Prologo: Bizarramente extraordinario

El cielo estaba cubierto de nubes grises, y el suave sonido de la lluvia resonaba contra el pavimento mientras Hitohito Tadano caminaba por las calles vacías. No era una tormenta fuerte, pero el constante goteo hacía que el mundo a su alrededor se sintiera más pesado, más denso. Y con cada paso, ese peso también parecía aumentar en su pecho.

Sus manos estaban hundidas en los bolsillos de su chaqueta escolar, y su mirada, usualmente tranquila y amistosa, estaba ahora perdida en el suelo frente a él. Las palabras de Kawai Rami resonaban en su cabeza como un eco persistente, repitiéndose una y otra vez.

"Ridículo. Lo que hiciste fue... ridículo, Tadano."

Sabía que no lo decía con maldad. Kawai no era ese tipo de persona. No intentaba humillarlo ni hacerlo sentir pequeño. Pero eso no hacía que doliera menos. Después de todo, ella había sido la primera persona en su vida de la que realmente se había enamorado. Esa confianza y esa ilusión que había construido en su corazón, creyendo que un día ella vería en él algo más que el "chico raro" que fantaseaba con ser especial... se había desmoronado en un instante.

"No puedes seguir siendo así si quieres ser tomado en serio." La frase había sido directa, como un puñetazo en el estómago. Kawai siempre fue honesta, y eso era algo que él había apreciado. Pero en este caso, esa honestidad lo había dejado paralizado. Le había abierto los ojos a algo que siempre había sabido, pero nunca quiso enfrentar: que todo lo que había hecho durante su etapa "chuunibyou" era un intento desesperado de ser visto, de ser importante.

"¿Realmente pensabas que ser 'genial' te haría alguien especial?" La voz de Kawai seguía retumbando en su mente. Por supuesto que lo había pensado. De alguna manera, creía que, si se mostraba a los demás como alguien único, como alguien que podía destacar de alguna forma, entonces lo verían, lo aceptarían, lo querrían. No se trataba solo de ser querido por ella... era una necesidad que había sentido desde siempre, un vacío que intentaba llenar con fantasías.

Era irónico. Porque a pesar de todo su intento por parecer alguien extraordinario, todo lo que quería ahora era ser normal. Invisible. Quizás si no destacaba, si no hacía ruido, si no intentaba ser algo más que un chico ordinario, no tendría que enfrentarse a este tipo de rechazo de nuevo.

"Siempre fuiste amable, Tadano..." Eso fue lo único que Kawai había dicho que realmente sonaba a un halago. Y era verdad. Incluso en sus días de "chuunibyou", había intentado ser amable con los demás. En lo más profundo de su ser, siempre había sido empático, preocupado por los sentimientos ajenos, pero era como si esa parte de él hubiera quedado oculta bajo las capas de su comportamiento ridículo. Esa "necesidad" de hacer grandes gestos, de decir cosas extravagantes, de actuar como si el mundo entero estuviera observándolo... lo había cegado.

Y ahora, tras el rechazo de Kawai, todo se sentía vacío. Ya no sabía quién era realmente. ¿Ese chico que había intentado ser alguien increíble? ¿O este nuevo Tadano que solo quería ser olvidado? Todo lo que sabía es que ahora se sentía perdido, atrapado entre lo que había sido y lo que pensaba que debía ser.

Una gota de lluvia más pesada golpeó su rostro, y levantó la vista, dejando que el agua corriera por sus mejillas. A veces se sentía agradecido por la lluvia. Al menos, en momentos como este, podía fingir que esas gotas eran lo único mojando su rostro.

Siguió caminando, ahora sin rumbo, mientras el eco de las palabras de Kawai seguía atormentándolo. ¿Había algún sentido en lo que había hecho todo este tiempo? ¿O realmente había sido solo un intento desesperado de llenar un vacío, uno que nunca podría llenar?

