~La familia no abandona~

¿Quién ha vuelto? Yo he vuelto ¿Quién trajo dolor y locura? ¡Yo lo hice! ;)

Estuve hasta las 4 A.M. terminando esto, así que denme mi crédito por eso >:v

:') Estaba decidida a actualizar lo más rápido que pudiese... Y extrañamente me gustó como quedó el capítulo, no me encanta, pero me gusta...

Antes que nada, en los mensajes finales explicaré algo, sip.

...Misa me odiará cuando lea esto :'D

Este fic, al igual que el de Ikanaide está basado en un rol con mi diosa (COFCOFMISAKICOFCOF) por ello mismo están (Cómo dije) dedicados a ella y verán varios fragmentos que ella escribió tal cual... Excepto los prólogos e introducciones. Esos son 100% míos. (?)

Por ello mismo... ¡CRÉDITO A ELLA TAMBIÉN, POR AYUDARME! ¿Esto cuenta como fic hecho en equipo? Ni idea, solo sé que sin ella no lo hubiera desarrollado tanto (Mezclamos ideas de cada quien.) y se lo debo <3 Mil gracias y pásense por sus fics ¡Ella es mil veces mejor que yo!

Estaba inspirada con Aishite Aishite al final, déjenme, ah.

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El frío calaba hasta los huesos, empeorando a cada instante gracias a la pesada lluvia y el indomable viento feroz que amenazaba con hacer volar sus paraguas.
Jadeó agotada, el camino desde su hogar hasta el castillo era largo, en especial resbaloso y un peligro para alguien como ella que no dejaba sus tacones aguja por ningún motivo y que además no acostumbraba a este tipo de "ejercicio". Se aferró al mango del paraguas como pudo, evitando que se le arrancara de las manos.

Solo un poco más...

Para más de uno, ir cuesta arriba con el suelo tan resbaloso e irregular era un reto, tal vez hasta un desafío si bien no de vida o muerte, de herida grave o bienestar.

Finalmente, luego de unas cuantas horas helándose hasta su más profundo interior, logró alcanzar el picaporte de la puerta principal. Estaba tan agotada que hasta las escaleras de la entrada se le hicieron una tortura, pero no le tomó más importancia, por fin estaba en su antiguo hogar.

-Pasen rápido... -Pidió a los presentes, quienes casi se atiborraron al querer pasar. Envi por otro lado pudo esperar tranquilamente. Estaba empapado hasta el ahogue, pero se le veía calmo e inmutable como siempre.

Cuando todos entraron, se extrañaron de no encontrarse con las luces encendidas, aunque no fue problema encenderlas con cuidado de no electrocutarse. Mientras Medouco se alejaba con Crea a buscar unas toallas, fue inevitable para la subcubo notar la preocupación que emanaba Glasses al mirar reiteradas veces de un lado a otro.

-¿Pasa algo, ma fille?

El de gafas tragó grueso, había notado algo. Si las luces estaban apagadas es porque no había nadie para encenderlas, sin contar que todo se encontraba demasiado ordenado como para decir que allí vivían personas.

-S-Se fueron... -Murmuró sin creérselo por un instante. Su madre parpadeó confundida y se fijó en que Kiku suspiró al acercarse a ofrecerles unas toallas, volviéndose a alejar para dejar a madre e hijo hablar a solas y sin que nadie molestara.

-¿Se fueron? ¿Quiénes? ¿Más gente vivía aquí?

El demonio se limitó a hacer un gesto de que se sentara con él en el sofá mientras aún se secaban. No culpaba a Lil de su ignorancia, ella se había ido hace años atrás cuando él todavía era un adolecente y no le llegaban muchas noticias sobre lo que ocurría en el castillo desde entonces.

Sí, ahora mismo se sentía muy torpe por nunca habérselo mencionado a su madre, el caso estaba en que nunca lo consideró necesario o relevante para ella.

-No sé por dónde empezar pero... Te diré lo simple... Tengo un hermano menor, un hermanastro para ser exactos. -Desvió la mirada por debajo de sus gafas, incómodo ante la expresión sorprendida que tornaba el rostro enmudecido de Lil. -Su nombre es Licorice. Es hijo del viejo y el diablo de Flame World. Creo que sabes quién es.

-Sí, sé de quién hablas. -Asintió todavía constipada por la noticia anterior, y quizás aún más por lo mencionado hace segundos. -El invasor de mundos ¿Verdad?

-Exactamente... Mira, no puedo explicarte el por qué o qué es lo que ocurrió entre el idiota e Ivlis. Nunca me interesó mucho el tema, solo puedo decir que fue obligado por motivos que desconozco y que Licorice detesta a padre. -La peli rosa volvió a asentir, muy atenta a todo detalle. -Verás... Se supone que el diablo de Flame World y sus subordinados empezaron a vivir aquí hace unos años, luego nació Licorice, luego esta mierda que estamos soportando ahora... Y... Ya ves. No están.

-¿A dónde crees que pudieron haber ido?

-No lo sé. Es raro... Conocí lo suficiente a Licorice como para asegurar que está más que destrozado con todo esto, pero también sé que cuando se trataba de su madre nunca se daba por vencido. Dudo mucho que haya regresado a Flame World con los demás.

-Tal vez solo salieron a buscar.

-Me temo que no. Ellos se han ido. -Declaró titubeante, la Gorgona, mientras se acercaba tímidamente. -Lamento haber interrumpido. Solo quería informarles eso... Los cuartos de los hospedantes del mundo flama están completamente vacíos.

-En hora buena, una molestia menos. -Masculló Envi, ganándose una mirada fulminante de Glasses, que a pesar de su indignación no quiso gastar saliva en una pelea. No era el momento y estaba demasiado preocupado por su hermano.

Kiku, tras haberse acercado, puso una mano en su hombro dedicándole una sonrisa cálida. -No te angusties, Glasses. Estoy segura de que ellos están bien.

-Eso espero...

Sullivan, callado y pensativo hasta ahora, se dirigió a Envi con una mirada curiosa. -Envi... Tú eres la mano derecha de Satanick-Sama ¿Tienes alguna idea de qué pudo haber ocurrido? Sé que no lo pregunté antes, pero...

El peli verde pareció fastidiarse por unos pocos segundos en los que apoyaba su paraguas contra el respaldar del sofá y soltaba un suspiro agobiado al notar que ahora era el foco de atención de las miradas. Sabía que le tocaría el momento de explicar, y no es que le molestara del todo, sino más bien el tema en sí.

-Trataré de ser útil... Solo déjenme recordar.

Glasses no dijo nada al respecto, pero... Luego de su relato se percató de como en los ojos de su madre se reflejaba un deje de aflicción y tristeza.

Negó para sí mismo, prestando más atención a Envi.

Aun si le preocupaba más el paradero de Licorice no dejaba de pensarlo. No quería admitirlo, pero relacionaba mucho ese brillo apagado con un dato relevante en su historia.

Satanick tuvo un hijo con otra persona.

(...)

Definitivamente... Estaba comenzando a arrepentirse mucho de sus decisiones. Una de ellas era no haberse traído unos malditos lentes de sol.

-¡Argh! ¡Quema! ¡Mis pobres ojos!

Desde la llegada a la tierra del sol (Después de muchos intentos fallidos del joven diablo en hacer un portal que los llevara al destino correcto) el pobre de Licorice no dejaba de chillar y frotarse los ojos.

Nunca esperó que el mundo de los soles fuera tan... Brillante, se sentía estúpido por no haberlo previsto suponiendo el nombre. Provenir de un mundo tan sombrío como Pitch Black World donde la luz del sol era casi un mito tampoco lo ayudaba mucho que digamos.

¡Por un demonio! ¡¿Por qué tanto afán de iluminar hasta el más mínimo rincón de esa jodida tierra?! ¿Acaso el supuesto Siralos le tenía miedo a la oscuridad o qué? Se prometía a sí mismo preguntarle si existía la noche, porque de no ser así ya podrían ir consiguiéndole al pobre crío unos nuevos ojos más resistentes, unas gafas, un sombrero mexicano o en el peor de los casos esperar a que quedase ciego, lo cual no le apetecía mucho sabiendo que tenía un deber como próximo invasor.

Tenía que cuidar sus sentidos, y este maldito lugar no lo dejaba ¡¿Cómo es que el resto no se quedaba cegado con tanta luz?!

Ah, cierto... Ellos sí vivieron en Flame World como mínimo. Tenían más resistencia a la luz ¡Pero él no! ¡Prácticamente la detestaba y era un jodido vampiro! Para colmo además de luminoso era extremadamente caluroso y le echaba la culpa a los malditos soles por eso.

Si las cosas salían bien para él... Trataría de destruir más de uno.

-¿Qué esperabas? Es el mundo de los soles, no el mundo de la oscuridad... Aunque ese es el nuestro. -Licorice casi fulminaba a Emalf con la mirada. A él no le molestaba tanto la vista solo porque traía sus gafas, de lo contrario hubiera quedado tan ciego como Licorice, o al menos eso teorizaba al suponer que nunca se las quitaba. Igual, por si fuera poco, mucha luz podía contra los vidrios oscuros de los lentes, eso ya decía bastante.

-¡Emalf! ¡Tus gafas! ¡Préstame tus condenadas gafas! -Exigió sin detener el frotamiento de ojos solo para acostumbrarse. Todo era tan diferente a lo que hasta ahora había conocido, tanto que ni su imaginación al escuchar relatos del pasado lo ayudó a que su imaginación llegara tan lejos.

-Uh, lo siento viejo, no tengo repuestos y no creo que Siralos te tome en serio si usas mis gafas. -No trataba de excusarse para no dárselas, en realidad estaba seguro de que eso podía ocurrir. Siralos no tomaba a nadie en serio a menos que luciera como tal.

Sí, el viejo era un gran prejuicioso, con razón hablaba con Satanick. El diablo lucía elegante por fuera más cucú que estuviese por dentro.

El joven diablo casi lloriqueaba. No podía llamar esto una traición de su amigo porque tenía razón. Solo le quedaba por acostumbrarse rápido y así tal vez dejaría de sufrir tanto y de aguantar los comentarios de Poemi.

-¡Licorish es un marica!

-¡Cállate, enana! -Le reclamó conteniendo sus ganas de tirarle del cabello como hacían al pelear infantilmente de vez en cuando. Para empezar... Estaba en su forma adulta, no podía alcanzarla desde ahí porque la desgraciada era un ratón a su comparación, y segundo, estaba seguro de que de todos modos fallaría con lo mucho que la vista le traicionaba.

Entre algunas risas de Rieta y Emalf, la familia flamas siguió avanzando y buscando con la mirada. El mundo de los soles no solo era caluroso y brillante, sino también muy amplio y tan concurrido que era difícil no recibir más de una mirada y un murmullo ajeno de los distintos ángeles que observaban seres tan poco comunes como los demonios caminar sin más entre ellos.

Rieta se mostraba muy neutral, Poemi había decidido tomarle la mano a Emalf por el ligero temor que le ocasionaba el estar rodeada de tantos extraños que convivían con su aterrador abuelo, y Licorice por otro lado miraba de reojo sin mucho interés. Todos eran mucho más bajos que él y era costoso no saciar algo de su curiosidad observándolos mínimo sin perder su postura. Más de una chica había soltado una que otra risilla o comentario al respecto de su atractivo, lo cual solo lo hacía ponerse aún más incómodo.

Eh, calmadas, chicas. Es un ilegal con tendencias homosexuales e incestuosas.

Suspiró con resignación y floreciente fastidio. -Apenas voy llegando y ya odio este lugar... -Masculló por lo bajo mientras su vista terminaba por acostumbrarse medianamente a todo y hacía el intento de ignorar a los habitantes.

Todo era tan... Odiosamente brillante que sentía que casi podría considerarse algún tipo de contaminación visual.

-No puedo creer lo que diré, pero... Al lado de esto... Pitch Black World y su lluvia me parece un paraíso... -Al ritmo que iba, los días bonitos y los ángeles con apariencias afelpadas y elegantes comenzarían a ser sus menos favoritos. El resto asintió con un "Concuerdo" en voz baja. -Ehn... Por cierto ¿Debo ir como adulto? -Aun estando en esa forma le preocupaba el tema, aunque algo le advertía que el dios no lo tomaría en serio, ni como niño ni como adulto. Se le hacía que de solo mencionar que era hijo de Ivlis todo se iría por el caño.

-Yo te recomiendo que sí, Siralos es muy prejuicioso y no te tomará muy en serio si te ve siendo un niño. Quizás piense que solo bromeas o algo. -Bufó la genio, esperaba que después de salvar a Ivlis tuvieran la oportunidad de vengarse de ese viejo. De por sí era humillante tener que pedir su ayuda.

