~Pelearé y persistiré~
Regresé con dolor, perras. (?)
Cabe a decir... Algo que no dije en el prólogo... Que este fic, al igual que el de Ikanaide está basado en un rol con mi diosa (COFCOFMISAKICOFCOF) por ello mismo están (Cómo dije) dedicados a ella y verán varios fragmentos que ella escribió tal cual... Excepto los prólogos e introducciones. Esos son 100% míos. (?)
Por ello mismo... ¡CRÉDITO A ELLA TAMBIÉN, POR AYUDARME! ¿Esto cuenta como fic hecho en equipo? Ni idea, solo sé que sin ella no lo hubiera desarrollado tanto (Mezclamos ideas de cada quien.) y se lo debo <3 Mil gracias y pásense por sus fics ¡Ella es mil veces mejor que yo!
Escuché como tres canciones escribiendo esto, entre ellas Angel of darkness, Headlock y Tag you're it... Qué cosas ¿No?
Aclaraciones: En mi Head Canon Lil tiene acento francés y usa palabras en ese idioma una que otra vez. Ni idea de por qué me gusta que lo haga... Siento que le da un toque elegante y sensual.
Deep Sea World es el nombre que le puse al mundo de Wadanohara.
Sin más... Los dejó con el primer capítulo.
Si tienen preguntas déjenlas y las contestaré.
-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-
-Cielos... La lluvia no se detiene.
Él miró por la ventana asintiendo para ella. Asombrándose de cómo el agua caía casi a borbotones del cielo, las nubes cubrían todo rastro de luz y de los imponentes truenos y rayos que azotaban en Pitch Black World decidió cerrar las cortinas y volver al escritorio junto a su novia para ofrecerle un abrazo en el caso de que esta se sintiera atemorizada por el horrible exterior.
-Tu padre la debe estar pasando muy mal.
-Tsk... Seguro que se murió otro de sus conejos. –Bufó restando importancia.
No quería aceptarlo, pero en ese caso la lluvia no sería tan intensa y duradera. Esto se asemejaba más a otra ocasión en la que llovió meses enteros, pero no se había tratado de la muerte de uno de esos simples conejos, a los cuales Satanick les tenía gran predilección.
La estúpida lluvia los tenía a él y a Kiku encerrados en la casa de Lil sin poder salir al exterior por precaución a los rayos, viento feroz y la posibilidad de obtener un resfriado por el frío que resultaría caminar bajo la lluvia.
Bueno... Para fortuna de la parejita, la subcubo sabía cómo darles techo sin ponerse fastidiosa como su esposo. No hubo bromas sexuales ni relacionadas al matrimonio inexistente en sus vidas desde que necesitaron quedarse. Y eso lo aliviaba en cierta manera... Pero solo a la mitad, pues Glasses había observado en más de una ocasión a su madre más seria de lo que acostumbraba, y no entendía del todo por qué. Le hubiese calmado asociarlo más con algún miedo irracional a las tormentas o la tristeza que contagiaban, pero por ese pesar y melancolía que la rodeaba le daba una impresión diferente. Cómo si el problema no fuese la lluvia en sí, sino la razón de la misma.
Ella no estará preocupada por ese idiota... ¿Verdad?
No comprendía la relación entre sus padres. Desde que ella se había marchado que no los veía frecuentar nunca, ni una llamada... Ni una carta... Cómo si para ellos el otro ya no existiera. Eso sí... Él no aseguraba que seguían pensándose una que otra vez y se guardaban aprecio por los viejos tiempos.
No la culparía por preocuparse aun si él no se sentía de la misma manera, ni haría muchas preguntas al respecto para no meter la nariz donde no debía. Daba por sentado que apenas el clima denso acabara todo volvería a ser como antes.
Eso creyó... Hasta esa llamada que cambiaría la vida como la conocían.
-¡Yo atiendo, mon cheri! –Exclamó Lil desde afuera de la oficina mientras se acercaba con un caminar rápido y apresurado para alcanzar rápido el teléfono y terminar con el molesto timbre que tal vez molestaba a sus invitados. Ya entre sus manos lo acercó a ella mirando de reojo la ventana cubierta por la tela. –Bonjour... Esta es Lil al teléfono ¿En qué puedo ayudarle? –Tan relajada que el abrupto cambio en su voz demostró su sorpresa ante el descubrimiento de quién era el que hablaba al otro lado del teléfono. –¿Envi? No te veo desde hace tanto ¿Qué ocurre?
Glasses se quedó algo dudoso sobre por qué él llamaba, pero se hacía una idea.
Una sonrisita traviesa se dibujó en el rostro de la mujer, la cual ya esperaba que suplicaran por su ayuda, y un gesto fastidiado fue el que adoptó su hijo al creer que deberían volver al castillo y encontrarse de nuevo con ese insoportable diablo.
¿Será que la necesitan para animarlo?... Esto daría para una reunión tensa. Estos dos no se ven desde hace años ¿Qué carajos se dirán al encontrarse?
Pero se equivocaba gravemente.
La expresión de Lil se deformó drásticamente en un segundo a una asustada y sorprendida, como quien se entera de algo que no quiere escuchar. Luego de esos segundos en los que procesaba lo que oía, volteó dando la espalda a Glasses y Kiku, casi susurrando al teléfono con un tono más apagado y angustiado, como si tratara de que ellos no la escucharan o se enteraran de lo que ocurría.
Novio y novia se miraron confundidos, luego haciéndolo con la subcubo. Era mucha la curiosidad, pero también lo era el mal presentimiento que los embargó y los obligó a callar.
-¿Estás seguro? Quizás no buscaron bien... No... Sí, sí... Entiendo... Iremos para allá.
Finalmente cortó temblorosamente sin volverse hacia ellos. El ambiente se tornó tenso y desesperante, incapaz de romperse aquel incómodo silencio pesado hasta que tomó relevo el suspiro agobiado de Lil y se la vio caer en la silla cercana al teléfono con desgano, cubriendo su rostro en el proceso de una manera penosa.
Por un segundo ellos temieron que llorara, pero no lo hizo.
El de gafas, percatándose de que nadie hablaría por su cuenta si otro no lo hacía, decidió levantarse y tocar suavemente el hombro de la subcubo, sacándola de su burbuja. –¿Madre? ¿Qué ocurre?
Ella no pudo hacer más que mirarlo sin decir palabra luego de haber apartado las manos de sus ojos con una lentitud que daba la sensación de que estaba apenada. Dejando que sus propios orbes color rubí expresaran todas sus emociones junto a su voz titubeante y la frase que al ser formulada heló la sangre del par presente.
-Tu padre y el diablo de Flame World desaparecieron.
(...)
Días... Semanas... Meses.
-Madre... –Licorice suspiró mirando al techo con la mirada perdida y el brillo dorado de sus ojos apagado y vacío. No había manera de describir con una expresión todos los sentimientos que arañaban incansablemente desde su interior mientras se consolaba inútilmente con acurrucarse entre las sábanas de la cama que incluso después de tanto tiempo seguiría siendo siempre la propiedad de su madre. Y a pesar de que hace mucho tiempo su dulce aroma, la calidez o la marca hundida en el colchón habían desaparecido... El menor no abandonaba la esperanza de que al abrir los ojos, sentiría las suaves caricias del diablo de flamas en su cabeza y su voz lo despertaría como de un mal sueño.
Esto era un mal sueño... Un mal sueño hecho realidad.
Un sollozo se ahogó en su garganta, pero las lágrimas no se hicieron esperar mientras sus labios temblaban y se dejaba envolver por ese intenso dolor. Lejos de él, siempre dolía. –Te extraño... R-regresa... Por favor...
Pero por más que rogara, sus súplicas no serían escuchadas jamás por él... Ni ahora ni nunca.
Fueron ya meses atrás el día en que Ivlis había desaparecido misteriosa y presumiblemente en manos de Satanick.
Nadie tenía la más mínima idea de su paradero. Por más que investigaran todo lo posible... Nadie halló rastro de ellos o pistas más que aquellas manchas rojas y púrpuras de sangre en el suelo de los pasillos aquella fatídica noche en la que ni los gritos de agonía los alertaron... Aquel fue el único rastro que dejaron atrás después de sus corazones destrozados y sumidos en esa profunda tristeza.
Ni el tortuoso silencio de cada día ayudaba en algo, nadie escuchaba gritos de ayuda, solo el saturado susurro de la muerte. O al menos la de Ivlis, pues Satanick seguía vivo, eso demostraba la incansable lluvia de afuera que poco a poco iba dejando a Pitch Black World bajo las aguas, sin poder impedirlo.
-P-papi... Vuelve... Por favor, vuelve... -No, Licorice estaba lejos de ser el único que sufría. Pues allí recostada sobre el marco de la puerta... Poemi observaba a su hermanito mientras sollozaba silenciosamente abrazando sus rodillas. –Vuelve... –Era una niña, y así como tal... Extrañaba demasiado a su padre. Su ausencia la había afectado tanto que aquella demonio maliciosa y eufórica que alguna vez fue se había reducido a una callada y triste pequeña que no sentía alegría ni molestando al demonio de gafas.
Emalf también se encontraba ahí, apoyando su espalda en una pared mientras sus dedos trazaban líneas invisibles en la pared, como buscando distraerse con algo. Una parte de él quería decir algo gracioso para quizás alivianar el ambiente, pero nada de eso serviría, lo peor es que ni un regaño podrían darle en el melancólico estado en el que estaban. En este momento era cuando deseaba más que nada escuchar la voz de su jefe, al menos para que le gritara furioso sobre su torpeza. Incluso con ello... Podría sentirse feliz ahora.
