CAP 22. LA SENSACIÓN DE LA NOCHE

XXII

El heredero caminaba de un lado a otro dentro de aquellas paredes en penumbras que le servían de refugio.

El cuarto de huéspedes se había vuelto su lugar privado y prohibido para cualquiera, era donde podía dejarse caer sin ser visto, envuelto en una bata de satín negro fue al armario y con la poca luz de la lámpara de noche pudo ver un traje negro colgado, sin pensarlo demasiado lo tomó y comenzó a vestirse, había pasado una semana encerrado y sabía que era hora de salir de la oscuridad.

En la cocina dos mujeres hablaban de la situación del joven.

— ¿Tú sabes que paso? —Preguntó una de ellas mientras picaba un poco de fruta.

—Ni idea —respondió la otra sin dejarle de mover a la olla sobre la estufa- de repente el joven se encerró como de costumbre y en la oficina suena el teléfono, pero siquiera acepta las llamadas.

— ¿Tú crees que se haya peleado con su esposa? —le cuestionó curiosa dejando un platón con fruta picada en el centro de la mesa.

—No creo si casi no hablan, los he visto muy pocas veces juntos yo creo que ni la quiere —comentó a su compañera.

—Qué raro ¿Entonces por qué no ha salido? —Le preguntó la cocinera.

— Debe ser algo grave para no haber salido en toda la semana —siguió comentando— Eki le llevó un poco de comida, pero ni siquiera la tocó, me preocupa que el joven se enferme.

Detrás de la puerta Rubí escuchaba atenta, era cierto que no eran tan cercanos como deberían ser en un matrimonio y aunque no lo mostraba le afectaba que las personas se dieran cuenta de lo desapegada que era a su marido, desde que Nadeem decidió encerrarse en aquella habitación no había podido hablar con él ni siquiera aceptaba la comida que le preparaba aun así seguía intentándolo.

— ¿Qué pasa Rubí no está listo el desayuno para Nadeem? —Preguntó Nirali sorprendiéndola.

—A eso vengo —contestó a su cuñada.

—No puede ser tan terco y seguir así —mencionó Nirali empujando la puerta de la cocina— ¿Cómo va todo señoras?

—Ya terminamos señorita Nirali solo falta servir —le dijo una de las mujeres.

—Yo lo haré pueden descansar un rato —intervino Rubí.

En la empresa un teléfono sonaba en el escritorio de la oficina de Caín la secretaria entró de prisa para atender el llamado, pero fue detenida por la voz de cierto joven que apareció en la puerta.

—Déjalo yo atiendo —le indicó y tomó la bocina.

Lejos de ahí en el hotel Royal Jaidev se preparaba un festín, los trabajadores iban de un lado a otro decorando el salón principal donde se llevaría a cabo el cóctel de bienvenida de cierto empresario pakistaní.

En una bodega de telas un hombre mayor revisaba los libros de contabilidad sentado frente a un escritorio en un rincón.

—Disculpe la intromisión estoy buscando al señor Sohan Farash —dijo un joven castaño de traje gris sosteniendo un maletín negro.

—Si soy yo, dígame en que puedo servirle —contestó el hombre con voz cansada.

—Soy Jamil vengo de parte de empresas Darshan para ponerme a su disposición. —Explicó el joven.

Cruzando el jardín de la mansión Rubí sostenía la charola con el desayuno para Nadeem, no estaba segura si tendría éxito y él se dignaría a abrirle la puerta, de pronto se quedó de pie frente a la entrada y puso la charola en la mesita que estaba junto a ella, de su ropa sacó la tarjeta que Eki le había entregado y la paso por debajo de la puerta.

— ¡No sé si estés dormido, pero es importante que veas esto! —Exclamó la chica— ¡Sería muy amable de tu parte comer algo o por lo menos rechazarlo para evitar que se enfrié!

Un poco resentida sin esperar respuesta se dio vuelta y regresó a la sala donde su madre ya la estaba esperando.

— ¡Hija mía! —Gritó Eiinar levantándose del sillón.

— ¿Qué haces aquí madre? —Le preguntó.

—Vaya esperaría otra reacción de tu parte —reprochó su madre.

—No me lo tomes a mal solo que me extraña verte aquí tan temprano --explicó su hija.

—Vine porque quería estar un tiempo contigo —dijo tomando su mano— además tu hermana está en la escuela y tu padre tiene tantos asuntos en el negocio que prácticamente no vive en la casa.

— ¿Problemas con qué? —Cuestionó sentándose a su lado.

—Con el negocio hija, parece que le va muy bien y eso le ha traído muchas envidias, algunos comerciantes han intentado bloquear las ventas de tu padre, pero me dijo que todo estaba mejorando —explicó tranquila.

—Espero que sea verdad y no sea más grave, él no acostumbra hablar de sus problemas. —mencionó Rubí.

—Estará bien yo lo sé —agregó Eiinar sacando un pequeño abanico de su bolsa— vine también para que me acompañes a comprar unas cosas para la nueva casa debes saber que he tirado muchas cosas que solíamos tener, ya no van con nosotros —sonrió haciéndose aire.

—Está bien, pero primero vamos a desayunar algo —Respondió Rubí— quiero comprar un nuevo diario.

En la habitación de huéspedes el joven Darshan tomó el sobre que su esposa había deslizado por debajo de la puerta al mismo tiempo el teléfono de la habitación comenzó a sonar.

En un pent-house un hombre leía un libro de pasta roja mientras tomaba la primera taza de café de la mañana.

En empresas Darshan un elevador abría sus puertas para dejar pasar al sultán Abbadon, de frente venia un chico algo apresurado y con un semblante serio.

— Pero ¿Qué sucede? —Preguntó el sultán.

—Los rusos adelantaron su viaje y exigen una junta con Nadeem si no cancelan el negocio —explicó Caín tocando los botones del elevador.

— ¿Dónde están ahora? —Cuestionó Abbadon.

—Ese es el problema —dijo serio— se lo cuento en el camino no hay tiempo que perder —explicó cerrando el elevador.

De vuelta en la mansión Rubí y su madre llegaban en el auto negro cuando el carro rojo de Nadeem salió de prisa.

