Evil Senko
En la oscuridad, una sombra avanza hacia Lucas mientras está de espaldas, contemplando el atardecer, pero él sabe que ella está allí. El científico se dio la vuelta y se arrodilló cuando la persona estaba delante suyo.
-¿Me echabas de menos, Lucas?
-Mucho, mi ama.
La chica se puso a contemplar el paisaje a través de la enorme ventana de la habitación de Lucas.
-¿Todo en orden?
-Como usted había planeado. Es todo como dice. Incluso acertó con lo de Pedro. ¿Qué hacemos con las chicas?
-Si quieren vivir, tienen que demostrar que arriesgarían su vida por mi hermano. Ya le perdí una vez en aquel incendio, y no volverá a suceder. Haz lo que tú ya sabes. -Lucas se levantó del suelo.
-De acuerdo, Senko.
La chica avanzó hacia la luz drl ocaso, mostrando su parche en el ojo.
-Que empiece el auténtico juego.
Desperté con un dolor de cabeza increíble. Quise llevarme la mano al lugar donde Lucas me había golpeado, pero no pude. Tenía las manos atadas.
Tenía el cuerpo dormido, como si me hubiesen administrado el tranquilizante más potente de la historia, e iba recobrando los sentidos poco a poco.
Cuando mis ojos dejaron de darle vueltas en la habitación oscura y sin muebles en la que estaba, vislumbré a Pedro desplomado en el suelo, como si le hubiesen disparado en la cabeza.
-¡Pedro! -me sobresalté- Madre mía, madre mía...
Hice un esfuerzo sobrenatural por soltarme, pero el nudo era demasiado fuerte. Advertí que la cuerda con la que me ataron era de un material que yo no conocía. Como goma elástica que a la vez era líquida. Era algo muy raro.
-Estoy bien, estoy bien... -dijo Pedro, levantándose pesadamente desde el suelo- por desgracia estoy bien. No sé si prefiriría estar muerto.
-Joder, qué susto me has dado -me alivié-. ¿Qué te han hecho?
-Desde que te vi por primera vez sólo sé que no sé nada. Sinceramente no me aspiras ninguna confianza. Pero existe algo... -me acarició levemente la mejilla- que me dice que eres el camino. Y respecto a lo que acaba de pasar, es algo extraño. Es como si a veces recordase cosas que no he vivido. O como si recordase quien olvidé ser.
Me quedé más confusa de lo que estaba.
-¿Qué quieres decir?
-En ocasiones siento como si hubiese vivido cosas. Como un "della phú" o algo así, como sea que se pronuncie -me hizo gracia lo mal que pronunció esa palabra-. Pero es algo que está más allá. Cuando siento eso, de repente recuerdo cosas. Como una película, en un flashback. Estoy muy perdido.
-Ya veo -comenté. Pensaba en algo más que decir-. Bueno, ¿y tú quién dirías que eres?
-Soy un militar estrátega. Pertenezco a Inteligencia y soy el que lleva a cabo maniobras militares y negociación con atracadores. O eso me han dicho. Pero cada vez pienso que esa es justo la versión errónea de la historia. Pero es... muy confuso. Como si me hubiesen fusionado con los recuerdos de otra persona.
-O como si te hubiesen puesto unos falsos. -le dije.
-¿Sabes algo? -se interesó en mí.
-Si lo que quieres son respuestas, puedo decirte demasiadas cosas. Pero no sé si lo vas a asimilar bien.
-Mi mente es un fuerte de acero. Dime todo lo que sepas.
Me miró con aquellos ojos de león, dispuesto a descubrir siempre la verdad, pase lo que pase. Sonreí sin darme cuenta.
-¿Qué es tan gracioso? -preguntó, irritado.
-Es que... a pesar de que te hayan lavado el cerebro, sigues siendo tú. Tu manera de ser está grabada a fuego en tu mente. -Pedro se quedó de piedra.
-Me... ¿lavaron el cerebro?
-Sí. Antes eras amigo mío. Y de las otras dos chicas que estaban conmigo. Bueno, una de ellas es tu hermana.
-¿Mi hermana? -saltó-
Imposible... ella está en una misión.
-Bueno, tal vez hablas de tu hermana de este mundo. O de su clon.
-¿Tiene un clon? ¿Por qué?
