🔪Level 22: Amenazar a muerte🔪

LEVEL 22
READY, PLAYER TWO?

Desde que era niño, para Jeremy el sótano de Michael era el lugar ideal para pasar los días.

Recordaba cómo el lugar a sus cuatro años era un sitio destartalado lleno de cajas y objetos viejos que la familia Mell dejó a la deriva, y cómo al igual que muchos pequeños, la sola idea de cruzar las escaleras hacia ese oscuro antro bajo tierra lleno de sombras de monstruos y ruidos tenebrosos les provocaba tal terror que huían despavoridos apenas veían la puerta abrirse lentamente con un chirrido.

Luego las madres de Michael decidieron deshacerse de esas cosas en una tienda de garaje y tirando lo que no servía cuando cumplieron cinco años. El lugar se fue vaciando poco a poco y la limpieza lo hizo ver menos tenebroso, de hecho podían bajar durante el día a ayudar a las adultas sin sentir miedo.

Finalmente, tras discutirlo mucho, con tapiz azul y un piso alfombrado, el lugar que tanto los había espantado de niños se volvió una nueva habitación que ambos compartirían sin recelo durante su adolescencia.

El sótano de Michael era su santuario de geeks, el lugar perfecto para comer porquerías y fumar jugando videojuegos. Pero para Jeremy significaba más que eso, era un refugio.

Entre esas cuatro paredes podía escapar de los problemas que lo aquejaban en el mundo exterior. Allí podía ser él, podía alejarse de toda la gente de mierda que lo trató mal en la escuela, podía olvidarse de un padre que no le prestaba atención y solo necesitaba a Michael y a sus brazos acunándolo en la cama. Solo necesitaba a su mejor amigo, el chico que volvía esa habitación algo especial.

Y ahora él era el chico que volvía aquello una prisión.

También estaba la camiseta de "Creeps" de Michael. Con una tela que asemejaba un suéter algo elástico, esa prenda de ropa era una de sus más grandes adicciones, pues siempre que la situación se lo permitía la pedía prestada.

Desde incluso antes de verlo como algo más que un amigo relacionaba su contacto suave y acogedor con todo lo bueno del mundo rodeándolo para decirle "Está bien, olvida todo". Desde su suavidad y el aroma de Michael, todo ello era una invitación para cerrar los ojos y no pensar más todo porque le recordaba a su amigo. Era Michael quien había vuelto esa camiseta algo especial para él.

Ahora era él quien la volvía un uniforme de prisión que no lo dejaba dormir del asco que sentía al usarla.

Lo rodeaba una sensación vomitiva y repugnante que le costaba describir, pero que podía comparar como sus abusos con su comida chatarra favorita que le causaba malestar y luego juraba no volver a tocar nunca en la vida por ese mal recuerdo, solo para luego volverlo a hacer. Era eso pero mil veces peor.

La horrible sensación cuando algo que amaste con todo tu corazón se vuelve en tu contra.

Lo que alguna vez fue un escondite para su bienestar mental ahora lo torturaba. Jeremy nunca fue claustrofóbico y aun así sentía como si las cuatro paredes sobre él amenazaran con cerrarse y aplastarlo lo suficientemente para dejarlo con vida pero sufriendo con solo respirar.

Era asfixiante, sofocante, era indescriptiblemente espantoso. A veces despertaba creyendo que las paredes habían cumplido sus amenazas solo para descubrir que se trataba de la correa alrededor de su cuello que limitaba su respiración agitada.

La rutina podía explicarse muy simplemente y aun así no terminaba de digerirla por completo.

Primero que nada; Michael le traía todas las comidas del día sin excepción con un vaso de agua o bebida. Podía no terminarse los platos, pero obligatoriamente tenía que vaciar el vaso aunque vomitara en el intento. He ahí el motivo por el cual su Squip no había vuelto a hablarle para ofrecerle ayuda: La mayoría de bebidas que no fueran agua eran Mountain Dew roja.

Cuando Michael no estaba no había mucho que pudiera hacer más que mirar el techo o sentarse en el borde de la cama, ya que la correa no le permitía ir muy lejos. Se dedicaba durante ese tiempo a buscar métodos de escape que no funcionaban, a tratar de cortar la correa con los dientes—No daba resultados prometedores y sólo le daba dolor en la mandíbula—o a simplemente llorar en silencio pensando en cómo su vida se le escaparía de las manos mientras pasaba más tiempo ahí.