— ¿Pasa algo malo? —Preguntó Eiinar preocupadas.

—Negocios mamá, parece que por fin va ir a trabajar —comentó la joven.

En la bodega de telas del padre de Rubí el abogado revisaba un par de documentos.

—No se preocupe señor Farash sus papeles están orden solo que me llama mucho la atención este en particular —dijo Jamil con un documento en sus manos.

—Ah, ese es de la compra de un cargamento de telas proveniente de Afganistán —mencionó Sohan.

—Es muy extraño que no contempla los gastos por dejar que entren las telas al país —evidenció Jamil.

—Bueno es que esos los iba a pagar el vendedor y me pareció un buen negocio —comentó el mercader.

— ¿Le importa si me lo llevo para investigar más a fondo? Quiero descartar que pueda tratarse de algo ilegal es necesario que tengamos todo en regla para no correr el riesgo de ser acusados de contrabando de textiles —explicó el joven abogado.

Rubí por su parte revisaba un par de folletos de escuelas, sentada en la sala sin su madre cerca podría poner toda su atención en elegir la mejor opción educativa.

— ¿Te fue bien con tu madre? —Preguntó Nirali sentándose a lado de su cuñada.

—Sobreviví siempre se pone muy difícil cuando va de compras, es demasiado exigente —comentó Rubí— fue mucha suerte que encontrara lo que quería en un solo lugar.

—Supongo que debe estar emocionada por su nueva casa —mencionó la joven.

—Bastante —respondió la joven— Mañana iré a ver la casa y aprovecharé a desayunar con ellos.

—Eres afortunada Rubí tú si tienes a tu madre, yo recuerdo a la mía casi no salíamos con ella siempre nos quedábamos en casa con las sirvientas —contó Nirali tomando una revista de la mesa de centro— por ahí tengo guardada una foto de ella luego te la muestro.

—Debió ser aburrido no poder salir de paseo con tus padres —opinó Rubí—por cierto ¿Por qué no hay ninguna foto de ellos en la casa?

—Pues en el extranjero era más fácil aun así tenían miedo que alguien pudiera reconocernos y hacernos daño, es entendible —agregó ojeando la revista— pues las fotos de nuestros padres están en la habitación principal que era la que ocupaban, había un gran cuadro colgado ahí en la pared principal de la sala, pero Nadeem la quitó, ni Celeste ni yo quisimos preguntar supongo que le agobiaba mirar la imagen de ellos.

—De verdad me gustaría conocerlos —mencionó Rubí.

En una casa solitaria Inayat bordaba un pañuelo sentada en su habitación.

— El señor estará aquí en cualquier momento iré a comprar unas cosas para la cena. —dijo un hombre maduro de pie en la entrada de la habitación con una charola en las manos.

—Si está bien —contestó Inayat sin mostrar interés.

—Pero antes tome su medicamento —añadió el hombre colocando la charola en la mesita frente a la mujer.

— ¿Puedo tomarlo después? —Preguntó alzando la mirada.

—El señor se enoja si no lo toma a su hora —la persuadió el mayordomo mientras sacaba un par de pastillas de un frasco color ámbar.

Inayat tomó una pastilla y la puso en su boca, el mayordomo le acercó un vaso con agua, ella escondió la píldora debajo de su lengua y tomó un sorbo del líquido para después mostrarle su boca vacía al hombre.

— Muy bien señora ahora quédese aquí en lo que traigo la carne y otras cosas —dijo el hombre recogiendo la charola— ¿Se le ofrece algo?

—Podría traerme un poco de rábano encurtido, por favor —Pidió la mujer de ojos azules.

— Eso me llevará más tiempo, pero está bien señora —respondió cerrando la puerta- por seguridad voy a ponerle llave.

— ¿Ahora cómo voy a salir? —susurró escupiendo la pastilla y limpiando su lengua con la manga de su vestido.

Mientras Rubí seguía revisando los folletos de las escuelas privadas, el teléfono en la sala sonó.

— ¿Diga? —Preguntó Nirali atenta a la otra voz— ¿Dónde estás? Si en un momento —agregó sosteniendo la bocina del teléfono— Rubí te llama mi hermano.

La joven Farash dejó los folletos sobre el sillón y tomó el teléfono.

— ¿Qué quieres? Estoy ocupada —dijo todavía resentida— ¿A dónde? Ya casi son las siete ¡Oye me colgó!

En el departamento de Caín dos hombres discutían la situación con los rusos.

—Bien ella estará ahí a las siete —dijo Nadeem dejando la bocina del teléfono.

—Es necesario que vaya en tu representación a ese coctel mientras tú atiendes a los rusos —explicó Caín desde la cantina de su sala.

—No está preparada será bueno que alguien la acompañe —opinó Nadeem acercándose al balcón.

—No te preocupes enviaremos a Juman tu secretario, el podrá ayudar a Rubí en el cóctel. —comentó su amigo sirviéndose una copa de vino blanco.

— ¡Maldición! —Exclamó el sultán entrando a la habitación con un teléfono móvil en la mano.

— ¿Qué sucede tío? —Cuestionó el heredero.

—Me llamaron de la oficina, adivina por que llegaron justamente hoy los rusos —dijo el hombre sentándose en el sillón.

— ¿Para presionarnos? —Manifestó Caín desde la cantina.

— Están en el hotel Royal Jaidev fueron invitados al coctel de Kelram Levelt —explicó el sultán.

— ¿Cómo es posible? —Preguntó Caín.

— Sí dijo que quiere entrar al mundo de los negocios no es de extrañar que haya convocado a los empresarios más importantes de la zona —sugirió Nadeem.

— ¿Cómo supo de los rusos? —Cuestionó su amigo.

—Con ese sujeto siempre tenemos que pensar mal —intervino Abbadon.

—Yo puedo ir y bloquear cualquier acercamiento que pudieran tener con Kelram y ganar tiempo —dijo Caín tomando un sorbo de alcohol.

—Yo iré no hace falta que mandes a Juman —manifestó el heredero.

— ¿Cómo vas a ir así? —Le preguntó su tío.

Antes que Caín terminará de hablar Nadeem salió del departamento dejando confundidos a los dos sujetos.