-Yo que sé, pero nos atacó junto a Lucas y el clon de mi amiga. Entonces te capturaron y te lavaron el cerebro.
-No... mientes -me lanzó su mirada amenazadora- soy el mejor soldado del país. Jamás caería ante unos simples robots.
-Alomejor ahora no, pero antes no sabías nada sobre ellos. Venían cargados con armas nuevas para tí, y lo normal era que perdieras. No miento, tengo pruebas si no me crees.
Pedro se quedó confuso, mirándome. Di por hecho que me tocaba dar respuestas, y después haría yo las preguntas.
-Bueno, no tengo aquí las pruebas. Están en la otra dimensión. Si pudiésemos volver...
-De eso nada. -se puso firme de repente.
-Pero...
-He dicho que no. ¿Cómo sé que no me engañas?
-¿Recuerdas el collar del lobo? -era lo único que se me ocurrió.
-Pudiste habérmelo robado.
-¿Cómo? Si eres tan buen soldado, dime. ¿Cómo pude robarte algo que colgaba de tu cuello?
Quedamos los dos en silencio. Pensé que tal vez era mejor probar desde otro punto.
-Está bien, hablemos de otra cosa. Cuando estabas ahí en el suelo, ¿qué estabas recordando?
-Estaba yo en un sitio -hablaba despacio, intentando recrear cada imágen-. Había alguien en una cama. Me quedé despierto toda la noche cuidando de esa persona y leyendo un libro pequeño, y eso es todo. Lo recuerdo muy borroso.
Y por impulso primario, mi subconsciente me dijo que tenía que ser él quien recordase que esa persona era yo.
-Cuéntame mi historia. -me pidió. Yo accedí.
-Cuando eras pequeño...
Se escuchó un fuerte golpe. Dos guardias armados derribaron la puerta, y Lucas miró a Pedro como si se tratase de un niño malcriado.
-Perro malo -dijo-. Fin del tiempo.
-Sí, señor. -respondió él poniéndose en pie. Me desató rápidamente y me dirigió hacia la salida como si fuese una rehén, y me pusieron una bolsa negra en la cabeza para no saber adónde me llevaban.
Le habían lavado el cerebro pero bien.
Pedro supuso dónde su "amo" quería llevar a la chica rubia, así que la llevó hasta allí. El chico ya estaba pensando en volver a por ella. Y mientras tanto, Lucas hablaba con su mano derecha.
-¿Tienes el clon listo?
-Sí, señor.
-Perfecto, pues ocúltalo bien. Cambio de planes. Si Pedro se revela, un clon no podrá pararle. Llama a ya sabes quién. Hay que recobrar su control.
-¿Al hombre que hizo que un soldado se suicidara? -preguntó el sargento.
-Ese mismo.
-Entendido.
Los caminos de ambas personas se separaron, y Lucas fue en busca de Pedro. Lo encontró dos pasillos más allá.
-Pedro, sabes que has incumplido las normas. Y toca sentencia.
-Afrontaré mis actos. -le respondió él.
Pedro sabía que el trato con él era hablar cinco minutos con la chica rubia, y el chico pasó el límite de tiempo. Pero ahora Pedro sabía algo más: habían escuchado la conversación. De lo contrario, él sabía que a su amo le daría igual que pasase el tiempo acordado. Habían interrumpido el interrogatorio en el momento más oportuno para ellos.
-Bueno, normalmente encargaría a un mercenario que te diese azotes -explicó Lucas-. Pero basta de alternativas tan anticuadas. Ve a la sala de interrogatorios, y espera a tu invitado. Trátalo bien. -el científico le sonrió y se apartó del lado del chico moreno.
"Diablos, ni si quiera sabe hacer una sonrisa malvada", pensó Pedro.
El muchacho tenía curiosidad por saber quién era el invitado al que estaba esperando, pero tenía claro que si intentaba algo extremo lo mataría. Pedro no había nacido para aguantar a imbéciles.
Así que se fue a la sala de interrogatorios -donde habló con la chica rubia- y se dispuso a esperar. No tardó más de cinco minutos en que un hombre acudiera a la habitación.
Tenía el pelo blanco, con canas y barba, pero aún así aparentaba unos treinta años. Pero aquí no había que juzgar por la portada; la medicina había avanzado tanto que ese individuo podría tener perfectamente ochenta y cuatro años.
