Hubo otros antes...
Nota antes de leer: La historia contiene insinuaciones (nada explícito) de varias parejas antes del Taekook. Si no se sienten cómodos con ello, por favor abstenerse de leer o comentar.
Jungkook ha tenido diversos amores a lo largo de su vida.
Amores de todo tipo y de todo tiempo, amores que se ocultaban en las páginas de su historia y en las letras de las canciones que habían cantado a lo largo de sus 21 años de vida. Jungkook solía recordarlos de vez en cuando, sobre todo cuando permanecía hasta altas horas de la noche en su pequeño estudio de grabación, ese rincón propio que se ganó a base de esfuerzo.
Los recordaba cuando se sentaba a pensar en una nueva letra o cuando su playlist traía de regreso alguna de las canciones que en su momento dieron nombre a esos sentimientos y ambientaron esas historias. Canciones de todo tipo que se escondían en sus diferentes listas de reproducción y que siempre terminaban por sacarle una sonrisa cuando se colaban en su presente de forma aleatoria.
Nombres, momentos, besos, caricias y lágrimas; todo terminaba por volver a su mente mientras tarareaba por lo bajo las letras que, aunque podía pasar años sin escuchar, sabía de memoria. Conocía tan bien los ritmos que no necesitaba de la música de fondo para cantar, conocía tan bien cada espacio entre estrofas que le resultaba inevitable que algún recuerdo no se colara por ahí.
Como músico, Jungkook se había prometido a sí mismo que nunca una canción sería para dos personas distintas. Como músico, Jungkook sabía que amar no se trataba de adornar canciones con letras y promesas, sino de sentir. Sentir en cada nervio de su cuerpo el estremecimiento que los recuerdos traían, la emoción de la espera o la ilusión de un futuro.
Esa era la verdadera razón por la que, cuando niño, decidió convertirse en cantante.
En aquel entonces, cuando no tenía más de ocho o nueve años, Jungkook se sentaba con su madre en la sala de la casa y la escuchaba cantar mientras la tarde moría. Ella entrelazaba sus manos y lo hacía bailar con destreza, su larga falda ondeándose con sus movimientos a la vez que ella entonaba en voz alta canciones de amor que decía, le recordaban a su padre o a la historia que habían construido juntos.
Ella les había dicho a él y su hermano mayor alguna vez que "la vida es larga, mis amores. Van a encontrarse con tantas personas que van a emocionarlos, que van a enseñarles cosas y también que van a herirlos. Así que, cuando decidan compartir su vida con alguien, háganlo sólo porque están seguros de que es la persona indicada. Háganlo no porque su corazón se emocione por verle, sino porque su corazón se sienta en paz a su lado. Entonces sabrán que la han encontrado."
Jungkook había soñado con un amor como el suyo desde entonces.
Un amor construido en base a esfuerzos, una relación en la que ambos sacrificaban algo por el otro, dispuestos a entregar partes de su corazón a cambio de las ajenas, sonrisas y conversaciones susurradas en la cocina antes de que el día comenzase en forma. La oportunidad de tener una familia amorosa a pesar de los problemas, de construir una rutina cariñosa y de bailar en la sala al morir la tarde mientras las canciones hablaban de esa historia.
Un amor para toda su vida, el único y verdadero. Uno al que cantarle el resto de su vida.
Había crecido queriendo aquello, buscándolo... anhelándolo.
Sin embargo, terminó engañándose muy bien a sí mismo. Se negó a entender que aquello no era posible, que su corazón se aceleraría por las miradas o los toques de muchas personas distintas, que su amor se repartiría de a poco en diferentes momentos y en diferentes cuerpos. Jungkook se aferró a la idea de que una vez amase a alguien, entonces no habría nadie más y terminó por desaprovechar la oportunidad de tener amores reales, únicos y a los que podría haberles cantado un sinfín de letras distintas e igual de significativas.
El primero de ellos llegó a su vida en la forma de su compañero de banco cuando iba en la escuela elemental, Lee Minki. Jungkook ya no recuerda muy bien su rostro o el sonido de su risa, pero sabe con seguridad que aquel niño de cabello negro con forma de hongo le había dedicado las tardes de juego y tareas más felices de su infancia, aquella época donde no había que preocuparse demasiado y donde el decidir qué jugar era lo más problemático de todo.
