━ cinquante: insistir y persistir

TAKE ME HOME ━ CAPÍTULO L
 insistir y persistir 


10 DE FEBRERO, 1996


TIC. TAC.

El sonido de las manecillas del reloj moviéndose cada segundo se repetía una y otra vez. Sonaban cada vez más fuerte y con más frecuencia en su cabeza. Se agotaba el tiempo y todavía le faltaba mucho para acabar su examen. Miraba la hora continuamente, solo para asegurarse de que todo era producto de su imaginación y de que los minutos no avanzaban más rápido de lo que deberían, pero la voz de su profesora anunciando que habían consumido la mitad del tiempo solo consiguió que se pusiera más nerviosa de lo que ya estaba.

Después miró a su alrededor. En realidad, aquel aula estaba en completo silencio y lo único que se oían eran las plumas de sus compañeros de clase rasgando los pergaminos conforme escribían, no agujas del reloj. Algunos no paraban de escribir en ningún momento, otros parecían repasar todo el temario en sus cabezas, como si estuvieran intentando leer la teoría de los libros en las paredes, y otros pocos habían abandonado sus pupitres poco después de haber escrito su nombre en ellos.

El mundo parecía moverse demasiado rápido y su cerebro demasiado despacio.

Chloé tenía las manos manchadas de tinta y los nudillos rojos de modérselos por no saber qué más escribir. Se había aprendido todo el temario de memoria, y ahora, a la hora de la verdad, su cabeza había decidido traicionarla. Había escrito bastante, pero aún así le quedaban datos que por alguna razón no lograba recordar. Tenía la sensación de que todo lo que había hecho en el examen era repetir lo mismo con distintas palabras para que pareciera que había más contenido del que en realidad había.

Tenía lágrimas cubriéndole los ojos que le impedían leer el siguiente enunciado desde hacía media hora. Pestañeaba constantemente para hacerlas desaparecer y seguir concentrándose en su exámenes, aunque eso ya estaba lejos de ser posible porque su propia voz empezaba a hablar por sí sola dentro de su cabeza.

No lo vas a conseguir.

Volvió a colocar su vista y su mano sobre el papel.

No sirves para nada.

Si tan solo pudiera concentrarse en su propia respiración, podría darse cuenta de que se estaba ahogando. Y no lo hizo hasta que no sintió a su profesora acercándose y vio la necesidad de recuperar la compostura.

Deja de intentarlo.

Bajó su mirada tras encontrarse con los ojos de la maestra, y en el proceso, se quitó limpió rápidamente una lágrima que cayó por su mejilla.

Mademoiselle Bellerose —la llamó la mujer en un tono muy bajo para no molestar a los otros alumnos—. ¿Se encuentra bien?

Al no ser capaz de hablar, se limitó a asentir.

¿Quiere salir al pasillo a tomar el aire?

Sacudió su cabeza rápidamente, sin apartar la vista de su pergamino para no mirarla. Si ya sentía que no podría terminar su examen aunque escribiera sin parar hasta que se acabara el tiempo, salir al pasillo le quitaría todavía más minutos que en ese momento eran algo valioso.

Evitó mirar a la profesora hasta que la mujer puso una mano en el hombro y se inclinó un poco hacia ella, buscándola con los ojos.

Levanta la mano si cambias de opinión, ¿de acuerdo?

—Sí —musitó, siendo eso lo único que pudo salir de su boca.

Chloé sabía perfectamente que no iba a levantar esa mano en ningún momento.

Y efectivamente no lo hizo.

Pasó lo que quedaba de examen forzándose a escribir cosas que, por mucho esfuerzo que hiciera, no conseguía recordar. Su estado solo fue empeorando hasta que el tiempo se agotó y tuvo que entregar el examen. Se quedó hasta el final, sin atreverse a levantarse y entregar el pergamino antes de tiempo y pese a que no había añadido mucho más desde que su profesora se había acercado a ella, por si le venía alguna idea de puro milagro.

