Capítulo 8: Entresijos, Equipos y Espadas

-Todo despejado. Vamos.

Ame, Elfnein y Bear salieron del recinto industrial dónde habían pasado la tarde, resguardándose de los helados y cortantes vientos de Solitas. Una vez el scroll de Ame había sido actualizado por Elfnein, los tres decidieron que lo mejor sería separarse de nuevo, no queriendo ser avistados en conjunto por el equipo de las minas o los supuestos refuerzos que iban a llegar más adelante cuando fueran a recogerles.

-Recuerda, ahora mismo a quien buscan en Mantle es a "Elfnein", al tú que lleva el traje de bruja -Ame comenzó a repasar el plan que habían ideado-. Si queremos presentarte ante el señor Pietro, deberás introducirte como tu identidad del concurso de talentos, "Carol", ¿de acuerdo?

-¿Y si me pregunta sobre mi otro yo?

-Los dos quedasteis encerrados en Atlas sin previo aviso y no pudiste convencer a tu hermane de que no cometiera crímenes -Elfnein no parecía muy convencido de aquello-. Cualquier cosa con tal de desviar la atención el tiempo suficiente hasta que encontremos a Tachibana y puedas llevar a cabo tu investigación. Y luego...

"Y luego buscaremos al resto y volveremos a casa", quiso decir, pero las palabras se le atascaron en el fondo de su ser. Sin embargo, por mucho que eso fuera lo que más deseaba en el mundo, no podía dejar de sentir un cierto conflicto avivar dentro suyo cuando pensaba en aquello. Hacía tan solo unos pocos días era un sueño lejano, pero ahora sentía que era una realidad más palpable... y aquello le preocupaba.

No sabía cómo procesar aquella sensación.

Apartando a un lado aquellos pensamientos, Ame avistó en la lejanía como un grupo de camiones parecían acercarse hacia su posición, además de una especie de aeronave de forma extraña. Aún se encontraban lo suficientemente lejos como para que no fueran avistades juntes, pero no les quedaba mucho tiempo.

-Recuerda: tres llamadas perdidas si encontramos a Tachibana, dos para pedir ayuda, -hincó la rodilla en el suelo, poniendo sus manos sobre los hombros de Elfnein -una para indicar...

-...que nuestra tapadera ha sido descubierta, en cuyo caso deberíamos intentar entablar una alianza con Robyn Hill como último recurso -terminó de repasar el plan Elfnein-. No te preocupes Tsubasa...

-Ame -le corrigió la susodicha, su tono más grave e inesperadamente calmado de lo normal.

-...Ame. estaré bien. Además, ¡Bear está conmigo! Seguro que nos las podremos apañar.

-Cuidaré del señorite Elfnein lo mejor que me permitan mis capacidades actuales, señorita Ame.

Casi pudo escuchar como el autómata parecía estar afirmándolo con una sinceridad impropia de una máquina como aquella, unas emociones espectrales que nunca fueron codificadas dentro de su núcleo.

-...eso es todo lo que necesitaba escuchar, Bear. Gracias.

Antes de levantarse, sin embargo, rodeó a Elfnein con sus brazos, dándole un fuerte abrazo sin darse cuenta de los quejidos de dolor del alquimista, el cual intentaba devolverlo también.

-Tsubasa...

Algo le dolía a Ame siempre que escuchaba a Elfnein llamarle por su nombre, pero su corazón no le permitía volver a corregirla. Era algo demasiado profundo, no sabía ponerle nombre, pero ahora tenía, no, debía ser fuerte. Por Elfnein.

-No pienso volver a perder a nadie más. Otra vez no.

-Tranquila. No lo harás.

Una vez se separaron, Ame observó como ambos se alejaban en la lejanía, con Elfnein subido a bordo de Bear y camuflándose entre las tundras heladas conforme más se alejaban hasta que desaparecieron por completo de su vista. Siguió contemplando el atardecer, sus manos apoyadas en su espada clavada delante suya, sin darle importancia a los camiones que llegaban y las tropas que se iban desplegando.

Había algo melancólico en el atardecer de Solitas, con la Luna Rota apareciendo poco a poco en el horizonte y la nieve siendo teñida de un cálido naranja como el de... como el cabello de la única persona que se había permitido a amar hasta hacía muy poco, pensó inconscientemente. Apartó esos pensamientos de su cabeza. No era el momento adecuado para perderse en los viejos y agridulces tiempos del pasado, sobre todo viendo como varias figuras emergían del interior de la entrada a las minas.

Se giró hacia ellos, viendo como ambos líderes de sus equipos y la chavala del martillo hablaban bastante emocionados con las ratas de los Ace Ops. Quizás no eran tan de fiar como había pensado inicialmente, pero al menos Weiss parecía mantenerse apartada, prefiriendo caminar por detrás junto a sus compañeras de equipo.

-Recluta Mizuki. Unas palabras, por favor.

Una voz grave, casi muerta en tono y emoción resonó detrás suya justo cuando iba a comenzar a caminar hacia sus compañeros de equipo. Bajándose de uno de los recién llegados camiones se encontraba el tercer hombre que más había llegado a detestar en toda su vida. Sin embargo, su presencia no era lo que más le había impactado.

Tapando brevemente los cálidos rayos del atardecer, una estructura que Ame tan solo podía describir como descomunal en tamaño flotaba casi por arte de magia por los cielos, llamando la atención de cualquiera cercano a la mina. Parecía una especie de fortaleza flotante, con amplios paneles metálicos cubriendo los laterales, todo ello adornado con un gran y puntiagudo cristal que apuntaba hacia la superficie. En cierto modo, le recordaba al Château de Tiffauges en su tamaño, pero no poseían nada más en común.

El General Ironwood se giró, siguiendo la mirada de Ame hacia la estructura voladora, sus ojos cansados llenos de orgullo claramente indicando quién era el responsable de haber ideado traer ese titán aéreo hasta allí.

-Es hermoso -su tono era suave pero controlado, como las pisadas de un depredador midiendo a su presa antes de abalanzarse, el cual sacaba a Ame de sus casillas-, ¿no te parece? Aunque supongo que tampoco reconocerás qué es.

-He leído los suficientes periódicos y libros como para reconocer el Coliseo Amity, señor -técnicamente, no estaba mintiéndole. No esta vez, al menos.

-Vaya -se llevó la mano a su oreja, mandando unas órdenes por llamada antes de girarse hacia Ame-, has hecho un buen trabajo de investigación, recluta.

