Cap 2. LA VOLUNTAD DE AGNI
II
Los latidos del corazón eran tan fuertes que no dejaban dormir a Nadeem, postrado en su cama entre las frías sábanas el recuerdo de una imagen se perdía en sus pensamientos, decidido a dejar de lado aquel recuerdo se levantó y arrastró su cuerpo desnudo a la gaveta donde guardaba el licor.
La luz de luna jugaba con el aire tibio y llenaban de pequeños silbidos el ambiente nocturno.
Con la mirada limitada por la oscuridad, el heredero tomó una copa y sirvió el néctar que aquella botella de cristal guardaba, gotas quemando su garganta creaban fantasías en su cabeza, ¿Cómo sería la vida de esa mujer? Una historia que jamás pudo ser rondaba en sus pensamientos.
La foto celosamente guardada de una azabache yacía en el segundo cajón de su tocador, la colocó en el espejo cuidando que no se cayera, tomó un sorbo y brindó por ella.
La mañana fresca revivía los colores de la ciudad, la arena parecía más fina y la gente se movía en un ajetreo sin par.
Eiinar, la madre de Rubí secaba al sol un par de pañuelos de seda verde.
— ¿Puedo hablar con usted? —interrumpió Rubí tallando las palmas de sus manos en su regazo.
— Claro futura novia —sonrió su madre sacudiendo un par de trapos para colgarlos.
— Bueno yo... —dijo titubeando— no sé cómo empezar, ya sé todo lo que me has dicho, pero la verdad yo estoy muy nerviosa y tengo miedo que no resulte bien esto del matrimonio...
—Es normal que tengas miedo, uno siempre siente temor ante lo desconocido, desvanece esos sentimientos estarás bien, es el destino de una mujer y el tuyo ha sido bendecido —respondió sacudiendo una sábana.
— Siento que no soy dueña de mi vida —contestó su hija.
—Sabes que tu padre y yo te amamos, siempre hemos hecho lo mejor para ti y para tu hermana. — explicó la mujer
—Pobre Alisha siempre la dejan de lado —comentó Rubí.
—No es eso tu padre a veces es muy disperso, pero ambas son importantes para nosotros —sonrió Eiinar— solo que tu matrimonio es algo que hemos esperado por mucho tiempo, te criamos lo mejor que pudimos pensando en el día de tu boda...
— Lo sé —suspiró la joven— siempre me dijiste que cuándo fuera grande mi vida cambiaría, que un día se haría realidad la promesa que le hicieron a mi abuelo...
— Exacto, ahora es tu turno de velar por el bienestar de la familia, esta unión nos dará un mejor estatus social — insistió la señora Farash.
—Lo siento no tengo la fuerza para seguir con esto, por favor madre ayúdeme, tengo miedo de estar con alguien que no conozco —confesó Rubí — tengo ganas de salir corriendo, pero es como si mi cuerpo no respondiera...
—Tu padre y yo hemos cargado con esta familia, ¿No crees que merecemos que nos ayudes? —Le cuestionó su madre— ¿Sabes lo que significa tu matrimonio? No solo es la posición, sino que tu padre tendría mejores clientes en el negocio, tu hermana mejores prospectos y la oportunidad de ir a una escuela mejor, no seas egoísta Rubí...
— Entiende por favor, yo los comprendo, pero ¿Quién me entiende a mí? —Interrumpió la joven— yo puedo trabajar tengo dos manos, no tenemos que hacer esto, de todas las chicas de buena familia ¿Por qué yo? Te aseguro que habrá más de una dispuesta a tomar mi lugar...
— Eres joven, sana, linda y esto es lo mejor para ti y para toda la familia, soy tu madre y sé lo que te conviene —declaró Eiinar con la mirada recia tomando a su hija de los hombros— sabes que tu destino es este matrimonio, no hay nadie que pueda tomar el lugar que se te dio antes de que nacieras, te aseguro que no hay otra muchacha más linda, responsable y respetuosa que mi Rubí —dijo viéndola fijamente.
— ¿Usted lo conoce? —Cuestionó Rubí— defiendes tanto este compromiso, debe ser porque sabes bien el tipo de persona que será mi marido.
— ¿Quieres saber si conozco a tu futuro esposo? —preguntó a su hija.
— ¿Sabes que dicen muchas cosas de él? Es muy extraño que de todas las jóvenes ricas que hay en la India, él se haya conformado con el compromiso que tiene conmigo ¿No crees que algo está mal en él? —preguntó sacando sus propias conclusiones.
Con una sonrisa y sin dejar de tender la sabana que sostenía su mano Eiinar respondió.