Volvió a su habitación en cuanto abandonó el aula para seguir estudiando para los exámenes del día siguiente. Entró directamente al baño para meterse en la ducha, sin saludar a Marie, quien ya estaba allí desde hacía un rato.

Allí encerrada, con el sonido del agua caliente cayendo sobre su cuerpo y sin nadie a su alrededor, dejó escapar todas y cada una de las lágrimas que se había guardado durante todo el examen, sollozando hasta que le empezó a doler la garganta.

Su propia voz en su cabeza intentando derrumbarla, haciéndole recordar todo lo que su familia alguna vez le había dicho con intención de herirla para no seguir adelante con sus ideas, se estaba volviendo más fuerte con el paso de los días. Esa última semana había estado más activa que nunca, especialmente cuando los exámenes daban comienzo, impidiendo que mostrara toda su capacidad y horas de esfuerzo constante en aquellos pergaminos.

Podía perdonarse por tener un mal día.

Tener muchos malos días eran demasiado, y aquello se había repetido todos los días desde el primer examen.

Sentía una ansiedad insoportable antes de empezar, una inquietud silenciosa en el proceso y una desesperación aterradora de que volviera a ocurrir cuando regresaba a su dormitorio y se sentaba en su escritorio para seguir estudiando.

El mal día siempre se repetía.

Y no podía más.

Estaba harta, exhausta, y sobre todo, estaba decepcionada.

Tener muchos malos días dejaba de ser una coincidencia para convertirse en un hecho, en una realidad. Por mucho que se esforzara e insistiera, estaba claro que no estaba dando ningún fruto y que aquel curso solo estaba siendo una clara demostración de que no estaba a la altura. No podía intentarlo más porque era imposible. Estaba dedicando toda su vida a algo que se le estaba quedando grande. Esa realidad la prueba que necesitaba para admitirlo en alto y darles la razón a aquellas voces de una vez por todas.

No era capaz.



George hablaba en serio cuando decía que necesitaba hacer todo lo que fuera por volver a ser el de antes. Estaba harto de sentirse mal y de estar preocupado por el futuro que le esperaba constantemente porque no sabía cómo lidiar con ello, y saber que su padre ya estaba en casa fue el empujón que necesitaba para iniciar el proceso de recuperar su vida.

Había notado que el hecho de que su familia también estuviera constantemente inquieta con todo lo que había pasado en las últimas semanas —y meses— también había influido mucho en su estado de ánimo diario. Por eso mismo, George decidió ponerle un punto final a todo el pesimismo y hacer lo que mejor se le daba: intentar iluminar todo aquello que se apagaba. Se conformaba con dar unos pocos rayos de luz a la vida de sus familiares, aunque fuera solo por su propio bien. Necesitaba traer de vuelta el ambiente cálido, agradable y optimista en el que se había criado, sin quitar importancia a toda aquella situación. Le bastaba con que su familia se recuperara de los días en los que todo se veía negro, sin futuro ni esperanza al creer que su padre podría morir.

George tampoco quería pecar de inocente. Sabía lo que había, y era completamente consciente de que el ataque de la serpiente solo había sido el principio de algo mucho peor. Sin embargo, ahora que él estaba bien, tenía la excusa perfecta para levantar el ánimo a todos, incluido el suyo.

Algo que había aprendido durante todo el curso anterior era que, sin importar cómo se sintiera alguien realmente, si pretendía estar feliz todo el tiempo, al final acababa contagiando algo a las personas que tenía a su alrededor si se lo creían. Nadie sabría si esa felicidad era real o no. Lo importante era que la vieran.

Funcionó durante los primeros días, pero George no se conformaba con pretender. Por eso, cuando llegaron a Hogwarts después de las vacaciones de navidad, Fred y él volvieron más fuertes que nunca, tanto con las bromas como con la fabricación de productos; no tuvieron tanta suerte con la venta después de que Umbridge la prohibiera.