Aquel cumplido estaba recargado de sospecha y desdén, oculto bajo un agradable tono formal que claramente debía de haber practicado y usado en cientas sino miles de conversaciones de carácter delicado en su oficio.

-Tan solo intento cumplir con mi deber y recuperar mis recuerdos, señor -Ame habló, devolviéndole el mismo veneno de vuelta en ese último "señor".

Ahora que lo tenía justo enfrente suya, pudo apreciar detalles que antes no podía debido a las pocas veces que habían hablado cara a cara, la mayoría de sus reuniones siendo con Winter en vez de Ironwood. El porte del General era perfectamente recto, lo cual tan solo acentuaba más su altura ya que, a pesar de las botas que Ame llevaba, su superior le sacaba fácilmente una cabeza y un poco más sin casi esforzarse. Sus ojos estaban cansados, llenos de ojeras que tardarían mucho tiempo en desaparecer, quizás nunca lo harían, y su frondosa barba oscura estaba lo suficientemente arreglada para no dar la apariencia de haber descuidado por completo su salud personal.

Todo esto contrastaba con su perfectamente alisada y pálida chaqueta, la cual le colgaba hasta casi las rodillas, y las botas perfectamente pulidas y sin un ápice de suciedad en ellas. Ame tan solo podía verlo como un hombre demacrado, intentando aparentar desesperadamente el ser una persona normal con su traje exageradamente arreglado, caminando la fina línea entre líder militar y político.

-Dime, ¿qué es de tus heridas?

-Estables. Podría haber entrado sin problemas en las minas.

-Recluta, si fuera por mí usted no estaría aquí ahora mismo -su tono seco tan solo le hizo ganarse la fría mirada de Ame-, pero la comandante Schnee insistió en que teníamos que sacarte de la Academia, aunque fuera para una misión tan redundante como vigilar la entrada de una mina abandonada.

Ame extrajo su espada del suelo, mirando su reflejo en su filo. En el mes que llevaba viviendo bajo las órdenes de Ironwood, había aprendido a distinguir bastante bien cuando estaba cumpliendo con lo que el General deseaba y con lo que era una sugerencia de Winter. El cambio de tono, su ceño levemente fruncido, todo aquello eran pequeñas indicaciones de que el General estaba dando su brazo a torcer ante su comandante.

Aquella no era una de esas ocasiones.

Él la había querido alejar de la Academia por algún motivo aquel día, quizás hasta esperaba que le sucediera algo dentro de las minas. En aquel caso, la preocupación honesta de Winter por sus heridas podría haberle salvado la vida si sus sospechas fueran correctas. Envainó su espada, suspirando al vacío sin respeto alguno por el hombre que tenía delante.

-Por favor, agradézcaselo de mi parte. Tiene usted una gran suerte de contar con ella como comandante -"para mantenerte a raya", se tragó para sí misma.

-...sí, tienes razón, recluta. Es una gran comandante -se giró hacia un soldado raso, explicándole un par de órdenes, ignorando su petición.

Escuchando pasos detrás suya, Ame se dió la vuelta solo para encontrarse enfrente a su "amado" equipo. Los Ace Ops esperaban pacientemente en fila recta a que Ironwood terminase sus asuntos antes de dirigirles la palabra. Por su parte, Ame prefirió mantenerse todo lo apartada posible, colocándose a unos pasos de distancia al lado de Marrow, el cuál la miró un poco nervioso.

Una sola mirada de Ame fue suficiente como para apartar la del fauno de encima suya.

-Clover, enhorabuena por el éxito de la misión -Ironwood comentó en un tono agradable, algo que sorprendió escuchar a Ame-, espero un reporte de ello cuanto antes, como ya sabes.

-¿Un reporte tan pronto, señor?

-La delicadez de esta operación requiere de una coordinación extraordinaria por parte de todo Atlas, soldado. Lamento la urgencia pero...

-No se preocupe -Clover alzó su mano, deteniendo al General-, lo tendrá para antes de medianoche.

Más trabajo extra gracias al lamebotas de Clover, pensó Ame. Los reportes de los Ace Ops eran, al igual que el equipo, un esfuerzo en conjunto, donde se presentaban los seis compilados a la vez. Lo bueno es que al menos, por su parte, no tenía mucho que comentar en esta ocasión.

-Muy bien. Por desgracia, vuestro trabajo no termina aún: encontraréis en vuestros scrolls vuestras siguientes órdenes. Podéis retiraros -miró a Ame con recelo-. Mizuki, tú espera aquí un segundo. Necesito hablar primero en privado con nuestros invitados. ¿Pueden venir los líderes de cada equipo? Me gustaría discutir algo con vosotros. Tú también, Qrow.

Pillando la indirecta de que la quería bien lejos, tan solo comenzó a caminar en dirección opuesta hacia el variopinto grupo de cazadores, pasando junto a una inquisitiva Ruby que le lanzó una mirada preocupada la cual Ame no se molestó en devolver, simplemente buscando un lugar donde sentarse a esperar.

Al final acabó sentándose en una de las muchas vigas abandonadas, apartada lo suficiente de todo el mundo como para poder congelarse de frío en solitario. Sin embargo, su ansiada búsqueda de convertirse en un cubito de hielo mientras meditaba fue interrumpida por una voz muy estridente.

-Oye, oye, oye, ¡a ti no te he visto pelear aún! -una Nora bastante emocionada apareció detrás de Ame de la nada, asustándola levemente-. Supongo que usas esta preciosidad para pelear. ¿Espada, eh?

Pasó delante de la viga, moviendo sus brazos de lado a lado fingiendo usar una espada, mientras sus poses se volvían más y más extravagantes.

-¡Es la última vez que me deshonras, maldito samurái! ¡La pálida luna rota llora por tu sangre!

Ame consideró seriamente interrumpirla e informarle que todas sus posturas eran totalmente incorrectas y probablemente se haría daño si seguía así, pero entre el bombástico intento de voz grave de Nora y su actitud, algo hizo simplemente dejarla hacer lo suyo.

-¡Vamos Ren, tú tienes que hacer del samurái! -el chico de la melena, ahora recogida en una larga coleta, que había conocido el otro día caminó a su lado con su postura relajada.

-Nora, creo que estás molestando a la señorita Mizuki. Además, ¿cómo quieres que sea el samurái si no tengo su icónica lanza?

-¡Pero ya estoy metida en el papel! Vamos Ren, ¡en guardia!

-A mi no me importa, tranquilo -habló Ame, queriendo seguir observando a aquel grupo recién llegado a Atlas-. Es hasta agradable ver a alguien con tanta energía, la verdad.