Breves fragmentos de una amistad colmada de partidos de fútbol y escapadas tras los árboles de la escuela, donde se sentaban y mantenían sus cabezas tan cerca que sus cabellos terminaban por enredarse. Habían tomado sus manos en incontables ocasiones, incluso bajo la mesa de clases mientras el resto de sus compañeros permanecían ajenos a lo que sucedía entre ellos, ajenos al calor agradable que se asentaba en su estómago cada vez que veía la sonrisa de hoyuelos de su amigo.
Pero Lee Minki se fue tan rápido como llegó, tan breve como lo es el tiempo en niños como ellos. El verano se lo llevó mientras Jungkook comenzaba un nuevo ciclo escolar, su lugar en el banco lo reemplazó una adorable niña de cabello corto que sonreía por todo y gustaba de dibujar flores en las márgenes de los cuadernos de Jungkook. Pero ella nunca fue Minki y Jungkook lo extrañó como sólo un niño puede hacerlo.
¿Cuántos años habría tenido entonces? ¿Había entendido en ese momento que estaba enamorándose de un niño? ¿Había siquiera comprendido que Minki había sido el primer paso a un camino completamente distinto al que el mundo esperaba de él?
Minki plagó sus primeras memorias y promesas, pero Jungkook no comprendió entonces lo que significaba su presencia en él. Tal vez ahora, más de diez años después, Jungkook sigue sin entender todo el peso que Minki tuvo en su temprana vida, ¿qué nombre puede darle a lo que significó aquel niño de sonrisa bonita y manos frías que alegró sus tardes por un año entero? ¿cómo podía clasificar la emoción que sentía cuando a veces iba de regreso a Busan y pensaba en encontrárselo en alguna esquina?
Minki fue el primero, pero no fue aquel amor único y verdadero que Jungkook pensaba.
Tras él y mientras Jungkook dejaba atrás la escuela elemental, conoció a ChinMae en los pasillos mientras el timbre de cambio de clases le aturdía en los oídos. ChinMae era tan sólo mayor que él por unos meses, pero era tan inteligente que estaba un curso más avanzado; su cabello era un tono más claro que el suyo y sonreía en muy pocas ocasiones, lo que provocaba en Jungkook un deseo por hacerlo reír que le carcomía las entrañas.
ChinMae fue la definición perfecta de las mariposas en el estómago que su prima describió alguna vez cuando hablaban sobre qué era enamorarse. Sus brazos se rozaban siempre que se sentaban en la parte de atrás de las canchas de fútbol a comer los refrigerios del receso de clases, su piel sintiéndose suave bajo las yemas de sus dedos cada vez que Jungkook se atrevía a juguetear y pretender hacer dibujos invisibles sobre ella.
ChinMae fue la primera vez que Jungkook vio la necesidad de decirle a sus padres que las sonrisas involuntarias que tenía eran provocadas por alguien, de contarle a alguien como su estómago se revolvía y las palmas de sus manos sudaban cada vez que lo notaba cerca. Fue la primera vez que Jungkook quiso dejar de sentirse inseguro para poder saltar sobre su espalda y que el mayor le cargara por los pasillos, sus cuerpos sintiéndose tan juntos que pudiesen fundirse en uno solo al final del día.
Pero, así como fue todas aquellas sensaciones embriagantes y que parecían fuegos artificiales, también significó su primer corazón roto.
ChinMae nunca tomó su mano, ni juntó su cabeza tan cerca de la suya como para que sus cabellos se enredasen y Jungkook, a pesar de anhelarlo en un mortificante silencio, descubrió que no podía decir en voz alta todo lo que el mayor despertaba en él cuando lo escuchó hablar de lo lindas que eran algunas de sus compañeras de clase. Esas que Jungkook nunca sería.
El mayor permaneció como uno de sus amigos cercanos a medida que crecían y con el tiempo, los fuegos artificiales que disparaba en el interior de Jungkook comenzaron a mermar al punto que desaparecieron para dejar tras de sí un destello suave de cariño fraternal. Sin embargo, no fue fácil de aceptar ni de comprender y Jungkook se encontró a sí mismo llorando en más de una ocasión.
