CINCO.

 Taemin, aún conmocionado tras leer sobre la condición de Minho, sintió un cumulo de emociones en su interior. Por un lado, la responsabilidad que presenta cuidar a alguien así parecía agobiante, haciéndole dudar si sería capaz de manejar el empleo. Pero la realidad de que Minho no estaba bajo ningún tratamiento médico formal lo tranquilizaba un poco, aunque la sensación de incertidumbre persistía. "Quizás no debería preocuparme tanto" —se dijo a sí mismo, intentando calmar sus nervios.

Decidido a comenzar su día, fue al baño para tomar una ducha. El sonido relajante del agua corriendo le ayudaba a despejar la mente, mientras dejaba descargando música en su celular. El vapor llenaba el pequeño espacio, envolviéndolo en una atmósfera cálida y reconfortante, un refugio temporal del caos mental que lo invadía. Al salir, se secó lentamente, dejando que el aroma del jabón a vainilla lo envolviera. Se puso ropa limpia, cómoda, y bajó las escaleras hacia la cocina, donde la luz del día apenas comenzaba a filtrarse.

Al llegar a la cocina, lo primero que notó fue la olla del estofado, impecablemente limpia y guardada en su lugar. El corazón de Taemin dio un pequeño salto al ver la evidencia de que Minho había estado ahí, probablemente mientras él dormía. "Al menos parece que le gustó" — pensó, esbozando una sonrisa al recordar que había preparado ese estofado con la esperanza de compartir algo, aunque fuera indirectamente.

Respiró hondo y decidió intentar una nueva aproximación. " Necesito ser menos formal, más cercano". —Se aclaró la garganta y con una voz suave, pero llena de calidez, habló en dirección a un rincón de la cocina, imaginando que Minho estaba cerca, aunque no lo viera.

—Buenos días, Minho —dijo, intentando sonar relajado—. Veo que te ha gustado el estofado de verduras. ¿Qué te parece si preparo algo más sencillo para desayunar? Sopa de algas, tal vez. Ayer vi que hay todos los ingredientes.

Con una sonrisa, comenzó a sacar lo necesario para la receta. Mientras lo hacía, puso la música que había descargado y, en un intento por hacer el ambiente más ameno, empezó a bailar ligeramente al ritmo de la melodía. Sus pies se movían con naturalidad sobre el suelo frío de la cocina, y su voz, aunque suave, llenaba el espacio.

—Espero que no te moleste el ruido —comentó mientras giraba al ritmo de la música—. Si te incomoda, puedes decírmelo y apagaré todo, lo prometo.

El silencio que siguió fue familiar, pero algo diferente esta vez. No hubo respuesta directa, como la noche anterior, pero Taemin no pudo ignorar la extraña sensación de que no estaba solo. Con el rabillo del ojo, notó una sombra deslizándose silenciosamente de la sala hacia uno de los rincones de la cocina. Fingió no haberse dado cuenta, tratando de no poner nervioso a Minho.

Siguió cocinando, concentrado en cada movimiento, como si el simple acto de preparar la sopa pudiera romper la barrera invisible que los separaba. Finalmente, cuando la sopa estuvo lista, sirvió dos platos. Colocó ambos en la mesa, uno frente a él y otro en el lugar vacío que esperaba fuera ocupado.

—Mmm, esto huele delicioso —dijo, disfrutando del aroma a algas y caldo humeante—. No soy el mejor cocinero, pero lo poco que hago, lo hago bien.

Se sentó frente al otro plato, esperando, observando el silencio. Cuando vio que Minho no se acercaba, empezó a comer, pero esta vez decidió hablar más, como si el espacio entre sus palabras pudiera atraer a su esquivo compañero.

—Sabes, Minho —comenzó mientras tomaba una cucharada de sopa—, antes de venir aquí trabajaba con un señor mayor. Estaba en silla de ruedas porque ya no podía caminar, pero aun así, hacíamos muchas cosas juntos. Jugábamos ajedrez, cartas... yo le leía libros cuando sus ojos ya no podían más. Era un hombre muy inteligente, aunque su cuerpo ya no le ayudaba mucho.

Hizo una pausa, pensando en los momentos que había compartido con ese anciano. Las risas, los juegos, y cómo, a pesar de las dificultades, siempre encontraban una forma de divertirse.

— El señor Poh y yo, nos volvimos grandes amigos —continuó, con una ligera melancolía en la voz—. Cuando murió, no sabía qué hacer. Ya no tenía a mi compañero de aventuras. Por eso estuve pensando... ¿quizás podríamos ser amigos, tú y yo? No sé, podemos intentarlo, hacer lo que tú quieras.

Terminó su sopa con una sensación extraña, una mezcla de esperanza y resignación. Sabía que Minho estaba escuchando, lo sentía, aunque no podía verlo. Lavó su plato con movimientos mecánicos, dejó el otro plato intacto en la mesa y subió a lavarse los dientes, dándole a Minho el espacio que tal vez necesitaba para decidir si se uniría o no.

Una hora más tarde, cuando Taemin regresó a la cocina, el plato de sopa ya no estaba. Sonrió con satisfacción, pero al mismo tiempo, una ligera frustración se instalaba en su pecho. Minho seguía sin mostrarse. "Voy a necesitar algo más que sopa para que salga de las sombras" —pensó. Tendría que ser más creativo, más paciente... pero, sobre todo, más perseverante.