Los ojos de Ren miraban inquisitivamente a Ame, pero no de la manera en la que Ironwood o incluso Winter la miraban a veces, sino una que parecía nacer de la mera curiosidad por saber qué estaba viendo.

-Lo sé, pero quizás no sea el mejor momento -se giró, viendo como Jaune y Ruby seguían hablando con Ironwood. Ame le siguió con la mirada y le juró ver como Weiss apartaba la suya rápidamente tras estar vigilándola-. He escuchado por parte de la comandante Winter que se te da muy bien la katana. Me gustaría poder ver tu habilidad en acción algún día.

-Oh... claro, si se da la ocasión -no supo muy bien cómo reaccionar, su voz ahogándose al final de la frase.

Aquella dinámica entre Ren y Nora le era familiar y su cabeza estaba ahogándose en ella sin darse cuenta, viejos hábitos surgiendo del pasado para hundirla aún más en su propia culpabilidad.

-Oye, ¿qué es eso? -Nora puso una palma encima de sus ojos, estrechándolos excesivamente mientras miraba hacia el cielo-¿Soy yo, o viene una aeronave un tanto raruna?

Ame apenas tuvo tiempo de buscar el qué era antes de que llegase. Ciertamente era una aeronave, aunque una más ornamentada, con un diseño en "X" y totalmente blanca. Sin embargo, pudo ver por el rabillo del ojo como Weiss había echado a correr hacia el punto de aterrizaje sin previo aviso.

-Vamos. Parece ser importante -habló Ren, echando a correr mientras Nora le seguía por detrás.

Llegando junto a Nora, Ren y Jaune, Ame observó desde una distancia prudente como la nave aterrizaba y desplegaba una rampa, abriendo su compuerta trasera. De dentro salió un hombre muy enfadado, con un peinado corto y quisquillosamente arreglado, su traje de empresario aún más pálido que su piel pero no tanto como su cabello, blanco como la misma nieve que cubría el continente como un cáncer perpetuo. Por supuesto, Ame conocía de sobra a aquel hombre, gracias a los cientos de artículos y periódicos que había estado estudiando aquel último mes.

Jacques Schnee hizo acto de presencia de la única manera que un hombrecillo tan patético como él podía: montando una pataleta sobre como se estaba apropiando de su terreno personal, su juguete para dejar abandonado cubierto de polvo y congelándose hasta el fin de los tiempos. Había algo en ver a un inútil como él abusar de su poder de manera tan exagerada, tan obvia y perversa, que le revolvía el estómago a Ame.

No era una imagen que le trajera buenos recuerdos.

-Ugh, menos mal que nuestra princesa helada no salió como ese vejestorio -habló una exhasperada Nora, sacando a Ame de su trance-. ¿Qué coño se cree que estamos haciendo aquí, molestarle por gusto?

-Nora, te entiendo muy bien, pero ahora creo que no es el momento adecuado -Jaune intentó calmar a su compañera de equipo.

-Al contrario -habló Ame, dando un paso adelante-, ahora es el momento perfecto.

-Esperad -Ren la sujetó del hombro, impidiendo que avanzara.

Los cuatro vieron como Jacques se había percatado de la presencia de Weiss, deteniendo sus insulsas quejas y vagas amenazas de tomar el control político para cambiarla por la máscara del padre que supuestamente debía ser.

-Tú... ¿Has metido a mi hija -resaltó el "mi" con ímpetu- en tus maquinaciones? ¿Desde cuándo está de vuelta en Atlas? ¿Acaso Winter lo sabía?

-Fue mi decisión irme, al igual que fue mi decisión volver. ¿O acaso te has olvidado de eso también?

-Si crees que soy alguien que olvida fácilmente, niña, entonces has juzgado mal a la clase de hombre que es tu padre.

-Oh, créeme. Sé exactamente qué clase de hombre eres.

Ame observaba aquella interacción con tal intensidad, inconscientemente claro está, que se sorprendió cuando alguien le sacudió en el hombro, sacándola de su trance.

-¿Estás bien?

Jaune, el líder de aquel grupo de tres, la miraba preocupado con sus ojos grandes y azules cual zafiro. Casi parecía un labrador con aquellas pintas, aunque Ame no podía bajar la guardia con nada ni nadie.

-Tan solo asombrada por lo asqueroso que es en persona el patriarca Schnee. Los rumores no le llegan ni a la suela de sus zapatos -su voz seca dejaba poco que interpretar, aunque ninguno de los otros tres podría saber que no pensaba en Jacques precisamente.

-Y porque no has escuchado las historias que nos ha contado Weiss cuando logró escapar de aquí ¡Tengo unas ganas de retorcerle el pescuezo y darle lo que se merece que no son ni medio normales! -exclamó Nora, su tono jovial cambiando a gruñidos y enfado puro.

Mientras Ren intentaba calmar a Nora, Ame volvió a dirigir su mirada hacia los dos Schnee, esta vez hacia Weiss, la cual había juntado manos con su equipo para enfrentar a su padre. Poco a poco empezaba a hacerse una idea más clara de quién era y, si su experiencia con Winter le había enseñado algo, es que debía ganarse la confianza de aquella chica y su equipo.

La pregunta era cómo.

-¿Hmm? ¿Y qué tenemos por aquí? No me suena tu cara, precisamente.

La voz del retorcido magnate del dust resonó en sus oídos, muy a su pesar, lo que le hizo darse cuenta de que la estaba mirando fijamente, ignorando a su hija y su declaración.

-Es una nueva recluta para los Ace Ops, Jacques. Winter se está encargando personalmente de instruirla adecuadamente -fue divertido para Ame ver como el General debía tragarse su desconfianza hacia ella para no aparentar ser débil ante el millonario.

-Otra pérdida de recursos y dinero -sacó una tarjeta de negocios de su bolsillo, ofreciéndosela como quien ofrece un juguete a un niño- pero, si deseas escapar de la soga de nuestro querido y amado General, tengo un puesto perfecto para ti en mi departamento de seguridad. Mi compañía sabrá pagarte lo que mereces.

Un silencio llenó la tundra, con las miradas de los presentes posándose en Ame. aguardando su elección. Sin embargo, ella no necesitaba elegir. Llevó su mano a su espada, desenvainándola con tal destreza que Jacques tardó unos segundos en procesar qué había sucedido.

La tarjeta que tenía en sus dedos se deshizo en varios pedacitos, los cuales salieron volando, desperdigándose con el cierzo, mientras Jacques saltaba hacia atrás del susto, al entender lo cerca que había pasado el filo de sus dedos.