Solo salía del sótano cuando Michael llegaba, y solo era para que lo llevase al baño. Cuando no estaba por mucho tiempo siempre le dejaba un balde o... Jesús, quería llorar de lo humillante que era todo esto. Prácticamente se había convertido en un maldito perro al cual sacaban a pasear ocasionalmente con una correa y cuál su dueño bañaba cada dos días.

Apenas pasaron cuatro días y lo sentía como un mes.

La noticia de su desaparición no se hizo esperar en el mundo exterior. Por Michael y lo que él le enseñaba se había enterado de todo.

Su padre lo buscaba desesperadamente cada día haciendo provechos de su trabajo como oficial de policía, había pospuesto su boda con Heidi porque no estaba dispuesto a llevarla a cabo sin él presente sano y salvo.
Heidi ayudaba todo lo posible notificando al hospital donde trabajaba, pidiendo que si veían a alguien con su apariencia que le avisaran.
Evan, Connor y todos sus amigos imprimían volantes de "Desaparecido" con una foto de él y sus datos personales, y las pegaban o repartían en todos lados. La ciudad entera podría estar empapelada con su cara y aun así ellos no se cansarían de entregar los mismos papeles a quienes se cruzaran por su camino. De hecho estaba enterado de que Michael participaba de eso y también de las búsquedas.

Recordaba que tras las 48 horas de desaparecido, Michael llegó tarde a la casa y le enseñó uno de los primeros afiches de aviso. En la descripción decía "Visto por última vez por los Canigula", como si fuera una acusación de sospecha hacia su mejor amiga, la cual sabía que lloraba por él muy seguido en las búsquedas.

Le daba rabia cómo Michael se lo describía, tomando por estúpidos a todos los que se esforzaban en encontrarlo, como si todo el sufrimiento de ellos fuera una broma.

Que Jenna había dedicado su blog a notificar todo lo que tuviese que ver y había dejado todo lo demás, que Christine empezaba a ser más ansiosa, que Brooke se ponía muy paranoica y empezaba a soltar miles de teorías escabrosas hasta largarse a llorar, que Chloe perdía la paciencia muy rápido y discutía sobre dónde debían buscar y cuando, que Rich y Jake apenas se dignaban a hacer chistes o a sus idioteces diarias porque estaban muy preocupados para eso...

Jeremy lloraba de solo pensarlo. No quería que otros sufrieran por él, no quería que se angustiaran tanto por él, no quería arruinarles la vida así.

Deseó haberle dicho a su padre cuánto le agradecía todo lo que había hecho por su crianza y su cambio positivo en su vida, quería correr a abrazarlo y decirle que estaba vivo. Necesitaba que él supiera que no había muerto y estaba bien en lo que cabe.

Jeremy quería gritar que estaba vivo. Encerrado pero vivo, esperando salvación pero vivo. Su mente se llenaba de escenarios dónde sus amigos discutían, su familia lloraba y finalmente se rendían en buscarlo. Pensar en que el responsable estaba frente a sus ojos y nadie lo veía... Que él estaba bajo sus pies pero pasaban de largo. Quería golpear las paredes para derrumbarlas y ser libre.

Jeremy no podía pasar a ser otra cara olvidada en los noticieros, un "Se presume muerto" que no terminaría jamás de complacer a sus seres queridos y consumiría sus vidas. Se negaba a que su destino fuera ese, pero tampoco podía hacer nada para evitarlo.

Y cada día sería peor. La gente perdería el interés, Michael seguiría lejos del ojo de la ley, él despertaría solo para darse cuenta de que la habitación se volvía más pequeña a sus ojos.

–¡Jeremy, he vuelto! –Michael saludó enérgicamente desde las escaleras, literalmente saltando de escalón en escalón con una alegría casi inusual. O eso decía él, según entendía fingía estar desanimado todo el tiempo que estaba lejos de él, lo cual no era muy difícil. –Pasé por 7/11 por algunas cosas para comer ¿Has estado bien sin mí, cariño?

Jeremy se contuvo a comentar que literalmente se había ido solo por diez minutos y simplemente asintió sin emitir más que un "Sí" seco y bajo. No tenía lugar para el sarcasmo o ironía ahí, y créanle que a veces era demasiado tentador, tanto que las palabras se sentían como jabón resbalando de su lengua.