— ¿Quién no lo conoce? Su nombre siempre ha sido conocido, decían que yo estaba loca y con aires de grandeza cuando defendía tu compromiso, no creo que se haya conformado contigo seguramente debe saber que se ha criado a una mujer exclusivamente para él —describió Eiinar— Seguramente sus padres lo habrán educado para ser un marido maravilloso, es la seguridad que te da un compromiso como este, el saber que ambos han sido preparados para el matrimonio —sin agregar más Eiinar tomó la cesta vacía y entró a la casa.
Rubí se quedó pensando en las palabras de su madre, talvez aquel hombre si deseaba un buen matrimonio con ella, probablemente él estaría esperando toda su vida ese momento por eso no había escogido a ninguna otra. Rubí se sintió esperanzada.
En el gran mercado de Shiban las voces de la gente regateando no parecían tener sonido para cierto chico. El reloj seguía su curso y Diego miraba atento las manecillas que marcaban cada minuto perdido de su vida.
— Hola Diego —dijo una chica con ropajes color esmeralda.
— Perdón no te escuché llegar ¿Necesitas algo? —dijo acomodando un par de vestidos sobre el mostrador.
— Yo solo pasé a saludar —sonrió ella deteniéndose frente a él.
— Bien, hasta luego —respondió sin dejar de hacer sus labores.
— ¿Por qué me corres?, ¡¿Es acaso por qué eres un hombre comprometido?! —gritó molesta con las manos en la cintura.
— Deja de molestar, no es bien visto que estés aquí sin tu padre —explicó Diego.
—Nadie nos presta atención, no seas miedoso —volvió a sonreír ella
— Alessa, por favor —rogó entre dientes mirando a ambos lados.
Alessanbali Bhat Chopra hija única del vendedor de alfombras persas del mercado de Shiban, una chica consentida, inteligente y calculadora.
Diego, Rubí y ella habían crecido juntos hasta que el padre del muchacho lo cambió a una escuela para varones. Tiempo después Alessanbali se mudó con su tía para aprender el Kathak y ser una bailarina reconocida hasta que regreso al barrio para cuidar de su padre enfermo.
—Alessa, dale mis saludos a tu padre —se despidió Diego.
— ¡Ay cállate!, déjame entrar —dijo entrando al puesto.
— ¡No! —exclamó agarrando la cerradura de la pequeña puerta del mostrador.
— ¿Por qué? —preguntó Alessa.
—No puedes estar aquí —repitió él.
— ¡Soy una clienta y quiero entrar a ver! —exigió ella.
—Lo siento debo cerrar, olvidé que tenía que hacer una de esas cosas que se hacen cuando uno está comprometido — respondió bajando la cortina metálica del local.
— ¡Maldición! Vas a caer por mí Diego, te lo juro —sentenció enfurecida.
La cocinera de la mansión Darshan preparaba las samosas para la comida, cuando una chica asomó su cabeza por la ventana frente a la estufa.
— Oye Aisma —dijo en voz baja.
— ¡Señorita Celeste! —exclamó sorprendida dejando caer una samosa al sartén con aceite.
— Perdón por asustarte —respondió prendida del marco de la ventana— ¿Anda por ahí Eki? —preguntó mirando a todos lados.
— Si señorita, está ayudando al jardinero a quitarle la plaga a los jazmines —titubeo la cocinera.
— Por favor dile que prepare el auto negro, salimos en quince minutos —ordenó la chica.
—Pero señorita... —replicó Aisma con un desastre potencial en el sartén.
Sus palabras se escaparon al viento, Celeste Niyam había desaparecido tenía a alguien en mente y ese alguien tenía el apellido Farash.
En el patio trasero de una humilde casa una joven limpiaba la pequeña casita de su perro.
—Hasta que te encuentro —alcanzaba a decir un joven sofocado.
—Diego ¿Qué haces aquí? Si nos ven van a regañarnos —comentó la joven mirando a todos lados.
— Silencio, esto es rápido Luz —contestó el joven bajando la voz.
— ¿Quieres hablar de eso? —Pensó ella— No digas nada por favor, no quiero oírte —le dijo tapándose los oídos.
— ¡No me calles! Tienes que escucharme tengo un plan, cerré el local para venir a contarte. —le comentó.
—Yo también tengo una idea —añadió la chica.
—Entonces habla tu primero— pidió Diego.
Ambos estaban frente al otro con la mirada al suelo y los nervios por delante.
Ninguno se atrevía a romper el incómodo silencio, la situación se ponía cada vez más rara e insoportable, el pequeño perro de color blanco comenzó a ladrar u la joven rápidamente lo alzó en sus brazos.