El diablo menor se removió en la cama al dejar los pensamientos ir desencadenados en su mente.
Él siempre había protegido a Ivlis ¿No? Siempre estuvo ahí para rescatarlo de todo mal, pero esta vez el haber fallado lo hacía sentir tan culpable y miserable... Tenía que aceptarlo, lo habían vencido esta vez.
...
No ¿Por qué esta vez tendría que ser diferente? ¿Por qué se resignaba tan fácilmente y lloraba así sin hacer nada? ¿Es así como abandonaría a su madre? ¡No! ¡Jamás! Se negaba a quedarse hundido en ese pesar sin poder hacer nada por salvarlo. No lo abandonó antes y no lo haría jamás. Y aunque no supiera bien por dónde empezar, se re usaba a ceder a esa agria derrota.
-Tendríamos que... Hacer algo. –Apenas murmuró aquello, reincorporándose lo suficiente como para estar de pie y mirar a su hermana y amigo, esperando alguna respuesta afirmativa, no los suspiros que siguieron.
-Tú sabes que no hay nada que podamos hacer, viejo... Por más que queramos, no lo hay. –El de gafas negó con la cabeza con un tono de voz apagado, iba a agregar algo más, pero entonces lo interrumpió el sonido de porcelana chocando tenuemente y la femenina voz de la genio peli naranja.
-Emalf tiene razón, Licorice. –Rieta entró a la habitación, dejando en la mesita de noche la bandeja, prosiguiendo a servir té en las tazas. Rápidamente el vapor que sintió al acercar su taza la hizo suspirar como aliviada. Desde la ida de su amo solo el té calmaba sus ansias y nervios. Lo necesitaba... O sentía que podría enloquecer completamente, y eso que ya de por sí lo estaba haciendo. –Solo... Levántate. –Trataba de ser algo autoritaria, pero fallaba terriblemente en ello. Si era honesta, le dolía ver que el inocente niño aun guardaba esperanza por el regreso de Ivlis, cuando ella ya sabía... Que eso no podría ser. –En serio, vienes todos días aquí... Es momento de parar.
Odiaba admitirlo, pero ella tenía la razón. Desde ese día siempre se reunían en la habitación de Ivlis y se quedaban ahí por horas, quizás el día entero. No sabían por qué o para qué ¿Querían recordar su pesar? ¿Esperaban en vano a alguien que no podría ir a su encuentro?
El niño ahogó un quejido masajeándose las sienes. No quería escuchar sus comentarios pesimistas ahora, no le subían el humor... Y de buen humor no pensaba con la cabeza.
-Rieta tiene razón, p-pero... -El demonio dejó de apoyarse en la pared, despeinándose con frustración. Tanto tiempo y aun nadie tenía una respuesta concreta o completamente acertada para la interrogante. Según los registros de los portales, nadie había salido de Pitch Black World, era claro que seguían allí ¿Pero dónde? –No comprendo... ¡¿Cómo pudieron ir tan lejos?! Todos buscamos y... Joder. No me sorprendería como van las cosas que estén bajo nuestras narices y no lo notemos... -Silenció un instante, meditando si sería prudente lo que diría a continuación y no se ganaría unos golpes por eso. –Tú... -Miró a Rieta con nerviosismo. –¿Crees que él señor Ivlis sigue vivo?
-¡E-emalf! ¡No digas eso! ¡El señor Ivlis no...! Agh... –Calló bebiendo de su té con marcada tranquilidad externa. Vivir sin Ivlis era tortuoso, vacío, no solo porque ya no había a quien servir, sino porque lo había extrañado con profundidad desde su estadía en aquella lámpara y solo había podido estar unos años con su amo antes de que este desapareciera. Fue como un espejismo, un fantasma desvaneciéndose entre sus dedos. Pero... La soledad era algo tan usual en su vida que volverla a vivir no la afectaba tanto, lo que sí la hería era el saber que él estaba en problemas y podría estar sufriendo como nunca antes entre las garras del diablo de Pitch Black. Y como siempre... Ella llegaba tarde para ayudarlo. Le había fallado de nuevo.
-N-no digas tonterías, Emalf... N-no me r-resignaré tan fácil... Ustedes dijeron que los diablos no podemos morir tan fácilmente. –No podía aceptar tal cosa aun con la excepción posible. Era doloroso, y estaba seguro... Su madre siempre había sido fuerte, él no podría estar muerto así como así, aun si habían pasado tantos meses se negaba a creerlo.
Les dio la espalda al abrazarse las rodillas y mirar por la ventana. Dentro de sí no hacía más que preguntarse por qué esto estaba pasando y qué podría hacer para resolverlo. No tenía una respuesta pero algo tenía que idear, pero ese accionar suyo no pasó desapercibido por la subordinada, quien puso una mano en su hombro para mostrar apoyo.
-Licorice, ya te lo he dicho... No hay caso. Solo hay una solución a esto y... N-no, olvídalo. –Se arrepintió de sus palabras al instante y decidió esfumar esos pensamientos, sin embargo ya era demasiado tarde para retractarse, pues sus palabras llamaron toda la atención del joven diablo, haciendo que volteara a ella casi saltando de la cama por la sorpresa.
-¿Q-qué? ¿Olvidar qué cosa...? –Su mirada se dirigió insistente a ella. Supo entonces al ver sus orbes rubí mirar a los costados que ella sabía algo y se los estaba ocultando. –Rieta... ¿Tú sabes de algo que podría ayudar? ¿Qué es...? Dime... ¡Dímelo! ¡Si de verdad sabes algo o alguien que pueda ayudar con esto, dilo!
-¿Q-qué? ¡N-no es nada! ¡S-solo estaba hablando al aire! –Trató de negar vanamente sus anteriores palabras dichas al aire, aunque no hubo forma de revertir lo que hizo. La verdad era... Que el tiempo que estuvo encerrada en la lámpara lo usaba para recordar con sumo detalle cada momento vivido con su amo, Emalf y Poemi. Incluso un comentario interesante del diablo de llamas que nunca olvidó con el pasar de los años.
Un comentario que... Tomaba mucha importancia ahora.
La genio trató de retroceder y excusarse diciendo que iría por más té, pero no alcanzó a dar un solo paso sin que antes de eso se viera inmovilizada por Licorice, quien para detenerla en medio de su desesperación se lanzó hacia ella y se agarró de sus piernas casi pareciendo suplicar.
A ella se le encogió el corazón, era palpable cuan aferrado estaba el niño a la idea de que Ivlis siguiese vivo y que hubiese una manera de encontrarlos.
Él... Aún seguía con las esperanzas que ella ya no tenía. Y eso la hería, porque no sabía cómo o cuando él tendría que aceptar la agria realidad.
-¡Rieta, si sabes algo tienes que decírmelo! ¡Te lo pido de rodillas! –La voz casi se le ahogaba en el llanto, mas no por ello titubeó al seguir insistiendo. Estaba más que claro que Rieta era conocedora de algo que podía sacarlos de esa terrible agonía que había dado inicio hace apenas unos meses ¿Por qué nunca dijo nada? La razón... No le importaría una vez que escucharan lo que debía decirles por derecho.
-L-Licorice, mantén la calma...
-H-Hermano... Por favor... Te tienes que calmar... -Si bien Poemi deseaba igual que Licorice y el resto encontrar a su padre, le preocupaba ver al último de esta forma. Era lamentable.
-¡NO ME QUIERO CALMAR! ¡Rieta sabe algo importante y no pararé hasta saberlo! –Sin más, hizo más fuerte su agarre, se lo sentía temblar a punto de largarse a llorar. Realmente... Necesitaba saber si existía forma de volver a ver a Ivlis. – ¡Rieta, dime qué pensaste! ¡Dime di hay alguna forma! Haré lo que sea pero... ¡Ayúdame! ¡Ayúdame a encontrar a mi mamá! ¡Por favor!
-Rieta... -La voz de Emalf irrumpió con un suspiro resignado que llamó la atención lo suficiente como para callarlos a todos y que lo viesen quitarse las gafas demostrando que hablaba en serio esta vez. –Licorice tiene razón esta vez. Si sabes sobre algo que nos puede ayudar... Tienes que decírnoslo ¿Existe una forma de salvar al señor Ivlis?
Eso era todo, estaba entre la espada y la pared. Tenía todas las miradas encima.
Emalf le miraba expectante y con seriedad, Poemi con preocupación y profunda tristeza, y Licorice aun lo hacía desde abajo, con desesperación y dolor, aferrándose a su falda y amenazando con volver a llorar si no hablaba.
No quiso verlo, quiso cerrar los ojos fuertemente y desviar el rostro a un costado convenciéndose de que esta manera sería más firme y lograría callar, sin embargo la visión del niño desmoronándose ante ella no se borraba de su mente por nada.
Durante los años que vio crecer a Licorice lo consideró un hermano pequeño, lo apreciaba demasiado. No era secreto cuán grande era su cariño y hasta qué extremos estaba dispuesto a llegar por su amo, y quizá por eso sentía empatía con él y se identificaba en este momento.
Para qué negarlo... Ella también estaba desesperada y haría lo que fuera pero ¿A qué costo? En este punto se preguntaba qué tan malo sería hacerlo saber.
Era solo un niño ¿Sería correcto que él...?
No, ya no había por qué pensar en eso.
