Atardecer de un sueño
Pedro y yo estuvimos viendo el atardecer sin decir palabra, cogidos de la mano. Como dijo Beethoven, "No rompas el silencio si no es para mejorarlo".
El sol ya casi era inexistente, y Pedro mejoró el silencio al tiempo que me soltaba para mirar el reloj.
-Es hora de ir a nuestro segundo esperado destino -el chico se puso una mano a la espalda y la otra me la tendió con elegancia, como si me hubiese invitado a bailar una lenta-. ¿Vamos, My Lady?
Yo le tomé la mano.
-Vamos, mi sargento.
Pensaba que iríamos caminando tranquilamente, pero Pedro me guió a través del bosque corriendo, pero sin prisas. Su niño interior entusiasta al fin aparecía.
Al principio seguimos cuesta arriba, pero al momento bajamos por una pendiente hasta que la vegetación dio paso a un pueblo abandonado, en ruinas.
Pedro me soltó y relajamos el ritmo.
Todas las casas estaban devastadas y de ellas sólo quedaban columnas y alguna que otra pared con techo, como si hubiese ocurrido una catástrofe, pero quedaba bien.
Ya había anochecido, y como había temido, hacía mucho frío. Me acordé de cuando Pedro conoció a Senko. Si él me daba su sudadera, yo también la olería. Y después me sonrojaría.
-Me encanta este lugar -dijo Pedro-. Aquí no se escucha más que el viento sobre los árboles, los grillos y los últimos pajarillos antes de dormir.
-Esto es genial. -quedé en armonía con todo lo que me rodeaba.
Me di cuenta de que Pedro me miraba de reojo, sonriendo.
-¿Qué? -le dije.
-Aquí es donde Lobo llevó a Alma, también al anochecer. ¿Quieres ver el río?
-¿También existe el río de la historia? ¡Pues vamos! -me impacienté.
Esta vez fui yo la que le cogió a él y le llevé corriendo, pero pronto me di cuenta de que no tenía ni idea de dónde estaba el río.
-Esto... ¿por dónde? -dije.
Pedro soltó carcajadas de golpe.
-Lo sabía -dijo entre risas-. Vamos, ya te llevo yo.
Pedro dio media vuelta -fue gracioso saber que el río quedaba en dirección totalmente opuesta hacia donde yo me dirigía- y empezó a caminar.
Al poco rato se empezó a escuchar el susurro del agua, y dimos con un puente de piedra que parecía francés, muy desgastado por el tiempo.
Él se asomó en el puente a contemplar el reflejo de la luna sobre el agua cristalina, y yo me puse a su lado.
Esta vez no me cogió de la mano, sino que me rodeó con el brazo y me acercó a él, y yo me acurruqué contra su pecho.
Las primeras luciérnagas de la noche empezaron a aparecer, y al poco rato estábamos en medio de un espectáculo de luces diminutas, en perfecta armonía.
Disfruté del momento al máximo. Nunca me había sentido mejor. En el momento perfecto, en el lugar ideal y con la persona indicada. Deseé que ese momento no acabara nunca.
Después de unos seis minutos Pedro volvió a hablar.
-Y aquí fue donde Alma se cayó al río sin darse cuenta de que llevaba el móvil y se lo cargó.
-Sí, me acuerdo de esa parte. Qué mala pata. -respondí.
-¿Tienes el móvil encima? -dijo él sacando sacando el suyo y poniéndolo en la barandilla.
-Pues no, me lo dejé en el... ¡Ah!
Fue demasiado tarde cuando comprendí que tuve que decir que lo llevaba encima. Y eso fue cuando Pedro me levantó y me tiró al río. Estaba helada. No me gustaba nada bañarme en aguas frías.
Por suerte el agua no cubría -me llegaba por los brazos-, y me levanté con la ropa pegada al cuerpo.
-Hijo de... -musité mirándole con ansias de vengarme.
-¡Vamos, hombre, no seas quejica! -rió él subiéndose a la barandilla de piedra y quitándose su sudadera descubriendo que llevaba una camiseta negra debajo, y cuando averigüé sus intenciones me puse a cubierto- ¡Heavy Metal!
Y con ese grito, se lanzó al agua de bomba. Cuando su cabeza asomó de nuevo del agua, tuve claro que no le dejaría vivir.
