Cap 4. UN TRATO CON EL MOUNSTRO
IV
El camino parecía llevarla a un Edén, un mundo que jamás imagino real, ahora estaba en un auto de lujo con un sultán como chófer y frente a ella la reja de la gran mansión se abría dejando entrar al vehículo. Jardines de ensueño pintaban de colores el lugar, elegantes monumentos tallados en mármol fino enmarcaban el camino a la casa principal, el sol parecía asomarse detrás como si solo brillara para ese lugar.
Su vista parecía no saber que mirar, su atención se disolvía en el espacio lleno de pequeños y finos detalles.
— Si te arrepientes puedo dar la vuelta —interrumpió Abbadon notando el nerviosismo de la chica.
— No gracias, necesito hacer esto —respondió la joven.
— Mi sobrino se levanta muy temprano, tal vez ahora ya está despierto —mencionó el sultán
— Me siento tan apenada, sé que no debería estar aquí, por favor no les diga a mis padres—mencionó Rubí.
—Él debe cuidar de su esposa y tú lo serás muy pronto, así que no veo mal que acudas a él, por lo demás suelo ser más moderno respecto a las tradiciones, no veo lo malo en que veas a quien será tu esposo antes de la boda, así que no te preocupes, no les diré nada —explicó el sultán.
—Se lo agradezco —contestó pensativa.
La palabra esposa hacía eco en la cabeza de Rubí.
— Ya veo, todavía no estás muy cómoda con esa palabra —comentó Abbadon mirándola de reojo.
— Es que todavía me cuesta hacerme a la idea —respondió la joven bajando la mirada.
— Pues trata de que esa idea se meta en tu cabeza, en menos de un mes está será tu casa —explicó señalando la enorme mansión frente a ellos.
Un hombre mayor se acercó al auto, Abbadon bajó el vidrio y le dio indicaciones de llevar a la chica para ser recibida por Nadeem.
— Lamento no ayudarte más, pero debo atender mis deberes —comentó el señor Brunéi.
— Le agradezco mucho y lamento haber caído frente a su auto —Rubí se disculpó y descendió del vehículo.
—No te asustes, esto hizo menos aburrida mi mañana, fue un placer conocerte —dicho esto Abbadon subió el vidrio regresando a su papel de hombre importante, y se marchó rumbo a su oficina.
— Sígame por aquí —señaló el mayordomo— el joven ya está despierto, tuvo suerte de encontrarlo normalmente se marcha muy temprano al trabajo.
— Es un hombre muy responsable ¿Verdad? —Preguntó siguiéndolo.
—El mejor hombre que he conocido, aquí todos lo apreciamos y respetamos, somos muy leales a la familia Darshan en especial al joven Nadeem —le respondió.
Las palabras del anciano hicieron calmar el corazón de Rubí, la idea de ser esposa de aquel hombre del que todos se referían con respeto y admiración le estaba gustando.
— ¿Y está mujer? —Preguntó una joven de largos rizos descendiendo de la escalera principal.
—Namaste —saludó la chica Farash.
El saludo fue recíproco, pero en la mente Rubí se preguntaba quién podría ser ella.
— ¿Vas a decirme que haces en mi casa? —Preguntó seria.
Era Nirali quién estaba recibiendo a la intrusa.
— Su tío el sultán la trajo a la puerta de la casa —explicó el mayordomo.
—Por favor señorita quiero ver a Nadeem— pidió la chica acercándose al pie de la escalera.
— ¿A mi hermano? ¿Y tú que buscas con él? No has respondido mi primera pregunta...
— Me presento soy Rubí Aruni Farash supongo que ha escuchado mi nombre, lamento venir así, pero necesito hablar con él, por favor no le quitaré mucho tiempo, lo prometo— dijo la chica.
— Ya que te trajo mi tío le avisaré a mi hermano que estás aquí, no prometo nada así que espera por allá en la sala —señaló con el dedo— acompáñala Senom —ordenó la joven.