El aire alrededor de Tadano parecía cada vez más frío, aunque no estaba seguro de si era solo su imaginación o el efecto de la lluvia, que ahora caía con más intensidad. Sus pasos resonaban débiles en la acera, y a cada paso su mente seguía divagando, atrapada en un bucle de autocrítica y pensamientos oscuros.

"Si hubiera sido diferente... Si no hubiera sido tan tonto..." Tadano pensaba mientras se frotaba el cuello, aun sintiendo la punzada de vergüenza cada vez que recordaba cómo había actuado en su etapa chuunibyou. Su mayor error no había sido intentar destacar, sino pensar que eso era lo que realmente importaba. Lo había entendido todo mal.

¿Cómo había llegado a convertirse en alguien tan desconectado de sí mismo? ¿Cuándo había dejado que su deseo de ser visto y aceptado superara lo que realmente importaba? Quizás Kawai tenía razón. Quizás nunca había sido más que un chico común tratando desesperadamente de parecer algo que no era.

A lo lejos, entre las sombras, un par de ojos lo observaban en silencio. La figura, envuelta en un manto oscuro, permanecía inmóvil, escondida entre los árboles y la niebla que se mezclaba con la lluvia. El arco en sus manos brillaba con la tenue luz de las farolas, y entre sus dedos sostenía una flecha afilada y siniestra. Su mirada estaba fija en Tadano, como si estuviera evaluando su siguiente movimiento, su próximo experimento.

Mientras Tadano continuaba caminando, absorto en sus pensamientos, la figura en las sombras tensó el arco, apuntando directamente a su espalda. La flecha brillaba tenuemente, casi como si estuviera viva, esperando a atravesar su próximo objetivo. No había emoción en los ojos de aquel que sostenía el arma, solo una mezcla de curiosidad y frialdad calculada.

Tadano, ajeno al peligro, seguía hundido en su propio mundo. La flecha voló.

Un silbido cortó el aire. Un sonido rápido, seco, y antes de que pudiera siquiera reaccionar, Tadano sintió un golpe brutal en su espalda, algo perforando su piel, su carne, y atravesando sus huesos. La flecha se clavó en diagonal, desde el omóplato hasta el costado de su torso. El dolor fue instantáneo, abrumador.

"Agh... Ugh..." Tadano abrió la boca, pero no pudo gritar. El aire se le escapaba, el dolor era tan profundo que por un momento creyó que había perdido la capacidad de respirar. Sus rodillas temblaron y su cuerpo cayó al suelo como un peso muerto. La lluvia seguía cayendo, empapando su rostro, mezclándose con el sudor frío que cubría su piel. Intentó moverse, pero era inútil. Cada respiración le provocaba más dolor.

La flecha seguía incrustada en su espalda, como un trozo de metal maligno que se había fusionado con su cuerpo. Intentó girar la cabeza, pero la debilidad lo invadía más rápido de lo que podía reaccionar. Apenas podía mover los dedos.

"¿Qué... qué me está pasando?" El pensamiento apenas se formó en su mente antes de que la oscuridad comenzara a consumir su visión. Los bordes de su mundo se volvieron borrosos, y antes de que pudiera hacer nada, Tadano perdió el conocimiento.


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Unos momentos después, Tadano volvió a abrir los ojos, pero el dolor... ya no estaba. Se incorporó lentamente, jadeando, y al hacerlo, se dio cuenta de que la flecha ya no estaba en su espalda. Levantó una mano temblorosa para tocar el lugar donde había sentido el impacto, pero no encontró nada. Ninguna herida. Ningún rastro de sangre. Era como si nunca hubiera sido atravesado, como si todo hubiera sido un mal sueño. Pero... no era un sueño.

Su cuerpo, aunque aparentemente ileso, estaba debilitado. Le dolían los músculos, y su cabeza daba vueltas, como si algo dentro de él estuviera roto de una forma que no podía explicar. Quería pensar que todo había sido un mal sueño, que quizás se había desmayado debido al agotamiento o al estrés... pero el extraño latido acelerado en su pecho le decía otra cosa. Algo había pasado.