El de gafas acomodó algunas cosas que traía en la bolsa de supermercado y luego se sentó junto a él para abrazarlo afectuosamente. Jeremy no se resistió, pero permaneció tenso ante cada movimiento. La verdad es que Michael no llegaba más lejos con él que con besos o abrazos, sin embargo eso no le quitaba la libertad de imaginar que un día de estos trataría de propasarse, y hasta ese entonces quería disfrutar de la relativa tranquilidad que tenía. No estaba preparado para repartir golpes.

–He traído para ti tu sabor de slushie favorita ¡Ta-dá! –Siguió explicando, deteniéndose en el vaso con granizado azul que le entregó en las manos. –Sé lo mucho que te gustaba mezclar chicle azul con frambuesa azul, cariño. Pensé que necesitabas algo dulce ya que estuviste un poco arisco y serio estos días.

Jeremy alzó una ceja sin quitar su expresión de incomodidad. Entendía a lo que se refería Michael, su falta de respuesta a sus cariños o su ausencia de emoción y entusiasmo eran notorias, ni siquiera él estaba dispuesto a negarlas con lo mal que estaba. Solo reaccionaba así ante el comentario porque seguía sin creer que Michael esquivara tanto la realidad de su situación, sobre todo la de sus verdaderos sentimientos. Casi parecía que nada le importaba una mierda.

–¿Sabes? Pasé un momento por tu casa luego. –Jugó con su pajilla, divagando un poco. Jeremy puso toda su atención a lo que decía. –Hombre... –Soltó una risa notoriamente divertida y burlona. –Debiste ver a Evan, viejo. Parecía que le daba un Mental breakdown, se ve que le cuesta hablar con la gente incluso para entregar esos tontos volantes, uh... Al menos en este que me dio luces lindo.

–¿Te divierte?

Michael dejó de jugar con su bebida y dirigió la mirada hacia Jeremy, quien temblando de la rabia apretaba su vaso peligrosamente. No era normal verlo tan... ¿Expresivo? Sí, eso, no era normal verlo tan expresivo últimamente, por lo que se sorprendió un poco mas no tanto como para callar. –Sí, un poco. Tu hermanastro no parece estar dando lo mejor de sí incluso si es para buscarte.

–Tú no sabes una mierda de Evan. Me hubiera encantado haber tenido un hermano como él cuando niño. –Masculló, masticando las palabras con puro desprecio hacia el que lo abrazaba pero no se atrevía a apartar. –¿Te da tanta risa ver que están buscándome?

Lejos de alterarse o ponerse a la ofensiva, Michael sonrió ladinamente como si a sus ojos Jeremy fuese un ingenuo y tonto niño de seis años el cual no sabía nada de la vida. –Sí, algo. La gente que nunca te notó antes finalmente está más atenta a tu existencia. Ahora todo gira en torno a ti, Jeremy. Todos te extrañan, todos dicen cosas bellas sobre ti y lo mucho que desean habértelo dicho antes. –Se rió por lo bajo sin ocultar una de sus tantas sonrisas maliciosas. –La gente siempre es así, Jeremy. No notan que existes hasta que desapareces. No quieren darte el amor que mereces hasta que desapareces ¡No eres nada hasta que desapareces! ¿Pero sabes? Para mí siempre exististe. –Pausó, obligando al más alto a que lo mirara, tomando su rostro fuertemente con una sola mano. Jeremy se quejó por lo bajo, le dolían las mejillas. –Desde el primer momento en que te vi supe que mi vida giraría en torno a ti. Yo sabía que éramos tal para cual. Yo no soy como esa mierda de gentuza, yo te diré cuánto te amo cada día que estemos juntos y no esperaré a que te mueras o algo para que eso ocurra. Ellos no te merecen... No te merecen, no te merecen, no te merecen ¡No te merecen, no te merecen...!

El de rizos ahogó un grito espantado dejando caer su slushie. Michael empezaba a poner más presión sobre su rostro, casi sentía que sus uñas iban a atravesar su carne hasta llegar adentro de su boca por un agujero en las mejillas. De nuevo estaba mirándolo así... Odiaba cuando Michael ponía esos ojos dementes y le daban esos lapsus violentos donde decía incoherencias. Le asustaba, no sabía qué era capaz de hacer.