También empezaron a ir a los entrenamientos del equipo de quidditch de Gryffindor, solo para animar al equipo y dar consejos a los nuevos golpeadores que los sustituían. Admitía que le había sentado como una patada en el estómago ver que él no estaba allí y que había alguien que no era él portando su número en el uniforme, pero logró darle la vuelta al fijarse en lo mucho que estaba mejorando Ron y lo increíblemente bien que jugaba Ginny. Y no iba a mentir, los otros suplentes no eran demasiado buenos, por lo que si el equipo perdía a partir de ahora, podría alimentar su ego pensando que no ganaban porque Fred y él no estaban allí.

No esperaba que funcionara tan bien como lo hizo, y esperaba poder acostumbrarse a esa sensación.

Entre unas cosas y otras, los días pasaron volando para el pelirrojo. El día de San Valentín estaba a la vuelta de la esquina, y sinceramente, todas las preocupaciones que George pudo haber tenido para ese día también habían desaparecido por completo. En realidad, habían desaparecido hacía ya varias semanas, cuando vio que Clare y él se estaban empezando a llevar mucho mejor de lo que había pensado.

Había ayudado bastante que Hermione corroborara todo lo que la irlandesa le había comentado aquella tarde en San Mungo. No dudo en aceptar que se uniera al Ejército de Dumbledore en la primera clase después de las vacaciones de navidad, sobre todo sabiendo que Clare iría sola.

Después de aquello, las conversaciones, miradas y risas entre ellos se volvieron mucho más frecuentes hasta darse cuenta de que tener que esperar hasta mediados de febrero para quedar una tarde juntos y conocerse mejor era una tremenda estupidez.

Y aquella estupidez se acabó convirtiendo en escapadas fugaces a los invernaderos después de una fiesta en la sala común de Hufflepuff tras una victoria en el campo de quidditch.

A pesar de todo el coqueteo, George no creyó que se atrevería a hacer nada antes de la fecha en la que habían quedado juntos, pero al parecer un poco de Whisky de Fuego fue suficiente para que ambos se soltaran un poco y se atrevieran a adelantar lo inevitable. No podían esperar mucho más después de más de una hora hablando sin parar sentados en las escaleras que subían a las habitaciones, y aunque no llegaran a entrar en la de la chica, estaban lo suficientemente solos como para que Clare se lanzara y a él ni siquiera le diera tiempo a pensar.

Y había olvidado lo bien que sentaba no pensar en absoluto.

—¿Así bien?

George todavía era bastante inexperto. Había dado su primer beso hacía ya varios años, pero jamás había llegado a hacer nada más allá de eso con nadie. Por eso mismo, al principio, se preocupó al ver que se excitaba más rápido de lo que quería con un simple roce o beso en cualquier parte que nadie había tocado o besado antes, y Clare le aseguró que era algo normal y que se relajara. Resultó ser verdad, pues su cuerpo pareció empezar a acostumbrarse a su tacto después de semanas repitiendo aquello casi a diario y cada vez le resultaba un poco más fácil poder controlarse.

Sin embargo, si había algo que no quería de todo eso, era que el único que disfrutara fuera él. Cuando se metía en la cama y pensaba en todo lo que había hecho con Clare sin tener ni idea de qué hacer con sus manos —pese a haber tenido una charla con Bill y Charlie sobre cómo hacerlo—, temía haber hecho las cosas mal. Ayudaba bastante saber que la chica tuviera una paciencia increíble con él, dándole consejos o guiándole con sus propias manos, aunque ella aseguraba que la comunicación era muy importante en aquellas situaciones, y que prefería mil veces más a alguien que se preocupara por hacer las cosas bien antes que a un capullo inútil que se creía un dios del sexo ante placer fingido.

—Vas mejorando, eso ya no es mi ombligo —bromeó Clare. El pelirrojo soltó una carcajada, con su mano trabajando debajo de su falda y la otra sobre la mesa en la que ella estaba sentada.