-Uah, te vas a enterar. -dije, y dio comienzo una pelea de agua.
-Acepto su declaración de guerra, My Lady. ¡No me contendré!
Y en ese momento supe que no había sido la mejor idea, primero de todo porque el agua estaba congelada y segundo porque sabía que había empezado algo que no podía ganar. Bueno, lo que importaba era divertirse.
Al rato decidimos que ya vale
-sorprendentemente fue Pedro el que decidió abandonar por el frío- así que Pedro me llevó a la única casa que quedaba más o menos en pie.
Había una hoguera electrónica, y Pedro pulsó un botón y se encendió de un fogonazo.
-Bueno, quítate la ropa y sécala junto al fuego o te resfriarás. Tranquila, yo estaré de espaldas. No miraré.
Al principio me lo pensé, pero luego accedí. Así que Pedro se dio la vuelta cumpliendo su palabra y yo me quité la camiseta y los pantalones y los puse junto al fuego.
-Es curioso -dije-. Estas casas parecen muy antiguas, pero por lo visto tienen tecnología avanzada.
-Sí. Es un misterio -respondió él-. Mi hipótesis es que todo esto está así por un huracán o un tsunami. Creo que este valle está por debajo del nivel del mar, así que la segunda idea es muy probable. Pero lo de los artilugios tan modernos sí que no me lo explico.
-Pues apoyo tu hipótesis -pensé-. Ojalá algún día se hayen respuestas a todas las preguntas sin responder.
-Sí. Sería interesante.
-¿Tú no te quitas la ropa? -le pregunté.
-Nah, estoy bien. Me quité la sudadera antes de tirarme al agua. Sobreviviré con mis pantalones y mi camiseta mojados.
-Cabrón -reí-. ¿Cogiste tu móvil?
-Sep. -dijo enseñándolo en la mano. Apoyé mi espalda contra la suya mientras contemplaba el fuego.
-Por cierto, ¿y los otros conciertos que teníamos pendientes? -recordé.
-Las cancelé. Todo está en orden, no hay de qué preocuparse. Almenos de momento.
Y le creí.
Esa calma que me inundaba cuando estaba a su lado... era increíble.
Entonces me acordé de Senko.
-Oye, ¿nunca le has preguntado a Senko por su pasado?
-Pues... no. Siempre he querido hacerlo, pero no quería recordarle malos momentos. Sin duda su vida no ha sido nada fácil.
-Ah. Creo que la próxima vez que la vea le preguntaré. -me decidí.
-Okey. Hazlo cuando estemos todos, su historia me interesa.
Dudé en si decir la razón de por qué le hice la pregunta. Y como siempre, acabé haciéndolo.
-Tuve un sueño -expliqué-. Había una casa incendiándose. Y habían dos personas dentro. Senko también estaba. En su cuarto, acorralada contra el fuego. Cuando la encontraron los bomberos dijeron que estaba muerta y la abandonaron. Y... tuve la sensación de que estabas ahí. Puede que sea todo ficticio, pero después supe que ese era el sueño de Senko. Me dormí a su lado cuando te habías ido. Y eso me despertó dudas.
Pedro quedó en silencio. Y de pronto habló con su voz de líder.
-Hablaremos de esto al llegar a casa. No era una ficción. Yo estaba ahí. Y si Senko también estaba, entonces encaja otra pregunta que tenía.
-¿Cuál?
-La madre de senko era japonesa. Eso explicaba por qué entendió el anime estando en japonés.
-Pero habían subtítulos. -dije.
-Senko no sabe leer -respondió-. Así que pudo entender el anime porque no le hacía falta leer los subtítulos. Ella entendía el idioma.
-¿Y cómo sabes eso? -pregunté.
-Porque la madre de Senko... era también mi madre -me quedé impactada-. Y el incendio de esa casa era el incendio en el que murieron mis padres.
-Joder -aluciné-. Entonces Senko es tu hermana. -deducí.
-Sí. Tengo que hablar con ella.
Después de otro silencio, Pedro añadió:
-Jolín, ya son las nueve. Nos quedaremos aquí quince minutos más y no iremos. Tengo que hacer la cena.
-Tenemos. -le corregí. Escuché cómo Pedro rió levemente.
-Tu ropa ya estará seca. Vístete y volvamos al puente.