Lloró a escondidas de todos porque los niños no lloraban y mucho menos, por otro niño.
Así que Jungkook intentó sonreírles más a las niñas, sentarse a su lado en clase y hacer bromas graciosas que las hacían reír y sonrojarse. Puso todo de sí para sentir con alguna de ellas siquiera la mitad de las sensaciones que su amigo había despertado en él. Se esforzó en llamarlas por sus nombres con acentos cariñosos y trató en vano de imaginar lo que sería conformar una familia en un futuro con alguna.
Ahora, tantos años más tarde, le parece incluso divertido todo el empeño que un niño de doce años podía poner en la idea de enamorarse, de encajar con lo que sus padres decían en la mesa sobre los nietos que deseaban y lo hermosas que debían ser las esposas de sus hijos. Ahora, Jungkook puede dejar de lado la desesperación y el miedo que por mucho tiempo le tuvo atrapado en la idea de que su amor era defectuoso.
Sin embargo, dejar la idea de que sus sentimientos eran incorrectos tomó largos años llenos de dudas y sufrimientos. Años en los que se esforzó en tratar de ser lo que creía, esperaban que fuera: amable, apuesto y siempre dispuesto. Jungkook comenzó a vivir de manera forzosa, negando sus propios sentimientos y deseos, sus ganas de comerse el mundo a su manera viéndose teñidas de las voces de otros, de las expectativas de los demás.
Entonces apareció SeongJin, con su flequillo y un novedoso reproductor de música en el bolsillo.
Era un año mayor y solía saltarse las clases de matemática para sentarse en las gradas de las canchas de fútbol y escuchar música en su reproductor. Jungkook lo conoció por accidente y tan sólo con verlo, aquellos fuegos artificiales que había dejado en el pasado se encendieron de inmediato, sus mejillas calentándose mientras observaba el perfil del que, sin saberlo, sería el primero en su vida para casi todo.
SeongJin fue el primero en hablar, su voz en un tono suave y su cabello cubriéndole el ojo izquierdo mientras invitaba a Jungkook a sentarse a su lado. A partir de ese instante, Jungkook comenzó a saltarse sus propias clases para compartir un audífono con SeongJin y escuchar las canciones favoritas del chico de 14 años. Fue SeongJin quien le mostró a Big Bang por primera vez y quien le animó a entonar en voz alta una canción cualquiera.
Fue su primer beso en una mañana de mayo en la que ambos temieron ser vistos mientras Jungkook cerraba sus ojos y se inclinaba hacia el mayor. Fue su primer novio, a quien tomaba de la mano cuando caminaban por la playa vacía y a quien le dedicaba cada una de las canciones de Big Bang que se aprendió, para quien bailaba luego de unirse al club del instituto y con quien anhelaba ese futuro que desde niño se había pintado.
SeongJin fue sin duda su primera ilusión y fue también su primera mentira importante.
Jungkook aprendió a evadir a sus padres y su hermano, aprendió a guardarse el nombre del mayor como un secreto preciado y a tejer mentiras que le permitieran cada vez más tiempo con su novio, cada vez un poco más cerca y con más intensidad. SeongJin fue el primero de sus amores en enseñarle lo que eran las caricias sobre la ropa, con quien aprendió poco a poco a descubrir lo que era un cuerpo tan parecido y distinto al suyo a la vez, al placer que podía recibir y dar.
SeongJin lo fue todo y se evaporó en medio de una canción de GDragon.
Se rompieron el corazón mutuamente e incluso ahora, Jungkook no podría decidir cuál de los dos fue el primero en herir al otro, sí SeongJin yéndose a los brazos de otro chico más experimentado o Jungkook eligiendo la música por encima de quien pensaba, era ese amor único y verdadero que tanto había anhelado. Incluso ahora, Jungkook no puede evitar recordar las miles de sensaciones desbordantes que el mayor le había provocado.
Su primera ruptura lo llevó a Seúl, a la pequeña oficina de BigHit Entertainment.