-Hay... Una forma de que sepamos donde está. –Admitió volviendo a abrir los ojos mientras el menor la soltaba por fin y la dejaba hablar. –Ivlis una vez me dijo... Que un diablo de raza pura tiene una capacidad muy particular de sentir la presencia de aquellos con quienes tiene un vínculo muy fuerte... Se hace cada vez más intensa con la cercanía, y eso es como una especie de radar. Se requiere una gran concentración mental y espiritual, por ello debes ser uno muy poderoso y capaz. –Hizo una pausa silenciosa haciendo al niño levantarse. No pudo evitar verlo con angustia. –Tú eres el único entre nosotros que puede hacerlo, pues eres un diablo, pero... Solo eres un niño, Licorice. No tienes experiencia o poder. La única forma de que lo consigas es como Ivlis lo hizo.
Poemi y Emalf se miraron anonadados con el mismo sentimiento de inquietud. Ahora comprendían por qué razón Rieta no quería hablar al respecto.
-¿Te refieres a...?
-Sí. –Sentenció con pena. –Fortalecerse en batalla y robar poder de otros diablos. Esa es la única forma si no queremos esperar hasta que Licorice sea un adulto.
-¿Robar poder...? ¿Cómo lo hizo papi?
Licorice tardó unos segundos en procesarlo, y en el momento en que lo hizo un brillo de esperanza nació en su mirada perdida. –Eso es...-Murmuró bajo, cayendo en cuenta en todo. El resto se asustó al oírlo ¿En serio lo estaba considerando? –Así que...necesito o entrenamiento o robar poder... -Comenzó a maquinar las posibilidades con detenimiento y cuidado. Ahora que la idea estaba en su mente no se la sacarían aunque trataran.
-¡O-Oye! ¡No estarás pensando realmente en hacerlo! ¡¿Verdad?! –Maldita sea ¡¿Por qué no pudo mantener la boca cerrada por una vez en su vida?!
-¡Si! Lo estoy pensando... ¡¿Y QUÉ?! ¿Y sabes que más pienso? ¡En lo horrible que mamá la debe estar pasando por cada segundo que pasa!
¡Pero...! –Rieta lo admitía; había considerado esta opción antes, pero sentía que eso sería arrojar al pequeño directamente a resolver un problema que no era su culpa. Satanick le caía algo mal desde un inicio, pero jamás llegó a imaginar que ese alegre diablo podría enloquecer, llevarse a Ivlis durante meses y no regresar. La pobre genio ya no sabía qué esperar, qué hacer... Pero algo era seguro. –Licorice, escúchame con atención... No quiero que pases por lo que Ivlis pasó. Le prometí apenas te tuvo en sus brazos que te cuidaría con mi vida, porque sabía que tú se volverías su mundo entero y su vida... No puedo permitir que te arriesgues tanto. Tu madre lo hizo... ¡¿Y qué crees que pasó?! –No contuvo las lágrimas de solo recordarlo. Dolía, aun le dolía. –¡Eso solo lo arruinó más! ¡Adauchi escapó, yo fui atrapada, él se volvió todo un hazme reír y nada más que un maldito juguete, lo perdió todo! ¡No dejaré que te pase lo mismo!
Pero él ni siquiera se inmutó de su sitio. Aun sabiendo los riesgos y todo lo que pasó su madre tras haber fallado... No se arrepentiría.
-No pienses que retrocederé ahora que lo dijiste todo, Rieta. –Tenía al fin ante él la única posible salvación para su madre y no iba a desaprovecharla por nada. Ni siquiera las suplicas e intentos de convencimiento de los demás. Ya hasta daba igual si prometieron al de mechas rojas protegerlo de aquel riesgo, ya no estaba presente. Todo lo que dijo casi podía considerarlo inválido si no lo hallaban.
Fue en ese momento en el que Poemi sintió la necesidad de intervenir. –¡E-espera! ¡No te precipites! ¡Incluso para papi fue difícil y riesgoso! ¡Piensa bien antes de hacer una locura! –Si bien ella estaba de acuerdo en aprovechar esta oportunidad única, no quería apostarlo todo en la idea que solo terminó hundiendo a su padre aún más. –Licorish...
-¡"LICORICE" NADA! ¡No voy a pensar nada! ¿No lo ven? Esta es la única posibilidad de salvar a mamá y no renunciaré a ella ¡No importa que deba hacer! ¡No me importa el riesgo que lleve! ¡No importa si no consigo quién me entrene! ¡No me importa si esto significa que deberé destruir mil mundos para alcanzar el poder necesario para salvarlo! ¡Mamá lo vale! ¡Él vale que lo dé todo! ¡Mi tiempo, mi dedicación, mi vida! ¡Incluso mi corazón!
Él no comprendía ¿Por qué las dudas? ¿Por qué esperar más? De su parte no podía decir que tenía miedo, mucho menos ganas de tirar la toalla. No ahora.
Rieta no pudo decir nada más, ni un solo sollozo. Sus palabras la habían tocado en más de una forma. En ellas percibió todo su amor, tan fuerte y persistente. Era doloroso pensar que ese mismo amor lo estaba haciendo sufrir tanto.
Casi le recordaba a ella el primer día en que Ivlis se quedó en el infierno. El día en que juró lealtad... En el que juró protegerlo y servirlo por toda la eternidad.
-Si no me van a ayudar o aconsejar una solución mejor... ¡Solo cállense! ¡¿Bien?! –Gruñó dándoles la espalda. No necesitaba más pesimismos o intentos por detenerlo, sino apoyo o ideas de contingencia. –No lo entiendo... -Murmuró en un tono lastimero bajando la mirada. –Quiero recuperar a mamá... ¿Qué tiene eso de malo? ...Yo creí que podía contar con ustedes... -No quería discutir con ellos o hacerlos sentir mal para que aceptaran. Eso no era su estilo. Simplemente se sentía solo en esto.
-Licorish... –Poemi aspiró hondo. Puede que en algún futuro la castigaran por esto pero... Valdría la pena si ese alguien resultaba ser su padre de nuevo. –Cuentas conmigo. –Anunció haciendo una leve sonrisa.
-Rieta está en lo cierto, Licorice... El señor Ivlis no pudo contra un mundo de paz, creímos que sería fácil, pero nunca se sabe cuándo puedes perder. –Continuó como si fuese a seguir argumentando en contra, lo cual no era así. Si bien el diablo lo hizo por cuestiones de honor, este caso merecía consideración ¡Era probable que la vida de Ivlis pendiera de un hilo! Por ello mismo terminó suspirando. –Pero... Yo estoy contigo también. –Si su jefe estaba en peligro iba a unirse a ellos y usarían las medidas necesarias para salvarlo. No era por lealtad de un subordinado, sino por aquella palabra que los motivaba a todos; "Familia". Es lo que eran... Y la familia se ayuda y jamás se abandona.
-¡P-Pero...! ¡Ustedes...! –La peli naranja chillaba agarrándose el cabello de la frustración ¿De verdad iban a aceptar un plan tan peligroso? Estaba por negarse rotundamente, pero en los ojos de Licorice se denotaba el valor y la decisión que terminó por contagiar a Emalf y Poemi. Veía esa determinación en un alma que estaba dispuesta a guiarlos.
Es... Es igual a su madre.
La melancolía la hizo suspirar. No había remedio.
-No estoy totalmente de acuerdo con esto, lo sabes. Pero no puedo negarme a sus decisiones, joven amo.
Al decir ello y dejar a todos algo sorprendidos, Rieta se acercó al closet de Ivlis y rebuscó entre las ropas y objetos acumulados hasta dar con un largo rollo que miró con tristeza al tenerlo entre sus manos. Seguidamente hizo una seña para que la siguieran y se encaminó a la sala con todos, así podrían hablar más tranquilos y organizarse debidamente.
A la genio no se le quitaba de la cabeza que esto no estaba bien.
Tras haber empezado a vivir con Ivlis fue testigo de cómo todo el asunto del destierro empezaba a manchar al alma inocente que conoció. Los sentimientos de venganza y dolor lo habían transformado en lo que era con el pasar de los años. De él quedó pura amargura constante y escasas sonrisas falsas.
Tan ciego que no apartó la mirada a verlos.
Tan ciego que arruinó su vida con sus intentos de volver a Siralos.
No había más dolor para ella, que lo acompañó desde el principio, ver tal cambio.
Licorice no tenía por qué pasar por lo mismo. Era solo un niño, no era justo que él creciera entre muerte, destrucción y ansia de poder.
Sin embargo... Había una diferencia entre Ivlis y Licorice... Que Licorice contaba con ellos desde el inicio y sus acciones eran guiadas por su ferviente amor hacia el diablo de flamas. Solo por ello... Tenía esperanza de que él no cambiara.
-Si queremos que te hagas lo suficientemente poderoso debemos entrenarte para la batalla. El señor Ivlis lo hizo toda su vida antes de ser exiliado, aunque no fue suficiente. Él era muy confiado y no era buen estratega, tendremos que hacerte bueno en ello. Una vez que estés listo... –Su expresión se ensombreció de tristeza al tiempo que el extenso mapa se extendía por la superficie de la mesa. –Deberás destruir algunos mundos... Luego de ello podremos encontrar a Ivlis. Necesitaremos a alguien que te entrene tan bien como a tu madre y... Mierda.
Apenas mencionó esas palabras cayó en cuenta de lo que eso implicaba y gruñó masajeándose las sienes con fastidio. Emalf no lo dejó pasar por alto y no tardó en percibir por qué esa reacción.
-Espera... Rieta, no estarás hablando en serio... ¿Siralos? ¿Es él el único que nos puede ayudar?
Rodando los ojos, la genio asintió de mala gana. –Es la opción más asegurada pues es quien entrenó a Ivlis... Además, no creo que Kcalb y Etihw acepten ayudarnos, quizás en el mejor de los casos Siralos se apiade y le preste poder a Licorice.