-¡Voy! -me animé. Yo también quería volver allí.
Así que me puse la ropa -la cual aún estaba un poco húmeda- y nos dirijimos hacia allí.
Al salir de la casa me dio un golpe de frío tremendo. La hoguera había mantenido el interior del hogar caliente, pero fuera hacía un frío de mil demonios. Sin embargo no había viento.
Llegamos a nuestro destino, y Pedro me volvió a coger. A pesar de su calor, no tardé en empezar a tiritar. Mi camiseta y pantalones eran cortos y me estaba pasando factura.
Entonces el brazo de Pedro dejó de darme calor, y él se quitó la camiseta.
-N-no importa, estoy bien... -pero la verdad, no lo estaba. Me costaba hasta hablar.
-No seas tonta -me dijo-. Yo tengo otra camiseta. He venido preparado para el frío. Así que no te preocupes por mí y déjame ponértela.
La verdad es que yo también lo quería. Esas personas que te dan su amor incondicional aunque tú no lo quieras... realmente son lo mejor del mundo.
Dejé que me pusiera su sudadera, y como había previsto antes, lo primero que hice fue olerla. Y era como esnifar cocaína. Tal vez se sintiese así, no lo sé, nunca he probado esas cosas. Pero alomejor ni si quiera las drogas conseguían acercarse a la sensación que producía el aroma a alguien muy cercano al que aprecias.
Ahora sí que estaba calentita. El frío se desvaneció como si una manta calentita me arropase.
Ahora ni siquiera miraba la luna, ni el río, ni las luciérnagas. Simplemente cerré los ojos mientras notaba su cuerpo contra el mío.
Y en un momento dado abrí débilmente los ojos, y noté que Pedro se quedó mirando la luna. No supe interpretar su mirada, pero por lo pronto era triste.
-Oye -dijo-, no sé por qué pero... es extraño. Siento como si yo fuese el lobo que buscaba terminar con su vida, y que justo cuando iba a rendirme hubiese dado contigo -en ese momento empecé a sonrojarme gradualmente-. Tú eres mi Alma. Es cierto que tenía metas, pero después de eso, ¿qué? Contigo he encontrado sentido a la vida. Antes me sentía estancado. Como si por mucho que yo hiciese, nada cambiaba. Desde que te conocí noto un progreso. Ya no odio tanto a la gente. Bueno, sí, pero no tanto como antes -rió-. Tampoco estoy tanto de mal humor, y... no sé. Es como si viese la luz, como si cada vez que te enseño algo eres tú la que me marca a fuego en la mente alguna enseñanza. Es... -apretó los puños, frustrado- bah, no sé explicarlo. Olvídalo.
Cuando me di vuenta, estaba roja como un tomate. Parecía una declaración, pero era consciente de que no lo era. Era una de las cosas que me gustaba de él; al contrario que muchas personas él cuando dice cosas bonitas es porque le sale del alma. Sin un propósoto de enamorar a nadie. Él abría su crazón. Y eso era algo que a muchos les costaba, y que otros tantos temían.
Pedro iba a dar por terminada la conversación, pero supe que tenía que decir algo.
-Te entiendo -dije con tono suave-. La verdad, yo me siento como si fuese Alma. Por fuera estaba bien, pero por dentro me perseguía el infierno que me esperaba al llegar a casa. Nunca he sabido lo mal que estaba hasta que por fin he estado bien. Y lo supe cuando te conocí. Cuando arriesgaste tu vida por mí, cuando me llevaste a tu casa, cuando te quedaste despierto toda la noche cuidando de mí leyendo un libro de primeros auxilios.
-Aquel día fue una locura. -rió Pedro.
-Sí -sonreí-. Siempre he sido alguien que nunca se la ha jugado, pero contigo hacer locuras es divertido. Nunca me había imaginado luchando contra la mafia, salvando a miles de estudiantes e incluso salvando la vida a los padres que casi me la quitan. Y menos arriesgando mi vida por la de alguien. Pero si te soy sincera, lo volvería a hacer.
Los ojos de Pedro me miraban fijamente. Qué ojazos negros. Me llamaban. Me decían "Ven, aquí estás a salvo. No te pasará nada".