— Si señorita —respondió el anciano.
Nirali espero que el mayordomo y la acompañante desaparecieran al cruzar la entrada de la sala, cuando los perdió de vista olvidó la compostura y subió corriendo al cuarto principal.
— ¡Qué demonios Nirali! ¿Por qué no tocas? —Regañó Nadeem a medio vestir tapando su dorso con una camisa blanca.
— No hay tiempo para formalidades —respondió agitada recargando su cuerpo en la puerta.
— ¿Qué es lo que te sucede hermana? —Preguntó preocupado poniéndose la camisa— parece que viste al diablo —sonrió divertido.
— No es eso, abajo está tu prometida —respondió recuperando el aliento.
— ¿Y que hace aquí? —Cuestionó calmado acomodando los botones.
— Dice que la trajo mi tío y que quiere hablar contigo...
— Que extraño, seguramente quiere dinero —sugirió el joven.
— Eso pensé seguramente también vino a ver la casa, ¿Puedo decirle que ya te fuiste?
—Déjala, dile que pase a la oficina y haz lo mismo de siempre —indicó él poniéndose una corbata azul marino.
— ¿Estás seguro? —Cuestionó la hermana
—Siempre —sonrió su hermano antes de colocar el velo negro en su rostro.
Nirali acomodó sus ropas y salió del cuarto cerrando la puerta tras ella.
Al mismo tiempo llegando a Assam un viajero integrante de los Avarna, la casta más pobre llegaba con una mochila al hombro.
Una novia sin prometido miraba un tubo de henna con la cual el día de mañana le pintarían el cuerpo como parte del Mehndi, ceremonia para la bendición antes de su matrimonio.
De pie en medio de la casa el silencio la trajo a la realidad cuando miró la cúrcuma, las flores y el arroz colocados en la esquina del cuarto, de un movimiento lanzó el paquete de henna a la pared como si en ella estuvieran el enojo, la frustración y el miedo a no ser dueña de ella misma. Sin imaginar que su futuro esposo se hallaba muy lejos de ella.
En una fría habitación que la hacía sentir más pequeña de lo que era Rubí miraba todo a su alrededor.
— Esta habitación es muy grande —susurró para sí misma sentada en una silla frente a un escritorio distante.
La luz era escasa a exigencia del hombre que estaba apuntó de entrar, las lámparas estaban apagadas la poca luz que entraba era por el ventanal frente a la puerta principal, las cortinas delgadas atenuaban la visibilidad, era como si los rayos del sol no pudieran entrar a ese lugar.
El corazón de la joven Farash estaba tan acelerado que no le permitía escuchar los pasos que se venían acercando.
— Maldito Jahar todo es su culpa, ¿Cómo pudo pensar que Luz estaría de acuerdo que la abandonará así? Bueno Diego siempre ha sido un poco cobarde —dijo sin dejar de mirar aquellas pinturas que colgaban en las paredes.
Los latidos de la joven parecieron detenerse en cuanto la puerta lateral de la oficina se abrió captando su atención.
La silueta de una persona más alta que ella se abrió paso en un traje que enmarcaba la figura fornida de aquel que con su presencia detuvo en seco los pensamientos de la joven.
Nadeem entró con paso tranquilo haciendo eco por todo el lugar, la luz del ventanal no ayudó a los ojos de la chica a distinguir el rostro del hombre.
Un turbante que tapaba la mitad de su rostro resaltó entre la penumbra en contraste con la poca luz. Ante ella estaba la figura enigma de su prometido, las manos sudorosas temblaban al escuchar el cuerpo del él sentándose en el sillón giratorio.
Rubí Aruni jaló aire para intentar calmar sus adentros, las ganas de salir corriendo de aquella oficina inquietaban sus pies que no dejaban de golpear en la alfombra. Se acomodó en la silla y sintió la mirada escondida entre en la penumbra, profunda y fija las pupilas azules de Nadeem se perdían en las sombras.
