Capítulo 6: Perdidas

1 semana después del evento Taisui

Era un atardecer despejado, con el cielo teñido en una mezcla de naranjas y rosas debido a la puesta del sol, cuando una figura que vestía de negro subió a la proa del barco en el cual ella, su marido y decenas de otras personas navegaban de vuelta a su hogar. Quedaba ya muy poco para acabar su viaje y, a pesar de la felicidad que le suponía poder volver por fin, su mente se encontraba ocupada por otros pensamientos.

Sintiendo la brisa marina, Kali miró hacia el horizonte, hacia donde se suponía que el continente iba a aparecer de un momento a otro. Su barco no era el único, por supuesto, pues transportar a tantas personas tan súbitamente había requerido una cantidad muy grande de espacio, pero gracias a los esfuerzos de su hija, habían conseguido obtener tres embarcaciones distintas para realizar su viaje a Mistral.

Su hija. Blake era la primera y más importante de sus preocupaciones, por supuesto. Por una parte, se sentía increíblemente orgullosa de ella y todo lo que había conseguido a pesar de que las circunstancias no estuvieran a su favor. Por otro lado, era su madre. Era natural estar preocupada por la seguridad de su hija. Pero por suerte, no era la única que lo estaba.

–¿Todo bien, querida? –Un hombre de estatura y corpulencia mayor a la de cualquier otro de aquel navío apareció a su lado. Ghira Belladonna, una vez líder de la White Fang y su esposo, se inclinó junto a ella.

–Sí, es solo...

–¿Lo de siempre? –Terminó su frase por ella, sabiendo qué iba a decir antes de que lo dijera.

–Lo de siempre.

–¿Crees que estará bien? Atlas... ese reino puede ser más cruel que cualquier cosa a la que se haya enfrentado anteriormente.

–Ya es lo suficientemente mayor para tomar sus propias decisiones. –Puso su brazo alrededor del de Ghira y apoyó su cabeza en el mismo. –Debemos confiar en ella, es lo mínimo que podemos hacer como sus padres.

Estando tan cerca, siempre podía apreciar como la edad no había apenas afectado a aquella musculatura que había sido cuidadosamente entrenada y mantenida durante su juventud.

–Tienes razón. Además, tampoco se enfrentará a todo sola. Ya no.

–Precisamente su equipo es posiblemente una de mis mayores preocupaciones...

–¡Ghira! –El gran hombretón se encogió un poco al escuchar el tono tan severo de su esposa.

–¡Disculpa si aún no confío del todo en que mi hija viaje con una Schnee! Aunque... no parecía tan mala como pintaban los rumores.

–Sé tan bien como tú que la familia Schnee se ha ganado esos rumores más que de sobra, pero esa chica está dándolo todo y más por romperlos y crear algo mejor. Nuestra hija no podría tener mejores compañeras para acompañarla.

–No sé... No puedo evitar darle vueltas. ¿Acaso viste cómo se miraba con aquella rubita? Como le toque un solo pelo a mi ni- ¡AY, AY, AY! –Gritó cuando sintió como su esposa le tiraba de la oreja con tal fuerza hasta bajarle a su altura.

–Esa bocaza, querido. Espero que no estés insinuando lo que creo que estás insinuando –Habló con un tono seco pero cariñoso a la vez.

–¡Tan sólo quería decir que después del bastardo de Adam no me fío de nadie! ¡Ya viste cómo me ponía con el otro rubito!

–Eso está mucho mejor. –Le soltó, haciendo que el hombretón se irguiera de golpe como si de un resorte se tratara, llevándose la mano a la oreja enrojecida.

Ghira fue a responder algo de vuelta, pero su boca se quedó abierta, ningún sonido escapando de sus labios. Kali miró en la misma dirección que él, buscando lo que le había detenido.

Menagerie se alzaba a través del horizonte con los últimos rayos del sol ocultándose a la vez, la melancólica vista producida dejando a los dos sumidos en un largo silencio. No había sido la primera vez que presenciaban aquellas vistas tras un largo viaje de vuelta, pero algo en el fondo les decía que probablemente tampoco iba a ser la última.

–Espera... Creo que veo a algo o a alguien en el puerto. –Dijo Kali.

–Bueno, si lo dices tú, deberá ser cierto. Siempre tuviste mejor vista que yo.

–Si crees que con hacerme la pelota me voy a olvidar de lo que has hecho antes, estás muy equivocado. No es sólo una persona, son...