-Antes elegiría recorrer los Nueve Círculos del Infierno descalza que trabajar para un ser tan repulsivo y patético.

Volvió a guardar su espada en su funda mientras por el rabillo del ojo veía como Weiss parecía sonreír levemente. El otro Schnee, por su parte, ni se dignó en contestar de vuelta, pataleando mientras se daba la vuelta y se dirigía hacia su aeronave, la cuál se perdió por los cielos en un abrir y cerrar de ojos. Weiss suspiró, liberando toda la tensión acumulada. Su mirada se posó en la de Ame, seria pero más suave que cómo la miraba antes por la mañana.

En aquel momento, un camión aparcó justo en el lugar donde había estado posada antes la aeronave. Winter emergió de su interior, mirando al cielo con claro disgusto y desdén por el hombre que acababa de irse.

-Así que ahora apareces Winter. Te acabas de cruzar con nuestro querido padre.

-No sé si quiero cruzarme con él, la verd-

En aquel momento, un agudo, pero familiar silbido resonó en las orejas de Ame. Quizás por eso fue la única que no se sobresaltó apenas cuando Penny aterrizó como un bólido entre Winter y el equipo RWBY.

-¡Sorpresa! -confeti holográfico color esmeralda salió volando de entre sus manos mientras un cartel que leía "¡Felicidades!" se proyectaba encima suya.

La pobre miró confundida a su alrededor, viendo al equipo RWBY caídas al suelo del susto y a su nueva amiga suspirando mientras Winter se llevaba una mano a la cara.

-Eh... ¿acaso no hemos empezado aún?

-¿Empezar? -preguntó Ame, confusa, mientras Penny se llevaba las manos a la frente, cerrando los ojos y sacando levemente la lengua en un tono juguetón.

⧫-⧫⧫⧫-⧫

Elfnein y Bear habían comenzado a alejarse, pero solamente lo suficiente para poder no ser avistados por la imponente presencia militar de Atlas, intentando observar todo lo que pasaba desde la lejanía.

-Deberíamos retirarnos cuanto antes, señorite Elfnein -el robot sonaba estoico-. Tan solo le queda una cantidad de dust de viento suficiente para un escudo temporal y no un camuflaje completo. Además, mi batería no durará mucho más debido al gasto que consume el modo de transporte KR-71.

-Ni hablar. Hemos venido tan lejos, lo menos que podemos hacer es recabar un poco de información.

Le alquimista tomaba notas tan rápido como podía, echando un par de fotos con su scroll de vez en cuando. Su encuentro con Tsubasa... no, con Ame, le había renovado los ánimos y su deseo por poder ayudar de cualquier manera posible superaba con creces a su instinto de preservación propia. Quizás era su propia confianza en Bear y su radar, o quizás creía que realmente los Grimm no les supondría ningún problema grave. Fue en este estado de confianza que comenzó a divagar sobre todo lo que había pasado en el último mes y lo que Ame le había contado.

Salem. Todavía les faltaba información suficiente para tomar una decisión, pero algo en su interior le decía que aquella mujer no sería alguien que debería conocer de su existencia o la de su mundo. Ya se habían entrometido demasiado en aquel mundo y su presencia allí no dejaba de complicar las cosas para la gente de Remnant aún más. Eso es lo que habría pensado Ame, o por lo menos es lo que Elfnein pensaba que Ame diría.

Sin embargo, para le joven alquimista, aquello era un acertijo más a resolver, un rompecabezas que le atrajo desde el primer momento que escuchó a Ame mencionar el cómo había espiado al General y su comandante discutir sobre unas posibles reliquias y doncellas asociadas a ellas. Su hipótesis inicial era que aquel planeta, Remnant, había sido quizás un experimento inicial de los Anunnaki, probablemente realizado en paralelo al de la Tierra, más no podía sino evitar dudar de su propia idea.

-Bear, cuando nos conocimos me dijiste que este planeta estaba categorizado como "accesible exclusivamente mediante scouts", ¿no?

-Efectivamente. Su clasificación se vió alterada repentinamente, pasando de ser catalogado como un destino bastante común a ser un planeta al que se le prohibía la entrada a cualquier Celestial no autorizado.

El tono de Bear, estático en su mayoría, pareció descender un par de tonos al acabar su reporte, como si acceder a aquella memoria fuera algo que le costara un esfuerzo extra computacional. Elfnein no pasó por alto esto, maldiciendo su propia incompetencia a la hora de haber seguido reparando su memoria. Sin tan sólo tuviera los recursos de los que disponía de vuelta en la Tierra, podría...

No, ahora no era el momento de pensar en posibilidades que ya quedaron atrás. Tan sólo podía seguir avanzando y confiar en que el plan de Ame funcionase. Volvió a sus notas para intentar despejar su cabeza, considerando de nuevo aquella posible conexión entre Remnant y los Annunakis.

-¿Crees que es posible que tus creadores tuvieran alguna relación especial con este planeta?

Pasaron unos segundos en completo silencio, a lo que Elfnein se giró.

-Bear, te he preguntado si...

El coloso mecánico había desaparecido por completo, lo cual era un acto que desafiaba toda lógica. No importa lo lejos que hubiera podido ir por su cuenta, en el páramo helado y despejado de la tundra debería ser capaz de hallarle allá donde fuera. Sin embargo, no había ni un solo rastro de su presencia: ni huellas, ni agujeros, ni siquiera había echado a volar (una función que negaba tener y que Elfnein pensaba cambiar en cuanto pudiera). Ningún ruido le había alertado de nada, simplemente se había esfumado sin previo aviso.

Y fue en aquel momento de confusión donde Elfnein vió como un brazo aparecía de la nada en frente suyo. En un rápido movimiento le agarró, tirando con fuerza.

Cualquier que lo hubiera presenciado, hubiera visto como Elfnein parecía desaparecer en mitad de la nada.

⧫-⧫⧫⧫-⧫

Los ecos jadeantes de una persona resonaban por los pasillos de lo que una vez fue el interior del Coliseo Amity, ahora llenos de polvo y equipo de construcción para llevar a cabo el nuevo proyecto en el que Ironwood estaba trabajando. Algo que Ame, la causante de los sonidos, desearía saber. Tras haber subido con Penny y los demás a aquel armatoste flotante, se había separado en cuanto pudo de la ceremonia de graduación para investigar por su cuenta. A pesar de sus intenciones, no tenía del todo claro qué debía estar buscando en específico, más se dió cuenta demasiado tarde de un detalle muy importante.

Ame era una negada para la tecnología.