Miró a su alrededor, buscando alguna señal de lo que lo había atacado, pero no había nadie. Ningún rastro. El lugar donde había caído en la acera estaba vacío. La lluvia lavaba cualquier evidencia de lo que había sucedido, y el misterioso atacante ya se había desvanecido entre las sombras, llevándose consigo la flecha que había causado todo.

"Debo... debo seguir avanzando." Su voz era apenas un susurro, como si estuviera convencido de que mantenerse en movimiento era lo único que le quedaba por hacer.

Se levantó lentamente, su cuerpo temblando por el esfuerzo. Cada paso que daba lo hacía sentir más débil, como si su energía vital estuviera drenándose poco a poco. Cada músculo le dolía, cada respiración parecía más pesada que la anterior. No entendía qué estaba mal, pero algo en lo profundo de su ser le decía que... estaba muriendo. Sin embargo, no sabía cómo ni por qué. La flecha ya no estaba, no había sangre... pero había algo dentro de él que no estaba bien.

Siguió caminando, tambaleándose ligeramente, con las manos apretadas en los bolsillos de su chaqueta, como si aferrarse a algo fuera lo único que lo mantenía en pie. A pesar de su debilidad, no podía detenerse. Algo en su interior le decía que, si lo hacía, si se rendía, no volvería a levantarse.

"Solo un poco más... solo un poco más..." se dijo a sí mismo, mientras avanzaba en la soledad de la lluvia.


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La lluvia había comenzado a ceder, pero su frío persistía, calando hasta los huesos de Tadano. Sus pasos tambaleantes no seguían ningún rumbo en particular, como si caminar fuera lo único que podía hacer para no sucumbir a la extraña presión que lo consumía desde adentro. Cada movimiento era más pesado que el anterior, y sentía cómo su cuerpo respondía con cada vez menos fuerza. Pero no podía detenerse. No quería detenerse.

Llegó a un banco vacío y se dejó caer sobre él, apoyando todo su peso sobre el respaldo. Su respiración era errática, cada vez más superficial, como si su cuerpo estuviera perdiendo la capacidad de funcionar. Con una mano temblorosa, se la llevó al pecho, sintiendo los latidos de su corazón volverse más lentos, como el tic-tac de un reloj que se acercaba a su última hora. Su final parecía inevitable, pero una chispa de resistencia se encendía en lo profundo de sus ojos.

"No puedo..." pensó Tadano, apretando los dientes. El miedo de lo que estaba ocurriendo comenzaba a llenar su mente, pero algo en su interior se negaba a aceptar la posibilidad de que todo terminara aquí. No ahora. No así. Sin embargo, por mucho que deseara continuar, su cuerpo estaba al borde del colapso, y ni siquiera entendía por qué.

Justo cuando pensaba que no podría dar un paso más, una pequeña voz rompió el silencio.

"Oye, ¿estás bien?"

Tadano levantó la mirada con dificultad y vio a un niño de pie frente a él. El niño lo miraba con curiosidad, pero también con una pizca de preocupación infantil. Tadano sintió el peso de su propia miseria en ese momento, y una parte de él quiso decirle al niño que no, que nada estaba bien, que algo en su interior estaba mal, profundamente mal.

Pero en lugar de eso, con un esfuerzo casi sobrehumano, Tadano levantó la mano débilmente y esbozó una sonrisa que apenas se mantuvo en su rostro.

"Estoy bien..." murmuró, su voz ronca. "Solo... un día muy pesado."

El niño lo miró, desconfiado. Aunque no podía entender por completo lo que estaba viendo, incluso un infante podía notar que Tadano estaba al borde de algo terrible. La mirada de lástima en los ojos del pequeño era inconfundible, algo que Tadano jamás hubiera querido inspirar. El niño miró a su alrededor, notando cómo las pocas personas que caminaban por la calle seguían de largo, sin prestar atención a Tadano. Era como si su estado fuera invisible, una parte más del paisaje de la ciudad.