En la mansión Darshan tres mujeres llenaban la cama de Rubí con ropa y vestidos.

—Es un coctel así que creo deberías usar este, resalta tus ojos y el color de tu cabello —dijo Nirali sosteniendo un vestido largo color jade.

—O este otro, es muy fino— intervino Kaeme mostrando otro vestido en color blanco.

—No lo sé, creo que mejor usaré algo negro y simple de todas maneras no creo que importe mucho lo que lleve puesto —mencionó Rubí sacando otro par de vestidos del closet.

— ¿Cómo qué no? Vas en representación de empresas Darshan eres la esposa de mi hermano es obvio que te estarán viendo, claro que importa. —comentó Nirali.

— ¿Qué le parece este, niña? —Interrumpió Kaeme sosteniendo un vestido brillante dorado— es más cómodo que el negro.

—Celeste tiene muchos vestidos bonitos tal vez pueda prestarte uno —dijo Nirali a su cuñada— ¿Quieres qué le pregunte?

— ¡No gracias! Creo que con alguno de estos estará bien, me probaré el dorado y este también —dijo Rubí tomando un par de vestidos.

Muy lejos de ahí una mujer caminaba a la orilla de la carretera cuidando que nadie la siguiera, mientras que en una casa de aquel rumbo un hombre la buscaba desesperado.

— ¡Maldición! ¿A dónde se abra ido? ¡Si el sultán se entera estoy muerto! —exclamó el mayordomo tomando un palo dispuesto a encontrar a Inayat.

Mientras tanto la mujer saboreaba los primeros momentos de libertad después de estar tanto tiempo encerrada en aquella casa, su cabeza dolía y sus ojos comenzaban a nublarse, su caminar se tornaba cada vez más torpe.

En el departamento de Caín el chico se había quedado solo y realizaba una serie de llamadas mientras revisaba un par de documentos, después de colocar la bocina en su lugar el teléfono comenzó a timbrar.

— ¿Que paso? Estoy revisando unas copias de los contratos de los pozos petroleros —dijo escribiendo con su bolígrafo sobre las hojas— ¡¿Estás seguro?! Eso tengo que verlo, no es molestia me sentiría ofendido si no contaras conmigo para este día, no te preocupes me cambio y salgo para allá inmediatamente.

Dicho esto, el joven se levantó de su sillón y corrió a su recamara dejando los documentos regados por toda la sala.

En el hotel Royal Jaidev la gente comenzaba a llegar en la entrada las escaleras lucían iluminadas por pequeñas luces blancas acompañadas de arreglos florales de colores cálidos, la gente lucía entusiasmada Rubí bajó del auto negro que manejaba Eki, su vestido halter plateado contrastaba con el tostado de su piel y cabello cobrizo brillando a la par de las luces de aquel hotel, por poco pensaba que no llegaba cuando Nirali se dispuso a plancharle el cabello y el calor en su cabeza la asustaba, dejando eso de lado se abrió paso entre las personas que conversaban entre ellas, trataba de no lucir nerviosa pero estaba maravillada con el momento.

La noche le parecía más brillante, recordaba ese día de su boda en el hotel Anatolia, las personas yendo y viniendo y el cielo estrellado, cuidando de no tropezar con los tacones de aguja que su cuñada le había impuesto subió las escaleras de la entrada y llegó al recibidor dónde mostró la invitación. Un trabajador del hotel le señaló el camino hasta el salón principal, admirada por la decoración y la elegancia del mismo sostuvo su pequeña cartera y se dirigió emocionada.

Por el mismo pasillo un hombre de piel tostada y traje gris permanecía recargado con una copa de champagne, mientras recibía a un par de invitados sus ojos se fueron en dirección a la joven de cabello color cobre y vestido plateado que venía llegando.

— Discúlpenme voy a saludar a una amiga —se excusó con la pareja que había llegado y se acercó a la chica— Es un honor recibirla esta noche.

—No tiene que agradecer, es simple cortesía —respondió Rubí— gracias por la invitación.

—No hay nada que agradecer es un placer —sonrió Kelram.

—Nadeem no pudo asistir —mencionó la joven.

—Es una lástima yo quería limar asperezas con él —comentó el pakistaní.

—Si claro —dijo la joven siguiendo de largo dejando a Kelram hablando sólo.

En el gran salón todos mantenían conversaciones muy entretenidas Rubí caminaba entre ellos buscando la mesa donde debería sentarse.

— Es un insulto para nosotros ¿Puede entenderlo? —Preguntó un hombre a otro.

— Viajamos porque tenemos una reunión pendiente con el presidente de empresas Darshan —dijo un joven rubio de traje negro.

—Seguramente lo han hecho esperar mucho, no creo que se presente ante ustedes —contestó un pelirrojo con un vaso de whisky en sus manos.

—Su secretario fue muy amable y nos aseguró que él personalmente nos atendería —comentó el rubio.

— ¿Se puede saber que tan importante es ese negocio? —Indagó el extraño chico de cabello rojo.

—Vamos a explotar unos pozos petroleros en Arabia —mencionó el tipo de traje negro.

—Vaya debe haber mucho dinero de por medio. —dijo el otro chico.

—Si bastante por eso necesitamos estar seguros de que podemos confiar en quién será nuestro socio— agregó el ruso.

—El presidente de empresas Darshan no tiene fama de ser muy sociable no sé qué tanto puedan confiar en una persona así —comentó bebiendo un poco de licor.

Rubí había escuchado la conversación de pie atrás de un arreglo floral.

—Vaya así que gusta de escuchar conversaciones ajenas —sonrió Kelram detrás de ella.

—Por supuesto que no —se excusó— estaba mirando estás flores, son bonitas.

—Había dicho que no le gustaban las rosas. —comentó Kelram acariciando los pétalos de una rosa blanca.

—Las suyas no, estas sí —respondió la joven.

— ¿Por qué es tan agresiva con su servidor? Lo único que he querido es halagarla —añadió el chico.

—Pues no lo haga. —dijo ella.

—Con todo respeto no puedo hablarle de usted es más joven que yo y para nada parece una mujer casada, tengo entendido que ninguna mujer debe salir sola —agregó el joven de traje gris.