En aquel momento, como polillas en una noche de verano, la costa de Menagerie comenzó a iluminarse poco a poco con una multitud de luces que parpadeaban como estrellas contra la fría noche. Una vez los barcos llegaron al puerto, Kali vió que aquellos eran todos los que se habían quedado atrás, desde los más niños hasta los más ancianos, recibiéndolos de vuelta con una gran ovación. Kali bajó corriendo del barco lo más rápido que pudo, yendo a saludar a toda aquella gente.

–¿Pero cómo sabíais cuándo íbamos a volver?

–Digamos que hemos estado bien informados desde hace un par de días. –Respondió una anciana con cola de zorro, la cual llevaba en su hombro izquierdo una paloma que portaba un pequeño tubo en una de sus patas.

Kali se giró hacia Ghira, el cual simplemente le estaba sonriendo con ternura.

–Sorpresa, cariño.

–Así que por eso te pillé aquella noche despierto tan tarde. ¿Una paloma? ¿No te parece un poco anticuado?

–Los métodos de antaño no son tan inútiles como uno podría pensar a primera vista, especialmente en un Remnant sin comunicaciones globales. –Dijo con una mezcla entre melancolía y pena, a lo que su mujer respondió rodeándo su ancha cintura con sus brazos, gesto el cual Ghira correspondió sin duda alguna.

Estaban los dos tan ensimismados el uno con el otro que no les importaba tener público, al fin y al cabo ya habían hecho esto cientos de veces antes y su gente estaba más que acostumbrada. Una vez se separaron, comenzaron a ayudar con el desembarco de los otros navíos, recogiendo equipajes y comprobando que todos volvían con sus familias. Sin embargo, había una persona la cual no tenía a nadie con quien volver.

Una faunus con la piel cubierta de escamas de un color castaño había perdido y ganado tanto en tan poco tiempo que su cabeza seguía sin poder procesarlo del todo. Se sentía muy agradecida por la confianza puesta en ella por Blake y su familia y estaba contenta por cómo habían logrado mejorar la percepción de los Faunus tras su victoria en Haven Academy, pero algo en su interior no la dejaba sentirse en paz. Algo que le rascaba en lo más profundo de su ser. Algo como...

–¿Ilia? –Escuchó la voz de Kali llamarle detrás suyo, sacándola de sus pensamientos.

–¿Si? ¿Algún problema, señora Belladonna? –Dejó en el suelo la caja con el cargamento que estaba descargando del barco y se dió la vuelta.

–Bueno... Tan solo estaba preguntándome qué ibas a hacer ahora.

–Ah, pues una vez terminara de bajar estos suministros, había pensado en ayudar con los equipajes y-

–No, no, no me refería a eso. Estaba preguntando acerca de tu futuro. ¿Tienes algo pensado?

–Creo... Creo que aún no, la verdad. –Era cierto, en parte. Ilia simplemente se estaba dejando llevar por la euforia de la victoria de Haven, pero lo cierto era que no sabía qué iba a hacer con su vida de aquí en adelante. –Quiero ayudar a mejorar la imagen de los Faunus y proteger este mundo, estoy segura de eso. Pero no tengo del todo claro cómo voy a conseguirlo.

–De momento, puedes empezar por aquí. Si lo que mi hija nos contó es cierto, los demás reinos van a necesitar toda la ayuda que podamos ofrecerles. Pero no podemos ayudarles si ni siquiera podemos ayudarnos a nosotros mismos. –Dijo Ghira, señalando como a su alrededor estaban rodeados por gente cansada, prisioneros miembros de la White Fang arrepentidos de sus actos. En general, gente asustada. –Tenerte como apoyo nos vendría muy bien.

–Yo...

–Por dios, no podéis ser los dos más densos. –Suspiró Kali, haciendo que ambos la mirasen sorprendidos. –¡Entre que ella vive en el presente y tú que vives muy en el futuro así una no puede explicarse! Me refería a qué va a hacer aquí, en la isla. Si mal no recuerdo, no tiene un hogar aún, ¿no?

–Ah. –Estaba tan preocupada por todo lo que había sucedido que ni se había fijado en aquel, para nada minúsculo, detalle. –¿Quizás alguien podría dejarme dormir en su casa?

–Tonterías. Vente a la nuestra querida, tenemos espacio de sobra. Aunque tendremos que dormir un par de noches a la intemperie mientras arreglamos los destrozos del incendio.

