TRES.

 El asombro que inundó a Taemin al encontrarse rodeado de tal magnitud de riqueza se desvaneció en un instante cuando el señor Choi, con una voz firme y serena, le preguntó: —¿Puede comenzar hoy mismo?

—Sí, por supuesto —respondió Taemin con una sonrisa que apenas pudo sostener, intentando ocultar la ansiedad que lo invadía. Y era verdad, porque muy seguramente esa misma tarde su casera le pediría las llaves de su diminuto departamento, el cual apenas había logrado mantener en los últimos tres meses.

—Mire, voy a explicarle a grandes rasgos lo que tendrá que hacer —continuó el señor Choi, pero antes de que pudiera proseguir, Liz, la empleada, entró discretamente en la oficina. Llevaba una charola plateada con dos tazas humeantes de café, cuyo aroma llenó la sala de una calidez inesperada. Con movimientos precisos y elegantes, colocó una taza frente a cada uno de ellos, hizo una reverencia respetuosa y se retiró en silencio, cerrando la puerta con suavidad tras de sí.

El señor Choi tomó un sorbo de su café y, mirándolo fijamente, preguntó: —¿Cuál es su nombre?

Taemin se sobresaltó ligeramente, habiendo estado sumido en sus pensamientos. —Oh, perdón, soy un poco torpe —se disculpó rápidamente. —Mi nombre es Lee Taemin, y estas son mis referencias. —Con movimientos cuidadosos, deslizó el folder azul sobre el fino escritorio de caoba, esperando que la presentación fuera suficiente.

El señor Choi observó el folder por un momento, sus labios curvándose en una media sonrisa antes de murmurar. —Bonito color. —Sin embargo, no hizo ningún intento por abrirlo ni por revisar su contenido. Taemin sintió que un nudo se formaba en su garganta cuando el señor Choi añadió con una franqueza desarmante. —No se ofenda, pero no me interesan las falsas referencias.

Taemin, que en ese preciso instante llevaba la taza de café a sus labios, se atragantó, luchando por no escupir el trago. Después de unos segundos de incómodo silencio, Choi soltó una risa ligera. —Es una broma, Taemin —dijo, sus ojos brillando con un destello de diversión. —Lo que realmente me importa es que sea alguien capaz de cuidar, y sobre todo, lidiar con mi hermano Minho.

Taemin sintió un leve alivio, aunque aún estaba desconcertado por la extraña dinámica de la conversación. Choi continuó, su tono volviéndose más serio. —Cuando vi en la fila a todos esos idiotas con traje, pensé que todo estaba perdido. Todos traían esas carpetas de piel llenas de documentos, más falsos que ellos mismos. Pero cuando lo observé, supe al instante que era lo que estaba buscando. Una persona que viene a solicitar un trabajo para cuidar a alguien no puede ser confiable si su presencia es la de un ejecutivo de una empresa. Esos tipos no soportarían ni un día el arduo trabajo que significa asistir a una persona con una condición especial.

Taemin asintió lentamente, absorbiendo cada palabra con cautela. —Gracias por la confianza, sin siquiera saber nada sobre mí. —respondió —pero igual me gustaría que supiera que mi último trabajo fue cuidando a una persona mayor. Desgraciadamente, él falleció, y me quedé sin empleo. También necesito que sepa que no he podido conseguir otro trabajo debido a esto. —Taemin extendió sus manos hacia el señor Choi, mostrando sus cicatrices que las marcaban. —Cuando las personas ven estas cicatrices, me rechazan de inmediato, pero usaré guantes para que su hermano no se sienta incómodo.

El señor Choi lo miró, su rostro suavizándose con una sonrisa casi imperceptible. —No es problema para mí, ni tampoco para mi hermano. No necesita cubrirlas.

Para Taemin, esta entrevista estaba resultando tan extraña que su corazón latía con fuerza, casi desbordado por la emoción al pensar que estaba a punto de conseguir ese trabajo. Sin embargo, un escalofrío recorrió su columna vertebral cuando Choi agregó, casi en un susurro. —Quizás sea usted quien salga huyendo en cuanto llegue a la casa en donde tiene que trabajar.