–Ellos... No... ¡TE MERECEN! –Finalizó tras poner énfasis en cada palabra pausada antes de soltarlo bruscamente. –¡Y acostúmbrate a esto, porque solo por encima de mi cadáver dejaré que esos desgraciados vuelvan a tener la fortuna de saber de ti! ¡¿Me escuchaste?! ¡Me perteneces! ¡Haré todo lo necesario para que te quedes! ¡Tú solo eres mío, Jeremy! ¡MÍO! –Declaró totalmente zafado, zarandeando al más alto por los hombros un par de veces para luego empujarlo de nuevo al colchón y apartarse un poco más lejos.

Jeremy recobró la respiración agitadamente, temblando del susto en su rincón de la cama mientras observaba a Michael de espaldas murmurar cosas para sí mismo mientras hacía el ademán de respirar profundo. No importa cuántas veces lo hiciera, seguía dándole el mismo mal rollo que la primera vez.

Una vez calmado, el de gafas se dio la vuelta con una sonrisa de oreja a oreja como si nada hubiera pasado. Así era últimamente cada vez que se enfadaba, pasando de una faceta a la otra como las caras de una moneda, tan repentinamente y sin aviso que era difícil prever cuándo sería el siguiente giro. Casi parecía que Mell tenía una palanca de "Violento/Amoroso" en algún sitio del cuerpo que no veía.

–Jeremy, amor. –Musitó con más amabilidad. –Mejor termina de comer ¿Vale? Quiero bañarte temprano para que no nos acostemos tarde ¡Mañana tengo escuela! ¿Puedes hacerme ese favor, pajarito?

El otro asintió eufóricamente sin decir palabra, Michael suspiró complacido ante esa respuesta y se volvió a sentar a su lado alcanzándole poco a poco lo que había traído para él.

Jeremy ni siquiera saboreó la comida de lo ido que estaba en sus propios pensamientos. Michael seguía hablando quién sabe qué estupidez mientras le ofrecía una que otra vez darle de comer él mismo o llevar la pajilla de su slushie a su boca, pero no lo escuchaba, y a esos gestos solo respondía automáticamente sin rechazarlos como si fuera una máquina.

Las palabras del joven Mell en su estado violento no dejaban de resonar en su cabeza como un mantra mientras cada vez masticaba más lento su comida por miedo a vomitarla.

"¡Y acostúmbrate a esto, porque solo por encima de mi cadáver dejaré que esos desgraciados vuelvan a tener la fortuna de saber de ti! ¡¿Me escuchaste?!"

Michael volvió a ofrecerle algo con el tenedor, lo aceptó sin ganas sintiendo que su estómago rechazaba todo lo que su lengua tocaba de ante mano, obligándolo a detener aún más su mandíbula.

"¡Me perteneces! ¡Haré todo lo necesario para que te quedes!"

Su mirada estaba fija en Michael hace rato, sin embargo solo ahora empezaba a sudar y a sentir sus dedos temblar sobre sus propias piernas mientras su cara perdía color y su mirada comenzaba a distorsionarlo. Ante sus ojos, su ex novio solo era el monstruo que se negó a ver antes, y que ahora no podía dejar de ver sin importar cuán real pareciera esa máscara de bondad.

"¡Tú solo eres mío, Jeremy! ¡MÍO!"

–Bueno, veo que ya te llenaste. –El de gafas habló al observar las bandejas vacías y se levantó de la cama buscando en el cajón hasta dar con otra correa más corta que la que lo ataba a la cama. Aparentemente para Michael era más cómodo cambiarlas en vez de soltar la otra, quizás para no revelarle cómo soltarla o porque le daba flojera. Quién sabe, cualquiera de las dos opciones era viable. –Será mejor que te dé ese baño, puede que incluso te borre un poco la cara seria.

"Eres mío."

El más alto asintió sin decir nada y se movió apenas sintió el primer tirón en el cuello, avanzando hacia las escaleras con la mirada perdida y Michael silbando campante y relajado detrás de él.

"ERES MÍO."

Sus labios temblaron y sus ojos se llenaron de lágrimas. No podía soportar más tiempo esta prisión, ya no podía afrontar al mismo carcelero todos los días, ya no quería ser ahogándose entre los cuatro muros que lo separaban de su vida anterior y los seres que amaba. Ya no quería sentir que su vida pertenecía a otra persona.