-¡Oh por Vicers! Que viejo más molesto... -Rodó los ojos. Bien, podía estar el mayor tiempo posible en esa forma, aunque ello implicara que se cansaría el doble y puede que al dormir parecería un ladrillo; pero podía con ello. -...Ugh. -Apretó los labios en medio de sus nervios. Ya no le era tan fácil ignorar como lo miraban como si fuese un bicho de circo. - Bien... ¿A dónde está Siralos exactamente?

-Siralos hace lo que quiere, así que no estoy segura de donde puede estar... Aunque lo más probable es que se encuentre en el castillo. Por ahora busquemos y no se separen. -El mundo de los soles era muy amplio, no quería que los demás fueran por ahí y tuvieran la mala suerte de toparse con el dios cuando estuviesen solos.

Ok... El niño ni siquiera había conocido en persona a Siralos y ya se hacía una idea de lo mucho que lo odiaría en verdad apenas lo viera debido a todas las vueltas que lo hicieron dar por buscarlo.

Ya, no debía pensar en eso... Entre más rápido lo hallaran, más rápido obtendría lo que buscaba de él y más rápido se largaría, destruiría mundos y se reencontraría con su madre. Pensarlo era tan fácil, pero llevarlo a cabo llevaría su tiempo.

Pasaron largo rato buscando al dios sin gran éxito. En serio... ¿Qué tanto podría hacer un ser tan egocéntrico como para tardar tanto en hallarlo? Estuvo a punto de estallar a gritos cuando por fin Emalf le tocó el hombro a Rieta y señaló a la lejanía. Allí mismo se encontraba el dios, sentado en un banquillo mullido junto a su ángel de ojos cerrados a una larga distancia de su castillo, mirándose en el espejo como era de esperar. Sin dudas era Siralos, solo alguien tan vanidoso como él podría dedicar tanto tiempo a mirarse en el espejo. Eso sí, la susodicha angelada de cabello rubio sí que llamaba mucho la atención a Rieta.

...Esto debe ser un chiste.

¿Ese era el odioso dios que tanto temían? A los ojos de Licorice solo era un travesti enano, divo y vanidoso. Era increíble pensar que él... O ella (No escuchaba su voz todavía como para poder confirmarlo) inspirara tanto terror en su familia.

-Ahí está... -Susurró la peli naranja, haciendo al menor crisparse.

-¿Es él...? Tienes que estar bromeando, hombre. -Era oficial, su imaginación nunca llegaba a asemejarse a la realidad y esta era otra prueba de ello.

Emalf procedió a esconderse detrás de Rieta, Poemi... Tampoco se contuvo en esconderse tras él y la mayor. Ese ser les aterrorizaba de sobremanera y no querían tener nada que ver con él en todo lo posible. Aun si no lo admitían, aun si ya lo habían visto en una foto antes, nada se comparaba a tenerlo en persona y pensar que ese ser había hecho tanto daño a un diablo que, en su opinión, se veía más poderoso y fuerte que él.

Ninguno se atrevía a decir nada para captar su atención. Igls no podía verlos y Siralos no apartaba su vista del espejo mientras se ocupaba de su cabello. No fue gasta que lo desvió milagrosamente que alcanzó a ver el reflejo de los visitantes debido a la ubicación que tenían ellos a sus espaldas.

Reconoció a la genio apenas la vio, pero los otros tres estaban lejos de estar en su memoria o conocimiento. El más alto le llamó un poco la atención, se le hacía familiar por algún motivo.

No sabía por qué la presencia de la servidora de su diablo, pero no se quedaría de brazos cruzados al verla en su mundo sin invitación y con otros demonios, y... Extraña y agradablemente sin el de mechas rojas.

Aun no olvidaba lo que Satanick le había comentado hace unos años atrás sobre los supuestos planes de su hijo y como estos lo arrastraron a la perdición. Sonrió para sí mismo unos segundos mientras bajaba el espejo.

No se arrepentiría nunca de lo que le dijo a Ivlis cuando tuvo la oportunidad de verlo, atado y humillado en aquella visita, justo delante de las narices de los gobernantes del mundo Gris.

-Igls, espérame aquí ¿Entendido? -Declaró a su ángel jefe, cual asintió sin oponerse.

-Sí, padre. -Respondió sumisamente y con una suave reverencia.

Estaba algo sorprendida, usualmente su padre nunca detenía sus "ratos de admirarse" por nada. Sin duda debía ser algo que no veía todos los días como para robar la atención del dios.

Ojalá pudiese acercarse a escuchar más, estaba curiosa de esto y no podía ver qué es lo que había motivado a Siralos de alejarse. De todos modos, desde su sitió alcanzaba a escuchar bastante bien.

La familia se tensó al verlo acercarse, pero no se inmutaron por nada, ni siquiera por la suave risa burlona del dios del sol a la vez que completaba un gesto vanidoso acomodando sus lentes con un dedo.

...Licorice podía jurar que hasta su andar era de diva y no mamadas. Esto era como ver "Miss Universo" en la televisión pero con travestis.

-Vaya, no recuerdo haber invitado gente. -Enarcó una ceja de forma expectante. No sabía si eran enemigos o simples visitantes en esta ocasión, pero le interesaba solo por la presencia de Rieta y el adulto de ojos miel.

La ya mencionada, siendo la única que tenía el valor, se inclinó respetuosamente al tiempo que el resto hacía lo mismo y aguardaba de esta manera hasta que acabara de hablar.

-Señor Siralos... -Pronunció calmadamente. Le enfermaba tener que hacer esto, pero era por un bien mayor. -Oh, respetado y maravilloso Dios de los soles. Le imploramos que nos escuche y nos dé un poco de su valioso tiempo y gloriosa presencia. -Agh, apenas tuviese la oportunidad se lavaría la boca con jabón y cloro.

Licorice mantuvo absoluto silencio mientras Rieta hablaba, imitando su reverencia sin mucho interés y sintiendo algo de lástima por la genio al malgastar tantos halagos con Siralos.
Solo le interesaba pasar a la parte donde hablaban del entrenamiento y ya, lo demás prefería dejárselo a Rieta. Tenía la sensación de que solo debía hablar cuando se lo indicasen o metería la pata en grande.

El rubio entrecerró los ojos, como queriendo buscar algún detalle o defecto en el diablo de ojos dorados. A su vista era muy familiar, casi le recordaba a Satanick, pero no podía alegar nada todavía. El niño no pasó por alto la insistente y analítica mirada que caía sobre si, pero no se mostró nervioso, solo estaba algo confundido ¿Qué tanto lo miraba? No creía que su aspecto adulto tuviera alguna falla o detalle para que se le quedaran viendo

Miró hacia ambos lados, solo para comprobar que no era imaginación suya y Siralos de verdad lo estaba viendo atentamente solo a él.

Se maldijo internamente por no haberse escondido tras Rieta o Emalf, esto comenzaba a ser molesto e incómodo.

-Ehn... ¿El señor Siralos desea decir o preguntarme algo? No creo poder serle de gran utilidad, pero todo sea por complacer los deseos del gran y benevolente dios de los soles.

...VALE, ME DA ASCO MI PUTA BOCOTA Y HASTA ME DOY ASCO A MÍ MISMO ¡¿POR QUÉ?!

No creyó que sería posible caer así de bajo pero... Ivlis. Todo era por Ivlis. Pensar en ello al menos lo relajaba lo suficiente como para notar que al parecer iban por buen rumbo. Parecían ser agrado del más bajo, cualquiera que aclamara su magnificencia era agradable para él. No podían confiarse, pero nadie decía que no podían esperanzarse un poco.

-Uhn... Me eres familiar, chico. Siento que te he visto en otro lado pero no sé dónde.

El diablo tragó grueso, tratando de ir buscando las palabras adecuadas para responder. Esto era tan molesto...

-Le aseguro que es la primera vez que tengo el magnífico e incomparable honor de conocerlo. De haber recibido tal placer antes, nunca lo olvidaría. -Era una experiencia tan horrible que dudaba superarla hasta que pudiera empalarlo como alfiletero. Aún no sabía cómo lograba contener sus ganas de lanzarse al cuello de aquel presumido por tales ofensas a su madre.

Tienes suerte de que sirvas de algo basura. Pero apenas pueda, te haré pagar...

Cuando Siralos pareció perder el interés en él dirigió la mirada a Rieta, la cual al notarlo se levantó junto a los demás mientras el él se acercaba vacilante.

-Y a ti te recuerdo, eres subordinada de esa basura. Me sorprende que estés aquí sin él.

Ella se mordió la lengua conteniendo un insulto. Ya se esperaba de él que insultara a su amo de alguna forma, pero aunque lo viera venir no estaba preparada para soportarlo y cerrar la boca. No podía creer que tuviesen que caer tan pero tan bajo para venir a pedirle ayuda al vejete vanidoso travestido, pero era la última esperanza que les quedaba y debían aprovecharla bien. Después de todo, una vez que Licorice alcanzara su punto máximo de poder podrían devolverle el "favor" a ese engreído.

-Sí, mi respetado y poderoso señor. Es por esto que venimos a suplicar de su ayuda. -Mantenía el tono más respetuoso y sumiso que podía, agachando un poco la cabeza cada vez que hablaba, cosa que resultaba más que efectiva.

-Me intriga que acudan a mí... Muy bien. Tú, el de cuernos cafés, ven, acércate, los demás igual. Díganme a qué vienen. -Les hizo una seña de que lo siguieran hasta su antiguo lugar. No era muy de recibir a "extranjeros" o demonios, pero quería alimentar su curiosidad así después los echara a patadas o simplemente los ignorara. Para la familia flama esto era un alivio, significaba que mínimamente él los escucharía y daría la oportunidad.

La pobre Poemi aún tenía miedo y no se soltaba de Emalf. Tanto ella como todos siguieron al dios hasta donde se les indicada. Mantenía la mirada fija a sus pies, cosa que no cambió ni siquiera cuando se acomodaron en los dichosos asientos, que Siralos señaló una vez que se sentó en el suyo, los cuales dicho sea de paso, no eran suficientes puesto que Licorice seguía parado al lado de ellos. Al aludido no le importaba aquello en realidad, internamente estaba agradecido de ni siquiera deberle la hospitalidad a eso odioso ser.

Igls no estaba del todo segura de que sucedía, pero al seguir en su mismo puesto notó la llegada de los "invitados" de su señor; por lo que solo quedó allí sin decir palabra aún. Si no le habían ordenado marchar, entonces eso no estaba mal escuchar como un testigo ¿Cierto?

El dios una vez acomodado carraspeó la garganta y dio una señal con una mano. -No guarden detalles, me pica mucho la curiosidad.

Con un respiro, Rieta dio inicio. -Respetado dios, hemos venido desde el mundo de Pitch Black. Somos simples servidores del señor Ivlis, su hijo. -Siralos pareció fruncir el ceño y rodar los ojos apenas se le fue mencionado el de mechas rojas. No había pensado en él en muchos años y ahora que lo recordaba solo se preguntaba si estaba siendo tan miserable como deseaba que fuese. -Hace casi un año el amo desapareció, presumiblemente en manos de Satanick. Lo hemos buscado en todo nuestro mundo pero no hemos sido capaces de hallarlos. Estamos desesperados, le imploramos que nos ayude.

Entre su habla, el joven se mantuvo perdido en sus propios recuerdos del relato de Rieta, luchando lo más que podía para no llorar al vislumbrar en su mente aquella noche donde se llevó la desagradable sorpresa de perder a su madre de forma tan horrible y repentina.

No llores, idiota... Quedarás en ridículo frente al viejo travesti.

-Jah... ¿Así que la escoria desapareció? Gran cosa... -Chasqueó la lengua, casi sintiéndose muy feliz de que ese destino le aguardara a su diablo, no era invisible su desprecio hacia él, razón por la cual Licorice tuvo que morderse los labios para no soltar mil y un maldiciones. -¿Cómo soy yo capaz de ayudar con eso? -Alzó una ceja. Aun si comprendía de lo que le estaban hablando eso no significaba que sí lo hiciese con la razón por la cual lo necesitaban.

-Solo un diablo bien empoderado es capaz de hallarlos, usted entrenó a Ivlis para hacerlo tan poderoso como lo fue alguna vez. Con sus grandes conocimientos podría hacer lo mismo con Licorice y así lograríamos hallarlos.

En el momento en que terminó de hablar, él enarcó una ceja, sorprendido y confundido.