—Pues yo sí, no necesito que nadie me cuide y me haga respetar señor Kelram, y en todo caso preferiría que no se refiriera a mí de usted, es más no me dirija la palabra por favor —sentenció incomoda.

—Señora Rubí ¿Usted no ha hecho algo malo y después se ha arrepentido? —Le preguntó dejando de lado su cinismo.

— ¿Disculpe? —Pretendió no escuchar.

—Entonces está enterada de lo que le hice a su ahora esposo, bueno conoce lo que le han contado de mí, pero siempre hay dos partes de la historia. —explicó Kelram tomando una copa de la charola de un mesero que iba pasando a su lado.

— ¿Y qué me va decir? ¿Qué Nadeem se le ocurrió la brillante idea de ir preso y usted lo ayudó? —cuestionó la joven con las manos en la cintura.

—Sé que cualquier explicación puede sonar a excusa, pero tuve un motivo muy fuerte para hacerlo quería ayudar a un amigo y al hacerlo dañé a personas inocentes —dijo el pakistaní tomando un sorbo de champagne.

—Pues no es motivo para enorgullecerse —reprochó ella.

— ¿Usted nunca ha hecho algo por un amigo? ¿Incluso mentir? —Volvió a cuestionarla— hay veces que por los amigos somos capaces de arriesgar muchas cosas.

—Señor Kelram no me interesa saber su parte de la historia. —le indicó ella alejándose de él.

—Espere no sea injusta —agregó tomándola de la muñeca— ¿Acaso no tengo derecho a enmendar mi error?

— ¿Usted quiere enmendarse? —Le preguntó soltando su mano del agarre.

—Cuando Nadeem y yo nos conocimos nos hicimos amigos éramos cercanos y ahora que me ve como enemigo no sabe cómo lamento haber actuado de esa manera. —Dijo sinceramente— a veces tenemos que cometer errores para aprender algo importante o cambiar el curso de nuestras vidas, hoy puedo alzar la cabeza, pero quiero obtener el perdón y mostrar a la sociedad que soy una persona nueva.

—Bueno hay errores que nunca se terminan de pagar —opinó la joven.

—Lo sé y soy consciente de ello, por eso quiero enmendar en lo que pueda mi error. — Dijo Kelram— sé que no será fácil y estoy dispuesto a tener mi merecido.

La joven lo miró detenidamente y se alejó de él.

La banda seguía tocando y los meseros paseaban con charolas cargadas de copas de vino, champagne y ron, Rubí pensaba en las palabras de Kelram y sentía las miradas de algunos presentes sobre ella.

—Disculpe ¿Usted es la hija de Sohan Farash? —se acercó un hombre de mediana edad de traje azul marino y anillos de oro en sus manos.

—Si él es mi padre —dijo la joven.

—Es ella —empezaron a susurrar un grupo de hombres.

—Dígame ¿En su familia hay otras mujeres que pueda ofrecer su padre como lo hizo con usted? —preguntó de nuevo aquél sujeto.

— ¿Qué acaba de decir? —comentó Rubí confundida.

— ¿Qué si aparte de usted hay otra hija que pueda ofrecer su padre? Algunos nos interesa hacer negocios con el señor Farash —dijo el hombre con una sonrisa.

—Creo que usted está borracho no puedo concebir la idea que un hombre diga tantas tonterías juntas estando sobrio, pero ahora que lo dice estoy muy complacida en responderle, mi padre es un hombre honorable no cualquiera está a su altura y como su hija no esperaría menos de un esposo por eso fuimos comprometidos Nadeem y yo —respondió la joven— es normal que dos buenas familias quieran unirse hay tanta gente con dinero y trajes finos, pero sin nada de clase, odiaría terminar con alguien así.

—Rubí buenas noches te acompaño a tu mesa, está por aquí —interrumpió Caín tomando a Rubí de los hombros.

—Gracias —dijo al joven que acababa de llegar— permiso —añadió alejándose con el chico.

—Ya vieron ese hombre crío a una mujer sin escrúpulos —dijo el tipo de traje azul.

—No les hagas caso Nadeem los puso en su sitio cuando lo llamaron a una junta —mencionó Caín.

— ¿Por qué hacen esos comentarios? —le preguntó mientras caminaban al extremo del salón.

—Le tienen envidia a tu padre, no te preocupes —explicó Caín— ya alguien lo está asesorando.

—Si pasaba otro segundo más me le voy encima y le pico los ojos —dijo molesta.

— Qué bueno que llegue, por poco no te reconozco ¿Esos zapatos son nuevos? —agregó el chico.

Algunas personas tomaban asiento y la joven Rubí trataba de entender lo que acababa de ocurrir.

Le parecía estar fuera de lugar, en ese momento odiaba a su marido por enviarla sin advertirle lo que ocurría.

—Me disculpas Rubí, los rusos están por allá y necesito hablar con ellos —dijo Caín levantándose de la mesa.

—Ve no te preocupes, estaré aquí. —comentó ella jugando con sus dedos sobre la mesa.

—Hola de nuevo —Llegó Kelram a sentarse a su lado— ¿Disfruta la fiesta?

— ¿No tiene más invitados que atender? —Preguntó volteando a otro lado.

—Es curioso hice esta reunión para conocer empresarios y hacer negocios con ellos, pero es más difícil de lo que pensé —explicó Kelram— no soy muy bueno para socializar, me comerán vivo estos tiburones.

—Tal vez deba irse a otro lado a hacer negocios —sugirió ella.

—No voy a desistir tan fácil, ni de los negocios ni de convencerla que estoy arrepentido —añadió el pakistaní.

—A mí no tiene que convencerme de nada —declaró Rubí.

—Soy egoísta porque busco sanar mi consciencia, escuché lo que le dijo a ese señor —señaló el joven.

— Es un grosero —dijo ella.

— Definitivamente, ¿Pero por qué molestarla? si le incomoda puedo pedirle que se retire.

— No es necesario los voy a ignorar —respondió ella.

— Me parece muy bien ¿Te puedo decir Rubí? —Le preguntó llamando con sus manos a un mesero.

