Ángel Demoníaco

Cuando recuperé la conciencia me sentía dolorida, y a la vez no notaba mi cuerpo. Fui recuperando los sentidos poco a poco, y mi borrosa visión fue estabilizándose hasta vislumbrar que estaba en una cama, pero no en el hospital. Era un cuarto. El techo estaba lleno de puntos blancos que brillaban en la oscuridad, simulando ser estrellas y haciendo constelaciones, con una línea que unía los dibujos y con el nombre al lado.

Miré hacia ambos lados, aturdida. La cabeza me dolía a horrores y tenía muchísima hambre. Una de las cuatro paredes estaba llena de pósters de anime y grupos de música, tal vez de metal. Entonces pensé que tal vez era la habitación de Pedro. Había un póster de Hollywood Undead, el grupo que hizo la canción que Pedro y yo escuchamos esta mañana. Si todavía podía decir que fue esta mañana. No tenía ni idea del tiempo que había estado inconsciente.

En frente de la cama estaba la ventana, y a mi lado había un escritorio con una lámpara y libros abiertos. Me levanté pesadamente a investigar un poco. Bueno vale, estaba cotilleando. Los libros eran de medicina, y estaban abiertos en un capítulo que trataba las quemaduras de primer y segundo grado. En la pared que se veía si levantabas la vista habían unas fotografías pegadas con chinchetas. En una estaba Lucas junto a sus dos coleguillas, en otra estaba Albert dando clases y en otra... estaba yo. Y al lado de mi foto había un trozo de libreta arrancada que decía:

"Mission 002: protect her. Priority: Very High. Reason: She's maybe a friend?".

Estaba escrito en inglés. Pero lo entendía perfectamente. Di gracias a la profesora que murió asesinada en el ataque terrorista, pues era mi profesora de inglés. Gracias a ella amaba ese idioma. Lo que ponía en la nota de Pedro era:

"Misión 002: protejerla. Prioridad: muy alta. Razón: ella es ¿tal vez una amiga?"

Las palabras "muy alta" y "amiga" estaban subrayadas. Más preguntas que acudían a mi mente.

La puerta se abrió lenta y silenciosamente. Entró Pedro con una toalla y un vaso de agua. Al verme se sobresaltó un poco, pero luego suspiró de alivio.

-Dios, por fin has despertado. Estaba preocupado. -Acabó de entrar en el cuarto y puso la toalla y el vaso encima del escritorio. -Deberías descansar más. Seguro que el mundo te da vueltas a la cabeza.

-Sí... pero tengo muchas preguntas y necesito respuestas.

-Eso suponía. Recuéstate en la cama y mientras voy respondiendo a lo que me digas, ¿sí?

Me pareció coherente, así que me acosté de nuevo y Pedro me puso la toalla en la frente. La acababa de mojar con agua fría. Me pregunté si habría estado todo este tiempo cuidando de mí.

-¿Quién eres en realidad? -Fue lo primero que quise preguntar.

-Mi auténtico nombre es el que conoces; Pedro. Pero iré respondiendo a las preguntas que tengas en mente sin que si quiera las digas, y acabamos antes. En fin, nací en esta ciudad, y casi siempre he vivido en esta casa. De pequeño era como tú en lo que se refiere al hogar: era un ricachón con agenda apretada. Pero la diferencia era que yo era popular. Sin ofender. -Dijo mirándome como si fuese obvio.

-Claro, claro. -Respondí.

-Bueno, pues tenía miles de amigos, y me lo pasaba pipa con ellos. Siempre les invitaba a mi casa, a merendar, a salir por ahí con mis padres... cuando tenía seis años, mi vida era un arco iris. Pero un día me quedé castigado en el recreo del colegio porque se me olvidó hacer los deberes. Entonces hice algo que nunca había hecho: observar. Desde la clase veía a mis compañeros jugar con mi pelota y dije jolín, ojalá estar con ellos. Yo siempre les dejaba todo y no me importaba. Pero después vi cómo un chico se acercaba a ellos. Era uno que me caía mal. Pero nunca había hablado con él: simplemente a toda la clase le caía mal, y automáticamente a mí también. Entonces me pregunté por qué caía mal a todos, si en el fondo era majo. Cuando venía a querer jugar con nosotros, lo pedía amablemente, pero siempre era yo el que le decía que no, y le empujaba para que se largase.

