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╰┈➤ El molesto y sofocante ruido le hizo despertar con un estrepitoso suspiro violento.
La única luz entrando por las persianas levemente corridas.

Corrió el edredón buscando salir en busca del sonido, de inmediato notó las palmas de su manos manchadas de pintura.
Algo sumamente molesto ya que el recuerdo de lo que pintó la noche anterior parecía inexistente.

Su baño mantenía la puerta abierta, a lo que se regaño mentalmente por no haberla cerrado. Termino de lavar y secar sus manos, elevando la vista al espejo dando con su reflejo de todos los días.
Demasiado pálida para ser atractiva, nariz pequeña pero sensible, demasiado molesto.

Cerro y apagó la luz, sin embargo a los segundos regreso para verificar si había apagado.

Se acercó a su ventana, guiada por la curiosidad. Abril, por lo que el cielo siempre de mantenía despejado salvó por algunas nubes rebeldes.
Su calle no era la principal, sin embargo había mucho tráfico, dos autos de policías y una grúa con un sticker de la bandera de Alemania en la parte trasera.
Sobre la grúa, un auto Porsche grafiteado y sin un neumático.
Algunos salieron de sus autos a tomarle fotos.
La vista de un policía cayó sobre ella, de inmediato se asustó y entró golpeando su cabeza contra el marco de la ventana.

Se apresuró a bajar de su habitación, aún en pijama. Esperando que su madre esté en la cocina, gran sorpresa al encontrar la puerta abierta hacia la calle.
Al salir, la mayoría de vecinas se encontraba en el lugar, aún en pijama y una que otra con un café en su mano.
De entre ellas encontró a su madre, junto a otra vecina.

–Lizzie. Ven, vamos. – Ánimo su madre, al otro lado de la calle.

Vaciló, sin embargo se acercó a pasos lentos.

Su madre la tomó de los hombros atrayendola a su conversación con la vecina.

La plática siguió, comentando sobre lo que habían escuchado la noche anterior.

–Mi esposo asegura haber visto a la persona, no le creo.
Dice haber sido una chica joven... Cómo de la edad de tu hija.
¿Qué edad tienes?– Comentó la vecina con sigilo, para después mirar a la única joven entre ellas.

–19.– Se apresuró a decir su madre.

–¡Yo ví!– otra mujer, de rasgos asiáticos se incluyó en la conversación. –Alguien conducía ese auto. Detrás de él, venían otros tres.

Apuntó al auto sobre la grúa.

Las señoras entraron en debate, Lizzie fijo su mirada en el auto de alto lujo.












Pasaron varios días en las que la policía recorría las calles cada noche.
Su rumoraba acerca de un posible toque de queda, algo nunca concreto.

La universidad de la Lizzie se corría en rumores y comentarios acerca del hallazgo.
Llagando al punto de llamarlo "arreglo de cuentas", Lizzie se preguntó ¿Cuentas de que?.
Sin embargo, no preguntó. Jamás fue su intención preguntar o comentar algo, temiendo que fuera erróneo y se burlaran de ella.

Al contrario de su hermana, Bella—diminutivo de Isabella.—
Quien se encargó de correr esos rumores, asegurando haberlos visto.

—Se los digo, son los Tokio Hotel.

Escuchó detrás suyo, justo en la mesa rodeada de adolescentes.

Quiso voltear pero se negó.
La idea de que le acusaran de metiche le aterró.

En la mesa cayó una pesada carpeta.

–Te lo dije, saque 10.– un joven de estilo desordenado tomó lugar en la pequeña mesa.

Lizzie tomó el dibujo garabateado, girando de derecha a izquierda buscandole el sentido.

–¿Y qué es?– se atrevió a preguntar, con plena confianza.

–Desde ahora es un dibujo de la deforestación.–

Lizzie sostuvo una sonrisa, pues anteriormente su amigo le había dicho que era sobre la masacre de Texas.

–¿Y esto?– de nuevo preguntó, revisando la enorme carpeta plateada.