— Oye llevamos como diez minutos así y yo creo que ya debo volver a Shiban, o si no cuando mi padre vuelva se me armará una buena si ven el negocio cerrado...
—Perdón es que no sé cómo lo vayas a tomar —titubeó Luz.
— ¡Tenemos que evitarlo! —gritaron al unísono mirándose de frente.
Al instante Luz Maharaní tapó su boca recordando que su madre andaba cerca.
En un barrio humilde un auto negro se abría paso, el contraste del brillante auto con el barrio creaban una postal memorable.
Un golpe de escuchó en la puerta de la casa de la familia Farash.
— Salam Alaikum —saludó la joven de finos ropajes.
— ¡Señorita! —Exclamó una Eiinar sorprendida— que modales los míos discúlpeme —haciendo una reverencia— sea bienvenida a esta casa, pase por favor.
Ambas se dirigieron a la sala, aquel cuarto sin problemas ocupaba la cuarta parte de la habitación más pequeña de la mansión Darshan. Después de presentar sus respetos, Celeste Niyam puso las cartas en la mesa.
— Mire no pienso quedarme mucho tiempo —dijo la joven— Tengo algo muy importante...
— ¿Qué necesita? —preguntó preocupada Eiinar.
—Por su reacción de hace un momento puedo suponer que sabe que soy Celeste Niyam Darshan, hermana menor de Nadeem, primero lamento mucho venir sin avisar sobre todo antes de la ceremonia del compromiso, pero realmente eso a mí no me importa...
— ¿Qué quiere decir señorita? —cuestionó confundida la mujer.
—Necesito hablar con su hija —soltó sin más.
— Rubí está en su habitación, enseguida le aviso que venga seguramente quiere conocerla no sabe estamos tan felices en esta casa por el matrimonio de mi hija —dijo poniéndose de pie para ir en busca de la chica.
— Si le parece yo iré a buscarla, no tardaré mucho —interrumpió Celeste.
— Pero...—temiendo ser descortés la señora accedió no sin antes preguntar— ¿Qué quiere hablar con mi hija?
— Mire señora Farash de ante mano debe saber que los Darshan somos una familia con mucho en juego, el mundo que se le abrirá a su hija no se compara con lo que alguna vez se han imaginado —explicó la joven.
—Entiendo, déjeme decirle que mi familia está dispuesta a hacer lo que ustedes deseen, tenemos toda la disposición del mundo —insistió la señora.
— Me agrada oír eso así que será más fácil que me entienda, su hija entrará a este mundo donde toda la sociedad espera la más mínima falla para saltarle encima —comentó Celeste.
— Comprendo —dijo la madre de Rubí imaginando a toda esa gente elegante y adinerada fijando la mirada sobre su familia.
— No sólo la reputación de su hija está en juego, si no la de ambas familias, no creo que usted quiera que su apellido sea tomado a burla —supuso Celeste.
— ¡Para nada! —respondió la señora Farash.
— Bien, entonces déjeme hablar con su hija, tengo buenas intenciones eso se lo prometo —sonrió Celeste.
— Entiendo, usted quiere ayudar a mi hija. —sonrío Eiinar— muchas gracias señorita por preocuparse por mi familia.
— No me agradezca todavía —asintió la joven— Nada más alejado de la realidad mí querida señora —pensó y sonrió levantando la ceja.
Por su parte el joven Diego Jahar había regresado al mercado de Shiban, la plática con su mejor amiga había quedado inconclusa, por miedo que la madre de esta los viera platicando en el jardín.
— Perdóname Luz por lo que te voy a hacer —pensó para sí mismo abriendo el local.
— Hola Diego te estaba esperando —se escuchó una voz familiar.
— ¡Alessa! —Gritó sorprendido.
— ¡Oye no me hables así! La diosa Lakshmi te ha sonreído hoy —regañó con las manos en la cintura.
— ¿A qué te refieres? —preguntó desconfiado.
— Pues que yo tengo la manera de que lleves a cabo tu plan. —dijo revisándose las uñas de las manos.
— ¿Cómo demonios sabes de mi plan? — cuestionó acercándose a ella con temor.
— ¡Ay Diego eres tan ingenuo!, no se necesita un gran cerebro para darse cuenta que quieres salir huyendo de ese compromiso, deberías juntarte con alguien más perspicaz — le sonrió.
— ¿Cómo tú por ejemplo? — preguntó mirándola.
— Tal vez, pero no tienes tanta suerte —dijo ella soltando una carcajada— Te escuché hablar con esa.