Lo primero que Pedro pensó era que ese hombre era un drogadicto. Sus ojos extremadamente dilatados le delataban. Además de su vestimenta playera y el enorme reloj que colgaba de su cuello como un collar. El típcio aspecto "chill".
El chico se sentó en la silla, y el hombre se plantó delante suyo.
-¿Es usted Pedro? -le preguntó.
-Sí. ¿Y usted es?
-Daniel, pero puedes llamarme Dani. Un placer. -Dani le tendió la mano, y Pedro se la estrechó. Su mano estaba húmeda, y a Pedro le repugnó. No iba a decirle lo mismo, aunque sea por cortesía. No le gustaba mentir, ni si quiera en estas situaciones.
-¿Y para qué está usted aquí? -se lanzó a preguntar el chico.
-Me han encargado que juegue contigo a algo.
Entonces Pedro pensó que era la típica persona que no aparenta ser quien es para nada. Y se empezó a imaginar que jugarían a un juego sangriento del que uno de los dos saldría con vida y que estaría trucado. Pedro habría preferido eso a lo que ocurrió en realidad.
Pero de todas formas se mantuvo la diversión.
-¿Qué tipo de juego?
-Se trata de lo siguiente -le explicó el hombre-: yo te voy a cantar una canción, y tú vas a decir las palabras clave de cada estrofa. Si respondes bien, la canción continuará. Sino, rebobinaré una y otra vez hasta que estemos acorde. Me han dicho que te gusta un género musical llamado "Jebi metál".
A Pedro le dio mucha rabia cómo pronunció esas dos palabras. Deseó tener motivos justificados para matarle en un momento dado. O almenos desaparecer de su vista lo antes posible.
-Así es. -le respondió Pedro, intentando suprimir su ira.
-Bien, pues yo pondré una base -Dani sacó un caset de su
bolsillo-, y procederemos. ¿De acuerdo?
-Me parece bien. -le respondió.
Ahora Pedro sabía de qué iba. Hipnosis. Lo más probable era que Dani le hubiese puesto algún tipo de crema en la mano cuando se saludaron. Aquello no era sudor, sino pomada de anestesia. Lo que le dijeran en los próximos diez minutos estarían presentes en su memoria para toda su vida. Así que si iban a jugar sucio con Pedro, él sería el mayor tramposo. Y agradeció tener las uñas largas.
El chico se llevó las manos a la espalda y se clavó las uñas disimuladamente en el brazo. Si cometía errores, tenía que tener un seguro para repararlos.
Y lo que seguía era mantenerse firme. Dani intentaría jugar con su mente, así que Pedro debía manipular la suya antes.
El hombre puso el caset en marcha.
-Amor. Eso conduce hacia... -Dani le hizo una señal hacia Pedro para que continuase.
-Ninguna parte. -respondió él. De momento parecían entenderse. Veamos hasta cuándo continuaba eso.
-No tienes ningún derecho, y estás perdido en tu...
-Cerebro.
La canción prosiguió.
-Así que acudes al que está al mando. He estado buscando a alguien como tú. Alguien que...
-Mate a mi comando. -Pedro se imaginaba qué era lo que Lucas querría que respondiese. Y de momento funcionaba.
-Y yo no seré el responsable -cantó Dani-. Voy a hacer que seas moldeable. Quiero que seas un autómata. Quiero que seas un...
-Maldito psicópata.
A Pedro le pareció que la canción llegaba a su fin, y sonrió por dentro. Le pareció fácil. Y justo por eso su sonrisa interna se esfumó. Demasiado fácil.
La grabación rebobinó, y volvieron a repetir las mismas palabras. Dos, tres, siete, diecinueve veces. Y Pedro empezó a perder la cordura.
Me quitaron la bolsa de la cabeza mucho tiempo después de haber llegado a mi destino. Y al hacerlo vi que estaba sentada sobre una silla en una plataforma de madera. Estaba rodeada por una multitud de gente que cuchicheaba por lo bajo. Y algo rozaba mi cuello. Sabía qué era eso. Y por desgracia también sabía dónde estaba y qué hacía allí. Vuelta a la era medieval.
Lo que me rozaba el cuello era un trozo de cuerda. Me iban a ahorcar.