-¿Siralos...? –Licorice levantó una ceja con curiosidad. Sabía quién era, pero no creyó que él sería la única alternativa.
No había dudas en que todos en la familia le tenían rencor a ese egocéntrico e insoportable dios. La sola mención de su nombre era la discordia entre ellos y el tormento de Ivlis. Estaba casi prohibido formularlo si no era con odio de muerte y era motivo de pesar.
No es que desearan verlo, pero no tenían otras opciones, los demás diablos o no se llevaban con Ivlis o eran relativamente más débiles de lo que fue en el pasado, o sea, no servían.
-¡¿Qué?! ¡No! ¡El abuelo no! –Chilló aterrada la menor de solo recordar a ese detestable ser. Aun no olvidaba lo que le habían contado sobre él. –¡Rieta! ¡Tú sabes cómo es él! ¡No olvides la otra posibilidad! ¡¿Qué pasa si justo está de mal humor y lo hace "regaliz tostado"?! ¡No! ¡Es una locura! –Ya había perdido a su padre. No quería perder a su hermanito y tener que tragarse la escena de este cayendo al infierno sin alas. –No me malentiendan... Apoyo el plan ¡Quiero a papi, pero no quiero que veas a ese idiota, Licorish!
-Igualmente, Poemi. Pero es la única opción más viable. Kcalb no querrá hacerlo ya que aún no perdona a Ivlis, Rosaliya es la más débil entre los diablos, Reficul no tiene madera de entrenadora, Vicers nos tiene miedo, los demás dioses son pésimas opciones... Siralos es nuestra única alternativa. Es el padre de Ivlis, sabe qué potencial tenía él. Si Licorice recibe las mismas enseñanzas en combate es posible que alcance el mismo nivel que él antes de lo de Kcalb... Quizás... Al menos muestre algo de indulgencia... Era su hijo. –Si era realista, el dios del Sol no parecía ser alguien que mostrara piedad o clemencia y menos en nombre de su amo, pero era eso o nada. Y ya con todo lo que organizaron hasta ahora tras haberse decidido, mínimo debían intentarlo.
Licorice no pudo hacer más que asentir sin quitar la vista del mapa. Vamos, que odiaba a su abuelo y deseaba más que nada dejarlo como brocheta carbonizada, pero ya estaba dicho: Lo necesitaban para su objetivo y eso importaba más que su orgullo.
-Así que no hay opción... -Suspiró, analizando la situación por cortos segundos. No había nada por pensar en realidad, si esto aceleraba su reencuentro con su madre, que así sea. –No me importa nada de eso. Si debo hacerlo, lo haré. –Sentenció sin dar paso a oír las quejas de su hermana. No la culpaba, pero a diferencia del resto no tenía miedo.
Había oído del dios antes; cosas nada agradables y ciertamente, la idea de pedir su ayuda le venía como una patada en el hígado pero... Era por su madre. Por Ivlis... Estaba dispuesto a dejar de lado todo, hasta su orgullo... Además de correr el riesgo a no salir entero de esa visita.
-Voy a hacerlo... –Decidió, mirando el pergamino con cierta curiosidad y nerviosismo a la vez. Tal vez esta sería la tarea más peligrosa de todo el proceso para desarrollar ese extraño poder, pero no pensaría demasiado en eso. Valiente... Debía ser muy valiente
Por un segundo el resto creyó que Licorice se negaría rotundamente, pues su odio contra el susodicho no era secreto. Sin embargo escucharlo tan determinado incluso para eso los sorprendió de sobremanera.
Emalf fue el primero en hablar tras ese corto silencio. –Woah... Estás muy decidido. –En su lugar él lo pensaría dos veces antes de aceptar ir a pedirle un favor a esa diva. Podía lucir como travesti y ser una verdadera zorra, pero eso no le quitaba lo aterrador y el gran poder que poseía.
Para que un enano de 1,65 se cargara a un diablo de 1,80 la cosa debía ser seria.
-Lo hago por mamá, Emalf... No tengo mayores opciones y esto no me está gustando más que a ustedes pero... Es un precio bajo a cambio de recuperarla. –Sonrió con ilusión. Con solo pensar en aquel anhelado momento, sentía que podría enfrentarlo todo. Poemi no dejó pasar eso por alto y sonrió levemente como él.
-Si tú lo dices... -Sin duda resultaba admirable el valor de su hermanito, aunque ello no borrara su imaginación extremista. –Pero si el viejo se pone pesado o te hace algo, no dudes en pedir respaldo. Yo le patearé el culo o al menos le lanzaré a Emalf en su cabezota para darte tiempo de huir. –¿Qué? Era una hermana alfa y ese apoyo ya era mejor que nada.
-¡¿E-EH?! ¡¿Por qué yo?! ¡Poemi! –No era justo ¡Él quería vivir para encontrar a su jefe! No iba a poder si lo abandonaban como carnada así como así.
-¡No seas marica, Emalfsh! ¡Será por un bien mayor!
-¡¿Vale la pena que me rosticen por eso?!
Rieta puso los ojos en blanco soltando un bufido de fastidio. No intervendría en la pelea infantil de ese par, solo esperaría a que pararan por su cuenta.
Licorice ni se detuvo a escucharlos pelear, seguía con la mirada clavada en el mapa y segundos más tarde la puso sobre su niñera con un brillo de preocupación leve.
-Rieta... ¿Tú crees que hay una forma de que acepte? –Según tenía entendido, el vanidoso dios era muy desagradable y trataba a todos de inferiores; era el principal causante de la falta de alas en su madre, lo había humillado más de una vez y ofenderlo era absurdamente fácil.
Lo odiaba... Lo odiaba con todas sus fuerzas... Y a pesar de ello, debía controlarse y tragar ese odio si quería obtener lo que buscaba de él. Era frustrante y sentía que estaba cayendo muy bajo.
-O al menos dime que "no hacer" cuando lo vea. Yo solo sé que no debo llamarlo Putalos ni tratar de empalarlo. –Ganas para eso no dudaba que estarían presentes, pero se las aguantaría como todo el adulto que debía aparentar ser. -Díganme todo... Quiero salir hacia él lo más rápido posible. –Cada maldito segundo que tardasen contaba.
Ella escuchó cada duda con atención y no requirió pensarlo demasiado para responder mientras suspiraba ahotada tomando un marcador y encerrando el símbolo del sol del mapa. –Eso espero... Siralos no es de los que te cumplen favores por hacer el bien. Casi siempre pide algo a cambio o pone condiciones, como la mayoría de los dioses conocidos. Pero si quieres ganarte su confianza y aceptación solo debes tratarlo como a él le gusta que lo traten. –Gruñó fastidiada, al lado del desafío por no explotar de la ira e intolerancia por él, el reto de destruir otros mundos no se oía tan difícil e imposible.
-Gracias...creo. –Le estresaba el solo hacerse la imagen mental de todo lo mencionado. –Esto sin duda será la parte más peligrosa y tediosa de todo esto pero... Mamá lo vale... -Murmuró para sí mismo dándose motivación. –Sí. Mamá vale todo esto y más... Son solo halagos y tonterías que inflaran su ego... D-debo ver lo positivo. Me haré fuerte y encontraré a mamá... Eso. –Se repetía tratando de mentalizarse para lo que esperaba en lo que la peli naranja continuaba explicando y aconsejando.
-Y no olvides controlar tu genio. –Advirtió su hermana con un semblante de seriedad. –Él posiblemente hable mal de papi. Aunque te dé mucho coraje te lo aguantas. Piensa que en el futuro podrás desquitarte...
Tal consejo lo hizo fruncir el ceño.
Lo veía venir, pero sabía que ello era posible si se esforzaba. Suspiró fastidiado dejando en claro que se resignaba al respecto.
Increíble que un solo dios fuese tan problemático.
-Lo sé...solo recuérdenme arrancarle cada puto cabello cuando tenga la oportunidad... -No pensaba dejárselo gratis luego de todo lo que seguramente le haría pasar y el coraje que le obligaría a guardar.
-Llénalo de halagos, intenta actuar como si no merecieras su atención, ya sabes, esas estupideces que él adora que digan... Luego de que seas poderoso quizás puedas desquitarte y hacerlo brocheta, pero por ahora lo necesitamos. Trata de no cuestionarlo o contradecirlo, él odia eso. –Rieta se juraba por Vicers que anotaría en un cuaderno cada maldita ofensa o fastidio que les causara ese travesti para luego cobrárselas apenas no lo necesitaran.
-Es como una chica en sus días, bipolar y susceptible. –Acotó el de gafas haciendo un gesto de echarse hacia atrás el cabello como si fuese el mismísimo dios del sol.
Licorice soltó una risa ante tal comentario. -Ya sé, ya sé. Solo Putalos... Erh... Digo, Siralos tiene la razón... -Aunque nunca entendió del todo a que días se refería la expresión de "Chica en sus días" preguntaría en otro momento y se enfocaría en contestarle a Rieta. -No me asusta lo que quiera a cambio, no creo que sea peor que soportarlo o lo que pudieran pedirme otros dioses... -No quería ni pensar en las posibilidades de Elux o Fumus ¡Descartado! –Y supongo que llamarlo "abuelo" no será necesario ¿O sí? –No estaba seguro de pronunciarlo sin sarcasmo o burla, sinceramente daba para ambos, porque ni de chiste le diría así. Y es por ese desagrado y mal sabor de boca que causaba usar esa palabra con él que no sabía si preguntarlo con un tono más serio.
La genio no se contuvo a reír. Incluso en un momento así aprovechaba cada oportunidad para unas sonrisas. Debían mantenerse enérgicos y motivados ahora.