— ¿Qué te hace venir a mi casa? —La pregunta en voz gruesa detuvo el tiempo para Rubí— ¿Viniste a quedarte callada?
— Lo siento no es eso, yo lamento mucho importunar, pero es que no sé a quién recurrir —comenzó a explicar.
— ¿Es por el matrimonio? ¿Quieres que cancele el compromiso? —le cuestionó.
— No —respondió rápidamente al tiempo que se levantaba de su asiento— no es eso, he venido porque necesito ayuda.
— ¿Tus padres no pueden ayudarte? —Cuestionó seco— ¿Acaso tengo fama de beneficencia?
—Disculpe si lo molesto, pero no vendría a importunar a su casa si no fuera importante —respondió la joven sentándose de nuevo— mis padres no pueden ayudarme ellos no pueden enterarse.
— Habla de una vez no tengo mucho tiempo antes de partir a la empresa —le indicó.
—Tengo una amiga es como mi hermana ella se casará esta semana, mañana es su fiesta de compromiso, pero la cuestión es que...
— Déjame adivinar —interrumpió el hombre— tu amiga no quiere casarse, tú quieres ayudarla y pensaste que podías disponer de mi voluntad para eso ¿No es así? —intuyó el chico.
—Sé que es muy atrevido de mi parte pedirle un favor sin conocerlo, pero necesito su ayuda porque quién va a casarse con ella también es amigo mío, pero el huyó y está muy lejos —comentó ella.
— ¿Entonces quieres que traiga a tu amigo de vuelta? —contestó calmado.
— Si por favor, no quiero que mi amiga pase por el repudio de ser rechazada —mencionó— es algo muy cruel.
—Amiga y amigo esa tendencia de relacionarse con personas para no estar solo —suspiró el chico.
— ¿Perdón? —Comentó confundida.
— Digamos que te ayudo entonces ¿Qué gano yo? —Le preguntó— Según tengo entendido lo que te ocurra antes de casarte conmigo no me incumbe, no estoy obligado a ayudarte, ni por cortesía.
Las palabras de su prometido volvieron a dejar sin aliento a la joven, era acaso que esa persona de la cual le hablaron hace unos instantes era solo una fachada.
— ¿Ganar?, yo no tengo dinero para pagarle —explicó nerviosa.
— ¿Crees que puedo querer dinero cuando soy el dueño de todo lo que quiero? —insinuó maliciosamente.
—Entonces no comprendo lo que me quiere decir. —comentó ella.
—Tú quieres mejor dicho tú necesitas algo de mí, pero yo no de ti ¿Cuál es la finalidad de que haga algo para ayudarte? —Dijo ocultando su sonrisa en la oscuridad.
—Creo que fue un error venir, me disculpo —respondió con el orgullo a flote lista para abandonar el lugar— Tiene razón no tiene por qué ayudarme, no somos nada.
— ¿No que tu amiga es como tu hermana? —Comentó un tanto divertido, le encantaba ser tan descarado e insolente sabiéndose poderoso.
— ¿Si y qué? —Respondió deteniéndose frente a la puerta— tal vez no puede entenderlo porque no tiene amigos.
La risa del joven heló la sangre de la chica que sintió como una fuerza externa le impedía despejar sus pies del suelo.
— Ahora que lo pienso talvez yo necesito algo de ti —agregó Nadeem recargándose en el respaldo de la silla.
—Por favor no sé a quién recurrir, lo que sea yo aceptaré, pero por favor traiga a Diego de regreso —suplicó regresando a su asiento, temiendo lo que le pediría aquel hombre.
—En primera vas a casarte conmigo eso ya está acordado, sin embargo, no te quiero revoloteando en mis dominios —manifestó Nadeem— nuestro matrimonio no es real en la cuestión íntima.
—No lo entiendo ¿Quiere que yo no viva a su lado? —Preguntó confundida.