Tadano, que siempre había sido capaz de "leer" el ambiente, lo entendió con claridad. La gente no quería involucrarse. Nadie quería hacerse responsable de un extraño que claramente estaba en las últimas. Si caía allí, alguien tendría que llamar una ambulancia. Alguien tendría que lidiar con su cuerpo. La sola idea de desplomarse frente a todos lo llenó de un miedo frío, pero más que el miedo a morir, lo espantaba la idea de que lo dejaran morir solo.

Antes de que pudiera decir algo más, una mujer, probablemente la madre del niño, llegó apresurada y lo tomó de la mano.

"Vámonos, cariño" dijo ella, lanzando una mirada rápida a Tadano, pero sin detenerse a hablarle.

El niño seguía mirando a Tadano mientras era llevado lejos, sus ojos aún llenos de esa pena que solo los inocentes pueden sentir por alguien que está sufriendo. Tadano no pudo evitar sentir una punzada en el pecho, más allá del dolor físico que ya lo debilitaba.

"Es verdad..." pensó. "Nadie quiere involucrarse."

Pero no podía permitir que esos pensamientos lo dominaran. No ahora. Con esfuerzo, se levantó del banco, aunque sus piernas parecían a punto de fallar. Los truenos retumbaron a lo lejos, y la lluvia volvió con más fuerza, envolviendo la ciudad en un manto gris y frío. Tadano temblaba de pies a cabeza, no solo por el clima, sino por esa extraña sensación que seguía invadiendo su cuerpo. Cada paso que daba se sentía como si fuera el último, pero algo dentro de él aún le impulsaba a continuar.

Fue en ese momento cuando lo sintió. Una sensación familiar, pero inquietante. Su don, su habilidad para leer el ambiente, se activó de manera instintiva. Las personas a su alrededor seguían caminando bajo la lluvia, pero había algo más. Una tensión en el aire, algo invisible, que presionaba con una fuerza abrumadora. Tadano no podía ponerlo en palabras, pero lo sabía: algo estaba a punto de suceder.

Sus ojos recorrieron la escena, fijándose en las pocas personas que quedaban en las calles. Todas seguían su camino, aparentemente ajenas al peligro inminente, pero Tadano lo veía claro. Había algo en el ambiente que advertía una calamidad. Algo terrible estaba por desatarse, aunque no podía precisar el qué.

Tadano se levantó con esfuerzo, su cuerpo todavía tambaleante por la debilidad que lo invadía, pero su mente estaba alerta. Sabía que algo iba mal, aunque no podía verlo ni entenderlo del todo. El don que siempre lo había ayudado a "leer el ambiente" ahora lo empujaba a estar en guardia, a prepararse para algo que estaba a punto de suceder. Cada músculo de su cuerpo le decía que debía estar listo, pero para qué, no lo sabía aún.

Su mirada se dirigió hacia la salida del puente, donde la madre y el niño de hace unos minutos estaban pasando. Aún podía escuchar el eco de la conversación entre ellos.

"¿Por qué nadie ayudó a ese chico?" preguntaba el niño con una inocencia tan pura que atravesó las defensas de Tadano.

La madre suspiró, intentando responder sin desviar demasiado la atención del niño.

"A veces, la gente está demasiado ocupada con sus propios problemas" dijo ella, su tono cargado de indiferencia. "Tal vez solo quería llamar la atención."

El niño frunció el ceño, claramente no convencido de esas palabras. Podía ser joven, pero había visto el dolor en los ojos de Tadano, y algo en su interior le decía que ese chico no estaba fingiendo ni buscaba atención. Estaba sufriendo de verdad.

Justo en ese momento, un grito desgarrador resonó desde la salida del puente. La madre y el niño se detuvieron en seco, y Tadano, con el corazón repentinamente acelerado, giró la cabeza hacia la fuente del sonido.