Con una mirada de reojo hacia atrás y una sonrisa traviesa en un semblante pensativo y juguetón, ella negó con la cabeza. -¡Jah! No creo que necesites llamarle así. Con "Siralos" estará todo bien.
Luego de ese ameno momento, puso su concentración en señalar otros símbolos del mapa, encerrándolos en un círculo y marcando un camino de flechas entre ellos. Cada uno de ellos representaba un mundo diferente, y no era difícil percibir de cuales se trataba con solo verlos. –Estos mundos son viables para la destrucción, conquista y robo de poderes. –Fue explicando nuevamente mientras el menor miraba curiosamente y aliviado de que no fuesen tantos mundos como él había esperado.
-Ya veo... No son tantos como imaginé... -Murmuró más calmado. No hacía nada de esto por placer ni deseo de poder; todo era por recuperar al diablo de las llamas, pero eso no borraba que le supiese mal hacerlo. Que fuesen pocos lo volvería más fácil y soportable. –Ya saben por comprobación que servirán ¿No?
-Por supuesto. Tu madre una vez los destruyó, pero aparentemente sus dioses se encargaron de volverlos a cómo eran antes, volver a crear a sus diablos, etc. De cualquier manera debes aprender más sobre pelea antes de lanzarte a la primera invasión, sobre todo buenas estrategias. Y sobre todo a nunca confiarte demasiado. –Ese detalle era primordial, pues cualquier error llevaría a una derrota definitiva. –Nosotros estaremos ahí como tus aliados, tenemos mucha experiencia. –Dicho esto, enrolló el largo pergamino guardándolo en su envase. Al poner la tapa, bajó la mirada pensativamente y tras recordar a su amo sonrió cálidamente hacia él. –Será difícil, pero estaremos contigo para lo que necesites, Licorice. Así como lo estuvimos con Ivlis... No te abandonaremos en ningún momento.
No se hizo falta decir más. Apenas Rieta guardó el pergamino, el joven diablo no dudó en correr darle un abrazo antes de que se alejara de la mesa. A ella no le costó corresponder cariñosamente al igual que a Poemi y Emalf, quienes se unieron cuando la mayor les hizo el gesto de que se acercaran.
Así se quedaron en silencio unos eternos segundos, dándose todo el apoyo mutuo que pudieron con ese abrazo grupal.
¿Tenían algo de miedo? Sí ¿No sabían qué les esperaba? También. Sin embargo estaban juntos, luchaban por el mismo objetivo y de esa manera superarían todo lo que el destino pusiera en su camino sin separarse.
-Gracias... De verdad gracias por su ayuda... –Murmuró al borde de lagrimear de nuevo, el de orbes dorados, aferrándose más a aquel amoroso gesto familiar.
-No hay nada que agradecer. –Respondió su hermana con un timbre más calmo, hasta que se dejaron de abrazar y quedaron formando un círculo. –¡Estamos juntos en esto! ¡Locos! ¡Unidos! ¡Jamás serán vencidos! –Coreó divertidamente elevando sus brazos y bajándolos repetidamente, contagiando con entusiasmo al resto.
-Muy bien... Eso sería todo. –Anunció Rieta dando un par de aplausos a modo de orden. –¡Vayan a prepararse! No podemos partir así sin más. Lleven todo lo que crean necesario. Y recuerden... Es posible que no volvamos.
-¡Vamos, Emalfsh! –Exclamó emocionada la menor, subiendo a los hombros del nombrado, quien rió junto a ella camino al cuarto.
Licorice sonrió al verlos marchar, dispuesto a acompañar a Rieta al cuarto de Ivlis para buscar lo necesario. Estaba feliz... Luego de tanto tiempo recordaba cómo se sentía esa emoción. Y ver a sus seres queridos volviéndola a experimentar lo llenaba de dicha, al igual que el pensamiento de que volvería a ver a su madre de nuevo.
Estaba claro que si las cosas seguían yendo así de bien, en menos de lo que esperaban lo lograrían.
En medio del camino, Rieta miró hacia él con una sonrisa.
Desde el momento en que se dio por terminado el cúmulo de dudas sobre si hacerlo o no que se guardaba algo que decirle al menor. No podría esperar más para decirlo.
-Licorice... Gracias. –Pronunció desconcertándolo bastante.
-¿Eh? ¿Por qué...? Sin tu comentario al respecto y tu información no podríamos hacer nada. –No entendía a qué se debían los agradecimientos, pero al oírla reír suavemente al entrar al cuarto y guardar algunos objetos en una bolsa dio por hecho que lo sabría.
-Es largo de explicar, pero... Iré a lo principal. –Sentenció dejando el bolso de lado, agachándose a su altura y posando sus manos en sus hombros con delicadeza propia de una madre. El brillo en sus ojos se denotaba melancólico y cálido, como su sonrisa, despertando en él un sentimiento similar que lo hizo quedarse estático y expectante sin saber qué esperar. –Gracias por motivarnos.
-Pero yo no dije nada que lo hiciera... Fue mi culpa que llegáramos a esto... Encontrar a mamá es un deber pero sobre todo un deseo y una forma de recompensárselos a ustedes. –No se sentía muy merecedor de ningún tipo de halago luego de haber permitido perder a Ivlis. La culpa aun lo atormentaba por eso.
Pensar en su juramento de hace tiempo y ver su situación actual no hacía más que destrozarlo y llenarlo de remordimiento.
"Yo juro proteger a madre, nadie la lastimará de nuevo mientras yo siga con vida. Quien sea que se atreva a dañarla pagará las consecuencias. Porque... Yo te amo, madre."
De solo recordar con cuanta devoción lo musitó y en las lágrimas de alegría de su progenitor ese día se le estrujaba el corazón de tristeza ¿Qué habría pensado él al ver que esta vez no podría salvarlo? ¿Lo odiaría? ¿Seguiría esperando por él? Esas constantes preguntas lo atormentaban junto a su imaginación sobre qué estaría ocurriendo con él en esos momentos.
Ni agachar la mirada y el rostro pudo, porque Rieta lo impidió levantándolo con cuidado.
-Eso piensas tú. Pero la verdad es... Que todo el cariño que le tienes y tu determinación por salvarlo es lo que nos ayudó a decidirnos. Por Ivlis es que hacemos esto, pero sé que tú serás el que nos dé el valor... Cómo él lo hizo antes. –Pausó unos segundos, tan solo observando la expresión anonadada del niño.
Licorice y Rieta se parecían por algo y eso era su amor ferviente al diablo de flamas. Ambos tenían el mismo objetivo y luchaban por eso. No se veían como rivales por su atención, sino como unos aliados en los cuales confiar si ellos mismos decaían. Ahora que uno de ellos necesitaba ayuda... No flaquearía en ser útil.
-Siempre prometí que cuidaría de tu madre luego de haberle conocido, sin embargo he fallado en muchas cosas y admiro que incluso desde pequeño hayas hecho lo mismo sin dudar un segundo, incluso haciéndolo mejor que yo. Prométeme que a pesar de lo que pase... No cambiarás... Que seguirás siendo el mismo niño de siempre, pues eso es lo que Ivlis también querría.
Fue un nudo en la garganta lo que ahogó al principio la respuesta y un abrazo lo que lo deshizo.
Rieta lo había cuidado desde que era un bebé, a pesar de todo lo que conllevó a su nacimiento lo aceptó con los brazos abiertos porque sabía que en algún momento Ivlis también lo haría. La veía como una confiable hermana mayor, aquella que tenía las respuestas a todas las interrogantes y siempre sabía qué decir.
La genio sentía el mismo aprecio por él... No solo por ser la mayor felicidad de su amo, sino porque el joven diablo sabía hacerse amar por sí mismo. Tanto así que por esa razón nunca mencionó nada sobre aquel enigmático poder.
Sabía bien que Licorice haría lo posible para recuperar a su madre, inclusive matar y destruir. Y por su promesa aún vigente por cuidarlo es que no deseó hundirlo en el mismo ambiente desalentador que hizo a Ivlis cambiar para mal.
Sin embargo... Ya no había opción... Y esto no rompería su promesa ¿Verdad? Ella cuidaría de él en todo momento, hasta en la guerra.
Ahora mismo todos se necesitaban entre ellos, pero en algo acertaban; a Licorice más que a cualquiera. Él sería quien cargaría el enorme peso en sus hombros de todo lo que los llevaría a la victoria.
-Te lo prometo... No sé si tengo madera de líder pero... Mientras ustedes sigan conmigo no hay dudas de que superaré esta prueba.
Ella se enterneció sin evitar soltar una baja risita y una pequeña lágrima sin importancia que limpió torpemente. –Para eso está la familia. –Fue lo último que dijo para luego tomar el bolso y salir del cuarto junto a él, listos para reunirse con los demás después de seguir empacando.
Lo encontraremos, señor Ivlis... Sólo resista un poco más.
Con una pizca de inocencia, Licorice tomó la mano de Rieta antes de mirar el cuarto oscuro y vacío de Ivlis una última vez.
Prometía regresar... Al igual que haría el dueño de esa habitación.
(...)
-¡Oh, cucaracha!~
N-No otra vez... ¡¿Tan pronto?!
Ivlis retrocedió tembloroso, encogiéndose de hombros y abrazándose las rodillas hasta apegarse completamente hacia el rincón, tratando de encerrarse en su propia mente con alguna distracción para ignorar la tenebrosa voz que lo llamaba y hacía estremecer del pavor en su sitio.
-Vete, vete, vete, vete... -Susurraba para sí mismo amenazando con volver a quebrar en llanto. Cada eco de sus pasos lo alertaba de tal manera que un escalofrío lo recorría desde la punta de sus cabellos hasta su cola también temblorosa y oculta entre sus piernas.