Cuando Jungkook lo escuchó por primera vez, Kim Namjoon lo encandiló con su presencia, con su voz y con el amor que tenía por la música. Jungkook encontró en él la fuente de una pasión y deseó con fuerza convertirse en alguien tan decidido como lo era el entonces estudiante de último año. Deseó estar a su lado para verlo triunfar como un gran músico y a así mismo, quiso estar a su lado para que Namjoon le mirara como un igual, como alguien de quien podía sentirse orgulloso.
Nunca se enamoró de él, pero Jungkook todavía ve al mayor y siente mariposas en su estómago cuando lo nota emocionado o concentrado en su trabajo, siente que el mundo se detiene cuando ambos se paran en un escenario y el mayor se queda sin aire por darlo todo con una sonrisa satisfecha y hermosa en su rostro. No, Jungkook nunca lo amó como amó a SeongJin, pero sabe que Namjoon fue el salto más importante de toda su vida.
Namjoon y aquel 2011 en el que dejó de ser un simple chico de Busan para convertirse en el futuro maknae de un grupo musical.
Porque el 2011 trajo consigo a Kim Taehyung y entonces, todo cambió para siempre.
Taehyung entró un día a la sala de prácticas con una sonrisa que era por demás curiosa, tarareando en voz alta una canción de Big Bang que Jungkook no escuchaba desde sus años en Busan, cuando tenía un novio secreto y no pensaba en nada más que en cuál mentira decir en casa para escapar a sus brazos. Una canción que, sin ser consciente de ello, Jungkook había dejado de escuchar y cantar, siempre evadiendo el recuerdo que se escondía en ella.
Taehyung entró mirándoles a todos en la sala con interés, hablando con su acento de pueblo mientras se presentaba con una emoción incontenible y que se reflejaba en todo su cuerpo. Iba con el uniforme de su nuevo instituto todavía puesto y no dejaba de repetir la increíble oportunidad que tenía de conocerlos y comenzar a trabajar juntos, hablándoles de sueños que se veían demasiado lejanos en aquel momento para todos ellos, pero que en su boca sonaban posibles y maravillosos.
Jungkook le tuvo miedo desde el primer momento porque con Taehyung no había fuegos artificiales, ni mariposas en su estómago. Taehyung era mucho más que todo ello, como un tsunami que golpeaba con tanta fuerza que arrastraba todo a su paso o un tornado que hacía que todo girara a su alrededor con sólo entrar en una habitación. Jungkook le temió a su sonrisa porque era como la peor de las catástrofes naturales: arrasa con todo y tras la devastación, sólo queda el silencio y una paz extraña.
Una paz que le recordaba a las palabras de su madre, esas en las que ya no quería creer más.
"¡Eres tan adorable!" fueron las primera palabras que Taehyung le dedicó directamente y Jungkook todavía es capaz de reproducir ese momento en su mente con perfecto detalle, el primer instante en el que Kim Taehyung comenzó a tatuarse en su piel de forma permanente. ¿Qué le había contestado a cambio? Eso ya no lo recuerda, su mente atrapada en el sonriente rostro del otro frente a él.
Así mismo, el resto de sus recuerdos de aquel año están organizados de la misma forma, perdiéndose en las palabras y los actos de Taehyung antes que los de nadie más. El mayor por dos años se convirtió en su compañero más próximo y paso a paso, rompió con las barreras de vergüenza y timidez que Jungkook no sabía que tenía, su irrefrenable personalidad trastocó todo aquello que había construido durante aquellos meses en Seúl, su sonrisa desbaratando todos los muros que había edificado para protegerse.
Taehyung desplazó todo a su alrededor y aquello aterraba a Jungkook como nada nunca lo había hecho.
Jungkook entonces comenzó a evitar sentarse a su lado cuando terminaban las prácticas, comenzó a evadirlo cada noche al llegar al dormitorio y dejó de reír con las bromas que Taehyung hacia cuando estaban comiendo todos apretujados en la mesa. Jungkook se obligó a sí mismo a olvidar todo sentimientos que el mayor pudiese estar despertando en él.
Estás aquí para convertirte en un cantante, no para enamorarte; se repetía cada noche cuando el mayor se acomodaba a su lado y le abrazaba para dormir, acabando con sus nervios y provocando en él reacciones corporales que, mucho antes, había pensado que sólo podría sentir con SeongJin. Taehyung lo conseguía todo tan sólo con una caricia inocente, con un suspiro inconsciente o con un par de palabras a la altura de su oído.