—Vendrás aquí después de la boda, todos te reconocerán y respetarán como mi esposa, pero no tendrás ningún derecho sobre mí ni tampoco obligaciones como esposa, digamos que solo eres una decoración para mi casa —dijo sin tapujos.
—Entiendo por mí no se preocupe no esperaba otra cosa, a decir verdad, me tranquilizan sus palabras —respondió molesta.
—Después tendremos tiempo de aclarar nuestra situación de manera más detallada, sin embargo, es bueno que entiendas desde el principio que no tengo ningún interés de cumplir como hombre en este matrimonio — Aclaró el joven— no hay sentimientos de por medio y no debe haber.
Dicho esto, Nadeem se levantó de su asiento y caminó hacia una gaveta donde sacó un folder. Rubí Aruni suspiró pensando en todas las cosas que pudo haber dicho para defender su dignidad, pero recordó el motivo que la trajo hasta esa casa, Luz su mejor amiga necesitaba que Diego volviera o las consecuencias serían catastróficas.
— Lamento la poca visibilidad, no me gusta la luz —dijo él poniendo un folder en la mesa.
— No hay ningún problema —comento ella.
—Esto es el boleto para traer a tu amigo de regreso —explicó prendiendo la pequeña lámpara sobre el escritorio.
—Pero ni siquiera le he dicho dónde está —respondió confundida.
— Da igual si está del otro lado del mundo, si tú firmas eso yo lo traigo —dijo seguro— ¿Has escuchado de un contrato prematrimonial? —Preguntó serio.
— No señor —respondió la joven.
—Lo supuse, en este documento están estipuladas las reglas de convivencia de nuestro matrimonio —le explicó.
— ¿Como un reglamento? —Cuestionó Rubí.
— ¡Exacto! —Exclamó el joven— entonces si lo firmas yo traigo de regreso a tu amigo y salvas a tu amiga del rechazo social y la vergüenza —añadió acercando la hoja de papel con un bolígrafo sobre ella.
— Esta bien, confío en usted —dijo Rubí acercándose dispuesta a firmar el papel.
— Esto es un secreto entre tú y yo, no hay nada que temer solo dice que no podrás disponer de ningún centavo de mi fortuna —sonrió detrás del velo negro.
— ¿Va a traerlo de regreso? —Preguntó al tomar el bolígrafo.
— Te doy mi palabra —añadió.
— Aquí está la carta que él dejó antes de partir —dijo deslizando el papel sobre el escritorio antes de plasmar su firma en aquella hoja.
Nadeem arrebató el contrato y tomó la carta.
—Me voy, quédate tranquila —pronunció antes de desaparecer.
Al cerrarse la puerta tras él las luces se encendieron de repente como si la obra de teatro hubiera terminado.
— De verdad es el monstruo —dijo mirando la puerta cerrada.
— Bien, ya que terminaron no sé qué más quieras —interrumpió Nirali entrando por la puerta principal.
— Gracias eso es todo, lamento las molestias que causé...
— No es molestia solo nos sorprendió verte aquí —explicó su futura cuñada
— Entiendo me iré ya, le agradezco mucho —contestó Rubí.
— No te preocupes le diré al chófer que te lleve a casa —sugirió la joven.
— ¡A mi casa no por favor! Yo puedo regresar sola si me dice cómo salir de aquí —solicitó la muchacha.
— Tú casa está muy lejos —atinó a decir Nirali— ¡Oh ya veo! Tus padres no deben enterarse.
—Por favor, por ningún motivo —pidió Rubí.
En Dispur Alessanbali salió de aquella habitación con un hombre de dinero el cual decía ser un político muy influyente. La chica tomó el bulto de ropa que llevaba con ella y salió de ahí dejando a su amigo.
Diego por su parte buscaba a su compañera de viaje.
— Mi amigo ¿En qué le puedo ayudar? —preguntó un hombre en la recepción del hotel.
