Senko, la dama de la lluvia
Unas calles más allá reducimos un poco el paso, y Pedro dejó a Senko en el suelo con cuidado, como si se tratase de un valioso objeto de cristal.
-Bueno -le dijo Pedro, como si no ocurriese nada-, te vamos a llevar a tu nuevo hogar.
-Pero yo nunca he tenido de eso. -dijo ella, inocente.
En ese momento me llené de preguntas. ¿Nunca había tenido casa? ¿Tan pequeña y sobreviviendo en la calle? ¿Qué fue de sus padres? De todas formas no sabía por qué, pero presentí que no era momento de hacer tales preguntas.
Pedro le dijo que no se preocupase, que nosotros la cuidaríamos. Ya no hacía falta que tocase música en la calle. Al no ser, por supuesto, que a ella le apeteciese.
Llegamos al apartamento, e Iris estaba en su cuarto frente al ordenador con la puerta abierta. Al entrar ella no nos saludó, simplemente nos informó de lo que había encontrado.
-Llegáis en un gran momento -sonrió-. Echad un vistazo a esto.
Iris pulsó un botón y se abrió una página. En ella salía el logo de la rosa y la pistola -el logo que ella tenía bordado en la cazadora y la que llevaba un miembro de la mafia- y mucha información de procedencia policial. Al parecer había conseguido jaquear la página para tener acceso a ella. Qué crack.
-Al parecer -explicó ella- el logo pertenece a una marca hecha por un líder de la mafia. Al principio la marca era exclusiva para miembros de la banda, pero luego la comercializaron. Y claro, en cuanto los comerciantes supieron esto las quitaron de las tiendas.
-¿Tú sabías algo de esto cuando la compraste? -preguntó Pedro.
-¿Crees que sería tan estúpida de llevarlo sabiendo de dónde procede? -dijo ella con desprecio.
-Bueno, siempre andas haciendo estupideces. -se burló él. Iris decidió ignorarle.
-Esto es lo que sabe la pasma. Sin embargo más tarde he buacado información en el mercado negro, y al parecer sólo quedan tres bandidos que venden la marca. ¿Y sabes quién es uno de los que lo hacen? Pista: es un gordo capullo.
-Richard. -Chasqueó Pedro.
-Bingo. El viejo es un hijo de puta, pero nunca se mancharía las manos con mendas de la mafia.
-Al no ser que le ofrezcan una cantidad de dinero... -Pedro me miró, encajando piezas.
-¡Que al final no le dieron! -Completé su frase.
Ahora tenía sentido: el hombre al que Richard quería que Pedro matase cuando fuimos a verle era el propietario de la marca. O almenos uno de ellos. Y le había estafado.
Qué sensación tan vigorizante cuando encuentras las piezas de un puzzle abandonado y consigues unirlas. Así debían sentirse los de Inteligencia y la Interpol.
-Bien, sabemos dónde residen dos de los tres bandidos. ¿Sabemos algo del tercero? -Pedro iba por faena.
-Ni idea. Se esconde muy bien. No aparece en ningún lugar. Y por cierto, ¿cómo sabéis del segundo bandido? Yo que quería seguir haciéndome la lista... -se furstró Iris.
-Digamos que se le escapó a Richard de la boca sin saberlo cuando fuimos Aya y yo de visita -se enorgulleció él-. Rayos, me gustaría saber donde se esconde el gusano que queda.
Entre Pedro y yo, Senko se abrió paso y hechó un vistazo al ordenador.
-Yo he visto ese dibujo -dijo la niña señalando el logo-. La llevaba alguien que ayudó al hombre malo a hacerme daño.
Pedro suspiró con una especie de placer.
-Oh, creo que me va a dar un orgas... -Pedro nos miró, y nosotras le miramos. Todos sabíamos cómo iba a acabar esa frase, y con suerte Senko no. Aunque ella también le miraba.
Iba a reírme pero como todo quedó de repente en silencio me aguanté. Aunque Iris echó a reír a los tres segundos de incomodidad máxima, así que yo no me retube.
-Me he dejado llevar por la emoción, dejadme en paz -dijo él muerto de verguenza. Incluso Senko reía a carcajadas. Su risa aguda era muy mona-. Bah, que os den. Senko, ¿sabrías llegar al lugar donde te llevó el hombre malo?