Él podría haber contestado cualquier cosa mientras ella se seguía riendo, pero decidió colocarse bien entre sus piernas y callarla presionando sus labios con los de Clare. La irlandesa no tardó en llevar las manos que jugaban con el pelo del chico hasta el botón y la cremallera de sus pantalones para desabrocharlos. Le sacó la camisa blanca que llevaba por dentro para que no le molestara y no dudó en tocar el bulto que ya se había formado bajo su ropa interior, haciendo que George emitiera un sonido contra su boca que salió desde lo más profundo de su garganta.

La verdad era que no estaba demasiado acostumbrado a que le tocara una mano que no fuera la suya, pero aquella sensación le gustaba más. Mucho más. Sobre todo porque Clare sabía más que bien lo que hacía con él. Y George también empezaba a conocer bien sus preferencias y lenguaje corporal, por eso, cuando escuchó que la respiración de la chica se volvía mucho más profunda mientras ella seguía moviendo su mano a un ritmo dolorosamente placentero entre sus piernas, George introdujo lentamente dos de sus dedos dentro de ella.

—Ya no te ríes, ¿eh? —la provocó, con la voz algo más ronca que de normal sobre sus labios.

—Cierra el pico.

La chica lo agarró de la nuca y profundizó el beso. Aceleró el movimiento de su otra mano sobre él, ejerciendo la presión justa y necesaria para hacer que una sensación de calidez empezara a crecer al sur de su estómago y sus músculos de esa zona se tensaran. George tampoco se detuvo.

Sigue así.

Durante minutos, la tensión seguía incrementando y el calor se extendía por todo cuerpo, desde su centro hasta su cabeza y la punta de todos y cada uno de sus dedos.

No paraba.

No pararon.

Clare gimió contra la mano libre con la que cubrió su boca. En un mal intento de recuperar el aire tras alcanzar el clímax, siguió moviendo su mano sobre George, quien le apretaba y acariciaba los muslos para mantener sus manos ocupadas. Ella sabía que a él tampoco le quedaba mucho, por lo que giró su cara para ser ella quien repartía besos por todo su cuello esa vez.

Y la combinación fue demasiado para George.

Echó su cabeza hacia atrás con sus ojos cerrados y dientes apretados con fuerza, y miles de imágenes borrosas aparecieron en su cabeza en cuestión de segundos cuando llegó al orgasmo.

—Joder, Chl... Clare.

George siguió sin abrir los párpados mientras recuperaba el aliento con su frente apoyada en el hombro de la chica. Poco a poco, se fue calmando y el lugar que lo rodeaba volvía a ser algo físico: las nubes tapando el sol tras los cristales del invernadero, el olor de diferentes plantas cerca de ellos, la debilidad de sus rodillas, la respiración tranquila de Clare y su mano acariciando su pelo.

Sí, definitivamente podría acostumbrarse a eso también.



Llegaron al Gran Comedor por separado. No era que se avergonzaran de estar viéndose ni nada parecido, simplemente sabían que la gente sacaba conclusiones demasiado rápido sobre vidas ajenas y no estaban dispuestos a darle explicaciones a nadie. Quizás más adelante les daría más igual lo que dijeran sus compañeros, pero todavía era muy pronto.

Para cuando George apareció allí, eran pocos los alumnos que no habían llegado. La mayoría ya estaban comiendo, lo cual era normal porque dada la hora, llegaba algo tarde. Se fijó en la mesa de Hufflepuff y vio que Clare no estaba allí, aunque no tardó en recordar que había ido directamente al baño para ganar un poco de tiempo. No sabía si era algo normal o no, pero sentía que todo el mundo le miraba conforme caminaba a la mesa de su casa.

Y era normal que sintiera las miradas. Fred y Lee no disimulaban ni un poco el ataque de risa que les había dado al verlo acercarse a ellos.

—Buenas —los saludó de buenas maneras al sentarse frente a ellos, ignorando las burlas.

—Joder, menuda cara de gilipollas traes —Fred siguió riendo, escondiendo la cara entre las palmas de sus manos.

George también había notado su sonrisa un poco demasiado feliz, pero no se molestó en esconderla. No era algo que llamara la atención en él exactamente.