—Disculpé usted me vio llegar ayer, vine con una chica un poco más alta que yo, cabello castaño y un poco rizado hasta la cintura y ya no la encuentro ¿Usted sabe si salió a comprar algo?
—Esta mañana salió un hombre en compañía de una chica muy similar a la que describe, son los únicos que han abandonado el hotel. —le relato el encargado.
— ¡Maldición! Talvez se la llevó a la fuerza —pensó el chico en voz alta.
—Pues con todo respeto caballero, ella se veía muy contenta...
— ¿Qué? —Preguntó desconcertado— ¿Acaso es verdad la fama que comentan de Alessa?
—Lo siento joven creo que su novia lo dejó por otro —añadió el sujeto
En un auto negro no muy lejos de ahí una pareja planeaba un golpe.
— Yo te enviaré ahí con una parte del dinero, cuando termines el trabajo te daré el resto. —comento el hombre de traje gris pasando su brazo por detrás de la espalda de ella.
— ¿Puedo confiar en usted? —Preguntó la joven contando un fajo de billetes.
—Soy la única persona en la que puedes confiar, pero recuerda tienes que ser cuidadosa —contestó el hombre.
— Usted está en buenas manos —sonrió la chica.
Unos hombres llegaban al hotel llevándose a un joven frente a las personas que se encontraban presentes.
— ¡No déjenme no! —Forcejeaba un chico— ¡Les digo que me suelten!
—No se preocupen todo está bajo control —dijo uno de los chicos que se llevaban a Diego.
En el patio de la casa de Rubí dos chicas platicaban detrás del tendedero a escondidas del padre de Luz.
— Me confundes, ¿Por qué fuiste a verlo? —Preguntó Luz.
— Mi madre me envió —mintió la joven Farash.
— ¿Viste su rostro? —Cuestionó curiosa.
—Tenías razón usa un velo en su rostro, no deja que se le acerquen parece que quiere tener a la gente a un metro de distancia —relató Rubí.
— Tal vez no es humano —insinuó Luz Maharaní.
— ¡No juegues con eso! —Reprochó Rubí — ¿Qué más puede ser? ¿Un marciano?
— Probablemente, no hay que descartar nada, tal vez por eso oculta su rostro y tiene poder además por eso se comporta así ¿No crees? —Comenzó a fantasear la chica Jingal
—Luz Maharaní Jingal aterriza, no todo lo que dicen en los libros es cierto —advirtió Rubí.
—He leído bastantes novelas de ciencia ficción para saber que puede ser posible que una chica se case con un monstruo —sonrió Luz— tal vez tú puedas volverlo bueno y se transforme como en el libro de la bella y la bestia...
—Luz no tengo ganas de convertir a nadie en un ser bueno —suspiró la chica Farash en voz baja— Pero si no quiere tener problemas conmigo deberá respetarme...
— Rubí tú tienes una opción que yo no tengo —mencionó Luz.
— ¿Escapar con todo su dinero? —Respondió rápidamente
—Enamorarte de él y hacer que él te amé —suspiró la joven Jingal—En fin, Nadeem un hombre misterioso, respetado y a veces egocéntrico tal vez insoportable, pero aun así quedas prendada de ese tipo de persona —dijo Luz ante la cara de sorpresa de Rubí— cómo sea, te veo al rato en el Mehndi, todos vendrán a presenciar mi desdicha.
—Esta chica solo tiene fantasías en su cabeza —mencionó Rubí— No voy a permitir que ningún sentimiento se atraviese en esto —suspiró recordando las palabras de su extraño prometido— ¿Cómo podría desarrollar sentimientos por alguien tan extraño? Un adorno más en su casa vaya caballero.
Al mismo tiempo un teléfono sonaba en la oficina de la empresa Darshan.
—Todo listo señor —dijo un hombre tras la bocina.
— Gracias, como quedamos no lo olvides —contestó un joven antes de colgar el teléfono.
El joven Jahar venia de regreso junto a un chico que venía tejiendo una gran mentira.
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