-Sí, pero al entrar habían dos hombres que pedían una contraseña para pasar. -dijo ella después de calmarse un poco de tanto reír.
-Perfecto. Por cierto Iris, ¿te ha dado tiempo de averiguar algo sobre Albert? -dijo él.
-Lo de ese pavo es muy fuerte, no te lo vas a creer. Senko, cariño, ¿por qué no vas a explorar el piso?
-¡Vale! -respondió ella, radiante de felicidad. Qué maravilla de niña.
Cuando se hubo ido, Iris sacó un periódico fechado en hoy. Albert salía en la portada. Iris empezó a leer.
-Albert, el profesor de matemáticas del instituto Green City fue hallado sin vida en los restos de esta después de un atentado. Se sospechaba que estaba involucrado en los hechos, y contra todo pronóstico, los agentes volvieron a identificarlo ayer en una tienda de música, de nuevo fallecido. Sin embargo, las cámaras han vuelto a enfocarle esta misma mañana en un casino.
-Impactante, pero no nos dice nada nuevo. -se lamentó Pedro, estirándose en la cama de Iris a reflexionar.
-¿Ah sí? ¿Sabías que él había ido a visitar esta mañana a Richard? -Pedro saltó de la cama de un salto, como si alguien le hubiese pinchado en el glúteo.
Y efectivamente, la foto de la portada del periódico que se había sacado era de una de las cámaras del casino de Richard.
-Esto me huele terriblemente mal. -dije, y advertí que llevaba siglos sin intervenir en la conversación.
-Y que lo digas -Pedro volvió a la cama, a pensar-. Ese viejo loco se relaciona con la mafia, con Albert y con el creador del logo ese chungo. Tieniendo en cuenta esta regla de tres... bueno, mejor dicho de cuatro, que Albert, el logo y la mafia coincidan es normal. ¿Pero qué cojones tiene que ver Richard con Albert, y Albert con el laboratorio del averno?
-¿Te imaginas que la mafia ha creado una especie de máquina que te reanima o una cosa chunga que clona personas? -imaginé- Daría puto mal royo, la verdad.
Iris y Pedro me miraron con los ojos como platos. Sí, sé que era descabellado. Pero al parecer ellos debatieron mi hipótesis. Pedro se dirigió hacia la puerta -y hacia a mí, que yo seguía en ella.
-Iris, investiga sobre ello.
-Voy. -respondió ella deprisa, poniéndose a ello de inmediato.
-Yo voy a ver a Richard. Y esta vez tomaré yo el hilo de la conversación. -dijo Pedro con su macabra sonrisa. Me encantaba su lado psicópata.
-Aya, tú... -iba a darme instrucciones, pero puso una mueca como si fuese a decir una broma de mal gusto y hubiese preferido no decirla.
-¿Qué? -le apresuré.
-Me sabe mal decir esto, pero me gustaría que te quedaras al mando de Senko.
-Pues claro. ¿Cuál es el problema? -dije. Me pareció la decisión más natural del mundo.
-Como ya te dije una vez, no me gustan las etiquetas. Y si alguien cuida de un niño me gustaría ser yo para romper los estereotipos de que las mujeres deben cuidar de los pequeños.
-Anda ya, no te preocupes por eso ahora -sonreí-. Ya la cuidarás tú la próxima vez.
-Me parece correcto -asintió él-. Bien, pues vamos a darnos una pausa para comer y luego nos pondremos a ello.
Pedro salió del cuarto, y al salir dio un último consejo.
-Por cierto, no tratéis a Senko como a alguien descerebrado. Ella no es tan madura, pero tampoco tan inocente. Ella sabe lo cruel que es el mundo tanto como nosotros. La próxima vez, dejemos que ella escuche los detalles de nuestras operaciones. Sin duda, es una chica misteriosa.
Y dicho esto, se fue tan tranquilo. Iris pareció no darle importancia, pero a mí me dejó toda la intriga.
Esto olía a historia y yo quería destriparla.
Más tarde todos dejamos nuestras tareas y nos reunimos en la cocina.
-Camaradas, hoy me siento motivado -dijo Pedro-. Iris, sabemos lo que eso significa.
Y vaya que si ella lo sabía.
-Pizza del Atardecer, Pizza del Atardecer... -animó ella.
-¿La pizza que hiciste aquella vez? -me ilusioné.