-Un momento ¿Diablo? -Regresó su atención al más alto entre ellos mientras su memoria empezaba a maquinar. Satanick una vez le había hablado sobre que Ivlis era su nuevo juguete sexual y todas esas cosas, la idea no le molestó si con eso Ivlis sufría pero... -Es imposible que él sea un diablo, no he visto a otro dios en las reuniones, tú solo... -Pero entonces se dio cuenta... El parecido con el diablo de Pitch Black, esos ojos dorados... -Oh, ya entiendo, eres hijo de ese idiota y Satanick ¿Verdad?

Ok... Una cosa era soportar su charlatana boca, pero nada se comparaba a la ofensa de ser reconocido solo por ser hijo de esa miserable basura. Licorice apretó los puños tanto como pudo, conteniendo el picor de ansiedad por invocar sus lanzas y atravesar el cráneo de aquel imbécil. Ya llegaría su hora.

-Verán, esa peste y yo ya no somos familia. No hay manera de que me preocupe ni un poco de si se muere o desaparece. Ustedes no parecen ser malas personas para ser demonios. Y en cuanto a ti, Licorice... Se ve que eres alguien noble. Sin embargo no puedo permitirme ayudarlos si eso significa que estoy ayudando a un simple error como Ivlis.

El diablo penas y pudo contenerse antes de oír la oración completa.

-Aunque... Creo que sé quién puede ayudarlos ¿No es así, Igls?

Todas las miradas se clavaron rápidamente en la asombrada ángel de luz que no tardó en asentir eufóricamente, emocionada de que la incluyeran en esto.

¡Al fin! Creyó que nunca llegarían a este punto.

Bien travesti de mierda. Tu cara durará más tiempo...

De haberse precipitado probablemente habría mandado ese plan a la verga con tal de hacerlo pedazos, pero la sutil sonrisa del mencionado angel logró calmar sus nervios ¿gls?... Había oído de ella y cosas muy buenas; La hermana mayor del diablo de las llamas.

Un fugaz recuerdo de la sonrisa de su madre mientras hablaba de la rubia golpeó su mente, logrando que sintiera un nudo en la garganta. Ella sonreía de la misma forma que él.

Con una reverencia al captar su idea, ella gritó internamente de alivio y emoción. -Sí, padre.

Oír lo que había pasado con Ivlis la había angustiado tanto que era feliz de poder colaborar, así como también le emocionaba en cierta forma conocer y convivir desde ahora con su sobrino que recién acaba de conocer.

-Será un honor seguir ayudarte y entrenarte, joven Licorice. -Ambos hicieron una corta inclinación el uno al otro.

-El honor es todo mío. -Respondió al saludo, sintiéndose un poco mejor. El tono más suave y dócil de la rubia no era molesto como el de Siralos. Tampoco le incomodaba ser educado por ella. Incluso su propio tono de voz era más fluido y menos tenso cuando se dirigía a Igls.

-Mi hija es tan experta en la guerra y demás como Ivlis, quizás mucho más. No se preocupen, ella se encargará de enseñarle a Licorice todo lo necesario para el combate. -Avisó ganándose un asentimiento de su hija. Seguidamente regresó a atender su preciado espejo, antes de dejarlos partir, captando la atención del susodicho. -Ah, y Licorice... Eres bienvenido cuando gustes aquí, después de todo eres mi nieto e hijo de un buen conocido. En fin, eso es todo, pueden ir.

...Tu puta madre volverá una vez que tenga poder, perra.

Sin más que decir, y claro, sin quejas, los demás se alejaron siguiendo a la rubia, quien anteriormente les hizo una seña para eso. Quería llevárselos de allí para ir viendo cómo y dónde empezar. Debían darse prisa, no quería esperar a que algo pasara y el rubio cambiara de opinión.

Mientras más se alejaran de ese patético y vanidoso vejete mejor, ya no soportaban tanto aire tóxico a su alrededor.

En lo que se retiraban, el niño no se molestó en dirigir palabra o mirada al dios de los soles, creyéndose ya en su propio límite de tolerancia y apresurándose en seguir a su nueva maestra. Ya obtuvo su cometido, ahora venía el ansiado entrenamiento.

-Odio esto. -Siseó a Emalf una vez que se alejaron lo suficiente. Quería llorar... Pero del coraje, y apostaba que él no era el único, pues al estar a muchos metros de distancia Rieta estalló.

-¡No eres el único que odia esto! -La pobre genio no soportó más y empezó a gruñir mientras mascullaba incoherencias y jalaba de su propio cabello haciendo gritos y chillidos ahogados de furia. No podía creer que haya soportado tanto rato hablando con ese insoportable y petulante hombre, casi explotaba ahí mismo y se le lanzaba a los golpes, pero su voluntad en salvar a su señor era más fuerte por lo que se contenía, sin embargo ahora estaban lejos de él y podía insultarlo y gritar todo lo que deseara.

Emalf consideró calmarla un poco, pero la genio estaba roja de ira y estaba que lanzaba humo por las orejas. Lo mejor sería dejar que se calmara sola si no quería sufrir él las consecuencias de su ira.

-¡Ese hipócrita de mierda! ¡Lo odio! ¡Lo odio lo odio lo odio lo odio! ¡LO ODIO TANTO! ¡¿Oíste todas las babosadas que decía?! ¡¿Quién se cree que es?! ¡AAGH! ¡Su maldita cara me molesta, su voz es irritante! ¡NO SOPORTO SUS GESTOS DE PENDEJA DE SECUNDARIA! ¡Jah! ¡Bienvenido tus cojones! ¡Cómo si quisiéramos regresar! -Finalizó cruzándose de brazos.

No podía decirle esas cosas en la cara a Siralos, pero por ahora se conformaba con descargarse cuando este no pudiera oírla. Y no es que le preocupara demasiado dedicarle tanto odio en frente de Igls. Ella no parecía ser una botona.

-A-ay, Rieta se enojó feo... -Susurró el de gafas a la loli mientras se alejaba un poco de la peli naranja.

-No la culpo. Esa bashura es horrible... ¡Habló muy mal de papi y ofendió a Licorish! -Susurró en respuesta, señalando con la mirada a su iracundo hermanito, quién aún destilaba odio luego de ser llamado "nieto" o "hijo de Satanick". Para el pobre, no existía ofensa más vulgar.

-Solo quisiera agarrar su cabezota y... Argh... Khh... ¡ARGHH! -Hablando de Licorice... Soltaba gruñidos y maldiciones inentendibles al igual que la genio en lo que sus manos imitaban gestos de exprimir o golpear algo.

Odiaba tanto a ese ser. Todo en su presencia lo irritaba: su imagen, su voz, sus palabras... ¡TODO! Nunca lo creyó posible pero...

-Creo que lo odio incluso más que a esa basura... -Siseó antes de aspirar hondo gracias a las palmadas de su buen amigo, cual murmuraba "Ya... Ya" a modo de calmarlo.

Que fuera capaz de expresar aquello, sin duda decía mucho de la rabia contenida que el joven diablo tuvo que soportar para llegar tan lejos. Si no fuera porque estaba desesperado por recuperar a su madre, nunca se habría humillado de esa forma ante ese travesti de mierda.

-Tks... El único motivo por el cual volvería, sería para empalar su cabeza... -Era una promesa. Algún día en algún futuro se prometía hacerle pagar toda esa humillación a aquel burdo vejete presumido.

-Ya, ya... -Emalf seguía palmeando suavemente la espalda para reconfortarlo un poco. A él tampoco le habían gustado ni un poco las palabras y tonos despectivos del dios cuando hablaba del jefe, pero él no era más que un demonio de flamas subordinado ¿Qué podría hacer contra un dios? No mucho, aparte de que una insolencia de su parte le costaría el plan a Rieta. -Concuerdo, comparado con ese idiota... Satanick no parece ser tan malo.

Al menos ese señor daba risa y trataba de ser buen padre, tampoco lo veía alardeando seriamente sobre sus virtudes ni trataba de hacer sentir inferior a los demás... A excepción de Ivlis, claro.

De hecho... Satanick parecía un ángel al lado del dios que acaban de conocer, cosa que había creído imposible hasta ahora. No paró ni un segundo de tratar de reconfortar a Licorice o calmarlo un poco, todos allí estaban furiosos y con las emociones alborotadas, pero debían ser razonables y mantener la cabeza fría para todo.

Era irónico que a pesar de ser considerado el payaso de esta familia él fuese el más calmo y racional, pero era inevitable al ser el que prefirió taparse los oídos a seguir escuchando a ese rubio oxigenado seguir su parloteo de colegiala sin cerebro.

En lo que los iba guiando en una zona un poco desierta y alejada para dar inicio, Igls no pudo evitar incomodarse ante tanta tensión y silencio después de que la familia flama terminara de desahogarse. No podría culparlos, conocía el carácter del dios y que tan desagradable podría ser para los demás, en especial cuando hablaba de su hermano

No estaba segura si serían vigilados en algún momento por él, pero entre tanto solo quería iniciar una charla.

-N-no es necesario que guarden silencio... De hecho... Me gustaría saber si... Puede decirme ¿Q-que pasó con mi hermano? -Tanteó el tema con delicadeza, aunque por dentro estaba más que desesperada por una respuesta, en especial cuando todos desviaron la mirada con incomodidad excepto Rieta, quien fue la única que estaba dispuesta a responder a sabiendas que los demás no querrían. La verdad es que estaba tan acostumbrada de era automático, pero eso no significaba que no le doliera.

-¿Uh? Oh, eso... Bueno... El señor Ivlis estuvo destruyendo mundos para regresar, y... No le fue muy bien la última vez.

Siguió el relato sin ahorrar un solo detalle, desde el nacimiento de sus dos hijos, el escape del primero y las invasiones hasta los abusos y el nacimiento de Licorice, sin atreverse a ver la reacción del ángel. No se imaginaba como debía estar sintiéndose ella.

-Y... Es básicamente eso. No podemos encontrarlo... -Finalizó luego de un rato, sobresaltándose como los demás al escuchar sus sollozos.

La pobre rubia estaba que moría de solo imaginar cada desagradable experiencia que significó vivir para el diablo de las llamas, sintiéndose aún más impotente por no haber estado allí con él ni poder haber hecho nada por evitar que llegasen a esta situación tan horrible.

Licorice la entendía perfectamente, tanto que por poco se le contagiaba el llanto de no ser porque se obligaba a no hacerlo.

-M-Mi pobre hermano... C-Cuanto lo siento...

-¡L-La tía h está llorando! ¡Nuuuu! -Chilló Poemi, agarrándose de Emalf. Era curioso, el ángel era tan tierno que sí le daba empatía.

-¡A-ah, no llores! ¡N-no es culpa tuya! -Se espantó Rieta al segundo que alcanzó a ver a la pobre hermana de su amo derramar lágrimas y lamentarse. No la consideraban la culpable de todo, pues Siralos bien la pudo haber echado a ella también por haber defendido a Ivlis, y ahora mismo podían ser dos personas las que tendrían que salvar.

-L-Lo siento... Es solo que... -Definitivamente no se quedaría de brazos cruzados ante esto, los ayudaría en todo lo posible. -Ya entiendo... -Como pudo se limpió las fugaces lágrimas que todavía recorrían caprichosamente sus mejillas y cambió su expresión a una más decidida, sorprendiendo de esa manera a los demás. -Yo los ayudaré ¡Pueden contar con todo mi esfuerzo! -Apretó los puños. Esta vez tenía al fin una oportunidad para redimirse y no arruinarlo. Por Ivlis... Lo haría bien. -Así que... Ustedes sirven a mi hermano. -Dio una leve reverencia con sinceridad. -Le estoy eternamente agradecida por ello.

-L-La hermana del jefe nos está halagando...

-¿Uh? N-no es nada... El señor Ivlis es nuestra familia. -Rieta se ruborizó apenada junto a los demás, aunque Emalf solo movía su mano en señal de decir "Oh, basta, me sonrojas". -Él nos importa mucho, no podemos dejarlo así... Lo hallaremos pase lo que pase.

-Cuento con ello. -Suavizó levemente su sonrisa observando a Poemi y Licorice. -No esperaba conocer a dos de mis sobrinos de esta forma... P-pero ya no les haré perder tiempo. Ya en el descanso seguiremos la charla. -Podía notar la insistente mirada del diablo, por eso mismo suponía que estaba impaciente, y no se equivocaba Quería iniciar cuanto antes.

-¿D-Descanso? -A Emalf esto no le sonaba del todo bien, sin embargo no dijo más porque Poemi le dio un codazo para callarlo y que no interrumpiera a su tía.