Yo le escuchaba como si fuese un cuento. Me imaginaba por dónde iba el cuento.

-Pero esa vez, cuando yo no estaba y se acercó a mis amigos, ellos se acercaron al chico y empezaron a pegarle. Sólo había visto una escena así en las pelis, y aunque un profesor vigilaba si me iba, tenía que hacer algo. Sentía que le estaban pegando por mi culpa. Así que bajé al patio a toda prisa e intenté disipar la pelea. Y a mi mejor amigo le grité. "¡Eh!¿Pero qué hacéis?" "Ha intentado jugar con nosotros, y tú siempre dices que no quieres que toque tu pelota."

>>Me respondió como si él tuviese la razón, ¿sabes? Y le dije que aún así no era motivo para pegarle. Y les dije que si volvían a hacerlo no les volvería a dejar mi pelota. Y adivina qué hicieron después.

En mi mente les puse a aquellos niños las caras de Lucas y los demás. Y supe qué habrían hecho.

-Te pegaron a tí. -Respondí.

-Exacto. Mientras me pegaban me hice muchas preguntas. "¿Por qué a mí?" "¿Por qué hacen esto?" "¿Por qué...?" Recuerdo que nunca me había sentido tan triste y humillado. Eran sensaciones nuevas para mí. Al llegar a mi casa se lo conté todo a mis padres. Ellos para mí eran como Dios. Pensé que me consolarían y hallarían una solución para que todo volviese a ser como antes. Pregunta: ¿qué hicieron los padres de Pedro? Respuesta A: le dieron de ostias. B: le dieron de ostias. C: le dieron de ostias. Y D: le dieron de ostias. Pregunta valorada en un millón. -Dijo con una alegría fuera de lugar.

-¿Puedo pedir la opinión del público? -Le seguí el rollo.

-El público dice que es una respuesta entre la A y la D. Hemos descartado: ¡ninguna opción! -Casi parecía un comentarista de verdad. Con humor hiper absurdo y todo.

-Hm, difícil. -Dije fingiendo estar pensativa. -Pero creo que eligiré... La respuesta A-B-C y D: Le dieron de ostias a Pedro.

-¡Correcto! -Continuó, aplaudiendo y fingiendo la emoción del público. -Y bueno, me dieron cada uno una ostia en la cara, y me dijeron "idiota, ¿cómo se te ocurre? Eso te pasa por dejarles siempre tus cosas a los demás. Sólo quieren tu dinero. Esos gamberros no quieren nada más de tí. Sólo son tus amigos porque les pagamos para que lo sean", no se qué...

-Pero la culpa era de tus padres, porque ellos siempre te acompañaban cuando salías con ellos, ¿no? Además si ellos les pagaban, pues normal que la cosa acabara así..

-¡Claro! Y encima me echaban la culpa. ¡A mí! ¡A un puto niño de seis años que aún no sabía cuán valioso era el puto dinero porque yo estaba de dinero hasta los huevos! Venga ya. -Ahora sí tenía su mueca de no aguantar al mundo. Volvía a ser él.

-Y supongo que ahí empezó tu odio. -Deducí.

-Todavía no. Aquel día lo que hice fue cogerle miedo al rival. Desde aquel día empezaron a acosarme y a robarme el dinero del bocadillo. Lo típico. Cada día venía con heridas nuevas, y cada vez qus eso pasaba mis padres se encargaban de dejarme más heridas.

-Qué cabrones...