En la esquina estaba Iris y Senko estaba situada entre las dos -ella era la única que aún tenía la bolsa en la cabeza-, y estábamos separadas por varios metros. Lucas acudió con nosotras. Daba comienzo el espectáculo.
-Damas y caballeros -dijo él como si estuviese presentando una obra de teatro-. Yo, Lucas Alcedo, he descubierto y capturado a estas contrabandistas.
El juego de Lucas consistía en segurar que nadie se revelaba contra él a través del miedo. Pero, ¿por qué? ¿No planeaba la extinción del ser humano? ¿Y por qué él? ¿Era acaso el rey de esta dimensión?
-Y hoy -continuó él-, tal y como dije que haría, les voy a exterminar de este planeta. ¡Conseguiremos salvar el planeta, y los que se nos opongan serán eliminados!
Y con el grito de ansias de la multitud, definitivamente lo entendí. Lucas hizo la falsa promesa de salvar el mundo, pero ¿de qué? Bueno, lo importante era que mantenía a la población unida a través de una mentira, y a sus opositores los asesinaba. Estábamos en medio de una dictadura.
-¿Y qué vas a hacer? -le desafié- ¿Ahorcarnos? ¿Tan viejo eres? Pensé que eras un científico, no un cabernícola. -me reí de él.
-Desearías que hubiese tomado esa decisión, pequeña. Pero no serán las cuerdas las que te maten. Ni yo tampoco. Será él.
Lucas miró hacia la entrada de la sala. Y entró Pedro con un hacha. Su mirada era una sin alma, sin vida. Como si fuese un robot. Tal vez fuese un clon. Pensar eso me tranquilizó en parte.
Si era nuestro Pedro podía hacerle recordar cosas. De lo contrario, con una simple llave de judo con las piernas conseguiría derribarle. Tenía pinta de estar muy en las nubes, de no enterarse de nada.
Avanzó lentamente hacia nosotras. Fue directo a por Iris. Y al pasar por delante mío vi las cadenas que rodeaban su cuello, y su camisa ocultaba el collar del lobo. Era nuestro Pedro. Él levantó el hacha, dispuesto a acabar con Iris, y un láser lo destruyó entre sus manos.
Las cabezas se tornaron hacia quien disparó el rayo. Y ahora sí que estaba confusa. Otra Senko. Esta estaba malherida, con pintas de que le costaba hasta respirar.
Si esa Senko estaba de nuestra parte, ¿por qué querer atar y eliminar a una de esta dimensión? La única posibilidad que existía era de que fuese un farol para confundir. O la Senko que había salvado a Iris era el clon, o la que estaba atada con nosotras era falsa.
-No sé quién ha hecho esto -dijo la Senko herida-, pero quiero que me devuelva a mi hermanito. ¡Quiero que sea como antes! -la niña estaba casi llorando, e hizo un tiro certero hacia las cuerdas que me ataban, y lo mismo hizo con Iris. O era muy buena actriz o era la nuestra.
Después apuntó a Lucas, y él levantó las manos. Me sorprendería si no tuviese un as bajo la manga ese viejo loco.
-Lo siento niña, pero ya no existe vuelta atrás para él. -le dijo Lucas.
-¡O me lo devuelves o te mataré!
-Vamos, por favor, razona un poco... -Lucas se quiso acercar lentamente a ella, pero Senko le disparó en los pies.
-¡No!
Y la plataforma de madera prendió fuego. A partir de ahora había que actuar rápido.
Vale, ¿qué haría Pedro? Primero que todo buscaría la salida. La única que había era por donde había entrado Senko. Y luego se lanzaría al ataque. Neutralizar a Lucas, llevarse a Iris, desenmascarar a la Senko que todavía tenía la bolsa en la cabeza y largarse en medio del caos. No era tan difícil, y me puse en marcha sin pensármelo más.
Mientras corría hacia Lucas le quité la bolsa de la cabeza a la niña atada a la silla -no me dio tiempo a ver su rostro- y antes de poder acercarme al científico, me apuntó con una pistola. Maravilloso, Aya. ¿Cómo no lo vi venir?
Lo que no vi venir fue el disparo fatal que Senko le dio a Lucas, y cayó abatido al suelo. Algo iba mal. No brotaba sangre del boquete que le hizo.