–Beneficios de quedarse al final en la clase.– Guiñó.

Todos los trabajos de la clase de Sid. Su amigo.

Reviso todos, encontrando unos bastantes creativos, otros no tanto.
Incluso una hoja en blanco.
Su atención cambio a uno bastante peculiar, un dibujo, más bien una marca.

–Esto ¿Qué es?– preguntó señalando con el dedo.

Lizzie intento recordar dónde lo había visto, tal vez un empaque o grafiti.

–Ah, es de uno de los tontos obsesionados con Tokio Hotel.– Respondió sin importancia, sacando de su mochila una manzana.

De nuevo ese nombre.

–¿Tokio Hotel?– Trazo con delicadeza el dibujo, saboreando el nombre en sus labios.

–De verdad vives debajo de una piedra, Lizzie. – Continuó comiendo su manzana. –Es la banda delincuente más buscada de por aquí, y por lo tanto, la más "popular".
Simples aficionados.

Banda delincuente.

–Aunque su fama es más por los chicos.– Dijo casi inaudible debido a la comida en su boca. –Son muy guapos.

Lizzie levantó la mirada a su amigo.
El que había dicho "Guapos".

–¿Qué? Eso dicen.–





Sus uñas se enterraron en la silla, incapaces de arrojar a la persona sobre ella.
Pues era su hermana.

–Deja de moverte.– demandó.

Podía sentir la suavidad de la brocha llena de maquillaje sobre sus párpados, algo bruscos cuando intentaba abrir sus ojos incomoda con la oscuridad.

Le había chantajeado para asistir a una fiesta en la que su hermana, siempre era protagonista.
Debido a los sucesos e inseguridad en las calles, su madre les prohibió salir después de las 9.
Un castigo más para Bella, debido a las inexistentes salidas de Lizzie.
Después de más de una hora peleando, Bella logró que la dejen salir, solo si lleva a su hermana menor.

–No entiendo todo esto.– Comentó Lizzie tocando su ropa, elegida por su hermana. –Sabes que estaré en una esquina todo el tiempo.

Un vestido corto  de color morado elegido del clóset de Bella, medias negras y, a elección de Lizzie, unos botines negros.
Le gustaba, sin embargo, se sentía otra persona.

–Trata de disfrutar una fiesta. Embriagate, folla con alguien. No lo sé, solo necesito que vayas. – Bella giró la silla frente al tocador, dejando la imagen de Lizzie totalmente distinta.

Un delineado perfecto, sombra negra al rededor.
Su nariz con un leve rubor.

Le gustó como se veía frente al espejo.
Lo que las personas verían.

Detrás suyo.
Bella buscó entre las cosas de su hermana, encontrando poco estilo.
Llevándose gran sorpresa al encontrar un fajo de billetes en la parte más al fondo del armario.
Volteo levemente esperando no ser vista y metió el dinero en su chaqueta.

–Deberias remodelar tu armario, hermanita.– Sugirió con desdén. –Oh, mira. ¡Llegó!

¿Llegó? ¿Quién? Fueron las preguntas que sonaron en la mente de Lizzie, preguntas que nunca hizo.

Bella corrió hasta la planta baja, seguida de su hermana intentando seguirle el paso.

Afuera, Marvin y su hermana comiéndose la boca. Paseando sus manos por todo el cuerpo.

Fastidio.

Marvin, el novio de Bella.
Pareció notar su presencia, susurrando algo.

–Solo es mi hermana.– respondió Bella sin importancia. –Vamos, necesito esas pastillas.

Sin quitar la vista de Lizzie, Marvin siguió besando con intensidad a su novia.

Al contrario de Lizzie quien detallo el auto en el que se irían.
Sin saber nada de autos.
Cuando comenzaron a entrar, Lizzie se apresuró tomando el asiento de atrás.
El alivio llegó al notar la calefacción soltando un suspiro involuntario.

–Te gusta está temperatura.– afirmó Marvin, ganándose un golpe por parte de Bella.