-¡Exacto! Así que por favor, retiráos.
Iris y yo salimos pitando de la cocina, pero Senko se quedó con Pedro.
-¡Eso es trampa! A ella le deja conocer su receta y a nosotras no. -lloriqueé.
-Dichosa niña. -Iris pisoteó el suelo, cómica.
Estuvimos esperando en el salón más tiempo del que mi cuerpo quería, sin ganas de hablar por el hambre y el frío del invierno.
Hasta que por fin se abrió la puerta de la cocina y Pedro voceó las palabras mágicas.
-¡A comer!
Iris y yo fuimos peleándonos por llegar primero, aunque al final llegamos a la vez, y Pedro sirvió una pizza gigantesca -casi no cabía en la mesa- con su elegancia característica.
-La comida -como la vez anterior, hizo un movimiento de flamenco- está servida.
-Esperamos que os guste. -dijo Senko.
Ella no terminó de hablar cuando nosotras nos lanzamos al ataque. Cortamos nuestras porciones con la uña para no perder tiempo en ir a por un cuchillo, pero Pedro -por suerte- nos detuvo el tirmo.
-¡Quietas todas, fieras, que sino sólo coméis vosotras! -Senko reía por lo bajo e Iris y yo nos miramos como si un profesor estuviese echándonos la bronca.
El chico cortó la pizza con un rodillo y lo dividió en las cuatro partes equivalentes para cada uno. Al principio me preocupaba por si Senko se quedaba sin hambre y le daba su trozo a Iris, pero al final resultó que se lo acabó todo. Qué lástima... pero de todas formas quedé satisfecha con lo mío.
Después de recoger y fregar, como de costumbre, fuimos todos al sofá a ver alguna que otra serie.
Esta vez por petición mía vimos dos capítulos de Angel Beats, un anime de comedia y acción. Al parecer, los buenos fans del anime -llamados otakus- veían la serie en japonés y con subtítulos en español en vez de verlo doblado en castellano directamente. Al principio me llevé un chasco y pensaba que no me iban a gustar estas cosas, pero fui cogiendo el ritmo de la lectura de subtítulos y terminó por gustarme.
Y más tarde todos nos pusimos a lo nuestro: Iris a investigar y Pedro fue a "negociar" con Richard. Yo me quedé en la sala de estar con Senko, y queríamos seguir viendo Angel Beats, pero como los demás querían verla todos juntos decidimos ver cualquier otra serie. No teníamos ni idea de qué poner, y acabamos viendo una película de adolescentes aburridísima. Entonces se me ocurrió preguntarle a Senko sobre sus orígenes y su vida en general, pero se durmió.
Esa niña parecía sacada de un anime, sin duda. Todo en ella era demasiado adorable para este mundo. Decidí cerrar las persianas y ponerme a dormir yo también. No quería despertarla, era muy mona cuando dormía.
Así que lo apagué todo y me dispuse echar la siesta en el otro extremo del sofá. Y al pasar por su lado me di cuenta de que estaba llorando en sueños. Me dio mucha pena. No sabía si despertarla o dejarla así. Tal vez cualquiera de las dos opciones era mala.
Lo más razonable habría sido despertarla, pero cuando iba a ponerle la mano en la mejilla algo me reprimió. Algo me decía que no debía despertarla, por mucho que yo quisiera.
Me alejé lentamente de ella, me recosté y me dormí.
Normalmente no soñaba con nada, pero esta vez sí. Yo era como una espectadora en tercera persona, observándolo todo pero sin actuar. Estaba frente una casa en llamas. Y habían dos adultos dentro. No los vi, pero sabía que estaban. Entonces empezaron a escucharse los sollozos de una niña, atrapada en su cuarto.
-Mamá... Papá... -lloraba.
La chica no debía tener más de tres años.
Se escuchaba la ambulancia y los gritos de los bomberos trabajando en equipo, con eco, todo tan cerca y tan lejos a la vez, con delay.
Uno de los bomberos voceó que se escuchaba a una niña atrapada.
Entonces todo dio un cambio drástico. Estaba en una habitación. La habitación de Pedro, con la luz del sol deslumbrándome desde la ventana. Y a pesar del horror que acababa de ver, una calma me inundaba. Conocía la sensación. Era lo que sentía cuando estaba con Pedro.
Entonces un rostro se interpuso entre los rayos del sol. Y mi calma se disipó tan rápido como me inundó.