No quería pertenecerle a nadie más que no fuera él mismo.

T-Tengo que... TENGO QUE SALIR DE AQUÍ.

No sabía su fue un impulso por toda la rabia que llevaba acumulada desde el primer día o su necesidad de aire fresco antes de que le explotaran los pulmones, pero aun así cometió una locura. Empujó a Michael con todas sus fuerzas hacia debajo de las escaleras y sujetando su correa logró que la soltara, dejándolo a su propio mando.

No se detuvo a ver si él estaba bien, de todos modos había caído apenas unas cuatro escaleras abajo y que gritara su nombre le indicaba que seguía vivo al menos.

Corrió escaleras arriba, saltó en cada escalón como si fueran a deshacerse bajo sus pies ignorando los llamados ajenos y sus órdenes de que volviera. Una vez llegó a la puerta del sótano cruzó, mirando por última vez atrás a Michael apenas recuperándose del golpe para incorporarse. Lo escuchó gritar su nombre de nuevo como si una bestia rugiera y entonces atinó a cerrar la puerta con seguro, listo para correr por el pasillo.

Ni siquiera él sabía qué es lo que haría, era consciente de que si era atrapado estaba prácticamente muerto y aun así cedió ante un inminente ataque de pánico. Lo primero que hizo fue correr hacia la salida principal, un chillido frustrado escapó de sus labios al comprobar que estaba cerrada, lo que lo hizo golpear desesperadamente para que cediera en vano.

Muy bien, respira, Jeremy. La puerta no te dejará pero... ¿La ventana? También estaba cerrada, y no, no es que simplemente podía abrirla y ya. Los Mell habían patentado un tipo de cerradura con llave hace tiempo por inseguridad, en otras palabras: A menos que encontrara la maldita llave no podría huir ¿Romper los cristales? No era práctico, no cuando los marcos de la ventana eran demasiado pequeños para que saliera por ahí.

Empezó a rebuscar en los cajones de las mesitas de la sala de estar, incluso llegó a arrancarlos de los muebles para tirar todo al piso y buscar más rápidamente sin buenos resultados. A estas alturas estaba considerando usar uno de ellos para tratar de romper la puerta.

Se congeló al escuchar de nuevo a Michael gritarle. Si lo había escuchado era porque había logrado salir del sótano y ahora iba en busca de su puta cabeza.

Ya estaba, se acabó. Jeremy no tenía por dónde escapar, estaba frito, estaba muerto.

Luego se le prendió el foco y escapó a la cocina a tropezones, agachándose delante del cajón de los cubiertos hasta dar con el cuchillo más grande y amenazador que había disponible en la casa. Recordaba que Lisa siempre lo mantenía afilado para cortar la carne, así que le sería muy útil para defenderse si Michael lo encontraba antes de lo previsto.

Se arrastró hasta pegarse contra el mostrador que conectaba con la sala principal, apretó el mango con fuerza hasta que creyó que lo amarró con sus dedos y lo fundió con su pecho, rezó todas las oraciones que se sabía y hasta empezó a musitar una que otra frase de la biblia y el Torá que le serían útiles. Finalmente se quedó en completo silencio, y solo fue cuando escuchó a su ex novio mascullar todo tipo de maldiciones al llegar a la sala, claramente buscándolo bajo cualquier mueble que le permitiera esconderse.

Su respiración iba tan rápido que habría podido usar tres bolsas de papel para relajarla, su pulso temblaba tanto que podría haberse hecho él mismo un corte en sus piernas descubiertas, y el corazón le latía tan fuerte que escuchaba en sus oídos su retumbar incesante. Sudaba, pero se negaba a que el cuchillo se le resbalara de las manos ahora.

Cuando Michael estuvo por cruzar hacia la cocina todo se detuvo, desde su corazón hasta su respiración. Su primer paso al frente fue la señal, y entonces se levantó con rapidez y trató de clavarle el cuchillo en la cabeza.

Michael retrocedió esquivando el filo de nada, y así estuvo por un tiempo mientras Jeremy gritaba como un energúmeno y le daba más al aire que a otra cosa, blandiendo el arma blanca con una rapidez digna de ninja o uno de los tíos de Pucca. No lograba darle y solo lograba que su captor se alejara de él evitando con éxito, aunque se le veía notoriamente asustado de que en algún momento Jeremy realmente consiguiera volverlo picadillo.