Y con cada paso que Taehyung daba hacia su corazón sin saberlo, Jungkook no dejó de tener miedo a revivir aquella tristeza que ChinMae causó en él cuando sólo era un niño. Sabía que, de ser el caso, la herida con el nombre de Taehyung dolería mil veces más ahora que sabía mejor lo que era amar y que, no siempre se era correspondido.
La oportunidad de viajar a Los Ángeles fue entonces la escapatoria perfecta para él, de tomar distancia de Taehyung y con ello, de todas las sensaciones que despertaba en él. Jungkook tomó la oportunidad de crecer, de ser alguien distinto a sus 14, casi 15 años y se prometió a si mismo que había terminado para siempre con la ilusión de aquel amor único y verdadero.
Jungkook trató entonces de enfocarse en aprender, en aprovechar la oportunidad que le habían dado y en dejar de pensar en Taehyung, quien seguía enviándole mensajes constantes y quien cada día, sin falta, le llamaba para que le contara cómo era su vida en L.A. y preguntarle sí estaba comiendo bien o sí no se había esforzado de más.
Trató de olvidarse de él y de aprovechar a Luke.
Para Jungkook, Luke fue lo más cercano a un amor de verano de todo lo que alguna vez tuvo. Su compañero en el estudio de baile se coló en su sistema con una rapidez insospechable y veló las noches en las que la nostalgia por su hogar y sus amigos le desvelaba. Luke le distrajo de la sonrisa de Taehyung, de las emociones anhelantes que sentía por su amigo y le enseñó, a la vez que, a patinar, lo que era tener la oportunidad de caminar de la mano con otro chico por la calle sin tener miedo.
Las preguntas alrededor de su sexualidad y sobre sí estaba mal o no amar cómo él lo hacía, se respondieron con facilidad a su lado, dándole la valentía suficiente como para llamar a casa una noche cualquiera de aquellas semanas en Los Ángeles y, tratando de no llorar, contarle a su madre lo que, durante tanto tiempo, pensó que nunca diría en voz alta: "mamá, lo siento. Pero no me gustan las chicas, nunca me han gustado".
Luke sostuvo su mano cuando colgó, sintiendo su corazón menos pesado tras escuchar a su madre decir que iba a amarlo para siempre y sin condiciones. Sostuvo su mano cuando, en medio de su llanto de alivio, decidió que necesitaba hablar con la única otra persona en el mundo que hacía todo un poco más brillante y liviano, y sin saberlo, la mano cálida de Luke le guio a Taehyung.
La noche antes de regresar a Seúl, Jungkook decidió que los brazos del bailarín estadounidense eran el lugar perfecto para entregarse por primera vez y guardó ese recuerdo como uno de los momentos más importantes de su vida.
Pero Taehyung seguía ahí a pesar de todo.
Y lo comprobó cuando, al bajarse del avión, lo primero que escuchó fue la voz del mayor gritando "¡Jungkookie! ¡Jungkookie!". Sus ojos le buscaron tan sólo para descubrir que Taehyung estaba ahí, junto a sus hyungs y junto a su familia, sosteniendo en alto un letrero con su nombre y varios corazones dibujados alrededor. Taehyung, de 17 años, estaba esperando con una sonrisa que provocó en Jungkook los deseos de correr hacia él y nunca soltarlo.
Esa noche, cuando ya las preguntas sobre el viaje y las bienvenidas se habían acabado, Jungkook se escabulló entre los brazos de Taehyung por primera vez y enterró su rostro en el pecho del mayor, quien acarició su cabello con un cariño infinito que por poco y le hace llorar. Quiso entonces contarle de lo que había hecho la noche anterior con ese apuesto estadounidense de nombre Luke, quiso decirle que lo había hecho para convencerse de que podía emocionarse por alguien más.
Pero no dijo nada porque en ese momento, en cambio, Jungkook decidió ser honesto consigo mismo por primera vez en su vida.
.- Hyung...
.- ¿Dime, Jungkookie?
.- ¿Me extrañaste, hyung?
.- Cada minuto de cada día, Kookie... ¿y tú me extrañaste a mí?
.- Tanto que sólo quise olvidarme de ti para dejar de hacerlo.