-Aquel día me di cuenta de que mis padres no eran quienes creía que eran. Aquel día supe que mis amigos no eran mis amigos. Aquel día supe... que nada es lo que parece. Todo es mentira hasta que se demuestre lo contrario. Y un día mientras me pegaban vi a un profesor en la lejanía. Estaba mirando con los brazos cruzados. Sin hacer nada. Y entonces sí: en ese momento empecé a odiar a todo el mundo. En el suelo, mientras me pateaban y mi mirada conectaba con la del profesor, grité. Pegué el mayor grito que he hecho en mi vida. Ese grito estaba repleto de rabia, dolor, decepción e impotencia. Y empecé mi primera pelea. Conseguí cogerle del pie a uno y tirarle contra otro. Me levanté mientras seguían pateandome. Pero quienes caen aprenden a caer sin que les duela, o a mantener el equilibrio. Perdí aquella pelea: uno me sostenía y los demás me golpearon hasta que perdí la conciencia. Pero cuando desperté, renací. En aquel momento tuve dos opciones: o me convertía en un ángel... o en un demonio. Debatí las dos opciones en mi mente. Un ángel acudiría a los profes, a alguien superior, o se las apañaría para salir de la situación siendo inteligente. Un demonio acudiría a la fuerza. Cuando le robasen el dinero, el demonio se metería de ostias aunque perdiera, y al día siguiente otra vez, y otra vez, y otra vez. Y fui un demonio. Pero a la semana no me tocaba ni Dios, Aya, ni Dios. Y en parte también fui un ángel, porque usé la cabeza. Aprendí a pelear. Aprendí las técnicas que tenían mis enemigos y las anotaba en una libreta. Ideaba tácticas de contraataque. ¿Y sabes qué hice con el chaval que siempre quería jugar con nosotros? El mismo día que perdí mi primera pelea me planté en frente suyo, le abracé y me disculpé, Aya. Le pedí perdón de rodillas ante todo el mundo, y él se quedó flipando. Para compensarle le juré que siempre que se meterían con él le defendería, y cumplí. Desde entonces jamás he incumplido mi palabra. Jamás. Y menos a aquel chaval al que protegía, odiaba a todo el mundo. A todo y a todos. También me revelé en casa, y me escapé. Y no volví jamás. Me las apañaba yo solito, con sudor y esfuerzo. A veces tube que robar. Pero no me sentía culpable. Me di cuenta de demasiadas cosas en demasiado poco tiempo.

-Eres un puto héroe... -Aluciné.

-No. Un héroe salva a los demás. Yo condeno a los demás. Este mundo necesita un juez que castigue a los culpables. Y ese, Aya, era yo. Y nada me detendría. Decidí que de mayor quería ser luchador, político, militar, policía, me daba igual. Pero quería luchar. Quería cambiar este puto mundo. Y sin duda lo conseguiré. Si no lo hacía con la fuerza, lo haría con la inteligencia, o las dos cosas. Seré el ángel demoníaco que haya la justicia sin importar de qué tratase. Y vaya que si lo seré.

Noté que estaba llorando. Con rabia. Nunca había visto nada igual... salvo en mí. De pronto, Pedro sonrió. Imaginé que iba a reirse como un demente. Pero sonrió... dulcemente. Y dijo:

-Sería un ángel y un demonio a la vez. Pero jamás imaginé que sería el ángel de la guarda de alguien. -En ese momento nos miramos a los ojos. En la habitación oscura y con la única iluminación de la excasa luz del pasillo y la de la luna, sus ojos negros parecían azul marino, y sus lágrimas daban la sensación de ser estrellas de la azul inmensidad.

-Tiene gracia -dije sin dejar de mirarle. Sus ojos me imnotizaban .-Te tengo agregado en el móvil como "Pedro, mi Ángel de la Guarda".

Y entonces Pedro sonrió con su rostro malévolo.

-Yo te he agregado como "Aya, My Lady"

-¡Venga ya! -salté, y le di mini puñetazos mientras él los bloqueaba con el hombro y se partía de la risa.

