6: Bajo las estrellas
Aún recordaba como hace unos años en esa comisaría los policías iban de un lado a otro apurados. Yo les observé con curiosidad, a la vez que buscaba a mi padre con la mirada entre la multitud. Siempre quedábamos en la salida de su despacho, pero ese día estaba tardando más en venir.
—Nova—él me sonrió y me encontré con sus ojos color amatista—Siento que hayas esperado mucho, tenemos un interrogatorio muy complicado. El hombre no confiesa y no estamos seguros de si es culpable del crimen—suspiró. Parecía muy cansado—Está siendo muy duro, ya que no encontramos el arma homicida de todos sus asesinatos.
A pesar de ser un tema algo morboso para una niña de mi edad, era lo suficiente madura para entender la situación. Siempre había tenido una mentalidad más abierta que la de otros niños.
—Yo podría ayudar—sugerí—Si le toco podré saber si lo hizo o no, puedo sentir si es culpable. No será nada. Después de eso a lo mejor confiesa donde está el arma.
Qué inocente fui. Para ese entonces mi habilidad no había manifestado ni un diez por cierto de su verdadera potencia.
—Sé que puedes cariño, pero puede ser peligroso—me dijo él con un deje de inseguridad—Aún no sabes a qué puede llegar tu singularidad.
—Solo serán unos segundos. Así tendréis más fácil la investigación ¿No?
Tras insistirle mi padre accedió, no era la primera vez que les ayudaba, pero aquellas veces habían sido cosas mucho más triviales. Cuando me quité los guantes entré en la sala donde se encontraba aquel hombre. Había varios policías armados y aún recuerdo segundo a segundo la sonrisa siniestra del criminal y su mirada sangrienta. Me dio escalofríos, pero aun así decidí ayudar a mi padre.
—Adelante—me dijo uno de ellos sin dejar de seguir mis movimientos.
Coloqué una de mis manos sobre su brazo derecho, ambos esposados, del criminal. Sin embargo esa vez no fue como las otras veces. No solo sentí una pequeña cosa, lo sentí todo y también lo vi todo. Vi todas las atrocidades que había cometido ese criminal una y otra vez en mi mente. Sangre, robos y abusos. Incluso sentí aquello que todas sus víctimas sintieron: dolor, angustia, desesperación y terror.
—¿Nova?
—Es el culpable.
Después de pronunciar esas tres palabras con un nudo en la garganta sentí como si alguien me extrajera la vitalidad de mi cuerpo. Mi estómago se revolvió. Tuve ganas de golpearme la cabeza una y otra vez para que esos recuerdos cesaran.
Las emociones negativas eran veneno para mi cuerpo y fue en ese momento cuando empecé a odiar mi singularidad.
—¡Nova! ¿Me estás escuchando?
Mi mirada se cruzó con los ojos morados de mi padre. Su tono de voz sonaba preocupado y me di cuenta de que nos encontrábamos en la cocina.
—¿Qué pasa?—pregunté. Había estado en las nubes.
—¿Has estado teniendo problemas con tu singularidad de nuevo, verdad?—me preguntó con preocupación—Deberíamos llamar al doctor. Te dijo que siempre que notaras cambios tenías que llamarle inmediatamente.
Me tensé al oírlo. Suspiré y me levanté de la silla con pesar.
—No, estoy bien—respondí—No hace falta llamarle.
—No me mientas.
Él colocó ambas manos en sus ruedas para acercarse a mí. Yo le miré con una mueca. No me gustaba cuando empezaba a hacerme preguntas de temas de los que ni siquiera yo sabía la respuesta.
—No te estoy mintiendo, papá—me apoyé en el mármol de la cocina evitando mirarle.
—¿Entonces por qué estás tan agresiva?—preguntó con un suspiro—No puedes mentirme, Nova. Te conozco lo suficientemente bien. Has estado faltando...
—¿Es que ahora no puedo enfadarme?—le interrumpí cruzándome de brazos—Llevo mis guantes, está todo bien ¿De acuerdo?
—Sabes perfectamente que esos guantes no sirven para...
—¡Sí que sirven!—mascullé dándole un golpe a la mesa que tenía al lado.
Él me miró con sorpresa y no siguió con sus palabras. Solo desvió la mirada. A pesar de mi enfado sabía que él tenía razón. Siempre la tenía. Algo estaba mal con mi singularidad y conmigo últimamente, pude comprobarlo en aquel enfrentamiento con el chico rubio. Podría haber llegado a hacerle mucho daño.
—Lo siento—me disculpé mordiéndome el labio inferior—Solo...Confía en mi. Te prometo que todo está bien.
—Está bien. Sabes que confío en ti—él formuló una leve sonrisa llena de comprensión.
Suspiré con alivio. No quería seguir hablando de ese tema.
—Vendrá una compañera a casa en unos minutos—dije para cambiar de tema.
—¿Una compañera?
—Jirou—sonreí pensando en ella—Te he dejado comida hecha en el horno y si necesitas ayuda llámame.
—Te dije que quería intentar hacerme yo la comida...—él hizo un puchero.
Me crucé de brazos y negué con la cabeza ante su absurda petición.
—Pues ya me dirás cómo. Te recuerdo que estás paralítico en una silla de ruedas—sonreí de forma burlona y él soltó una pequeña risa. A veces era mejor tomárselo a broma—No llegas a ningún sitio, ni siquiera para calentarte la sopa.
—Llego al horno.
—Solo al horno—dije sacándole la lengua.
Él sonrió. A pesar de su sonrisa habitual le notaba algo decaído. Aunque me dijera que estaba bien sabía que todo esto de no poder moverse le había sentado muy mal.
