has sido durante todos estos años, solo hace que mi respeto y aprecio por ti se haga mucho más fuerte.

El chico la miró sin decir nada durante unos segundos mientras procesaba todo lo que acababa de oír. Marie lo miró esperando una respuesta, pero las palabras no brotaban de su garganta. Lo único que pudo hacer fue soltar el agarre de sus manos y llevarlas a sus hombros para atraerla hacia su cuerpo y abrazarla.

Ella acarició su espalda con suavidad al notar lo tenso que estaba y lo profundo que estaba respirando, intentando contener las lágrimas.

No quiero seguir siendo fuerte y valiente. Quiero que esto acabe, quiero dejar de estar solo y dejar de dañar a todas las personas que intentan acercarse a mí.

No estás solo, Jérémy.

Se separaron lentamente después de varios minutos, sin llegar a soltarse en ningún momento y sin alejarse demasiado. Ambos se miraron fijamente; estaban atrapados y no parecían querer liberarse. Una mirada valía más que mil palabras, tal y como decían, y en aquel momento les quedó más que claro.

Por un segundo, sus ojos se fijaron en los labios de ella, y el corazón de él empezó a latir con rapidez al darse cuenta que ella hizo lo mismo después. Cuando Marie le sonrió por primera vez después de haberle hecho la confesión completa, una ola de paz interna lo sacudió. Seguía sin entender cómo alguien tan perfecto como ella quería seguir al lado de alguien tan miserable como él. Seguía sin entender cómo alguien sería capaz de aceptar problemas ajenos en su pulcra vida por el simple hecho de ayudarlo.

Pero allí estaba ella, aún sabiendo todo lo que había pasado y todo lo que le rodeaba.

Ella no se había marchado como habían hecho todos.

Lo dudó por un segundo, pero no podía esperar más a hacerlo. No sabía lo mucho que necesitaba hacer lo que estaba a punto de ocurrir, y no hacerlo sería cometer un error. Llevó sus manos a las mejillas de la pelirroja y se inclinó hacia abajo para alcanzar sus labios y juntarlos con los suyos de una vez por todas. A Marie le costó unos segundos darse cuenta de lo que estaba pasando, y cuando lo hizo, no dudó en responder con gusto y cerró sus ojos para disfrutar del momento. Las manos de Jérémy bajaron hasta la cintura de ella, donde la sujetó con firmeza, y ella rodeó su cuello con las suyas, poco a poco atrayéndolo más hacia ella.

Era difícil explicar lo felices que ambos se sentían en aquel momento; simplemente lo estaban. Tenían miles de mariposas revoloteando sus cuerpos y fuegos artificiales explotando en sus mentes. Cada movimiento, cada toque, era mucho mejor de lo que jamás hubieran imaginado.

El beso se prolongó más de lo previsto. Se sentían en paz entre los brazos del otro, además de que Jérémy la besaba con una necesidad tan adictiva que la impedía separarse de sus labios. Pararon cuando empezaron a notar la falta de aire y sonrieron sobre los labios del otro.

Seguidamente, unos vítores provenientes de las gradas hicieron que la pareja se separara y mirara en dirección al origen del sonido. Gritaban algo que no lograban entender, pero tras unos instantes consiguieron distinguir el apellido «Diggory», dando por hecho que había sido el primero en volver a la superficie, y por lo tanto, el ganador de la segunda prueba del Torneo de los Tres Magos.

Pero aquello no podía importarles menos en ese momento.

Gracias por confiar lo suficiente en mí como para contarme todo esto.

Gracias a ti, Marie —dijo él, sonrojándose ligeramente debido a la situación tan íntima en la que se encontraban. Él todavía tenía sus manos sobre las caderas de ella, y las de Marie se habían deslizado desde el cuello de él hasta sus mejillas, a las cuales les daba pequeñas caricias con sus pulgares—, por quedarte.

—Como ya te he dicho, no estás solo y no lo estarás si tú no quieres que ocurra. Te aseguro que haré todo lo posible para hacer tu vida un poco mejor. Yo no puedo arreglarte, pero sí puedo ayudarte a reunir todas las piezas necesarias para hacerlo —respondió con una inevitable sonrisa. Nada de eso parecía real, pero poco a poco se daba cuenta de que eso realmente había pasado. Acababa de besar a Jérémy LeBlanc después de varios años tratando de solventar lo que sentía por él—. A partir de ahora puedes quedarte conmigo y con mis amigos también, si quieres. Estoy segura de que estarán dispuestos a ayudarte también.

—¿Eso crees?

—No lo creo, lo sé. ¿Qué me dices?

Las comisuras de los labios del azabache se elevaron y su boca formó una bonita curva. Aquella sonrisa de Jérémy era la más real y sincera que Marie le había visto hasta ese momento.

Me encantaría.

Y sin pensarlo dos veces, los dos volvieron a cortar la distancia entre ellos y se lanzaron a por un segundo beso.

Por primera vez en mucho tiempo, Jérémy sintió que había conseguido a alguien que lo ayudaría a salir de aquella oscuridad en la que había vivido por tantos, a alguien en quien confiar, a alguien que sabía que siempre estaría ahí para él, para sacarle una sonrisa y hacerle reír, e incluso para darle un hombro en el que llorar.

En ese mismo instante, se prometió a sí mismo cuidar de ella en todo momento y no darle razones por las que marcharse. Ahora la vida le había dado a alguien a quien perder, y no podía dejar que eso sucediera.

Ahora no estaba solo.




A lo largo de estos años he visto muchísimas teorías sobre Jérémy, pero la que más se repetía era que en realidad era licántropo. Le veo el sentido por todas las pistas que he dejado hasta ahora, la verdad, aunque no se acercaba demasiado a lo que pasaba en realidad.

Debemos proteger a Jérémy 🥺

¡No olvidéis ⭐+💬 si os ha gustado!


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top