— ¿Me seguiste a casa de Luz? Señorita Chopra usted es terrible. —comentó señalándola.
—Gracias Diego yo también te aprecio —volvió a sonreírle— por fortuna tengo tiempo libre para ayudar a los menos afortunados como tú.
—Da igual, no tengo el valor de hacerle eso —confesó con desgane.
—Cuando te fuiste yo hablé con ella. —respondió Alessa tranquila.
— ¿Enserio? — dijo ilusionado.
—Claro al principio se asustó porque no me conocía, pero le caí muy bien y logré persuadirla, ella tampoco quiere ser tu esposa, como sabía que no me creerías traje esto —sonrió mostrándole un arete rosado— ella me lo dio para que te lo enseñara.
— ¡Es el arete de Luz! —contestó sorprendido.
—Hablamos de el plan de ambos, pobrecita está desesperada —añadió fingiendo preocupación— me dijo que si tú no hacías algo lo haría ella.
— ¿Luz dijo eso? Pero ella es incapaz de eso —comentó el muchacho confundido— ella es muy temerosa jamás desobedecería a sus padres.
—Bueno la desesperación te obliga a tomar decisiones peligrosas —explicó guardando el arete entre sus ropas.
— Alessa ¿Lo que me dices es verdad? —preguntó serio.
—Te lo juro por Shiva, nada mejor que una chica para hablar de estos temas con otra —se cruzó de brazos— es preferible fingir tristeza unos días por el abandono del prometido a que te obliguen a ser la esposa de quien consideras tu hermano...
—Antes de hacerlo debo pasar a verla para saber si sigue estando de acuerdo —dijo Diego.
— No hay tiempo debes hacerlo ya, entiende no puedes ser egoísta y ponerla en una situación aún más difícil —comenzó a persuadirlo— ella quedará como la víctima y tú como el malo, no hay de qué preocuparse.
El anzuelo fue lanzado por Alessanbali y para fortuna de ella el chico había caído, si todo salía bien la primera bomba de Assam estallaría antes del sábado.
Recogiendo la ropa que se había secado, una chica ayudaba a su madre en el patio de su modesta casa.
— ¿Oye hija donde está tu arete? —Preguntó la señora Jingal mientras sacudía una sábana.
—No sé madre ni me había dado cuenta ¿Crees que lo haya perdido cuando fuimos por las cosas? — preguntó llevando una de sus manos a la oreja.
— No sé hija, apenas me di cuenta —le dijo tomando la canasta de ropa limpia.
— ¡Ay Luz Ma! ¿Dónde tienes la cabeza? —se dijo a sí misma la chica.
En el mismo barrio dos chicas discutían acaloradamente en una pequeña habitación.
— Yo no pretendo ser una señora de la sociedad, se equivoca si piensa que mi familia y yo vamos detrás de su fortuna —respondió Rubí.
— Quisiera creerte, pero tú y yo sabemos que aceptaste venderte a un desconocido por dinero —sonrió Celeste.
— ¡Eso es mentira! —exclamó ofendida la joven Farash.
— ¡No te lo voy a repetir otra vez!, te ofrezco el doble de rupias que tu padre ha pedido en el convenio si desistes del matrimonio —ofreció Celeste.
— Pero ¿qué? —Rubí estaba sorprendida de lo filosa que podía ser esa chica.
— Lo que oíste ¿Cuánto quieres por desistir del matrimonio con mi hermano? —insistió la joven Darshan.
En ese momento las palabras de su madre recorrieron la mente de Rubí Farash.
— ¿Cómo puede decirme eso? —preguntó Rubí atónita de la frialdad de su futura cuñada.
—Tómalo o déjalo, ten en cuenta que si sigues con esta situación serás muy desdichada y de eso me encargo yo —amenazó Celeste.
— No puede venir a mi casa a hablarme así —regañó la joven Farash.
— Ya lo he hecho, acepta de una buena vez, antes de que me arrepienta de ser tan generosa —Señaló con las manos en la cintura— acepta y seré tu salvadora...
— No, yo soy Rubí y seré la esposa de Nadeem Darshan —recalcó decidida.
— ¡Mi hermano ama a otra! —Exclamó iracunda— tú solo vas a estorbarle ni siquiera le interesas...
—Si eso es verdad tendrá que decírmelo él y no su hermana — respondió Rubí.
—Que quedé claro que te lo advertí, no le importas ni siquiera desea conocerte y dudó mucho que llegué a tenerte estima, él ya tiene a otra mujer en su mente y tu solo eres una vergüenza para nosotros, una pobre y corriente mujer que debe desposar por obligación, ten algo de dignidad y acepta mi oferta porque después, aunque me ruegues por ayuda no lo voy a hacer...