Allí, a pocos metros de ellos, un hombre se retorcía en medio de la calle, sujetándose desesperadamente el cuello. Su rostro estaba deformado por el terror y el dolor, mientras un brillo rojizo emanaba de una herida profunda en su carne. La sangre no brotaba, sino que el corte parecía... arder, como si algo dentro de él lo consumiera lentamente desde adentro.

"¡No... no puedo...! ¡Está quemando, me quema!" gritaba el hombre, sus palabras incoherentes para la mayoría de las personas que estaban alrededor.

La madre y el niño comenzaron a retroceder, horrorizados por la escena. Otros transeúntes, en lugar de ayudar, simplemente sacaron sus teléfonos y empezaron a grabar, murmurando entre ellos con incredulidad y morbo. El caos se desató a su alrededor, pero el hombre seguía gritando, su voz cada vez más débil mientras caía de rodillas.

Tadano, aun sintiendo el peso de su propio cuerpo en contra, de repente sintió una oleada de energía inexplicable. Como si su debilidad se hubiera disipado momentáneamente, corrió hacia el puente, su mente en blanco, impulsado únicamente por la necesidad de entender qué estaba sucediendo. Cuando llegó, vio al niño y a la madre, paralizados por el miedo, retrocediendo lentamente ante el hombre que continuaba gritando.

Los ojos de Tadano pasaron de la madre al niño, y luego al hombre que seguía sujetando su cuello con desesperación. Nadie lo entendía. Para todos, parecía un loco, alguien que había perdido la razón o estaba bajo algún tipo de influencia. Pero Tadano, de alguna manera, lo entendió.

Lo que aquel hombre estaba sufriendo no era del todo distinto a lo que él mismo había sentido hace apenas unos minutos. El debilitamiento, el dolor intenso, el ardor que se extendía por su cuerpo. La comprensión golpeó a Tadano como un trueno. Ese hombre había sido herido de la misma manera que él.

Instintivamente, Tadano se llevó la mano al hombro, justo donde la flecha lo había atravesado. Allí, bajo su ropa, podía sentir la marca que había dejado el ataque. No era solo una cicatriz; era algo más. La herida formaba una especie de estrella de cinco puntas. Dicha herida había cicatrizado en una particular cicatriz.

Y al igual que el hombre frente a él, su herida ardía.

Por un momento, el dolor que había estado reprimiendo volvió con toda su fuerza. Pero tan rápido como llegó, pareció desvanecerse nuevamente, como si fluctuara entre la vida y la muerte. Era un ciclo de agonía y alivio, mezclándose de una manera que hacía difícil para Tadano concentrarse en cualquier otra cosa. Sin embargo, ante la visión de aquel hombre sufriendo, su sentido de urgencia lo empujó a actuar.

"¿Qué debo hacer? ¿Debo ayudarlo? ¿Puedo ayudarlo?"

Las preguntas lo inundaban, pero el deseo de no dejar a ese hombre morir lo dominaba. Recordó la mirada del niño, la forma en que lo había observado con preocupación genuina. Ese mismo niño estaba ahora a unos metros, con su madre, temblando ante la escena. No podía solo quedarse mirando.

El grito del hombre resonó con una intensidad aterradora, y al instante un aura violenta lo rodeó. El suelo tembló y el puente entero comenzó a crujir, agrietarse como si algo en su interior lo estuviera desintegrando. Un fuerte terremoto se extendió a través de la ciudad, sacudiendo autos y personas por igual. Los coches sobre el puente frenaron bruscamente, unos chocando entre sí mientras otros patinaban por la carretera mojada. Debajo, la gente corría despavorida, intentando evitar los escombros que se desprendían del puente, trozos enormes de concreto y acero que caían con estruendos ensordecedores.

La madre y el niño, apenas unos metros adelante, intentaban escapar. El hombre, sin embargo, los agarró con manos temblorosas, su rostro desfigurado por el dolor y la desesperación, suplicando entre balbuceos incoherentes.