De nuevo detuvo su mano hacia sus oídos, abrumada por el ruido.
Odiaba el ruido.
Razón por la cuál sus padres de pequeña creían que tenía autismo.
Motivo equivocado.

Se movió entre la multitud, su hermana la había dejado desde el primer segundo dentro de la casa.
Casa a fuera de la ciudad y muy probablemente, lejos de los policías.

Al llegar al patio trasero encontró una gran piscina, la mayoría entrando en ropa interior.
Sorprendida de ver a una chica sin nada.
Alejó la vista temiendo incomodar,  decidida a ir al patio de enfrente.

–¡Oh! Lo siento.– Se disculpó cuando su cuerpo impacto con otro, derramando un poco de bebida en el suelo.

Elevó la vista encontrando a un extraño chico, con maquillaje igual al suyo y muy alto.

Esperó un regaño e incluso un insulto, al encontrario encontró una gran sonrisa.
Y sin decir nada, se fue.
Lo siguió con la mirada hasta perderlo entre todas las personas.
Una pequeña llama de autoestima y valor crecieron, sintiendo que por fin alguien la había notado.

La idea de irse se esfumó, encontrando una nueva actividad, muy cerca de la barra de tragos.
Le gustó esa sensación, combinada con el ardor en su garganta que después se convertía en éxtasis.
En la barra, con mayor campo de visión continúo su búsqueda por el chico misterioso.

A la par; justo al otro extremo del patio.
Lo encontró, mirando en su dirección.
Su mirada cambio cuando se acercó hacía otros tres chicos susurrando algo entre ellos mirando varias veces hacia ella.
Centrando está vez una mirada de entre todas, el chico de enmedio. Las trenzas le adornan, estilo 2000' y esa sonrisa degenerada que le hizo saber a Lizzie, con quien no meterse.

Sin poder despegar la vista, pudo ver detenidamente el momento en el que se levantaron al mismo tiempo.
Alarmada giró fingiendo no haberlos visto.

–Mierda.– Escuchó al frente.

El barman parecía nervioso y al igual, la mirada al frente.

De reojo pudo ver al grupo a unos metros, a lado de la piscina.
Charlando con un chico rubio.

–¿Quiénes son?– Lizzie preguntó.

–Estúpida.– Soltó el barman con asco, sin mirarla. –Vienes a la fiesta de los Tokio Hotel y no los conocés.

Tokio Hotel.

Banda delincuente.

Las palabras de Sid llegaron a su mente.
Lizzie se alarmó, debía alertar a su hermana y salir de ahí.
Alterada tomó su bolso y se fue, no sin antes ser vista por el barman, quien confundido preguntó.

–¿Effy?–

Respiro varias veces buscando calma, no quería correr y llamar su atención.
De reojo pudo ver la mirada del de trenzas quien arrojo al tipo hacia el suelo sin compasión.

El éxtasis del alcohol había desaparecido, solo quedaba el leve mareo y la sensación en la  garganta.
Debía buscar a su hermana, su criterio la llevo a la casa en dónde el chico misterioso estaba justo a lado la puerta. En otra ocasión le parecería maravilloso, ahora con el contexto correcto solo quería huir de él.
De todos.

Sin denegar, siguió su camino hasta la entrada.
Encontrando alivio en las luces de la calle, una calle desolada alejada de la cuidad.
Asustada ante la descripción de la calle, corrió hasta un auto encontrando refugio detrás de este.
Casi sentada en el suelo espero no ser vista.

Lizzie mordió su labio callando ruido alguno, sus lágrimas retenidas y ese rubor en la nariz la hizo sentir débil.
Escucho voces, hombres.
Alterada tomó su bolso buscando su teléfono, al encenderlo se dió cuenta de la hora.
01:35 AM.
Lo ignoró y marco a la policía.
En un movimiento rápido fue lanzada al suelo, encontrando al frente al chico misterioso con el rostro serio.

De entre ellos destacó el de trenzas, con su ahora típica sonrisa degenerada.

–Te encontramos, muñeca.–

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