Sin dejar me mirarnos, nuestras manos se unieron, y nuestros cuerpos poco a poco también. Le tenía tan cerca que ya me costaba enfocarle con los ojos. Así que simplemente los cerré. Nos inclinamos un poco mientras seguíamos acercándonos.
Quería notar el tacto de sus labios...
Y lo que noté fue el móvil de Pedro vibrando en su bolsillo.
Entonces fue como poner en pausa una película. O almenos yo me detuve y me separé lentamente.
-Eh... deberías cogerlo. -dije, sonrojada. No me podía creer que acabase de decir eso. Entonces empezamos a hablar a la vez, sin saber qué decir.
-S-sí, sí... podría ser importante.
-Claro, no te preocupes, sí...
No me lo podía creer. Había arruinado probablemente el momento más importante de mi vida. Ese momento que te persigue hasta el día de tu dichosa muerte.
Pedro, antes de coger la llamada, se me quedó mirando, sonriendo.
Y entonces echamos a reír liberando la presión y la incomodidad. Y ahora sí, atendió el móvil. Como si nada hubiese pasado.
-Dime.
Una voz le habló desde el otro lado de la red. Hablaba tan bajito que no se le escuchaba. Y a medida que iba hablando, la sonrisa de Pedro se le esfumaba de la cara. Y a mí también. Olía a problemas.
De repente, la voz dejó de hablar.
-¿Hola? -dijo él. Entonces se alarmó- ¡Hey! ¿Hay alguien? ¡Responde!
Y entonces la línea se cortó.
Pedro me miró, y por segunda vez desde que le conocí vi miedo en sus ojos. Miedo real. Y al verle así mi subconsciente entró en pánico.
-Hay que volver. Ya.
No dijimos nada más. Pedro me cogió de la mano y echamos a correr como si no hubiese un mañana. En cuanto a mí, era como si prácticamente Pedro me llevase a rastras, y yo hacía cuanto podía para no ser una carga.
Los veinticinco minutos de camino a penas se convirtieron en ocho corriendo. Y a cada paso que dábamos se sentía como si algo se nos escapase.
El tiempo. Se nos escurría entre las manos como la arena.
Cuando subíamos las últimas escaleras, Pedro me advirtió.
-Prepárate. Probablemente nos hagan una emboscada.
Y entramos de golpe en nuestro apartamento. Las luces estaban encendidas y todo estaba destrozado: cristales rotos, cosas por el suelo, todo hecho un
asco... la típica escena de películas en la que una casa ha sido atracada.
Pedro me hizo señas para que me quedase justo allí mientras él investigaba. En ese momento me sentí un poco inútil, pero accedí. Pensé que sería una buena idea quedarse vigilando la puerta de salida.
Pedro fue a la cocina a por un cuchillo, y se paseó por la casa amortiguando los pasos, con la guardia arriba. Al cabo de unos segundos de silencio ensordecedor, Pedro vino a mi encuentro.
-No están -dijo-. Se las han llevado. Se han llevado a Iris y a Senko.
No me lo podía creer. Pero en ese momento no necesitábamos incredulidad, sino acción. No tuve tiempo a pensar qué hacer ante esta situación cuando Pedro pasó por mi lado y abrió la puerta.
-¿Adónde vamos? -pregunté. Él habló de espaldas a mí, con los hombros cuadrados.
-A por el bandido que sabemos dónde está. Si quieres quédate aquí, porque pienso torturarle de la peor forma sin piedad. Y si hace falta lo mataré. Han secuestrado a mi hermanita y a una de las dos únicas amigas que tengo. Y juro que se arrepentirán.
Ya no había miedo en sus ojos ni en su habla. Volvía a ser Pedro. El Pedro que tenía sed de sangre y de justicia motorizados por el dolor y la ira.
Volvía a ser la persona de la que me enamoré.
Porque admitámoslo: estaba loca por él.
Me puse a su lado, dispuesta a combatir este asco de mundo junto a él.
-Cuando usted quiera reanudamos la búsqueda enemiga, Ángel de la Guarda.
-Sí, My Lady. Nos toca salir de caza.
Más le vale correr a todo el que se cruce en nuestro camino. Si es creyente más le vale rezar. Si no lo es, más le vale suplicar. Y si es un cobarde... más le vale esconderse. Porque tocaba jugar a las escondidas. Y Pedro y yo inicamos la búsqueda.
"Busca y destruye".
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