-Tú... Te llamas Licorice ¿No? Bueno... Antes que nada... Debo pedirte algo y... Es el motivo principal por el cual los traje aquí... -Fue explicando mientras sacaba una goma de uno de sus bolsillos, para terminar por sujetarse su esponjosa cabellera en una sutil coleta.

-Te escucho. -No retrocedería, pidiera lo que pidiera. Igls parecía ser muy cálida y agradable, el profundo cariño que parecía guardar para con su madre ya la hacía una persona que valía la pena para él, pero no estaban allí para solo socializar. -¿Qué debo hacer?

-Pues... -En respuesta, la rubia se alejó algunos metros y se puso en pose de espera. -Atácame con lo mejor que tengas. -Sentención con sepulcral calma, dejando a todos atónitos.

Ellos sabían que pelearían en algún momento mas no esperaron que fuese tan pronto, además eso no quitaba el hecho de que les sorprendiera como Igls dijera aquello naturalmente como si no le importara no poder ver nada ¿Eso no la volvía un blanco fácil? Quizás esto no era tan buena idea después de todo.

¡No! No había que panicarse. Igls era una experta ¿Cierto? Sabría qué hacer.

-No temas. No es un combate real, solo necesito estar segura de tu nivel actual, fortalezas, debilidades, todo. Solo de esa forma podré saber cómo dar inicio. Cada persona es diferente, por lo tanto su entrenamiento igual.

Fuera de calmarse, Licorice seguía dudoso por cierto detalle. -P-Pero... Tú no puedes... -No estaba seguro de atacar alguien que mantenía sus ojos cerrados. -T-Tus...ojos...

Emalf también quería comentar que no era muy justo que Igls peleara con los ojos cerrados, pero si tanto reconocimiento tenía por ser buena en el campo de batalla era por algo ¿Verdad?

Ella sonrió conmovida por su preocupación. Su sobrino le parecía una dulzura total, no dudaba que Ivlis lo había criado. -Descuida. Estaré bien. Tú solo dame todo tu potencial. No olvides tu objetivo. -Alentó de manera que Licorice se motivó y se preparó formando una lanza en sus dedos.

Muy bien... El problema no estaba en si Igls era buena en esto no, más bien era que ella lucía tan dulce y amable que hasta usando un uniforme militar daba la impresión de ser una bella y frágil damisela. Una... Bella y frágil damisela que dejó en el suelo a su amigo en dos segundos cuando este se le abalanzó de manera que Igls muy sencillamente se defendió agachándose y agarrándolo del brazo para azotarlo contra el suelo.

-¡¿Pero qué...?! -Casi se le cae la mandíbula de la impresión, quizás habían subestimado mucho a Igls o sobre estimado a Licorice. Lo que le preocupaba era, el niño requería mucha energía para tomar la forma adulta y temía que eso se considerara una debilidad en el futuro, no dudaba que Igls le enseñaría a mantenerla también, pero no sería fácil.

-¡Oh! ¡La tía Iglsh sí que es fuerte... -Comentó aún sorprendida ante lo que veían. Se prometía no volver a subestimar a los ciegos jamás. -¿Licorish estará bien? -Dudó un poco, aunque verlo aún en su forma adulta debía significar algo ¿No?

-C-Creo que sí... -Murmuró sudando frío, la peli naranja, mientras observaba a Igls chillar aterrada a su sobrino mareado.

-¡L-Lo siento! ¿Fui muy brusca? ¡Licorice! ¿Estás bien? -Se apresuró a atropellar en preguntas en lo que se acercaba a ayudar a incorporarse a su pequeño sobrino, quien aún en el suelo trataba de recuperarse y dejar de ver murciélagos revolotearle por la cabeza. -P-Perdón... Fue sin querer. -Esto de entrenar a alguien sin experiencia era mucho más difícil de lo que aparentaba.

-E-Estoy bien... No dolió... -Balbuceó algo mareado desde el suelo. Bueno. Quizás eso llevaría más tiempo de que esperaba... Más si le seguían causando este tipo de contusiones. -¡O-Otra vez!

-Creo que... Esto tardará. -Se lamentó el de gafas sentándose con los demás a una distancia más considerable.

-Eso no importa, Emalf. -Pronunció la genio, sonriente al visualizar al ángel de luz explicarle a Licorice con indicaciones corporales y movimientos cómo había hecho su movida. -Mientras podamos salvar al señor Ivlis esperaremos el tiempo necesario.

Ya habían avanzado un paso más en sus planes, debían mantenlo así y lograrían el objetivo. Ese pensamiento lograba que el menor olvidara rápidamente el dolor de cabeza para poner atención a cada palabra de Igls.

Madre... Donde quiera que estés... Espérame.

(...)

Estaba tan frío... Se sentía helado.

No tenía consciencia del todo, y sin embargo la piel le dolía ante el frío intenso y... ¿Húmedo? Que sentía sobre él y rápidamente al estar sobre su rostro lo hizo despertar entre tos y respiraciones agitadas.

-¡Cucaracha! ¡Estás despierto! Por un segundo creí que no lo resistirías. -Musitó con alivio la voz del diablo de Pitch Black, al cual luego de enfocar bien la visión y hacerla menos borrosa pudo visualizar delante de él con las manos empapadas.

El desgraciado lo había mojado con agua de lluvia para que despertara.

Soltó un quejido, la cabeza le dolía a horrores, pero no tanto como piernas, o al menos la parte superior de las rodillas, pues más abajo no sentía absolutamente nada. Quizás... El frío ya había logrado entumecerlo. Sin embargo, apenas se removió bajo la mirada incómoda de Satanick, su mano tocó algo líquido que no se sentía tan frío como el agua.

-Q-Qué... -Observó la palma de su mano tintada de un rojo tan oscuro que casi era negro. Estaba rodeado de charcos inmensos de sangre, la cual por el color deducía que no era de su captor.

-¿Por qué pones esa cara, cucarachín? -La forma poco inocente del oji violeta al inclinar su cabeza a otro lado no le dio buena espina. -¿No reconoces tu propia sangre?

Con el corazón hasta el cuello, Ivlis sudó en frío y cerró los ojos fuertemente, como si eso ayudara a ignorar sus palabras, como si eso negara la realidad.

E-Estoy seguro de que solo lo soñé... S-Solo fue un sueño.

Estaba tan equivocado...

El grito agonizante que desgarró su garganta al verse a sí mismo no tenía manera de describirse. No fue un sueño, sus piernas... No estaban.

-¡¿Q-Qué es lo que...?! ¡¿P-POR QUÉ TÚ...?! -Esto no tenía nombre, literalmente estaba amputado desde la parte superior de las rodillas y a eso se debía el estar rodeado de tanta sangre.

Realmente había fallado... Había perdido su ruta de escape, su oportunidad, y ni arrastrarse podría ahora porque su cadena estaba asegurada bajo una pila de rocas antes de llegar a las manos de Satanick, quien le miraba expectante como si nada ocurriera.

Estaba tan desesperado que no midió las consecuencias... Y ahora... Ya todo se había acabado.

No podía huir, no podía hacer nada, ni siquiera librarse de aquella incesante tortura acabando con su propia vida, estaba oficialmente condenado y la culpa era suya, porque como siempre no pensaba las cosas dos veces antes de actuar.

¿Por qué estaba ocurriendo esto? ¿Por qué...?

Lo peor de todo fue comprobar que cuando Satanick se agachó a su altura y trató de alcanzar su rostro, no sintió desagrado de él, sintió miedo.

Estaba aterrado de él, por primera vez en su vida Satanick no le inspiraba odio, sino completo e indudable temor, cual lo obligó a reaccionar alejándose erráticamente como pudo hasta apegarse al rincón y esconder la cara en una de sus manos mientras su otro brazo se abrazaba a sí mismo temblorosamente, igual que el resto de su cuerpo.

-Ivlis... No me hagas quedar como el malo aquí. -Susurró logrando apresarlo entre sus fríos brazos. El diablo de flamas no se resistió, pero no por ello dejó de llorar y balbucear del pánico que le provocaba tenerlo cerca. -Era necesario... Si huyes de mí no podremos estar juntos... Y tú no quieres eso ¿Verdad?

Así de bajo había caído... Tanto como para negar eufóricamente, temeroso de provocar enojo.

-¡Me alegra que lo comprendas, cucarachín! Fue difícil para mí también... Quiero decir... Sangrabas mucho, tuve que usar mi saco para vendarte. -Efectivamente, la zona afectada ya no chorreaba tanta sangre, aunque sí goteaba un poco entre la tela negra de los vendajes improvisados.

Por poco se calmaba, pero el horror que le causó ver sus extremidades inertes en el suelo luego de haberse estrellado contra las paredes y marcar líneas rojas lo hizo volver a estallar en llanto a la vez que el azabache, sin prestar atención a ello, jugueteaba con sus largos cabellos rojos enredándolos en sus dedos con escalofriante paciencia y dedicación.

-Oh, no llores por eso, Ivlis... Solo eran partes inútiles de tu cuerpo. Nunca te sirvieron contra mí, después de todo. -Rió, viendo su comentario como algo chistoso que solo aumentó el dolor que cerraba a cada instante la garganta del de mechas rojas hasta hacer sus hipeos y llantos ahogados. -Vamos... Deja de llorar ¡Lo hice porque te amo! Quiero que estemos juntos, no que huyas de mí como siempre haces... Yo te dije que no quería hacerte daño, pero... Tú me obligaste ¿Por qué, Ivlis? ¿Por qué no pudiste cooperar? Podríamos estar tan felices tú y yo si no te alejaras de mí.

No obtuvo respuesta, él no dejaba su estado alterado.

-No puedo dejar que me abandones... No lo harás, no como los demás... Porque... ¿Sabes? No eres la primera persona que amo.

Su voz se entonaba afligida y demencial a la vez ¿Eso era posible? Con él... Sí lo era. Más aterrador resultaba que mientras escuchaba, tenía que soportar cómo empezaban a caer sobre sí gotas espesas color púrpura que se deslizaban cada vez más rápido de la boca ajena.

-Yo estaba tan triste... Fumus me dejó tan roto pero... ¡Entonces conocí a Lil! ¿La conoces, cucarachín? No ¿Verdad? Cuando la conocí supe que la amaba... Ella era como yo, ella tampoco creía que alguien podría amarla pero... ¡Pero fuimos felices! ¡Fuimos tan felices! ¡Hasta tuvimos un niño! -En cierto momento, la tos empezó a interrumpir su hablar, incapaz de controlar los retorcijones que le provocaba el dolor en su estómago. -P-Pero ella... Se fue... Sin decirme nada... Sin explicaciones... Solo desapareció y me dejó tan destrozado... Todos siempre me desprecian, me repugnan, me señalan... Lil era diferente pero al final... Resultó ser como los demás.

...Él tampoco es amado.

-¡Y tú no estás lejos de eso, cucaracha! Ah, pero... ¡No hay forma de que me abandones ahora! H-Hahaha... T-Te podrás quedar conmigo... Blugh... S-Siempre... Siempre... Ambos somos tan parecidos, Ivlis... A nosotros nadie nos amó, p-pero... ¡Eso puede cambiar! ¡Cambiará, lo sé! ¡Una vez que me ames todo cambiará! ¡B-Blugh...!

Y-Yo n-nunca... ¡Yo nunca p-podría...!

-Hey, Ivlis...

N-No quiero... No quiero, no quiero, no quiero, no quiero. No, no, no, no, no ¡Jamás, jamás, jamás, jamás!

Apretó los labios al sentir su helada meno sobre su húmeda mejilla, viéndose obligado a poner su atención sobre su mirada loca y a la vez suplicante.

-Á M A M E . . . Á M A M E H A S T A E N L O Q U E C E R . . .

No hubo tiempo de reacciones o impedimentos, sus labios se unieron forzosamente ahogando sin piedad la boca de Ivlis con un sabor metálico que inundó su interior hasta deslizarse del límite del beso de ambos diablos.

Y-Yo no voy a... Y-Yo no puedo...

¿Y entonces por qué sus manos se aferraron a sus brazos y sus ojos se cerraron? ¿Qué estaba ocurriendo con él? ¿Por qué no impedía que la vitalidad púrpura de su captor se le transfiriera?

De pronto él estaba intoxicando sus sentidos.

Satanick...

(...)

Satanick...

Sus dedos rozaron delicadamente la superficie de la mesita de noche a un lado de la cama matrimonial. Era tal cual la recordaba, con esponjoso acolchado blanco ideal para las paredes rosa opaco y los muebles café. Su habitación, la que alguna vez compartió con él.

Esto le traía tantos recuerdos... Ocasiones picantes dignas de ambos esposos, noches en las que Glasses iba a dormir con ambos por pesadillas, inusuales momentos que calmaba el llanto de su esposo tras un mal suelo, acariciando su cabello con la sutileza que solo ella poseía.