Así que, pese a intentar descifrar para qué servían todos aquellos componentes extraños que veía desperdigados por los pasillos, había tenido que rendirse muy a su pesar, deseando haber tenido a Elfnein consigo para ayudarla. Sin embargo, en su búsqueda había logrado hallar un pequeño oasis personal: una sala de entrenamiento destartalada, sus funciones ya desactivadas y desmanteladas hace mucho, más a Ame no le importaba nada más que tener un pequeño espacio personal donde practicar.

-¡Ciento noventa y siete! ¡Ciento noventa y ocho! ¡Ciento noventa y nueve!

Hizo descender su espada una vez más en un tajo descendente, su filo casi tocando el suelo, terminando su calentamiento. Se detuvo, no exactamente exhausta pero tampoco exactamente como esperaba encontrarse en aquel momento. El descubrir cuánto se había descuidado de su entrenamiento realmente la avergonzaba, pero mismamente encendía en ella una chispa que temía enfrentar desde hacía dos años.

Una chispa que, la quisiera o no, debía reavivar si quería sobrevivir a su situación actual.

-¡Saluditos! -Penny entró por la puerta de repente, pero Ame ya no se sobresaltaba con su presencia súbita tan fácilmente como antes- ¡Te has perdido toda la ceremonia! Ha sido la mejor graduación a la que he asistido, aunque ha sido también la primera, por supuesto.

-Disculpa Penny -se secó el sudor de su frente con su muñeca, aún sentada en el suelo descansando-, antes de que pudiera saberlo, estaba entrenando sin darme cuenta.

-Algo que los médicos te aconsejaron que dejaras por unos días, recluta -Winter pasó por detrás de Penny, seguida por el equipo RWBY y JNR-. Pero ya veo que la opinión de los mayores expertos en medicina de todo Remnant no es suficiente para detenerte.

Ame se levantó con calma, irguiéndose y saludando a Winter. Sus ojos pasaban de la comandante al resto de recién nombrados cazadores, que la miraban un tanto dubitativos.

-No puedo quedarme quieta sin más. Especialmente tras mi fracaso el otro día.

-Y eso es encomendable por tu parte -Winter suspiró-, pero necesitas también saber cuando parar o vas a acabar haciéndote más daño que bien, recluta. Y hablando de eso... tienes nuevas órdenes.

El scroll de Ame vibró y, al abrirlo, su rostro fue cambiando a uno de confusión hasta que terminó de leerlas. Miró a Winter, luego a Jaune y de vuelta a su scroll, asegurándose de haber leído correctamente aquello.

-Considera esto unas pequeñas prácticas -habló Winter-. Vas a aprender de primera mano junto a un equipo de cazadores lo que es su trabajo día a día en Mantle, además de tus principales tareas en Atlas. Servirás de apoyo al equipo JNR, debido a su falta de un cuarto miembro.

Genial, menos oportunidades para fisgonear por la Academia, aunque no todo eran malas noticias. Según el texto de su scroll, recibiría una licencia provisional de cazadora, lo cual le daría algo más de libertad de movimiento y acceso a instalaciones a las que previamente tenía vetado el acceso, como era la zona escolar, además de el uso autorizado para enfrentar Grimm, criminales y otras posibles amenazas al reino. Era poco, pero era mejor que su situación anterior.

-De acuerdo -recogió su scroll, mirando seriamente hacia Jaune mientras caminaba enfrente suyo, inclinándose para la sorpresa de todes les presentes-. Contad con mi espada, señor D'Arc.

-Ah, no creo que tanta formalidad sea necesaria, además soy más joven que tú, ja ja... -el líder rubio de su nuevo equipo sonaba un tanto avergonzado de ser tratado con tanto respeto, mientras Nora se reía de fondo-. Llámame Jaune. Somos compañeros ahora, así que espero que podamos llevarnos bien.

Jaune le extendió la mano, la cual Ame dudó en tomar. Dentro de ella, una vorágine de emociones y pensamientos la hacían dudar de si aquello era lo correcto, si debía estar fingiendo llevar una vida normal mientras Tachibana andaba aún desaparecida. Fueron muy pocos segundos, pero su mano eventualmente tomó la de su nuevo líder, sintiendo como un gran peso se venía encima de su alma.

-Aún sigo pensando que no eres gran cosa -la voz irritante de la joven Schnee sonó a su lado-. Ni siquiera tiene su propia aura desarrollada, en cualquier pelea no sería más que un peso muerto.

-¡Weiss! Estás volviendo a sonar como cuando estabas en Beacon... -habló Ruby, intentando calmar a su amiga.

-Deja de hostigar a la nueva Weiss, ya tendrá tiempo de aprender a manejarse en combate -Yang respondió, sus brazos detrás de su cabeza mientras sonreía.

Ame estaba a punto de intervenir, cuando Winter se interpuso entre ambas, cortándola antes de que dijera cualquier estupidez de la que luego se arrepentiría.

-Weiss, yo misma he corroborado las habilidades de Ame. Pero tienes razón, aún le falta mucho camino por recorrer... Y es por eso mismo que la he asignado al equipo JNR -se giró hacia Jaune de vuelta-. Intentemos desbloquear su aura.

-¡Claro! Si hay alguien que puede hacerlo, ese es nuestro Chico Vómito y su pozo sin fondo de aura -comentó Nora, sonriendo de forma burlona.

-B-Bueno, supongo que podría intentarlo -Jaune rió, un poco nervioso-. Ame, si no te importa...

-Adelante, aunque no será más que una pérdida de tiempo.

Jaune estaba confundido al escuchar aquello, pero lo achacó a la inexperiencia de Ame con el concepto. Aún podía recordar lo patoso que era él cuando... cuando Pyrrha se lo enseñó por primera vez. Era extraño, estar aquí casi dos años después de todo lo que había pasado, ayudando a alguien más como a él le habían ayudado.

-Muy bien... Cierra los ojos y concéntrate.

Jaune apoyó con cuidado su mano en el hombro de Ame, la cual tembló un poco como reacción. Parece ser que no estaba muy acostumbrada al contacto físico. El cuerpo del cazador comenzando a emitir un leve brillo dorado, casi blanquecino de lo resplandeciente que era. Su aura, una propia extensión de su alma, estaba adentrándose en el interior de la de su nueva compañera, buscando encontrar el punto de ignición, aquella misma sensación que sintió él en Beacon tanto tiempo atrás.