Esa era su risa de verdad. Nobera ni de lejos la que usaba para intimidar. No sonaba normal, ni antinatural. Sonaba sorprendentemente dulce. Como un niño que se reía de cualquier pequeñez, con los ojos cerrados de felicidad.

-Oye -continué-, pero eso no explica por qué llevabas chaleco antibalas y herramientas para desactivar bombas.

-Ah, eso -dijo mientras se calmaba de la risa-. Bueno, cuando empecé a buscarme la vida en solitario decidí dejar de ir al colegio y pagarme mis libros para estudiar en casa. Me salía más barato y además dejaría de ver a los imbéciles de "mis amigos" -entrecomilló-. El caso es que un día después de dejar el colegio, hubo un atentado y murió el chaval al que protegía. Entonces empecé a ahorrar para comprar herramientas para desactivar bombas, un curso online en el que falsifiqué ser mayor de edad, y después le compré un chaleco antibalas a un traficante de drogas. Después de eso, no volví a hacer nada ilegal. Aunque trabajaba como camarero con un DNI falso y justificación de que era mayor de edad pero que tenía una enfermedad que me impedió crecer, y ya no tenía la necesidad de robar. Después mis padres murieron en un incendio y cayó en mí la herencia así que pude acabar la primaria y comenzar la secundaria sin trabajar.

-Guau. Parece una película.

-La vida de Pedro. Primera parte -bromeó -. La segunda parte empezó cuando te conocí.

-¿Y soy la única amiga que has tenido desde que eras pequeño? -Dije recordando la nota de la pared.

-No. Has sido mi única amiga verdadera -sus ojos brillaron mientras sonreía -. Además me inventé que tenía una enfermedad mental que me incitaba al odio para que nadie se acercase a mí amistosamente. -Advertí que estaba mirando el collar que me dio. Lo llevaba puesto y decidí llevarlo siempre excepto para ducharme y dormir. -Pero sabía sabía que aparecería una persona con la que combatir el mundo. De modo que cada vez que avanzaba de curso, me cambiaba de centro de enseñanza, y después hice mi propio collar compartido. Entre toda la basura que he encontrado, has sido el único tesoro que he hayado.

-¿Eres poeta o algo? -Reí. Fue lo único en lo que pude pensar.

-Compositor, escritor, poeta, dibujante... en cualquier cosa que tenga que ver con la imaginación soy un as.

-¿compositor? -salté- ¿haces canciones?

-Pues sí. Con la muerte de mis padres gané un dineral y pude comprarme un ordenador de los buenos y una aplicación para hacer música. De echo tengo un álbum, pero nunca he llegado a publicar ningún tema.

-¿Me enseñas alguna de tus obras?

-No me importaría, pero son de metal. Y todas son muy heavys. Aunque tengo alguna melódica.

-No me importa. Aunque sea muy acelerado el ritmo, enséñame la obra que más te haya gustado.

-Okey, pero luego no me culpes si te duelen los oídos. -sonrió, y abrió un cajón en el que guardaba su ordenador. Este se encendió en seguida. Se notaba que era muy caro.

-¿Cómo has llamado a tu banda? -Estaba llena de curiosidad.

-Muse. Un nombre francés. Y esta, es mi obra maestra.

Puso a reproducir una canción llamada "Stockholm Syndrome" (síndrome de Estocolmo). Supongo era que la enfermedad que Pedro fingía tener. Me tendió unos cascos y me los puse. La canción empezó con un solo de guitarra muy grave. En la pantalla aparecía la letra en inglés. La iba traduciendo en mi mente.

<<No me meteré en tu camino. Sólo deja que tu odio crezca.

Y gritará, y gritará, y rogará.

Y volaremos, y caeremos, y arderemos.

Ella tiene un nombre. Sí, tiene un nombre.