Era triste haber renunciado a todo eso y haber acabado de esta manera, pensar en ello hacía aumentar el dolor en su pecho.

Su atención se desvió gradualmente hasta uno de los muebles delante de la cama, pegado a la pared. Había marcos de fotos, tantos de Satanick y Glasses como del mismo solo y uno que otro de Licorice. Pero aquel que le interesó fue uno dado vuelta, cubierto de polvo.

Lo tomó con cuidado, pasando la pomposa manga de su vestido sobre el vidrio hasta verla bien, y fue cuando lo logró que las lágrimas no tardaron en acumularse en sus ojos.

Era la foto de su boda.

Satanick la traía en brazos, ambos vestidos elegantemente con un vestido blanco bastante inapropiado para una boda y un traje negro adornado con una capa roja, los dos con la misma expresión de alegría y dicha al mirarse el uno al otro, con emoción.

Él aún conservaba esa foto.

Y saberlo la hacía sentir culpable.

-Mon amour... ¿Acaso lo que hice no te hizo bien?

Ella fue tan tonta al creer que así sería...

_..._

La noche había caído en Pitch Black World. Todo era silencioso y pacífico, una hermosa, fresca y relajante noche de verano estrellada, ideal para que todos en el castillo durmieran cómodamente en sus habitaciones.

Todos salvo ella.

Había intentado hacerlo, pero ni los mimos juguetones de Satanick la habían ayudado. Ese día había dicho sentirse con dolor de cabeza y por ende habían pospuesto su noche pasional, a lo cual Satanick no pareció tener problema. Es más, se había encargado recelosamente de atenerla y mantenerla en cama hasta que se sintiera mejor, aun cuando ni él tenía tantas energías.

Lil había mentido.

Desde hace mucho tiempo, la subcubo estaba cada vez más preocupada por el diablo. Se agotaba fácilmente, le daban mareos, jaqueca, caídas de presión y adormecimiento. Nadie sabía cómo explicar esos raros síntomas, ni siquiera Víctor, y que Satanick alegara estar perfectamente bien no ayudaba mucho a que siguiesen investigando la razón.

Lil sabía el por qué.

Por más que deseara negarlo, hace tres días se le vio confirmada la razón.

Satanick y ella habían tenido un encuentro sexual antes de ir a cenar, y cuando compartieron dicha actividad con los demás servidores y su hijo, el azabache sufrió un colapso que lo desmayó unos largos minutos. Mencionó estar bien luego de despertar, dijo que solo fue una caída de azúcar, pero eso no convenció a Lil, la cual sin explicación empezó a llorar desesperadamente mientras su esposo trataba de calmarla con un abrazo.

Estaba claro.

Lil era la culpable.

"Solo... No te despiertes."

Pensó nerviosa hasta que logró zafarse del abrazo del azabache, quien se removió algo incómodo pero no despertó ni aun cuando la peli rosa empezó a vestirse silenciosamente aguantando las ganas de llorar.

Lo había dudado cuando los síntomas aparecieron, pero eso indicó que era verdad.

Ella... Era una subcubo, estaba claro y no era un secreto para nadie. Daba placer a los hombres y se alimentaba con su energía para realzar su belleza y vitalidad. Así fue creada, era inevitable...

Tanto como era inevitable que en su matrimonio su vida sexual fuese activa.

La cosa era simple de explicar, pero no por eso menos dolorosa.

Estaba secando a Satanick, estaba arrebatando sus energías y en algún punto trágico e inesperado de su vida él moriría en sus brazos gracias a su deliciosa adicción. Solo había resistido más por ser un diablo, de lo contrario esto hubiese ocurrido hace mucho tiempo atrás.

Lil no lo negaba, amaba el sexo y que su esposo pensara igual, pero... Lo amaba más a él.

"Bien... Todo listo."

Antes de dormir y de que Satanick le llevara la comida a la cama había empacado sus cosas y las había escondido de manera que nadie lo notara. Sería fácil huir.

Vamos... Había sido genial probar esta vida. Pero no podía durar para siempre.

Ella era una subcubo, fue creada con el vil propósito de ser deseada pero no amada. Bella y atrayente, pero incapaz de ser fiel. Una puta por naturaleza, destino bastante cruel y que debías aceptar si no querías morir de un simple refriado por negarte a los deseos carnales.

Siempre había creído que por eso mismo estaría sola, que tendría una vida vacía llena de amantes momentáneos cada noche, pero repleta de soledad durante el día, hasta que... Su camino se cruzó con el diablo de Pitch Black World de casualidad en una elegante fiesta donde él aseguró que le había fascinado desde el momento en que pudo verla beber a distancia.

Satanick había hecho un giro de 180 grados en su vida, mostrándole placeres inimaginables que no eran sexuales para nada. El placer de besar con castidad, de tomar a mano de alguien, abrazarse, recostarse junto al otro sin intenciones perversas y solo mirar el cielo estrellado buscando constelaciones, bailar torpemente con música clásica en la sala de su hogar entre risas y halagos, de pronunciar "Acepto" y llorar de alegría por un simple anillo en su dedo, de peleas y momentos absurdos gracias al humor de embarazada, de ver crecer a un niño de los dos y compartir momentos con él, ya sean llantos que calmar en la noche o risas familiares en paseos.

El placer del amor.

Ese que él le profesaba al tomar su mano entre las sábanas y no desaparecer de su cama al día siguiente y en vez de eso abrazarla cálidamente.

El placer de ser amada.

Un placer que en algún momento se acabaría... Porque... Ella era una subcubo.

Había pensado antes que Satanick se aburriría de ella, siempre lo creyó, toda su vida desde que fue creada por Fumus se le aseguró que todo aquel que le jurara su amor terminaría por dejarla al considerarlo un juego o un entretenimiento por su naturaleza.

Oh, y a pesar de que él le dijo que su especie no le interesaba... Ella sabía que pronto, más aún si se enteraba de que tenía la culpa de su malestar, la dejaría.

Ella... Solo estaba adelantándose a eso.

Si necesitaba romperle el corazón para que siguiese vivo, entonces lo haría. Aunque no dudaba en que él lo olvidaría o le daría igual.

Miró una última vez a su dormido marido y terminó por dejar que las lágrimas recorrieran sus mejillas al sonreír amargamente y darse el lujo de besar por última vez sus labios.

-Perdóname por esto, Satanick... Estarás mejor sin mí.

Con esas palabras, abandonó la habitación, abandonó su hogar... A su esposo.

No quiso mirar atrás en su camino a un hotel, sabía que si lo hacía se arrepentiría como había ocurrido en otras ocasiones.

Esto... Era el fin de todo ¿No?

Lil abandonó a Satanick...

_..._

Pensar que cuando estaba en el hotel una lluvia infernal azotó Pitch Black World por meses enteros la dejaba dolida.

Negó que era por ella, pero ahora se daba cuenta de que así fue. Él había quedado destrozado desde su partida, y temía que la culpa de todas las desgracias que ocurrían ahora e involucraban a tantas personas recayera en ella.

Oh... Tantos años y tantos amantes maravillosos y a pesar de eso el sentimiento que la angustió al enterarse de la fatídica noticia nunca se borró.

Jamás dejé de amarlo...

Pero él no lo sabía... Y tenía miedo de que ahora no lo hiciera nunca más.

(...)

-Uhn... Poemi ¿Has visto a Rieta por algún lado? -La voz del joven diablo hizo a la castaña levantar su vista de su dibujo.

-Creo que está en el abismo. Se fue hace un largo rato. -En medio de sus hablar no pudo evitar fijarse en que su hermano lucía cansado. Los días habían pasado y Licorice se había acostumbrado más rápido de lo esperado a los entrenamientos de Igls. Claro, el calor lo obligaba a hacerlo sin camisa y para su mayor molestia tenía que atarse de manera diferente el cabello porque lo estorbaba mucho.

Hizo una mueca, ella no terminaba de acostumbrarse a ver a Licorice lleno de vendas. Desde el torso hasta incluso parte de los brazos y las palmas de la mano. El diablo siempre tenía una nueva cicatriz cada día, y si bien no eran de heridas profundas no dejaba de preocuparle con cuanta rapidez empezaron a esparcirse.

Aun si desaparecían en un tiempo... Era molesto tener que verlas. Su tía no era malintencionada y no podía culparla por herirlo una que otra vez, ella a veces pasaba por lo mismo y dar todo su potencial era para ayudar.

-Gracias... ¿De casualidad no...?

No alcanzó a formularlo, su hermana ya había levantado un botiquín y lo balanceó un par de veces con una mirada de "Me subestimas mucho" antes de lanzarlo directamente a sus manos.

-Emalfsh consiguió unas vendas menos tirantes, de todos modos recuerda no gastarlas mucho. -Tras el asentimiento del menor y verlo tomar su camisa de una silla, volvió a suspirar guardando silencio por un segundo. No se atrevió a decir nada hasta verlo casi desaparecer por el pasillo. -¿Para qué buscas a Rieta? No necesitas ayuda para curarte tú solo y siempre vienes cansado.

-Nada importante, solo... Necesito hablar con ella. -Poemi no insistió más y lo dejó ir. No estaba del todo satisfecha con su respuesta, pero no quiso insistir.

Licorice nunca fue un chico fácil de entender, era difícil comprenderlo cuando sacaba a la luz el revoltijo de sentimientos o emociones que lo abarrotaban y había ciertos asuntos de los cuales no quería hablar a menos que fuese con la persona indicada. Y por su vacilación al hablar supo que ella no era esa persona.

Aun si era la aterradora loli que disfrutaba actuar como una niña, no por ello era una tonta o una insensible. Licorice era su hermano menor y a pesar de todo lo amaba, por ello le era difícil tener que adaptarse a todo el cambio drástico que habían tomado sus vidas, en especial la suya.

Era difícil aceptar que en un poco más de tiempo la forma real e infantil de Licorice pasaría a ser algo que solo existiría en su memoria.

_..._

-Listo o no... ¡Aquí voy!

Cautelosamente, Rieta miró de un lado a otro, analizando el terreno y fijándose en cada rincón. Sonrió burlona apoyándose sobre el poste donde estaba contando con anterioridad y se cruzó de brazos soltando una risotada.

-¡Ivlis, te puedo ver desde aquí! El escondite es muy pequeño y tus alas te delatan. -Exclamó a distancia a una pila de rocas café del camino. Efectivamente, de atrás se asomó el diablo de flamas conteniéndose a inflar las mejillas y hacerle pucheros a la genio.

¡Hey, no era su culpa que las benditas alas revelaran su ubicación!

-¡No es justo, Rieta! ¡¿Por qué siempre ganas?!

-¡No es mi culpa que no sepas esconderte!

-Ofendes mi título como mejor jugador de las escondidas, y a Igls eso le consta. -Comentó con falsa vanidad, en lo que su amiga le daba un leve golpecito en el hombro.

-¿Ya vas a dejar de quejarte, Ivlis? El juego se acabó y... Oh, es muy tarde. -Murmuró al notar como el cielo se había tornado más oscuro con el paso de las horas que gastaron en corretearse y jugar como un par de niños.

-Siralos no volverá hasta mañana, así que... ¡Vamos arriba! ¡Quiero enseñarte algo! -La genio no puso resistencia y dejó que el diablo de flamas la cargara al estilo nupcial mientras extendía sus alas y alzaba el vuelo.

Ah, adoraba cuando hacían estos pequeños escapes que solo ellos conocían.

-¿Es una sorpresa? -Indagó con picardía, ahogando un chillido cuando la cola de Ivlis se posó sobre sus ojos. -¡Oye!

-¡No veas! ¡Arruinaría todo!

-Oh, si tú insistes... -Decidió no molestarse más y esperar pacientemente. Una vez que llegaron e Ivlis pisó tierra, dejó a Rieta incorporarse aun sin poder ver. Sonrió emocionado para sí mismo moviéndose levemente de arriba abajo como cortos estiramientos ansiosos.

-¡Ya puedes ver, vamos, mira!

-Ya voy, ya voy. -Rió ella, abriendo los ojos al tiempo en que su rostro iba expresando sorpresa y admiración en el cielo. -W-Waw...

La tierra de los soles durante la tarde tenía cierta particularidad... Si bien los soles no bajaban por el horizonte como se ve en otros mundos, estos se hacen menos brillantes hasta lograr colores como rojo o naranja. Ningún sol lo hacía al mismo tiempo, por lo que ahora el cielo parecía un lienzo manchado en diferentes tonalidades del rojo, naranja y amarillo, haciéndose aun más hermoso si lograbas notar que las estrellas empezaban a tomar algo de relevo y se veían como una decoración perfecta en el firmamento.