Sin embargo, por mucho que indagara, no parecía encontrar lo que buscaba. El alma de Ame parecía no tener fin, un vacío profundo que albergaba la más pura de las nadas. Si tuviera que describirlo, sería como un lago en perfecta armonía, su superficie casi parecía detenida en el tiempo, siendo el brillo de su alma la única perturbación en su superficie.

Muchos habrían alcanzado su límite a estas alturas, probablemente Winter había alcanzado el suyo intentando activarla previamente. Pero Jaune, con sus amplias reservas de aura, aún podía seguir. Se sumergió más profundamente en aquel lago oscuro, sin saber del todo si estaba haciéndolo bien. Aún sabiendo que no era real, su cuerpo estaba pidiéndole a gritos que se detuviera, que algo muy malo estaba pasando: sus oídos pitaban, su mente le pesaba, pero no podía hacer más que descender y descender. Estaba tan cerca, lo podía sentir...

Y de repente, alcanzó el fondo. Jaune, físicamente, abrió los ojos dentro del lago. Ahora se encontraba encima de una superficie blanda, pero rugosa. Sin embargo, lo que más atención le llamó era el asfixiante calor que le rodeaba, proveniente de unas siniestras llamas fatuas, siendo estas su única fuente de luz en la penumbra.

Deambuló por el panorama casi onírico, paredes formándose en el rabillo de su ojo y desvaneciendo en cuanto se giraba. Intentaba hablar o gritar, pero su voz no salía. O quizás no tenía ya. Sentía que la había perdido hacía mucho tiempo.

Siguió el camino marcado por las llamas, su cuerpo (si es que podía llamarlo así) moviéndose por inercia. Podía saborear notas musicales y escuchar el sabor metálico de la sangre, sus sentidos mezclándose y confundiéndole aún más. Sucumbió al llegar al final del camino, cayendo de rodillas al suelo, las llamas apagándose a su alrededor. Intentó levantarse de nuevo, pero allí en el fondo, mucho más allá por debajo de donde estaba, podía vislumbrar algo distinto que llamó su atención.

Era una espada, su diseño simple, largo y curvo contrastaba con los diseños más extravagantes y modelables de las armas modernas. Su mango era azul y había ciertas motas negras creciendo alrededor del filo de la hoja, consumiéndola casi por completo.

Fue en aquel instante cuando sintió como sus instintos le gritaban que saliera de allí. Miró hacia arriba de vuelta, pero su visión se topó de frente con la mirada perniciosa de una gran ave oscura en su totalidad, sus ojos resplandeciendo un tono blanco antinatural mientras le observaba, estática, su largo cuello descendiendo al suelo para verle mejor. Su cuerpo era gigantesco, sus patas largas y finas y su pico era afilado, preparado para atacar en cualquier momento.

Antes de que pudiera reaccionar, la grulla gigantesca se abalanzó sobre él con su afilado pico.

-¡Aaaaaah!

Abrió los ojos, dando un paso hacia atrás. Su mente parecía por fin despertarse del letargo en el que se hallaba, intentando racionalizar todo lo que había sentido. Miró de vuelta a Ame, la cual tan solo le observaba con su perpetua mirada estoica. Parece que el grito, su grito, solo había sido dentro del alma de Ame. Suspiró, aliviado.

-¿Y bien? ¿Ha funcionado? -Winter preguntó, impasible.

Jaune vió como su propia aura parpadeaba, sintiéndose muy cansado de repente. Jamás había tenido que emplear tal cantidad en un período de tiempo tan corto y aquello le estaba mareando bastante. Ame, por su parte, tan solo se miraba a sí misma algo distraída.

-No lo creo, la verdad.

-Creía que estaba a punto de conseguirlo -se dió un momento para procesar lo que había visto-, o al menos, eso pensaba.

Si la espadachina peliazul era un misterio antes, ahora se había convertido en un enigma para el joven líder. A pesar del aplastante terror de la bestia que parecía resguardar el alma de Ame, había podido percibir una calidez en aquel vacío. Ya tendría tiempo luego para preguntarle acerca de aquel extraño ser y la espada que yacía custodiada por él.

-No te preocupes, gracias por tu apoyo Jaune -habló Winter, despreocupada-, simplemente tendremos que hacerlo a la vieja usanza. Ame, ¿te importaría que lo hiciéramos ahora?

-¿Acaso mi respuesta alteraría el resultado? -caminó con decisión hacia la salida, sintiéndose revitalizada por algún extraño motivo.

-¿Hacer el qué, exactamente? -Weiss preguntó, confundida mientras Ame y Winter compartían una mirada cómplice.

⧫-⧫⧫⧫-⧫

-¿Segura de que podemos hacerlo aquí?

-Sin problemas. Los sistemas operativos aún no han sido desactivados, por lo que nos servirá por hoy.

Ame y Winter se encontraban en el centro del estadio del Coliseo Amity, concretamente encima de la arena de combate octogonal que solía usarse antaño en el Festival Vytal, previo a la caída de la Torre de Comunicación de Vale. Las dos estaban preparándose para su rutina de entrenamiento diaria, con Ame mostrando su flexibilidad realizando varios estiramientos para calentar mientras que Winter tan solo permanecía de pie, impasible. En las gradas, ambos equipos de cazadores, acompañados por Penny y Qrow, aguardaban con impaciencia el poder observar aquella sesión de entrenamiento.

-¡Tú puedes Ame! ¡Esta vez lograrás romper su aura y desbloquear la tuya!

Penny aprovechó su función de altavoz para animar a su amiga, a la vez que dejar casi sordas a sus dos compañeras sentadas adyacentemente a ella, Ruby y Weiss.

-Hmph, dudo que sea capaz de alcanzar siquiera a mi hermana -Weiss suspiró, sacándose los dedos de los oídos mientras veía como Ame saludaba a Penny desde el escenario.

A pesar de su tono confiado, no podía evitar pensar en su encuentro de la noche anterior, dudando de si realmente podría ser de confianza. Dudaba que Salem utilizara como peón a alguien sin un recurso tan básico como el aura, pero a la vez aquello le daba a Ame una forma de atacar más... desatada. Parecía pelear por algo que parecía ir más allá de ella misma, su vida siendo inconsecuente a su objetivo.

Esperaba poder aprender algo nuevo de ella en este combate de práctica.

-Tú la has visto en acción más que nosotras Penny, ¿cómo dirías que es Ame? -preguntó Ruby, sus ojos aún dando vueltas tras aquel estruendo provocado por su amiga robótica.

-Hmmm... Ciertamente es alguien increíble -aquello sorprendió a las dos cazadoras-. A pesar de no tener aura o semblanza, pelea con la ferocidad de un cazador experimentado. Su estilo de combate se centra más en la habilidad y estrategia en vez de la fuerza bruta. Casi como...