—¿Qué es eso que huelo, Fred? ¿Puede ser envidia?

—¿Envidia de qué?

—De que tú no puedas follar y yo sí.

—Perdona, no follo porque no quiero —aclaró—. Soy un chico ocupado.

—¿Ocupado o ignorado? —inquirió, con una ceja enarcada y la sonrisa burlona de sus labios haciéndose más grande.

Fred se quedó en silencio unos segundos.

—Iba a decir algo, pero no voy a insultar a mamá.

George y Lee se rieron por el comentario.

—¿Pero entonces ya habéis follado? —quiso saber su amigo.

—No te voy a dar detalles de mi vida sexual.

—¿Desde cuándo eres tan misterioso?

Los gemelos y Lee hablaban de cualquier cosa sin límites ni tapujos, excepto para lo serio. Ahí George había aprendido a callarse algunas cosas que pensaba por miedo a que alguno de los dos se lo tomara a broma, lo cual pasaba muchas veces. Por el resto, jamás habían tenido ningún tipo de problema en compartir detalles y anécdotas privadas de sus vidas, por muy desagradables o escatológicas que pudieran llegar a ser para otras personas. Es decir, no tenía mucho que ocultar teniendo en cuenta que habían hablado de mierda, pajas y fantasías sexuales más veces de lo necesario y habían hecho cosas como medirse lo que tenían entre las piernas para saber quién la tenía más grande. Eso último acabó siendo un tema tabú para ellos, pues lo hicieron cuando tenían doce años y casi acabaron a golpes.

Sin embargo, George no estaba dispuesto a hablar de aquello. No tenía ningún problema en contarles algo suyo, personal, pero no iba a hablar de nada que involucrara a otra persona. No quería meter a Clare en sus conversaciones de niños pequeños cargadas de hormonas ya que no quería cagarla con ella, sobre todo porque la chica le caía muy bien, y aunque no estaba seguro de si llegarían a hacer formal lo que fuera que tuvieran entre ellos en algún momento, no quería faltarle al respeto.

—Vas a tener que buscarte otra cosa con la que tocarte esta noche, Lee, lo siento.

El chico respondió rápidamente lanzándole un trozo de zanahoria cruda a la cara, acompañado por un «gilipollas» y una sonrisa falsa. Acto seguido, decidió ignorar a los gemelos para hablar con Angelina y Alicia, que estaban sentadas al lado.

George empezó a comer antes de que toda la comida se enfriara. Le pidió saber de qué hablaban antes de que él llegara, pero al parecer se les había olvidado después de verle entrar al comedor, por lo que no era nada importante. Fred le dio una patada en la espinilla e hizo un gesto en dirección a la puerta, y por supuesto, no le sorprendió lo más mínimo ver a Clare caminando en dirección a su grupo de amigos. Cruzaron una rápida mirada cuando se sentó, y aunque la chica se estuviera forzando a no mirarlo, el rastro de una sonrisa se quedó marcado en su cara.

La mirada que no dejó de sentir era la de su hermano, que giró su cabeza para mirar a Clare y después a George de nuevo.

—¿Qué?

—¿Piensas estar a dos bandas a partir de ahora?

—¿Qué quieres decirme con eso?

—Sabes perfectamente lo que quiero decirte.

George se quedó callado. Sí que lo sabía. Prefería no decirlo en alto para no darle la razón, pero como Fred conocía a su hermano como a la palma de su mano, decidió ir directo al grano para obligarle a hablar.

—¿Hace cuánto que no hablas con Chloé?

—Pues no sé, hará como un mes desde que me escribió.

—¿Y vas a responderle?

—Claro que sí, Fred, pero está de exámenes. Tenía pensado esperar a que termine para escribirle, no quiero distraerla. Ya sabes lo mal que se pone cuando tiene que estudiar mucho.

Fred asintió lentamente, sin apartar su mirada de la de su hermano hasta el punto de incomodarle.

—Vale —dijo, sin añadir nada más.

—¿Qué pasa?

—Nada, solo pregunto.