La genio llevó las manos a su pecho maravillada y suspiró. Nunca había visto algo tan hermoso en el infierno.

-Ivlis... Es bellísimo... -Murmuró presa de la emoción sin apartar la mirada.

-Supuse que te podría gustar. Aquí es muy común ver esto todas las tardes por lo que nadie se sorprende tanto, pero... A mí me sigue pareciendo hermoso, no importa cuántas veces lo mires.

Un silencio pleno llegó al aire, colmándolo de calma y sosiego. En medio de su enmudecimiento, la peli naranja apoyó su cabeza sobre el brazo de su amigo y este respondió llevando una mano hasta el brazo ajeno, y se quedaron así unos segundos.

-¿Sabes... Por qué me gusta tanto cuando el cielo se ve de esta manera?

-Porque es bello.

-Puede ser, pero... Es más por otra cosa. -Ella no lo entendió, así que pronunció un "¿Uhn?", alcanzando a notar que el diablo bajaba la mirada a medida que hablaba, casi aparentando que algo de afligía. -Durante la noche y el día siempre se ve el mismo color, pero cuando es de tarde... Más de un millón de tonalidades diferentes están juntas y forman algo hermoso. Me hace pensar... Que convivir con alguien diferente a ti, si lo haces de la manera adecuada, puede resultar en algo bueno... Algo así... Como...

-¿Cómo...? -¿Era idea suya, o Ivlis se veía algo apagado ahora?

-Como todos nosotros... Ángeles, demonios, yo... El señor Siralos. Él no me deja convivir mucho con ángeles. Dice que no es apropiado a menos que no se trate de mi hermana. En cuanto a los demonios... Bueno, ya sabes qué piensa sobre ellos. -Ella cayó en un profundo silencio. -Por eso... Estoy muy agradecido de haberte conocido, Rieta. Haces que no me sienta solo o juzgado si opino demasiado. Me gusta mucho tu compañía, cuento los segundos hasta que Siralos se vaya a alguna reunión o viaje solo para buscarte.

Ante tales palabras la oji rubí se ruborizó y sintió su corazón desbocándose. Esa sinceridad... Siempre tan elegante en una voz sutil... La dejaba tan indefensa.

-Yo también estoy feliz de haberte conocido, Ivlis... Aun si nos descubrieran, estoy segura de que encontraríamos la manera de vernos.

-Sabes que la encontraría.

Aun si Siralos le prohibió bajar al infierno y relacionarse con demonios, incluso si ser descubierto le traería problemas... A pesar de ser consciente de que estaba desobedeciendo a su amado padre... El caer de nuevo en esa sensación de soledad no estaba en los planes de Ivlis. No deseaba volver a la monotonía que era tratar solo con dos personas, de las cuales solo una tenía el tiempo para él, pero no la flexibilidad para hablar de ciertos asuntos con libertad.

Rieta era cálida y confiable, la mejor compañía que había podido pedir. No perdería eso así como así.

No entendía por qué Siralos lo quería tener tan recluido pero... Daban igual sus motivos.

-Rieta... ¿Puedo preguntarte algo?

-Lo que quieras.

Ivlis volvió a callar, como si buscara las palabras correctas para expresarse. -Tú siempre... Estarás conmigo ¿Verdad? Eres mi mejor amiga, no quiero estar lejos de ti.

-Ivlis... -Suspiró conmovida, no dudando en abrazarlo, sorprendiéndolo bastante pero no por ello siéndole rechazado tal gesto. -Siempre estaré contigo en las buenas y en las malas. No importa qué ocurra, iré hasta el fin del mundo para encontrarte.

No se necesitaron más palabras, solo apretar el abrazo de forma reconfortante y no soltarse hasta que el momento en que las emociones mermaran llegara.

(...)

-¿Señor Ivlis?

El diablo de flamas se sobresaltó apenas salió de sus pensamientos bruscamente.

Era de noche en el infierno y la luna bañaba de un rojo sangre todo a su alcance, hasta al de mechas rojas que se hallaba sentado sobre el tejado más alto del castillo, observando el cielo en silencio.

-Rieta... ¿Qué haces aquí?

-No lo vi en su cama antes de ir a acostarme y me preocupé por usted, es todo.

Silencio.

-Ya veo... -Su mirada dorada y opaca se posó de soslayo unos breves momentos sobre su servidora, volviéndose segundos después al cielo.

La genio no era ninguna tonta. Sabía perfectamente el porqué de esa escapada nocturna, y sin embargo no dijo nada al respecto, solo se sentó a su lado lentamente y copió su acción antes de escucharlo hablar con un tono vago y vacío, como si siguiese perdido en sus pensamientos.

-Este lugar siempre es tan... Rojo. -Pausó bajando la mirada. -Nunca hay otros colores aquí. Tal vez naranja pero... No hay amarillo... ¿Aquí los colores son así de solitarios, Rieta? Aquí no... ¿Aquí no hay amarillo?

Le dolía profundamente oírlo así, al borde del llanto, pero sin embargo supo qué hacer.

-Hay muchas tonalidades de rojo, señor Ivlis. Yo no diría que es un color tan solitario. -Musitó apoyando su mano sobre la de su amo, quien le miró un segundo antes de volver abajo y sentir que se humedecían sus mejillas.

"Para él, un solo color siempre estaba solo..."

Sin perder más tiempo, la genio atrajo hacia ella al sollozante diablo y dejó que este se aferrara con todas sus fuerzas mientras se encargaba de acariciar su cabeza para calmarlo.

-No llores, Ivlis... Me harás llorar a mí también. -Trató de reír, aunque de esa forma solo logró lo que no quería en primer lugar que era llorar de la misma manera.

-U-Ugh... Rieta... ¿P-Por qué...?

-E-Está bien... Todo estará bien, lo prometo. -Decía sin soltarlo. -Yo nunca lo abandonaré, señor Ivlis...

"... Quisiera haberlo cumplido."

_..._

Luego de un largo recorrido, Licorice alcanzó a ver a la genio sentada en el borde del abismo. Era usual verla andar afuera del castillo cuando era de tarde, pero era la primera vez que elegía un lugar tan peculiar para hacerlo.

Sin intenciones de ser sigiloso, se acercó y se sentó a su lado. Ella lo notó, por lo que no se asustó ni decidió impedírselo.

-Él amaba cuando el cielo se veía de esta manera. -Comentó afligida sin apartar la vista de los alrededores. Licorice se interesó en sus palabras y se alivió, pues él no sabía cómo comenzar el mismo tema sin tomar por sorpresa a su niñera.

-Madre... ¿Vivió aquí antes? -No sabía bien cómo ordenar su mente o sus preguntas, pero no le costaría enfocarse en el tema principal hasta llegar al punto que deseaba.

-Sí, toda su vida hasta la joven adultez. -Sonrió melancólica, tenía miles de recuerdos de su amo en ese entonces, cuando él todavía sonreía, cuando era diferente. -Él era la representación de la fidelidad e ingenuidad... Lo era. -Después del exilio tuvo el dolor de contemplar como Ivlis cada vez se volvía más vengativo, gruñón y serio, creciendo entre el rencor y la destrucción, pero ella aún mantenía la esperanza de que el diablo que alguna vez conoció regresaría a ser casi el mismo.

No perdería la fe en que Licorice no pasaría por ello y sería siempre el mismo chico dulce, cariñoso y respetuoso. Ellos se encargarían de no hacerlo caer en lo mismo que su madre. Después de todo... No hacían nada de esto por venganza, sino para salvar al de mechas rojas.

-¿Me dirías más de ella? -Pidió tímidamente, conteniendo el aliento cuando ella asintió.

-Él se parecía tanto a ti ¿Sabes? Se veía como un adulto, pero por dentro tenía la curiosidad y la inocencia de un niño. Creía en la integridad... En que las diferencias no importaban y que todos podrían estar juntos. Por eso amaba tanto este cielo.

Licorice escuchaba a la genio curioso y algo más animado de lo que salió de su entrenamiento.
Trataba de imaginarse a su madre en aquel entonces, partiendo a parte de su corazón latir acelerado.

No es que nunca haya visto a Ivlis sonreír, pero usualmente no lo veía hacerlo y llevaba un semblante amargo o serio en el rostro ¿Qué sería el verlo siempre con una expresión radiante y feliz? Era difícil visualizarlo, mas no por ello no se sentía pleno al intentarlo, y miserable al mismo tiempo por no haber logrado el mismo resultado hace tiempo, lamentándose también el cruel destino que seguía abusando del diablo en llamas, pero comprometiéndose a mejorarlo una vez que lo encontrara.

Sí... Estaba jurado.

Se encargaría de cambiar las cosas cuando Ivlis regresara. Después de esto no habría tolerancia hacia la basura de su padre y podría alejarlo definitivamente de su madre para que empezara una vida mejor.

Sabía que no sería fácil, que tomaría tiempo... Que el diablo de flamas no podría ir al ritmo del resto luego de tan horrible experiencia, pero eso no importaba, porque lo esperaría todo lo que fuese necesario hasta el final.

Ya era hora de que él comenzara a ser feliz.

-Jamás entenderé por qué las cosas siempre salen mal para él.

Había una duda más en la mente de Licorice, solo que no sabía si era correcto decirlo ahora. Era algo que nunca comprendió del todo.

-Yo tampoco... Por eso quiero saber... ¿Por qué madre fue desterrada?

-La respuesta estará perdida en el tiempo, he de suponer. Yo no lo sé... Ni siquiera Ivlis podría haberlo sabido del todo... Cuando lo consolé no paraba de preguntarme por qué ocurrió eso... Qué es lo que hizo mal.

Apretó los labios con frustración y llevó las manos a su propio rostro conteniendo sus ganas de llorar, cuales fueron satisfechas apenas el menor la rodeó con un brazo para mostrarle apoyo.

A él también le dolía, él también quería llorar de solo imaginarse aquello... Pero sería fuerte por los demás. Sabía cuan desgarrador debía ser para la genio.

-Lo extraño tanto...

Sin embargo... El llanto de Rieta se cortó en el momento en que sintió que unas gotas caían en su hombro.

No necesitaba verlo para saber qué era.

-Está bien... L-Lo encontraremos, Licorice...

Trataba de ser fuerte... Pero seguía siendo un niño.

(...)

-¡Rieta, qué bien! Te buscaba. -La genio se contuvo de bufar fastidiada apenas Siralos se acercó a ella para quién sabe qué cosa. No estaba de buenas y haber llorado tanto la había secado hasta de emociones ¿Qué quería ahora el travesti? Maldecía su tonto papel como buena huésped, no terminaba de digerir que tendrían que vivir con el dios del sol y no podría partirle una mesa en la cabeza. -Seguramente Igls se preguntará en donde estoy, así que solo dile que salí al jardín.

-Entendido. -Asintió ella retirándose lo más rápido posible por los pasillos. Mientras más rápido hablara con la tierna Igls más pronto recuperaría su humor habitual. En ello le dejaría a Siralos hacer lo que se le antojara, le vendría bien tenerlo lejos.

El dios del sol, sin más, caminó sin apuro hasta la puerta trasera. Le urgía algo de aire fresco en su hermoso jardín de girasoles y relajarse sobre una de las bancas.

Ah, era complicado para él ter que convivir día a día con gente relacionada a su diablo. No por guardarles rencor o algo por el estilo, sino porque la simple pronunciación de su nombre con tanto cariño de su parte lo dejaba con un sabor desagradable en la boca.

Ni con los años esa reacción fue capaz de cambiar.

Una vez avanzó entre las flores, su mirada se desvió hacia adelante donde visualizó a su nieto menor sentado en la banca, mirando algo que sostenía en la mano y no alcanzaba a deducir qué era.

Sonrió y carraspeó la garganta llamando su atención una vez que estuvo cerca, mofándose de la expresión sorprendida del joven al verlo.

-¿Interrumpo algo? -Licorice negó con la cabeza ya superando la sobresaltación anterior y suspiró volviendo la vista al medallón entre sus dedos que el rubio no tardó en reconocer como la insignia que tanto Igls como Ivlis usaban. Era de suponer que aquella que él tenía era de Ivlis.

Qué desilusión...

Su nieto era agradable, decente y hasta podía decir que tenía porte y elegancia como para ser el hijo de un ser tan patético y repugnante. Bah, mérito de su querido amigo Satanick ¿No? Pensar en eso lo mermaba incluso teniendo que soportar el color de sus ojos.

Dorados... Como los de su madre.