El de rizos no se detenía ni sintiendo el brazo entumecerse. No podía, sabía que no tenía opción. No había otra salida más que esta.

Tenía que matarlo, tenía que deshacerse de ese enfermo mental.

–¡MUÉRETE, MUÉRETE, MUÉRETE!

Soltó más y más alaridos de pura ira con cada intento. Repentinamente Michael se tropezó con el cajón que había dejado tirado antes y Jeremy lo siguió hasta el suelo acorralándolo entre la alfombra y el cuchillo, sentándose a horcajadas sobre su torso para volverlo más sencillo.

Pero aun así no pudo, pues cuando quiso clavarle el arma con ambas manos Michael fue más rápido y lo detuvo. Forcejeaban, Jeremy para acercarle a la cara el filo y Michael para alejar a Jeremy y si era posible apartarlo. El de gafas no hablaba, se mantenía en silencio y apenas soltaba uno que otro quejido entre su esfuerzo.

Jeremy no paraba de gritar y maldecirlo hasta sentir que su garganta se desgarraba. Gritaba con toda la rabia que había contenido, con todo el dolor que había soportado, gritó un nuevo sentimiento naciendo en su pecho por la persona que lloró, cuidó y sobre todo amó con todo su corazón.

–¡TE ODIO! ¡Te odio! ¡Arruinaste mi vida, te odio! ¡Ojalá nunca hubiese sido tu novio! ¡Ojalá nunca hubiésemos sido amigos! ¡OJALÁ NUNCA NOS HAYAMOS CONOCIDO! ¡TE ODIO, MUERE, MUERE, MUERE!

Él lloraba, su corazón lloraba. El veneno recorría sus venas como caudal y le recordaba todo el dolor que su captor le había hecho pasar ¿Por qué tuvo que ser así? ¿Por qué tenía que llegar a este extremo? ¿Por qué las cosas no pudieron seguir siendo bellas? En este momento ambos podrían estarse besando en el sótano compartiendo una pizza, risas y besos. Podrían ser felices, podrían seguir amándose y haciéndose bien.

Y ahora lo maldecía, maldecía ese nefasto día en que lloró solo en el jardín de niños y Michael llegó para hacerlo reír al columpiarlo. Maldijo con toda su alma el día en que sus caminos se cruzaron y se volvieron tan importantes el uno para el otro.

Jeremy maldecía al amor por cegarlo, y también por haber atenuado la fuerza de sus brazos cuando abajo suyo Michael lo observó aterrado, tan débil y frágil como el día en que el de rizos lo salvó de una tanta de matones que lo hicieron puré a él en su lugar.

El cuchillo cayó a su costado apenas su fuerza disminuyó y Michael se recobró para empujarlo por las muñecas hacia el suelo, levantándose rápidamente para tomar el cuchillo y alejarse de Jeremy un poco, respirando agitado y esperando que el de pecas intentara quitarle el arma. No tuvo que esperar tanto para eso, ni siquiera necesitó usar el cuchillo, Jeremy seguía siendo tan debilucho comparado a él como el primer día de cautiverio.

Lo derribó con solo empujarlo.

Jeremy chilló adolorido al caer al suelo y no intentó levantarse de nuevo. El filo sobre su cuello le advertía que no se moviera ni un solo milímetro o lo iba a lamentar el resto de su vida, si es que viviría, claro.

El corazón le cayó hasta el estómago reemplazando el coraje por miedo ¿De nuevo iba a ser así?

Todavía recobrando la respiración, el joven Mell empezó a reírse por lo bajo hasta estallar literalmente en una carcajada hasta maniática que le heló la sangre y le puso los pelos de punta De nuevo era esa mirada.

–Vamos, levántate. –Ordenó todavía entre risas, sin embargo el más pálido permanecía tembloroso, derrotado y al borde del llanto en el suelo. Suponía que entonces Michael no veía solución más rápida que ignorar por completo la correa y sujetarlo del cabello para hacer cumplir, sin atender a sus gritos. –¡HE DICHO QUE TE LEVANTES, PEDAZO DE MIERDA! ¡Tú vienes conmigo!