—Lo siento, Nova—me miró con pesar—Me tienes que ayudar en todo...Muchas veces ni siquiera tienes tiempo para hacer tus cosas.
—Eres mi padre, no voy a dejarte tirado. Te ayudaré en todo lo que haga falta.
Él pareció aliviado por mi respuesta. Iba a decir algo cuando el sonido del timbre nos alertó a ambos. Me miré en el espejo cercano lo más rápido que pude y fui a abrir. Ese día había decidido recogerme el cabello, no era algo que solía hacer, pero si en ocasiones especiales.
—Kyouka—la saludé con una sonrisa.
—¡Hola!—ella parecía emocionada, pero a la vez se la veía agitada como si hubiera venido corriendo—Siento haber venido tan tarde, tuvimos una práctica por la mañana y eso que era fin de semana.
Me detuve antes de contestar para observarla. Nunca la había visto con ropa casual. Ella es una de esas personas que al verlas sabes que viste bien.
—No te preocupes ¿No has tenido problemas para llegar?
Dejé que pasara y cerré la puerta a continuación. Mi padre observó la escena con una sonrisa pícara.
—No, ha sido fácil—respondió.
Al ver a mi padre hizo una inclinación como saludo. Sonreí al ver su gesto.
—Mi nombre es Kyouka Jirou—su voz sonaba nerviosa—Un placer.
—No hace falta que seas tan formal—él rio—Soy Kenji.
Ella sonrió a la vez que él movía las ruedas hasta la cocina. Kyouka me miró y le hice una señal para que me siguiera. Seguimos un pasillo hasta llegar a mi habitación. No era muy grande, pero tenía diversas cosas. Destacaban un telescopio al lado de la ventana y una gran decoración de muchas estrellas en el techo.
—Hemos llegado—dije haciendo una reverencia actuada—No es la gran cosa, pero espero que estés cómoda.
Al ver que no decía nada la miré con preocupación. Sus labios estaban entreabiertos y sus mejillas levemente coloradas. Se encontraba mirando el techo con asombro.
Mi corazón no pudo evitar latir con fuerza ante aquella escena.
—Es precioso.
—Gracias—sonreí—Siempre me ha gustado la astronomía así que cuando era pequeña decoré todo el techo con estrellas. También miraba el cielo por ese telescopio.
Ella se acercó al mencionado observándolo con cuidado. Parecía realmente fascinada.
—Es una afición muy bonita.
—Es agradable tocar la guitarra mientras ves las estrellas—sonreí—Es una sensación increíble.
Ella se giró para poder mirarme a la vez que colocaba un mechón detrás de su oreja. Yo la miré. Me encantaban esos pequeños gestos que se hacían ver tan naturales.
Seguidamente se acercó a mi pequeño escritorio donde tenía varias fotografías familiares. En una salíamos mi padre, mi madre y yo en un parque de atracciones hacía unos años.
—Te pareces mucho a tu madre—me dijo ella mirándome de reojo.
Mi madre y yo éramos dos gotas de agua. Teníamos el mismo cabello, la misma singularidad y los mismos ojos. De mi padre solo había sacado aquel pequeño lunar debajo del labio.
—Ya, es una pena que ya no esté aquí con nosotros—susurré.
Ella me miró apurada como si hubiera dicho alguna barbaridad.
—¡No está muerta ni nada!—exclamé corrigiendo mi error—Mis padres se separaron y ella vive algo lejos de aquí. Eso es todo—sonreí.
—Oh, lo siento.
—No te preocupes. El amor es frágil, si deja de funcionar se rompe—reí un poco—A veces los humanos somos muy simples con el amor ¿No crees?
En ese instante me di cuenta de que nuestros rostros estaban muy cerca. Pude notar su respiración.
—¿Simples?
—Nuestro corazón late deprisa cuando nos gusta alguien—contesté acercándome a ella—Pero aun así muchas veces intentamos ocultar nuestros sentimientos.
—Yo creo que más que simples somos complicados.
—¿Sí?—pregunté.
Nuestras frentes rozaron y mi mirada se desvió inconscientemente hacia sus labios.
—Por ejemplo. Cuando queremos hacer algo a veces no lo hacemos por miedo cuándo podríamos hacerlo sin más.
—¿De qué tienes miedo?
—Ahora mismo de muchas cosas...—ella soltó una pequeña risa nerviosa.
No quería fastidiarla, así que retrodecí unos centímetros. Ella no dijo nada y yo me dispuse a hablar antes de que la situación llegase a ser incómoda.
—Oye—ella elevó la mirada con nerviosismo—Como es tarde podrías quedarte a cenar. No soy la mejor cocinera del mundo, pero me defiendo.
—¡Claro!—ella intentó contener su emoción—Me gustaría mucho quedarme.
Yo sonreí sacando mi guitarra del armario. Los fines de semana siempre me la traía a casa. Ella me miró y yo se la tendí con una sonrisa sugerente.
—¿Te apetece tocar la guitarra antes?
—Siempre.
Kyouka la cogió y empezó a tocar mirándome de reojo. Cualquier instrumento sonaba bien entre sus brazos. Todo lo que tocaba era música para mis oídos.
—Tenías razón. Tocar bajo las estrellas es increíble.
Mi sonrisa se agrandó mirando hacía el techo mientras las notas musicales inundaban la habitación. Hubiera hecho lo que fuera por quedarme en esa posición para siempre.
¡Hola, muchas gracias por leer! Interrumpir casi besos es mi pasión :)
¡Espero que os haya gustado el capítulo! <3
Ahora ya sabemos un poco más de Nova y de su singularidad
¿Qué opináis de ella?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top