"¡Ayuda... por favor...!" clamaba, mientras su vida parecía evaporarse ante sus ojos.

La madre gritó, su reacción instintiva fue patear al hombre lejos de ellos, asqueada y horrorizada por lo bizarro de la situación. El niño, confuso, observaba cómo su madre intentaba apartar al hombre que parecía al borde de la muerte. Pero los segundos que ella perdió al luchar contra él fueron suficientes para sellar su destino. Varios trozos grandes del puente cayeron a su alrededor, bloqueando la única salida cercana.

"¡Mamá!" gritó el niño, tirando de su madre con todas sus fuerzas.

Pero cuando ella intentó avanzar, su pie se torció al chocar contra una piedra en el camino. Cayó al suelo con un grito de dolor, sujetándose el tobillo torcido, incapaz de moverse. El niño trató de ayudarla, pero era demasiado pequeño, demasiado débil para levantarla. Ambos quedaron vulnerables.

Sobre ellos, un trozo gigantesco del puente se balanceaba peligrosamente, listo para caer y aplastarlos en cualquier momento.

Tadano, quien hasta ese momento había estado congelado en el lugar junto a los demás espectadores, sintió que algo dentro de él se rompía. No podía quedarse quieto, no podía permitir que murieran.

Las personas gritaban, los policías recién llegados le pedían a Tadano que se retirara, que era peligroso, pero sus palabras eran solo eco. Su mente estaba fija en una sola cosa: salvarlos.

Sus piernas comenzaron a moverse por sí solas, empujando su cuerpo hacia adelante, ignorando el dolor y el agotamiento que lo había consumido minutos antes. Corría con determinación, esquivando los trozos de escombros que caían a su alrededor, mientras los gritos y el caos se desvanecían en el fondo de su mente. Nada más importaba.

Llegó hasta la madre y el niño, quienes lo miraron con ojos llenos de terror y sorpresa.

"¡Tú!" dijo la madre, reconociendo a Tadano, pero sin tiempo para cuestionarlo.

Sin decir una palabra, Tadano la ayudó a ponerse de pie, apoyando su peso sobre él, mientras sus ojos se movían frenéticamente, buscando una salida. Debían irse, ahora.

Pero entonces, un último grito desgarrador salió del hombre que aún yacía retorciéndose en el suelo. Fue como si todo su dolor y sufrimiento culminaran en una explosión de energía, aumentando la intensidad del terremoto. El puente comenzó a colapsar.

Tadano tropezó, cayendo al suelo. La mujer cayó unos metros más adelante, mientras su hijo se quedó atrás, demasiado asustado para moverse. Tadano apenas pudo girar su cabeza y ver el gigantesco trozo del puente que descendía directamente hacia el niño.

"¡No!" gritó la madre, su voz desgarrada por el pánico.

"¡Mamá!" el niño gritaba entre lágrimas, incapaz de moverse, sabiendo que la muerte estaba a segundos de aplastarlo.

Tadano intentó levantarse, pero su cuerpo no respondía. Había hecho todo lo que podía, pero no era suficiente. No era suficiente.

Desesperado, sus manos tocaron el suelo, sintiendo los fragmentos rotos del puente bajo sus dedos. Los sonidos se desvanecieron, el mundo parecía ralentizarse. Era inútil. Todo se movía en cámara lenta ante sus ojos. El trozo de puente caía, y Tadano pudo ver con horror cómo el cuerpo del niño sería destrozado en segundos. Lo vio todo, pero no podía hacer nada.

De reojo, vio cómo un escombro se acercaba a la madre, su clavícula a punto de ser aplastada. Las demás personas también estaban en peligro, pero nada, absolutamente nada, podía detener el caos que se desataba.

En ese instante, algo en lo más profundo de su ser se encendió. Un destello, un fuego, un deseo imparable. Tadano, desde lo más profundo de su ser, gritó mentalmente: "¡No! ¡Esto no puede acabar así! ¡Aún tengo que hacer más... Debo hacer algo más!"