—Y yo te lo pregunto de otra manera: ¿por qué me preguntas eso justo después de mirar a Clare?

—Porque se va a pillar en algún momento. Lo sabes, ¿no?

—Solo nos estamos viendo. No es nada serio para ninguno de los dos, ya lo hemos hablado.

—¿Pretendes follar con ella y que no pase nada más entre vosotros? Una cosa es algo casual, pero esto no tiene pinta de que lo vaya a ser.

—Bueno, ¿y qué? —se encogió de hombros—. Todo está por ver. No sé si esto nos va a durar mucho o poco, o si va a llegar a algo más o no. El caso es que no lo estoy pensando y estoy bien. De hecho, estoy muy bien.

—¿Y qué? —repitió, resoplando—. ¿No eres tú el que ha estado un curso entero con la oportunidad de estar con la chica de la que estás, te recuerdo, jodidamente pillado y no lo has hecho porque estás convencido de que no le gustas?

No es solo por eso.

—¿Y no fuisteis vosotros los que me dijisteis que conociera a gente nueva para olvidarme de ella? —le recordó—. ¿No dijisteis que ella no se enfadaría si me liaba con otra? Claro que no se va a enfadar, joder.

Fred rodó los ojos y empezó a reírse.

—Entonces imagino que, como le cuentas todo a Chloé, también le dirás que te está empezando a gustar otra. Porque no se va a enfadar, ¿no?

—¿Eres idiota? ¿Cómo le voy a decir eso?

—¿No le cuentas siempre la verdad? Bueno, excepto decirle que estás enamorado de ella, eso directamente no se lo dices. —George suspiró y asintió—. ¿Por qué no vas a decirle que estás conociendo a una chica? ¿Es que no te gusta Clare?

—No.

—¿No?

—Sí.

—O sea, que te estás pillando.

—¡No lo sé! —exclamó finalmente. Esa era la respuesta más acertada a lo que sentía. Realmente no sabía qué estaba haciendo; de lo único que estaba seguro era de que lo que fuera que estaba haciendo le gustaba, sin pensar en las consecuencias que podría tener. Y tampoco quería pensar en ellas—. Oye, estaba muy bien hasta ahora sin comerme la cabeza por cosas como esta. ¿Por qué te gusta tanto abrir el cajón de mierda cada vez que tienes la oportunidad?

—Me encanta abrir el cajón de mierda para estar seguro de que no vas a cagarla otra vez, porque te conozco demasiado bien —respondió—. Es que no te entiendo. Hacías todo súper complicado con Chloé y esto te lo estás tomando muy a la ligera. No está mal, no me malinterpretes, pero se hace raro.

No es lo mismo.

—¿Por qué coño me impulsaste a hacer esto si ahora te preocupa?

—No estoy preocupado. Si Lee y yo te impulsamos fue porque pensamos que quizás te llevaría a darte cuenta que no haberte declarado cuando tuviste la oportunidad fue un error, pero han pasado semanas y sigues igual. Y para rematar ahora vas a estar con una mientras hablas con otra.

—Ya hemos tenido esta conversación muchas veces, no voy a repetirlo otra vez. Ella me dijo que no, no hay más. Y además, ¿no puedo hablar con mi amiga solo porque me vea con Clare?

Porque no es solo tu amiga para ti, zopenco.

—Nunca te ha llegado a rechazar directamente, ni siquiera le has dejado que se lo piense.

—¿Para que se lo piense y me mande a la mierda de todas formas? No, gracias.

Fred se mordió la lengua.

Quería gritarle y decirle lo equivocado que estaba. Por Godric, llevaba meses deseando agarrarles de las orejas, tanto a George como a Chloé, para arrastrarlos hasta una habitación y encerrarlos en ella para que hablaran y se dejaran de tonterías. Como hacer eso era algo prácticamente imposible dadas las circunstancias —incluso si fuera posible, la última vez que intentó hacerles una encerrona solo consiguió que pasaran un mes sin hablarse, así que probablemente eso tampoco sería tan buena idea—, lo único que le quedaba era hablar con su hermano.