— ¿Qué? —Contestó incómoda.

—Señora Rubí ¿Puedo pedirle un consejo?

—Pídalo —dijo desviando la mirada.

— ¿Qué puedo hacer para mostrar que soy una persona arrepentida?

Rubí se quedó en silencio tomando un vaso de agua.

— ¿Me oyó señora Rubí? —Insistió el pakistaní con una sonrisa.

—Dije que podía pedir su consejo, pero no le dije que se lo daría —respondió cruzada de brazos.

—Entonces puede dármelo, sé que lo que hice estuvo mal ¿No cree que merezco una oportunidad? —Le cuestionó el hombre.

—Devuelva lo que robó, aunque hacerlo no borra lo que ocurrió, pero por lo menos quitaría algo de fango de su nombre —opinó la joven.

—Es lo que había pensado, pero mi fortuna no es ni la quinta parte de la que posee Nadeem Darshan por eso estoy aquí, necesito hacer dinero y pagar mi deuda para después irme a otro lado y empezar de nuevo —agregó el joven.

Rubí no dijo nada y se quedó sentada mientras Kelram se ponía de pie.

—Espero que pueda concederme el beneficio de la duda —añadió antes de ponerse de pie y retirarse de la mesa

Lejos de ahí Inayat despertaba en una cama atada de las manos.

— ¿Qué hago aquí? —Preguntó confundido.

—Intento irse señora, pero pude traerla a casa —contestó el mayordomo sirviendo una taza de té en la mesita de al lado.

— ¡Usted es un maldito perro! —Gritó molesta tratando de abrir los ojos.

— El sultán no pudo venir hoy, pero estará aquí mañana, le agradecería que no dijera ninguna palabra de su frustrada huida —mencionó tranquilamente aquel hombre.

En una casa mediana y lujosa una mujer llegaba alertando a su familia.

— ¡¿Dónde has estado madre?! —Exclamó una joven.

— ¡¿Eiinar que te pasó dónde estabas?! — preguntó un hombre detrás de su hija.

—Tranquilos estoy bien, surgió algo de improviso, pero todo está en orden. —dijo Eiinar quitándose los zapatos.

—¿Qué sucedió? —le cuestionó a su esposa tomándola de los hombros.

—Nada malo, unas señoras del barrio me invitaron a tomar un té y se me fue el tiempo —explicó tranquila.

—Eiinar agradecería que la próxima vez avisaras, la pobre Alisha estaba asustada y yo también —advirtió el hombre.

—Lo siento hija, mamá no quiso preocuparte —dijo ella acariciando el rostro de la chica— ahora vamos a cenar algo, tengo que contarles sobre todo lo que compré.

Afuera del Royal Jaidev un auto rojo acababa de llegar, los dos trabajadores del hotel que recibían a los invitados del cóctel corrieron a recibir al recién llegado, la prensa que se encontraba presente se fue sobre él.

En el salón principal la banda seguía deleitando a los presentes, algunas parejas bailaban y otros seguían hablando de negocios, Rubí esperaba que sirvieran la cena para después marcharse a casa.

—Ojalá me hubiese acompañado Nirali, estoy muy aburrida —dijo recargando su mejilla en la palma de su mano.

—Señora buenas noches, me presento soy Jalil —llegó un hombre de tez morena y cabello quebrado.

—Buenas noches —saludó ella.

—Me disculpo con usted por el comentario que hizo uno de mis compañeros —dijo refiriéndose al tipo de traje azul.

—No se preocupe no le doy importancia a los comentarios maliciosos —respondió ella tomando su vaso con jugo de manzana.

—Quiero que sepa que muchos lamentamos haber sido groseros con su señor padre, no volverá a ocurrir mil disculpas. —comentó el joven sentándose a su lado.

—Acepto sus disculpas.

La música se oía alegre y las personas comenzaban a acercarse al centro del salón, Caín seguía platicando con el chico rubio que venía con los rusos.

—Gracias, ¿Gusta de beber algo? puedo pedirle lo que guste. —se ofreció el empresario.

—Le agradezco, pero no bebo alcohol así estoy bien. —sonrió mostrando su vaso con jugo.

— ¿Desea salir a bailar? —le preguntó por cortesía.

—Gracias dirá que soy grosera, pero es que no sé y prefiero evitar la vergüenza —se disculpó la joven.

— Ah no se disculpe yo tampoco soy muy bueno —rio el hombre.

La música se vio opacada por las voces de algunos asistentes, las parejas interrumpieron su baile y se acercaron a la entrada del salón causando alboroto.

— ¿Qué ocurre? —preguntó ella tratando de visualizar aquello que tenía interesados a los presentes.

—Parece que están viendo algo, si me disculpa iré a ver, con su permiso —se disculpó Jalil y sé levantó de la silla.

Rubí trataba de ver algo desde su lugar, pero era nulo mientras se levantaba de su asiento se apoyó en la mesa derramando el vaso de jugo de manzana sobre su vestido.

La gente empezaba a acercarse a la entrada y Kelram no era la excepción.

—Es un honor tenerlo aquí. —dijo Kelram mostrando auténtico entusiasmo.

—Gracias. —Respondió el hombre saludando a otra persona que se acercaba a él.

— ¿Usted es Nadeem Darshan? Yo soy el representante de Rosneft, mi nombre es Lev y tenemos una reunión mañana por la mañana —se presentó el joven ruso.

—Estoy al tanto de su llegada es un placer conocerle en persona. —atendió Nadeem.

Detrás del rubio se encontraba Caín complacido mirando con detenimiento a Kelram.

—Los señores Damien y Edmon están aquí, será una grata sorpresa. —mencionó Lev.

—En breve iré a saludarlos. —respondió el heredero.

—Así que viniste. —Sonrió Caín mientras algunas personas estrechaban la mano de su amigo.

—Nunca falto a eventos como esté por más pequeños que sean. —contestó Nadeem mirando a Kelram a su lado.

—No cambias, es bueno verte después de mucho tiempo —intervino el pakistaní.

—Diría lo mismo de ti Kelram, pero no comparto tu entusiasmo —respondió ocultando lo irritado que lo ponía tener a ese tipo de cerca.