-Está muerta -dijo el bombero-. Vámonos.
La sombra se marchó, y una voz que no era mía salió de mi interior.
-No... ¡No me dejen aquí...! -lloraba, mientras las llamas volvían a inundarlo todo, lentamente-. Odio estar sola...
Desperté con lágrimas en los ojos. Menuda pesadilla. Descubrí que no me había despertado yo sola al ver a Senko delante mío, con los ojos llorosos.
-Aya... ¿Cuándo volverá el Señor Pedro...? -dijo con una vocecilla super aguda. En ese momento lo entendí.
Antes estaba presenciando el sueño de Senko. Por eso estaba todo en tercera persona, y por eso cuando era yo la protagonista sonó la voz que no era mía. Porque no era yo la que hablaba.
-No lo sé, cielo -le dije la verdad-. Pero volverá pronto. Estoy segura. -le dediqué mi más sincera sonrisa y le acaricié la mejilla.
-No me siento segura si no estoy con él. -musitó la niña.
-No te preocupes. Todo estará bien.
Pero la verdad es que yo me sentía igual. Cuando Pedro se iba me sentía en peligro, como si algo muy grande y mortífero se dirigiera hacia mí. Hacia todos. Y aunque tardase días en llegar, llegaría.
Ese algo era la muerte.
Y Pedro era nuestro único escudo contra eso.
Era estúpido pensar aquello, y a la vez no lo era. Como ese pensamiento que parece una tontería pero luego te preocupa. Era extraño.
Después de eso no volví a tener sueño, y Senko tampoco. Como no sabía qué hacer, me puse a ver vídeos en internet.
Pedro llegó no mucho después, y entonces supe que había dormido mucho tiempo.
Cuando Pedro entró, Senko se lanzó a sus brazos con una sonrisa enorme.
-¡Señor Pedro, has vuelto! -se alegró la niña.
-Pues claro que he vuelto, pequeña. -le respondió. Me di cuenta de que a Pedro le contagiaba mucho la felicidad de la niña, y la verdad, a mí también.
-¿Todo bien, Aya? -preguntó al verme de lejos.
-Todo en orden. -le saludé desde el sofá.
-Perfecto. Vamos con Iris, a ver si tiene notícias.
-Voy.
Los tres picamos a la guarida de Iris.
-Adelante. -dijo ella.
-¿Novedades? -preguntó Pedro al entrar.
-Vamos que sí -Iris esbozó una sonrisa satisfactoria-. He descubierto algo muy interesante. Mirad esto.
Nos mostró una página del mercado negro, anunciando una especie de... algo. No tenía ni idea de qué era.
-Se trata de una especie de regenerador de tejido celular con forma de endoesqueleto -explicó ella-. Se requiere de una cirujía para implantarlo, y su función es reparar cualquier daño realizado en el cuerpo, por muy masivo que sea.
-Vamos, que quien lleve esa cosa da igual si le meten una cuchillada o el cañonazo de un tanque, que vuelve a la vida y tan pancho se queda. -simplificó Pedro.
-Exacto. Y ahora pregunta para expertos: ¿cómo matar a alguien inmortal?
-Simple: disparos directos al cerebro -respondí. Me sentí orgullosa de estar atenta en las clases de biología-. Las neuronas son los únicos miembros del cuerpo a nivel celular que no se pueden regenerar. Sólo se pueden implantar a alguien unos pocos gracias a un voluntario fallecido.
-Efectivamente -me aplaudió Iris-, así que si vamos directos a por su cabeza llegará un momemto en el que quieras que no, morirá.
-Maravilloso -victoreó Pedro-. ¿Sabemos algo más?
-No -se frustró Iris-. He seguido buscando información sobre Albert y sobre la tercera persona que colabora con la marca. Pero no sabemos nada. Ese tío es un puto fantasma.
-¡Eh, que hay menores presente! -dijo Pedro tapándole los oídos a Senko.
-No pasa nada -dijo ella-, he visto y escuchado cosas peores.
Me pregunté qué tipos de cosas. Tal vez era cierto lo que dijo Pedro: no es ni tan niña ni tan madura.
-Y en cuanto a tí -le pregunté a Pedro-, ¿ha habido suerte con Richard?
-Qué va. El muy inútil no sabía nada. Tan sólo le hablaron de dinero y él aceptó cualquier cosa.