Volví la mirada hacia mi alrededor. El público buscando la salida más cercana en pánico, la niña atada a la silla con la cabeza baja, y Pedro... que observaba las llamas arder. Estaba como hipnotizado por el fuego. Tal vez estaba recordando, y crucé los dedos para qus así sea.
-¡Aya, vámonos! -dijo Iris cogiendo en brazos a la Senko que estaba atada. Había conseguido liberarla -¡Coge a Pedro y pirémonos!
Y eso hice; fui hacia él, le cogí de la mano y nos dirigimos hacia la puerta. Y de nuevo algo nos frenó en seco.
Otro Pedro.
Saltaba a la vista que este era un clon -tenía los ojos verdes, qué mal le quedaban-, y nos preparamos para otra batalla.
Pero nuestro Pedro nos hizo a un lado, y fue hacia él. Todavía tenía cara de estar muy dormido, pero su forma de caminar ya no era como la de otra persona. Era la suya. La forma de caminar que tiene alguien que está decidido.
El Pedro malvado apuntó al nuestro con un láser, y antes de poder disparar nuestro Pedro le cogió del arma, le inmobilizó en el suelo y le arrancó un brazo. Sí, ese era nuestro Pedro. Reí por lo bajo al pensar eso.
-Pedro -le llamé-, ¿estás ahí?
Él, después de romperle el cuello al impostor, se giró lentamente hacia mí. Y su rostro anestesiado al fin cobró sentido con una sonrisa. Nunca me había alegrado tanto de ver a alguien sonreír.
-Todavía no del todo, pero ya nos encargaremos de eso más tarde. Salgamos de aquí.
-¡Señor Pedro! -exclamó la Senko malherida, y corrió a abrazarle. Ahora no cabía duda de que ella era la nuestra.
Advertí que la Senko que sostenía Iris tenía un parche en el ojo. Y justo cuando me di cuenta de esto, Pedro aprovechó que nuestra Senko no miraba para atravesar la cabeza de la niña con su puño. De nuevo no brotó sangre.
Después Pedro se separó de su hermana y fue hacia el cuerpo de Lucas. Lo recogió, y esta vez sí, nos fuimos.
Durante el camino todos teníamos demasiadas preguntas -sobretodo nuestro amigo-, así que decidimos hacerlas cuando estuviésemos definitivamente a salvo.
Mientras nosotras comíamos en lo que parecía ser el cuarto de Lucas -habían muchos cuadros sobre él allí-, Pedro investigaba con lupa el cuerpo del científico caído y el de la Senko falsa.
-¿Has averiguado algo? -le preguntó Iris con la boca llena.
Noté que Pedro se repugnó por ese acto, pero decidió ignorarlo.
-Es un clon -dijo-. Los dos lo son.
-¿Qué? ¿Lucas un clon? -nos sorprendimos Iris y yo.
-Sí. Uno muy modificado. Al parecer la persona original era muy inútil -se ve que no recordaba al Lucas que conocimos en nuestra dimensión-, y alguien lo modificó para que fuese listo y eficaz. Es el mejor clon que he visto nunca. Y lo mismo con la otra copia, pero esta no la han modificado tanto.
-Entonces estos clones no actúan por voluntad propia, sino que hay alguien que los controla. -Dedució Iris.
-Exacto -confirmó Pedro-. Y mirad esto.
Pedro sacó algo del agujero del láser que Senko le hizo a Lucas en la cabeza. Era una especie de antena. O sea que lo que veía el clon, también lo veía la persona que lo controlaba a través de una pantalla como un ordenador o algo así.
-¿Qué es eso? -preguntó Senko.
-Una antena -respondió. Me aplaudí a mí misma por dentro-. Y lo he visto antes. Pero no sé dónde.
Una persona ya conocida por todos estaba en el tejado de ese mismo edificio, escuchando la conversación a través de un micrófono que Pedro tenía implantado en la espalda. Y otro rostro también familiar se puso a su lado.
-Hora de deshacerse de las pruebas. -dijo Albert.
-¿Para qué crees que estoy aquí? -respondió Senko, siempre con un parche.
-Bien. Ya sabes qué hacer. -el hombre se retiró.
-No actúes como si estuvieses al mando.
La chica se arrancó el parche. Detrás de dicho objeto estaba la antena.
Lo tiró al suelo y lo aplastó.
También se arrancó los cables que conectaban lo que veía a través del parche con su cerebro, y se fue tras Albert.
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