-Oh... Esa es mi insignia ¿Te gusta, Licorice? -Comentó sentándose en el respaldar de la banca, complacido con su asentimiento.

Licorice no pensaba así, sin embargo estaba desgraciadamente obligado a siempre dar la razón al dios del sol no importaba qué. Estaba más acostumbrado a eso, pero no dejaba de ser insufrible.

Era tan humillante... Rebajarse a un siervo de un malnacido como él. Era afortunado de que el recordatorio de su madre siempre lo animara a mantener la compostura.

Todo sea por ella ¿No?

Eso era exactamente lo que molestaba a Siralos. Tanto potencial, tanto poder, tanto tiempo desperdiciado solo para ver a esa basura... Ah, no importaba. Confiaba en que pronto Licorice y el resto cambiarían de opinión una vez que se dieran cuenta del honor que era vivir ahí aun siendo demonios.

-Siralos... -Llamó en un tono apagado, dirigiendo la mirada hacia él. Era curioso que inclusive con el dios sentado en un sitio más alto él siguiese teniendo que verlo desde arriba.

-Por favor, qué formalidades. Sabes que puedes decirme "abuelo".

El joven diablo casi se muerde la lengua para no soltarle una sarta de insultos y razones por las cuales no quería recordar que estaban emparentados.

Respira hondo, niño... Respira hondo.

-Preferiría seguir llamándote "Siralos", si no te molesta. No me siento del todo merecedor de llamarte "abuelo" todavía.

Sin duda, el rubio no notaba la segunda intención en aquellas palabras.

No he caído tan bajo aun para llamarte de esa manera, travesti...

-Como desees ¿Qué es lo que necesitas?

El más alto se quedó pensativo ¿Se lo preguntaba o no? Desde hace tiempo quiso confirmar algo con él, algo que no pudo hacer antes ¿Realmente tendría motivos para odiarlo? Claro, le tenía rencor por el daño a su amada madre, eso jamás lo olvidaría. Sin embargo no era del todo justo decir que lo odiaba con todo su ser si no conocía los verdaderos motivos tras tales acciones.

Aunque le costara admitirlo... Su madre no era un santo. Él había hecho mucho daño también... No sabía si fue una maldad lo que ocasionó su destierro.

-Quiero... Preguntarte sobre mi madre.

-Ya me lo esperaba. -Respondió con una risa burlona. -¿Qué quieres saber? -Veía la duda en sus ojos, así que no podría decir tan rápidamente si lo estaba acusando de algo.

-¿Por qué desterraste a madre?... Siempre me lo he preguntado ya que ni él lo sabía. -No hacía falta esconder un tono furioso, pues esto más que eso; le causaba tristeza. Le afligía tanto haber sido consciente del sufrimiento de su madre y no poder aliviarlo.

-Oh... Eso. -Su mirada se ensombreció al instante, detalle que su nieto no dejó pasar por alto, preparándose para lo que sea, mas no para el suspiro agotado que soltó luego. -Verás... Yo no tenía tantos deseos de crearlo en primer lugar.

No querías... ¡¿Crearlo?!

No, Licorice. Contrólate.

-El dios de los dioses, el señor Justim para ser exactos... Me dijo que para lograr el equilibrio en mi mundo debía crear a un diablo para mí y unos demonios. Al principio me dio igual, después de todo él era solo un crío y yo podría moldearlo a mi gusto. Era su "padre", claramente no iba a ser complicado.

Jodido manipulador...

-Soy el dios de este mundo, por ende cada ser debe serme fiel y estar completamente subordinado a mí. Incluso si ese ser es un diablo. Un dios debe ser siempre venerado, un dios siempre es perfecto y no importa qué decisión tome. Sus creyentes y súbditos lo siguen sin dudar. -Silenció con una sonrisa que pronto se vio deformada a una más despreciable. -Ah, pero... Ese indeseable inútil... Cometió ese error... Dudar.

-No creo entender.

-Si aunque sea solo un individuo duda de su dios... ¿No crees que esparcirá sus dudas a los demás? Y cuando eso ocurra ¿Seguirán creyendo a su dios? No, Licorice. El más simple grano de arroz puede inclinar la balanza y desatar el caos, y ese grano de arroz como pensarás... Fue él.

Ensimismado en el mofo que causaban los recuerdos, Siralos no fue capaz de notar que Licorice apretaba sus puños con enojo.

Tú... Maldito ególatra...

-Fui literalmente obligado a echarlo y escarmentarlo. Lo que hizo fue un pecado contra su dios y su mismísimo padre... Aunque...

-¿Aunque?

-Ese no fue el único motivo por el cual me deshice de él. -Rió por lo bajo. -Yo ya estaba considerando desde hace mucho tiempo hacerlo, pero algo me lo impedía. Quiero decir... ¡Piénsalo! Yo... Entre todos los dioses el primero en adiestrar a su propio diablo para que le jurase completa lealtad. El resto no tiene la misma suerte y usualmente sus diablos son unos desobedientes descontrolados que rigen sus propias reglas a sus demonios... Tal vez por eso pensé en hacer puro mi mandato y supuse en que en algún momento dejaría que Ivlis partiera por su cuenta al infierno y lo gobernara bajo mis enseñanzas cuando estuviera listo, de esa manera este mundo sería perfecto ¡Imagínalo!

No hace falta decirlo, pero a Licorice le desagradaba lo que imaginaba.

-Él era una herramienta para ese logro... Pero perdió su utilidad cuando vino a mí con ese palabrerío insolente y me gritó en la cara. Mentiría si dijera que no lo vi venir del todo... Al fin y al cabo es un diablo, lo contrario a un dios... Una repugnante criatura de la oscuridad con horribles cuernos, alas y cola... Agh, me dio tanta rabia que tuve que quitárselas para que no regresara y porque... Vamos, eran hermosas ¡Yo fui quien le dio tal imagen! ¡Yo le di esas hermosas alas y lo dejé vivir a mi lado como si fuese mi hijo! ¿Y así me pagaba? No merecía ser identificado como algo relacionado a mí.

Yo de por sí me pregunto cómo alguien desearía relacionarse contigo...

-Está de más decir que detesto a los demonios... Me da asco todo ser con cuernos, pero claro, existen milagrosas excepciones como lo son tú y tu padre.

Al niño le dio un escalofrío del asco al verse mencionado. Ugh... No era chiste, en serio le agradaba a Siralos... Aun si esto era bueno para su misión, le desagradaba.

-Me repugnan... Sigo preguntándome qué estaba pensando al creer que una criatura como él podría serme leal. Debo admitir que siempre tuve preferencias a Igls, ella era perfecta y lo sigue siendo... Siempre leal, siempre cumplidora, calladita, sin curiosidad, obediente... Jamás me causó ningún problema. Es más... Ella es pura, no como esa basura.

-¿Pura? -Ya se veía venir algún comentario sobre el destino que le aguardó a Ivlis tras haber perdido su poder, lo cual le hacía hervir la sangre.

-Ese tonto creía que yo no me daba cuenta... Eso solo me ayudó a mantenerlo controlado pero...

-¿Siralos...?

El dios volteó hacia su acompañante, frunciendo una mueca con asco y malicia.

-Yo sabía que él estaba enamorado de mí.

Era increíble que tan simples palabras pronunciadas en un tono tan despectivo y burlón lo hicieran arder de la rabia en tan solo pocos segundos. En momentos como estos Licorice ya empezaba a cuestionarse qué tan malo sería apalearlo aunque sea una sola vez.

Esta charla ya había llegado a un punto en el que no se podía parar hasta llegar al final.

-Era sencillo darse cuenta y... Me da tanto asco con solo recordarlo. Desde el momento en que lo supe traté de ser neutral con eso, sin embargo el solo escucharlo hablarme con tanta emoción me dejaba con nauseas... Un dios y un diablo no deben estar juntos, cosa que algunos no cumplen pero... Yo sé qué es lo correcto. -Hizo un gesto de restar importancia. -De todos modos... Es exactamente su amor hacia mí lo que lo hizo humillarse tanto hasta acabar de la manera en que lo hizo ¿Y me duele? En lo absoluto. Me hace feliz que renuncie a tantas cosas que podrían hacerlo feliz en vano para volver a mí, es una maldición por haberme desafiado y él mismo se la impone ¿No es gracioso? Hasta estuve presente el día en el que fuiste concebido ¡Tantos años y tenía la misma mirada que me dirigió cuando lo lancé por el abismo! Me estaba suplicando ayuda... ¡Y creía que yo se la daría! ¡Oh, por Justim!

La carcajada que soltó luego era más que un impulso para hacerlo pedazos ahí mismo.

Le llenaba de frustración no poder hacer nada más que escucharlo y no poder hacer nada al respecto para llevarle la contraria y cerrarle la boca o hacerle saber hasta qué grado llegaba su odio luego de este relato.

Tú... Infeliz...

Para el pobre diablo era inaudito que alguien tan despreciable como Siralos contara con la fortuna que muchos desearían y que la rechazara tanto por su enorme ego y su egoísmo. Con mucha simpleza podía asegurar que Rieta y él también anhelaban la suerte de significar para el diablo de flamas algo más que un familiar o una amiga.

Así que resumiendo tanto palabrerío... Por eso madre fue desterrada... Solo por... ¡¿Solo por haber nacido?!

-Qué suerte que no te pareces a él, Licorice. -Suspiró mirándolo de soslayo cuando decidió levantarse y escapar de la tediosa charla.

No necesito oír más. Ya está todo claro.

Siralos aun con la mirada puesta en él, entrecerró los ojos con un deje de curiosidad y prosiguió a insistir. -Tienes tantas virtudes... Qué pena que malgastes tu tiempo en él.

El más alto se detuvo y observó la insignia en la palma de su mano con odio antes de pronunciar guardando dentro de sí la molestia.

-Sí... Es una verdadera pena amarlo ¿Sabes? Es una lástima que nunca vaya a detenerme hasta encontrarlo.

-Oh, no te preocupes, Licorice. En algún momento tendrás que reaccionar. -Volvió a decir, bajándose de la banca.

Esta charla había retrasado su paseo por el jardín y pensara retomarlo justo ahora, lo cual ciertamente no molestó en lo absoluto al más joven, solo le dio oportunidad de alejarse a paso pesado hasta su propio cuarto, cual de milagro estaba a oscuras gracias a los tablones que logró poner en las ventanas para que la luz del sol no llegara.

Lastimosamente, el color cálido arruinaba la sensación familiar de estar en casa.

Una vez dentro, cerró la puerta y se recostó sobre la cama, estirando el brazo para rebuscar algo debajo de su almohada.

Madre... ¿Cómo pudiste amar a alguien así?

Meditativo, sus dedos jugaron con el extremo de la bufanda de su progenitor. Era aquello lo único que lo consolaba y lo hacía sentir más cercano a Ivlis a pesar de la distancia, no importaba si la tela había perdido su calidez y su aroma característico, con solo verla ya era más que suficiente para darse valor y no olvidar porqué seguía con su papel ante Siralos.

No acostumbraba a volver a su forma de niño a menos que fuese a solas, como en esta ocasión que tenía para descansar y dejar de ser el adulto que debía actuar sereno y fuerte ante los demás.

Podía regresar a ser el mismo, el niño que extrañaba a su madre.

No te preocupes... Te aseguro que haré a ese viejo pagar por todo...

Hace tiempo, cuando el dios del sol apenas era un villano en los cuentos de Rieta o Emalf, el odio que le tenía rozaba el infantilismo propio de él, al saber que había lastimado tanto a Ivlis. Sin embargo siempre quiso guardar el beneficio de la duda en el hipotético caso de que su madre haya actuado de la misma manera que lo hizo al destruir tantos mundos.

De por sí le desagradaba que fuese tan egocéntrico, pero eso solo lo volvía insoportable como mínimo.

Hoy lo había comprobado... Odiaba fervientemente a Siralos. No le perdonaría nada de lo que hizo ni en esta ni en otra vida. En lo que a él le constaba, no tuvo otro motivo para actuar más que el egoísmo y la sed de poder. Sumando que tenía el descaro y el atrevimiento de regodearse del sufrimiento ajeno ¿Existiría ser más despreciable?

Era difícil de decir pero... Empezaba a creer que lo detestaba más que al mismísimo Satanick.

-Ugh... M-Madre... -Sin poder contener más sus lágrimas se abrazó a la prenda del extraviado adulto y cerró con fuerza los ojos, deseando poder escapar de la realidad en el mundo de los sueños. -N-No te preocupes... Te encontraré y me aseguraré de cambiar tu vida...

Yo haré que te sientas amado otra vez...

Solo... Espérame, por favor...

(...)