–No, ¡no puedo aceptar eso! Encima después de lo que os hice... –Su piel cambió a unos tonos más cálidos, una mezcla viva de naranjas y rosas, similares a aquellos del atardecer que hacía poco habían presenciado, pero mezclado a su vez con manchas azules tan oscuras como el cielo nocturno.

–Bueno, tanto yo como mi marido tenemos claro que ya nos los has pagado de vuelta y más, ¿no es así?

–Cariño, no sé yo si es bue- ¡agh! –Gimió de dolor al sentir el tacón de Kali caer sin piedad sobre la planta de su pie izquierdo. –¡Sí! ¡Por supuesto! Estará bien tener algo de compañía en la vieja choza...

–De acuerdo pues... Es un honor para mí que me dejéis dormir en vuestro hogar.

–¡Pues queda decidido! Terminemos con el desembarque y vayamos a dormir cuanto antes, nos hemos ganado eso al menos.

Tras un par de horas, el desembarque concluyó sin muchos problemas. Sin embargo, mientras Kali coordinaba a los trabajadores, podía escuchar rumores volar entre susurros a su alrededor.

–¿Hay algún problema? –Se dirigió Kali hacia una pareja joven, uno con orejas de lobo y el otro con orejas de conejo, pero en cuanto la oyeron los dos se alejaron excusándose de estar ocupados. –Eso no puede ser bueno...

–Hmmm, parece que ya hay gente enterándose. –Escuchó detrás suya, solo para encontrarse con Ghira, mirándola con esa expresión estoica que ocultaba una profunda preocupación que tan bien conocía.

–Querido, ¿sabes qué sucede? La gente parece estar demasiado inquieta.

–No sé qué es más preocupante la verdad, mis noticias o tu expresión. –Dijo suspirando. –Ahora veo de dónde sacó nuestra hija la vena dramática. En fin, esperaba no tener qué contarte esto.

–Porque si lo que me cuentas acabara esparciéndose, podría acabar atrayendo Grimm, ¿verdad? –Ghira asintió, su rostro permaneció impasible.

–Desde hace una semana, hay gente reportando comida robada. No es nada fuera de lo común, los ladrones existen en todos lados, Menagerie no es la excepción.

–Entonces, ¿cuál es el problema?

–Lo raro es que los pocos soldados que dejamos atrás de guardia han investigado el pueblo entero, pero no encontraron indicios de que el culpable fuera uno de los habitantes de este poblado. Para el colmo, hace poco hasta intentaron entrar por la fuerza en el hospital, parece ser.

–¿Lograron detener al culpable?

–Si así fuera, esos rumores no perdurarían. No, tan solo le lograron ahuyentar, parece ser. –Suspiró, en una mezcla de pena y frustración.

–Hmmm... Comida y medicamentos. Suena a alguien que está en problemas.

–Dudo que cualquiera tuviera el hambre suficiente como para intentar robar más comida de la que es repartida a diario. Y, como puedes comprobar, nadie requiere de asistencia médica urgente. Lo que quiere decir...

–... que el culpable no es de aquí. Su escondite no debería situarse muy lejos. Alguna cueva quizás... –Kali se giró, mirando hacia más allá de las fronteras de donde su gente vivía, hacia los grandes picos que les separaban del gran desierto de su continente.

Menagerie en sí no era precisamente el mejor continente donde vivir. Casi dos tercios de su masa consistían en dunas que se extendían más allá del horizonte, un desierto eterno que no dejaba salir vivo a nadie que entrase en él. Por otro lado, el resto del continente estaba habitado por una gran población de Faunus repartidos en diversos poblados, siendo Kuo Kuana el mayor de ellos y dónde residían los Belladonna.

Kali tan solo podía pensar en dos opciones. El culpable era alguien buscado, un criminal de otra aldea o un antiguo soldado del White Fang que había escapado y buscaba vengarse. La otra opción era algo que Kali temía desde hacía años.

–Espera un momento. Has dicho que fue ahuyentado. ¿Los guardias vieron alguna...?

–¿...característica animal notable? No. Y eso, –Respiró profundamente, como si el peso de lo que iba a decir le extrajera el aire de los pulmones. – eso es lo que más me preocupa.