Taehyung rió contra su frente, apretándolo más fuerte: .- Entonces fue mucho también.
Con esas palabras, Jungkook entendió que Kim Taehyung había llegado para nunca irse.
De pronto, dejó de evitar sentarse a su lado tras terminar las prácticas, se vio peleando cada noche con Jimin por compartir el asiento en la van junto a Taehyung mientras regresaban al diminuto departamento que compartían entre todos y, más importante aún, se permitió descubrir que Taehyung distaba mucho de todos aquellos amores que habían pasado por su vida con anterioridad y que, por tanto, Jungkook nunca podría quererlo de la misma forma.
Descubrió, junto a su sonrisa, que realmente nunca se amaba igual.
La primera vez que Jungkook vio "Eterno resplandor de una mente sin recuerdos", supo que sería su película favorita por el resto de su vida. No sólo porque estaba sentado en medio de sus hyungs, escuchándolos reír y discutir partes de la película, ni por la cabeza que reposaba suavemente sobre su hombro derecho, el rostro apacible de su hyung favorito y el golpeteó anormal de su corazón mientras se distraía delineando su perfil con la película de fondo.
Sino porque, a medida que sus lágrimas caían viendo los ires y venires del amor de los protagonistas, Jungkook comprendió lo que significaba su propia historia, todos los retazos de amores vividos y no vividos que había ido recolectando, la forma en cómo encajaban en quien era y cómo todos ellos le habían llevado a estar en esa sala, rodeado de quienes eran ahora como una familia y con la cabeza de Taehyung sobre su hombro.
.- ¿Alguna vez has estado enamorado, Kookie? – preguntó el mayor mientras la pantalla con el letrero de "game over" era lo único que iluminaba la sala.
.- ¿A qué viene la pregunta, hyung?
.- Es que... pensaba en Hoseok y lo triste que está por esa chica que lo engañó – respondió con pesadez, ambos recordando el gesto triste del bailarín principal horas atrás, cuando les contó aquello – Pensaba en que si voy a sufrir así cuando ame a alguien, prefiero nunca hacerlo. ¿Tú qué opinas?
.- Creo que amar siempre va a valer la pena.
.- ¿Cómo así? ¿Tú... has pasado por eso?
.- Mi mamá suele decir que amar es exponernos de alguna forma a que nos hagan daño tarde que temprano – obvió la última pregunta, el sonrojo trepando por sus mejillas – Pero siempre valdrá la pena si ese amor te ayuda a crecer.
Taehyung se convirtió entonces, en aquel faro en la penumbra de sus tormentas personales: de sus miedos a fallar, de su inseguridad de no ser lo suficientemente bueno y de los secretos que callaba como precio a tenerlo a su lado. Ambos se habían sostenido durante las duras pruebas de su carrera como cantantes: aquel ansiado debut que lucía demasiado lejos cada vez que lo pensaban, las duras críticas de los inicios y las dudas sobre si alguna vez llegarían a obtener siquiera una parte del éxito que sus antecesores habían obtenido.
Jungkook había aprendido, no sólo de Taehyung, sino de todos sus compañeros, lo que significaba el esfuerzo y la disciplina, el nunca rendirse ante nada.
Sus labios se separaron con lentitud, los ojos de Taehyung observándole asustado producto de la inesperada situación.
.- Hyung...
.- Esto no... no está bien.
.- No, no, Tae... sé que tú querías tanto como yo, fuiste tú quien me besó.
.- Somos compañeros, Jungkook. Ponemos todo lo que hemos trabajado en riesgo. No está bien, no.
.- No estás negando que querías besarme.
.- ¡Porque quería besarte!
.- Entonces, ¿qué está mal?
.- Ambos sólo somos unos niños – retrocedió, negando con la cabeza y mirando lejos de su rostro – No podemos arriesgarnos por algo que no sabemos si va a funcionar.
.- ¡Funcionará si queremos que lo haga!
.- Jungkook... no puedo.
Jungkook no era más que un adolescente en ese momento, un niño que había llegado asustado con la idea de alcanzar un sueño que implicaba demasiados sacrificios. Comprender, en ese momento, que también tenía permitido querer, le significó cuestionarse cuáles eran los límites entre sus sentimientos y lo que ansiaba para su vida, cómo podía tener ambas cosas sin ponerlas en riesgo, sin perder una por la otra.