Lo intentó, juraba a Dios que lo intentó, pero no pudo zafarse de Michael ni golpeándolo o tratando de encajarle una patada. De algún modo él resistía todo ataque físico y lograba arrastrarlo del cabello hasta bajar las escaleras del sótano, dando un último tirón brusco para arrojarle contra la cama. No había sido contra el respaldar, sino más bien al costado, era lo único en lo que podría considerarse afortunado mientras Michael avanzaba hasta él a paso pesado y él hizo su último esfuerzo desesperado de huir por el costado solo para ser de nuevo lanzado contra la cama.

–¿Ya terminaste? ¿O todavía quieres humillarte más? Cada día me sorprende más lo patético que eres, Jeremy. –Mell escupió las palabras con simpleza y una mirada ensombrecida antes de agarrar al aludido del brazo, quien por cierto no dejaba de llorar y trataba de zafarse de él. –Sí, sí, sí... Lloras, lloras, te duele. Me hartas, en serio me hartas cuando eres así ¡¿Quieres callarte de una puta vez?! ¡Ya deja de llorar! –Exclamó impaciente antes de estamparle una bofetada que no solo le movió el mundo, sino que también lo acalló tan efectivamente que cualquiera diría que se hubiese calmado más, pero no fue así. Michael siguió apretando el brazo ajeno, amenazando con doblarlo. –¿Listo? ¿Y si ahora me repites lo que dijiste antes? Quiero escucharlo de nuevo.

La garganta de Jeremy no solo se cerró para sus sollozos, sino también para cualquier tipo de sonido. No quería repetir nada, ni siquiera quería hablar. Todo él se sentía tan entumecido y tembloroso que se sentía caer en cualquier momento.

Michael perdió la paciencia y volvió a abofetearlo de tal manera que caer en el colchón hasta se sintió rudo. Luego escuchó el sonido del metal, era la correa que lo mantenía sujeto a la cama.

–¡Dije que lo repitieras! ¡¿Te crees valiente, Jeremy?! ¡Entonces dilo de nuevo! ¡DILO, DILO, DILO!

Su rostro no permanecía quieto en una sola dirección, Michael se encargaba de moverlo lo suficiente con cada bofetada y no contento con ello empezó a zarandearlo de los hombros con tanta fuerza que ahora cambiaba el sentido. Su cerebro literalmente se estrellaba contra su cráneo en cada movimiento, no podía siquiera emitir sonido o pedir que parase porque no procesaba las palabras a tiempo. El dolor de cabeza lo mareaba, el rostro le ardía, sentía que iba a morir ahí mismo.

–Si vuelves a hacer una mierda parecida te mataré, Jeremy. –Amenazó sin escrúpulos, apoyando la rodilla sobre su pecho para hacer presión mientras tiraba fuerte de la correa. Jeremy sentía que se ahogaba, pero no lo suficiente para morir, sino más bien para desesperarlo por oxígeno. –Te mataré... Mierda, te mataré ¡TE MATARÉ SI VUELVES A ESCAPARTE ASÍ! ¡¿Me oyes bien, Jeremy?! ¡VOY A MATARTE, MALDITA SEA! Así que... Piénsalo dos veces antes de ser tan estúpido.

Entonces lo soltó. Jeremy respiró hondo y tosió con un descanso de diez segundos antes de una última bofetada.

–Que ese sea tu ultimátum y tu castigo ¿Bien? Mejor duerme solo, mañana te daré tu baño y más te vale comportarte, no quieras hacerme cumplir mis palabras.

Con todo dicho y hecho, Michael lo besó largamente para luego abandonar el sótano y desaparecer de su visión dando un portazo.

Las estatuas del parque envidiarían a Jeremy de lo paralizado que estaba, y de lo repentino que su llanto lo ahogó entre sus gritos.

Y las paredes se cerraban, sí, sentía las paredes cerrarse aún más.

LEVEL 22 COMPLETE!
L o a d i n g . . .

FILE SAVED!

CONTINUE, PLAYER TWO?
Yes No <

YOU HAVE NO CHOICE NOW =)
IT'S TOO LATE, JEREMY~

-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-
Estoy emocionada porque literalmente estoy a nada del capítulo que los va a hacer llorar como magdalenas, ah.

Soy muy feliz <3

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