Capítulo 7: "Jardinería"

El baño que se había dado la relajo a tal punto de casi quedarse dormida.

Se sentía física y mentalmente agotada. Tantos sentimientos y confusiones en menos de tres horas la agotó de una manera que nunca antes había presenciado.

"Shinichi siempre me oculta cosas..."

Se abrocho el botón de su pijama pensativa.

"Kaito cambió, no entiendo lo que pasa. Es... Siempre estábamos en todo, ahora no."

Dio una última mirada a su pelo en el espejo y finalmente salió. Fue hasta el cuarto de lavado y metió la ropa y toalla en la cesta.

"Es como si estuvieran en algo peligroso..."

Con violencia apretó todo lo que pudo la ropa y frunció el ceño. Era tan raro todo. Era como si todo estuviera dando vuelta al rededor de ellas dos y no lo vieran. Como si todos se estuvieran murmurando verdades que jamás llegarían a sus oídos. Sentía que había una conspiración hacia ella. Hacía Aoko. Hacía las dos.

Suspiró y relajo su fuerza sabiendo que así no llegaría a nada. Se dirigió a su pieza y cerró la puerta con llave por primera vez. No quería que nadie entrará ni la molestara. Por más que ahora tenga la casa sola, en un rato llegaría tanto Conan como su papá.

Tirándose a la cama, acomodó la cabeza en la almohada y observó la ventana.

El sol estaba cayendo.

"¿Crees que podríamos averiguar que pasa?"

Maravillosa pregunta.

¿Qué averiguarian?

Tenían sus razones para sospechar, y también para no hacerlo.

Era raro. No tenía otra palabra para describir el sentimiento que la invadía. Su cabeza daba vueltas y vueltas a la misma situación. ¿Acaso era alguna señal del destino? Quien sabe.

Dolió ver a Aoko tan vulnerable.

Tenía un gran temperamento, pero era frágil. Tal vez era más frágil que ella en lo sentimental, en lo humano. Quería probar cosas nuevas pero estaba estancada buscando amor...

Casi, casi, fue como verse al espejo. Pero no cometió ese error. Aoko era Aoko. Ran era Ran. Tenían gustos diferentes, vidas -dentro de todo- diferente, rutinas diferentes, amigos diferentes y la moral diferente. Ella era más comprensiva, Aoko no. Noto que cuando algo le dolía se aferraba a eso.

Tal vez por esa razón se aferraba a Kaito Kuroba.

Su celular vibró y abrió la tapa. Vio que era un mensaje de Nakamori avisando que ya llegó a casa. Sonrió más tranquila.

"Podrías despejar tu mente con alguna actividad. El Karate me ayuda mucho".

Seguramente a otras personas se encariñarian en un lapso de tiempo más largo, pero con ellas no pasó eso.

Ran sintió que consiguió una nueva amiga.

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En lo que fue del día, Kaito no pudo evitar notar la felicidad de Aoko.

No es que ella no lo fuera -siempre irradiaba una emoción positiva- pero fue diferente. Estaba entre nerviosa y emocionada. La comparo cuando tenían diez años y ella estaba ilusionada de probar el nuevo sabor a frutilla que la heladería ofrecía.

Pero no preguntó.

¿Por qué tendría que preguntar?

Aoko siempre le contaba todo. Hasta la cosa más insignificante lo decía con emoción. ¿Por qué tendría que ser diferente?

Llamó su atención a su manera. Levantandole la falda, apretar sus mejillas, rozar sus pecho y regalarle rosas.

Por esa razón se sintió ofendido cuándo fue a buscar a Aoko para ir juntos a casa -de paso comprar el helado que le había prometido- no estaba. Pero eso no era lo peor. Lo que casi le hizo hacer arcadas exageradas fue cuando Hakuba, dios mio Hakuba, le informó que se unió al club de jardinería y en sus propias palabras "se veía hermosa recogiendo flores".

Su enojo venia más del lado del orgullo. ¿Por qué no se lo contó a él primero? A fin de cuentas el era su amigo de la infancia, ¿No? Aoko siempre se mostró orgullosa de su amistad...

¿Desde cuando había un club de jardinería?

Ese pensamiento se le hizo más fácil que entrar en una crisis en aceptar que no la veía como mejor amiga o hermana. Era vergonzoso y estúpido.

Y era aún más vergonzoso cuando tenía que admitir que el detective tenía razón.

Tuvo que preguntar a media escuela para saber donde estaba ese supuesto club. Que estuviera detrás de la escuela tuvo sentido. Se ubicaba pasando la plataforma de educación física en la zona verde.

Así que ahí estaba. Apoyado en una pared observando como Aoko, con una delicadeza impropio de sus dedos, regaba. Vio que se concentraba en mojar bien la tierra para no dañar las hojas y los petalos. Acomodaba las macetas para dar más espacio o buscar otra imagen al lugar.