—Joven Darshan sea bienvenido —dijo un hombre mayor de traje café oscuro abriendo sus brazos al heredero.

— ¡Gracias! —exclamó con entusiasmo abriéndose paso entre las personas que se habían acercado a recibirlo.

Rubí aprovechaba el ajetreo mientras limpiaba su vestido en los baños de mujeres.

Nadeem siguió escoltado por algunas personas hasta llegar a la barra donde lo esperaban los rusos y su representante.

—Nos tranquiliza el por fin conocerlo, no sabe la cantidad de cosas que hemos escuchado entorno a usted —dijo un hombre de cabello cano y traje negro sentado sobre un banquillo.

—Me imaginó señor Damien, la gente por aquí se caracteriza por tener una imaginación muy particular —respondió el chico con la confianza que lo caracterizaba.

— ¿Quiere sentarse con nosotros? —Preguntó Edmon un hombre más joven que su compañero y de cabello largo sujetado en una coleta.

—Me encantaría, pero primero debo encontrar a alguien —se disculpó el joven Darshan.

—Si preguntas por tu esposa está sentada por allá —intervino Kelram apoyado a un lado de la barra con una copa en la mano y una sonrisa en su cara.

—Gracias Kelram muy amable —le dijo simulando simpatía.

—No se preocupe vaya y ya después habláremos de negocios esta noche solo queremos relajarnos después del viaje —Agregó Damien tomando un canapé de la charola de botanas frente a él.

—Así será, solo iré a verla y después me tomó algo con ustedes. —se excusó Nadeem mirando a Caín.

—Muy bien. —sonrió Damien.

Kelram se quedó en la barra haciéndole compañía a los rusos mientras le daba indicaciones a uno de los meseros, Caín no se movió tampoco y se quedó conversando con los rusos bloqueando cualquier intervención de Kelram.

Entre las mesas Rubí venía con su pequeña bolsa de mano revisando si no tenía mancha su vestido.

—Justo ahora viene a pasarme esto, que bueno que no es prestado —decía tallando su vestido mientras se dirigía a su mesa.

La gente se entretenía con la música de la banda, algunas cámaras fotografiaban el evento.

Rubí seguía su camino ignorando los comentarios que las personas decían a su paso mientras seguía caminando sin prestar atención.

— ¿Dónde estabas? —Le preguntó volteando a verla.

Aquella voz hizo que alzara la vista.

— ¿Eres Nadeem? —Comentó nerviosa sin dejar de mirarlo.

— ¿Qué te pasa? ¿Tomaste alcohol? —La cuestionó.

—Es que no traes... —tartamudeo señalando su rostro.

— ¿El velo? Ah es eso, se me olvidó —dijo bebiendo de una copa con Champagne.

— ¡No lo estás usando...! —Le dijo.

—Si ya lo sé... —respondió su esposo— ¿Vas a hacer un escándalo por eso? De haberlo sabido mejor lo hubiera traído.

— ¿Tú eres Nadeem? —Volvió a pregúntale.

— Ya te dije que si —insistió él poniéndose incómodo.

—Es que... —dijo nerviosa.

El heredero tomó la mano de Rubí y la puso en su rostro, la joven sintió la piel blanca de él por primera vez, tocó las mejillas donde ya no estaba una espesa barba y buscaba aquello en el rostro de él que fuera el motivo de aquel espeso velo negro.

—Soy yo, mucho gusto —le dijo a ella que parecía no escucharlo.

Algunas personas los miraban de lejos y algunos tomaban fotos, la nota de la noche no serían los distinguidos invitados a la cena del nuevo empresario, si no el rostro revelado del empresario más importante en la India.

— No tienes nada... —pronunció desconcertada.

—Rubí no es momento para explicaciones, por favor podrías dejar de tocarme la gente nos está viendo —mencionó sonriendo a las personas que los miraban.

—Perdón —dijo alejando su mano sin quitarle la mirada mientras era llevada por el chico a su mesa.

A lo lejos Kelram miraba a la pareja mientras conversaba con algunos hombres.

Rubí no dejaba de mirar al hombre a su lado, eran los mismos ojos azules que vio en aquella oficina oscura por primera vez, era esa voz gruesa y un poco rasposa que escuchó reír en las penumbras, Nadeem Darshan estaba ahí a su lado saludando y sonriendo a las personas que pasaban y volteaban a verlo como si no fuese el mismo huraño que se pasaba una semana encerrado sin hablarle a nadie.

—No puede ser realmente lo hiciste —llegó Caín sentándose a lado de su amigo.

—Te dije que vendría. —contestó el heredero.

— ¿Cómo? ¿A dónde fuiste? —Dijo su amigo tocándole el rostro al heredero.

—Luego te cuento —agregó Nadeem interrumpiendo el toque de Caín.

— ¿Esto tiene que ver con Ta...? —Dijo y fue interrumpido por un codazo que le dio el heredero— Perdón Rubí, ¿Ves a este tipo puedes creer que sea él?

—Es extraño —opinó la joven tomando una uva con los dedos.

—Pues yo te confirmo que es él —sonrió Caín.

La noche transcurrió sin percances el heredero conversaba con los inversionistas rusos y Caín le hacía compañía mientras Rubí era cuestionada por algunas mujeres en el centro de la fiesta.

— ¿Cómo es estar casada con un hombre tan importante? —le preguntó una mujer de vestido verde y peinado alto.

—Nada del otro mundo —respondió nerviosa.

—Debes sentirte muy sola. —le dijo otra con un vaso de licor en la mano.

—Para nada sus hermanas son muy amables y nos llevamos bien, la casa es muy linda y cómoda y siempre hay algo que hacer —contó la joven.

—Por lo menos tienes con quien conversar, yo solo tengo a la servidumbre. —intervino otra mujer de estatura baja y maquillaje cargado.

—Bueno los empleados de la casa también son muy simpáticos y me gusta platicar con ellos. —añadió Rubí.

— ¿Te gusta hablar con la servidumbre? —Le preguntó otra mujer con una expresión de incomodidad.

— ¿Qué puedes hablar con ellos? Solo están preparados para recibir órdenes —Agregó la mujer de vestido verde.