Era inútil pedirlo, era inútil suplicar, lo sabía.
Pero aun así... ¿Qué más le quedaba? Si después de todo con un fuerte jalón lograba terminar a pocos milímetros del rostro del diablo de Pitch Black y su mirada aterrada acababa cruzándose con aquella que era demente, ida y desquiciada.
Sudó en frío y apartó su rostro cuando él trató de tomar su mejilla, mas eso no sirvió, pues de todos modos un jalón de cabello lo hizo volver a voltear.
-Te extrañé allá afuera, cucarachín~ ¿Tú sí? ¿Qué digo? ¡Es obvio que me extrañaste!
El diablo de flamas a veces se preguntaba si Satanick era consciente del tiempo y de la distancia. El desgraciado ni siquiera se iba demasiado lejos como para tener que soltar la cadena y dejarlo verdaderamente solo por poco tiempo. Hoy apenas le había bastado para recuperar algo de su estabilidad completamente débil e inservible, fácil de deshacer apenas él regresaba.
Ni siquiera quiso responderle, su silencio no causaba la más mínima reacción ni evitaba el terminar entre sus fríos brazos mientras su mirada se posaba en sí.
Así era todos los días ¿Dónde estaba la novedad?
-Sabes... Afuera llueve, seguro lo notaste ¿Sabes por qué?
El de orbes dorados se quedó callado y negó con la cabeza sin interés, pero con el miedo que sentía estaba obligado a mínimamente contestar eso.
-Estoy triste... Estoy tan triste, Ivlis...
Él se limitó a removerse de tal incómodo abrazo, pero Satanick lo vio venir y lo hizo más firme.
-Estoy triste porque... Sé que todavía no me amas.
-¿Y qué es lo que esperas de mí, maldita basura...? –Masculló al borde de apartarse y rechinar los dientes de la ira ¿A quién le importaba qué tan demente estuviese? ¡Era estúpido pensar que había posibilidad de amarlo si mirabas alrededor y te dabas cuenta de lo que pasaba! Tan furioso estaba que esos segundos olvidó algo crucial... No tenía control sobre nada. –Yo no te amo... Jamás te amaré... Eso solo pasará en tu jodidamente lunática cabezota.
Debió medir sus palabras, ya que tras haberlas pronunciado terminó cara a cara con él otra vez. Él había tirado hacia arriba de la cadena y lo había sujetado de la cintura para apegarlo.
-¿Por qué no, Ivlis? No lo entiendo... -Era difícil escucharlo como un tono lastimero, sus risas momentáneas y sonrisa ensanchada confundían. Tan tétrico... –A pesar de que llevamos mucho tiempo juntos... ¿Todavía no puedes amarme? ¿Qué debo hacer? Dímelo...
Sin respuesta otra vez.
-Ivlis~ ¿Por qué eres tan cruel? ¿Por qué me odias tanto?~ Cruel, cruel, eres tan cruel~ ¿Será por eso que nadie te amaba? ¿Será por eso que Siralos y todos te ven cómo basura?
Ivlis bajó la mirada sintiendo una punzada en el pecho. Sin importar cuantas veces lo escuchara de él seguía siendo doloroso. Las mismas preguntas, las mismas alegaciones, siempre había una por día... Y a medida que el tiempo pasaba y las heridas seguían marcando su piel, se preguntaba qué tan cierto debía ser como para que nadie haya llegado a rescatarlo.
...¿Se habrán olvidado de mí? ¿Estarán mejor sin mí?
De solo oírlo quería largarse a llorar de la frustración.
-¡No tenías nada! ¿Qué ha cambiado ahora? ¡Me tienes a mí! ¡Te amo, te amo, te amo!~ Oh... Pero es una pena, porque tú no sabes amar... Tú no amabas a nadie.
Y esa fue la gota que colmó el vaso y provocó una bofetada directa al más alto.
-T-Tú... ¡¿Cómo puedes decir eso?! –Las lágrimas caían a borbotones de sus ojos y sus propias manos se aferraban a sus brazos tras haber alejado con el golpe a su captor. Estaba rabioso y dolía tanto... -¿Crees que yo no sé que nadie me ama...? Lo sé... Lo sé perfectamente... ¡Pero yo sí sé amar! Y-Yo... Yo amo a mi familia...
Los necesitaba... Los quería ver... ¿Dónde estaban? ¿Por qué no llegaban? ¿Qué sería de ellos? ¿Qué sería de su hijo?
...¿Dónde estás, Licorice...? Te necesito...
-El problema aquí no soy yo... ¡Eres tú!
A cualquiera un silencio le sabe a victoria, pero a él... A él le dejaba un sabor desagradable y la sensación de que debía esperar alguna reacción errática e inesperada del contrario.
-H-Haha.... ¡Hahahaha! ¡HAHAHAHAHAHA! –Su estrepitosa y demente risotada le heló la sangre hasta hacerlo tiritar y retroceder a gatas como pudo, sin percatarse de que aun ensimismado en su propia risa, Satanick lo notó y tiró tan fuerte de la cadena que por un segundo Ivlis no respiró, y tampoco lo volvió a hacer del terror que le provocó ser tomado de los hombros y estampado contra el suelo. –Hahaha... Ha... Ay, cucaracha~ No te preocupes por nada... Yo sé que todavía sigues ciego... No lo entiendes...
El diablo de Flame World contuvo la respiración, ya tenso y tembloroso ante su agarre malicioso y su aliento rozando sus labios. No pudo contenerse a ahogar un sollozo desviando su rostro para evitarlo.
¿Dónde estás...? ¡¿Dónde estás?! ¡¿Por qué no llegas?! ¡Por favor, aparece! ¡APARECE! ¡TE NECESITO! ¡Te necesito más que nunca!
-Pero yo sé que mi amor llegará hacia ti en algún momento~ Lo hará... Hasta entonces... ¡Seguiré dándotelo hasta que lo aceptes y veas que el de los demás no sirve! ¡No sirve, no sirve! ¡Porque yo te amo, te amo, te amo! ¡Incluso sabiendo que eres una rastrera cucaracha indeseable! ¡Te amo, te amo, te amo! ¡Juguemos juntos, juguemos!~
Y sin más, la tortura de cada día volvió a comenzar. Tan desagradable como siempre lo fue.
¡¿POR QUÉ NO ME SALVASTE AÚN?! ¡¿DÓNDE ESTÁS?! ¡¿POR QUÉ...?!
...
Será que... ¿Tú no me amabas?
(...)
En pleno silencio, tan solo roto por el chispeo de las brasas de la chimenea y el eco de los pasos al caminar, un grupo de demonios se miraba expectante. Algunos con temor, otros con tristeza, y solo uno con una seriedad y una mirada indescifrable.
-Sin señales todavía... ¿Cierto? –Murmuró una voz femenina sin apartar la mirada del grupo, cual negó con la cabeza de forma colectiva, haciéndole suspirar con desanimo. –No estamos logrando nada... -Masculló para sí misma, siendo escuchada accidentalmente al hablar con un tono más alto de lo planeado.
-No se preocupe, señorita Lil... Solo debemos seguir buscando. A la larga encontraremos al amo... -Trató de animarla, la dulce Gorgona Medouco, acomodando mejor en los hombros de la peli rosa la manta que la mantenía cálida.
He ahí los subordinados de Satanick, o al menos la mayoría, en el hogar de la subcubo.
Desde la desaparición del diablo y la noticia propagada en todo Pitch Black World, Lil regresó al castillo dispuesta a ayudar a encontrarlo. Aun recordaba que el día en que lo supo su hijo estaba de visita junto a su novia.
Ah, el teléfono nunca le había traído noticias tan devastadoras antes.
Los meses pasaron, el mundo se sumió más bajo las aguas, casi toda la población arribó a otros mundos en busca de un hogar nuevo y seguro, muchos subordinados desertaron... Hasta ese día los únicos s que seguían presentes y dispuestos a ayudar eran Envi, Lec, Roc, Yagi, Edabane, Kyou, Medouco y Sullivan. Crea también se encontraba ahí, pero Víctor ya había partido a otro mundo, pues la pequeña no quiso irse y abandonar al diablo, y al no poder con sus súplicas se la confió a Medouco, la cual, aseguraba, que la cuidaría muy bien. Fue doloroso al principio.
-Y una mierda. –Masculló el demonio peli azul de dos colas, al tiempo que estampaba su vaso contra la mesa del salón, haciendo al resto respingarse debido al sonido inesperado y fuerte del golpe. Él gruñó masajeándose las sienes y prosiguió a quejarse. –Llevamos meses buscando y nada. No sé qué piensan ustedes, pero yo creo que el jefe fue tragado por un agujero negro, se evaporó, la lluvia lo ahogó, lo que sea. –Se alzó de hombros sin mostrar el más mínimo interés al respecto. Estaba tan irritado que no había pizca de burla en su hablar, solo amargura. –Vamos, seguro que se fue a otro mundo.
-Eso no es posible... -Sentenció Envi, bastante tranquilo a comparación de los demás. Tal vez todos podían estar alterados y emocionales, pero él era tranquilo, serio y racional como siempre lo fue. –La lluvia solo nos afecta cuando el señor Satanick está en Pitch Black World, no se ha registrado uso en los portales, así que... Lamento tener que contrariarte, Roc, pero él sigue aquí. –El contrario se limitó a bufar fastidiado echándole una mirada a la ventana. Envi siempre fue para él un aguafiestas, y esta vez no daba la impresión de que le tendría paciencia a sus comentarios oportunos y bien argumentados por seguir aferrado a la idea de que encontrarían a su amo.