Sin decir más, Ghira dió media vuelta, levantando una caja del tamaño de dos hombres llena de suministros y llevándola hacia los almacenes. Kali, por su parte, sacudió la cabeza, intentando despejarse y volver a su trabajo, pero para cualquiera era obvio ver que algo acechaba la mente de Kali. Sus órdenes eran más lentas y reaccionaba más lenta de lo habitual a cualquiera que intentase captar su atención. Ghira, observando esto y viendo los nervios y el cansancio esparcirse por el resto de los trabajadores, tomó una decisión.

–Ehem. –Carraspeó con su voz potente pero aterciopelada, atrayendo la atención del puerto entero. –Creo hablar por todos los presentes si digo que estamos agotados tras este largo viaje. Podremos encargarnos de organizar todo por la mañana una vez hayamos descansado lo que nos hemos ganado. Descansad por hoy, id con vuestras familias.

Estuvo callado una cantidad de tiempo ni muy corto ni muy largo, un tiempo de silencio un tanto incómodo antes de continuar. Una tos aleatoria se perdió entre la multitud.

–Eso es todo. Buenas noches. –Y con ello, la multitud comenzó a dispersarse, agotada, yendo de vuelta a sus hogares.

Tras despedirse de los guardias, el matrimonio e Ilia se dirigieron de vuelta hacia lo que una vez fue la mayor mansión del continente. Ahora, era una vieja gloria en ruinas, con la mitad del techo hundido debido al incendio causado por Blake en el enfrentamiento contra los miembros de la White Fang, dejando entrar la tenue luz de la Luna rota a través de sus grietas y boquetes.

–Hogar, dulce hogar. –Kali entró por la puerta de su hogar y con un solo vistazo entendió que iban a necesitar más que un par de días para poder arreglar aquel desastre: muebles rotos, paredes agrietadas y escombros por todas partes ocupaban la mayor parte de su visión.

–¿Sabemos qué zonas son seguras para dormir? No me gustaría que se nos cayera el techo encima durmiendo. –La voz de Ghira resonó ronca y cansada a través del pasillo de entrada, el eco rebotando en las paredes de la mansión.

–Bueno, si no recuerdo mal, el estudio no debería haber sufrido mucho daño. Si llevamos un par de mantas de repuesto deberíamos poder dormir en los sofás sin problemas. Ilia, sígueme. –Kali echó a andar, pero no habiendo escuchado a Ilia responder, se dió la vuelta. –¿Ilia?

La susodicha estaba congelada en el sitio, su cuerpo en tensión como si estuviera a la espera de que sucediera algo terrible. Ghira estaba igual, mirando fijamente hacia...

Kali miró hacia abajo. Era casi imperceptible, pero su visión era mejor de lo normal, por lo que pudo ver claramente un pequeño hilo escarlata junto a sus pies. Se giró, siguiéndolo con la mirada. Enfrente suya, un rastro de sangre se arrastraba hacia el interior de la mansión, la poca sangre visible había sido absorbida por la madera del suelo, estando ya prácticamente seca.

Ghira dió un paso junto a su esposa, la cual había agarrado un trozo de madera de entre los escombros, y se llevó un dedo a sus labios. Ilia extendió su látigo, cargándolo con una pieza de dust eléctrico y comenzó a avanzar por delante de la pareja, activando su camuflaje para fundirse con la oscuridad. Los tres se adentraron en lo más profundo de la mansión, cada paso más silencioso que el anterior, como un depredador acechando a su presa, los tres preparando su aura instintivamente.

El rastro de sangre, como si de una alfombra deshilada se tratase, se arrastró por el pasillo de entrada, cubriendo el salón de invitados y apuntando hacia la entrada al estudio de Ghira, cuya puerta estaba cerrada. Ilia dió un paso adelante, extendiendo la mano hacia el pomo teñido de escarlata, pero solo se encontró con la de Kali deteniéndola. Las dos cruzaron la mirada meros segundos, antes de que Kali se girase hacia su marido. No necesitaban palabras. Los dos sabían la estrategia que estaba pensando el otro a la perfección.

Kali comenzó a abrir la puerta con tal destreza y cuidado que no hizo sonido alguno, las bisagras sonando lo más silenciosamente posible, como si la puerta nunca hubiera existido. Conforme se fue abriendo y su visión del interior aumentó, nada parecía estar fuera de lugar. Al fondo a la derecha seguía estando el escritorio de Ghira, tan desordenado como siempre, y a la izquierda debería estar el salón central, rodeado de sus estanterías repletas de todo tipo de libros y documentos.