No obstante, Fred tenía dos problemas:

El primero era que le había prometido a Chloé no entrometerse, pero eso era tan fácil como romper su promesa. No lo haría por respeto a su amiga, y también porque había pasado mucho tiempo desde que la rubia le confesó sus sentimientos por su hermano y, aunque no fuera imposible que ya no los tuviera, era probable que ya no sintiera lo mismo. Si había algo que no podía hacer era ilusionar a George de esa manera sin estar completamente seguro a esas alturas.

Lo segundo era que si le decía la verdad a George, se reiría en su cara. Por mucho que lo intentara, no conseguiría que le creyera por nada del mundo. Había perdido la cuenta de las indirectas —algunas bastante directas— insinuando que sus sentimientos eran mutuos, y simplemente las ignoraba. Ahí Fred se declaraba culpable por haber conseguido que no lo tomara en serio la mayoría de veces que hablaban.

—Deja de poner esa cara.

—¿Qué cara?

—¡Me estás mirando como si estuviera diciendo una gilipollez!

La estás diciendo.

—¿Quieres aclararte las ideas de una vez? —continuó hablando—. Fred, tengo que asumirlo. Tengo que pasar página, tú mismo me lo dijiste. Y aunque ahora ya no pienses lo mismo, yo sí que lo hago. Estoy intentando no estar preocupado por algo constantemente y estoy mucho más tranquilo desde que empecé con todo esto. Creo que un amor no correspondido es el menor de mis problemas ahora mismo, y no voy a luchar por algo que ya estaba perdido antes de empezar. No voy a insistir.

Bien, de acuerdo.

—Tú sabrás lo que haces.

Eso es todo lo que pudo decir. Lo único que le quedaba por hacer era intentar que fuera George quien lo viera por sí mismo. La idea que le dio de conocer a gente nueva era algo que se le había ocurrido con el objetivo de que se diera cuenta que no tenía sentido que la dejara ir sin ni siquiera intentarlo.

Y tenía la ligera sensación de que la había cagado con esa idea porque no esperaba que su hermano estuviera dispuesto a dejarla ir de verdad.

—Claro que sé lo que estoy haciendo —dijo George con firmeza—. Me gustaría que confiaras un poco en mí.

—¡Hey! Yo confío en ti.

En lo que sea menos en esto.

—Y también me gustaría que dejaras de mencionar a Chloé cuando no viene al tema. Ni siquiera pienso en ella cuando estoy con Clare, lo cual es bueno, pero no es de mucha ayuda que hables de ella cuando es totalmente ajena a todo esto.

¿Lo dices porque en el fondo sabes que estás haciendo las cosas mal?

Fred abrió la boca para contestar, pero no lo hizo.

Decidió en ese mismo instante no volver a tocar ese tema. Quería a su hermano como a nada en el mundo, pero era un cabezón de mierda y tenía que empezar a darse cuenta de las cosas por sí mismo, y si eso significaba dejarlo tropezar con la misma piedra una y otra vez, que así fuera.

—A mí lo único que me interesa de tu vida amorosa ahora mismo es saber si has dejado de ser virgen de una vez.

Si George no pensaba insistir más, él tampoco lo haría.



Buenas, sí, no he muerto. Me da mucha vergüenza subir este capítulo por razones obvias, pero quería haceros saber que sigo trabajando en la historia y dejando capítulos escritos para poder actualizar más a menudo, y bueno alguien de aquí me debía un capítulo de otra historia si actualizaba jeje. Gracias a todas las poquitas personas que os habéis unido a la historia de Ghloé desde la última vez que actualicé (marzo xD) y también quería desear suerte a todas las personas que estén estudiando para selectividad y que quizás se hayan sentido identificadas con Chloé al principio. ¡Espero que os sirva de recordatorio de que NO tenéis que pensar como ella! 

Me vuelvo a las sombras hasta nuevo aviso.

¡No olvidéis ⭐+💬 si os ha gustado!




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