-¿Se lo pediste amablemente? -preguntó Iris.
-Sabes que siempre lo hago. -dijo él con su sonrisa psicópata.
En ese momento me imaginé a Pedro torturando a Richard como él sabe hacerlo mientras le gritaba con un toque cómico. Me habría gustado verlo. La sangre me mareaba, pero ese hombre me caía muy mal.
-Bueno, pues mañana vamos a por el segundo bandido e iremos a la guarida donde se llevaron a Senko si todo va bien. -Pedro acarició el pelo de la niña y esta ronroneó. Su parte de felina estaba activa.
-¿Y por qué no vamos ahora? Todavía hay sol. -propuso Iris.
-Ya, pero es mejor actuar con más luz, y pronto atardecerá. Y cuando el cielo se tiña del naranja del crepúsculo, quiero estar en un lugar con cierta persona. -Pedro me miró sonriendo.
Seguramente me iba a llevar al bosque en el que entrenamos la última vez. Y la verdad me apetecía ir. Ese lugar tenía algo que hacía que te sintieras como en un mundo paralelo donde no hay nadie y solo hay paz y tranquilidad.
En ese momento me acordé de una frase que aparecía en el libro que tenía en común con Pedro.
"No es el lugar, sino la persona con la que estás".
En ese momento me sonrojé un poco y me giré para disimularlo.
-¿En serio? -se disgustó Iris- ¿Y mientras vosotros tenéis una cita yo me voy a tener que quedar aquí encerrada y aburrida con Senko?
-¿Sabes? No es buena idea subestimarla. Esta niña es asombrosa. Y... tal vez te alegres cuando sepas cuál es mi plan para lidiar con el segundo bandido. -Pedro le guiñó el ojo, y de repente Iris mostró un entusiasmo... interesante.
Y nos empujó a los dos hacia la salida.
-Vale, espero que os vaya bien, volved pronto y no os metáis en líos, ya os estoy echando de menos.
Iris nos dejó en la salida del apartamento y cerró la puerta de golpe. Pedro y yo nos miramos sin saber qué decir.
-Qué cojones. -dije finalmente.
-Está loquísima.
-Ya ves.
Bajamos las escaleras del edificio y nos encaminamos hacia nuestro destino.
El sol estaba ya más o menos bajo, y empezaba a soplar el fresco viento invernal. En ese momento me preocupé por si más tarde cuando anocheciese del todo me entrase frío.
Mientras caminábamos íbamos hablando sobre cuál era el plan para ir a por el otro bandido -y de nuevo Pedro no me lo explicó- y de una cosa a otra acabamos hablando sobre Senko.
-Era un día lluvioso. -dijo de repente.
-¿Cuándo? -me extrañé.
-La primera vez que vi a Senko. Iba a sexto de primaria todavía.
Me olía que me iba a contar cómo se conocieron, así que me puse cómoda como un niño que escucha un cuento en el regazo de su madre.
-Acababa de salir del colegio, y me apresuraba a toda prisa a llegar a casa. No me gustaba nada la lluvia. Cuando llovía hacía frío, llegaba de repente y a veces me mojaba. Aquel día llegó sin previo aviso, y tuve que cubrirme la cabeza poniéndome debajo de la mochilla. Y pasaba por la plaza cuando un sonido hizo detenerme en seco. Y allí estaba ella, tocando el ukelele mientras se resguardaba bajo un trozo de cartón pegado a un palo. Y a pesar del frío y del agua, me acerqué a ella y me detuve en medio de la calle a escuchar su hermosa melodía. Era algo muy distinto a lo que jamás había escuchado, porque siempre estaba cabreado y escuchaba metal del duro. Pero lo que ella cantaba era relajado, dulce y suave... cerré los ojos y me aislé de todo. Nada existía excepto esa niña y su maravillosa melodía.
-¿Qué canción tocaba? -pregunté.
-Lemon Boy. De un cantante llamado Cavetown. Aquella fue la primera vez que escuché una canción calmada. Recuerdo que cuando dejó de tocarla le di un billete de cincuenta.
Por eso Senko se quedó mirando el billete cuando Pedro se lo dio la otra vez. Se acordó de ese momento. Qué bonito.