—No tengo ningún problema con entablar conversaciones con los empleados suelen ser muy comprensivos, y me gusta escuchar sus anécdotas sobre la familia antes que yo apareciera —relató ella.

— ¡Ah es por eso! —Contestó aliviada la mujer de verde y perfume dulce.

—Muy bien así puedes saber cómo tienes que hacer las cosas para darle gusto —intervino una señora de negro y cabello rubio.

—No lo hago por eso, no necesito darle gusto a mi esposo... —dijo Rubí.

— ¿Qué estás diciendo? una esposa y más de un hombre importante tiene que recompensar a su marido por lo que le da —Explicó la señora de estatura baja y labiales rojo.

—Bueno eso no es ningún problema Nadeem fue muy claro cuando me dijo que no quería una sirvienta, somos muy buenos amigos y nos gusta compartir cosas que nos gustan a ambos. —Agregó la joven con su vaso de jugo entre las manos.

—Te tocó un buen marido, quisiera que el mío me llevara de viaje más seguido a Europa, pero cuando salimos del país solo piensa en ir a Tailandia, yo odio el clima de ahí. —comentó la mujer rubia.

—Te entiendo mi esposo cree que por darme dinero estoy satisfecha a veces quisiera que me comprara algo y me lo diera y no solo me dejara su tarjeta de crédito —intervino otra de las señoras que las acompañaba.

Rubí se esforzaba por no aburrirse con esa conversación, sabía que algunas mujeres como ellas suelen ser superficiales, pero de verdad estaba odiando cada queja de ellas.

—Señoras ¿Están disfrutando la noche? —se acercó al grupo el pakistaní.

—Es verdaderamente encantador lo que hizo esta noche señor Levelt. —dijo una de las mujeres.

—Solo llámeme Kelram, estoy a sus pies hermosas señoras. —les sonrió.

—Es muy galante Kelram. —contestó la mujer rubia.

—Muchas gracias debo estar a altura de tan fina concurrencia. —mencionó divertido.

— ¿Le puedo hacer una pregunta? —Cuestionó la mujer de baja estatura acercándose al joven de traje gris.

—Dígame.

— ¿Hay alguna futura señora Levelt? --le preguntó entusiasmando a las demás señoras.

—Para nada, soy una alma solitaria y errante... —les dijo provocando suspiros.

—Es una lástima usted es muy buen partido, podríamos presentarle alguna de nuestras parientes solteras —señaló la mujer de vestido verde.

Rubí esperaba atenta el momento para librarse de aquel grupo de mujeres.

—Gracias, pero por el momento no he pensado en casarme, quiero hacerlo cuando conozca a alguien que pueda ver más allá de mi posición económica y mi buen rostro.

— ¡Es un romántico! —exclamó una de ellas.

—Lo soy, creo que un matrimonio debería ser por amor sin ninguna atadura para poder entregarse completamente a la otra persona —comentó— ¿No lo cree señora Darshan?

—Por supuesto —respondió Rubí sin poder alejarse del grupo— no todos están preparados para el matrimonio incluso nunca en su vida lo están.

— ¿Ustedes señoras piensan que una persona que ha estado en la cárcel merece una segunda oportunidad para reincorporarse a la sociedad? —le preguntó al grupo de mujeres mientras posaba sus manos en los hombros de dos de ellas.

— ¡Oh! ¡¿Pero quién ha estado en la cárcel?! —exclamó la mujer de verde.

—Nadie solo es una pregunta. —sonrió de nuevo esperando escuchar la respuesta.

—Pues sí estuvo en la cárcel no será por nada bueno, creo que quién entra debería quedarse ahí para siempre —opinó la rubia.

— ¡¿Qué horror cómo podría un recluso volver a la sociedad?! Ya salen con más malicia de cuando entraron, no deberían salir. —insistió otra mujer.

— ¿Y usted qué opina señora Darshan? —cuestionó a la joven esposa.

—Creo que la mayoría de personas quienes están en la cárcel son inocentes o víctima de las circunstancias, el sistema de justicia es bastante deficiente hoy en día, por lo que no podemos asegurar que un recluso sea del todo culpable sin conocer el trasfondo que lo llevó ahí, también creo que si una persona cumplió su condena puede integrarse nuevamente a su libertad... —contestó cortésmente.

— ¿Ósea que si cree en las segundas oportunidades? —sonrío de nuevo.

—Si, aunque tenemos que tener en cuenta que hay personas que nunca cambian. — respondió.

La noche se estaba poniendo más fresca la reunión estaba por terminar y Rubí solo quería irse de ahí, ese Kelram le resultaba muy pesado.

Del otro lado del salón, recargados en la barra Caín y Nadeem fumaban un cigarro.

—Me iré a descansar, mañana después de la reunión me cuentas sobre ya sabes qué —comentó Caín despidiéndose del heredero.

—Si ya sé, descansa —le contestó y se dirigió con cigarrillo en mano al grupo de mujeres que alababan a Kelram.

—Usted es un hombre de mundo —dijo la mujer de verde halagando al pakistaní.

—Es hora de irnos Rubí —interrumpió Nadeem tomando de los hombros a Rubí.

—Si vámonos, por favor —suspiró aliviada.

—Que sigan pasando buena noche —sonrió a las mujeres.

—Igualmente, ha sido un placer conversar con su esposa —respondió una mujer.

—Es muy afortunada —agregó otra señora.

—No más que yo —sonrió agradecido.

—Gracias por venir, espero que nos veamos pronto —comentó Kelram con copa en mano.

—Que así sea —le dijo llevándose a su joven esposa.

Mientras caminaban a la salida del salón el heredero colocó el cigarrillo en sus labios y comenzó a desabrochar los botones de su saco negro.

— ¿Qué haces? —le preguntó ella caminando a su lado.

—Está haciendo frío y no veo por ningún lado tu abrigo. —Le señaló— te avisé con tiempo ¿Cómo pudiste el olvidar algo tan obvio?

— ¡Es cierto!, se me olvidó en el auto negro —explicó.

—No importa —desvió la mirada entregándole el saco en sus manos y siguió caminando.