 Taemin salió al jardín, donde la brisa suave de la mañana acariciaba su rostro. El aroma fresco de la tierra húmeda y las flores recién abiertas le envolvió de inmediato. A su alrededor, el jardín florecía en un vibrante mosaico de colores: rosas, girasoles, margaritas y otras plantas que adornaban los senderos con sus tonalidades. Pero lo que capturó su atención fueron sus favoritas: las peonías, con sus pétalos suaves y aterciopelados, como si estuvieran esculpidos con delicadeza. Taemin se detuvo frente a ellas, absorto en la perfección de esas flores. Sus ojos recorrieron las diferentes formas y colores, mientras el viento mecía sus cabellos. Se quedó un rato allí, dejando que ese momento de calma lo abrazara, hasta que decidió regresar a la casa.

Dentro, el silencio se imponía, pero su mente seguía enfocada en la posibilidad de encontrar una manera de acercarse a Minho. Decidido, recorrió la planta baja, pasando por los espacios amplios y bien decorados hasta que llegó a la biblioteca. La habitación olía a papel antiguo y madera envejecida, con estanterías llenas de libros que parecían haber sido leídos infinidad de veces. Sus dedos rozaron algunos lomos mientras leía los títulos en voz baja, buscando algo que capturara su interés. Entonces, un libro en particular llamó su atención: estaba a medio sacar o meter en la estantería, como si alguien lo hubiera dejado allí apresuradamente.

Lo tomó entre sus manos, era 'Las aventuras de Sherlock Holmes.' Al abrirlo, un separador de tela marcaba una página casi al final del libro, y Taemin sonrió, pensando que tal vez Minho había estado leyendo esa misma historia. Intrigado, se sentó en un gran sillón mullido que había junto a una lámpara de pie. El sillón, blando y envolvente, casi lo tragaba por completo, haciéndolo sentir como un niño pequeño en un asiento demasiado grande. Con una pequeña risa, se acomodó y decidió leer en voz alta.

Sherlock Holmes levantó la lupa y examinó la pequeña huella de barro en la alfombra con una mirada de fascinación. "Es increíble, Watson" —murmuró con su usual tono de superioridad. "lo que la gente ignora en las pequeñas cosas..."

Taemin disfrutaba de la lectura, su voz resonaba en la tranquila biblioteca como si tratara de llenar el vacío. Pasaron dos horas, inmerso en la intriga y el ingenio de Holmes, hasta que finalmente terminó el libro. Bostezó, se estiró y dejó que sus ojos recorrieran la habitación.

—Qué te ha parecido, Minho —dijo en voz alta, esperando que el silencio no fuera su única respuesta—. —¿Cómo es posible que en esa huella, aparentemente insignificante, estaba la clave para resolver todo el misterio? —Sus ojos se achicaron brevemente de nostalgia—. Yo soy un desastre, pierdo todo, nunca recuerdo dónde dejo las cosas. A veces encuentro cosas que pensé que había perdido para siempre... ¿Tú también has perdido algo?

Esperó. Pero, el silencio fue su único interlocutor. Suspiró, resignado, y se levantó lentamente del sillón. Volvió a colocar el libro en su lugar, con un cuidado casi reverencial, como si al hacerlo pudiera dejar alguna señal para Minho.

Luego se dirigió a la cocina, con la intención de preparar algo para comer. Al llegar, vio un paquete de hamburguesas congeladas sobre la mesa. Soltó una pequeña risa.

—Así que esto es lo que quieres comer hoy, ¿eh? —comentó en voz alta, como si Minho estuviera allí, escuchándolo—. Está bien, por hoy lo haremos, pero ya te aviso que tendrás que ir despidiéndote de toda esta comida chatarra. Yo seguiré preparando algo más casero, no muy elaborado, pero más saludable.

Con esa determinación, sacó las hamburguesas y comenzó a prepararlas. El olor de la carne chisporroteando en la sartén llenó la cocina, mientras Taemin añadía algunos condimentos, tarareando suavemente al compas de la música para distraerse. Puso dos hamburguesas y papás fritas en un plato grande para Minho y se sirvió solo una para él. Luego, se sentó a la mesa, esperando, como había hecho antes.

Pero, una vez más, Minho no apareció. Taemin comió, mirando de vez en cuando el lugar vacío frente a él. Estaba siendo más difícil de lo que penso, pero esperaría el tiempo que fuera necesario, él no tenía prisa, ya llegaría el momento en el que Minho decidiera hacer contacto. 

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 Al día siguiente, cuando Taemin abrió los ojos, lo primero que captó su atención fue una delicada peonía recién cortada descansando sobre la mesita de noche. La flor aún  tenía gotas de rocío brillando en sus pétalos, Taemin no pudo evitar sonreír. Aunque acababa de despertarse, la simple pero significativa presencia de aquella flor le dejó un mensaje claro: Minho estaba ahí. No en persona, pero sí de una manera sutil, casi enigmática, como si quisiera dejar huella sin ser visto. Ese pequeño tributo era suficiente para que Taemin entendiera que Minho, aunque ausente, no lo veía con desdén.

La sonrisa de Taemin se amplió al comparar a Minho con Sherlock Holmes. Tan intuituvo y observador. Seguro era que Minho había notado las miradas de Taemin hacia las peonías, esos instantes en los que sus ojos se quedaron quietos sobre estás, y había interpretado ese gesto de agrado hacia ellas. No importaba que Minho, el joven al que había venido a cuidar, permaneciera oculto entre las sombras de la casa. Ese pequeño detalle, hablaba más de lo que cualquier encuentro podría decir. Minho se estaba revelando a su manera, misterioso y reservado, pero presente.

CONTINUARÁ...

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Nuestro Minho, ya se está animando.😉😍❤️

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