-Después empecé a hablar con ella -continuó-. Fue la primera vez en muchísimo tiempo que tenía ganas de hablar con alguien sin desprecio. Me contó que no tenía casa, y que cada día tocaba todo el tiempo que podía para conseguir dinero suficiente para comer, y de vez en cuando para cambiarse las cuerdas de su instrumento. Su vida y la mía eran tan
distintas... Oh, y entonces sucedió uno de los momentos más dulces de mi vida. Noté que Senko estaba tiritando. Vi que a pesar del frío, ella llevaba una camiseta y unos pantalones cortos, y además le quedaban pequeños. Así que me quité la sudadera que llevaba aquel día y se la puse. Le quedaba muy grande, y me resultó muy gracioso. Pero le quedaba bien. Y lo primero que hizo ella fue olerla, y al notar que yo la miraba se sonrojó. Me pidió disculpas y yo me eché a reír. También era la primer vez en mucho tiempo que tenía una risa sincera. Le dije que no tenía de qué preocuparse, y por instinto la abracé. No sé si nunca te ha pasado que te da el impulso de hacer algo, y tú sin pensarlo lo haces. Pues me pasó eso.
-Sí, me ha pasado.
Con él, infinitas veces.
-Bueno, y desde ese día cada día al salir del cole la veía, me tocaba alguna que otra canción y le daba cincuenta euros. El dinero me valía verga, la verdad. A veces la invitaba a mi casa le dejaba que usase la ducha, cenaba con ella y se quedaba a dormir, y un día le regalé una guitarra. Aunque pronto me invadió el miedo por si me locizaban las autoridades y me encontraban con ella, así que limité al máximo las veces en que la traía a casa. Pero un día, desapareció sin más. Y sin nadie a mi lado mis días se volvieron a llenar de odio y la sensación de que cada día era igual y el tiempo no avanzaba. Era como si las horas fuesen inexistentes. Como estar metido en una canción sosa, aburrida e irritante y en modo bucle. Eso fue hace ya tres años -Pedro apretó los puños-. Y no perdonaré a los que le dañaron. Pagarán. Por atreverse a hacer experimentos con una persona tan pequeña, tan inofensiva, tan alegre a pesar de la vida que llevaba, tan... maravillosa.
Tenía la habilidad de meterme muy dentro de los personajes. A veces era algo bueno, y otras una pesadilla. Y me invadió la impotencia y la ira que él sentía en ese momento.
-Debe ser terrible perder a la única persona que hace que la vida merezca la pena -él asintió, mirando al suelo, con su rostro de rabia-. La vengaremos. Y le daremos de su propia medicina al responsable de esa locura.
Pedro me miró, y pareció que todo sentimiento negativo se expiraba cuando esbozó una sonrisa.
-Sí. -cuando lo dijo, me acordé de Senko.
Confirmé la hipótesis que había tenido hace un tiempo: Pedro era la mezcla de las mejores virtudes de las personas de bien a las que había conocido, y las había personalizado a su gusto para ser quien era.
Y era alguien... perfecto. Me pregunté si también había absorvido algo de mí.
Cuando me di cuenta ya habíamos llegado a la casa que marcaba prácticamente el final del trayecto. Seguimos adelante y entramos en el claro donde entrenamos. Iba a detenerme ahí, pero Pedro me cogio de la mano y apresuró el paso.
-¡Vamos! Creo que todavía se puede ver bien.
Atravesamos arbustos, árboles y matorrales, y Pedro me soltó la mano cuando el sol me deslumbró al pasar las últimas enreaderas.
Cuando acostumbré mis ojos a la luz, me quedé maravillada. Ante nosotros se abría un mundo natural totalmente inexplorado por la humanidad, tan salvaje como auténtico. A lo lejos se veía una cascada, y su agua cristalina formaba un arco iris con la luz anaranjada del atardecer y pájaros que parecían manchas oscuras sobrevolando aquel paraíso. Era precioso.
Quise decir algo, pero no habían palabras para expresar mi asombro. Y Pedro tampoco quiso romper la armonía de la madre naturaleza.
Así que simplemente le tomé de la mano mientras observábamos juntos aquel espectáculo.
Y fue así cómo cometimos nuestro gran error. Porque el cazador nunca piensa que está siendo cazado.
Y por eso no debimos dejar a Senko y a Iris solas. Tal vez porque no lo estaban.
Y tal vez, nosotros tampoco.
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