Rubí se lo puso fue tras él, a las afueras del hotel ya los estaban esperando algunos fotógrafos quiénes acorralaron a la pareja, algunos flashazos aturdieron los ojos de Rubí que ocultaba su rostro en la espalda del heredero mientras esté se abría paso a su auto que ya lo estaba esperando.

El camino de regreso a casa era bastante confortable, la calles que acostumbraban ser un caos ya estaban solitarias y parecían abrirle camino al auto rojo del heredero que seguía sin decir palabra.

—Necesito un pañuelo —dijo Rubí mientras abría la guantera.

— ¡No, no abras ahí! —Exclamó estirando su mano.

Las fotos de Tara salieron cayendo a los pies de Rubí.

— ¡Te dije que no tocaras ahí! —Gritó arrebatando algunas fotografías del regazo de la joven.

— ¿Quién es? —Preguntó curiosa revisando cada fotografía que levantaba del suelo.

—Esta noche no quería dar explicaciones de nada —murmuró molestó.

—No sé cómo empezar a preguntarte, pero estoy muy curiosa del por qué y cómo fue que lo hiciste... —comentó la joven refiriéndose el velo negro.

— ¿Esperabas ver una cicatriz o algo así? —Le preguntó sin quitar la vista del camino.

—Me pregunté algunas veces que era lo que ocultabas tras ese velo negro. —mencionó Rubí con un par de fotos en sus manos.

—Debes estar extrañada —dedujo el heredero.

—Mucho, no lo entiendo tu rostro está bien no tienes nada. —dijo desconcertada.

Nadeem estacionó el auto a un lado de la calle.

—La de las fotos se llama Tara, la conozco de hace tiempo. —comenzó a explicar.

— ¿Es la que te gusta verdad? —Preguntó dándole las fotos restantes.

— ¿Tú como sabes eso? —Le cuestionó tomando las fotografías.

—La bailarina del Madhur me contó sobre ella —explicó la chica.

—Nunca quise que terminará así.

—Pero ella te engaño con otro ¿Cómo puedes seguir teniéndole cariño a alguien así? —Comentó desconcertada.

—No es como imaginas Rubí —señaló él.

— ¿Entonces no se casó con su primo? ¿Y te dejo por medio de una carta en el funeral de tu abuelo? —Siguió cuestionándole aprovechando su momento de sinceridad.

—Es verdad se casó con Temar, y también es cierto lo de la carta. —confesó.

— ¿Entonces cómo puedes seguir pensando en alguien que ha sido tan cruel? —Dijo tratando de entender el proceder de aquel tipo.

—Es que tú no sabes...

—Exacto no sé —le interrumpió— por eso te estoy preguntando.

— Tara fue mi novia durante muchos años, nos conocimos cuando éramos niños y crecimos juntos, siempre pensé que estaría a su lado. —reveló Nadeem poniéndose incómodo.

— ¿Y qué pasó? —Insistió de nuevo.

—Nos íbamos a ir al extranjero, mi abuelo estaba enfermo y pensé en aprovechar su estado de salud para irme con ella, pero de un día a otro Tara desapareció, la busqué por todos lados pero la respuesta era la misma, nadie me decía el por qué ella se había ido —comenzó a relatar— me pregunté muchas veces si yo hice algo malo que la ahuyentara, cuando mi abuelo murió el día del sepelio recibí una carta de ella, pensé por un momento que todo se había arreglado, pero me escribió diciendo que lo nuestro había terminado y que se había casado con su primo Temar a quién siempre había amado.

— ¿Tú qué hiciste? —Preguntó interesada en su versión de la historia.

—Necesitaba que ella me lo dijera en la cara, me rehusaba a terminar con ella por medio de un papel.

— ¿Fuiste a buscarla verdad?

—Lo hice, pero nadie me daba información pasó algún tiempo hasta que tuve que ir a Pakistán, mi padre pensó que era lo mejor que así me olvidaría de Tara, pero no podía hacerlo a pesar de la distancia. —manifestó guardando nuevamente las fotos en la guantera.

Rubí seguía escuchando incómoda, pero curiosa.

—Hasta que ocurrió lo de Kelram y fui llevado preso —externó serio— Mis padres al enterarse salieron de improviso rumbo a Pakistán, pero de camino al aeropuerto tuvieron un accidente y murieron —dijo haciendo una pausa— Debido a eso mi tío Abbadon fue a verme y consiguió un permiso para que fuera al funeral y después regresará a Pakistán a cumplir mi condena de tres años en prisión por lavado de dinero.

— ¿Y el uso del velo negro? —Le preguntó ansiosa por conocer esa parte.

—Cuando estaba preso Tara me envió una carta con uno de los custodios, así que le pedí a mi tío que me ayudara a encontrarla, cuando llegué a la India lo primero que hice fue ir a verla —relató Nadeem.

— ¿Que sucedió? —Lo miró alentando a que siguiera contando la historia.

—Ese día ella y yo hicimos un pacto, el velo —explicó— mi tío dijo que era bueno que lo usará ya que estaría preso y al regresar alguien podría señalarme, como debes saber en ese entonces las identidades de mis hermanas y la mía eran reservadas, así que el velo en parte fue para proteger la reputación de la familia, solo las personas cercanas saben que estuve en la cárcel y Kelram Levelt por supuesto.

— ¿Pero por qué ella y tú?...

—No podrías entenderlo —interrumpió— no hasta que lo veas con tus propios ojos —dijo mirándola— solo fue un pacto que nos unía por el simple hecho de estar enamorados.

La fría noche se volvía más helada al paso de las horas y la mansión descansaba solitaria y oscura, ambos jóvenes subían las escaleras.

—Descansa —Dijo Rubí entregándole el saco.

El heredero lo tomó y asintió con la cabeza.

—Tú también —Le dijo antes de darle la espalda y seguir su camino a su habitación.

— ¡Espera! —exclamó Rubí girando hacía Nadeem que detuvo sus pasos— ¿Eso quiere decir que has roto el pacto?

El hombre se quedó en silencio sin responder la pregunta y siguió caminando desapareciendo por el oscuro pasillo. Rubí se quedó un momento y entró a su cuarto.

continuará...

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