Debería. Cuando Kali miró hacia la izquierda, vió como la mesa había sido desplazada y, en su lugar, uno de sus colchones yacía en el suelo. Un colchón que ahora estaba decorado con manchas escarlata y con un cuerpo encima de ellas. Pero, sin apenas tener un segundo para procesar esto o el grito que acababa de dar Ghira, Kali sintió como alguien tiraba de ella hacia atrás en el último momento. Un jarrón voló con rapidez hacia donde había estado de pie hacía meros momentos, haciéndose añicos al instante al caer al suelo y casi golpeando a Ilia en su trayectoria. Ghira saltó hacia adelante, dejando a Kali junto a la entrada, situándose enfrente de su escritorio y observando con claridad al intruso de su hogar.

Su pelo oscuro era corto, apenas alcanzando sus hombros, pero estaba despeinado y grasiento. Sus manos, a pesar de no estar heridas, poseían varios callos y las puntas de sus uñas rotas estaban llenas de sangre seca. Su traje, un simple uniforme militar azul marino tenía desgarros por los brazos y hombros. En su mejilla derecha había un corte cicatrizado, y sus ojos turquesa mostraban ojeras y claros signos de cansancio. Con un solo vistazo, podía sentir como si se enfrentara a una bestia acorralada, desesperada.

Fueron tan solo unos segundos de duda, pero fueron suficientes para que la intrusa corriera hacia el colchón, situándose frente a él con el brazo izquierdo extendido, mientras con el derecho buscaba algo de su bolsillo.

–¡Tiene un arma! –Gritó Ilia, lanzándose hacia ella.

–¡Espera! –Rugió Ghira, demasiado tarde. El mundo pareció ralentizarse para Kali, todo sonido desapareciendo de su mente mientras observaba atónita la escena. Sin embargo, este trance fue roto tan rápidamente como se había formado cuando un extraño canto, en una lengua que no podía entender, resonó en su interior.

Un destello morado, seguido de una onda de choque propulsó a Ilia hacia atrás, haciéndola chocar contra Ghira, el cual logró atraparla. Una vez los ojos de Kali se acostumbraron de nuevo a la oscuridad tras el momentáneo flash de luz, vió como la invasora estaba en el suelo, a su lado un colgante rojizo que brillaba bajo la luz de la Luna. Con dificultad, lo agarró y guardó en su palma, su cuerpo temblando mientras buscaba las fuerzas para levantarse, sin mucho éxito.

–No pienso... Dejar que la toquéis... –Murmuró mientras se arrastraba hacia el colchón, donde otra chica dormía.

Esta tenía el pelo más largo, unidos en dos coletas excesivamente largas a ambos lados de su cabeza además de tenerlo también oscuro y llevar un uniforme idéntico al de la otra invasora. Apenas parecía estar viva, de no ser por el ligero movimiento que provocaba su respiración cualquiera la habría dado por muerta, con ese tono pálido de piel y aquellos labios secos y mustios. Kali se fijó que, junto al colchón, había varios paquetes de alimentos, botellas con agua y diversos medicamentos desperdigados por el suelo, vendas sucias de sangre tiradas a un lado mientras que las que cubrían el cuerpo de la que yacía en el colchón estaban en un estado similar.

Sabía que aquella invasora no podía ganar. Fuera lo que fuese lo que había hecho antes, no parecía haber funcionado como esperaba, además de estar en desventaja. Y aún así, en su mirada perdida había un cierto ímpetu, una hostilidad que impedía a los tres faunus acercarse, haciendo que la atmósfera del cuarto se sintiera mil veces más pesada. La intrusa extendió sus brazos, sus piernas por fin cesando su temblor y manteniéndose firmes. Respiró profundamente, abriendo la boca con la intención de hablar, más de su interior no salió ningún sonido audible, pues una sensación punzante le hizo colapsar casi inmediatamente.

Su consciencia no tardó en seguir a su cuerpo, y se sumió en un profundo sueño.

No tenía del todo claro cuánto tiempo había pasado, pero ahora la luz del sol le golpeaba en sus ojos, haciéndole apartar la mirada. Se incorporó, mirando su cuerpo, ligeramente vendado y llevando ahora una bata de hospital. Yacía en una cama de un lugar que desconocía, pero no le costó mucho deducir su situación actual.