Pero nadie recordará... sí, nadie recordará.>>

Entonces la música se intensificó, se volvió a repetir el solo del principio del tema y cuando creía que el estribillo me iba a destruir los oídos, todo se calmó. Fue como ascender una costosa escalera hasta el cielo, y cuando has llegado, estar flotando entre tus promesas y tus mentiras.

<<Esta es la última vez que te abandono.
Y esta es la última vez que te olvido.
¡Me gustaría poder...!>>

Y ahora sí que hubo un golpe de poder, pero era vigorizante. No me estresaba, como hacían muchas otras canciones.

Después el tema me transportó de nuevo al suelo, ardiendo.

<<Mira a las estrellas. Deja que la esperanza crezca en tus ojos.

Y amaremos  y odiaremos y moriremos.

Todo fue en vano. Sin duda, todo fue en vano.>>

Fue todo lo que pude descifrar. El resto de canción era un solo y el estribillo de nuevo. Me di cuenta de que no tenía ni idea de qué me gustaba respecto a la música.

Me quité los cascos y fue como volver a la realidad después de sumirme en un profundo sueño.

-¿Qué tal? -Dijo Pedro tomando los cascos.

-Eres un genio -podía resumir lo que sentía a esas palabras .- Pásame esa canción por el móvil. Necesito tenerla. Es súper pegadiza.

-¿Enserio? Vaya, creía que no te guataría. Pues amiga mía, si te gusta esa canción, te gustarán casi todas las que te enseñe.

-Lo espero con ansias. -Le respondí.

Luego de eso le presté mi móvil para que me descargara las dos aplicaciones para escuchar música, me bajé la canción de This love This hate y el tema que había hecho Pedro me lo mandó por mensaje, y me creé una lista de reproducción con esas dos canciones.

Después empezamos a hablar con música de fondo. Y Pedro me enviaba el nombre de todas las canciones que sonaban por mensaje.

-Bueno, supongo que adiós a mi mochila de instituto -me lamenté-. Me la dejé en clase.

-A la porra con la mochila. Total, el instituto ya no existe.

-Ya, pero podría usarla para el próximo centro al que vaya... por cierto, ¿cuánto tiempo he estado dormida?

-Bueno, son las tres y media de la mañana y el incidente ocurrió a las tres. Así que has dormido doce horas y media.

-¡Doce horas! -me sorprendí- Ay madre, mis padres me van a matar...

-¿Las normas de tu casa permanecen incluso si ha habido un atentado en el que podrías haber muerto?

-¿Tú que crees?

-Creo que algunos padres son lo peor.

-Pues crees bien. -Me estiré en la cama. -Si vuelvo tan de madrugada estoy muertísima.

-No vuelvas -Dijo Pedro, como si nada. Como si fuese una solución -. Es lo que yo hice.

Por un momento me pareció un disparate. Luego lo pensé mejor. Sin mis padres, el 90% de mis problemas se reducían a nada.

-Pero si me ven algún día por la calle me arrastrarán hacia mi casa... me encerrarán y me castigarán. -Nos pusimos en busca de una solución.

-Bueno, no quería llegar a esto, pero en ocasiones así... lo que yo hice para irme de casa fue dejarle bien claro a mis padres que no volvería por nada del mundo, y darles motivos para que no me echasen de menos. Así que te propongo lo siguiente: vuelve a casa, y si te tratan igual de mal que siempre... -Pedro se metió la mano en el cuello de la camiseta y sacó su collar. -Ya sabes qué hacer.

Asentí. Me parecía una buena solución. Probablemente otra persona habría intentado hablar con mis padres, decirles que no podía seguir viviendo así e incluso llegar a un acuerdo de convivencia.

Pero mis padres no son de negocios. Ellos son de tener siempre la razón por encima de todo. Son como Dios, pero versión mal.

-Pero obviamente vuelve a tu casa mañana por la mañana -Continuó Pedro -. Ahora lo mejor será que duermas. Y yo también. -Dijo, poniéndose en pie y dirigiéndose hacia la puerta.

-¿Puedo hacerte dos últimas preguntas? -me adelanté.