-Oigan, escuchen... Yo sé que deberíamos buscarlo para parar la lluvia y eso... Ah, sí, y encontrar a Ivlis, o como se llame. –Replicó vagamente el demonio cabra sin su máscara puesta y con la mirada fija en su taza. Estaba exhausto, él no era de los que trabajaban demasiado, pero últimamente hizo más del triple del trabajo habitual y lo estaban dejando sin energías. –Pero a estas alturas no hay nada que podamos hacer. –No sabía si lo decía porque era una realidad... O porque quería dormir durante dos días si era posible.
-La esperanza es lo último que se pierde, jefe... -Titubeó Sullivan, bastante nervioso y callado. No le gustaba aportar mucho porque sentía que terminaría diciendo una tontería y le costaría un grito o un golpe, y para eso ya tenía a su hija... A la cual no veía hace mucho.
Ay, Olivia... El dolor.
-"La esperanza es lo último que se pierde"... Bah, mamadas. –Repitió en tono burlón y evidentemente molesto, Kyou, sin importarle la presencia de la robot, a la cual ya le tapaban los oídos para que no escuchara más de su lenguaje grosero. –Pendejadas, tonterías... -Le jodía que Sullivan incluso en estas ocasiones siguiese siendo tan sumiso a órdenes ajenas. No entendía por qué, solo que le sacaba canas verdes.
-Por favor, no perdamos la compostura ahora ¿Quieren? –Reclamó Edabane sin hacer mucho efecto. Él por otro lado, no mantenía mucha charla con los demás y a pesar de no ver a su amada novia desde hace meses, seguía tranquilo y cuerdo.
-No se trata de perder la compostura, enano. Simplemente ya todo está fuera de nuestro alcance. –Volvió a explicar Roc, ganándose la mirada interesada, molesta, expectante y curiosa de algunos. –Escúchenme... Yo digo que dejemos de buscar y nos movamos a otros mundos para buscar un nuevo lugar donde vivir. A este paso nos ahogaremos en las expediciones, nos caerá un rayo y seguiremos sin hallar nada. Y cuando apenas se den cuenta, Pitch Black World estará bajo las aguas. Algunos no tenemos alas para evitar andar en tierra ¿Saben?
-¿Estás diciendo que vas a desertar también? –Nada de lo dicho le hizo alguna gracia al peli verde. –¿Te recuerdo que como subordinados le juramos lealtad al señor Satanick?
-¿Lealtad? En este punto ¿A quién le puede importar la lealtad? Por si no lo notaste somos unos de los pocos habitantes que no se han ido... ¡Mira! ¡Hasta el idiota de Dokugai se fue al carajo! –Continuó más alterado, pero recobrando la calma unas inhalaciones más tarde. –Lo siento por Satanick, Ivlis y por los estúpidos que siguen con esperanzas y siguen aquí, pero yo... ¡Yo quiero vivir! Y porque quiero vivir es que me iré.
-No puedes hacer eso ¿A dónde irás? –Medouco se cubrió la boca preocupada, mas su pregunta no le afectó al demonio.
-Ya empaqué mis cosas desde ayer... Iré con Lec a Deep Sea World... Allá hay mucha agua, todo es mar e islas... Pero confío en que con ayuda de la bruja del mar podremos instalarnos bajo el agua y vivir tranquilos. Y en el caso de que eso no funcione iré al mundo de Reficul.
-¡¿Qué?! ¡Lec! ¡¿Tú también?!
-Bájale a tu griterío, Sullivan. –Ordenó el castaño. –Teníamos esto pensado desde hace bastante, pero no vimos la oportunidad hasta hoy... Ya que todo se fue al carajo.
-No pueden hacerlo ¡¿Planean dejarnos el trabajo a nosotros?! –Yagi estaba más que iracundo ¿Cómo se atrevían ese par de inútiles a hacerles esto? Él era un vago con honores y ni en esta situación se detuvo a descansar cuando no era conveniente ¡Tenía ojeras! ¡OJERAS ¡Y nunca en su vida las tuvo desde que dejó a Chishibuki!
-Mira quien habla sobre trabajar. –Volvió a decir Roc de manera desafiante.
En ese momento Lil tuvo que poner un alto y aplaudir un par de veces para callar a todos y evitar que en cualquier momento Yagi y Roc se abalanzaran contra el otro a los golpes. Suspiró con resignación mirando hacia ambos hermanos y luego hizo un gesto con la mano de que los dejaba ir.
No los culpaba por querer irse, después de todo tenían sus motivos y no podía obligarlos cuando sus vidas peligraban. Ella no se iría, mas no estaba segura de quienes dudaban.
-Por favor... Todos, ya cálmense... Está bien, pueden marcharse.
-¡¿Qué?! ¡Lil! ¡¿En serio les vas a dar la razón?! –Chilló Edabane.
-Miren... No puedo forzarlos a permanecer aquí. Sin embargo les advierto... Que si lo hacen no podrán volver. Estarán renunciando oficialmente a sus cargos de subordinados. No es por ofenderlos, pero esto es una prueba de lealtad... Un subordinado siempre es leal... Y si no pueden serlo, no tienen lo necesario. Así es como mi esposo lo vería. –Nadie le llevó la contraria, estaban satisfechos con su declaración más que necesaria. –Ahora es cuando les pregunto a todos... ¿Están comprometidos a esto? De tener dudas al respecto les pido que se vayan también.
La habitación se sumió en un profundo y tenso silencio. Roc y Lec fueron los primeros en levantarse sin decir nada y fueron hasta sus habitaciones para buscar sus cosas. Entre miradas nerviosas y expectantes, Edabane, Yagi y Kyou se terminaron levantando a lo que Lil asintió sin quejarse.
El más bajo suspiró pesadamente mientras se alejaba con la vergüenza marcada en el rostro. –Lo siento... Pero le prometí a Zigzag que la iría a ver. Ella está en Gray Garden... No puedo seguir estando lejos de ella.
Kyou por otro lado se despidió agitando la mano con poca emoción. No se sentía bien con esto pero no por eso iba a quedarse a jugarse el cuello. –Yo... Supongo que iré también a Gray Garden o al mundo de Reficul.
-¡¿J-Jefe?! ¡¿Usted también?! –Sullivan se panicó y se levantó para detener a Yagi con un tono suplicante.
-Sullivan... -Él se apartó agachando la cabeza. –Escúchame... No puedo seguir con esto ¿Vale? Lamento que las cosas terminen así para nosotros, pero ya tomé una decisión. –Se sentía horrible haciéndole eso a su subordinado, pero así eran las cosas y no se podía arrepentir. –Si quieres puedes quedarte con mi puesto de tercer subordinado... Pero yo ya no más.
-Jefe...
-Lo siento. Cuida de tu hija ¿Sí? –No pudo decirle más que eso antes de irse a su cuarto a empacar, dejando a su desolado ex subordinado caer en su asiento como muñeco de trapo, derrotado.
Él solo servía para obedecer órdenes... Lo normal en alguien que no sabe qué hacer con su vida ¿Y ahora qué le quedaba?
Finalmente, solo quedaron Lil, Envi, Crea, Sullivan y Medouco. Todos ellos miraron a la primera esperando que dijera algo que los animara o les quitara la desesperación. Ella tomaba el rol de líder desde la ida del diablo. Ella era quien tenía todas las respuestas y tácticas... Pero si no las había ¿Qué harían ahora? Solo quedaban siete de dieciséis, de los cuales solo seis podían salir afuera, era imposible para esa reducida cantidad que lograran algo. Si sus probabilidades eran pocas ahora eran menos.
-¿Q-Qué es lo que vamos a hacer? –La pobre Gorgona estaba al borde de largarse a llorar del pánico que le causaba no saber qué les esperaba ahora.
-Ustedes también pueden desertar. –Volvió a decir Lil con la voz apagada. –Sé bien como es nuestra situación... Si eso desean...
-¡No me iré! –Exclamó la pequeña, aferrándose a la falda del ama de llaves. –¡Fui creada para hacer feliz al señor Diablo! No puedo irme... No quiero hacerlo... Quiero quedarme y cumplir mi función cuando él regrese.
-Yo... No puedo. Olivia sigue aquí... Si ella no se va... Yo tampoco.
-Yo me quedaré, señorita Lil...
-Yo soy el subordinado número uno y la mano derecha de Satanick-Sama... Soy leal a él, no me verán desertar.
La peli rosa quiso sonreírles en agradecimiento. Era tan enternecedor ver que a pesar de todo había algunos que se preocupaban por su esposo y deseaban ayudar.
Por un instante, el frío del viento exterior entró en la casa al abrirse la puerta y dejar pasar a Glasses y Kiku. Ambos empapados hasta los cuernos y arrastrando unos rotos paraguas.
-Afuera está mortal... -Murmuró el azabache tomando unas toallas para ella y su novia. –¡Por poco me ahogo con el aire, mierda!
-No hemos logrado mucho hoy, Lil... -Agregó apenada la de piel rojiza, recibiendo en respuesta un suspiro.
-No importa, chéri... Vayan a bañarse y cambiarse la ropa, podrían resfriarse.
La Gorgona y el cuervo se miraron asintiendo y se acercaron a ellos. –D-Dejen que les ayudemos, jóvenes.
-¿Te encuentras bien, Glasses?
-Sí, jefe... No se preocupe.
Y así, mientras Medouco, Sullivan y Crea ayudaban al par de novios y los guiaban a sus habitaciones, Lil se quedó sola en la sala con Envi.
El demonio miró de reojo como los otros se preparaban para irse y luego a la subcubo.