-¿Como un ave? -Jaune intervino, al lado de Ruby- Rápida y ágil, difícil de golpear, pero sus ataques en sí no son fuertes.

-¡Exacto! ¿Cómo lo has sabido Jaune? ¿Acaso me has leído la mente?

-N-No, nada de eso, ja ja ja... Supongo que fue una corazonada, eso es todo.

Jaune volvió su mirada a la extraña espadachina. Tendría que apartar sus recuerdos sobre lo sucedido a un lado y centrarse en cómo podría Ame encajar en su equipo, pero en realidad estaba muy emocionado por ver cómo se desenvolvía combatiendo.

-¡Dale una paliza a la Reina de las Nieves de mi parte! -Qrow gritó, buscando picar a Winter.

-¡No permitas que te gane esa don nadie, Winter! -respondió Weiss por su parte, dejando escapar una pequeña risa. Aquello le traía buenos recuerdos de Beacon.

Rápidamente, todos los presentes se habían dividido en dos grupos opuestos, unos apoyando a Winter y el resto a Ame. Sin embargo, en la arena de combate, las dos ignoraban el pequeño júbilo de las gradas.

-¿Preparada?

Ame desenvainó su espada, chispas saliendo de la conexión entre la funda y el filo, mientras la desechaba de nuevo a un lado. Los espectadores mantuvieron el aliento, sus gritos desvaneciéndose por completo.

-Siempre lo estoy.

El escenario cobró vida, con varias columnas creciendo del suelo. Algunas se elevaban altas, otras eran anchas y formaban pasillos, con varias plataformas pequeñas elevadas en el aire mediante dust gravitatorio. Aquella distribución invitaba a tomar los pasillos, a atacar furtivamente, confundir al enemigo.

Ame echó a correr directamente hacia Winter, su espalda silbando mientras cortaba el aire por detrás de ella. Winter, por su parte, invocó varios glifos detrás suyo, mandando una nube de pequeños Nevermore directamente a por Ame. Esta comenzó a cortarlos conforme avanzaba, su espada grácilmente moviéndose entre tajos para abrir un camino para ella. Sin embargo, cuando alcanzó a Winter, esta dió un salto impulsado, elevándose a una de las plataformas que flotaban por encima.

-Un ataque frontal -Winter parecía un poco decepcionada-. Esperaba que hubieras desistido de hacer lo mismo de siempre.

-Sabes bien que no soy de las que combaten a distancia. Cuanto más cercano y personal, mejor.

Ame miró a sus alrededores, viendo como varios glifos aparecían a su alrededor, invocando un par de mantícoras y armaduras, las cuatro invocaciones rodeándola.

-Y estas son las consecuencias de tus acciones: el combate que siempre has querido.

Esquivando una zarpada de una de las mantícoras de un salto, Ame se impulsó hacia adelante nada más caer. Tirándose al suelo, deslizó por debajo del monstruo para atravesarle de lleno con su espada desde su barriga, desintegrándolo. Uno menos.

Se levantó, observando la situación. La mantícora restante se posicionó junto a las dos armaduras, que cuidaban su retaguardia, impidiéndole realizar la misma maniobra para eliminarla como a la primera. Pero Ame no tenía su atención en ellos.

¿Qué era lo que su espada debía cortar, realmente?

Hizo chocar los tacones de sus botas dos veces en rápida sucesión con el suelo, haciendo que brillaran en un tenue tono morado. Echando a correr, pudo notarse más ligera que nunca, cada paso casi deslizándose por la superficie del suelo. La primera de las mantícoras intentó aplastarla con su elevado tamaño, pero de un salto potenciado logró aterrizar en su cabeza, con el tiempo justo para ver como una de las armaduras gigantes elevaba su espada hacia ella.

Saltó de nuevo, justo a tiempo antes de que la espada atravesara a la mantícora donde estaba. Aterrizó en el delgado filo de aquella hoja gigantesca y comenzó a correr por él hasta alcanzar el casco, desde donde saltó hacia la espada erguida en el aire de la segunda armadura, la cual destrozó a la primera en un corte lateral. Aguantando evitar salir despedida por los aires, su aliento comprimiendo sus pulmones mientras se agarraba a la espada, aprovechó la inercia de aquel movimiento para impulsarse con dust gravitatorio y elevarse por los cielos.

Subió, sintiendo como la gravedad tiraba de ella y le robaba su velocidad rápidamente. Con un poco de suerte, alcanzó una plataforma, clavando su espada en su borde de milagro. Colgó de ella por un segundo, antes de tirar de sí misma con esfuerzo y subir por fin a la plataforma. Winter tan solo la miraba, imperturbable.

La verdadera pelea empezaba ahí y ahora.

-¿Por qué luchas? ¿Por qué te levantas de nuevo?

Winter repitió las mismas preguntas que hacía siempre que combatían. Dijo algo de que le ayudarían a enfocarse para activar su aura, aunque Ame sabía bien que eso nunca sucedería, pero siempre le seguía el juego.

-No busco el placer en matar. Tampoco lo hago por gloria o riquezas -su melena ondeaba en el aire, mientras doblaba las rodillas y elevaba su espada encima suya-. Lucho por algo más. Lucho para recuperar aquello que he perdido.

Una horda de avispas gigantes se formaron alrededor de Winter, yendo directas a por Ame, su zumbido saturando sus oídos. Intentó esquivarlas, corriendo y saltando entre plataformas mientras escalaba cada vez más alto. Más, aún más se elevó, todo lo que pudo. Cuando hallaba una superficie vertical hacía uso de su espada y botas para escalarla. Si una de aquellas avispas se interponía en su camino, la cortaba hábilmente sin piedad alguna.

Cuando alcanzó la plataforma más alta, miró hacia abajo. Su rival parecía haberse percatado de su plan, rodeándose de una tormenta de aquellas invocaciones, no dejando apenas un hueco libre en aquel escudo. Estaba incitándola a atacarla, negándose a ir a por ella debido a su desventaja en altitud.

Ame inspiró con profundidad, colocando su espada enfrente suya, y saltó. Descendió en picado, yendo todo lo rápido posible antes de girar en el aire. Aterrizó de golpe en una de aquellas avispas, y con todas sus fuerzas, gastó una gran cantidad de dust para propulsarse hacia atrás dando una voltereta, la onda expansiva siendo lo suficientemente fuerte como para extenderse por la formación de avispas, destruyéndolas y revelando a Winter. Era su oportunidad. Su espada comenzó a brillar, chispas índigo surgiendo de su filo mientras la elevaba por encima suyo.