Taehyung había tenido razón en aquel momento, los sentimientos no lo eran todo y ambos seguían siendo demasiado niños como para asumir ese tipo de decisiones con respecto a un futuro que no sólo les pertenecía a los dos. BTS estaba creciendo a base de su trabajo en equipo, uno por el que ninguno de los dos, era capaz de sacrificar por los sentimientos que compartían y, sin embargo, las miradas, los roces y las caricias silenciosas se hicieron cada vez más normales, cada vez más significativas.
Sin saberlo, sin pretenderlo, ambos comenzaron a crecer para reencontrarse.
Las inseguridades y los miedos se arrumazaron en los rincones de cada nuevo apartamento, se empolvaban tras los trofeos que tanto esfuerzo les costó ganar y se diluyeron en las lágrimas que derramaron ante las palabras de amor y apoyo de las fans que comenzaron a caminar junto a ellos, sirviendo de su escudo a prueba de balas y convirtiéndolos en invencibles con el paso de los años.
Jungkook creció con todas esas experiencias y a la vez, sus sentimientos se intensificaron a medida que veía como Taehyung lo hacía también, y como el mayor nunca volvió a soltar su mano. Se hizo más alto, un mejor cantante y, así mismo, su amor creció de la manera correcta y más sana posible, un amor cada vez más parecido a aquel que alguna vez su mamá le contó en la cocina de su casa cuando niño.
.- Podremos hacerlo, Taehyung.
La mano del mayor acunó su mejilla con cariño, sus ojos resplandeciendo bajo la tenue luz de la sala: .- Sé que podemos, Jungkookie.
.- ¿Entonces?
.- Entonces déjame quererte, déjame darte lo mejor de mí cada día de mi vida.
.- Ya lo haces, hyung. Lo has hecho desde el primer día.
Le tomó tiempo y lágrimas comprender que lo que su madre le dijo alguna vez, no se refería al que tuviese que amar a una sola persona durante toda su vida, sino a que tendría la oportunidad de toparse con muchos otros antes, que los sentiría en su piel y en su corazón como si fuesen parte de sí. Jungkook entendió al fin que lo que su madre había querido decirle era que, aunque se hubiese enamorado y desenamorado en varias ocasiones, siempre habría una persona al final del camino.
Todos los amores que había tenido habían sido únicos y verdaderos.
Pero sólo uno sería el definitivo.
Todos ellos habían sido hilos de diferentes colores que habían pintado el camino de su existencia y lo habían convertido en la persona que es después de todo. 21 años de amores que no había dicho en voz alta y que se habían ido escondiendo poco a poco en los rincones del corazón impetuoso que posee. Habían sido el Taehyung de algún momento de su vida, una canción oculta más en la lista de reproducción de su existencia y un rostro arrumado en las habitaciones de su corazón.
No todos tenían aquel nombre, pero Jungkook sabía que todos había sido pasos del camino para encontrar aquel que era el indicado.
Que me perdonen todos los hombres que he querido, pero él es el indicado.
Sinceramente, amé escribir este texto.
Hace mucho tiempo lo tenía en borradores y me decidí a sacarlo de ahí luego de releerlo y corregirle algunas cositas. Creo que ha quedado muy lindo y que he conseguido transmitir mi idea: no siempre nuestro primer amor es el indicado, muchas veces debemos amar a muchos otros antes para aprender a reconocerlo.
Además, como en el caso de "Al apagarse los reflectores", quise incluir cosas de la vida real de BTS: el interés de Kook de unirse a Bighit gracias a Namjoon, su viaje a LA, la aparente distancia entre el Taekook en alguna época y demás.
Por cierto, la canción de la multimedia es Make it right... iba a ser otra, pero me decanté por esa al recordar la teoría de que es una canción Taekook.
En todo caso, no dejen de contarme qué les pareció, ¿les gustó? ¿le cambiarían algo a la historia de Jungkook y sus amores? Quiero leerlos, eso me anima a seguir escribiendo.
Mientras tanto, les doy las gracias por siempre apoyarme.
Nos leemos pronto.
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