Entrecerró sus ojos, envuelto en aires de desprecio y sarcasmo al tiempo en que tomaba su taza y decidía marcharse a la cocina. Justo cuando estuvo dándole la espalda fue que pronunció lo siguiente con odio.
-¿Sabe, señorita Lil...? Dicen que si abandonas una vez puedes hacerlo de nuevo.
Sus palabras fueron como un baldazo de agua helada, shockeando unos breves instantes a Lil, quien no supo cómo responder o tomar lo que dijo. Si tanto la había afectado... Es porque sabía de qué estaba hablando.
-Envi, espera...
Pero fue tarde.
Él la había dejado sola.
(...)
Dormido... Dormido... ¿Y-Ya se habrá dormido?
Entre los brazos del diablo de Pitch Black, se estremecía del todavía presente asco y dolor. Sus piernas se juntaban contra la otra fuertemente y de ellas todavía se deslizaba una mezcla de carmesí y blanco. Su ropa a excepción de su camisa se encontraba lejos y hecha pedazos, inservible e incapaz de volverse a usar.
Fabuloso... Lo único que lo resguardaba de esto.
Trataba de mirar de reojo hacia atrás, donde Satanick se encontraba dormido abrazándolo de la cintura y apegando su espalda y el resto de su cuerpo contra el suyo. Era posible sentir su aliento apaciguado en su nuca todavía.
Asqueroso... Asqueroso... ASQUEROSO.
Ivlis buscó con la mirada desesperadamente hasta dar con una roca cercana la cual alcanzó estirándose a la vez que se zafaba del agarre ajeno. Solo un poco más... Y finalmente se vio libre de él.
Miró aquella roca un instante y supo bien qué hacer con ella apenas escuchó al contrario hablar adormiladamente.
-... ¿Uhn...? ¿Cucaracha?
-¡MUERE, BASTARDO!
Un golpe en la cabeza contundente con ella y el diablo quedó noqueado sin necesidad de haberse siquiera levantado o atacar.
Ni él se creía que haya sido tan fácil... Pero ¿Qué importaba? Respiró agitado y se apuró en hacerlo soltar el extremo de la cadena, alejándose de él rápidamente lo más que podía. No miraría atrás, no se fijaría en nada, solo se centraría en lo más importante de su improvisado y suicida plan; Encontrar una salida, escapar lo más pronto posible.
La cueva era amplia, quizás más de lo esperado, con diferentes pasillos y una que otra salida... Que iban directo a una muerte segura si trataba de bajar por la montaña trepando a la inversa ¿Esa opción? Descartada. Seguro que terminaba resbalándose con tanta lluvia.
Vamos... Debía haber alguna bajada no tan empinada... Un terreno en diagonal por el cual no caer a tantos kilómetros de altura y morir.
...En este momento estaba tan desesperado que se preguntaba qué tan estúpido sería hacerse unas alas falsas con ramas y hojas que veía asomarse desde uno de los agujeros. La verdad es que con el viento que había existía probabilidad mínima de que tal opción fuese útil.
Buscó, rebuscó... En cada rincón de la cueva hasta conocer cada espacio que hasta ahora no había visto. Pero nada... Solo goteras, charcos de agua, sangre, rocas y agujeros que llevaban al mismo fatídico destino. No había conseguido nada excepto que le doliera más el cuerpo de tanto caminar e ignorar sus heridas, cuales seguían frescas y le causaban molestias al moverse.
-Vamos... V-Vamos, Ivlis... Piensa... Piensa... Debe haber alguna alternativa. –Se negaba a perder la esperanza ahora que había hecho un progreso y tenía a Satanick noqueado o quizás muerto. No sabía si este despertaría pronto y eso solo lo dejaba más nervioso como para poder acomodar sus ideas y pensar con claridad.
No... No había por qué alarmarse... Él no despertaría tan rápido. Tenía que aprovechar esta oportunidad muy bien y ser lo más cuidadoso que le permitía la situación.
Debía analizar cada detalle ¿Qué era más seguro? ¿Seguir esperando un rescate o rescatarse solo y correr el riesgo de morir?
A todo eso... ¿Cuánto tiempo había pasado desde que dejó a Satanick desmayado?
-¡Cucarachaaa!~ ¿Dónde estás? ¿Por qué te alejaste?~
M-Mierda... ¡MIERDA!
Apenas tuvo el valor de voltear la cabeza hacia el pasillo y asomarse para verlo acercándose tranquilamente.
Él sabía que Ivlis no tenía escape.
Y él no se detuvo a pensarlo... Solo hizo lo primero que se le vino a la mente y actuó por impulso.
Corre... ¡CORRE, IVLIS!
Entonces empezó a correr, lo hizo con todas sus fuerzas soportando el dolor fatigante en cada fibra de su cuerpo, con miedo, con ferviente temor. Una que otra vez casi se resbalaba gracias a los charcos en su camino, pero eso era lo de menos.
Eso era todo... ¡Se lanzaría! ¡Se lanzaría desde esa altura y le daría fin a su maldita vida para ahorrarse todo esto! No lo soportaba ni un segundo más, ya no deseaba nada de esto... Ni seguir esperando ni tratar de huir con vida... Solo estar lejos de él, eso deseaba. Y si la muerte era su solución... ¡Pues hoy moriría!
-¡Te vi! –Canturreó el diablo de Pitch Black apenas pudo divisarlo. Lo había seguido... Todo gracias al ruido de la cadena arrastrándose contra las rocas.
Los pulmones del de mechas rojas por poco se cerraban del pánico que lo invadió al ser perseguido y no ver aún ninguna salida. Le iba a explotar el pecho, sentía tanto dolor y debilidad que podría caer desmayado allí mismo. No... ¡No! Sollozó sin detenerse, pero bajando la velocidad.
¡Estúpido! ¡Idiota!
Sin embargo... Ahí estaba una salida.
Al visualizarla, se esforzó aún más por alcanzarla. Extendió su brazo hacia ella y no paró, llenándose de esperanza.
Moriría... Pero sería libre.
-¡E-EEEK!
O al menos... Eso pensó antes de que el collar lo asfixiara y su cuerpo se viera jalado hacia atrás, viendo lentamente desde su perspectiva como iba cayendo al suelo hasta golpearse la cabeza con tanta fuerza que no pudo asimilar qué ocurrió.
Él... Había logrado atrapar la cadena entre sus manos.
-¿Trataste... De huir? –Habló gélidamente posando sobre él una mirada diferente a las demás.
Tan fría... Impropia de él.
Tras quedarse sin respuesta, no se dedicó a más que arrastrarlo de nuevo a su antiguo lugar, poniendo algo de esfuerzo con cada jalón que daba Ivlis para resistirse y zafarse de él.
No, no se rendiría ni en ese momento.
-No puedo creer que de verdad trataras de abandonarme... -Seguía murmurando sin expresión una vez que llegaron y pudo lanzar a Ivlis contra el rincón, dejándolo desorientado e incapaz de volverse a levantar por unos segundos los cuales acabaron cuando trató de escabullirse por un espacio, solo para terminar atrapado de los brazos de nuevo, zarandeándose inútilmente.
-¡Suéltame! ¡SUÉLTAME, BASURA! ¡SUÉLTAME! ¡DÉJAME!
-Trataste... De dejarme... ¿Por qué? –No escuchaba sus gritos o reclamos, eso no existía en su retorcida cabeza y tampoco lo hizo en la realidad cuando apretó su agarre acercándolo hacia sí de modo que lo hizo callar.
No hubo palabras para describir cuan atemorizado se sintió el más bajo al visualizar los brazos sombra de Satanick alzarse tras su espalda mientras este sonreía maquiavélicamente.
-Oh... Bueno... ¡No importa! No es tu culpa, cucarachín~ Es culpa de tus piernas... Tus... Tus inquietas piernas... -Siseó a lo último casi mostrando desprecio y desagrado.
Esas manos oscuras se sentían tan frías sujetándose de su cintura y subiendo como serpientes hasta sus rodillas.
-... Sí... Es culpa de tus piernas... No te importará... Si te las quito ¿Verdad? Así ya no escaparías de mí.
Una frase y el de mechas rojas se alteró removiéndose en vano entre llantos desgarradores y súplicas sin efecto. No hubo palabra de parte del captor ni la habría hasta más tarde. Ahora estaba ocupado deshaciéndose de un par de "molestias" que interferían en sus planes con su "amor" y avivando lágrimas ajenas sin darse cuenta de ello mientras la tensión aumentaba lenta y dolorosamente en las extremidades del diablo de flamas.
-¡N-NO VOLVERÉ A ESCAPAR! ¡LO JURO! ¡POR FAVOR! ¡POR FAVOR! ¡LO SIENTO, LO SIENTO, LO SIENTO! ¡PERDÓNAME, PERDÓNAME, PERDÓNAME! ¡SATANICK, POR FAVOR! ¡NO LO HAGAS! ¡TE LO SUPLICO! ¡SATA...!
...
¡G-GYYYYYYAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH!
...
Hey... Ivlis... ¿Ahora te vas a quedar siempre conmigo?
...
N-Nadie piensa salvarme... ¿Verdad?
-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-
¡Y hasta aquí llegamos! :D Perdonen si les rompí corazones y esa wea pero... Era necesario.
Ya entenderán por qué. (?) Mientras tanto sigan odiándome, yo seguiré diciendo que fue NECESARIO. (???)
No tengo mucho que decir... Excepto... ¡Adiós! ¡Cuídense y deséenme suerte para mañana en la escuela! :'v
Sólo un poco más... Y seré libre ;-;
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top