-¡Blue Flash! -cortó hacia abajo, de su espada surgiendo un delgado tajo eléctrico de tonos azulados, dirigido directamente hacia Winter, tras lo cual cayó al suelo.

Esta simplemente alzó su espada, preparada para detenerlo, pero lo que no podía haber deducido a tal corta distancia era la trayectoria tan veloz del corte. En vez de caer encima suya, pasó al lado de sus pies limpiamente, cortando la plataforma donde estaba en dos. Gruñó al perder el equilibrio, obligándola a volver al suelo de la arena una vez más. Aterrizó con un glifo, parando su caída, justo a tiempo para detener el ataque de Ame, que había salido de detrás de una de las paredes.

-Nada mal. Es sorprendente lo mucho que has -gruñó mientras empujaba contra Ame- mejorado sin un aura.

-He tenido una buena maestra.

-Sí, aunque creo que va siendo hora que terminemos con esto. Tengo otras tareas a las que atender.

Separó su espada en dos, mandando hacia atrás a Ame de una patada. Por su parte, Ame separó su cuchillo de su espada, llevando cada hoja en distintas manos.

-Te invito a intentarlo.

Las dos corrieron hacia la otra, sus filos chocando en un eco metálico que llenó el estadio por completo. Ame se encontraba a la defensiva, su cuchillo sirviéndole para desviar tajos de su estoque secundario, estaba teniendo problemas en mantener a raya su filo principal. Con frecuencia sufría pequeños cortes, en sus brazos, su torso y hasta en su mejilla, dejando finos ríos de sangre en su piel y ropa, pero nada demasiado grave. Claramente la comandante estaba teniendo cuidado con ella, pero aquello no era lo único que estaba sucediendo.

Winter estaba cansada. Sus múltiples invocaciones seguidas de una batalla de desgaste era algo que estaban mermando sus reservas de aura poco a poco, su parpadeando más y más con cada pequeño golpe que recibía. La gente de aquel mundo no estaban acostumbradas a peleas largas, gastando la mayoría de sus fuerzas en sus primeros ataques buscando una victoria rápida y decisiva y Ame se aprovechó de aquello con creces.

Por cada gota de sangre que ella perdía, Winter perdía dos de sudor.

De repente, Ame fue empujada hacia atrás por un glifo que apareció entre ambas, pero no perdió aquella oportunidad. Aterrizó dando una voltereta y, usando su última reserva de dust gravitatorio, comenzó a deslizarse hacia Winter de nuevo. Esta, por su parte, disparó varios carámbanos de hielo hacia ella, intentando detenerla.

-Espada mía -juntó el cuchillo con el mango, ambas hojas cubriéndose de vibrantes llamas carmesí tras quemar un poco de dust que había infundido en el filo-, baila con el viento e incinera a mis enemigos con tus llamas purificadoras.

Comenzó a hacer girar su ahora espada doble entre sus manos, cuidando no perder el equilibrio y cortando cualquier bólido helado que iba en su dirección. Elevó su círculo de llamas en el aire una última vez, preparada para dar el golpe final.

Y fue entonces cuando el puño de la armadura gigante que había dejado viva antes chocó contra ella, mandándola a girar por el suelo junto a su espada, ahora apagada. Sintió como sus huesos absorbían el impacto, como sus músculos chillaban de dolor. Intentó erguirse, pero le costaba recolectar sus fuerzas. Fue en ese momento cuando una sombra se puso encima suya, dándole una mano en la que apoyarse.

-Buen trabajo -proclamó Winter, envainando su espada con su otra mano. Su frente estaba llena de sudor y su aliento aún parecía no haberse calmado del todo, pero su aura pronto le quitaría aquella sensación de cansancio.

-Gracias...

Ame tenía que vivir con el dolor y el saber de que había fallado de nuevo.

Tomó su mano, irguiéndose con dificultad. Miró apenada hacia su espada, que yacía en el suelo. ¿Por qué luchaba realmente? Sabía la respuesta, por supuesto, ¿pero era aquello suficiente? Si ni siquiera podía derrotar a Winter, ¿cómo pensaba tener la fuerza para encontrar a Tachibana, dónde quiera que estuviese?

-¡¡¡Ameeeeeeeee!!! -la estruendosa voz de Penny le sacó de sus pensamientos una vez más, y no pudo evitar sonreír-. ¡Lo has hecho fenomenal! ¡A la próxima lo vas a conseguir, estoy segura!

-Tienes una buena amiga -Winter remarcó-. Y no he dicho lo de antes por decir. Ha sido un plan excelente. Descansa por hoy, te lo has ganado.

Ame intentó explicarle que aún tendría que escribir su reporte de los Ace Ops antes de irse a dormir, pero no tenía las fuerzas para quejarse. Sobre todo con Penny y el resto de los equipos bajando a felicitarla y hablar con ella sobre aquel duelo que había tenido lugar. Nora parecía especialmente cabreada, habiendo apostado por ella en concreto.

Aquella iba a ser una larga noche, pero de algún modo sentía que había avanzado algo. El camino más corto, en dirección recta... Por fin entendía lo duro que podía llegar a ser.

⧫-⧫⧫⧫-⧫

Elfnein se despertó en una habitación oscura, aunque eso no era del todo correcto. Le quitaron el saco que llevaba puesto en su cabeza, una luz fuerte vislumbrando su visión momentáneamente.

-Disculpa nuestros modales, pero teníamos que traeros aquí sin que los lacayos de Ironwood nos viesen. Una simple medida de seguridad, nada más.

En aquel garaje destartalado, vió a Bear envuelto en una multitud de cadenas, atadas rápidamente con cuerdas y celo, lo suficiente para retenerle en su sitio, aunque eran inútiles: parecía que su batería se había agotado pues estaba totalmente desconectado.

Por su parte, Elfnein se encontraba atade a una silla, pero alguien le desató sin decir nada mientras sus ojos se acostumbraban a la luz de la lámpara que colgaba del techo, la cual parpadeaba erráticamente. Enfrente suya, una mujer de pelo blanco, atado en una coleta y vistiendo una larga chaqueta azul, una bufanda larga verde y guantes negros con el meñique expuestos. Sabía quién era incluso antes de que hablara, gracias a la descripción que le había dado Ame.

-Un placer, señorita Bruja. Me llamo Robyn Hill -le ofreció su mano, sonriendo-. Me gustaría discutir con usted el bienestar de Mantle y su presencia aquí, si no le importa.

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