Y entonces, lo sintió.

Un poder desconocido se activó dentro de él, un aura dorada lo envolvió, extendiéndose desde su cuerpo hacia sus manos, y luego, hacia el suelo. La energía, vibrante y cálida, comenzó a irradiar de Tadano, fluyendo como si hubiera estado esperando ese momento exacto para despertar.

El suelo bajo él comenzó a brillar, y esa misma luz dorada cubrió a las personas y los escombros a su alrededor. Tadano observó, asombrado, cómo las partes rotas del puente comenzaron a elevarse del suelo. El tiempo mismo parecía revertirse. Los escombros volvieron a sus lugares originales, las grietas desaparecieron, el concreto destrozado se restauraba ante sus ojos.

Los gritos cesaron. El niño, que estaba a punto de ser aplastado, observó con asombro cómo el trozo de puente se elevaba de nuevo al aire, como si el mundo estuviera volviendo atrás en el tiempo.

La madre, quien había caído, vio su tobillo sanar. La multitud a su alrededor, los heridos, todos fueron restaurados, sanados por esa energía dorada que fluía desde Tadano.

Todo volvió a la normalidad en cuestión de segundos. Los daños, las heridas, la destrucción... todo fue reparado.

Nadie supo qué había sucedido. Nadie pudo explicarlo. Los policías, los transeúntes, incluso los paramédicos que se acercaban no entendían cómo, en un instante, todo parecía haber vuelto a su lugar.

Tadano, de pie en medio de la escena, respiraba con dificultad. Sabía que él lo había hecho. No sabía cómo ni por qué, pero fue él quien restauró todo.

La madre se levantó y abrazó a su hijo, ambos llorando de alivio. Tadano, por su parte, miró sus manos, sintiendo aún la energía dorada que había desatado. Algo bizarro había despertado en su interior.

Pero lo más increíble era que Tadano, quien momentos antes se encontraba al borde de la muerte, ahora estaba sano y fuerte, como si nada hubiera pasado.

Los paramédicos intentaron acercarse a él, pero Tadano simplemente se alejó, evadiéndolos con una sonrisa débil y convenciéndolos de que estaba bien. No era momento para explicaciones. No sabía lo que había pasado, pero una cosa era segura: algo extraordinario había cambiado dentro de él.


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"¿Que carajos acaba de suceder?"




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Bueno, esto sería todo por ahora con esta idea que cruzó por mi mente. Los que ya me conocen saben cuánto disfruto jugar con crossovers y explorar territorios poco tocados (o darle 'mi versión' a ciertos temas).

Para quienes se lo pregunten, el Stand de Tadano es del mismo tipo que Crazy Diamond de Josuke, pero no es exactamente su Stand. Decidí hacerlo así porque me permite mayor flexibilidad a la hora de moldear sus habilidades. Sería algo parecido a la relación entre The World y Star Platinum: similares en esencia, pero con diferencias que los hacen únicos.

Lo hice principalmente para tener libertad creativa, además de que, argumentalmente, tiene sentido. Araki apenas mencionó el concepto de "tener el mismo tipo de Stand" y, hasta donde sé, nunca volvió a desarrollarlo (aunque aún no he leído Jojolion/Jojo's Parte 8).


Bueno, los dejo para que me digan si les interesa o no que desarrolle una historia más extensa a partir de esta idea.

También pueden dejarme sus ideas, sugerencias para la trama, o pedir alguna inclusión en la historia. Estoy abierto a escuchar lo que quieran proponer.

Además, estoy dispuesto a crear Stands originales, siempre y cuando mantengan un equilibrio y no estén sobrecargados de poderes.

Sin más que agregar, les dejo algunas preguntas finales:

- ¿Qué les ha parecido este One-Shot?

- ¿Qué expectativas tienen si esto se convierte en una historia más larga?

Estaré al tanto de sus comentarios y espero sus respuestas con mucha ilusión.

Muchas gracias por leer, y cuídense, lectores y lectoras.

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