Taemin no pudo evitar un leve estremecimiento. —Pero no se asuste antes de tiempo, continuó Choi. —Mi hermano Minho tiene una condición médica llamada síndrome de Ambras.

Taemin parpadeó, intentando procesar las palabras, como si Choi le hubiera hablado en otro idioma. —Le voy a dar un cuadernillo donde se explica todo sobre eso, y cuando vea a mi hermano, lo entenderá a la perfección. En ese mismo cuaderno encontrará todo lo referente a sus actividades: lo que debe hacer y lo que no. Sus descansos serán los domingos, pues ese día yo visito a Minho, y siempre nos las arreglamos solos. Puede regresar los lunes en la mañana sin ningún problema. Mi hermano no requiere ayuda médica ni nada por el estilo; solo no quiero que esté solo. Él vivía con nuestro abuelo paterno, y apenas falleció. Como comprenderá, ha resentido mucho su partida. Minho no ha convivido con nadie más a lo largo de sus 30 años, solo conoce a pocas personas, incluyendo a algunos empleados de confianza. Una vez al mes, un equipo de limpieza va a hacer el aseo general de la casa. En concreto, él no hace desastres; es muy organizado. Y debe respetar su espacio, no puede tomarle fotografías. ¿Entendido?

—Sí, señor Choi. Eso jamás lo haría — respondió Taemin con convicción.

—Entonces, si está de acuerdo, firme el contrato. Será por un mes al principio, luego lo iremos renovando hasta saber si tanto mi hermano como usted se acoplan a convivir. De no ser así, le daré una liquidación considerable por su tiempo.

Taemin tomó el contrato que le ofrecían y comenzó a leer las cláusulas con atención. Todo parecía en orden hasta que llegó a la sección del salario. La cantidad era tan alta que nunca antes había ganado algo similar en ninguno de sus anteriores trabajos. La inseguridad lo asaltó, y el señor Choi, notando su vacilación, preguntó con un tono intrigante —¿Sucede algo? ¿Considera que el sueldo es insuficiente? Podría darle un diez por ciento más, ¿le parece?

—¿Qué? ¡No! Al contrario, yo... —Taemin balbuceó, pero Choi lo interrumpió bruscamente. —Firme ya, que tengo más cosas por hacer.

Con manos temblorosas, Taemin estampó su firma en el contrato, sintiendo cómo el papel vibraba bajo su agarre. Se levantó, haciendo una reverencia con gratitud. —Muchas gracias, señor Choi. No lo defraudaré, cuidaré a su hermano, lo prometo.

—Bien, puede retirarse —dijo Choi, inclinando la cabeza hacia la puerta. —El chofer le está esperando abajo en el estacionamiento. Le llevará a su casa para que recoja lo necesario para un mes, y luego irán directamente a la casa de Igidae.

 Al llegar al estacionamiento subterráneo, su atención fue capturada de inmediato por un lujoso automóvil negro, cuya carrocería impecable brillaba bajo las luces artificiales. A un costado del vehículo, un hombre de mediana edad, de porte elegante y sonrisa afable, lo saludó con una ligera inclinación de cabeza.

—Hola, joven Taemin —dijo con una voz suave y educada. —Soy el señor Park, y lo llevaré hasta su casa.

Taemin devolvió el saludo con una inclinación respetuosa y, sin perder tiempo, se dirigió al coche. Abrió la puerta delantera y se dispuso a tomar asiento junto al conductor, pero el señor Park lo detuvo con un gesto amable pero firme.

—Preferiría que se sentara en la parte trasera, joven Taemin —sugirió, señalando los cómodos asientos de cuero en la parte trasera.

Sin embargo, Taemin, con una sonrisa tranquila pero decidida, insistió. —Lo siento, pero no podría viajar atrás. Me sentiría más cómodo aquí.

El señor Park lo observó por un instante, midiendo la determinación en sus palabras, y finalmente cedió con un asentimiento. —Muy bien, como usted prefiera.

Una vez que Taemin se acomodó en el asiento del copiloto, ajustó el cinturón de seguridad y le dio al señor Park la dirección de su casa. El viaje comenzó en silencio, con el motor del automóvil ronroneando suavemente mientras se deslizaban por las calles de la ciudad.