–Ya era hora. –Giró la cabeza con rapidez hacia aquella voz, viendo a nadie enfrente suya. Se levantó de la cama, intentando averiguar el origen del sonido. –Eh, eh, tienes que descansar. Tu cuerpo aún no se ha recuperado del todo.

–¡¿Dónde está?! –Gritó, enfurecida. –¡¿Qué habéis hecho con ella?!

–Está bien . Sana y a salvo, descansando tranquilamente en el cuarto de al lado, gracias a ti. Los médicos dijeron que habías hecho un buen trabajo tratándola. En cuanto recupere su aura mejorará mucho más rápido.

–¿A-Aura? –Un silencio incómodo llenó la sala durante meros segundos, la intrusa absorta en sus pensamientos. –Llévame ante ella. Ahora. O... –Fue en ese entonces cuando se dió cuenta de que no tenía su colgante con ella.

–¿O qué? –Ilia emergió de una de las esquinas junto a la puerta, deshaciendo su camuflaje y caminando bajo los rayos de luz. –No estás para ningún trote ahora mismo, créeme. Suficiente tienes con que no vayas a ser castigada por tus crímenes.

–¿Crímenes? No puedes decir eso en serio.

–El robo es un crimen muy grave, pero nunca en toda la historia de Menagerie había ocurrido por manos humanas. Aunque el resto del mundo parece estar perfectamente contento con seguir robándonos, no permitiremos que se nos trate así en nuestra propia tierra. Vuelve a la cama, es una orden.

–¡Mi amiga estaba gravemente herida! ¡¿Qué querías que hiciera, que la dejara desangrarse?! –Ni un solo sonido escapó de la boca de Ilia tras escuchar aquello. –Aunque a vosotros no os importa nada de eso, ¿verdad? Mejor sacrificar a los pobres intrusos o engañarles con mentiras dulces hasta que caigan a vuestros pies, ¿no? ¡Sé muy bien de primera mano cómo actuáis!

–Serás... –Ilia dió un paso hacia ella, pero en aquel momento la puerta se abrió de par en par, la causa de su interrupción, Kali Belladonna, entrando con el mismo cuidado que el de un gato en la habitación, como quien no quiere la cosa, seguida de su marido. –Mi señora, mi señor.

–Ilia, estás viviendo bajo nuestro techo, te he dicho ya que no tienes que tratarnos tan formalmente. Con respecto a ti... –Sin miedo, tomó la mano de la intrusa, dejando el colgante rojizo en su palma. –Creo que esto es tuyo.

–No... No lo entiendo. ¿Por qué hacéis esto? ¿No queréis recuperar lo que os pertenece?

Los tres faunus se miraron los unos a los otros, una expresión de duda y preocupación recorriendo sus rostros.

–Creo que sería mejor que empezáramos por el principio y sigamos poco a poco a partir de ahí, ¿qué te parece? –La intrusa asintió, sentándose en el borde de la cama pero manteniendo en su visión a los tres presentes. –Me llamo Kali Belladonna, ese hombretón es Ghira, mi esposo.

–Un placer. –Su tono incómodo delataba su nerviosismo, pero su imponente voz compensaba de sobra aquel aspecto suyo.

–No dejes que te asuste lo grandullón que es, en el fondo es un trozo de pan. –Al oír esto, el "grandullón" apartó la mirada ligeramente y carraspeó. –Ahora mismo te encuentras en Menagerie, concretamente en el hospital de Kuo Kuana. Ah sí, y ella es Ilia. Es...

–Soy la que te puso a dormir la otra noche. –Su látigo emitió unas ligeras chispas doradas al decir esto. –No me mires así, claramente lo necesitabas. Llevas durmiendo dos días seguidos.

–¿Dos días? –Su voz se hizo un hilo, siendo casi imperceptible excepto para los presentes.

–Así es. Ahora que ya sabes quiénes somos, creo que es justo que escuchemos quién eres.

Tras unos segundos sin decir nada, la joven miró su colgante, el cual descansaba en sus manos, como si estuviera buscando que este le aconsejara qué hacer. Finalmente, alzó la mirada de nuevo, esta siendo ahora una de determinación.

–Yo... Llamadme Shen de momento.

–¿Y de verdad crees que nos vamos a tragar eso?

–Ilia. –Kali alzó la mano, deteniéndola. –De momento la trataremos como ella lo prefiera. Shen, continúa por favor.

–Mi compañera y yo... venimos de un lugar muy lejano. No era nuestra intención tener que robaros, pero nuestra llegada no fue precisamente una sin accidentes.