Días pasaron y la esperanza de Ivlis se apagó hasta ya no dar más.

No había esperanza en un escape, no lo había en que lo rescataran, ni siquiera estaba seguro de que lo hubiese sobre que su familia lo salvara.

Ya había pasado casi un año, lo aseguraba.

En el corto lapso de tiempo en que perdió sus extremidades inferiores, las cosas cambiaron de un modo extraño para él. Los abusos íntimos de Satanick ya no se daban, no hubo más golpes o heridas graves, de hecho él a veces le preguntaba si se sentía bien en las piernas.

Era extraño... ¿Acaso le estaba dando piedad por lo anterior? Satanick nunca había tenido ese tipo de amabilidad con él antes de...

Él no era así antes de que se enamorara...

Lo dejaba pasar por alto, pero eso no significaba que no le diera curiosidad.

No lo negaba, todo seguía siendo retorcidamente malo y lo recordaba cada vez que él lo besaba y con ello lo obligaba a tragar el raro menjunje violeta que salía de su boca y desconocía su procedencia.

Él aseguraba que eran sus "Jugos de amor" pero no le creía ni media palabra, en especial cuando comentaba que ayudaría a que no se muriese de hambre.

En este punto, ya no podía negar nada... No es como si pudiese o si desease hacerlo para pasar a algo peor. Sabía que estaba condenado y luchar era tonto, por lo que trataba de seguirle el juego cada vez que pudiese, dándole falsas esperanzas y felicidad que se expresaba en menos malos tratos.

Era extraño... Si se obligaba a darle la razón el miedo se iba al verlo sonreír, así fuese con demencia, le daba lástima verlo llorar cuando le repetía una y otra vez su historia con la tal Lil y los abusos que sufrió con su dios... Se sentía enfermizamente halagado cuando decía amarlo.

-Ivlis... -Llamó en voz baja, haciendo al diablo de flamas mirarlo. Nunca le hablaba, sin embargo expresaba suficiente al verlo. -¿Extrañas a tu familia?

Tal pregunta lo hirió... Pero aguantó como pudo un sollozo y agachó la cabeza ahogando un quejido que Satanick no dejó pasar por alto.

-No entiendo por qué... Te abandonaron, Ivlis, ellos no te amaban... Ellos son como los demás.

Continuó, adoptando un tono de desprecio mientras soltaba una que otra risa sarcástica.

Era tortuosamente doloroso recordarlos. No solo los extrañaba, su precaria situación y el tiempo transcurrido le recordaba que seguía ahí, a merced de su verdugo, sin señales de que pronto vendrían por él.

Lo había aceptado... Lo habían abandonado.

-Tu subordinada... ¡Bah! ¡A la que tanto se le nota que te amaba! -La sobresaltación y mirada anonadada del de mechas rojas lo hizo enarcar una ceja. -¿Qué? ¿Nunca te diste cuenta de eso?

-N-No... R-Rieta nunca... -Era tan frustrante saberlo de la boca de Satanick... Pero ya que lo pensaba, sí era bastante comprobable.

-Oh, sí... Ella que estaba locamente enamorada de ti... Es una inútil ¿Sabes? ¿Recuerdas cómo dejó de defenderte tiempo después de que nuestro retoño naciera? Me pregunto si se habrá cansado de hacerlo...

R-Rieta... Rieta no me amaba...

-¿Y qué me dices de tu dios? Oh, y de tu hermana... El primero te hizo miserable y maldijo tu vida, te arrebató todo... ¿Y la otra? Ella no te ayudó, te dejó ir como una cobarde... Tal vez ni miedo tenía y solo deseaba lo mismo que Siralos, verte sufrir, arder en el infierno... Tu preciada hermana, tu amado dios... Ambos son igual de rastreros.

El señor Siralos e Igls... Ellos no me amaban...

-¿Y tu hijo? Ese que te abandonó ¿Quién abandona a su propio padre sin explicación, sabiendo que se preocupan por él? Él también es igual de de despreciable...

Adauchi... No me amaba...

-Tu servidor Emalf... Ese torpe payaso inútil e inservible... Siempre fallando, siempre tomándose todo a broma, quizás hasta tu propio bienestar ¡Es obvio que a él no le importabas! Siempre está sonriendo, siempre te ignora y desobedece, siempre mira a otro lado que no seas tú bajo esas gafas... Él es un chiste viviente y te cree lo mismo a pesar de que lo criaste como su padre.

E-Emalf... Él tampoco me amaba...

-¿Y qué tal tu hija? Poemi... Esa malcriada... Haha, ella es tu princesa y nunca hizo o logró mucho por subirte el ánimo cuando estabas mal... Es casi tan inútil como el resto y su propio hermano menor la opaca ¿Cierto? No te ama "papi" solo es una consentida mimada que te ve como un idiota que cumple el más mínimo de sus caprichos si se comporta bien...

Poemi no... E-Ella no me amaba...

-¡Ivlis, nunca nadie te amó! ¡Eres como yo! -Ya las lágrimas caían a borbotones de los ojos del diablo de flamas, quien se cubría los oídos inútilmente y negaba con la cabeza, pero no eran tantas como lo fueron tras escuchar lo que vino después.

-Y-Ya no sigas... Y-Ya no... -No quería escuchar más, no quería odiarlos, no quería dejar de amarlos, pero la verdad era tan cruda y horrible que el rencor lo consumía.

-Y Licorice...

No, él no... Ya no más... YA NO MÁS.

-H-Hahaha... Hasta él te abandonó... Y pensar que me amenazó tanto y fue el único que te protegía... Recuerdo que dejaste de ser tan amargado cuando él llegó...

-S-Satanick... Cállate... ¡N-No digas más!... Ya no digas más, por favor...

-Tu amado hijo... Nuestro retoño... Ese que frente a ti, arrodillado te juró amor, lealtad y protección... El que tanto te hacía sonreír y olvidar tus problemas... ¿Dónde está ahora, Ivlis? ¿Dónde está nuestro lindo hijo...? ¿Dónde está tu héroe ahora?

Él no... ¡É-El no...!

-Oh... Es cierto... Él jamás te amó realmente... Tu familia no llegará... Ellos no te amaban... Pueden vivir sin ti... Nadie te ama, Ivlis.

Licorice... T-Tú no...

-¡Pero hay alguien que sí te ama! ¡Yo lo hago! -Contra todo pronóstico, Satanick se acercó al sollozante diablo de flamas y continuó su demente monólogo a la vez que ya la sangre púrpura se deslizaba de sus labios y de sus cuernos florecían dolorosamente rosas del mismo color, junto a varias espinas de tallo negro. -Yo te amo, Ivlis... Vi un futuro... Donde tú y yo éramos felices juntos ¡Lo vi! Sonreías, yo sonreía, el dolor no existía... ¿Y sabes cómo puedes probar que es verdad que te amo? ¡Pues es fácil! Todos te han abandonado por ser una cucaracha indeseable y rastrera, una criatura tan imperfecta e imposible de querer... ¡B-Blugh! ¡Y yo a pesar de eso te amo! ¡Eso es el amor, Ivlis! ¡Amar a alguien a pesar de sus defectos! ¡Te amo, te amo, te amo! ¡Aunque seas una basura te amo! ¿No es eso hermoso? ¡Ghh...! ¿No es bello que te amen tal cual eres?

Un silencio sepulcral llenó el aire irrumpido solo por tosidos y sonidos de vómito del azabache, al tiempo que el violeta coloreaba extensamente el suelo y retorcidas y curveadas figuras como sus cuernos se alzaban levemente.

Dos miradas de seres inestables se fijaban sobre la otra buscando algo. Él una respuesta... El otro... Una verdad.

-Te amo tanto que duele... Ivlis... Ugh...

A mí nunca nadie me amó...

Nadie lo hizo... Excepto él...

-¿M-Me amas...? ¿En serio me amas, Satanick? -Titubeó finalmente cuando ya un similar espiral de locura se denotó en su mirar dorado ahora opaco y una sonrisa enfermiza y desquiciada adornó su rostro.

No, esto no daba ninguna buena señal...

-¡Te amo, Ivlis! Te amo, te amo, te amo.

Alguien me ama... Alguien me ama... ¡Me ama, me ama!

-¿Tú... No me amas a mí, Ivlis?

Él era tan despreciable, tan desagradable... Una criatura que nunca debió ser creada y no era querida ni por su propia familia, pero incluso así... Satanick estaba enamorado de él. Era tan obvio, había hecho de todo por retenerlo ahí, hasta lo había herido de gravedad en la desesperación de no perderlo, le había mostrado compasión y consideración a pesar de su escape y trató sus heridas, lo había destrozado con una realidad que nunca quiso aceptar para volverlo a reconstruir con otra que a su vista era hermosa.

¡Satanick lo amaba!

-Ahora... ¡Ahora lo sé! ¡TE AMO, SATANICK! ¡TE AMO!

Solo Justim sabrá el nivel de locura que alcanzaban ese par al besarse aferrados al otro y la desesperación del de ojos dorados como para que por primera vez lo que tanto resultó una tortura para él fuese un "encuentro amoroso" al cual cedió rápidamente, soportando el ardiente dolor por aquel diablo oji violeta.

Y la mente de Ivlis se quebró...

Todo por aceptar que su familia lo había abandonado.

-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-

JODER, ALCANCÉ LAS 15719 PALABRAS CON EL PUTO CAPÍTULO RESTANDO LOS MENSAJES DE AUTOR.

Denme una medalla porque he actualizado :D

Ahora... Lo que quería explicar...

Información de subcubos... ROBADO DE UNA PÁGINA DE MITOLOGÍA DONDE ME ENTERÉ QUE MERLÍN ES HIJO DE UN INCUBO Y UNA MONJA. (?)

Una vez tienen elegido al mortal procuran alejarse con él de la multitud, y entonces usan su capacidad de sugestión, muy parecida a la de los vampiros, para hacerle creer prácticamente cualquier cosa que deseen. Cuando la víctima entra en ese estado hipnótico pasa a ser atacada por el súcubo, que consume la energía de la víctima mientras mantienen relaciones sexuales.

Estos demonios se nutren de la energía vital del mortal, energía que también les permite mantener ese aspecto joven y encantador.

Pueden acabar con la vida del mortal mientras que hace más fuerte al demonio. Así, cuantas más víctimas consiga, más poderoso se vuelve.

¿Hará falta que me explique? Funamusea suele tomar muchos seres mitológicos, pero en el caso de Lil se ve que no es tan letal como un subcubo real pues trata con demonios y un diablo, no humanos.

Sin embargo recuerden que un diablo puede morir... En casos extremos, pero pueden morir, cosa que Lil no deseaba hacer con Satanick. Ella le era fiel sexualmente y eso lo estaba matando. Ella está literalmente obligada a acostarse con personas diferentes y variar si no desea causar resultados negativos en su pareja.

Si mal no recuerdan, mencioné la aparición del síndrome de Estocolmo. En el caso de que alguien no sepa qué es, aquí mismo lo puedo explicar... SACADO DE WIKIPEDIA Y OTRAS PÁGINAS PERO RESUMIDO. (?)

El síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro o retención en contra de su voluntad, desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo​ con su captor. Principalmente se debe a que malinterpretan la ausencia de violencia contra su persona como un acto de humanidad por parte del agresor. Las víctimas que experimentan el síndrome muestran regularmente dos tipos de reacción ante la situación: por una parte, tienen sentimientos positivos hacia sus secuestradores; mientras que, por otra parte, muestran miedo e ira contra las autoridades policiales o quienes se encuentren en contra de sus captores. A la vez, los propios secuestradores muestran sentimientos positivos hacia los rehenes. Se trata de un mecanismo de supervivencia y o defensa que se crea en la víctima o rehén de manera que se pierda el miedo.

:) ... Lo entienden ¿Verdad?

¡AHORA SI NO LO HICIERON RELEAN AHORA! (?)

Okno... Debo agregar, corazones... Que tanto Ivlis como Satanick tienen el mismo deseo de que los amen, en especial Ivlis. Al desesperarse y perder todo, él se aferró a lo único que quedaba ¿Quién? ¡Pero claro, nuestro secuestrador de cuernos de árbol!

Oh, joder, adoro la psicología aunque a veces pienso que no la trato bien :')

Ah, bueno... No tengo más que decir excepto que espero que hayan llorad- Digo, que les haya gustado. Pienso profundizar más personajes que aparecen, pero no quise pasarme tanto en esta ocasión porque de por sí el capítulo ya es largo.

¡Dulce se despide! ¡Nos vemos cuando actualice Ikaide!

PD: Un pequeño extra culero por haber soportado esta wea... :v

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