Al llegar a su destino, Taemin notó la figura de su casera, la señora Hang, esperando en la entrada del edificio. Su expresión era seria, claramente lista para lanzarle uno de sus habituales discursos sobre los pagos atrasados. Sin embargo, antes de que pudiera pronunciar palabra, Taemin se adelantó, sacando las llaves de su departamento de su bolsillo y extendiéndolas hacia ella.

—Aquí están las llaves, señora Hang  —dijo con una voz calmada y respetuosa. —Le agradezco mucho por haberme rentado su propiedad. Pronto le mandaré el dinero por los tres días que me pasé de la fecha de pago, no se preocupe por eso. Se lo prometo.

La señora Hang, sorprendida por la rapidez con la que Taemin manejó la situación, apenas pudo reaccionar. Lo observó con una mezcla de incredulidad y asombro mientras él recogía sus pocas pertenencias. una mochila desgastada y una caja que contenía lo poco que había acumulado en los últimos meses. Sin muebles propios ni objetos de valor, su mudanza fue tan sencilla como cerrar la puerta de su antiguo hogar por última vez.

Cuando Taemin salió del edificio, la señora Hang quedó boquiabierta al verlo dirigirse hacia el lujoso automóvil que lo esperaba. Su asombro creció aún más cuando lo vio subir con naturalidad, como si estar rodeado de lujo fuera algo a lo que estuviera acostumbrado. Taemin, con una sonrisa tranquila, le hizo un gesto de despedida con la mano mientras el coche arrancaba suavemente.

Durante el trayecto, la conversación entre Taemin y el señor Park fue ligera, centrada en temas intrascendentes como el clima y el paisaje que desfilaba por las ventanas. Aunque las palabras no tenían mucho peso, sirvieron para aliviar la tensión que Taemin sentía en su interior. A medida que se acercaban a su destino final, el corazón de Taemin comenzó a latir con más fuerza, una mezcla de nerviosismo y anticipación.

Al llegar, Taemin miró por la ventana y sonrió al ver la casa que se alzaba ante ellos. Era un lugar hermoso, con un aire antiguo pero bien conservado, parecía una especie de castillo pequeño rodeado de jardines. Antes de bajarse, el señor Park sacó un pequeño paquete del compartimento entre los asientos y se lo entregó a Taemin.

—Esto es para usted — dijo, revelando un teléfono celular nuevo. —Es para que pueda comunicarse con el señor Choi. Si tiene otro teléfono, le recomiendo que lo guarde, ya que no tendrá recepción. Solo este funcionará en la casa.

Taemin, sorprendido por el gesto, tomó el teléfono con gratitud. Hacía tiempo que no tenía un celular; el último se lo habían robado, y desde entonces no había podido permitirse comprar otro. Para comunicarse, había estado usando teléfonos públicos, dependiendo de la generosidad de extraños y de su amigo Onew.

—Gracias — murmuró, sintiendo una extraña mezcla de agradecimiento y desconcierto. Luego lo metió dentro de su mochila vieja.

El señor Park, antes de que Taemin pudiera abrir la puerta, agregó con un tono más serio: —Y por favor, tenga paciencia con el joven Minho. No es malo, es solo que nadie logra entenderlo.

Esas últimas palabras resonaron en la mente de Taemin mientras observaba la imponente casa que se levantaba ante él. De repente, la incertidumbre lo invadió de nuevo, y ya no estaba tan seguro de haber tomado la decisión correcta al aceptar este trabajo. Las palabras del señor Park habían despertado en él una inquietud que no podía ignorar. ¿Qué clase de persona era Minho? ¿Qué significaba realmente la condición de la que había hablado el señor Choi?

Con un suspiro, Taemin apretó las correas de su mochila, alzó la caja de sus otras cosas y  se preparó para enfrentar lo desconocido.

CONTINUARÁ...

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 ¿Ya van entendiendo de qué va nuestra historia? Sí es así, quiero leer sus spoilers. 😉❤️🖤

 Gracias por leer, comentar y votar.

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