–Hablando de eso, ¿cómo llegasteis hasta aquí? Ningún guardia reportó la llegada de ningún navío y es imposible que vinierais por el desierto. –Comentó Ghira.

–Fue hará unos siete... bueno, siete días antes de que nos encontrarais. Sobre el cómo, la verdad es que no lo tengo del todo claro yo misma. Ni siquiera sé dónde es "Menagerie".

–¿No conoces Menagerie? –La expresión en blanco de Shen era todo un poema. –¿Uno de los continentes de Remnant? ¿Último bastión de libertad para los Faunus?

–Lo siento mucho... ¿"Remnant"? ¿"Faunus"? No sé de qué me estáis hablando.

Kali, Ghira e Ilia se miraron entre sí, cada uno más confuso que el anterior.

–¿Recuerdas algo sobre tu vida antes de venir aquí? –Ghira probó a obtener información de otra manera.

–No tengo amnesia. –Replicó secamente. –¿Queréis respuestas? Dejadme ver a mi amiga, o me niego a deciros nada más.

–Muy bien. –Tras su ultimátum, Shen no pensaba que fuera a recibir una respuesta por parte de Kali tan rápidamente, sorprendiéndola. –Si es lo único capaz de hacer que confíes en nosotros y crees poder moverte por tu cuenta, entonces te llevaremos ante ella.

Con dificultad, la joven Shen se alzó de nuevo. Ghira le ofreció un brazo para ayudarla, pero sacudió la cabeza y continuó hacia la puerta, detrás de Kali. No fue una gran distancia, pero cada paso se sentía más pesado que el anterior, como si hubiera estado corriendo varias maratones sin pararse a descansar entre ellas, sus piernas temblando sin cesar. Conocía aquella sensación muy bien, solo que esta era miles de veces mayor a lo que estaba acostumbrada.

Una vez Kali habló con los dos guardias que vigilaban la puerta, los cuatro entraron en el pequeño cuarto, este siendo una réplica idéntica del mismo en el que había despertado y bajo los rayos de luz que entraban por la ventana, Shen pudo verla. A diferencia de su estado decrépito de hacía unos días, su piel había ganado un poco de color, su pelo había sido lavado y peinado, ahora completamente liso y suelto sin sus coletas, y sus vendas estaban ahora limpias y recién cambiadas. Llevaba la misma bata que ella y alrededor de su cuello llevaba otro colgante escarlata.

–¡¡¡Shirabe!!! –Sus ojos comenzaron a humedecerse, tirándose al suelo de rodillas junto a la cama, agarrando la mano de su amiga, que parecía dormir plácidamente. –Gracias a los dioses que estás bien...

–S-Shen... –Murmuró Shirabe, sin apenas poder abrir los ojos, casi parecía hablar en sueños. –No podemos usar nuestros nombres...

–Ya es muy tarde para eso. –Sus lágrimas seguían cayendo por sus mejillas, su camino siendo desviado por una leve sonrisa mientras acariciaba la frente de Shirabe con todo el cuidado del mundo. –Descansa por ahora. Yo me encargo del resto.

Kali no pudo evitar sonreír al ver el reencuentro de las dos, sus ojos humedeciéndose un poco también mientras Ghira la abrazaba desde su lado. Ilia, en cambio, carraspeó, llamando la atención de los presentes.

–¿Y bien? ¿Hablarás ahora?

Tras frotarse los ojos y apoyarse en la cama para ayudar a levantarse, Shen se giró hacia los tres faunus, los cuales sintieron algo distinto en ella. Su mirada, a pesar de tener sus ojos enrojecidos tras haber llorado, ya no era feroz. Esta transmitía decisión, y su cuerpo dejó de temblar una vez logró ponerse recta bajo sus pies.

–Shen es un alias. Un nombre en clave. En realidad, me llamo Miku, Kohinata Miku. Ella es Shirabe Tsukuyomi, mi amiga.

–Unos nombres ciertamente exóticos. –Habló Ghira. –¿Acaso sois de Mistral?

–Señor Belladonna, lo que les voy a contar me gustaría que quedara entre los presentes de esta sala, si fuera posible.

–¿Qué puede ser tan importante como para tener que guardarlo como un secreto? –Kali sonaba confusa. Miku respiró profundamente antes de responder.

–El hecho de que no somos habitantes de este planeta y el por qué estamos aquí.

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