Fue... Reconfortante verla de esta manera. Tranquila y en su mundo. En su zona de confort. Como si este jardín hubiese estado hecho exclusivamente para ella.

Rodeada de naturaleza. De las flores de todos los colores.

No pudo evitar imaginarla con un vestido blanco y rodeada de rosas azules. Daría lo que fuera para verla así.

Frunció el ceño cuando sintió sus mejillas sonrojarse. No era momento para imaginar ese tipo de cosas. Tenía que concentrarse en admirar en lo hermosa e inocente que estaba Aoko.

Porque quería que fuera así.

Alejada de cualquier peligro.

Alejada de mentiras.

Alejada de la maldad del mundo.

A sus ojos, Aoko merecía el mundo. Ella a veces era demasiado, el mundo no la merecía.

El no la merecía.

Se separó de la pared para finalmente acercarse a ella. Tampoco podía estar todo el día mirándola a escondidas. Así que cuando Aoko finalmente se dio cuenta de su presencia por la sombra, lo miró.

- ¡Kaito!

- ¿Jardinería?

Las mejillas de Aoko se sonrojaron a no más poder. Apartó la mirada apenada, y el tuvo la pequeña sospecha que su comentario estuvo de más.- Oh... Si -mordiendose el labio apoyo su mano en la mejilla, mientras levantaba sus hombros en un intentó de protegerse.- Ridículo, ¿No?

Definitivamente el comentario estuvo de más.

- ¡N-no! -mentalmente se abofeteo por ser una mierda con ella. Estaba feliz cuidando plantas y parece que se estuviera burlando. Quería evitar a cualquier costa sus lágrimas.- Solo que me sorprendió. No comentaste nada en todo el día -aclaro rascándose la nuca.

Drasticamente el rostro de Aoko cambió cuando comprendió. Ahora parecía más apenada pero sacando la tristeza que había en sus ojos.- Lo siento, en serio. Estuve pensando en hacer alguna actividad en mi tiempo libre -comenzó.- Así que recordé que la escuela tiene varios clubes. Busqué cuál podría ser para mi. En ese momento Keiko y Hakuba-kun aparecieron.

Perfecto. El la juzgo de que prefería al detective antes que a el. Se sintió aún más culpable, pero no lo demostraría. Tampoco se disculparia. Aoko no tenía que saberlo.

- ¿Así que la pequeña Nakamori se está volviendo más femenina? -la molestó.

- ¡Tonto! -le gritó antes de sacarle la lengua.

- Felicidades, puedo dejar de decirte Aoko-Kun -su sonrisa se amplió más cuando visualizó su rostro rojo de la furia y una vena apareciendo en su frente. Toda sonrisa fue borrada cuando le pego con la regadera en la cabeza.

- ¡Idiota! -ofendida le dio la espalda para seguir con su tarea.- Te informo que tengo que trabajar, así que si vienes a molestar te puedes ir.

Sobandose la cabeza la miró nuevamente. Su sonrisa volvió al verla.- ¿Hay rosas?

Eso pareció captar la atención de Aoko. Poso su dedo en la mejilla y miró hacia arriba pensando. Giro su cabeza, conectando sus ojos.- No, por el tema de las espinas.

- ¿Estás bromeando? -levantó una ceja al ver que negaba.- Si la ubican estrategicamente no tendría que haber algún problema.

- Creo que es más que nada para que los demás alumnos empiecen a tocar las flores sin el permiso y el cuidado adecuado.

- Entonces, a plantarlas -dijo con indiferencia.

- ¿Me acabas de escuchar siquiera?

- Es un insulto hacia mi persona -con dramatismo infló su pecho y Aoko rodó los ojos.- Y hacia la tuya también -de un movimiento de mano una rosa azul apareció entre sus dedos y se la entregó. La joven sonrió y la acepto. No podía negarse a ese pedido. Tal vez Kaito tenía razón, abría que ubicarlo esteategicamente.

- Creo que hay varias macetas sin usar...

- Eso quería escuchar -estaba orgulloso de tal logro.

Aoko regó con lo último qué había de agua y así finalizar su tarea. Agarró la mano de Kaito, y lo guió entre las flores. El mago tragó duro y con éxito ocultó su sonrojó. Pero lo que no pudo ocultar fue su sonrisa de enamorado.

Aoko era su perdición.

No sabían que estaban siendo observados desde una de las ventanas de la escuela. La figura femenina que estaba en el segundo piso solo apretó con fuerza la ventana ante lo visto.

Llevo el pulgar hacia sus labios y mordió con frustración. Tanto de celos como de incomodidad.

Celos de que una chica tan poco femenina, gritona, plana, con baja autoestima y encima petiza tuviera al mago comiendo de su mano.

E incomodidad porque sintió la necesidad de tirar las cartas de tarot y leer lo que le venía a Nakamori.

Si la cartas salían mal, ¿Tendría que avisarle a Kuroba del peligro?

¿O dejarla morir?

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