Pedro se detuvo en la puerta, me miró por encima del hombro y asintió.

-¿Por qué has decidido llevarme a tu casa? Podrías haberme llevado al hospital. -Pedro bajó su mirada. Empezó a sonar nuestra canción en la lista de reproducción aleatoria.

-No me fío de las personas. Los humanos se equivocan, Aya. Y otros se aprovechan de tí. Sólo me fío de mis propias habilidades. Si no, no estoy tranquilo. Preferí cuidarte yo a que hiciese un profesional -Sonrió-. Espero que no te haya molestado.

-No, no, qué va, para nada. Es más, gracias por ello, y perdón por causar molestias.

-Es un placer ayudar. -Me guiñó el ojo. Yo sonreí.

-Y la otra pregunta... ¿te has quedado despierto toda la
noche... cuidándome? -Pedro asintió. Bajé la mirada y me sonrojé. Nuestra canción llegó al estribillo.

Instintivamente, me levanté y le di un abrazo.

-Eres el mejor. -Cerré los ojos estando en sus brazos. Con nuestra canción de fondo y notando su calor corporal en mi pecho, me sentía a salvo de cualquier mal. Como si su casa contara con una barrera mágica protectora que no dejaba pasar nada malo.

No quería separarme de él. Quería sentirme así siempre. Quería estar siempre a su lado. Lo demás se volvía inexistente.

Se escuchaba cómo fuera empezaba a llover.

-Duerme conmigo. Porfa. -Musité.

-Okey. De todas formas no tenía más colchones. -reímos. Me separé de él. -Acuéstate ya, si quieres. Yo me voy a duchar y enseguida vuelvo. No notarás que me meto en la cama.

Pero lo que quería era precisamente notar que él estaba conmigo.

-Vale. No tardes. -Me dispuse a acostarme, y Pedro llamó mi nombre.

-Aya -me giré, prestándole atención-, gracias. Por todo, enserio. Lo que dijiste cuando te llamé durante el atentado, o cuando creíamos que íbamos a morir por la bomba que intentaba desactivar... para mí no tiene precio -su mirada se entristeció -. Nunca antes... nadie me había dicho algo tan bonito. No me lo esperaba. Así que desde el fondo de mi corazón, gracias. Por ser tú. Por estar. Y por haber aparecido en mi vida.

Volvíamos a mirarnos a los ojos. Estaba sonrojada perdida. Se acercó lentamente a mí. No supe cómo reaccinar. Se detuvo en frente mío y me dio un beso en la mejilla. Suave, y sin casi hacer ruido.

-Tú sí que eres la mejor.

Me volvió a mirar a los ojos, se dio la vuelta y se fue. Tenía la boca un poco abierta, y tenía un nudo en la garganta. A mí tampoco me habían dicho nunca algo tan bonito.

No sabía qué sentía en ese momento. Pero nunca me había sentido mejor. Era el mejor día de mi vida. Había salvado la vida a miles de personas, me habían salvado la vida a mí dos veces, me habían dicho lo más bonito que jamás había oído, y había dado mi primer beso, aunque fuese en los labios. Y todo eso con Pedro. Ese chico era sacado de un cuento. No era real. Era imposiblenque existiese alguien como él. Pero si existía, quería pasar más tiempo con él.

Se apagó la música que sonaba de fondo, y Pedro vino al cabo de unos quince minutos. Procuré estar despierta para entonces, pero fingí no estarlo. Entonces apagó las luces y me dio otro beso en la mejilla.

-Buenas noches, Aya.

Se acomodó y me rodeó con el brazo. No pude evitar cogerle del brazo delatando que no dormía.

-Igualmente. -Le dije, sonriendo. Era el mejor beso de buenas noches que me habían dado nuna.

Y me dormí al instante, con la lluvia susurrando a lo lejos, con la mejor persona del mundo a mi lado y con un gran recuerdo en mi corazón.

Aquella noche no me quité el collar que me dio.

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