La chica Farash tomó aire, respiró profundo procesando lo que acababa de escuchar, a decir verdad, no podía tomar como verdad las palabras de esa joven, pero sobretodo no podía fallarle a su familia y tampoco dejaría que la vieran débil aunque por dentro estuviera a punto de desmoronarse.
— ¿Crees que aceptaré la limosna que me ofreces? Puedo tener todo lo que quiera siendo esposa de un hombre importante, si ama a otra ese no es mi problema, no me interesa lo importante es que ya cerró el trato para casarse conmigo y yo voy a aceptar —sonrió Rubí— ¿Acaso crees que soy estúpida? No voy a dejar pasar una oportunidad como esta...
— ¡Maldita mil veces maldita! Nunca serás parte de mi familia y te lo juro por Shiva que en cuanto pises mi casa empezará tu infierno —sentenció la joven Niyam.
— No puedes hacer nada ante la voluntad del Dios Agni, lo que él destina a unirse no puede ser roto, serás Celeste Niyam o la misma reencarnación de Shiva, pero eso no me hará dar un paso atrás —Respondió molesta— quien será la esposa soy yo y es lo único que me importa...
— ¡No metas a los dioses en esto!, eres un demonio, pero te lo advierto tu sufrimiento está por empezar —amenazó dejándose llevar por el momento.
Dicho esto, Celeste Niyam salió de aquella casa, el fuego que destruye todo había sido encendido.
Al escuchar alejarse los pasos de Celeste el alma parecía regresar al cuerpo de Rubí, fue al tocador y se quedó viendo su reflejo, estaba molesta e indignada si bien no le gustaba pelear tampoco le parecía bueno dejarse intimidar.
La primera enemiga declarada de la joven Farash era su futura cuñada, pero todavía no sabía que el amor y el odio se encontrarían en la misma persona.
En el edificio principal de empresas Darshan la gente iba de un lado a otro por los pasillos, mientras en la oficina del heredero todo parecía estar quieto.
—Señor aquí están los contratos de la plataforma del sur —interrumpió un hombre mayor en aquella lujosa oficina.
— Gracias Juman —sostenía los papeles el joven frente al escritorio.
— ¿Desea algo más? —preguntó el secretario.
— Eso es todo, se puede retirar —indicó el hombre tras el escritorio.
El secretario se quedó de pie dudando en marcharse.
— ¿Pasa algo Juman? —intuyó Nadeem.
— Bueno joven yo... —el secretario dudó por un segundo decir lo que pensaba.
— Habla... —persuadió el chico.
— Usted sabe que yo lo aprecio como un...
— ¿Cómo un hijo? —interrumpió el joven.
— Precisamente señor, yo...
— Dilo de una vez Juman, yo también te considero de la familia —insistió Nadeem levantando la mirada hacía el hombre.
— Es sobre su matrimonio señor —dijo el secretario.
— Dime —presionó el heredero.
— Creo que es un error, discúlpeme esta intromisión, pero veo innecesario que se casé con una joven solo para mantener las apariencias —opinó agachando la cabeza.
— Ese es problema de mío Juman —contestó Nadeem sosteniendo un par de documentos.
— Entienda por favor, esa chica no merece vivir una mentira que no durará mucho y sobre todo usted tampoco, no puede tapar el sol con un dedo, usted no puede fingir que esa otra no existe —insistió el hombre mayor.
—Esa mujer está muerta, es como si nunca hubiera existido —recalcó Nadeem.
— ¿Solo porque usted lo dice? —cuestionó molesto mirándolo a los ojos.
— Porque yo lo digo y porque así lo quiero —dijo altivo el joven heredero sosteniendo la mirada.
— Ella no está muerta, ella también merece ser feliz —añadió el secretario.
— Lo está para mí, sabes Juman estoy agotado llama al chófer y que esté preparado, salgo en cualquier momento —Indicó desviando el tema.
— Entendido señor —respondió el secretario y se marchó de la oficina.
Nadeem se había quedado solo, el silencio lo acompañaba y el ocaso entraba por la gran ventana e iluminaba de rojo y naranja la habitación.
La imagen de esa mujer venía de nuevo, cuanto anhelaba verla otra vez y seguir sus planes, pero ahora toda la infelicidad que esa mujer cargaba se la daría a alguien más.
— Todo lo hago por los Darshan y no me importa herir a quien sea —Repitió Nadeem— así deba convertirme en el mismo demonio.
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